CAP 1- UN FUTURO IMPREVISIBLE

Inu acarició la mano de su prometida. Ésta le dirigió una sonrisa tierna, llevándose la taza de té a los labios.

- Ya sólo falta un día- le dijo en voz baja, sonriendo también.

La mujer dejó la taza encima de la mesa y lo besó. Parecía mentira el tiempo que había pasado. Ambos lo habían pasado mal: Inu era viudo, e Izayoi se había divorciado un año atrás porque su marido era un maltratador, un machista partidario de la violencia de género. Pero nada más conocer a Inu, le dio la impresión de que la luz había vuelto a su vida. Se casarían al día siguiente, vivirían juntos y serían felices, esta vez sí, estaban seguros. Aunque… unos gritos en el piso de arriba les hicieron reflexionar sobre eso último…

- Devuélvemelo!- exclamó una voz femenina, claramente enfadada.

- Eres una rácana! Sólo necesito hacer una llamada perdida, maldición!- respondió otra voz, esta vez masculina.

- Entonces hazlo con el tuyo!

- No tengo saldo, zoquete! No puedo llamar!

- Y a mí qué me importa? Es problema tuyo, no mío, devuélvemelo, ya!!!

Izayoi e Inu suspiraron y se levantaron, saliendo de la cocina. Subieron escaleras arriba, pero a medio camino estuvieron a punto de caerse, ya que un joven de larga melena negra bajaba corriendo, perseguido por una adolescente de su misma edad, que le hablaba a gritos:

- Inuyasha, te estás pasando de la raya!

- Qué te cuesta prestármelo, tacaña?!

- Ya basta! Los dos!- exclamó Inu con autoridad, cuando ambos jóvenes ya habían llegado a la planta de abajo.

Inuyasha se distrajo por el grito de su padre y se detuvo, girándose para verlo. Ella aprovechó su distracción para saltar encima de él, haciendo que aterrizaran sobre el suelo de parquet.

- Kagome!- la riñó Izayoi, sin sorprenderse por la actitud de su hija.

- Idiota! Qué haces?!- gritó la víctima.

Empezaron a forcejear en el suelo. Kagome intentaba quitarle el teléfono móvil que llevaba en las manos, enfurecida.

- Ya es suficiente!- exclamó la mujer que, junto a su prometido, intentaron separar a los dos futuros hermanastros.

Cuando lo consiguieron, Kagome ya había recuperado su móvil. Ambos se miraban con furia, como si quisieran matarse.

- Debería daros vergüenza!- les regañó Inu, enfadado pero a la vez acostumbrado a ese tipo de riñas.

Ninguno de los dos respondió. Izayoi continuó por él, desesperada:

- Vamos a casarnos mañana, os guste o no os guste! Tendríais que hacer un mínimo esfuerzo para llevaros bien, por Dios! Qué ha pasado esta vez?

- Nada. Simplemente, que la tacaña de tu hija no quiere prestarme su móvil para…

- No me llames tacaña! Acaso tú no tienes móvil?!- le gritó Kagome a Inuyasha.

Antes de que éste pudiera replicar, Inu intervino:

- Es verdad, hijo. Dónde está tu teléfono?

- No tengo saldo- sentenció, cruzándose de brazos con un tic de rabia en la ceja.

- Eso es sólo cosa tuya- dijo la chica de cabello negro azulado.

- Cállate- le ordenó él.

- Cállate tú!- le gritó ella.

- YA BASTA!- exclamó el hombre- estoy hasta las narices! Inuyasha, Kagome no tiene la culpa de que no sepas ahorrar llamadas!

- Y tú, señorita- regañó Izayoi a su hija- no te cuesta nada dejarle el móvil, sabes perfectamente que las llamadas perdidas no gastan dinero.

- Pero por qué diablos me regañas a mí, mamá?!- Kagome se enfadó más de lo que ya estaba- nada de esto pasaría si este imbécil…!

- A quién llamas imbécil, niñata?- interrumpió él, rojo de rabia.

- SUFICIENTE! CASTIGADOS LOS DOS!

- QUÉ?!- exclamaron ambos jóvenes al unísono.

- No tocaréis la televisión en todo lo que queda de semana!

- Es injusto!- se quejó Kagome. Se giró hacia Inuyasha- gracias!- dijo, su voz llena de odio y sarcasmo.

- No hay de qué, egoísta!- le soltó él.

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

- Lo odio, lo odio, lo odio, lo odio! Inuyasha es un idiota!- Kagome golpeaba su pupitre con los puños al mismo tiempo que hablaba.

- Tranquilízate, Kagome, no será para tanto- la tranquilizó Sango, su amiga.

- Sí, en el fondo no es tan malo como crees, relájate- dijo Kikyo, su otra amiga.

- Que Inuyasha no es qué?!- gritó ella, sin poder creérselo.

- Sssssht!- exclamaron Sango y Kikyo a la vez, ya que mucha gente se había girado para verlas.

- Sabes perfectamente que criticar a Inuyasha Taisho en público es un suicidio social- le recordó Sango.

Kagome suspiró, abatida. Su amiga de pelo castaño tenía razón. Inuyasha era el chico más popular del instituto. Por qué? La respuesta era simple: guapo, buen estudiante, capitán del equipo de fútbol del instituto, sexy… era un completo imán para las chicas, ya que la mayoría de estudiantes femeninas del centro andaban tras él. En cuanto a personalidad, Inuyasha tenía su punto gamberro y arrogante (contestaba a los profesores a la mínima injusticia, por ejemplo, cosa que hacía que las chicas se derritieran de atracción por él), pero a la vez era sensible, simpático y agradable con la gente que le caía bien, es decir, la mayoría de personas. Kagome no estaba incluida, por supuesto.

Ellos dos no se odiaban del todo. Cuando querían, se soportaban pero solían discutir muy a menudo. Y cuando eso pasaba, parecía que se estaba desarrollando la tercera guerra mundial en casa de los Taisho Higurashi. Cuando discutían, eran capaces de no hablarse y seguirse provocando durante el día entero.

Había algo peor? La respuesta era sí. Sango estaba enamorada de Miroku, el mejor amigo de Inuyasha. Genial. Y para colmo, a Kikyo le gustaba el futuro hermanastro de Kagome, como a todas las otras, salvo que todo el mundo sabía que ella era la que tenía más posibilidades de conseguir su amor: Kikyo era la más popular del instituto en chicas, y todo el mundo sabe que los populares están destinados a conocerse y, cómo no, a llevarse bien y acabar juntos.

En cuanto a Kagome, le gustaba un chico llamado Bankotsu. Eran amigos, pero ella sentía algo más. No estaba enamorada, sólo se sentía atraída, pero ese sentimiento bastaba para tener ocupados sus pensamientos a todas horas.

La voz de Kikyo la sacó de su universo personal:

- Por favor, miradlo. Estar tan bueno tendría que estar prohibido…

A Kagome no le hizo falta escuchar mucho para adivinar a lo que se refería su amiga. Giró la cabeza. Efectivamente, Kikyo estaba mirando a Inuyasha, que acababa de entrar en el aula, acompañado de Miroku. Ambos se reían y charlaban animadamente, dirigiéndose a sus pupitres, al final de la clase. Al pasar por su lado, Inuyasha obsequió a Kikyo con una coqueta mirada y a la vez, le propinó una fastidiosa colleja a Kagome. Ésta no se quedó quieta después de eso. Se levantó antes de que él pudiera alejarse y lo golpeó fuertemente en el brazo, justo encima del nervio. Él se mordió la lengua para no dejar escapar ni un sonido de queja que demostrara que le había hecho daño y la fulminó con la mirada.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Tic-tac, tic-tac… El reloj de la clase se movía incesante, pero el tiempo parecía haberse detenido. El profesor de historia explicaba la Segunda Guerra Mundial en su tono habitual: hablaba y hablaba en el mismo tono durante toda la clase, como si alguien se hubiera dedicado a darle cuerda durante horas. Aunque ese día, se vio obligado a interrumpir su discurso:

- Hay algo que desea compartir con la clase, señor Taisho?- le preguntó a Inuyasha, que se había reído en voz baja.

Todos se giraron hacia el aludido. El chico no se avergonzó, ni tampoco se disculpó por su mala educación. Al contrario: le había surgido un posible entretenimiento, sumado a un poco más de atención por parte de las chicas, así que respondió:

- No era nada importante- se limitó a decir con una sonrisa arrogante.

- Insisto- el hombre sonrió falsamente, alargando un brazo de izquierda a derecha, invitándolo- así nos reiremos todos.

- Está bien- volvió a reírse un poco- Stalin era un poco cortito, no?

Muchos se mordieron el labio para no reír, aunque a algunos se les escapó una risita. El profesor permaneció impasible, ya acostumbrado a ese tipo de salidas por parte de Inuyasha en concreto. Dejó el libro de texto sobre la mesa y le dedicó toda su atención:

- Por qué dice eso?

Inuyasha se acomodó descaradamente en su silla antes de contestar.

- Pues porque sabiendo que Hitler era un monstruo sin escrúpulos que sólo quería ganar territorio, y que estaba dispuesto a traicionar por ello, se aliaron por el pacto Germanosoviético. Es que no se daba cuenta de que la URSS era uno de los principales objetivos de los nazis? En Hitler no confiaría ni su propia madre.

Aquello fue la gota que colmó el vaso. Todos rompieron a reír ante aquel chiste. Todos, excepto Kagome, que intentaba contenerse por simple orgullo. El profesor se limpió las gafas, sin inmutarse, mientras le hablaba:

- Señor Taisho, todos somos humanos y todos contenemos errores, comprende?

- Sí. Y también comprendo esa cara de felicidad que ponía Stalin en todas las fotos. Sólo un borracho se habría aliado con Hitler.

Más risas por parte de sus compañeros.

- No me obligue a suspenderle- le advirtió el profesor.

El joven sopló hacia arriba, haciendo que su flequillo azabache se moviera cómicamente y se encogió de hombros. Contestó:

- Estamos en Bachillerato, recuerda? La actitud en clase ya no cuenta como nota. No puede suspenderme mientras siga sacando sobresalientes en los exámenes.

El hombre se quedó sin habla. Todos los alumnos miraban a Inuyasha, asombrados por su capacidad de contestación instantánea. Se oyó a varias chicas sonrientes suspirar, entre ellas, Kikyo. Inuyasha prosiguió:

- No sabe usted el chiste de Stalin y el árbol?

- Cree usted que es momento para…!?- empezó a preguntar, enfurecido, pero los estudiantes lo interrumpieron.

- Cuéntalo!- exclamaron todos, entusiasmados.

- Qué diferencia hay entre Stalin y un árbol?- preguntó Inuyasha, aparentemente sereno pero reventándose de diversión por dentro.

- Señor Taisho, se está pasando de la ralla!- le advirtió el profesor.

El chico lo ignoró:

- Pues que un árbol empieza por el suelo y acaba por la copa. Stalin empezaba por una copa y acababa en el suelo.

Todo el mundo se deshizo en carcajadas. Kagome se puso una mano en la boca y le dio la espalda para que no la viera reír. Lo odiaba, vale, sí, pero su referencia a Stalin como un borracho había traspasado los límites de su orgullo. Ese chiste había tenido mucha gracia, demasiada como para poder controlarse.

- Váyase al despacho del director!- le ordenó el profesor, rojo de rabia.

RIIIIIIIIIIIING!!! Sonó el timbre que indicaba el final de la primera clase de la mañana. El hombre miró a Inuyasha con enfado, diciendo:

- Salvado por la campana.

- Lo sé- se limitó a responder él, con una sonrisa vencedora en los labios.

FIN DEL CAP 1!