NUESTRO AMOR ESTABA ESCRITO

EPILOGO

Por Anabel G.

Pasaron los meses rápidamente entre preparativos para ese evento tan importante en sus vidas. El día en que se unirían en matrimonio y no se separarían jamás.

El apuesto millonario se encontraba preparándose en su dormitorio, estaba feliz pero no podía evitar sentirse nervioso. Hoy Candy sería su mujer "su mujer" se repitió a sí mismo. Le encantaba la idea de poder llamarla así, de poder tenerla para siempre, pero lo que realmente lo tenía nervioso era la noche de bodas, era algo que deseaba con todas su fuerzas pero que a su vez le daba temor.

¿Estaría a la altura de la mujer que era Candy? Esa duda lo atormentaba. Él nunca antes había estado con alguna, no porque le hubiesen faltado oportunidades sino porque él quería que esa primera vez fuera por amor y la única persona que había despertado ese sentimiento había sido la que hoy se convertiría en su esposa.

Albert ¿estás listo? – preguntó George al otro lado de la puerta.

Casi George, pasa por favor – respondió el rubio saliendo de sus pensamientos.

¡Ya casi es hora! – exclamó con una sonrisa el hombre que había sido como su padre.

Sí George – habló con un ligero temblor en su voz que le hizo notar a al hombre frente a él que estaba nervioso

¿Qué pasa Albert? ¿Por qué estás tan nervioso?

George ¿cómo no voy a estar nervioso si me caso con la más maravillosa mujer del mundo?

Pues por eso no deberías de estar nervioso, ella te ama y eso es lo que importa. Además estoy seguro que lo harás perfectamente, el amor te guiará – señaló colocando una mano en su hombro y guiñándole un ojo.

George yo…

Shh no digas nada, vamos. El novio debe de llegar antes que la novia y no al revés.

En la mansión Cornwell la princesa de la casa era preparada por su querida madre y amigas para el gran evento de su vida.

Ya sólo falta el velo hija – anunció su madre acercándose a ella con el y colocándoselo después – ya estás.

– suspiró tratando de tranquilizarse- hoy será un día muy especial- se levantó y dio una vuelta - ¿Cómo me veo?

¡Preciosa! – aseguró su madre con la voz entre cortada por las lágrimas que ya descendían por su rostro al ver la imagen de su hija vestida de novia.

¡¡Mamá no llores por favor, hoy es un día feliz!!

Se secó las lágrimas rápidamente.

Tienes razón hija no lloraré más.

¡Candy te ves tan bonita! – exclamó Annie.

Sin duda Albert quedará impresionado – aseguró Patty con una sonrisa.

Más que impresionado se caerá de espaldas con ese escote – sentenció Lily, a lo que todas rieron menos Candy que en seguida se puso colorada. Su madre adivinando lo que podía pasar por su mente le pidió a las chicas que la dejaran un momento a solas con su hija.

Candy siéntate aquí un segundo por favor- pidió señalando un sofá en la recámara.- quiero hablar contigo.

¿De qué mamá? – contestó tomando asiento.

Bueno hija hoy unirás tu vida al hombre que amas, se que estás feliz pero también se que estás nerviosa ¿verdad?

Sí lo estoy – dijo agachando la mirada

Y creo saber el motivo de ese nerviosismo. Mira hija – empezó a hablar tomando su mano- se que seguramente has escuchado por ahí sobre lo que pasa entre un hombre y una mujer cuando están casados.

Si mamá – se había puesto colorada de golpe nada más de pensar que estaba teniendo esa conversación con su madre

Hija no debes estar nerviosa por ello, eso que tanto miedo te da no es mas que la más grande manifestación de amor y no es algo que temer sino algo que disfrutar y más cuando se ama tanto como ustedes lo hacen.

Pero… - dijo sin poder continuar ¿cómo preguntar todas las dudas que tenía a su madre?

Tranquila hija no pienses en nada disfruta de tu día y cuando llegue el momento verás que será único.

Ella sonrió de inmediato , no tuvo que decirle nada más para despejar sus dudas.

Gracias mamá te quiero mucho – declaró al tiempo que las lágrimas ya acudían a sus ojos

No más que yo a ti querida.

¿Puedo pasar? – pidió su padre al otro lado de la puerta

Claro que sí papá

El hombre entró y pudo ver a su pequeña hija ¡su pequeña princesa vestida de novia! en ese momento las lágrimas salieron de sus ojos.

Estás preciosa hija.

Gracias papá.

El trató de recuperar la compostura, no quería que su hija lo viera triste al contrario.

Creo que debemos salir para la iglesia Albert debe estar ansioso.

Si papá, vamos – se tomó de su brazo y descendieron la escalera. Ahí abajo estaban sus hermanos y Anthony con sus respectivas parejas.

¡Gatita te ves sensacional!

¡Pareces un ángel! – agregó Stear

¡Hermosa Candy! – murmuró su querido amigo.

La rubia se acercó a ellos, Archie rápidamente la tomó de las manos y dijo:

Gatita se muy feliz, se que lo amas desde siempre, pero prométeme una cosa, que si en algún momento eres infeliz me lo dirás ¡júramelo!

Te lo juro Archie – aceptó dándole un beso en la mejilla.

Hermanita te dije que era amor y no me equivocaba ¿verdad? – preguntó su hermano mayor cuando se acercó a él.

No, no te equivocabas.

Se que él te hará muy feliz porque te adora, te quiero mucho hermanita.

Y yo a ti Stear – afirmó abrazándolo.

Candy llegó el momento – anuncio Anthony con una gran sonrisa- desde la primera vez que me hablaste de él supe que este momento llegaría. Haz muy feliz a mi tío porque se que él sólo vivirá para hacerte feliz.

Lo haré – prometió dándole un abrazo

Hija tenemos que irnos – anunció su padre tomando su brazo dirigiéndola al coche.

Llegaron rápidamente a la iglesia donde se llevaría a cabo el enlace. Era pequeña, discreta, a las afueras de Chicago. En cuanto el coche se veía llegar Pauna tomó el brazo de su hermano y entraron juntos a la iglesia. Cuando llegaron al altar le dio un fuerte abrazo.

Te deseo toda la felicidad del mundo, te adoro hermanito – aseguró con lágrimas en los ojos.

Y yo a ti , gracias hermana.

En ese momento comenzó a sonar la marcha nupcial, él dirigió su vista a la entrada y pudo ver a la mujer de su vida sobre la alfombra roja del brazo de su padre. No pudo contener las lágrimas de emoción de pensar que esa maravillosa mujer lo amaba e iba a ser su esposa.

Al llegar a donde él estaba, el padre de Candy juntó sus manos.

Sean muy felices – deseó y después de guiñarle un ojo a su hija los dejo solos frente al cura.

El sacerdote comenzó a oficiar la ceremonia, Albert apretaba fuertemente la mano de Candy. No se miraron en ningún momento hasta que él levantó su velo para mirarse a los ojos en el momento de hacerse el juramento de amor.

Cada uno recitó sus votos con voz emocionada y lágrimas en los ojos, colocaron sus respectivos anillos, esperando ansiosos el momento en que fueran declarados marido y mujer, mismo que no tardó en llegar después del cual se miraron profundamente a los ojos, Albert sonrió en seguida.

¡Por fin eres mía!

No ... te equivocas. Ahora eres mío – sonrío de vuelta ella.

El rápidamente la tomó entre sus brazos y la besó tiernamente sellando así el juramento que habían hecho momentos antes.

Pasaron horas muy alegres festejando con la familia, pero a cada segundo que pasaba el nerviosismo crecía en ambos corazones.

Princesa creo que debemos irnos ya – dijo el joven rubio tomando de la cintura a su ahora esposa.

Sí… - contestó nerviosa

Él notó su nerviosismo y la abrazó.

Te amo mucho.

Y yo a ti.

Entonces vamos a despedirnos para irnos – la tomó de la mano y se dirigieron a donde estaban todos sus familiares.

Minutos después iban en el auto de Albert camino al hotel que había escogido él para su noche de bodas. Los dos iban en silencio, nerviosos y expectantes por lo que se avecinaba. Llegaron al hotel y subieron a donde estaba su suite. Cuando Candy iba a entrar él la detuvo.

Espera – dijo tomándola en brazos y cruzando así el umbral – hay que cumplir la tradición -ella sonrió de inmediato, halagada de que su esposo recordara esa tradición. La bajó y entonces ella pudo observar la habitación.

Era una recamara muy amplia de color blanco con muebles de caoba, al fondo de la misma había una enorme cama con dosel, todo también blanco. La habitación estaba decorada por enormes arreglos florales de rosas rojas de las cuales había pétalos sobre la cama. Estaba tenuemente iluminada por la luz de montones de velas colocadas por doquier. Era un sitio digno para una noche de amor.

Ella se quedó congelada viendo la cama y pensando en lo que ahí sucedería. Albert al notar que estaba tensa, se acercó.

Princesa en el armario está tu ropa, me imagino que estarás incomoda con ese vestido.

Sí, la verdad es que es un poco incómodo- caminó hacia el armario, tomó el camisón y se dirigió al baño – voy a cambiarme ahora regreso.

Cuando ella ya iba entrar al baño- espera – se giró a verlo- quería verte por última vez con ese vestido, ¡¡te ves hermosa!! – se acercó y le dio un pequeño beso en los labios.

Gracias –se quedo parada en la entrada del baño pensando en como desabrocharía todos los botones que el vestido llevaba a su espalda

¿Pasa algo princesa? – preguntó el rubio al ver que se había quedado ahí parada

Si, podrías ayudarme por favor a desabrochar el vestido – pidió nerviosa

Claro – el se acercó y comenzó con su tarea, con cada botón iba descubriendo más porciones de la nívea piel de su amada.

Al llegar a la mitad de la espalda se encontró con el sujetador, continuó desabrochando hasta llegar a la parte baja de la espalda. Al ver toda esa piel descubierta no pudo evitar la tentación de tocarla. Suavemente fue pasando sus dedos por toda su espalda, sintiendo su suavidad, su calidez. Su cuerpo se llenaba de deseo queriendo descubrir más de ella.

Estaba muy nerviosa cuando él comenzó a desabrochar su atuendo, sin duda para ella era una situación embarazosa. Pero cuando sintió sus dedos sobre su piel dejó de pensar, todo su atención estaba puesta en esas sensaciones que le provocaba. Se estremeció por completo cuando sus dedos llegaron a la parte baja de su espalda.

Cuando vio que ella se estremeció volvió a la realidad.

Ya está – anuncióseparándose de ella.

Muchas gracias – se metió al baño un poco frustrada. Le hubiera encantado que nunca dejara de acariciarla.

Poco después ella se admiraba en el espejo del baño, llevaba un camisón corto de seda blanca. Este se adaptaba como una segunda piel a su cuerpo, mostrando a su vez gran porción de sus senos por el prominente escote. Recogió su cabello con un listón blanco, respiro profundo tratando de tranquilizarse y recordando las palabras de su madre entró en el dormitorio.

El por su parte después de cambiarse decidió mirar por la ventana para relajarse, había una hermosa vista del parque nacional de Chicago. Ver la naturaleza le venía muy bien en esos momentos en que no podía estar más nervioso. Miles de emociones se agolpaban en su interior. La deseaba con locura pero el miedo a no estar a la altura era igual de inmenso, sentía como si las rodillas le temblaran y no podía dejar de pensar que a unos pasos de allí estaba ella preparándose.

Allí mirando por la ventana se encontraba él, vestía únicamente el pantalón del pijama, lo cual hizo palpitar apresuradamente el corazón de Candy. Tenía una amplia y musculosa espalda, músculos que parecían tensos ¿estaría él igual de nervioso que ella? Se acercó lentamente y con la yema de sus dedos tocó su hombro. Ese simple roce provocó que todo el cuerpo del joven se estremeciera.

El se giró lentamente y la vio, allí de pie estaba la mujer de su vida, absolutamente provocadora con ese camisón y totalmente ruborizada ante su mirada devoradora. Se acercó y la tomó por la cintura ¡eres bellísima! Y la besó, acariciando tiernamente sus labios con los suyos, delineándolos a continuación con su lengua haciendo que ella los entreabriera para así profundizar el beso, convirtiéndolo de ese modo en un beso apasionado.

Ella sentía que le faltaba el aire, creía que sufriría un infarto de lo rápido que latía su corazón, sentía como su cuerpo reaccionaba a cada caricia de ese hombre que suavemente pasaba sus manos por su espalda.

Albert quería ir despacio no quería que por su inexperiencia se arruinara un momento único. Besó sus mejillas, su quijada, su cuello, sus hombros, haciéndola estremecer.

Lentamente y con nerviosismo se fue atreviendo a tocar más partes de su cuerpo, sintiendo como ella respondía de inmediato a esas caricias, tocándolo a él a su vez .Sus cuerpos se llamaban dominados por sus almas llenas de amor.

El la tomó en brazos para llevarla a la cama, ella tímidamente y llevada por la pasión que sentía comenzó a darle pequeños besos en el cuello, él no podía ni siquiera pensar ante todo lo que provocaba en su cuerpo ese gesto. La colocó en el centro de la cama y llevó sus manos al listón para soltar su cabello. Se separó un poco para verla ahí recostada, sus largos y rizados cabellos esparcidos por la almohada, sus mejillas sonrosadas de deseo y vergüenza. Sus ojos expresaban el mismo miedo que él tenía, bajo su mirada y le pareció ver a la mujer más perfecta del mundo. Sentía que ya no podía mas, tenía que demostrarle de todas las formas posibles lo que sentía por ella, había llegado el momento.

Te amo princesa no lo olvides, trataré de no hacerte daño – habló colocándose a su lado.

No podrías hacerlo – respondió ella de inmediato - porque me amas.

El enseguida besó de nuevo sus dulces labios, haciendo que los dos se sumergieran de nuevo en ese mar de pasiones. Rápidamente los dos olvidaron el nerviosismo y se dejaron llevar por el instinto y el deseo, mientras sus cuerpos se fundían en un mágico torbellino de deseos, sus labios buscaban calmar las ansias de poseerse mutuamente, sus manos recorrían sus cuerpos reconociendo plenamente la piel del ser amado.

Su primera vez sería única y placentera, la ternura con la cual Albert la acariciaba hacía que Candy suspirara de deseo, queriendo arrancar un gemido latente plasmado en cada roce de sus pieles húmedas, haciendo el amor de la forma más tierna y única, entregándose por completo el uno al otro. Albert tomó las pequeñas manos de su ahora mujer, apretándolas contra su pecho en el momento preciso, fundiéndose con suspiros rápidos, Si en algún momento hubo dolor este se fue enseguida dejando sólo la sensación de tocar el cielo con las manos. En pocos segundos ambos eran arrastrados por una ola de electricidad culminando en un momento único y sublime. El la abrazó muy tiernamente buscando reflejarse en el verde de sus ojos que lo miraban con amor, acarició suavemente su espalda suspirando mientras sus cuerpos recobraban la calma después de su entrega total.

Te amo con toda mi alma – susurró con una sonrisa en sus labios, había sido el mejor momento de su vida. En ese instante creía que moriría de felicidad.

Y yo a ti – respondió ella con una sonrisa. Su madre había tenido razón había sido único, la máxima manifestación de amor que pudiera existir.

¿Estás bien? ¿Te he hecho daño? – preguntó preocupado, él sabía que para las mujeres la primera vez era mucho más dolorosa que para un hombre y le preocupaba que precisamente por su inexperiencia le hubiera lastimado.

Estoy perfectamente mi amor, ha sido maravilloso -un suspiro de alivio salió de los labios del hombre – ¿por qué estabas tan preocupado? – todo el tiempo le pareció sentir que Albert estaba igual de nervioso que ella, como si estuviera viviendo exactamente lo que ella estaba viviendo en su interior, todo esa mezcla de sentimientos contradictorios.

Sabes princesa, esta fue mi primera vez también – explicó sonriéndole de manera cómplice.

¿¿Qué?? – exclamó ella incrédula, le parecía increíble que un hombre como él nunca antes hubiera estado con una chica.

Si, mi amor yo quería que esta primera vez fuera con una persona que amara y la única persona a la que he amado en la vida eres tú, por eso hoy fue la primera vez de los dos.

¡¡Oh Albert!! – exclamó ella sin saber que decir, aunque no tuvo que decir nada más porque rápidamente su esposo había tomado sus labios.

Iniciaron ese baile de amor, ese baile recién descubierto por los dos del mismo modo que descubrieron el amor por primera y única vez el uno en el otro.

Meses después…

La joven señora Andrey , estaba debajo del padre árbol en su adorada colina de pony, observaba el paisaje recordando todos los bellos momentos y todo lo sentido desde el momento que viera a su príncipe por primera vez.

A lo lejos escuchó unos pasos, cerró sus ojos y sonrió sabiendo que era él el que se aproximaba.

¡Hola princesa!

Hola mi amor – sonrió de nuevo y abrió lentamente sus ojos, viendo frente a ella esa profunda mirada azul que tanto amaba.

Me alegra que no hayas subido al árbol.

No, creo que a nuestro hijo no le gustan las alturas – habló acariciando su vientre suavemente.

¿Entonces que hacías aquí? – preguntó ayudándola a levantarse para tomarla entre sus brazos.

Recordar el momento en que conocí al hombre que amaré toda mi vida.

Debe de ser el mismo momento en que yo conocí a la reina de mi corazón.

Te amo príncipe de la colina.

No más que yo a ti princesa Candy.

FIN

Quiero agradecer a ana ruth por su ayuda en este capítulo, gracias ami por sacarme del atolladero.