Disclaimer: como ya todos saben, los personajes le pertenecen a la gran Stephanie Meyer, pero la historia es mía, así que disfrútenla.

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Le he estado dando muchas vueltas a la idea de abandonar esta historia, especialmente cuando releo los capítulos que escribo y se me antoja modificarlo todo. Pero no tiene sentido. Ya llegué aquí y ustedes han recorrido éste camino conmigo. Conozco el final, lo he soñado y disfrutado viéndolo cobrar vida en mi cabeza y no tiene sentido privarlas de ese placer culpable a ustedes también solo por mi miedo de volver a escribir.

Así que al diablo. Aquí estoy.

He vuelto.

Y espero que esta vez sea para quedarme.

Un abrazo afectuoso a todas las que aún siguen ahí y a las que acaban de llegar.

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Always I

"Yo tampoco sé vivir, pero estoy aprendiendo a tu lado."

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New York – 7 pm.

"Visitemos a Agatha"

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-¿Y entonces? –preguntó Emmet mirándola emocionado. Desde que habían llegado no había dejado de hacer la misma pregunta una y otra vez. Toda su atención se dividía fácilmente entre la comida de aspecto dudoso que descansaba en la mesita de café, hacia la mujer de rasgos angulosos sentada frente a él.

La descascarada risa de la señora volvió a traerlo a tierra. Sentada a su lado y frente a Emmet y Seth, la vio sonreírle a su amigo con una paciencia que ya estaba comenzando a flaquear en las esquinas poco firmes de una sonrisa astuta.

"Agatha", pensó Jazper estremeciéndose al pronunciar su nombre para sí, cuando ésta volvió a inclinarse hacia el centro aprovechando la ocasión para rozarle el muslo con una mano arrugada, llena de anillos y pulseras. Por desgracia para él, eso no era lo peor de la situación. Agatha parecía perder la noción del tiempo cuando de hablar del pasado se trataba y el problema era que ellos no estaban ahí para rebuscar en el pasado.

-¿Un sándwich de pepinillo cariño?-dijo dirigiéndose al rubio sin responder a la pregunta del grandote que ya estaba empezando a ponerse morado de la impaciencia o tal vez por los sándwiches.-Pareces nervioso…-agregó con voz melosa.

Jazper se tensó en su sitio intentando respirar lo menos posible el olor a ropa mojada y naftalina que desprendía el turbante de esa mujer. –No, pero muchas gracias por tomarse la molestia de atendernos mí estimada señora.

-Todo un caballero…-sonrío Agatha complacida, dejando al descubierto una dentadura demasiado perfecta para alguien que ya estaba robándoles aire a los más jóvenes.

-No pierdas el tiempo con él tía.- la mano de Seth volvió a entrar en el bol lleno de sándwiches a una velocidad poco normal para alguien de su tamaño.- Ya tiene una novia que le hace de pantalla.

Una risa. No. Tres risas y un par de ojos lagañosos, demasiado saltones, fueron a parar sobre el rubio. Jazper les devolvió la mirada con amargura a cada uno de los presentes hasta detenerse sobre el pequeño chihuahua que temblaba a sus pies. Desde que habían llegado, el pequeño vejestorio (el perro) se había sentado a sus pies y no dejaba de observarlo.

"Tal vez quiera comida", pensó el rubio dándose por vencido y haciéndole caso por primera vez en lo que iba del día. "Mejor el perro que estos tres locos". Desgranando un poco del sándwich que había rechazado momentos antes, le tendió la mano a la ratita ofreciéndole el pequeño pedazo de pan con desconfianza.

La ratita, que se llamaba Dobby y en sus buenos años debió haber sido de un color caramelo muy bonito pero ahora bien podría confundirse con el desgastado color de la alfombra, olisqueó el sándwich y pasando de el, saltó sobre la pierna del rubio y comenzó a montarla.

¡OH NO, NO, NO!

-¡Quítenmelo!-el rubio empezó a mover la pierna frenéticamente, pero el perro en celo estaba decidido a no soltar su presa.- Maldita sea Emmet, deja de reírte y dame una mano.

El grandote que se estaba retorciendo de la risa, intentó recobrar la compostura durante unos segundos. -¿No quieres mejor otra pierna? – chocó los puños con Seth.

El rubio les gruñó en respuesta.

-¡Dobby, no! Muchacho malo, suéltalo. – La anciana agarró al perro y tiró de el hasta que éste dejó libre su pierna. No sin una buena lucha de por medio, por supuesto.

Desesperado, Jazper vio de la mujer que bufaba por retener al pequeño engendro del mal hacia su par de "amigos" que se partían de la risa frente a él. No. Las cosas no pintaban bien. Habían perdido gran parte del día sopesando posibilidades, y al final no habían hecho nada más que acudir a Agatha. Ni siquiera habían denunciado la pérdida de sus amigos y esperaban que una bola de cristal les diera las respuestas que estaban buscando.

Era ridículo.

Sí.

Y tenía que salir de ahí.

-Yo me voy.- dijo poniéndose de pie.

-¡Tú te quedas!-dijeron Em, Seth y la anciana a la vez. Hasta Dobby ladró.

Bueno, era más fácil pensarlo que hacerlo.

Jazper les dio la espalda y se dirigió al bolso de lona que había dejado descansando contra la pared. A sus espaldas los oyó susurrar pero no pensaba seguir con esta tontería.-Me voy, a menos que acaben con todo esto de una vez por todas.

Emmet rodó los ojos.-Si serás aburrido. Dobby solo quiere ser amable, ¿no tía Agatha?

-¡Esa señora no es tu tía! – gritó el rubio fuera de sí.

-¿Y tú cómo sabes? Seth es como de la familia, y tal vez su abuela y mi abuelo… -dijo moviendo las cejas de manera sugerente.

Agatha carraspeó intentando atraer la atención hacia ella otra vez.- A mi perro le gustas muchacho… -"y a mi también", parecían decir sus ojos.

El rubio abrió los ojos asustado.-Respuestas. Denos respuestas. – dijo dirigiendo una mirada hacia las cartas y la bola de cristal que reposaba en una esquina.

La mujer asintió. Dejó al perro en el suelo y en una lengua que no le había escuchado antes le impartió una orden al engendro del mal. Dobby ladró en respuesta y salió del cuarto, lanzándole una última mirada cargada de deseo al rubio cuando pasó por su lado.

-Eso… fue… escalofriante. –dijo el rubio congelado en su sitio. Em le dio la razón mirando asombrado la pesada cortina por la que había desaparecido el chucho.

La anciana que había empezado a tirar las cartas sobre la pequeña mesa de té, rió entre dientes.-Fue un perro de circo.-dijo como toda respuesta.

El grandote sonrió emocionado. -¿Me lo vende?

-No Emmet.-dijeron en coro el rubio y Seth.

Agatha negó y volvió a centrar sus ojos sobre las cartas.- Muy bien Emmet, así que primero quieres saber si tu equipo ganará la Super Bowl este año...-tiró las cartas.

"Dios, aquí vamos…", pensó el rubio hundiéndose una vez más en el mueble.

La iluminación dentro de la habitación era escasa y el calor sofocante. La anciana a su lado olía a naftalina y a algo en descomposición. La cortina tras de él se volvió a mover pero nadie dentro de la sala lo notó. El rubio andaba metido en sus pensamientos. Preocupado por su presente, pero sobretodo por un futuro nada bueno. Cuando Alice descubriera lo que habían hecho, no habría nada que lo podría proteger de su novia furiosa. Se estremeció de la más pura y sincera desesperación.

"Niégalo todo… y usa suspensor", fue su último pensamiento antes de que Dobby se volviera a montar en su pierna, otra vez más.

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En alguna parte del… bueno, por ahí.

13 horas tras el secuestro.

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-No te muevas.-su voz, áspera y dura la congeló en su sitio.

¡Cretino!

La preocupación que había estado sintiendo por él fue rápidamente sustituida por la ira que se había estado cociendo a fuego lento dentro de ella. Girándose en busca de la procedencia de su voz, taladró con una mirada furiosa al hombre que había estado atormentando su corazón y su cabeza desde que todo esto había iniciado.

-TÚ… ¡tú!…-gritó, cuando por fin lo encontró amarrado a un árbol. ¡¿Qué diablos?! Sus ojos se abrieron alarmados.- ¡¿Qué…?!

Lo que sea que iba a gritarle murió en sus labios.

Su Edward estaba hecho un desastre.

La sombra de una barba de varios días oscurecía su rostro, endureciendo sus facciones. Sus ojos inyectados en sangre hablaban de malas noches, seguro de darle vueltas a la manera más sana de cortar con ella. "Como si se lo fuera a permitir. Aquí la única que iba a terminar algo, sería ella."

"¿Y ahora qué?", Bella arrugó el ceño al verlo mover la boca hablando a toda prisa, pero por algún motivo no le llegó ningún sonido. "Genial, ¿se habría quedado sorda?"

Los ojos de Edward miraban frenéticos a un punto cercano a ella pero la sorpresa por su estado la había calado hondo, impidiéndole hacer algo más que mirar al hombre frente a ella sintiendo pequeños espasmos de desesperación al comprender que aunque se esforzara sería incapaz odiarlo si todo esto llegaba a terminar. Claro que él no lo sabia, y como que se llamaba Isabella Swan que no le permitiría salir tan fácilmente de esta relación. Mínimo tendría que sacrificar una pierna o… "¡concéntrate!".

Por un momento, Bella creyó percibir un sutil movimiento entre los arbustos pero desapareció así de rápido. Volviendo la atención a su hasta ahora compañero-de-cama, casi-novio, posible-eunuco, dolor-de-cabeza, ladrón-de-sueños y todos los títulos que se les puedan ocurrir, reparó en los sutiles pero no suficientes cambios que habían obrado en él esos últimos días.

El cabello del cobrizo, por el que tantas veces había pasado sus manos intentando domar sus rebeldes cabellos, estaba revuelto dándole un toque descuidado y sexy a pesar del sudor que intentaba adherirlo a su frente sin mucho éxito.

¿Cuándo el sudor había sido atractivo en un hombre? ¡Respira!, se recordó intentando apartar sus pensamientos a algo menos peligroso.

Bueno, por lo menos su ropa había pasado a la historia, con ese jersey plomo que se entallaba condenadamente bien a sus músculos, dejando entrever el inicio de vello oscuro en su pecho por la abertura en V del cuello. Demonios, lo había visto vestir eso cuando se fue a las oficinas y a pesar de la tierra y lo arrugado de la prenda él la seguía luciendo con la dignidad inconsciente de aquellos que habían sido tocados por Afrodita.

Lo odio, pensó malhumorada.

¡Ya, ahí hay algo! Mirando ceñuda a sus pies, reparó en que Edward había perdido un zapato y su jeans oscuros, habían tenido mejores épocas. Estaban rotos y desgastados, con manchas de barro en diferentes flancos como si lo hubieran arrastrado por todo el bosque sin tener cuidado con él. ¿Quién diablos le había hecho eso? ¡Y dónde estaba la justicia, cuando parecía un vagabundo y aún así su cuerpo le pedía a gritos que lo tumbara en el suelo y abusara de él hasta que ninguno de los dos pudiera caminar!

¡Dios, las hormonas!

Pero, ¿por qué justo ahora?

Claro, justo cuando ella había elegido ese día para dárselas de superada y volver a vestir esas incómodas prendas, un sweater rosa y gafas que la hacían parecer más joven y frágil. No quería ni pensar en el aspecto que tenía en esos momentos frente Edward, ¡pero que se jodiera! Aunque a ella le gustó la nueva Bella, la sexy e intrépida, la de tacos y ropa entallada, eso no la iba definir y mucho menos a su relación. Ella necesitaba sentirse a gusto y saber que lo que Edward sentía por ella iba más allá de su aspecto. Si Edward la amó por sus cambios entonces era mejor que se fuera olvidando de todo esto de una maldita vez. No podría vivir consigo misma, engañándose día a día con algo que no sería suficiente. Ella quería que él la amara. A ella. No a su aspecto.

Furiosa, levantó el rostro retándolo a que dijera algo despectivo. Empujando sus gafas sobre su nariz cuando éstas cayeron torcidas por el movimiento, dio un paso al frente y cruzó los brazos bajo el pecho intentando parecer peligrosa, pero no lográndolo por poquito. Vale, no consiguiéndolo por mucho.

-¡Maldita sea mujer, no te acerques más!

Algo se rompió dentro de ella.

O no. Tal vez solo fue una rama.

-¿Y qué? ¿Piensas quedarte a vacacionar ahí? – gruñó.- No es que me importe lo que te pueda ocurrir Cullen pero no tengo ganas de quedarme en este lugar y dado que te encontré -¡Y que conste que no te estaba buscando!- Esme no me perdonaría el que te dejara amarrado y en ese estado.

Edward torció la boca, dolido por sus palabras.- Bella…

-Isabella para ti.-Bien, ahora estaba siendo infantil.

-¡NO TE HE LLAMADO ASÍ EN AÑOS Y NO EMPEZARÉ A HACERLO AHORA!

¡Él le estaba gritando!

¡Maldición, y lo peor era que eso la había excitado!

No, definitivamente algo andaba mal con ella. Si conseguía salir de ahí con vida lo primero que haría sería concertar una cita con un psicólogo.

Bella lo miró achinando los ojos. Pequeñas motitas doradas danzaban en ellos por la excitación.

-Me estas gritando.-un deje de diversión tiñó su voz. No deseaba que él pensara que estaba disfrutando verlo cabreado pero al ver su expresión airada no pudo dejar de tensar un poco más el hilo.- Deberías saber Cullen, que me importa muy poco si te conviertes en comida para los animales del bosque.-¿En serio estaba diciendo esto? Reprimió una sonrisa.-pero he esperado demasiado como para librarme del placer de verte suplicar ahora mismo.

Bien, esa última línea hubiera causado el efecto esperado si esa traidora nota de deseo no la hubiera delatado a final.

Edward enarcó una ceja mirándola de manera sugerente.

¡Oh por Dios!

Tenía que demostrarle que no le importaba y que no obtendría más de ella hasta que se explicara. Estaba cansada de sentirse insegura y no pensaba pasar el resto de sus días, preguntándose si ése sería el día en que la dejaría de amar.

-Ni lo pienses Cullen.

Las aletas de la nariz de Edward se dilataron cuando dio un respingo.-No me llames así.

-¿Así cómo?

Bella arrugó el ceño y dio dos pasos al frente cuando un compungido Edward pareció encontrar más interesante buscar motas en el aire.

- Cullen… -masculló sin muchos ánimos.- No con ese tono.

-Es tú apellido o ¿no?

Él la miró sorprendido antes de que las tensas líneas que marcaban su frente desaparecieran por la acción de un intento de sonrisa.

-Estás molesta.-afirmó pareciendo más relajado.-Piensas que es mi culpa.

¡Desde luego que era su culpa!

-No, no lo estoy.-Molesta no. Furiosa y cabreada por todo, sí.- Y te ahorraré saliva, no tienes que seguir fingiendo… Sé que todo esto fue idea tuya.

-¡Y UN CUERNO SI LO FUE!

Una bandada de aves hecho a volar sobre las copas de los árboles. Dando un respingo, la castaña acortó la poca distancia que los separaba pegándose a él. ¡Que se habrá creído! Empinándose para poder estar a su misma altura, encontró sus ojos. La sorpresa en los rasgos del cobrizo fue rápidamente sustituida por destellos de diversión y algo a lo que no quería ponerle nombre, cuando le devolvió la mirada. Picada porque tuviera el descaro de sonreír y no estuviera temblando de miedo, lo golpeó en las costillas con su pequeño puño.

-Te odio.

-¿Puedes besarme mientras lo repites?

Bella boqueó cuando su cuerpo contestó por ella y se vio asintiendo a un divertido Edward.

"¡Imbécil!", pensó la castaña volviéndolo a golpear. "¡SÍ te quiero besar!", otro golpe. "No, espera. No."

"Ok, ya lo pensaste. Ahora díselo en voz alta". Sugirió su mini-Ed.

"Dile que te beseesta", agregó su mini Emmet disfrazado de Hulk y señalando a sus partes íntimas.

Los ojos de Bella se abrieron desorbitados. "Oh por Dios, ustedes de nuevo… ¿Qué he hecho para merecer esto?", gimió maldiciéndose por dentro.

"Acéptalo, nos quieres". Un sonriente mini-Ed se colocó al lado de mini-Hulk.

"Sí claro, tanto como quiero tener 15 kilos de más y pelos en la cara", bufó ella.

Mini-Em río encantado. "¿Y trabajar en un circo?"

-¿Bella?

-¡Shushh! –Bisbiseó ella hacia un confundido Edward.- Espérate un rato que ya vuelvo contigo.-cubriéndole la boca con una mano volvió a cerrar los ojos para discutir con sus conciencias.

Mini-Hulk sonrió radiante, empujando a un no tan musculoso mini-Ed. "Deberías deshacerte de él y quedarte con nosotros."

- ¡Ni lo sueñes!

Edward la miró ceñudo.-¿Me hablas a…?

Genial, había vuelto a hablar en voz alta.-No tú, a ti te he dicho que te calles.

-Pero Bella, estas actuando raro…

-Que te calles.-gruñó.

"¡Así se hace!", aplaudió mini-Hulk.

-Esta bien.-suspiró Edward volviendo a mirarla ceñudo.

"¿Dónde estábamos?", pensó la castaña.

"En que Gokú debería formar parte de Los Vengadores", dijo mini-Hulk.

Bella bufó y mini-Ed agregó. "Ignóralo."

"Es lo que intento hacer con ustedes siempre"

-¿Bella? ¿Te quedaste dormida? –susurró Edward.

Dios, ya ni en este lugar perdido de la mano del hombre podía tener un momento a solas con sus tontas conciencias. Y estando en eso, ¿por qué sus conciencias no podían ser femeninas? Se apostaba el sueldo de todo un año que ellas serían mucho más útiles que ese par de…

Mini Hulk negó, llevaba unas gafas de montura gruesa y una bata de psicoanlista para cuando empezó a hablar. "Lo que sucede es que hace unos años tuviste un enamoramiento muy fuerte por el grandote y no lo haz superado, por eso yo me parezco a él. Con Edward pasa lo mismo, aunque no entiendo qué le viste a él".

Genial. Genial. Genial.

Bella llevaba demasiado tiempo con los ojos cerrados y Edward parecía haber perdido el habla. Sorprendida porque estuviera callado, abrió uno de los ojos y lo encontró mirándola con el ceño fruncido, pasando de sus gafas cuadradas a su sweater sucio.

-¿Qué te haz hecho?

Y con eso todas sus ganas se fueron al garrete.

Sus sueños de tener una casita de campo, con niños de cabellos cobrizos y ojos castaños, corriendo junto a un caniche con moño rosa en la cabeza se fueron al traste. Hasta ese momento Bella no se dio cuenta que había estado albergando esperanzas de que Edward la amase por ser ella y que todo ese rollo no fueran más que inseguridades momentáneas de una mujer embarazada.

Edward pareció entender que había metido las cuatro patas porque se apresuró a explicarse con la cara transfigurada por la ansiedad. – ¡No! no entiendes, yo no…

-Cállate Edward.-luchando contra las ganas de largarse a lamer sus heridas, lo miró con una sonrisa tensa. No pensaba romperse frente a él, no cuando el sentido del deber de Edward lo llevaría a decir cosas que no sentía solo por hacerla sentir mejor.- por cierto, me gustaron tus rosas. Gracias.

El pánico se reflejó en los ojos del cobrizo, arrugando el ceño usó su peso para tirar de las ataduras.- ¡No sé de qué rosas me estas hablando!

Las cuerdas crujieron contra el árbol tras él.

-Sí claro.-otro pedazo más de su corazón se fue por el caño. ¡Tonto Slytherin! Dando unos pasos hacia atrás se detuvo a observar al hombre que amaba con todo su corazón y que en esos momentos la miraba de manera preocupada desde ese árbol.

¿Y si lo dejaba como comida para los animales?

No. Eso no le devolvería el corazón. ¡Dios, era tan injusto!

Rehuyendo su mirada, Bella comenzó a buscar entre los arbustos. La temperatura parecía haber bajado en ese claro, o tal vez solo era cosa de ella. Pero el moverse la mantendría activa mientras ignoraba los gritos de Edward.

-¡Bella no te alejes! ¡Es peligroso!

¡Cabrón! ¿No la amaba y aún así quería seguir dándole órdenes?

"Él no ha dicho que no te ama", acotó mini-Ed.

"Cierra el pico"

-NO DES UN PASO MÁS BELLA O…

Ella lo miró arqueando una ceja.

-¿O qué? –preguntó y no, no había sido su intención apuntando con la rama de un tronco caído cuando le contestó con desprecio.

Él la miró preocupado.-No hagas esto Bella, por favor…

Maldito. Si tan solo pudiera odiarlo sería más fácil.

Dejando a un lado su orgullo, soltó la rama y siguió con su búsqueda de una roca que pudiera usar para librarlo de esas sogas. No había avanzado muchos metros cuando los arbustos que estaban cerca del lugar por el que había llegado se comenzaron a sacudir. Edward a sus espaldas comenzó a maldecir gritándole para que regresara pero la castaña lo ignoró. Movida por la curiosidad dio algunos pasos más al frente, cuando el sonido de una rama rompiéndose le avisó que no estaban solos.

Todas las células de su cuerpo se pusieron en alerta y por primera vez desde que había despertado, temió por la seguridad del bebé que se estaba empezando a formar dentro de ella. Dios. Por favor. A unos doce metros de donde estaba parada, los arbustos se empezaron a sacudir con violencia en una sucesión interminable conforme se acercaba al claro.

Un grito agudo, muy poco masculino, escapó de los labios del cobrizo cuando toda fachada de control lo abandonó al ver a Bella congelada en su sitio.

-Bella.- la angustia teñía la voz de Edward.-Retrocede, corre hacia aquí pequeña y no te detengas.-ordenó entre dientes.- ¡Bella, reacciona por amor de…!

El chillido de una bestia salvaje que Bella juraría sonaba como un tapir, junto a los escandalosos gritos de Tanya callaron cualquier protesta.

Edward la miró confundido, como si no lograra encajar todas las piezas del puzzle.-¿Tanya? ¿Qué hace Tanya aquí? Isabella, no me estas diciendo todo lo que sabes…

Genial, ahora sonaba como su papá.

-Nunca te digo todo lo que sé.-alegó ella.

Todo rastro de preocupación desapareció en cuestión de segundos de Edward. Motas oscuras danzaron en los ojos de él, envolviéndolo en un aire de peligroso silencio cuando la recorrió con una mirada penetrante. Sin importarle las cuerdas que tiraban de su magullada piel, se inclinó hacia adelante con todo su peso, como si deseara salvar la distancia que lo separaba de ella.

Por un instante Bella agradeció el verlo amarrado porque por la forma en que miraba su cuello y apretaba los puños, estaba segura de que no estaba pensando en nada tierno.

-Suéltame.-dijo Edward. Despacio. Claro. Con la voz afilada.

Bella estaba tentada a negarse y por una fracción de segundo sonrió al imaginarse diciéndole que no. Ella sabía que Edward podía reaccionar solo de dos formas y ninguna de las dos le gustaba. En uno lo veía corriendo hacia la peliteñida, listo para convertirse en su héroe. Y en la otra, tampoco nada emocionante imagen, lo veía yendo tras de ella, listo para cobrarse cada una de las cosas que le había estado haciendo hasta ahora. No, no era una buena idea. Además, era solo cuestión de tiempo para que esas cuerdas cedieran, y mejor estar en buenos términos con él que pagar las consecuencias. Ya luego se podría hacer la ofendida.

-Ok.

Los ojos de Edward se abrieron sorprendidos. -¿Así de fácil? – preguntó con la voz teñida en desconfianza.

Bella se encogió de hombros. Determinada a no escupirle en la cara lo mucho que odiaba toda esa situación en ese momento. Decida a no mostrar más, tomó una roca en la que no había reparado. Tal vez eso serviría.

Él la miró con cautela y luego a la roca.

-¿Me dirás qué hace Tanya aquí?

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N/A: Importante. A partir de ahora narraré todo en PRIMERA PERSONA. Desde el punto de vista de Bella.

Soy algo bipolar, lo sé. Pero mis betas/psicólogas insisten que GP necesita un poco más de esa inmadurez que la caracterizó en sus inicios y pues, nada mejor que volver a mis traumas pasados para divertirlas bien. Ahí le vamos.

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-¿Me dirás qué hace Tanya aquí?

Enarqué una ceja como diciendo, "¿en serio Edward? ¿Y luego me preguntarás si los chanchos vuelan?".

Había un problema serio con estos chicos guapos y no había libros en el mundo que te advirtieran al respecto, llegado a un punto, te succionaban la felicidad, tomaban todo de ti y se largaban jodiéndote la vida en el proceso. Era algo así como el comercial de los conejitos de duracel; la pila por muy bonita y cara que fuera, tarde o temprano tendría que agotarse, ¿o no?

-¿Bella?

Empecé a tararear conforme golpeaba las cuerdas que lo ataban. Cuando estaba en medio de mi mejor interpretación de "Thanks for nothing and kiss my ass", el recuerdo de haberle dicho a Edward que nunca le decía todo lo que sabía, hizo efecto en mí. Él aún no sabía que estaba embarazada y por una fracción de segundo contuve la respiración con la piedra a medio camino.

-¿Me estas escuchando Isabella? –gruñó él. Por fin había conseguido liberarle una mano y parte del cuerpo.

¡Oh Dios…!, una ola de culpabilidad me sacudió por dentro. Esa sensación tan conocida que solía golpearme cuando me atiborraba de chocolate al llegar la noche a pesar de haber empezado esa misma mañana una nueva dieta. Solo que esta vez fue más intenso.

Edward batió su mano libre frente a mis ojos, intentando llamar mi atención. – ¡Tierra llamando a Isabella!-chasqueó los dedos con el ceño fruncido.-¿me vas a decir qué te pasa?-Inclinándose hacia adelante enderezó mis gafas torcidas, pero estas volvieron a regresar a su estado descuidado. Bien, por lo menos ellas se le resistían.-¿me estás escuchando por lo menos?

Negué de manera imperceptiblemente y lo escuché bufar por lo bajo.

-Te voy a besar.- amenazó.

Si claro. Rodé los ojos pero seguí sin contestar.

No podía decirle a Edward que estaba embarazada. Aún no.

Edward tenía un sentido del honor legendario. Si se llegaba a enterar que estaba embarazada lo primero que haría sería obligarme a casarme con él y nunca llegaría a saber si esa actitud tan rara que había adoptado era porque se quería librar de mí o por influencia de la luna y sus cambios hormonales.

Mini-Edward bufó. "Los hombres no tenemos esas cosas Bella… bueno, puede que Emmet sí"

"Sí, es cierto. Pero es porque yo soy sensible." Mini Em asintió. En esta ocasión llevaba una tanga con trompa en donde había metido su –Oh Dios Mío- paquete. "¿Todas las embarazadas se ponen así de inseguras? Dile al chico que estás embarazada y ya."

Mini-Ed se alejó con cautela de un resplandeciente mini-Em que había empezado a echarse brillantina en el cuerpo. "¿Qué eres ahora?". Lo miró perplejo.

"Soy uno de los strippers de Magic Mike", dijo un sonriente mini Em.

"Genial, ¿ahora tenía que hacer caso de una conciencia con complejo de stripper y otra que era la viva imagen del padre de mi futuro hijo?"

Mini Edward asintió. "Es nuestro trabajo llevarte por el camino correcto…"

"O el incorrecto", sonrió mini Emmet.

"Las cosas son sencillas Bella", dijo mini Ed escapando de una nube de brillantina. "Las rosas pueden significar muchas cosas. Su rechazo de hace unos días también. Incluso lo de Tanya debe tener una explicación. Pero no conseguirás respuestas si no haces las preguntas necesarias", sonrió viendo a mini Em bañado en purpurina. "Él te ama".

"¿Y ahora eres una celestina?"

Mini Ed me miró ceñudo. "Estás irritable", dijo malhumorado y con eso desapareció.

"¿A dónde se fue…?", pensé sorprendida. Mi pequeña conciencia se estaba volviendo toda una reina del drama.

"Déjalo, está en sus días", un sonriente mini Em empezó a mover el bote conforme avanzaba a una silla. "Pero debes aceptar que tiene razón."

"Lo sé", bufé. Era increíble que esos dos estuvieran siendo de ayuda.

"Hazlo sufrir un poco más y una vez tengas las respuestas que quieres, dile que se llevó el premio gordo." Sugirió mi querida conciencia antes de volver a lo suyo y por primera vez en el día, estuve de acuerdo con él.

-Te volviste a quedar dormida.- escuché que Edward masculló entre dientes.

Al ver que no le respondía había tomado la roca de mis manos y trabajando con más fuerza de la que yo había empleado ya estaba por acabar con las cuerdas restantes. Dios. Estaba molesto.

Retrocedí impresionada, viéndolo atacar las cuerdas con fuerza. Reflejos iluminando sus cobrizos cabellos. Sus músculos tensándose al compás de cada estocada.

-¿No te parece raro que Tanya haya dejado de gritar? ¿Crees que se la hayan comido ya? –dije para empezar la conversación aunque no pude ocultar el dejo de esperanza en mi voz.

Él enarcó una ceja, deteniendo por un momento su trabajo con la piedra para mirarme sorprendido. –Isabella, cómo puedes…

-Ok, olvídalo. No he dicho nada.-gruñí malhumorada viéndolo volver a la suyo después de unos tensos segundos.- ¿No crees que me veo bien? Dicen que el embarazo le sienta bien a las mujeres…-mascullé por lo bajo.

Edward me miró ceñudo.-¿Qué has dicho?

-Nada.-suspiré.

"Habla más fuerte, el chico es sordo", renegó mi mini Edward metiendo su cuchara.

"Ya sabía que no te podías enojar mucho tiempo conmigo", pensé sonriente pero mi mini conciencia no contestó.

-¿Me dirás qué hace Tanya aquí? –volvió a preguntar Edward.

-¿Importa? –Suspiré al verlo asentir, al parecer no había captado el tono irónico que empleé- Creo que escuchó que los abrigos de bisontes se venden más baratos en esta isla y por eso decidió acompañarnos…-dije malhumorada.

Su ceño fruncido se acentuó y los segundos parecieron eternos hasta que un pequeño hoyuelo se formó en la esquina de su rostro. Bien, por lo menos él le encontraba gracia a esta situación.- Espérame aquí, iré por ella…

-Edward, espera…-lo tomé de la mano esperando que se detuviera el suficiente tiempo para hablar. ¿Qué le iba a decir?

"¿Lo del embarazo quizás?", sugirió mini Ed pero lo ignoré.

¡Claro, Jacob…!

Como si con el solo pensamiento lo hubiera conjurado su grito rompió la frágil tranquilidad del claro.

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Las quiero ^^