Prólogo: El día después del Final

Harry se recostó en la cama, agotado, con el cuerpo entumecido y los ojos ardiéndoles. Estaba más cansado de lo que nunca se había sentido en su vida. Pero también más feliz que nunca antes. Había terminado… por fin, su vida alcanzaba una meseta, algo de paz. Por fin podría llevar esa vida tranquila que siempre había deseado y que el destino tan despiadadamente se había negado en darle.

Cerró los ojos mientras una débil sonrisa se le dibujaba en los labios. Podía aún escuchar los gritos y los festejos provenientes del Gran Salón. La gente también volvía a ser feliz. La Guerra había terminado. Pero él ya no podía festejar más. Su cuerpo, su mente le pedían descansar. Un descanso muy merecido.

Lentamente, la oscuridad fue envolviéndolo, y pudo notar como de a poco el sonido del castillo se iba apagando, hasta que ya no pudo escuchar nada, y cayó rendido en un sueño profundo y calmo, por primera vez en mucho tiempo, libre de pesadillas.


Sintió una mano rozando su mejilla, y se sobresaltó. Abrió los ojos grandes como platos, y busco a tientas su varita en el bolsillo de su túnica. Pero los ojos marrones que lo miraban en ese momento lo desarmaron por completo. Sintió su corazón retorcerse de emoción, y quedó paralizado donde estaba.

La pelirroja le sonreía dulcemente, aún con una mano extendida hacia donde segundos antes había estado su mejilla reposada. Tenía los ojos brillosos, y las mejillas sonrosadas. Estaba sucia y ensangrentada, con el pelo revuelto y enmarañado, y sin embargo, Harry la encontró más hermosa que nunca. Era el ser más perfecto que había conocido, y tenerla ahí, con él, solos, tan cerca por primera vez desde el verano anterior, se le antojó un sueño.

-Ginny…-susurró con un hilo de voz, y una voz ronca que no se le hacía propia.

-Hola, Extraño…-se burló ella acentuando aún más su sonrisa. El silencio los rodeó, pero a ninguno le pareció incomodo. Era el tiempo que necesitaban para poder mirarse a los ojos nuevamente. Para poder redescubrirse el uno al otro. Para poder comprobar que era real, que estaban vivos contra todo pronóstico.-No quise despertarte… sólo quería verte…-trató de explicarse Ginny luego de un tiempo en el cual ninguno supo que decirse.

-No,…yo me alegro que me despertaras.-la interrumpió Harry, y se sentó en la cama. Ella continuaba arrodillada junto a él.-Me alegro de que estés acá… después de todo… me alegra que quisieras volver a mi.

-No importa lo que pase, Harry… siempre voy a volver a vos.-repuso ella, mientras más lágrimas se le acumulaban en los ojos.

Y entonces, sin previo aviso, sin siquiera pensarlo, impulsado por el profundo amor que profesaba por aquella joven, Harry tomó su rostro entre sus manos y la besó.

Y el beso le supo a gloria. Recordó el sabor de su boca, y la textura de su piel, y sintió que su corazón se le aceleraba en el pecho. Y de golpe fue conciente de cuánto la había extrañado, de cuánto la había necesitado. Se dio cuenta de lo mucho que le había dolido el dejarla ir, y de lo mucho que lo había torturado pensar que él moriría, y que ella continuaría y tendría una vida con otra persona, con algún otro hombre, pero no con él. El amor y el dolor se le mezclaron en el interior, y sus manos aferraron con más fuerza a la pelirroja que tenía frente a él, abrazándose a su cuello y a cintura, como si temiera que se disolviera en el aire. Ginny había entrelazado sus manos en el cuello de Harry y en sus cabellos, y le devolvía un beso que lentamente se volvía más intenso y pasional. Las palabras que nunca se habían dicho y los besos que no se habían dado en ese tiempo que habían estado separados se hicieron presentes en ese momento, y ya nada más importó. Sólo ellos, y ese momento, que les era propio. Harry la arrastró hacia él, y perdiendo el equilibrio, cayeron derrumbados en la cama. Y entonces Ginny rió, y separó levemente sus labios de los de Harry.

-Te amo tanto-le dijo suavemente al oído, mientras se acurrucaba a su lado. Y Harry la aferró por la cintura, mientras que sentía su cabeza apoyada en su pecho, y sus manos acariciándole los brazos.

-Yo te amo mucho más, Ginevra… -le respondió él, mientras cerraba los ojos, sintiendo que no podía haber otro lugar en el mundo donde pudiera preferir estar en ese momento, más que abrazando a aquella pelirroja que tanto amaba.


Las primeras gotas comenzaban a caer sobre el cementerio de Valle de Godric. Pero Harry apenas las sintió sobre su cuerpo.

Harry sólo había asistido al de Dumbledore en su vida, pero nada lo podría haber preparado para aquello. El dolor lo había atravesado como una estaca en el pecho, y sentía que esa herida que se le había abierto jamás cerraría. Le costaba respirar, y contener las lágrimas se le estaba haciendo prácticamente imposible. Sabía que tendría que hablar, porque se lo habían pedido, y él había dicho que sí. Pero ahora, que se encontraba a pocos minutos de tener que cumplir con su palabra, cayó en cuenta de la magnitud de la tarea. Y sintió que no sería capaz de hacerlo. Simplemente, no podía.

A su lado, Ginny pareció comprender lo que le sucedía, porque apretó levemente su mano, dándole a entender que ella estaba ahí. Que no estaba sólo.

Finalmente, el hombre que había estado hablando hasta entonces le hizo una leve seña con la cabeza, y Harry supo que había llegado el momento de hablar. Fue conciente de los cientos de ojos que lo miraban mientras que caminaba hacia la leve tarima que habían colocado junto a los ataúdes que se hallaban cerrados. Pero no le importó. Ya se había acostumbrado a que la gente lo mirara. Aunque claro, que ahora era diferente. No eran miradas de desconfianza, o susurros a sus espaldas sobre rumores que lo involucraban. Eran verdaderas miradas de admiración, de cariño, de expectación.

-Buenas noches a todos.-saludó Harry cuando estuvo junto al leve estrado que se alzaba frente a la multitud, y notó como el leve murmullo que había deambulado entre los presentes desapareció al instante, para dar lugar al más inescrutable silencio.-Quiero agradecer a todos por estar presentes hoy acá.-sintió un nudo en la garganta.

Había preparado un leve discurso, pero de pronto se le antojó tonto y demasiado esquemático. No podía decir eso… esas no podían ser las últimas palabras que se le dedicaran a esas personas que él tanto quería. Y de golpe, el discurso que había planeado se disolvió en su mente, y decidió dar rienda suelta a lo que verdaderamente sentía en ese momento.

-Los que hemos vivido en los últimos días es una prueba de lo que el Mal es capaz de hacer. Voldemort vino con un odio y deseo de poder y se llevó por delante todo lo que mucha gente había trabajado durante años para levantar. En su avaricia y maldad, arrastró consigo a cientos de personas de buen corazón que no se merecían ese cruel destino. Destruyó familias… dejo a niños huerfanos, a mujeres viudas, y causó daño y dolor que ni siquiera tiene un nombre: arrebató a sus padres de sus amados hijos.
"Hoy despedimos las almas de tres maravillosas personas, que encontraron la Muerte mucho antes de lo que les correspondía. Tres personas que dieron su vida porque creían en algo más, algo superior a ellos. Ellos creían en el Bien, y en el poder sanador del amor. Dieron sus vidas por el sueño de un mundo mejor en el cual vivir, dieron sus vidas para que los que sobreviviéramos pudiéramos ser felices. Hoy quiero pedirles a todos que recordemos con amor y gratitud a Fred Weasley, Remus Lupin y Nymphadora Tonks. Sin ellos nada de esto hubiera sido posible. Que sus muertes sean un recuerdo de lo que el mal puede herir, y de lo que el bien puede sanar. Que sus muertes no sean en vano. Que aquello por lo que murieron no se olvide, y sea cuidado por todos nosotros, y por las generaciones venideras, para que así ellos puedan descansar en paz.-una vez que Harry había comenzado a hablar, las palabras salieron de él a borbotones, casi sin pensarlo.

Pero supo enseguida que aquello era exactamente lo que quería decir, lo que tenía que decir. Se atrevió a mirar hacia la primera fila, donde la Sra. Weasley lo miraba con lágrimas cayendo por sus ojos, y le sonreía en agradecimiento por lo que decía. Él le devolvió la sonrisa débilmente. Sintió que en sus ojos las lágrimas también comenzaban a formarse, y con la voz algo cortada, terminó diciendo:

-Lo siento mucho… de verdad que lo siento. Sólo espero que puedan encontrar la paz y felicidad… donde sea que estén ahora.-las últimas palabras las dijo en un tono débil y bajo, casi para sí mismo, pero todos los presentes pudieron escucharlo.

Y entonces, los ataúdes descendieron hacia las tumbas que habían sido cavadas ese mismo día. Harry sintió que no podía mirarlo… no podía ver como sus cuerpos se perdían en la tierra… porque por más que sabía que ellos estaban muertos, el verlos desaparecer bajo metros del suelo, era una realidad para la que no se sentía preparado. La estaca que sentía clavada en el pecho pareció pincharlo aún con más fuerza, e incapaz de mirar esa escena, desvió su vista hacia la gente que se encontraba frente a él. Harry notó que era mucha gente, mucha más de lo que se podría haber esperado en el entierro de personas tan comunes como eran Fred, Lupin y Tonks. Pero él supo que este entierro encerraba mucho más que una simple despedida. Encerraba el cierre de un ciclo. Su ciclo. Con esos ataúdes, se iban los últimos vestigios de la Guerra contra Lord Voldemort, y ya sólo quedaban ellos: los sobrevivientes. Para continuar sus vidas, o lo que quedaba de ellas. Había que seguir adelante. Lo sabía. Pero en ese preciso momento, simplemente le parecía imposible que algún día podría volver a su vida como si nada. Porque ya nada sería igual Él no era igual.

La gente se había agolpado en el cementerio del Valle de Cedric no sólo para despedir a esos tres cuerpos, sino para verlo a él, a Harry Potter. Y para escucharlo hablar oficialmente, por primera vez, desde que había derrotado a Voldemort. Y Harry sabía que eventualmente, algún día, tendría que contar su parte de la historia. "Pero no por ahora…"pensó, mientras miraba tantas caras, la mayoría desconocidas, y se detuvo en los rostros de las personas que ocupaban las primeras filas.

Allí estaban todas las personas que él tanto quería: Ron dejaba que sus lágrimas cayeran por su rostro silenciosamente, mientras con un brazo envolvía por los hombros a Hermione, quien escondía su rostro en el pecho del pelirrojo, llorando desconsoladamente. Sus dos amigos… sus mejores amigos, sus hermanos por elección. Les debía la vida. Sabía que no le iba a alcanzar toda una eternidad para agradecerles lo que habían hecho por él. Porque talvez ellos no lo supieran, pero Harry nunca habría logrado vencer a Voldemort de no haber contado con ellos dos a su lado. Habían sido su soporte, el hombro sobre el cual apoyarse, su oído confidente, su mano amiga.

Y junto a ellos se encontraban el resto de la familia Weasley, familia que Harry amaba tanto como si fuera suya, y que lo habían acogido como otro miembro sin excusas o miramientos. Esa familia se había arriesgado entera por él, y había pagado un alto precio: la vida de uno de sus miembros, Fred. Y sin embargo, allí estaban, todavía con él. No lo culpaban, o no, nada de eso. Todavía lo querían, y si era posible, aún más que antes. Harry todavía recordaba cómo la Sra. Weasley lo había abrazado y había llorado sobre su hombro cuando la guerra había terminado, exclamando en voz alta lo agradecida que estaba de que él estuviera sano y salvo, y de cuánto lo quería, como si fuera su propio hijo. No importara cuando insistieran ellos en que habían tenido mucha suerte de que aquel 1 de Septiembre, siete años atrás, Ron conociera a Harry. Harry estaba seguro que aquel día, el muchacho con suerte había sido él.

No muy lejos vio a Andrómeda Tonks, madre de Tonks. Y sintió que su corazón se partía cuando veía a esa mujer. La pena estaba grabada en sus ojos, que no derramaban ninguna lágrima, pero que sin embargo, reflejaban el dolor que sentía su alma. Había perdido a todos: su esposo, su hija, su yerno. Pero en medio de tanta muerte, la vida había hecho su pequeño milagro, y le había regalado a Teddy Tonks. Ahora el pequeño descansaba en sus brazos, con el cabello de color azul, y los ojos cerrados con una expresión calma. No podía saber que a pocos metros, se encontraban los cuerpos sin vida de sus padres. Padres que nunca llegaría a conocer, que nunca escucharía hablar, que nunca podría abrazar o besar. Y de golpe, Harry se sintió más unido a ese niño de lo que nunca antes se había sentido. Supo que Teddy era como él. Supo que eran iguales. Y también supo, desde ese momento, que haría todo lo que estuviera en sus manos para que la vida de Teddy fuera una vida feliz. Se lo debía a Remus.

Luna permanecía a un lado, con esa mirada ausente y soñadora, y una triste sonrisa en los labios. Harry sentía un profundo cariño por aquella muchacha, y supo que lo vivido con ella en los últimos años había forjado un lazo de amistad profundo y duradero, que nunca se rompería. Fiel a Harry, ella se había mantenido inquebrantable, incluso cuando fue tomada prisionera por los Mortífagos. Talvez el sombrero la había sorteado a Ravenclaw, pero Harry tenía la sensación de que un corazón valiente como ese no podía ser otra cosa que una Gryffindor.

Neville todavía tenía varias heridas que no terminaban de sanar, y que posiblemente, dejaran algunas cicatrices como recuerdos de lo que había soportado estoicamente. Harry comprendió que él y Neville tenían algo en común: ninguno de los dos lo había querido, pero la vida los había elegido para ser líderes. Neville había sabido reemplazar a Harry a la perfección en Hogwarts luego de que éste no volviera ese último año, y Harry jamás olvidaría cómo Longbottom se había plantado frente a Voldemort cuando todos lo habían creído muerto. Allí tenía otro fiel amigo.

Las caras conocidas desfilaron frente a él, y sintió que los acontecimientos de los últimos días lo habían unido a aquellas personas más que cualquier otra experiencia. El dolor y la muerte de las personas que uno ama generan profundas heridas, pero también son fuente de unión entre aquellos que quedan. Y con ese sentimiento reconfortándolo, y apaciguando el dolor que la estaca imaginaria le causaba en el pecho, Harry se animó a mirar hacia las tumbas, justo a tiempo para ver como la tierra se elevaba en los aires, tapaba los ataúdes, y una nube de humo blanco cubría las tumbas. Cuando la débil nube se disipó, Harry pudo ver tres fragmentos de mármol blanco impoluto que se alzaban sobre las tumbas.

Leyó en uno de ellos, el de Remus Lupin, la frase que él mismo había elegido, y sintió que era perfecta: Quien ha amado hasta morir, entonces ha sabido vivir.


Bueno, espero que les haya gustado... la historia va a ser en realidad sobre Albus Potter... pero me pareció que era necesario empezar desde el punto en el que Rowling nos había dejado....

De más está decir que ninguno de los personajes de este libro me pertenecen. Todos ellos, y el universo de Harry Potter pertenecen a la brillante J.K Rowling. Yo solo me anime humildemente a continuar una historia que no estaba lista para dar por finalizada jajajaja...

Saludos a todos,

G.