Título – The Beauty and the Beast

Disclaimer – Beyblade es mío y por eso soy millonario y vivo en una mansión en Rusia.

Advertencias – Yaoi.

Sé que debería actualizar mis otros fanfics antes de comenzar con uno nuevo, pero la idea para este fic me había estado rondando por la cabeza desde hace mucho tiempo así que debía sacarla. No quedó exactamente como pensaba pero por lo menos ya está plasmada. Por favor dejen un review para saber qué les parece. Gracias por leer.


:.:¨:.:Prólogo:.:¨:.:

-Cualquiera lo suficientemente valiente para adentrarse en el bosque encantado encontrará que en el corazón de éste se halla un hermoso castillo de fachada fascinante y grandes ventanales. Cuenta la leyenda que este palacio es el hogar de un ser horripilante, cruel y despiadado que vive aislado del mundo. Sin embargo, no siempre esa criatura fue un monstruo, sino que antes, hace muchos, muchos siglos atrás, este ser era un príncipe…

-¿Un príncipe como yo, abuela?

-Sí, cariño, un príncipe como tú- asintió la anciana acariciando el rojizo cabello del pequeño; el niño le respondió con una risita traviesa. –Este príncipe era el joven más codiciado de todo el mundo conocido. Poseía cualidades únicas: era culto, inteligente y muy guapo. Si esto no fuera suficiente, el príncipe era hijo del rey más poderoso que había en ese tiempo; su padre era amado por todos sus súbditos. No obstante, el príncipe era repudiado por la gente de su reino; las virtudes que tenía se veían opacadas por el hecho de que no podía sentir…

-¡Eso no puede ser!- exclamó el infante sorprendido.

La abuela rió ante el comentario de su nieto: -Sí, tesoro, suena extraño, pero el corazón del príncipe era tan duro como el diamante. El príncipe no sabía lo que era la compasión, la bondad o el amor…

-¡Era muy malo!-condenó el niño haciendo pucheros. –¡No puede existir nadie así en el mundo!

-Eso no era su culpa, cariño… Él no había elegido no sentir, mas pudo elegir tratar bien a los demás.

-¿Y cómo se transformó en un monstruo?- preguntó el pequeño, curioso.

-Ya iba a contar esa parte… Una noche de tormenta llegó a las puertas de su castillo una joven muy bella, que pidió asilo sólo por esa noche. El rey había salido para atender algunos asuntos, así que el príncipe se encontraba solo en el palacio. Los sirvientes inmediatamente al ver a la muchacha la hicieron pasar, dándole algunas mantas para que se calentara, al igual que comida porque debía tener hambre. Cuando el príncipe se enteró acerca de la joven y de lo que habían hecho sus sirvientes, se puso furioso ya que él no había dado órdenes para que la dejaran entrar, menos aun para que la atendieran tan bien como lo estaban haciendo.

-¡Era muy egoísta!- interrumpió de nueva cuenta el niño.

-Sí, así es. ¿En qué me quedé?- cuestionó la anciana olvidando lo antes dicho.

-En que se enojó mucho con la muchacha.

-Ah, sí. Bueno… Era tal su cólera que pidió que la sacaran del palacio en ese mismo instante, importándole poco que la tormenta hubiera arreciado mucho más. Ninguno de los sirvientes tenía tan poco corazón como para cumplir esa orden, así que viendo que ninguno se movía para obedecerlo, él mismo arrastró a la joven hasta la puerta aventándola fuera. La muchacha gritaba de dolor ante la burlona sonrisa del príncipe…

-¡Qué malo! Cómo puede sonreír después de haber hecho eso…

La abuela vio la expresión de miedo de los ojos de su nieto y sonrió al comprobar la inocencia de su corazón.

-El príncipe sabía que estaba mal lo que hacía, pero como él no podía sentir le gustaba ver como los demás padecían dolor, tristeza o sufrimiento. El príncipe observó como la joven se incorporaba poco a poco y cuando vio que ya se sostenía sobre sus pies decidió que era mejor cerrar la puerta y olvidarse de ella. Estaba a punto de entrar a su castillo cuando escucho la voz de la muchacha que lo llamaba y que decía cosas en un lenguaje extraño. Él sonrió confiado y actuó como si nada hubiese pasado. Sus sirvientes que conocían las viejas leyendas le advirtieron que ella lo había maldecido y que tendría que buscarla para pedirle que le retirara esa maldición. Sin embargo el escepticismo del príncipe le llevó a hacer caso omiso a las advertencias.

-¡Qué tonto!

-Los sirvientes, al temer verse afectados por la maldición comenzaron a irse uno por uno hasta dejar al príncipe completamente solo. Desgracias comenzaron a sucederle. Su padre fue asesinado en uno de sus viajes, una guerra comenzó y su reino se vio completamente destruido, no tenía nada ni a nadie… y si esto fuera poco, su cuerpo comenzó a cambiar. Le salió pelo en su cuerpo hasta que parecía un lobo o un oso, su cara se deformó, su figura también se volvió como la de un animal…

-Se lo merecía- escuchó al niño decir por lo bajo.

-Con el paso del tiempo el bosque comenzó a cubrir la extensión de sus tierras, dejando su castillo en medio de éste, aislándolo completamente del mundo que lo rodeaba. Dicen que buscó desesperadamente a la mujer que le había lanzado el hechizo, algunos rumores cuentan que la encontró pero que ella jamás lo perdonó, otros, que ella era un hada que se había desvanecido del mundo de los humanos y había vuelto al suyo…

-Las hadas no existen- dijo el pequeño.

-Ahora ya no, pero antes sí y venían a jugar a nuestro mundo- respondió la abuela.

-¿Y entonces el príncipe sigue igual de feo?

-Sí.

-¿Algún día ya no va a estar así?

-Mmmm… Las leyendas dicen que el día que sienta verdadero amor, será cuando pueda volver a la normalidad…

-Pero… si él no puede sentir y está solo y su castillo está en medio de un bosque al que nadie se atreve a ir… ¿cómo va a conocer el verdadero amor? –cuestionó confundido el niño.

-Nunca había pensado en eso…- admitió la abuela. –Supongo que entonces se quedará así por siempre… -dijo con simpleza.

-¡Pobrecito! -exclamó el pequeño.- Ojalá alguna princesa lo vaya a buscar y rompa el hechizo.

-Ojalá eso pudiera pasar –rió la abuela- pero normalmente son los príncipes los que tienen que ir a rescatar a las princesas.

-Ellas siempre que necesitan ayuda tienen algún príncipe que las va a salvar, pero cuando un príncipe necesita ayuda nadie va...

-Es que los príncipes son fuertes y con sus caballos y espadas necesitan salvar a las bellas princesas.

-Mmmm… -el infante se quedó pensativo durante unos minutos. –Pueeeesss… Tal vez algún príncipe lo pueda ir a salvar a él. ¡Si son tan buenos y tan fuertes que vayan y lo regresen a la normalidad!

La abuela se quedó sorprendida ante la respuesta de su nieto. Un príncipe siendo salvado por otro… qué inusual. Sin embargo tenía un poco de lógica. No pudo hacer otra cosa que sonreír ante el fingido enojo del chiquillo.

-Sí, puede ser que algún día algún príncipe lo ayude…

-¡Sí! ¡Y entonces los dos se irían juntos, se casarían, tendrían muchos hijos y serían felices por siempre! –exclamó emocionado el pequeño.

-No creo que eso funcione así, cariño… Después de ayudarlo terminarán siendo buenos amigos y los dos se casarán con lindas princesas…

-¡No puede ser! ¡Siempre que un príncipe rescata a una princesa se tiene que casar con ella, entonces si uno lo rescata a él, se tienen que casar!

La abuela rió ante las ocurrencias del niño:- Si Claude te ayudara con algo tú no te casarías con él, ¿o sí?

-No,- respondió al instante- pero él no es un príncipe.

-¿Entonces te casarías con un príncipe si te ayudara?

-Mmmm- una mueca de desagrado apareció en su lindo rostro- supongo que sería lo correcto- accedió por fin.

-No, no creo que sea correcto…

-¿Por qué no? –inquirió frunciendo el ceño.

-Porque los dos son niños…

-¿Y eso qué?- volvió a preguntar sin entender el motivo.

-Cuando seas grande lo entenderás, cariño… -trató de arreglar las cosas.

-¡Qué tiene que ver que sea grande!- gritó comenzándose a desesperar.

-Que verás las cosas de diferente manera. Te aseguro que no te querrás casar con un príncipe sino con una princesa –dijo conservando su semblante tranquilo.

-¡No! Cuando sea grande no me voy a querer casar con nadie –aseguró poniendo una mueca de asco.

-De acuerdo, cariño, no te casarás con nadie…

-¡Noooooo!

Ambos se quedaron viendo fijamente unos instantes. Ambos ojos cerúleos brillaban mientras se intercambiaban un silencioso mensaje de complicidad. Después de un tiempo estallaron en carcajadas, recordando su plática anterior.

-Ya es tarde, cariño, ya deberías estar dormido- comentó la abuela mirando tiernamente a su nieto y dándole empujoncitos para que se apresurara a meterse en la cama.

-Los príncipes deberían dormirse cuando quisieran- se quejó trepándose a ésta.

-Tal vez, pero no se te olvide que tú también eres un niño, y los niños tienen que levantarse temprano y atender sus deberes –le dijo la anciana mientras cubría el cuerpecito del pequeño con las cobijas.

-Hmpf… No es justo- volvió a quejarse.

-Sí lo es. Te conté el cuento que me pediste, ahora es tiempo que duermas.

-Está bien abuela… -un bostezo escapó de su boquita. –Buenas noches.

-Buenas noches, cariño, que sueñes con los angelitos –contestó dando un tierno beso en la frente del menor.

-También tú, abuela.

La mujer se encaminó a la puerta del cuarto con pasos lentos. El pequeño dormiría tranquilamente esa noche, estaba segura que no tendría pesadillas. Volteó para observar al menor una vez más antes de apagar la luz. Era precioso.

-Ojalá que algún día alguien salve al príncipe- oyó murmurar al niño.

-Sí, ojalá… -concordó.

Sería una larga noche. Pero el príncipe estaría ahí para cuidar que ningún monstruo penetrara en los sueños del pequeño.


"Sé que mis sueños está hechos de ti. De ti y sólo para ti…"

(Nightwish, Beauty and the Beast)