Sé que muchos en español no conocen la temática de esta película, pero es necesario verla para entenderlo, es una de mis favoritas, las peleas, todo es perfecto en esta película, además porque el protagonista es uno de mis actores favoritos, en si la historia es de lo mejor. Apenas descubrí Equilibrium a principios del 2008, pero había sido estrenada en 2002 y en pocos países, aun así, es de culto mío, la adoro y la recomiendo para los que les gustan películas estilo Matriz

Este fic es una traducción que hice de un original, en inglés, que encontré en una página alejada, el autor o autora, no sé de qué sexo es, es Swik, si alguien logra contactarlo díganle que me tome el atrevimiento de traducir su fic, porque es de mis favoritos. A los que lo leen y les gusta esta peli, sé que lo encontraran agradable, a mí por lo menos me gusto. Tal cual lo encontré, el Sumario y todo lo demás fue traducido, sin permiso de Swik porque no me pude contactar, pero aceptando cualquier reclamo y cosas así.

Resurrección.

Basado en Equilibrium protagonistas Christian Bale y Emily Watson.

Escrita y dirigida por Kurt Wimmer.

Autor original Swik

Sumario:

En una sociedad donde la paz es la última forma de violencia, ¿quién tiene el poder para liberarnos? (UN ESCENARIO ALTERNATIVO BASADO EN LOS CARACTERES Y SITUACIONES DE LA PELICULA)

Disclaimer: como dicen en Hollywood, "inspirado" en el filme Equilibrium del año 2002. Los personajes son prestados sin permiso, pero prometo devolverlos a salvo. Consideren esto un tratamiento alternativo donde la heroína protagonista sobrevive. Lo demás es casi lo mismo. Disculpas al escritor y director Kurt Wimmer y a el estudio en consecuencia, si alguno de ellos le pone cuidado a esta basura, en fin.

El primer borrador era una sombra. El segundo una historia, entre ellos se hallaba el director, gracias Kurt Wimmer por ayudar a hacer de esto lo mejor que se pudo.

"Somos una imposibilidad en un universo imposible" Ray Bradbury

Habían pasado diez días desde que fue programada para la combustión.

Mary se sentó en su celda y espero. Sus ojos se deslizaron por las imperfecciones del muro de concreto opuesto a ella. No podía entender por qué se retrasaban. La Sala de Destrucción era notoriamente precisa llevando a cabo las sentencias.

Se preguntó brevemente si el Clérigo tendría algo que ver con eso.

El Clérigo...

Él se había conectado con ella de alguna manera. ¿La razón? La ignoraba.

Había escuchado que fue arrestado. Podía mantener para si misma lo que supo sobre la resistencia incluso durante su captura. Y dijeron que aparentemente fue capturado poco después de su último encuentro juntos.

Mary respiró, relajando lentamente su concentración.

Él debería haber sido más cuidadoso al tocarla. Todo el mundo sabía que las indagatorias eran cuidadosamente grabadas.

Sin la dosis, él era su única esperanza. Un foco, un centro, un atisbo de esperanza que mantenía su cerebro lúcido y sus nervios intactos tratando de descubrir la razón.

Ahora él se había ido.

Se preguntó nuevamente por la demora.

¿Cómo pudo haber llegado hasta esto? Doce años de dedicación y esfuerzo, de patear al sistema, de vivir… todo reducido a la patética cuenta regresiva de los últimos segundos de su vida.

No pelearía cuando vinieran por ella. El Pentotal que le habían hecho tomar no había tenido poder sobre su resolución.

No eran tan precisos como William Gibson en la manera en que debieran, pero Mary entendía ahora que no había escape posible de esta experiencia.

No habría libertad para ella nunca más. Su vida, tal como la conocía, fue destruida. Esa había sido su victoria.

Moriría con ella.

Hubo un murmullo de voces al otro lado de la puerta y su conciencia súbitamente se expandió.

Tal vez ya había llegado la hora.

Tal vez finalmente estaban ahí.

Se puso de pie y se encaró hacia la puerta dispuesta a enfrentar su destino.

Ellos querrían que se pusiera la túnica roja. Ridículos. Era como usar un caballo de carrusel en una corrida de toros. Un día Dupont y el concejo despertarían ante el hecho de no haber tenido una sola idea original en toda su existencia. Tal vez entonces Libria podría revivir.

Mary levantó su cabeza, el tiempo empezaba a agotarse y aún permanecía ahí.

Él estaba parado justo dentro de su celda, una borrosa silueta contra el deslumbrante reloj de fondo.

John Preston, Clérigo Tetragrammaton de Primera Clase.

Venía a llevarla a su..." proceso".

Su respiración se entrecortó, se vio en sus oscuros ojos, el rugido de su pulso estallaba con fuerza en sus oídos.

Así que los rumores estaban equivocados. O habían cambiado las reglas del juego con ella otra vez. Podrían haber… ¿Haberlo liberado solo para esto?.

Se contuvo de preguntarlo, después de todo él era un clérigo así que no respondería.

Él se dirigió a ella con una mano enguantada. Ella caminó a través de la celda y él desaseguró las esposas en sus muñecas, su toque era restringido, tal vez incluso gentil.

Pero su expresión no cambió, ahora ella estaba mirándolo abiertamente, en cambio él tomó su codo con un agarre amable y la guió hacia la puerta de salida.

- - Es hora de irnos. - dijo él, su voz era suave, de alguna manera ella sentía que no se dirigían a los hornos.

Increíble.

El guardia no hizo sino quedarse parado, en silencio, mientras él la escoltaba fuera del edificio.

Mary lo observaba furtivamente mientras este conducía. La luz del cielo se filtraba a través de la ventana. Tontos videos mostraban al Padre dando su versión de mentiras.

Gris, pensó ella. Todo gris, todo el tiempo.

Todos los colores se habían ido.

El nuevo mundo se había vuelto loco hacía tiempo, y todo lo que quedaba ahora era el gris.

Los colores fueron algo bueno que ella tuvo una vez. Incluso con el Prozium, siempre fue consciente de ellos. Rojo, azul amarillo, verde, tan deliciosos que ella podía saborearlos en la punta misma de su lengua.

No más.

Y ahora estaba el Clérigo.

Él era un estudiado contraste, todo vestido de negro, la piel mortalmente pálida. Incluso más blanca que la última vez que lo había visto. El oscuro cabello caía a través de su frente en desordenados mechones, no estaba peinado hacia atrás como antes. Era tan apuesto como ella lo recordaba, pero estaba más delgado ahora, y sus ojos estaban rodeados de sombrías y profundas ojeras.

Se veía cansado.

Mary no podía recordar haber visto alguna vez a un Clérigo cansado, pero ahí estaba.

¿Qué quería con ella? ¿Por qué estaba aquí?

La confusión vibraba en sus sienes. El dolor se convertía en sensación.

Ella estaba pendiente de todos sus movimientos, cómo conducía, atravesando la multitud.

El cielo la ayudara, podía escuchar su respiración misma.

Podía olerlo en el cerrado espacio del auto; carne y sangre en la crujiente y aterciopelada seda de su uniforme.

Y algo más, pensó ella, como alcohol.

No era nada más que el antiséptico compuesto con el que se limpiaban durante el entrenamiento. Aun así, la afilada esencia parecía encajarle perfectamente.

Su sangre corría concienzudamente.

Hasta que él la miró a ella.

Los ojos del Clérigo casi no tenían vida. Eran incluso más fríos que la primera vez, cuando vino con los guardias a arrestarla.

A matar todo lo que ella amó.

Es el Prozium, pensó con el corazón hundido. Lo arrestaron y lo dosificaron, y ahora lo estaban usando para poder llegar a ella.

Su mandíbula se estrechó cuando la rabia fluyó. Después de todo él no era Trinity y el concejo del Padre estaba engañándose si creían que ella seguiría al conejo blanco tan fácilmente.

- - No te diré nada - dijo ella.

Sus palabras se rompieron como vidrio en el silencio.

Él la miró por un momento.

- - ¿Qué? –

- - No te diré nada - dijo ella otra vez - Los químicos no funcionaron y esto tampoco lo hará. ¿Piensas que una espera en la ejecución en esta miserable sociedad es un regalo? –

Él abrió su boca para responder, pero ella levantó una mano.

- - Espera. Lo olvidé. Tu gente ya está muerta –

Mary buscó algo, un cambio en su expresión, pero el Clérigo permaneció tan frio y remoto como la luna.

Ella levantó su barbilla.

- - Nunca obtendrás nada de mi sobre de La Resistencia-

- - Lo sé - dijo él suavemente. - ya se los dije –

- - ¿Qué más les dijiste? –

- - Tanto como debía –

Había algo terrible ahí, en la manera en que dijo esas palabras. Oscuro, siniestro. Como una cuchillada hiriéndola y la sangre tibia cruzando su rostro.

Mary se preguntó inmediatamente si había cometido un error.

Él había venido a ella después de su arresto, una y otra vez. ¿Por qué?

Ella no le dio nada que él no hubiera sabido, y aun así volvía.

El sufrimiento en sus ojos la última vez que se vieron cortó limpiamente las defensas de ella.

Había cesado su dosis y estaba jodido.

Ambos lo sabían. La desesperación de él llamó a todo lo que la hacía a ella ser quien era.

Y entonces él la tocó.

En un segundo ella era vulnerable, estaba expuesta, las emociones fluían rápidamente incluso para su propio bien.

Cuando él la dejó, ella rogó por no verlo otra vez, para no volver a mostrar ese tipo de debilidad nunca más.

Hubo más.

Mary recordó los días que siguieron, la ocasión cuando los técnicos la arrojaron de vuelta a su celda después de su ultimo interrogatorio.

Yació en el piso jadeando, febril, llena de la potente mezcla de metilenedoxina y escopolamina, apenas recordando cómo se llamaba.

Él vino a ella entonces, el Clérigo.

En sus sueños.

Visiones eróticas, oscuras y perturbadoras, proliferándose sin control a través de su escape mental.

Aun podía recordar cada pedazo, cada pensamiento, cada sensación.

Y ahora él estaba a su lado.

Real.

¿Lo afectaba ella de la misma manera? ¿Él podía sentirla?

No podía estar segura, porque para sentirla él tendría que tener la capacidad de sentir.

Si solo él pudiera revelarle algo, algún signo de que era aún el humano que ella una vez pensó.

Pero no había nada.

En cualquier caso, habían llegado a la casa de él.

Finalmente.

El Clérigo vivía en el dieciochoavo piso de un rascacielos Libriano para los altamente privilegiados. Al menos tan privilegiados como era legal en su sociedad, pensó Mary desconcertada.

Hicieron el viaje hacia su unidad en silencio.

Ella absorbió cada detalle con ojos potencialmente escapistas.

Escapar, irse lejos, podía darle algún maldito bienestar.

Todos eran fugitivos de una manera u otra, todos prisioneros. Incluso la orgullosa resistencia que apenas era tan libre como el Monasterio lo toleraba.

Los viejos hábitos nunca mueren. Aparentemente tampoco ella.

El Clérigo removió las chapas e hizo que cruzara las puertas.

Su estómago se revolvió ante la poca vida del lugar, estrechas líneas y afilados bordes, todo en una escala de grises, ordenados en perfecto relieve, incluso el aire estéril sofocaba.

Una blanquecina luz empolvada era el único signo de imperfección.

Una vez más Mary se encontró confusa.

El aire de descuido parecía apoyar la teoría de que ellos lo habían detenido contra su voluntad. ¿Pero si fue así, porque lo habían dejado ir? ¿y por qué a ella también?

Ellos quemaban cada maldita cosa. No podía imaginarlos haciendo una excepción por un Clérigo caído, aún menos por una pequeña ofensora del sentido como ella.

Él se estaba moviendo de cuarto a cuarto ahora, prendiendo algunas luces. Mientras lo hizo ella se tomó algunos momentos para observarlo.

Se movía con la venenosa habilidad de un depredador nato.

Ella había observado los suficientes animales salvajes en El Abismo para saberlo. Había cierta belleza en ello, pensó. Algún tipo de perfección pura, natural.

Su pulso se aceleró con el placer que eso le produjo.

Fascinación, pensó.

La chispa.

Esa había sido siempre su mayor debilidad. Color y textura, sonido y movimiento, motivación y descubrimiento.

Un deseo de estar dedo a dedo con lo que la desafiaba más.

Con el orden. Primero Partridge, ahora él.

Su hermano, Jurgen, solía decir que eso sería su muerte.

Si tan solo supiera. Mary cerró los ojos.

Todo acerca de este particular Clérigo gritaba que ellos lo habían llevado de vuelta al equilibrio, pero una parte de ella necesitaba estar segura.

- -Por favor siéntate –

Su voz perforó su cabeza. Se estremeció, lamentándose profundamente por ello. Sus ojos se abrieron y ella lo vio parado a pocos centímetros.

- - ¿Mary? –

- - ¿Sí? - respondió ella fijándose en el punto entre sus ojos.

- - Dije que te sientes, necesito hacer algunos arreglos para mis hijos –

Se dio la vuelta y sacó un intercomunicador de su bolsillo marcando el código de la ciudad con la misma habilidad predadora con que hacía todo.

Niños, pensó ella sorprendiéndose un poco.

En un tiempo más racional, sano, sería un crimen criar hijos en un ambiente como ese.

Aun así, no se sorprendió mucho. Ella sabía un poco acerca del clérigo Preston.

Probablemente más de lo que él se daba cuenta.

Partridge trabajó con él por casi seis años.

Y cerca al final, cuando estaba con Partridge su nombre venía a la conversación en ocasiones.

Tenía dos hijos, recordó ella. Un niño y una niña. Su hijo era un estudiante del Monasterio, su hija una inquisidora caminante.

El Clérigo mismo era intuitivo, perceptivo, desnaturalizado. Una vez fue ideológicamente puro, comprometido más allá de toda culpa. Muchos de la Orden le temían, le dijo Partridge.

Todos lo admiraban.

Y para la gente que había gastado toda su vida sintiendo tan poco de nada, esa admiración era mucho decir.

Él se conectó con ellos de alguna manera, sin saberlo, tal vez, pero el potencial estaba ahí.

Jurgen, su hermano y líder de la resistencia, lo comparaba con Guy Montag en algún punto.

La evaluación personal de Partridge parecía indicar la posibilidad de que pudiera sentir.

De hecho, Partridge estaba trabajando en ello cuando fue asesinado, recordó ella sintiéndose enferma.

Mary sabía que él también había estado ahí y había dejado que ellos quemaran a su esposa cuatro años atrás por el delito de Sentir.

Él hablaba con alguien en otro cuarto con el comunicador. Su habitación, pensó ella.

Ella se deslizó siguiendo el sonido de su voz y espió sin detenerse a pensar.

El clérigo estaba pidiendo saber dónde estaban su hijo e hija.

Quería que le devolvieran sus custodias inmediatamente.

Los dedos de Mary se apretaron ante la manera en que su voz sonaba, con autoridad, sin cambiar el volumen o mostrar flexibilidad. Eso mismo le dio a ella todo lo que necesitaba saber.

Trataba a la persona en el otro lado de la línea con algún tipo de alocución presidencial. Pero él estaba pidiendo que, si no los traían esa noche, debían estar allí a primera hora de la mañana.

Bien, pensó ella brevemente. Le estaban dando su vida de vuelta, las cosas volverían a la normalidad ahora.

Así que...

¿Qué hacía ella ahí?

Él terminó la llamada y miró en dirección hacia ella.

Repentinamente Mary se dio cuenta de que había estado parada en el espacio de la puerta. Más que eso, se daba cuenta de que había permanecido ahí todo el tiempo.

Los ojos de ella se estrecharon. La precisión blanca y negra de su alrededor terminó de enfadarla un poco más.

Este hombre tomó su vida antes de que ella estuviera lista para dejarla ir, ahora que la tenia de vuelta, ella no tenía ningún uso para él.

Sólo un Clérigo, pensó ella, podría ser tan malditamente exacto.

La aceptación nunca había sido su fuerte.

Por el lápiz de Atwood que ella no sería una sirvienta, y drogada o no, nadie le dijo que tendría que ponérselo fácil.

- - Bueno, Clérigo - le dijo ella entre dientes - parece que ha arreglado sus cosas-

- - ¿Eso crees? - le preguntó él mirándola, mas no movió ningún músculo.

- - Creo que me gustaría saber qué demonios estoy haciendo aquí con usted en vez de estar en mi celda, donde pertenezco –

Él caminó hacia ella.

- Te liberaron porque yo se los pedí –

Mary rio socarronamente. Una mentira, pero ¿cuál era el punto a discutir?, ella estaba muy lejos de ser liberada, lo único que realmente importaba era qué debía hacer a continuación.

- - ¿Por qué estoy aquí, Clérigo? –

Él dejó de caminar a unos pasos de ella.

- - ¿A donde más irías? - su voz fue suave por una fracción de segundo. - Ellos destruyeron tu departamento poco después del arresto. No hay otro lugar para ti a donde ir –

- - Tengo otros recursos - dijo ella.

Algo cambió, pero ella no podía decir que era. El Clérigo se acercó. Antes de que pudiera detenerlo él la agarró por el codo y la arrastró hacia la habitación.

- - ¿La Resistencia? - él la soltó y sacudió la cabeza - ¿y guiarás al monasterio directamente a ellos, o tal vez a mí? - Su voz bajó un octavo convirtiéndose en un susurro, seductora incluso - No eres estúpida Mary. Y no puedes hacerme creer que lo eres –

Mary se cruzó de brazos, no se dejaría intimidar.

- - Clérigo... - Él cortó sus palabras poniendo un frio dedo sobre sus labios.

- Preston...- dijo él tan bajo que a ella se le dificultó escucharlo - Mi nombre es John Preston, tú lo sabes.

- Clérigo Preston - empezó nuevamente ella.

Con un solo movimiento él la agarró de los hombros haciéndola retroceder hasta quedar atrapada entre la pared y el cuerpo de él.

Su aliento la dejó petrificada en un segundo, su corazón corría contra el pecho de él, ella agarró sus antebrazos.

El terciopelo negro de su camisa se deslizaba sobre la carne y el hueso, inútilmente, como acero.

Él inclinó su cabeza y la movió hacia cerca de su oído.

-¿Por qué no me preguntas lo que realmente quieres saber?.-

Sus labios rozaron su mejilla cuando el susurró. - ¿Me drogué?, ¿puedo sentir?-

La última palabra fue puntualizada por el roce de sus caderas contra su cuerpo. Mary se mordió el labio cuando sintió su dureza presionando su vientre.

Dios Mío.

- Puedo sentirte, Mary. -

Sus dedos trazaron la curva de su cuello deteniéndose sobre el frenético latido de su pulso.

Tan simple como eso, su mundo se encendió, todas las sensaciones se despertaron ante lo que ella sabía que esta vez era real.

Mary vio su mirada. Él parpadeó y el velo cayó.

Repentinamente ella pudo verlo todo, miedo, duda, dolor, incluso cansancio. ¿De qué…? , no estaba segura.

Pero los ojos de Preston eran increíblemente expresivos cuando él los dejaba.

Sobre todas esas emociones había una sombra de deseo tan intensa que ella apenas podía controlar su propia respuesta a ello.

Mary tragó convulsivamente.

Su cuerpo se relajó suavemente contra el de él. Tomó una desesperada respiración y viró su rostro hasta sus labios, inadvertidamente pulidos. La cabeza de él se reclinó y él retrocedió.

Se miraron el uno al otro por unos momentos.

Entonces Preston metió una mano a su bolsillo luego sacó algo y se lo enseñó.

Ella vio la cinta de seda roja en su mano, un brillante rayo de color en ese lugar solitario.

Esa era de ella. Él la había llevado todo ese tiempo. ¿qué significaba eso?

Ella resopló mentalmente tratando de encajar todas las piezas en alguna semblanza de orden.

Irreflexivamente Mary se acercó y deslizó su mano sobre su cadera, luego sobre su espalda haciéndolo acercarse. De alguna manera esto la hizo sentirse más segura, cuando podía sentirlo.

Tensión vibraba en sus caderas, ella sentía su miedo.

¿De ella?, ¿de él?

Alcanzándola él ató la cinta alrededor de su cuello, ella suspiró cuando sus dedos se posaron sobre su piel, estrechándose alrededor de su garganta.

- Tú lo sabes - susurró él - sabes quién soy –

Tal vez.

Por ahora solo era un Clérigo sin su dosis. Un Clérigo probando los límites de su nueva experiencia, la cual era apenas limitada. Incluso ahora para una completa falta de educación en el arte del sexo, el aprendía demasiado rápido.

Preston se dio la vuelta sin decir más dejándola sola.

Mary acuñó una mano a través de su cabello cepillándose con los dedos. Sus piernas se sentían débiles y temblorosas. Aún había tanto que ella no conocía. Ella se tomó un momento para recuperarse antes de seguirlo a la sala.

Él ya había colapsado sobre el sofá, pero sus ojos automáticamente siguieron su avance.

- Lo siento - dijo él mirándola, friccionando sus sienes. - he estado despierto por casi setenta y dos horas, creo que lo mejor sería que descanse. ¿lo entiendes? -

Ella asintió.

Setenta y dos horas, pensó ella, Tres días sin dormir. Su control la aturdía, que incluso en un estado de extrema fatiga él pudiera esconderse a sí mismo por tanto tiempo.

Y sin el Prozium.

Extraordinario.

Aun cuando ella vio lo que había en sus ojos, sintió la fuerza de su necesidad presionando íntimamente en su propia carne. A él le hubiera gustado avanzar más, pensó ella. Solo que no sabía cómo.

Mary se preguntó qué tan lejos llegaría Preston. ¿Qué tan lejos llegaría ella?

Ella saltó otra vez y su mano súbitamente se precipitó hacia ella. Él la agarró por la muñeca.

- No puedes pensar siquiera en irte Mary. Tu vida podría terminar en el momento mismo en que dieras un paso fuera–

Su advertencia le dio a ella una pausa.

Ella casi cayó de rodillas, mareada con el descubrimiento de que todo pensamiento acerca de escapar o siquiera pensar en hacerlo desaparecía ante sus ojos.

Mary parpadeo tratando de orientarse a sí misma. Por supuesto que no podía irse. Ella tomaría ese concejo. Pero necesitaba más, seguramente él podía ver eso.

- Preston - dijo ella, su piel ardía ante el contacto - ¿qué hacemos aquí?, ¿cómo es posible? -

Él soltó un hondo suspiro y cerró los ojos, ella podía verlo tratando de pensar exactamente en cuanto revelar.

- La verdad... - la voz de ella se hizo firme - por favor —

Preston parpadeó antes de mirar al techo, su renuencia era palpable. Entonces…

- Padre está muerto - le dijo duramente.

Ella lo miró escéptica.

Él estaba mirándola ahora-

- Padre está muerto - dijo una vez más, suavemente - e hice un trato con el concejo–

Ella sintió un cosquilleo sobre su piel, Maldijo silenciosamente. Su conciencia le decía que él no mentía, no acerca de esto.

Diablos, esto la hacía sentir algún tipo de terrible sensación. Mary no era tonta. Estaba bien entrenada con los archivos, culturales e históricos. En el pasado los hombres con poder siempre se habían escondido detrás de una singular visión de ideas para convencer a la muchedumbre.

Una programación perfectamente lógica. Y el concejo siempre había estado forjado en la lógica.

Ya no era suficiente con contener a la Resistencia, supuso ella. DuPont había estado haciendo eso con sus zumbidos en la Orden por años.

Ellos debieron haber usado a un clérigo caído para crear una trampa que pudiera oponerse al bien.

Mary cerró sus brazos alrededor de ella fuertemente.

¿Y Preston? ¿cómo había sido para él? Descubrir que toda tu vida ha estado al servicio de una mentira...

Ella lo miró con mesura.

¿Qué le habían prometido, y qué haría él?

Porque Mary podía decir, por la expresión de él que Preston no les iba a dar lo que querían. Ciertamente no en los términos que ellos querían. Estaba listo para asegurarlo, pero ella lo detuvo levantando una mano.

- Olvídalo - dijo entre el silencio - no me debes ninguna explicación-

Los labios de Preston se afirmaron cuando se dio la vuelta. Su corazón palpito. Se veía demasiado cansado.

Mary recordó ese momento en el auto cuando ella vio algún atisbo de sentido de lo que había pasado con él después de que lo arrestara. No lo mataron. Aun en la más brutal de las formas de restricción podía estar seguro.

Así que el hizo este trato y ellos lo dejaron ir. Probablemente porque DuPont sabía que era el único hombre capaz de hacer el trabajo.

Si quisiera.

Así que Preston estaba ahora en la única posición de hacer presión sobre ello.

Y ellos a él, reflexionó Mary.

Es un juego peligroso. Tomarse la Orden, ella no podía considerar la razón de que lo hiciera.

¿El punto era conseguir la verdad sobre la Resistencia? Tal vez.

Solen Green es gente, pensó Mary, otra de las extrañas referencias culturales de Jurgen.

¿Hablaría con Jurgen? Él podría malditamente intentarlo.

Mary tembló, el concejo podía estar esperando que hiciera eso. Y ella se preguntó si Dupont y los otros siquiera entenderían a qué se enfrentaban con el Clérigo John Preston.

Ella ahora se tenía a sí misma.

Pero su tiempo aquí era limitado, lo cual explicaba por qué él no quería que ella se fuera, él no podría protegerla si lo hacía.

Lo que él quisiera significaba más para ella de lo que habría supuesto.

- Vamos, Preston - murmuró ella encontrándose con sus ojos una vez más. - estaré aquí cuando despiertes–

Él estaba dormido antes de que ella pudiera terminar la frase, Mary no se sorprendió al pensar en cumplir con lo que había dicho.

Preston debería dormir por mucho tiempo.

Esto no le impidió mirarlo mientras yacía ahí. La estrecha concentración que normalmente marcaba sus rasgos se había ido. Se veía vulnerable, incluso inocente.

Mary tomó una respiración profunda, nada podría ser más absurdo, el Clérigo representaba muerte y destrucción. Preston no era una excepción. No tenía duda de que él había matado a cientos, tal vez más, personas cuya única ofensa era querer vivir.

Ella esperó sentir el familiar odio por él y todo su razonamiento, pero no lo hizo, en cambio lo que sintió fue empatía, y.…otras cosas.

Levantándose ella paso por el lugar, sería sabio tener a mano con lo que se estaba enfrentando.

Porque ella no podía evitar sentir cierto respeto por lo que Preston había hecho.

Esa pequeña charada del Prozium que él trajo a su casa era virtualmente nada. Parecía que debía proceder con cuidado.

¿Claramente él no se había dado por vencido, pero qué con ella?

Un nuevo tipo de entendimiento, estaba tomando su lugar en los confines de su conciencia. Mary exploró a través de las acciones y reacciones de las pasadas horas, las suyas y las de él. ¿Qué significaba todo eso?, no lo sabía.

Pero había algo que, si sabía, ella podía sentirlo otra vez, la chispa.

Fascinación, atracción.

Sus dedos se deslizaron sobre la suave superficie de la suave seda en su garganta.

Quería saber más de John Preston.

El material del que estaba hecho su delantal hizo un sonido mientras caminaba de cuarto a cuarto. Una curiosa inspección no haría daño. Superficialmente, todo era como debería.

Las sombras crecían mientras el día caía dando paso a la noche.

Eventualmente Mary se estremeció con frio. El aire acondicionado estaba programado como requisito, lo cual era incómodo después del calor de su celda.

Ella se devolvió a la habitación, el abrigo de Preston estaba sobre una silla, ella se lo puso ausentemente. La cosa casi se la traga, pero al menos era tibia. Quería sacar los puños por las mangas, pero para esconder alguna potencial arma estas no debían ser tan largas. Después de luchar un poco Mary simplemente lo dejo estar.

Sus ojos rastrearon el lugar y sus esquinas una vez más, no había fotos de sus hijos y ciertamente no de su esposa.

No esperaba que las hubiera.

Mary se mordió el labio, se preguntó si llegaría lo suficientemente lejos para guardarse algo.

Tal vez.

Le tomó menos de quince minutos encontrarla. Había una grieta en el lado escondido del closet.

Después de casi doce años como ofensora sabia casi todos los trucos.

Esto la sorprendió.

Un equipo de búsqueda no podría localizar esto, un Clérigo tal vez sí.

Preston debería saberlo, por supuesto, así que lo que fuera que hubiera ahí debería valer la pena.

Mary apartó el molde. Ella alcanzó la pared, empujó y sacó lo que parecía ser un antiguo álbum de fotos.

Ella volvió al cuarto y a la luz.

Sus ojos miraron la portada del álbum. Una sonrisa corrió por sus labios. Era todo lo que podía hacer para no reír a carcajadas.

La novena sinfonía.

Así que Preston encontró su propio sentir bajo el indomable Ludwig Van.

Qué prosaico, pensó.

Stanley Kubrick debería estar en su tumba retorciéndose si supiera.

Mary deseo compartir su humor con Jurgen, sin duda él apreciaría esta pequeña ironía.

¿Que podría haberle mostrado a Preston de las cosas que estaban en el jardín que había en la resistencia? Podría haberlo iniciado en algo un poco menos refinado, tal vez Mailer, o Morrison.

Cerró sus ojos por unos segundos recordando el ánimo y la complacencia de ese tipo de música. Letras como poesía se desinhibían a través de una catastrófica pared de sonido.

Mary reaccionó cuando descubrió que algo así nunca se podría hacer.

Rápidamente ella volvió a poner al álbum en su sitio escondido.

Luego sacó un libro de poesía de Yeats. Las páginas parecían estar algo tinturadas con lo que lucía como sangre seca.

La sangre de Partridge, Preston había guardado el libro después de...

Pero aún estaba con la dosis cuando eso sucedió, lo sabía.

Mary puso todo de vuelta en su sitio con manos torpes, si él había conservado el libro cuando aún estaba dosificado.

¿Partridge halló la manera de entrar en Preston antes de que lo matara? ¿o había algo más ahí.?

Sus ojos saltaron sobre la vacante al lado de la cama de Preston, el lugar de su esposa.

Podría el haber sentido algo cuando la atraparon, pudo sentir algo cuando fue quemada.

Tal vez Jurgen tenía razón, la unidad familiar puede esconder una multitud de pecados. Tal vez había más del Clérigo de lo que se veía.

Incluso si él nunca lo supo.

Ella fue hacia el cuarto de los niños a verificar lo que ya sabía.

No encontró nada que valiera la pena en el lado del niño. Eso probaba que el niño era más inteligente que todos ellos.

La hija era más creativa que el padre, pero aun susceptible a una búsqueda motivada. Sus dosis estaban cuidadosamente metidas entre su traducción juvenil del Manifesto. Un trío virtual de delgadas criaturas de origami cayeron en las manos de Mary. Conejos, ratones, tan agradables como frágiles. Algunos de ellos cayeron al piso. Frascos de tintas de colores pasteles, limón, rosa se cayeron en la oscura superficie.

Los puso de vuelta en su sitio escondido. El Manifesto era la única mancha que un clérigo no miraría, pensó ella. Y el papel es soluble, fácilmente destruible. Muy inteligente, tal vez su hermano le ayudó a hacerlo.

Un poco de reconocimiento brillo ante ella.

Mary retrocedió a sus propios recuerdos cuando comenzó a sentir. No era tan joven pero su felicidad era casi infantil en su simplicidad.

La hija de Preston y su hijo se habían encontrado en la misma tesitura. Y supieron esconderse del clérigo mas intuitivo de todos.

Que interesante.

Ella se preguntó si Preston realmente lo sabia.

En cualquier caso, no era el secreto que ella divulgaría. Él descubriría el tesoro que habia dentro de sus hijos cuando fuera tiempo.

Con una respiración profunda ella se puso de pie, llevó una de sus manos hacia su frente y sintió la esencia de Preston nuevamente.

Su cuerpo respondió de inmediato. Mary sintió un repentino cosquilleo en su garganta. Había una afinidad con este hombre que nunca había sentido por nadie más, aparte de su hermano.

No era un sentimiento necesariamente bienvenido.

Hasta ese da era imposible para ella verlo como algo más que un Clérigo.

Al descubrir sus secretos, las llaves de su alma, podría encontrar que había más de él de lo que ella había supuesto, porque ahora ella podía mirar a ese enemigo como un individuo, capaz de muchas cosas, como ella.

Es demasiado, pensó. Su libertad, su casa, su familia. Todo lo que había hecho la forzaba a entenderlo y a conocer más de sí misma.

Sus hombros se estremecieron con ansia.

Antes ella había cruzado los límites por una vida que ella creía que valía la pena vivir. Ahora solo podía ver qué tan estrecha se había vuelto esa vida.

Clérigos, ofensores, ¿qué maldita diferencia hacía eso?. Todos eran prisioneros de la misma realidad.

Ella siguió su camino hacia el baño. Cuando llegó al lavamanos lo abrió y se salpicó agua en la cara.

El reflejo en el espejo le confirmó lo que ya sabía.

Sus ojos azules eran salvajes, sus mejillas estaban sonrojadas, la cinta roja que Preston le había atado al cuello permanecía ahí llamando su atención de una manera en que no lo había hecho nunca.

Ella no podía recordar cómo se sentía el usar esa cinta antes de que él viniera.

Ahora, en cambio, todo lo que ella podía sentir era la impresión de sus dedos sobre su piel.

Un sonido se escuchó en la sala.

Preston.

Con una respiración profunda Mary fue hacia donde él estaba.

Una característica había cambiado en el apartamento mientras ella caminaba hacia la sala. La oscuridad había caído y una moderada lluvia se golpeaba contra las ventanas.

La difusa luz hacía que fuera más difícil encontrar en camino en ese entorno desconocido.

Preston gruñó otra vez, un sonido de tortura. Mary lo encontró encogido en el sofá cubierto de sudor frío.

-Decirte... - escuchó su gruñido - no lo haré...mentira...solo una elección...siempre ha sido... –

Cada hueso de su cuerpo parecía estar rígido y dolorido.

Ella se quitó la chaqueta y se sentó a su lado tomando su mano.

Cuando lo tocó él tragó una respiración - vale la pena...- susurro -… con gusto. -

Mary no entendía, no podía dar sentido a lo que necesitaba. Sólo sabía que él estaba en problemas.

- Preston - dijo ella suavemente pasándole una mano por la frente. - Clérigo...-

Él se despertó súbitamente ante esa mención, la apartó y calló sobre el piso, se inclinó, su frente estaba presionando al tapizado, temblaba violentamente.

- Preston - dijo ella otra vez, teniendo cuidado de usar su nombre solo esa vez. Sus manos se posaron en su espalda. - está bien...estabas teniendo un sueño - Él no respondió. - Preston, vamos - su voz se volvió firme – ¡John! - intentó - levántate del piso - sus dedos presionaron sus hombros.

Preston se echó hacia atrás y se sentó en las rodillas. La miró.

- Ven - ella se sentó en el sofá y lo señaló - siéntate –

Un minuto entero paso hasta que él hizo lo que ella dijo, entonces casi se reclinó sobre el mueble, su respiración finalmente comenzó a relajarse y tambien sus ojos.

Mary se relajó a su lado, estaban muy cerca.

- ¿Tienes muchas pesadillas? –

- No - dijo él, luego hizo un rápido gesto con la mano - bueno... algunas veces.

- ¿Desde que dejaste de tomar la droga? –

Él la miró.

- Si –

- Suele pasar - dijo ella esperando darle lo que creía que fuera un consuelo - Cuando se va el Prozium...solo tienes que encontrar el equilibrio –

Ella se sorprendió cuando el rio lentamente.

- Si solo fuera tan sencillo –

- ¿Qué...? -

- Olvídalo - la cortó el, tapando su cara con sus manos.

Su rechazo la golpeó como una bofetada, pero ella había dejado de preocuparse por sí misma. Alargó su mano y alcanzó a rozar la punta de una de sus cejas.

-No -

Él se volvió hacia ella y le tomó la muñeca, el abrupto movimiento la hizo perder el equilibrio, ella cayó contra él pesadamente, sus rostros estaban a milímetros.

Su mirada flotó sobre la de ella en la débil luz, no la empujó lejos como ella pensó que lo haría.

- Ellos...- susurró ella - ¿ellos te lastimaron cuando estabas en el Confesionario?

Preston se quedó completamente quieto ante la pregunta, ella sabía que él quería mentir, pero algo le impedía hacerlo.

-Si - dijo finalmente.

- ¿Fue tan terrible? – Él había visto la muerte de ella en sus ojos –

- Dejé que la madre de mis hijos fuera quemada - dijo suavemente - disparé a mi mejor amigo en la cara, ¿qué tan terrible podría ser?

El dolor en sus ojos era lacerante, pensó ella, dolor en el pecho. Mucha gente, cuando dejaba de tomar la dosis no le preocupaba lo que había hecho antes. Pero no a Preston.

Parecía que no había final en el abismo de sus secretos.

Mary podía sentir la inspiración y expiración de su pecho contra él de ella. Una de sus manos estaba posada sobre el lado del corazón de él, podía sentirlo.

Sus dedos se flexionaron experimentalmente, presionando contra su carne.

Ella lo escuchó respirar agitado. Sintió la rapidez de su pulso, mirándolo ella vio que la estaba observando a través de sus pestañas, estaba mirándole la boca.

El deseo palpitó en su sangre como oro líquido, insidioso, sacudiendo su cuerpo entero.

Mary quería conocer su desesperación, necesitaba sentirlo, absorber su ira con cada respiración que tomara.

En la celda ella estaba dispuesta a ser quemada sin ninguna oposición, ahora se hallaba ahí.

Sin importar lo que pasara no se daría por vencida, esta era otra oportunidad para pelear, para sobrevivir, con él.

Preston parecía sentir lo que ella sentía.

Y aun así dudaba.

Sombras perfilaron el afilado contorno de sus rasgos. Ella podía ver la indecisión y cierto grado de expectación.

Estaba esperando, la esperaba a ella.

Su corazón latió contra sus costillas, Mary respiró hondo y bajó sus ojos por un momento antes de mirarlo fijamente.

- Preston - dijo ella - ¿Por qué? ¿Por qué yo? -

- ¿No lo sabes? pregunto él, entonces lenta y deliberadamente dijo: - Mírate –

En un instante Mary fue transportada a la terrible mañana cuando el grupo de guardias irrumpió en su casa, lo recordaba todo.

Su pánico, su furia, al otro clérigo Brand con su insolente expresión, Preston viniendo hacia ella con el trueno de su voz, y la manera en que la hizo mirar la pared, al espejo, el cristal estaba frio como hielo en su piel, su respiración, una ardiente caricia sobre su garganta.

- Mírate - había dicho él, sus ojos se habían encontrado en el espejo - Mírate –

Mary lo miró sin aliento.

Por las barbas del profeta, pensó, ella era la primera.

Ahí, en el lugar más peligroso, entre armas y guardias, ella había sido la primera mujer que vio sin la mentira.

Repentinamente todo tuvo sentido, cómo peleó, por qué lo hizo, la manera en que escapó, el mortal juego que juagaba con el Monasterio.

Estaba haciendo todo ello por sus hijos. Por ella.

Ella lo besó entonces, caliente y desesperadamente, diciendo cosas con el cuerpo que no podían ser expresadas. Preston no tenía idea de cómo responder, pero no la apartó, sus labios estaban estáticos y firmes contra la presión de la necesidad.

Luego él la empujó sin respiración, aterrorizado, pensó ella.

Pero después la sujetó, sus dedos se deslizaron sobre la cinta roja en su garganta, él tiró. La suave seda cayó lejos dejando un rastro de fuego sobre su piel.

- Mary - tragó él - no puedo... no sé qué hacer -

Esas eran las palabras que ella nunca pensó escuchar de un Clérigo. Se rio, un sonido lento y ronco.

-Cállate, Preston, ya sé que no hay nada que no puedas hacer-

Sus ojos se abrieron ante la frase conocida, tragó con fuerza claramente nervioso.

Mary arqueó una ceja y se sentó derecha y se quitó los zapatos, luego se sentó y retiró su vestido. Los segundos pasaban mientras ella le dejaba mirar, finos huesos, pálida piel, pezones erizados por la fría brisa de la habitación, la oscura y la rebelde melena que caía sobre su espalda en ondas. Ella puso una mano sobre la punta de sus pechos y luego sobre todos ellos.

Preston la observaba pensando que estaba viendo el mismo apocalipsis.

Por un instante Mary sonrió, él estaba completamente a su merced, tan perdido en ella como lo estaba en la droga. Su confianza, su placer, tal vez fueran algo que él no comprendería o no podría hallarle sentido.

Las victorias sobre los clérigos eran pocas y está en particular era la más dulce de todas ellas.

Ella se inclinó sobre él, sus dedos trabajaban en los botones de su camisa, la húmeda tela se deslizaba sobre sus dedos, él se movió hacia ella enterrando su cara en el hueco se su garganta, probando su piel, aspirando su esencia.

Mary tiró de sus cabellos hasta que le apartó, su camisa estaba abierta, ella dibujo su pecho con un rápido movimiento de su muñeca. Lo miró tímidamente, sus dedos rozaron los firmes músculos y la tensa carne que se delineaba contra la pálida sombra de lo que quedaba de la noche.

La perfección de su cuerpo era un recordatorio de la fría unanimidad con la cual rodeaban sus vidas. Apenas podía mantener sus manos apartadas de él. El hambre llamaba, el canto de las sirenas. Tocar sentir, en cada forma en la que la resistencia lo consideraba como arte.

Era malo cuando el arte moría al ser reconocido como tal.

Pero había alternativas. Ahora Mary lo sabía, pronto también lo haría él.

Preston tembló cuando las manos de ella rozaron su cintura haciendo una pausa antes de detenerse y desabrochar su cinturón, la hebilla estaba fría pero la piel bajo ella estaba como enfebrecida.

Los labios de ella rozaron el cuello de la camisa, su mandíbula, la pequeña cicatriz de su cuello donde solía aplicarse el Prozium.

Finalmente se detuvo justo debajo de su boca.

Preston hizo un pequeño sonido, su respiración tibia tocaba el rostro de ella.

Él necesitaba más, estaba desesperado por mas y ella no quería otra cosa que darle lo que quería.

Lo besó nuevamente, más rudo y salvaje que la última vez, empezó a perderlo de vista en medio de su creciente y propia necesidad.

Tensa, Mary agarró su mandíbula presionando su pulgar en la esquina de la boca de él hasta que la abrió, ella deslizó su lengua contra la de él, el gusto de su boca, oscuro y amargo hizo que su cabeza diera vueltas.

El calor creció entre sus piernas en un hondo y aterciopelado golpe de deseo.

Él se quejó ligeramente a medida que ella avanzaba penetrando su boca, succionando su labio inferior, ella jugó con su lengua impulsándola hacia adelante.

Preston se acercó a ella vacilantemente, luego con valor cuando escuchó el suspiro de aprobación de ella, él empujó hasta apretar su barbilla antes de volver una vez más descubriendo los secretos de su boca.

Una sensación de vértigo la sobrepasó mientras ella lo dejaba explorarla, pero Mary sabía que era demasiado pronto para dejarse ir completamente, él era bueno, pero no tanto.

Todavía.

Las manos de ella saltaron sobre sus costillas, el estómago de él saltó ante su toque. Ella tocó su ombligo, sus dedos rozaban la delicada piel alrededor de este.

Preston se quedó quieto esperando instintivamente, entonces se empujó así mismo hacia ella.

Una sacudida de desesperación meció a Mary quien se enderezó un poco rezando por poder resistir, las rodillas de ella agarraron las caderas del mientras ella le sostenía la mirada.

Ella vio la mano de él en su cintura, la tomó liberándola de su toque, su pulgar se deslizó sobre su palma haciendo que los dedos se extendieran, ella los estudio lentamente.

Tenía bonitas manos, fuertes...capaces de...ella no se atrevía a siquiera pensar que eran capaces, las puntas de sus dedos, antes frías, eran ahora tibias al tacto, Mary froto la carne entre cada hueso firme, un zumbido subió por su garganta.

Ella le dio un rápido beso en la palma antes de capturar sus ojos una vez más, entonces sosteniendo aun su mano ella deslizó un pulgar del dentro de su propia boca.

Los ojos de Preston se cerraron cuando ella lo chupó suavemente, él gruñó, su cabeza se movía de un lado a otro, sus caderas se agitaban bajo ella.

El rudo, salado sabor de su piel llenó los sentidos de ella, mordisqueó ligeramente la punta del pulgar antes de deslizar su lengua por el empeine hasta donde se encontraba con la palma.

Él estaba jadeando irreflexivamente, los dedos de su mano libre subían y bajaban por la curva de la parte interna de sus muslos, Mary se estremeció un poco, movió su cabeza, su cabello estaba entre ellos en brillantes ondas.

Él no podía saber lo que le estaba haciendo, pero, aun así… Se acercó aún más explorando hasta que su pulgar se deslizó entre la hondonada donde sus piernas se unían.

Estaba caliente, húmeda, sus dedos se deslizaron sobre su carne, como seda en seda. El ligero, tentativo toque fue suficiente para batear su lucidez. Mary casi grito cuando inadvertidamente él rozó completamente su feminidad.

Pero era tarde, tarde para esconder el placer de su respuesta. Él volvió a tocarla, más seguro esta vez, encontrando su sexo, frotándolo con fuerza, firmemente, su pulso latía con necesidad. Mary miró hacia abajo, él la observaba, sus ojos estaban cegados de deseo y de otra cosa; el descubrimiento, el entendimiento.

Maldición.

Esto estaba mucho más allá de su control.

Ella se sacudió hacia el pulgar tratando de atraerlo otra vez, entonces cuando él menos lo esperaba ella deslizó uno de sus dedos por su larga y gruesa dureza.

Él maldijo en su boca, agarrando la mano de ella tan fuertemente que casi le cortaba la circulación. Entonces la realidad se fracturó, él invirtió sus posiciones fenomenalmente rápido.

Mary súbitamente se vio de espaldas, ella pudo soltar un poco de su aliento antes de que él se pusiera sobre ella, bajara sus pantalones, la levantara de las caderas y entrara en ella con un rápido y poderosos movimiento.

Ella tragó un sollozo y se arqueó hacia él. Preston le tomó de las muñecas poniéndolas a ambos lados de su cabeza, ella se dejó ir y él se movió enloqueciéndola, empujándola hacia el límite de una manera en que ella jamás habría creído posible.

Él estaba aún vestido y el material de su uniforme raspaba su sensibilizada piel, su respiración se volvió entrecortada.

Rápido, todo sucedió demasiado rápido, más de lo que pudiera pensar o hacer. Solo dejó que él le hiciera el amor hasta olvidarse del mundo.

Los dedos de él vagaron por su cuerpo aprendiendo sus formas, su textura, con mesurada intensidad, el arco de su cintura, sobre la suave piel de su vientre sobre la tierna curva de sus pechos, ella no pudo contener un gemido de placer.

Por el momento toda la razón se había esfumado, ella solo era consiente de él, de su sensación, caliente y resbaladizo, enterrado profundamente en ella, él dibujo con su mano cada trozo de su cuerpo, con cada roce tocaba la desesperación de su corazón, la necesidad, tocaba un lugar al que no había sido capaz de llegar, ahora él estaba ahí, una vez, y otra y otra...

Era demasiado, no podía esperar Mary clavó los talones en el piso y se apretó contra el llevándolo aún más lejos, estrechándose toda alrededor de él.

Ella vio los ojos de Preston ensanchándose ante la emocionante sensación, ante la evidente maravilla, una delicada presión creció en su espina dorsal.

-Sí... - murmuró ella rozando su mejilla -ahora...-

Los dedos de Mary se deslizaron entre las suaves ondas de su cabello tirando de él hacia atrás, ella lo vio alcanzar la cima, la dicha en sus ojos alborotó los sentidos de ella.}

Su clímax fue fiero y violento, completo. No podía oírla, no podía respirar...

Y ella lo sintió a él, su sexo, su corazón, su alma, sus piernas se convulsionaron y lo apretaron con un placer casi doloroso.

Mary se agarró a su fuerte espalda, sus uñas escoriaban sus poderosos hombros mientras cedía la inconciencia de su acoplamiento.

Colores bailaban ante sus ojos. contrastando con la oscuridad.

Ella cayo con él a través del vacío, del fuego, la dulzura y la dicha, de liberación.

Ella era consiente solamente de de una cosa, Preston.

Fundiéndose con ella en la profundidad, él estaba adherido a ella.

Su agarre era tan fuerte que ella temía que la partiera en dos, tendría moretones al día siguiente.

Valía el precio, pensó ella parpadeando, lo pagaría una y otra vez, tanta como él la dejara.

El silencio reinó después de unos momentos la quietud de la mañana volaba sobre los recodos de aire a medida que la lluvia caía, el cielo sangraba alrededor de ellos.

Con un leve suspiro Preston se movió, los hizo moverse de manera que quedaran más cómodos ahora en el sillón, él la envolvió estrechamente en sus brazos.

A pesar de la tibieza de su cuerpo Mary temblaba en la difusa oscuridad. Preston sostenían su mano sobre su fría piel, luego se inclinó un poco para alcanzar su abrigo, la envolvió a ella con este abrazándola nuevamente.

- No estoy muerto Mary - murmuró el, - ya no –

Su voz era baja y sensual ella sintió el deseo liquido derramándose en sus piernas los labios de Mary tocaron su garganta saboreando el rastro de sus lágrimas que aun yacía allí y en sus mejillas.

La ternura emergió dentro de ella, un débil dolor en su pecho. Él ahora era una parte de ella, pensó.

Un Clérigo y una Ofensora.

¿Como podía ser posible?

Quise cambiar el mundo, dijo el profeta Hule, pero he descubierto que la única manera es cambiando uno mismo.

Mary echó la cabeza hacia atrás apoyándola en el hombro de él, sus ojos se cerraron con entendimiento, Preston había tomado su decisión, había peleado por sus hijos, por él mismo, por ella.

Ella no cuestionaría nada de ello.

En un momento de claridad antes de que el sueño la venciera, había encontrado una respuesta. Durante sus realidades la vida de prisioneros les había dado la oportunidad, los había cambiado, ellos habían cambiado al mundo, era cierto.

Habían ganado.