Explicaciones y disculpas, al final

Notas discordantes

Draco entró en casa, fue directamente a la cocina y sacó una cerveza de mantequilla de la nevera. Miró su reloj y vio que aun quedaban una hora para que Pansy y Adrian llegasen: tiempo más que de sobra para conjurar una cena medianamente decente.

Sentado a horcajadas en una silla, pensó en las palabras de su vecina.

¿Goyle? ¿A estas alturas de la película?

Después de la guerra Goyle no había acabado los estudios y había vivido con su madre, una mujer ya mayor que había quedado medio enloquecida por el encarcelamiento a perpetuidad de su marido. Las pocas veces en las que se habían cruzado, Gregory le había mirado con furia mal contenida y Draco creía saber el por qué: le culpaba de la muerte de Vincen. Draco había soportado estoicamente esas miradas: realmente él no pudo hacer nada para salvarle. Pero siempre había cuidado de ellos y Goyle debía pensar que en el momento más importante les había fallado, que no pudo estar a la altura de las circunstancias. A él también le había dolido su muerte, pero no culpaba a nadie. Como mucho al propio Vincen: había que ser muy idiota para realizar ese conjuro sin saber como detenerlo.

Pero ya no se podía hacer nada.

Pensando un poco más, se dijo que hacía mucho que no se lo encontraba. La última vez había sido en el Callejón Nockturn, donde Draco había ido a comprar un repelente para caracoles caníbales que fuese eficaz, y Gregory salía de la tienda de empeños de Steinberg. Parapetado en una esquina pudo observarle a conciencia. Aunque seguía estando bastante gordo, tenía un color macilento, profundas ojeras rodeaban sus ojos y llevaba una túnica que ya había pasado tiempos mejores. Entonces recordó que su familia nunca había sido rica y cuando sus bienes fueron confiscados por el ministerio, debieron quedar casi en la indigencia.

Por supuesto, también habían intentado confiscar sus propios bienes, pero tras una hábil estrategia de Narcissa en la que alegó que si no llega a ser por ella, Potter no hubiese podido vencer al Señor Tenebroso, solo les habían impuesto una multa por Lucius. Muy fuerte, de varios millones de galeones. Pero a efectos prácticos no había significado nada.

La cuestión era que Gregory nunca había dado muestras de interés por su vida en diez años.

Y ahora rondaba su casa.

Preocupado, acabó la cerveza de un trago y subió a ducharse y a cambiarse de ropa.

Tres cuartos de hora después, todo un record, ya estaba vestido con unos vaqueros grises y una sudadera del mismo color aunque un poco más oscuro. Su madre seguro que ponía el grito en el cielo si pudiese verle: seguía sin acostumbrarse a verle vestido con prendas muggles. Pero trató de no pensar en ella, aunque esa semana tenía que ir a verla sin falta.

Entró en la cocina empuñando la varita y fue a la nevera a ver que podía preparar. No es que fuese un experto en conjuros domésticos, pero pensó que su pollo al estragón se dejaría clavar el tenedor sin salir corriendo por todo el salón. Justo cuando dejaba la fuente en la mesa se activo el avisador de la red flú, que indicaba que alguien estaba a punto de llegar. Efectivamente, al instante apareció Pansy y, al poco, Adrian con cara de malas pulgas.

Draco saludó a ambos, aunque a Adrian un poco superficialmente. No es que le cayese mal: simplemente no acababan de encajar.

- Ya era hora de que nos invitases a cenar Draco –le recriminó Pansy -. Pensé que tendría que hacerte un imperius o algo parecido.

- Sí, parece que ahora no quieres juntarte con la chusma –añadió Adrian con una sonrisa burlona.

Draco le miró de arriba abajo largamente, pero no dijo nada.

- No le hagas caso –dijo Pansy, quitando importancia al comentario -. No sé que le pasa hoy, pero lleva todo el día comportándose como un gilipollas integral.

Draco se encogió de hombros y les indicó que le siguiesen hasta el salón, mientras pensaba en las palabras de Adrian. Últimamente había escuchado en el ministerio algunos comentarios sobre Harry y él, las Patil, las Greengrass y todos los que formaban la "élite mágica" (sobrenombre que le revolvía las tripas): básicamente se trataban de comentarios malintencionados que les tachaban de fríos, superficiales y, sobretodo, creerse superior al resto del mundo mágico. Y aunque él secretamente sí se creía superior a unos cuantos, creía que los comentarios eran del todo infundados y motivados por la envidia. Por supuesto, no le afectaban lo más mínimo, pero a Harry sí.

Y eso no lo toleraba.

De todas formas, pensó que Adrian tenía motivos para estar resentido, pero él se lo había buscado. Con su único EXTASIS en Cuidado de Criaturas Mágicas le era muy difícil encontrar trabajo. Sabía que Pansy había tratado de utilizar las influencias de su padre, pero Adrian se negaba rotundamente. Como buen slytherin era testarudo, orgulloso e incapaz de pedir ayuda; quizás por eso Draco no le detestaba abiertamente.

Durante la cena toda la conversación la llevó Pansy, por lo que él y Adrian solo tenían que asentir y afirmar o negar algo según la opinión de la chica. En líneas generales se trató de un monólogo sobre su nuevo empleo en el Ministerio, en el Departamento de Relaciones Mágicas Internacionales, y sobre el mal gusto a la hora de elegir vestuario de sus compañeras. Tan absorta estaba en su soliloquio que no se dio cuenta de que ninguno de los dos le estaba haciendo caso realmente y, cuando cayó en la cuenta, siguió hablando como si nada...

- Entonces mi jefe me pidió que me quedase un poco más y, para mi sorpresa, en cuanto nos quedamos solos se quitó la túnica. Y aunque es bastante viejo, no sé que me dio, así que hice lo mismo e hicimos el amor como locos en la mesa del ministro Clearwater.

Si lo que quería era que sus palabras causasen efecto, lo consiguió. Draco pegó tal respingo que casi se cae de la silla y Adrian volcó sobre la mesa la taza de te que en ese momento se estaba llevando a los labios.

- Ya sabéis como odio que no me escuchen –dijo con el ceño fruncido mientras limpiaba la mesa con un hechizo -. Adrian, tu y yo ya hablaremos en casa; pero tu no te escapas Draco. Empieza a largar.

Draco se quedó unos minutos pensativo, ya que no sabía por donde empezar: su trabajo, su madre, la reciente aparición de Goyle, etc. Bueno, su trabajo no les incumbía y además no les podía decir nada; sobre su madre no pensaba hablar con ellos, por descontando. Así que dijo simplemente.

- Mi vecina muggle me ha dicho que ha visto a Gregory merodeando por aquí.

Ahora le tocó el turno a Pansy de quedarse con la boca abierta. Pero Adrian le dijo extrañado.

- ¿Y como sabe ella que es Goyle, si no le conoce?

Pansy enrojeció un poco: a veces pasaba vergüenza ajena ante los comentarios de su prometido. Draco se tragó la respuesta que realmente quería darle (algo relacionado sobre sus antepasados troll) y le contestó como si estuviera ante Lorian.

- Pues mira Adrian: simplemente me ha dicho que ha visto a un tipo vestido de forma bastante estrafalaria, bastante gordo, bastante alto y bastante feo. No sé tu, pero a mi solo se me ocurre una persona que encaje con esa descripción.

Adrian apretó los labios y cuando fue a decir algo, Pansy le dio un golpe en el hombro y comenzó a hablar.

- Vaya, Draco, me dejas de una pieza. No sé si lo sabrás, pero Goyle y su madre no están pasando por su mejor momento. Exactamente desde el fin de la guerra –después dio un sorbo a su taza de café y dijo con indiferencia -. Supongo que querrá dinero: todos saben que eres uno de los magos más ricos de Inglaterra. Quizás de Europa.

Sí, eso tenía bastante sentido, pero había algo que no cuadraba. Si quería dinero, ¿por qué no se presentaba en casa y se lo pedía directamente? ¿Por qué tenía la sensación de que le estaba espiando? Se guardó sus sospechas y simplemente meneó la cabeza en sentido negativo.

- No sé, Pansy. Este no es el estilo de Gregory. Ya sabes como era, demasiado simple. No encaja mucho con él.

- Puede que haya cambiado. Dicen que el hambre agudiza el ingenio –dijo Adrian, aunque sin mucha convicción.

- No creo. Pansy, ¿te acuerdas del castigo de Sprout, cuando intentamos robar unas mandrágoras recién nacidas y dejarlas en la puerta de la sala común de Gryffindor?

Pansy hizo un poco de memoria y al rato comenzó a reír.

- ¡¡Cómo para olvidarlo!! Sprout os dejó a los tres trabajando como castigo en el Invernadero Dos y no pudisteis cenar. Al llegar a la sala común, Gregory se desmayó y Flint tuvo que ir a la cocina a por algo de comida –cuando consiguió para de reír dijo mucho más seria y pensativa -. No, tienes razón: en su caso el hambre solo agudiza la tendencia al desmayo.

Draco recordó entonces sus primeros años en Hogwarts. Muchas veces lo había hecho con Harry, pero casi siempre se trataba de discusiones, más o menos cariñosas, en las que se recriminaban que uno era un pijo repelente y el otro solo quería llamar la atención. Incluso una vez Harry se atrevió a restregarle que nunca le había ganado al quiddicht, lo que le costó una semana durmiendo en el sofá (y sin sexo, por supuesto). Desde ese momento intentaron no tocar el tema de las veces que perdió Draco ante Harry. Draco sabía que era un comportamiento infantil, pero no lo podía evitar: habían pasado muchos años, pero aun así se encendía cuando se lo recordaban. Era superior a sus fuerzas.

Después de un rato intentando averiguar los motivos de Gregory, Adrian se excusó diciendo que tenía que madrugar al día siguiente y se fue (Draco se volvió a guardar otro de sus comentarios: está vez sobre si había logrado el puesto de ayudante de Hagrid), dejándoles solos.

- ¿ Y Harry? –preguntó Pansy una vez que estuvieron instalados en el salón con una copa de cognac entre las manos.

Consultó el reloj y comprobó que aun faltaban un par de horas para que terminase su turno.

- Bien, porque tenía que comentarte algo a solas y no sabía si querrías que estuviese presente –se mordió el labio inferior y se colocó el pelo detrás de la oreja, como tratando de buscar las palabras -. Bueno, el caso es que la semana pasada recibí carta de Blaise.

Draco intentó disimular su sorpresa y dijo arrastrando las palabras, como en los viejos tiempos.

- ¿ Por qué tendría que importarme?

Pansy le dirigió una sonrisa cómplice antes de continuar.

- Vamos, Draco, que te conozco desde antes de tu primera muestra de magia involuntaria. Sé que todos estos años te has preguntado dónde estaba. Incluso imagino que habrás tratado de dar con él de alguna forma u otra. A mi no me engañas.

La intuición de Pansy a veces era aplastante, pero no pensaba dar su brazo a torcer.

- Aunque así hubiese sido en el pasado, y no digo que lleves razón, ahora mismo me da lo mismo. Sinceramente, me trae sin cuidado dónde esté o lo que haga o deje de hacer.

- Bien, como quieras –dijo suspirando e ignorando sus palabras -. El caso es que me anunció que dentro de un mes más o menos vuelve a Inglaterra, esta vez de forma definitiva. Al parecer los últimos años se los ha pasado vagabundeando por Europa.

- No le veo como un vagabundo con todo el oro que le han dejado los maridos de su madre ¿Cuántos lleva? ¿Nueve?

- Diez. El último murió hace un par de meses. Pero eso no importa. El caso es que se va a instalar aquí, en Londres.

- Ya te he dicho que me trae sin cuidado Pansy-dijo comenzando a enfadarse.

- Ya, no soy sorda –le recriminó colocándose cuidadosamente los pliegues de la falda-. Como veo que no es un tema que te apasione, hablemos de otra cosa. ¿Es cierto que Daphne fue la fiesta de la Weasley con ese Smith? Qué mal gusto, por favor...

Mientras Pansy se dedicaba a su deporte favorito, la incontinencia verbal, Draco pensó que su amiga no había cambiado nada. A pesar de sus negativas, le había contado los planes de Blaise, porque sabía que en el fondo a Draco sí le importaba. Desde su último curso en Hogwarts se habían distanciado definitivamente. Blaise nunca llegó a aceptar su relación con Harry ni que hubiese "cambiado de bando", como solía decirle. Bien, si era cierto que llevaba mucho tiempo sin visitar Londres y pensaba quedarse aquí, se iba a encontrar un par de novedades. No pudo evitar sonreír de medio lado al imaginar su cara al ver la nueva sociedad mágica, aunque era probable que ya hubiese oído algo por su propias fuentes. Pero de todas formas, no dejaba de ser divertido.

- Draco, no me gusta nada esa sonrisa, ¿qué tramas?

- Nada Pansy –dijo con inocencia -. Pero de pronto me han entrado unas ganas tremendas de que llegué Blaise.

Pansy puso los ojos en blanco y volvió al tema de Daphne y Smith.

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Sentado frente a su mesa, Harry se dedicaba al fascinante ejercicio de hacer aros de humo de colores con la varita. Era un hechizo que le relajaba, aunque no sabía por qué también le ponía triste. Quedaban menos de quince minutos para que acabase su turno y poder irse a casa a dormir. A pesar del aburrimiento se sentía optimista: tenía dos días libres y después un mes entero en turno de once de la mañana a siete de la tarde. Ni madrugaba ni salía tarde, le encantaba.

En ese momento entró Pandora en la oficina.

- Potter, Perks. A mi despacho.

Cruzó una mirada con Sally- Anne y ambos la siguieron. Hacía mucho que no les llamaba de esa forma a su despacho, y mucho menos tan cerca de finalizar su turno. En los últimos tiempos las cosas podían esperar de un día para otro: incluso en alguna ocasión se había dejado algún informe sin rellenar solo para tener algo que hacer al día siguiente. Pero ahora parecía que el tema, fuese cual fuese, era algo urgente.

Al entrar en el despacho sintió un hormigueo recorrer su cuerpo, el hormigueo previo que sentía al principio al comenzar un misión. Sally- Anne debía pensar lo mismo, porque aunque trataba de disimularlo, se la veía bastante excitada por ese cambio en la rutina.

Pandora se sentó tras la mesa y sin esperar a que los dos aurores hicieran lo mismo comenzó a hablar.

- Os he llamado porque hace un rato hemos recibido un aviso del Departamento de Magia Experimental.

Sin poder evitarlo, Harry se acercó aun más. Los avisos de ese departamento eran muy raros, y muy pocas veces tenían algo que ver con los aurores.

- Bien, el caso es que hace un par de días descubrieron unas fluctuaciones de magia localizadas cerca de Wells.

- Perdona Pandora, ¿pero qué tiene eso de raro? –preguntó Sally- Anne -. No sé, seguramente se traté de algún mago que vive por allí. No creo que tengamos nada que ver con esto.

Pandora Avicus la miró unos instante y sonrió.

- Sally, cariño. Espera a que termine de hablar y luego das tu opinión...en caso de que ésta sea necesaria, ¿estamos?

Su jefa era un mujer encantadora; menos cuando ponía todo su empeño en comportarse como auténtica zorra, claro.

- Ahora que parece que puedo proseguir, os diré por qué nos han avisado a nosotros. No se trata de una magia al uso. De hecho, no pueden identificar si se trata de una desaparición, un hechizo, un encantamiento, una maldición o cualquier cosa que se os ocurra.

Eso les dejó a ambos callados. Entre las atribuciones del Departamento de Magia Experimental estaba la aprobación y práctica de nuevo hechizos, y si no sabían lo que era, Harry pensaba que un par de aurores tenían muy pocas posibilidades. Entonces a Harry se le ocurrió algo.

- ¿Cómo han tenido noticias ellos? Lo normal sería que...

- Sí, ya lo sé, Potter. El aviso llegó primero al Departamento contra el Uso Indebido de la Magia. Ya sabéis que los avisos saltan inmediatamente en las zonas en las que no habita ningún mago. Mafalda hizo una comprobación rutinaria, pensando que algún mago estaría de excursión, ya que se trata de una zona muy alejada de Wells, o algún mago que habitase allí que estaba paseando por el campo.

"La sorpresa vino cuando fue incapaz de identificar el hechizo. Entonces pasó nota a los chicos de experimentales. Y el resto ya lo sabéis: ellos tampoco son capaces de dar con nada"

- Vuestra misión es reconocer la zona, tratando de encontrar restos de magia in situ, y descubrir qué mago o bruja ha estado por allí recientemente

- Algo así como arqueología mágica, ¿no?

- Sí, Sally-Anne –aprobó Pandora -. Justo eso. Tendréis que rastrear la zona palmo a palmo.

Harry se sintió un poco desencantado: aquello no era lo que esperaba. Al ver su cara de decepción Pandora le dedicó un guiño.

- Lo siento, Potter, pero no te desanimes: tal vez sea más importante de lo que parece. Sí los muchachos de experimentales no saben lo que es, no sabemos a qué nos enfrentamos. Tal vez sea una misión más peligrosa de lo que parece.

Harry asintió y se levantó para abandonar el despacho con Sally-Anne detrás. Pero justo cuando había empuñado el picaporte de la puerta Pandora volvió a hablar.

- Quiero un informe completo antes de mañana por la noche.

Harry, cerró los ojos con fuerza y se dio la vuelta para protestar: eran sus dos primeros días libres seguidos en mucho tiempo.

- ¿Sí, Potter? –le preguntó su jefa con cara de saber lo que estaba pensando y postura de no ceder ni un ápice.

- Nada –respondió, tragándose su rabia -. Mañana lo tendrás antes de las ocho.

- Perfecto –dijo volviendo a sus apuntes -. Podéis retiraros ya.

Una vez fuera, decidieron que lo mejor era quedar temprano. Su compañera también tenía el día libre y, ya que se lo habían fastidiado, quería acabar lo antes posible, informe incluido.

Mientras bajaba al atrio a coger la red flú pensaba que sí, que había salido de la rutina.

Pero a ver cómo le decía a Draco que uno de sus días libres se había ido al traste.

Cuando llegó a casa la encontró a oscuras. Subió los escalones con cuidado, pero una sonrisa iluminó su cara cuando vio luz por debajo de la rendija de la puerta del dormitorio que compartía con Draco. Después se acordó de lo que le tenía que decir y la sonrisa se fue tan rápida como había venido. Respiró hondo y entró intentando parecer tranquilo. Draco estaba leyendo en la cama un pesado libro de Pociones, regalo de Astoria y Jason por su último cumpleaños. Estaba encima de las sábanas, solo con un pantalón de seda verde. Instintivamente los ojos se le fueron al pecho, pálido y fuerte, y siguieron bajando por el ombligo hasta llegar a la cintura del pantalón, algo bajada, que dejaba ver el inició del vello púbico.

Bastardo, pensó divertido, lo tiene todo calculado a la perfección.

Draco le miró, apartó el libro y enarcó una ceja.

- Llegas tarde –constató.

Harry fue hacia él y le dio un profundo beso mientras le acariciaba una pierna, consciente de que posiblemente eso iba a ser todo lo cerca que iban a estar esa noche.

- Sí, ya lo sé, ¿qué tal Pansy y Adrian?

- Como siempre –dijo sin interés -. Pansy casi me taladra los oídos y Adrian...ya sabes como es.

- ¿Sigues pensando que tiene un antepasado troll? –preguntó mientras se sentaba en su lado de la cama y se quitaba las botas-.

- Hoy más que nunca. Pero no hablemos de Adrian en el dormitorio, es indecoroso –le comenzó a acariciar la espalda lentamente -. ¿Tu qué tal, alguna novedad?

Sin poder evitarlo Harry tensó todos los músculos.

- ¿Qué pasa? –preguntó con un poco de preocupación.

Harry se metió en la cama y se apoyó en el cabecero con las manos detrás de la nuca, pensando en como decírselo. Al final optó por no dar rodeos.

- No sabemos aun si pasa algo, pero nos han encargado una especie de misión a Sally- Anne y a mí –y después añadió -. Mañana.

- ¿Mañana? ¿Justamente mañana?

- Sí, lo siento, Draco. No lo puedo cambiar. Al parecer han aparecido unas fluctuaciones de magia desconocida en Wells y tenemos que ir a investigar. Puede que sea una tontería, pero también es posible que sea algo importante.

Draco le miró unos instantes, los suficientes para comprender que no había nada que hacer. Pero aun así debía seguir molesto, por que se subió el pantalón y con la varita hizo un apretado nudo con el cordón de la cintura.

Esa noche no tocaba.

Por si a Harry le quedaba alguna duda, cogió el libro de Pociones y continuó con la lectura.

- Draco, venga, no te pongas así –dijo con voz apenada.

- No, no pasa nada. De verdad, lo entiendo. Es tu trabajo. Ojalá el mío fuese más interesante.

A Harry le brillaron los ojos de impaciencia; quizás al final podría sacar algo de provecho esa noche.

- Por cierto, ¿en que andas metido ahora? –preguntó con indiferencia.

- Sabes que no te puedo decir nada –dijo alargando excesivamente la última sílaba, como alguien que ha repetido una cosa hasta la saciedad (como era el caso)

- Aguafiestas.

- Esclavo del ministerio.

- Puto inefable.

- Auror de los cojones.

En ese momento los dos se quedaron mirando y al poco comenzaron a reír. Se tumbaron frente a frente y Draco le besó largamente.

- Sabes lo que me joden tus horarios, no lo puedo evitar.

- Más me joden a mi, pero es lo que hay Draco.

La mano de Harry bajó por su pecho y se detuvo otra vez en ese maldito cordón que le impedía llegar hasta donde quería. Draco sonrio contra sus labios mientras decía.

- No creo que lo puedas deshacer, es un nudo mágico. Ese es tu castigo por tener que trabajar mañana.

- ¿Nunca te he dicho que soy capaz de deshacer nudos mágicos con la lengua? –dijo besándole el cuello.

- Vaya, vaya, Potter –dijo ya con voz entrecortada -. Quizás hay algo sobre ti y tus compañeros gryffindors que nunca me has contado. ¿A eso jugabais en el colegio?

Harry podía sentir la erección de Draco contra la suya y se metió bajo las sábanas dispuesto a demostrarle que un nudo no iba a detenerle.


Siento haber tardado tanto en actualizar, pero la verdad era que no sabía como continuarlo.

A partir de ahora creo que tardaré un poco más en actualizar: el mes que viene me voy a Londres y hasta que no me instale y organice...bueno ya sabéis lo que son estas cosas, ¿no?

De todas formas, gracias por estar ahí :)

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