Lo sé, lo sé. Soy una pésima persona, no he subido capítulos en muuuuucho tiempo, lo siento, en serio. Merezco crucios y más. He estado escribiendo un libro por mi cuenta, y supongo que eso se ha estado llevando mi lado literario. De cualquier modo, intentaré retomar esto de manera constante.

-¿Me buscaba señor?- Preguntó el Rotleous temeroso haciendo una reverencia desde la puerta mientras se quitaba le sombrero para sostenerlo frente a su pecho. Mas, su delicada voz no fue suficiente para sacar al anciano director de sus cavilaciones.- ¿Señor?- Repitió enderezándose y bajando el sombrero.- ¡Señor!- Exclamó al no tener éxito.- ¡Señor!- Gritó ahora enfurecido. Albus Dumbledore manoteó el aire sin quitar la vista de sus papeles.- ¡Aquí!- Gritaba Filipus dando saltitos.

-Estos insectos… ¡¿No van a dejarme tranquilo nunca?- Comentó el director al escuchar un suave zumbido. El Rotleous, entusiasta en su tarea, no cesó de saltar

-¿No debería haber llegado ya, Albus?- Preguntó Sirius mientras mordía una pajita, , que estaba sentado frente al director con los piernas cruzadas sobre el escritorio y los brazos entrelazados detrás de la nuca. Entonces, tras el apropiado comentario del animago, el director atinó a mirar hacia la puerta.

-¡Já!- Explotó Black haciendo volar lo que tenía entre los dientes.- ¿Así es cómo tu rata le llama la atención a los alumnos cuando entran al bosque prohibido? ¿Cómo es que no te han pisado?- Preguntó dirigiéndose a Filipus.

-Respeto, porfavor, Sirius.- Pidió Albus- Filipus, llegas a buena hora, necesito hablarte de un asunto importante.

-¿De qué se trata señor?

-Mmm… Filipus.- Dudó el director cuidando no ser grosero al no lograr oír al semi roedor.- ¿Por qué no te acercas? Ven, ven.- Verás.- Continuó en cuanto el Rotleous estaba sobre su escritorio.- Necesito pedirte que nos lleves a tu ciudad.

-Pe… Pero señor. Usted sabe que no puedo revelar la ubicación de mi gente. ¡Eso sería traición!

-Lo sé, y lo entiendo, pero estamos hablando de un asunto realmente delicado. Sabes todo lo que ha ocurrido con Voldemort los últimos años. Estamos hablando de un asunto indispensable.- Después de todo no mentía, ya que aunque su motivación principal era un asunto meramente personal alimentado por el cariño y la lealtad, la orden perdería poder sin un espía, a pesar de que probablemente Severus ya no se encontrara en condiciones para retomar su puesto de manera inmediata.- Estoy seguro de que entenderán.- Filipus se veía nervioso y dudoso, abría y cerraba la boca como un pez, mas luego de unos momentos de confusión aceptó.

-Sólo lo llevaré a usted.- Sentenció, a lo que Sirius respondió frunciendo el ceño.

A la mañana siguiente Filipus y Dumbledore se encontraban reunidos nuevamente en la oficina del director. Esta vez, por un motivo diferente.

-No tienes por qué estar tan nervioso Filipus, debes confiar en que mis razones son verdaderas, y sé que tu gente entenderá.

-Eso espero, señor. Eso espero. Y cuento con que esté al tanto de que realizo esta tarea únicamente por tratarse de un asunto sumamente noble y necesario.

- Lo sé Filipus, y te lo agradezco de todo corazón.- El Rotleous inclinó la cabeza en un gesto exagerado.- ¿Partimos ya?

-Sí, señor.

Ambos salieron del castillo, y una vez en el exterior, Albus se agachó para tomar en su mano a la pequeña creatura, quien usó sus poderes para desaparecer con el director y aparecer en su querido pueblo.

Si bien todos los habitantes no debían medir más de quince centímetros, para sorpresa de Albus Dumbledore los pasajes que rodeaban los fuertes árboles que servían como hogar para los lugareños, eran lo suficientemente anchos como para que incluso Hagrid pudiese pasear tranquilamente por allí.

-¡Señor director!, sígame.- Gritó Filipus un par de metros más adelante al ver que Dumbledore se encontraba ensimismado observando el paisaje.

-Claro, lo siento.- Pero en realidad difícil era quitar la mirada de tanta maravilla: Las hadas traviesas y hermosas revoloteaban como blancas estrellas en la oscura noche por el lugar, una raza de pequeños elfos también caminaba por aquellos amplios caminos, y todo se hallaba lleno de un misticismo maravilloso; rodeado de colores, luces, troncos, árboles, pequeñas casas y hongos.- ¿Puedo saber a dónde nos dirigimos?- Preguntó el anciano sin preocupación, pero curioso.

-Vamos a visitar a Bladimir, nuestro rey. Así usted podrá preguntarle lo que sea que quiera saber.

-Perfecto- Contestó alegre el anciano.

-¡Filipus Abadie Douglas junior Flint Morrison!- Gritó furiosa una pequeña Rotleous de color caramel que llevaba una enorme cinta roja en la cabeza.-¿Sé puede saber quién es este intruso?

-¡Ca…Cariño!- Exclamó nervioso Filipus jugueteando con sus manos.-A… Albus, t… te… presento a… mi…. esposa, Angelina. Ve… verás cariño, se trata de.. de…

-Albus Dumbledore.- Dijo el director al ver lo complicado que se encontraba su compañero por la situación. Se agachó y extendió su dedo para estrecharlo con la mano de la pequeña.- Lamento sinceramente los inconvenientes, pero se trata de una importante tarea para acabar con Voldemort, en la cual su esposo me está gentilmente ayudando – Los ojos brillantes de la semi ratona se abrieron como enormes platos y comenzó a estrechar el dedo de Albus con ambas manos.

-¿Ayudando? ¡Oh!, pero si me he casado con un héroe.- Dijo efusiva mientras comenzaba a llenar de besos a su marido. Filipus sonrojado y sonriente, comenzó a toser para hacerle notar a Angelina lo vergonzoso de la situación.

-Es necesario continuar avanzando.- Interrumpió Albus al darse cuenta de que a pesar de que la situación resultaba realmente conmovedora, el tiempo no era su aliado.

-¡Oh!, por supuesto.- Dijo Angelina avergonzada dejando a su marido.

En unos pocos minutos llegaron a un enorme árbol de unos diez metros que se encontraba tallado con la forma de unas escaleras.

-Me temo que acá debe continuar solo, señor.

-Entiendo, agradezco tu ayuda. Nos vemos en el castillo.

-Por su puesto.

Albus subió las escaleras hasta encontrarse con el pequeño trono de Bladimir. Al verlo allí sentado, realizó una leve reverencia como muestra de respeto. El Rotleous se levantó raudamente de su asiento y sacó su diminuta espada dispuesto a luchar con "el enemigo".

-Vengo en son de paz.- Dijo Albus.- Mi nombre es Albus Dumbledore, y requiero de su ayuda.

-¿Y por qué cree que voy a ayudarlo?

-Porque sin dicha ayuda, me resultará muy difícil derrotar a Voldemort.- Bladimir se mostró asustado ante aquel nombre y retrocedió varios pasos.- Necesito saber la ubicación del Hada Artemisa.

-Oh, siento no poder ayudarlo. Estuvo aquí hace algunos días, pero tarde ayer, a partido a tierras lejanas.

-¿No dijo a dónde?

-No, lo siento.

-Comprendo.- Dijo Albus perdiendo las esperanzas.- Gracias por su ayuda.- Cuando ya se estaba retirando, sintió que el rey volvía a hablarle.

-Aunque ahora que recuerdo, mencionó que debía hablar urgentemente con un hombre. ¿Cuál era su nombre?- Pensó unos momentos.- Ah, sí. Severus Snape.

-Temo que he traído una mala noticia.- Anunció el director a la orden mirando el suelo. Minerva mcGonagall se levantó suavemente de su asiento y posó su mano en el hombro del director. Se mantuvo de pie junto a él mientras continuaba.- No he encontrado a Artemisa.- Los ojos de los presentes se llenaron de desesperanza, menos los de Sirius Black.

-Era una posibilidad que debíamos considerar, lo sabes Albus.- Sentenció Lupin.

-Me apena decirlo, pero creo que quizás deberíamos considerar la opción de que Severus…- No fue necesario que Moody terminara la frase para que los presentes entendieran a lo que se refería. Un silencio denso llenó la habitación, los corazones parecían latir más lento, y Minerva dejó escapar una pequeña lágrima.

-No.- Murmuró Albus cortando aquel silencio abrazador, y todos se giraron a mirarle.- No lo creo. Artemisa fue a hablar con él.- Lo miraron interrogante.- No he podido hablar con el hada porque viajó para comunicarle un asunto importante.- Concluyó.

-Eso quiere decir que sigue con vida.- Dijo Remus Lupin.

-O que se encuentra en peligro- Agregó el director.

-Albus, debes hacer algo, y ya.- Afirmó segura y preocupada Mcgonagall.

-Es imposible.- Habló Moody.- No sabemos siquiera donde está, y no contamos con tanto tiempo.

-Sólo podemos esperar a que el hada vuelva- Coincidió Tonks.

-Pero Dumbledore…- Continuó apenada la subdirectora.- ¡¿Y si algo le sucede a Severus? ¿Y si muere mientras nosotros estamos acá, sólo esperando?

-Lo siento Minerva, pero sabes ellos tienen razón. No hay nada que pueda hacer.

-Pero Albus…

-¡Y no cambiarás mi pensamiento!- Afirmó con seriedad el director.- No está en nuestras manos, ya aprende a distinguir nuestros límites.

-Aún aunque supiéramos su ubicación exacta, liberarlo no sería una tarea fácil.- Reflexionó Lupin sin quitar la vista de la mesa que todos rodeaban.- Ya hemos perdido a Hermione, Albus.- El director tensó la mandíbula y bajó la mirada al suelo.- Pero rescatar a Severus, significaría también la vida de varios de nosotros.- Dumbledore asintió en silencio.

-Lo siento, pero Severus está perdido.- Concluyó moody.

Una hora más tarde sólo estaba Albus en aquella habitación. Sus manos estaban apoyadas sobre el marco de la ventana, y sus cabellos caían sobre su rostro contraído. Los minutos pasaban lentos, pero el director no sentía la más mínima gana de moverse ni un centímetro. Una roca se posaba furiosa en su espalda. ¿Qué hacer, cuando la persona que más quieres se encuentra en el límite de la vida y tú estando al tanto, no puedes evitarlo? ¿Hasta qué punto nos volvemos más fuertes con el dolor? ¿Dónde está el límite de la victoria y el fracaso? ¿Cómo saber si continuar?

-¿Señor director?

-Harry.- Afirmó quedamente el director sin moverse.

-Señor.- Comenzó el muchacho entrando con lentitud, sin levantar la vista de la danza que llevaban a cabo sus manos.- Me enterado de… Lo siento.- Dijo al fin levantando la vista, pero el director no le devolvió la mirada.

-Harry, eres joven y ya cargas con el dolor. Muchacho, has visto la muerte, y sé que siquiera yo veré tantas atrocidades como tú. Pero a pesar de todo, esperar que comprendas, es quizás demasiado. Solemos creer que podemos manejar las situaciones, que podemos evitar ciertas desgracias, que podemos salir victoriosos sin perder demasiado en el camino. Pero nos equivocamos. Una guerra, es una guerra, y no importa qué bando gane, qué bando tenga mejores razones y estrategias. En una guerra, Harry, todos pierden. Debes comprenderlo, y aceptarlo. Porque intentar evitar ello, sólo logrará derrotarte.- El anciano se enderezó con lentitud y le dio frente al muchacho, quién se encontró con sus tristes ojos ocultos bajo los cristales de los lentes. Harry asintió serio con la cabeza. Luego, el muchacho se acercó a la misma ventana, y así, ahogados en aquel aire melancólico, pasaron los minutos silenciosos.