Llegando al capítulo final de este fic, tengo que agradecer de todo corazón a Lore por el apoyo, el beteo de casi todos los capítulos y las porras que siempre me echó. Si no es por ella y sus palabras de ánimo al principio, creo que no habría continuado con este fic y con ninguno. También agradezco a todos los lectores que esperaron pacientemente (o no tanto, pero igual, jaja), y a Cindy y a Haru que siempre son tan cariñosas y lindas conmigo. Incluso agradezco a Sonia y a Ara, dos grandes amigas del fandom y de la vida real que, sin leer drarry, siempre me apoyaron a que continuara con los WIPs porque son adorables y ellas saben que eso me haría feliz. Las quiero a todas. Los quiero a todos ustedes.

Gracias.


Capítulo 12

Después de aparecerse en el punto más cercano posible a la Mansión Malfoy, a Harry pareció pasársele el efecto idiotizador de los besos de Draco. El pobre auror iba extremadamente nervioso: se le notaba a cada paso que imprimía sobre el camino de grava. Tanto, que estuvo cerquísima de asesinar a uno de los agentes de Seguridad Mágica que estaban vigilando la casa, el cual se encontraba apostado a un par de metros de la verja de entrada. Todo porque Harry había olvidado que estarían ahí y, al ver al mago, había creído que se trataba del acosador responsable de las amenazas. Si no lo mató fue porque Draco alcanzó a sujetarle el brazo con el que empuñaba la varita y el hechizo se desvió, terminando a unos centímetros de la cara del otro zopenco.

Harry perdió varios minutos disculpándose profusamente, tanto con el agente como con Draco. Éste meneó la mano restándole importancia y le dijo:

—Si no nos damos prisa, los que no te perdonarán serán mis padres. No soportarán que su hijo esté de novio con un impuntual.

Harry soltó una risa fingida y pareció tensarse más. ¿Así que era eso lo que lo tenía así de alterado, la inminente entrevista con los padres de Draco?

—Sería realmente curioso que "ser impuntual" fuera el detalle que les molestara a Lucius y a Narcisa en vez de que el mencionado novio sea eso, justamente… ¡Un novio! —exclamó Harry medio histéricamente, comenzando a caminar hacia la puerta de la casa. Draco lo siguió y lo miró con curiosidad: nunca se habría imaginado que el valeroso auror se mostraría así de asustado ante una indefensa cena con gente que ya conocía de antemano y que no le harían (casi) ningún daño—. Ya sabes, alguien del sexo masculino —continuó parloteando Harry—. El cual, oh coincidencia, ¡es el mismo sexo que su único hijo!

—Harry, me queda clarísimo lo que…

—¿Cómo no van a enfurecerse de que me presentes a mí como tu novio y no a…? Ya sabes, ¿a una dulce, sumisa y abnegada novia sangre limpia? ¿Una con quien sí podrías tener descendencia y todo eso? Además, si a eso le agregamos que soy un Gryffindor, un auror, un mago de sangre mestiza, ignorante de las costumbres mágicas… Pff, Harry Potter, ni más ni menos, para mayores señas. Alguien que tiene una historia no muy agradable con tu propio padre. No comprendo cómo no querrán matarme, ya ni se diga rechazarme como invitado en su mesa.

Draco arqueó las cejas. Todo eso era un buen punto, pero aun así… Estaba seguro de que el cariño que le tenían sus padres superaría cualquier expectativa que éstos hubiesen tenido sobre él y su futuro.

—Aunque te cueste creerlo, Harry —dijo con voz suave—, lo único que ellos quieren es verme feliz. Después de todo lo que pasamos en la guerra… Ambos cambiaron mucho después de todo eso, después de haber temido que yo hubiera muerto en la Batalla de Hogwarts. Me han dejado ser yo mismo, por así decirlo. ¿Por qué crees que estoy laborando en el Ministerio sin resultar desheredado y repudiado por mi padre? Él sabe que eso me hace feliz y por eso lo permite. Aunque, sí… para ser honestos, cree que es un capricho que se me pasará tarde o temprano.

Harry asintió en silencio aunque no parecía muy convencido.

—Seguramente lo mismo creerá de lo nuestro —dijo en voz baja.

—Bueno, que el mundo crea lo que le pegue la gana —afirmó Draco deteniéndose ante la enorme puerta de su casa y encogiéndose de hombros—. Yo, en cambio, tengo la firme convicción de que esto durará un poco más. Además, ¿desde cuándo a Harry Potter le importa lo que piensa la gente de él?

Le sonrió cálidamente a Harry y éste le correspondió en el mismo instante en que un elfo abría la puerta. La criatura, seguramente por reflejo de los sentimientos de Lucius, miró con notorio desdén a Harry. Le indicó a Draco que sus padres ya estaban esperándolos y desapareció.

Draco dirigió a Harry a través del vestíbulo principal con rumbo al salón comedor. Los antepasados de los Malfoy que habitaban los grandes cuadros que adornaban los muros, los miraron pasar con descarada curiosidad. Harry abrió mucho los ojos, admirando cada detalle con genuina fascinación. La luz del crepúsculo que se colaba a través de los cristales emplomados de las ventanas hacía resplandecer el mármol blanco de las columnas y las escaleras principales; y las mesas de patas largas estaban llenas de floreros de costoso cristal con arreglos de rosas hechos seguramente por su propia madre, los cuales le brindaban a la estancia el mismo aroma dulzón que reinaba en el jardín. Draco sonrió en su interior. Su casa era hermosa, lo sabía, y le agradó que Harry resultara positivamente impresionado por ello.

—Es diferente a como la recordaba —susurró éste, observando todo de arriba abajo—. Antes era… —se interrumpió y pareció suprimir un escalofrío—. Diferente —repitió y bajó la mirada.

Draco asintió.

—Sí, está algo cambiada. Mi madre trabajó mucho para sanarla, arreglarla y cambiar el decorado después de…

No completó la frase porque ambos sabían bien de qué hablaba. Harry asintió.

En silencio y un poco taciturnos, Draco y Harry atravesaron las grandes puertas que separaban el vestíbulo del comedor y se encontraron con sus padres, quienes los esperaban sentados ante la enorme mesa que dominaba el salón. Mesa que, por cierto, no era la misma de la última vez que Harry había estado ahí. Después de todo, ninguno de los tres Malfoy hubiera podido volver a probar bocado encima del mueble sobre el cual la maldita y asquerosa serpiente del Señor Oscuro se había zampado a una bruja. Habían sido tantas las cosas y el mobiliario que su madre había tenido que tirar o esconder, que su padre todavía hoy bromeaba con que todo lo "nuevo" que habían tenido que comprar lo había dejado con la bóveda de oro vacía a la mitad. "Nuevo" entre comillas porque la gran mayoría de artículos habían sido costosísimas antigüedades adquiridas a precios exorbitantes y con un montón de historia detrás que incluía a la realeza de varios países.

Pero esa había sido la única manera en que la familia pudo continuar habitando la Mansión a pesar de todo lo vivido ahí, así que había valido la pena cada galeón gastado y hasta Lucius lo reconocía.

Narcisa se levantó en cuanto los vio ingresar. Draco la observó admirar a Harry de la cabeza a los pies y asentir con aprobación. El auror en verdad se veía bien y Draco se congratuló de su elección de túnicas una vez que percibió que su madre aplaudía el aspecto de su novio.

—Buenas tardes, señor Potter —dijo ella—. Bienvenido a nuestro hogar.

—Gracias, señora Malfoy —respondió Harry haciendo una leve reverencia. Draco, que lo conocía bien, sabía que Harry todavía se sentía nervioso pero estaba haciendo un estupendo trabajo en disimularlo. Darse cuenta de eso lo hizo sonreír con orgullo.

Lucius, sin incorporarse de la silla, con mala cara y apretando su bastón con fiereza, los miraba de reojo desde su sitio. Harry lo vio y su aspecto temible lo hizo retroceder, pero Draco sabía que nadie ahí corría peligro. Lucius podía verse molesto pero también parecía tolerante; seguramente Narcisa había hecho una labor excepcional de convencimiento. Lo que ella hizo o prometió, era algo que Draco confiaba no tener que enterarse nunca por su propia salud mental.

Narcisa tomó a Harry de los brazos y le besó las mejillas con fría cordialidad. No podía esperarse más de ella en ese estadio de su relación. Después de todo, todavía había que comprobar qué tal se comportaba Harry como novio y si era en verdad digno de ser tratado como un miembro más de la familia. Harry correspondió al gesto de Narcisa con torpeza y luego besó su mano con evidente nerviosismo. Se veía tan adorable que Draco no pudo evitar sonreír como bobo mientras era testigo de la escena, y entonces se dio cuenta de que Lucius lo miraba a él, ponía los ojos en blanco y meneaba la cabeza en un gesto de profunda resignación.

Sí, era obvio que hasta su padre se había dado cuenta de que Harry Potter era y sería la perdición de todos los Malfoy.

De pronto, Narcisa estaba justo al lado de Draco exigiéndole un abrazo y un beso. Ella aprovechó el acercamiento para susurrarle:

—Veo que ahora el noviazgo sí es auténtico, ¿cierto?

Se alejó un poco para mirar a Draco a los ojos. Ambos sonrieron mientras Draco asentía con la cabeza. No le había pasado desapercibido que antes, en la mañana cuando Harry había ido a buscarlo a casa, su madre había comprendido que todo era un montaje de Draco para conseguir estar con el auror. Se enorgulleció de su progenitora: tanto porque era una mujer inteligente que no se dejaba engañar, como porque había conseguido entender el lenguaje de miradas con el que Draco había intentado decirle qué era lo que estaba pasando.

Ahora se daba cuenta de dónde había heredado su superioridad intelectual e intuitiva.

—¿Cómo sabes que ahora sí es de verdad? —le preguntó en voz baja a su madre, incapaz de quedarse con la duda.

—Querido, sus expresiones y la manera en que se miran dicen millones de palabras. Además… —Narcisa miró a Harry de reojo mientras éste se acercaba a la mesa a saludar a un reacio Lucius, y meneó la cabeza sin dejar de sonreír—. Creo que también algo podemos deducir del modo de caminar que ahora tiene el señor Potter y que difiere del que tenía apenas en la mañana. Se ve un tanto… adolorido, por decir lo menos —finalizó y cerró los ojos, aparentemente horrorizada con ella misma por ser tan perceptiva y verse obligada a descubrir semejantes hechos.

Draco tuvo que girar el rostro para ocultar su sonrisa triunfante.

¿Quién había dicho Harry que caminaría con tanta anormalidad que hasta sería notado por sus padres?


La cena no fue un desastre total como cualquiera hubiese sospechado. Era cierto que los modales de Harry eran monstruosos y que necesitaba lecciones urgentes "sangre-purezcas" para saber con cuál cubierto se tomaba cuál alimento y para dejar de darles las gracias por cualquier cosa a los orgullosos elfos de la casa. También era verdad que Lucius no estaba poniendo mucho de su parte al tratar a Harry como una cucaracha que ha aplastado con el zapato y se le ha quedado embarrada en la suela; pero Draco concluía que, para ser la primera vez, estaba salido bien.

Narcisa y él lo estaban pasando a lo grande, eso no podía negarse. Especialmente porque llegó un punto donde Harry se cansó de tratar de ser amable con un Lucius que no parecía conformarse con tenerlo como yerno, y empezó a responder a sus pullas con un sarcasmo que Draco no le escuchaba desde sus tiempos en el colegio.

—Supongo que ahora sería el momento perfecto —dijo Lucius burlonamente cuando ya finalizaban con el plato principal— de pedirles a los tortolitos que nos narren cómo se conocieron, cómo se enamoraron y todos esos pormenores superfluos propios de una relación que comienza. Pero… —Hizo una pausa dramática mientras miraba a Harry con repugnancia—. Me temo que todos aquí ya nos sabemos de memoria la repulsiva historia que hay entre ustedes dos. —Miró hacia Draco con fingido dolor—. Después de todo, Draco no hacía otra cosa en los veranos que hablar de Potter sin parar y de todo lo que éste había hecho durante el año escolar. Tanta obsesión debió de habernos parecido sospechosa, Narcisa querida. ¿Cómo no tomamos medidas oportunamente?

—No lo sé, Lucius, mi amor —respondió Narcisa sin despegar los ojos de su plato—. ¿Sería porque tú mismo no hacías otra cosa más que hablar del señor Potter? Yo, sin conocerlo en persona, creo que sabía más de él que nadie, gracias a ustedes dos.

Draco y Lucius se sonrojaron un poco y Harry alzó las cejas, sonriendo ampliamente.

—¡Pero jamás pensé que nuestro propio hijo se…! ¡Se…! ¡Ya sabes qué! —exclamó Lucius examinando a Draco como si buscara signos de una peligrosa y contagiosa enfermedad—. Es que, ¡fíjate, Narcisa! ¡Lo ha hechizado! —Miró hacia Harry con rencor—. Le hiciste algo ilegal, Potter, y no descansaré hasta saber qué fue.

Harry sonreía de lado. Su aspecto era casi maligno y Draco se alegró de ver resurgir ese lado combativo de Harry, especialmente si estaba siendo empleado contra otros ya que, antes, en Hogwarts, había estado dedicado sólo a él (y a veces a Snape).

—Oh no, Lucius, no necesitas agotarte. Yo podría contártelo —dijo Harry con voz alegre y Lucius lo observó con los ojos entrecerrados—. Además, no creas ni por un minuto que conoces toda nuestra historia. Estoy seguro de que hay cosas fascinantes que han pasado entre Draco y yo de las que no te has enterado. Sigue presionando tu suerte y me verás obligado a describírtelas con todo lujo de detalles.

Lucius pareció comprender qué era a lo que se estaba refiriendo porque enrojeció todavía más.

—No te atrevas a amenazarme con ese tipo de… indecencias, niñato —masculló furioso, pero ya no parecía tan seguro de sí mismo—. ¡Y menos si está presente la madre de mi hijo!

—A mí no me incluyas, querido —dijo Narcisa observándolos atentamente—. Me temo que yo sí estaría fascinada de saber. —No era cierto y Draco lo sabía, sobre todo porque había visto a Narcisa removerse un tanto incómoda en su asiento apenas un momento antes, pero ella estaba mintiendo para echarle una mano a Harry. A Draco le costó ocultar una enorme sonrisa de agradecimiento—. ¿Qué hay de nuevo entre ustedes dos que pueda contarnos, señor Potter?

—¡Narcisa! —farfulló Lucius escandalizado.

Harry abrió la boca y Draco se paralizó. Oh Dios, ¿qué era lo que estaban a punto de escuchar? Harry realmente no iba a decir nada de lo último que había pasado entre ellos dos, ¿o sí? Afortunadamente, salvándolos a todos, en ese momento un elfo volvió a llenar la copa de vino de Harry y éste se giró hacia él, olvidándose momentáneamente de que iba a comenzar a soltar indiscreciones.

—Oh. Muchas gracias —le dijo Harry al elfo.

El elfo lo miró con profundo desagrado, resopló con incredulidad y desapareció.

—Harry —dijo Draco en voz baja—, no es necesario que les des las gracias cada vez que hacen algo por ti. En realidad, creo que los estás ofendiendo.

Lucius resopló y dijo con fingida amabilidad:

—Por favor, Draco, sé paciente con tu… amigo —soltó la palabra con desprecio—. Recuerda su origen tan humilde y las ideas dementes de la que se dice es su mejor amiga. Además, tendríamos a bien comprender que todos nos sentimos inclinados a tratar de manera atenta a nuestros… semejantes.

Draco se tensó al oír a su padre insultar así a Harry, pero se tranquilizó al ver que su recién estrenado novio sonreía engreído. Entonces Harry dijo en un tono insolente en el que pocos se atrevían a hablarle al siempre imponente Lucius Malfoy:

—Lucius, ¡tienes tanta razón! —se burló—. Tan inclinado me siento a tratarlos de manera atenta que estoy tentado a regresar mañana con una caja llena de calcetines y dejar tu casa sin uno solo de "mis semejantes". ¿Qué te parecería eso?

Ahora Lucius empalideció.

—¡No te atreverías! —Miró hacia su esposa, ya un tanto desesperado—. ¡Piensa en Narcisa! ¡Se volvería loca sin su ayuda doméstica!

Harry miró hacia la madre de Draco, quien, por toda respuesta, se encogió de hombros. Parecía tan divertida como su hijo y, al igual que él, totalmente incapaz de tomarse en serio las "amenazas" de Harry.

—De acuerdo —dijo Harry todavía en ese tono mordaz que a Draco tanto le gustaba—. Entonces aprovecharé la sobremesa para contarles a tu hijo y esposa alguno de los detalles que te convierten en un ser humano de lo más hilarante y que Dobby tuvo el buen tino de confiarme. Como, por ejemplo, aquella ocasión en la que vinieron unas primas tuyas de Polonia y tú, por querer impresionarlas, te…

—¡Oh, pero por Merlín, mira la hora que es! —gritó Lucius para interrumpirlo. Se giró hacia el elfo que estaba a su lado y quien, al igual que Narcisa y Draco, había estado absorto en lo que Harry estaba narrando—. ¿Qué esperan para servir el postre, elfos buenos para nada? —le gritó.

El elfo gimió, hizo una reverencia y desapareció. Harry soltó una risita y, para desencanto de Draco (quien de veras quería saber qué era lo que su padre había hecho en aquellos, sus años mozos), no dijo más. Draco tampoco había comprendido la referencia a los calcetines, pero sospechaba que algo tenía que ver con aquel infame Dobby cuya liberación su padre nunca quiso aclarar. Pero no desesperó. Ya habría tiempo y oportunidad de tener a Harry a su merced para hacerlo confesar.

Miró hacia el moreno y lo encontró sonriendo tan pagado de él mismo que Draco no pudo evitar enamorarse todavía un poquito más. Sobre todo porque su padre no volvió a atacarlos con comentarios venenosos durante el resto de aquella increíble velada y, curiosamente, parecía un poco más condescendiente que al principio al irremediable hecho de que Harry Potter era un fuerte candidato a formar parte de la familia por el resto de lo que les quedaba de vida... si de Draco dependía.


Terminando de cenar, Draco invitó a Harry a la biblioteca a tomar una copa. Lucius puso los ojos en blanco e hizo muecas de desagrado mientras Narcisa sonreía. Seguramente porque los dos sabían que lo de la copa era sólo una excusa de Draco para estar a solas con su novio antes de dar por finalizada su visita.

Draco no iba a dejar que Harry se marchara sin una apropiada despedida. Le parecía que invitarlo a dormir con él era demasiado temerario en ese, su primer día de relación; y aunque se moría por descubrir qué se sentía ser follado por Harry, tuvo que conformarse con sólo tomarlo por asalto contra una de las estanterías de la enorme biblioteca de la mansión.

Lo besó con goce durante largo rato, redescubriendo en su boca los sabores del pastel de chocolate y el vino tinto que recién acababan de ingerir como postre. Harry soltó risitas y comentó algo acerca de que en esa ocasión ni siquiera había estado fumando. Draco sonrió con aprobación antes de responder "Y sólo por eso te mereces un premio". Acto seguido, buscó la erección de Harry entre las pesadas telas de la túnica tan bonita que traía, se hincó ante él y le hizo la mamada de su vida.

Harry, medio desfallecido, le correspondió el favor apenas pudo mantenerse en pie por sí mismo.

Después de que ambos hubiesen terminado y todavía con los pantalones abiertos y desarreglados, se besaron hasta que les quedaron los labios rojos e hinchados. Finalmente, Harry suspiró, les arregló la ropa a ambos y miró a Draco a los ojos.

—No quisiera irme —susurró. Draco sonrió presuntuoso y arqueó las cejas. Harry meneó la cabeza—. No lo digo por lo que piensas, pervertido, sino porque temo dejarte solo. Tengo serias dudas de que los dos agentes que cuidan tu casa puedan contra tu acosador.

La angustia de Harry era auténtica y Draco sintió un piquetito de remordimiento. Sólo uno chiquito. Pero real. Con tantas emociones, se había olvidado de aquello, de que faltaba aclarar ese minúsculo pero tal vez importante detalle con Harry.

Sin embargo, se dijo que tendría por delante muchas otras ocasiones para hacerlo. No quería romper el encanto de aquel día excepcional en el cual Harry y él habían comenzado a salir y, por si fuera poco, con el beneplácito de sus padres. Había sido una jornada hermosa y Draco no tenía ánimos de arruinarla con aquella confesión. Así que convenció a Harry de que las protecciones mágicas de la mansión eran más que suficientes hasta para dejar afuera a alguien tan poderoso como él mismo y que mejor regresara por él al otro día temprano para llevarlo a trabajar. Harry accedió y se marchó con una gran sonrisa satisfecha en la cara.

Draco, por su parte, disfrutó de la mejor noche de sueño reparador y tranquilo que había tenido en muchísimo tiempo. Lo cual fue bueno porque al otro día pudo levantarse temprano y, así, gozar de un largo y ameno desayuno con Narcisa donde por fin pudo narrarle los detalles de todo su día anterior con Harry.

Justo a tiempo terminaron tanto de charlar como de comer: Harry estuvo puntualísimo a las nueve y treinta para ir por él y escoltarlo al Ministerio.

O al menos eso era lo que Draco había pensado porque, después de saludarse con un beso largo y lánguido que los acaloró a ambos, Harry realizó la aparición conjunta y llevó a Draco a un sitio desconocido: una simple calle clase mediera en algún pueblucho muggle donde todas las jodidas casas y sus jardines eran exactamente iguales. Qué terrible falta de identidad, las de ésos muggles, pensó Draco distraídamente. No sabía en dónde estaban pero sí estaba seguro de que no se trataba de Londres. Se giró hacia Harry para pedirle una explicación.

Harry, con el rostro tan serio que comenzó a preocupar a Draco, le tendió una misiva antes de que éste pudiera preguntar nada. Draco pasó saliva, hizo todo lo posible por disimular su recelo, tomó la carta que Harry le pasaba y la abrió. Era del mismísimo Ministro y tenía fecha de ese mismo día, por lo que Draco supuso que Shacklebolt y Harry se habían visto más temprano en sus oficinas.

"Mi muy estimado amigo", comenzaba la carta y Draco sonrió engreído ante la deferencia con la que siempre lo trataba el Ministro.

"Me es grato informarte que he accedido a la petición del Departamento de Aurores para reubicarte de manera provisional en un programa de protección. Se me ha informado que el acosador que te ha estado enviando las amenazas vía correo muggle, es considerado de la más alta peligrosidad y que ni todos los aurores escoltándote podrían detenerlo en el caso de que se decidiera a atacar. Por lo que autorizo, a partir de este día, la solicitud realizada por Robards de esconderte en una casa de seguridad del Ministerio, en la que habitarás hasta que tu perseguidor sea capturado.

Las indicaciones son las siguientes: tendrás que permanecer bajo un disfraz las veinticuatro horas del día, no podrás abandonar la mencionada vivienda bajo ningún motivo, no deberás comunicarte con tu familia ni tampoco podrás realizar magia so riesgo de que tu acosador consiga rastrearte. No te preocupes por no poder presentarte al Ministerio a laborar: a partir de este momento estarás disfrutando de una licencia con goce de sueldo.

El disfraz te será otorgado por el auror que te escolta, asimismo, a él deberás entregar tu varita a resguardo.

Saludos afectuosos,

Kingsley Shacklebolt."

Draco leyó la carta un par de veces para asegurarse de que no había entendido mal. Finalmente, comprobando que no había error, se armó de valor y levantó los ojos del pergamino para ver a Harry a la cara. Éste estaba observándolo con atención. Tenía una sonrisita que a Draco no le gustaba para nada.

—Potter… —comenzó, pero no pudo continuar. ¿Qué era exactamente lo que iba a reclamar?

—¿Algo que quieras contarme, Draco? —preguntó Harry en un curioso tono indulgente.

Draco se sobresaltó.

—¿Al-algo? ¿Cómo de qué? —tartamudeó.

Harry sonrió más.

—Algo que ayude a finalizar con la investigación de este… acosador que te tiene amenazado. Pensé que tal vez tenías alguna confesión que hacerme. Ya sabes, algún detalle que antes hubieras olvidado mencionar. Cualquier cosa. Por más pequeña que te parezca, tal vez sea importante.

Draco intentó calmarse a pesar de que el corazón le latía a mil por hora. No era posible que Harry supiera algo acerca de eso, ¿o sí? Era un súper secreto. ¿Quién podría haberle dicho? Draco estaba seguro de que Robards no había sido; casi podía meter las manos al fuego por ello. A ese vejete le importaba demasiado el jodido baile de los aurores como para arriesgarse a hacer enojar a Draco y que al final éste no le otorgara la tan anhelada autorización para realizarlo.

Sin embargo… Draco volvió a bajar los ojos hacia la carta. Shacklebolt decía que el mismo Robards había sido el de la idea de esconderlo. ¿A qué demonios jugaba el anciano? Draco había sido muy específico con él cuando le había indicado que quería a Harry como su guardaespaldas todo el día, todos los días, hasta que se decidiese a terminar con el montaje. Aunque, en realidad, no había pasado por su mente decirle la verdad a nadie y mucho menos a Harry. La noche anterior había decidido dejar pasar los días hasta que todos creyeran que su acosador se había dado por vencido y, mientras tanto, disfrutar de unos días ardientes al lado de su Harry. Encerrarse en una casa de seguridad dificultaría bastante eso último.

Maldito Robards. Ya lo iba a escuchar.

—No. No se me ocurre nada —le respondió a Harry, mirándolo inocentemente a los ojos y poniendo cara de pascua—. Bueno, pensándolo bien, sí. Sí tengo algo que decir.

Harry abrió mucho los ojos y dio un paso adelante.

—¿Sí?

—Sí. ¡Que de ninguna jodida manera voy a acatar estas órdenes ridículas! —exclamó mientras azotaba la carta de Shacklebolt contra el pecho de Harry. Éste tomó el papel y Draco aprovechó su distracción para sacar la varita—. ¡Y ahora mismo me largo al Ministerio a…!

¡Expelliarmus! —prorrumpió Harry, apuntando a Draco con una varita que éste jamás le vio sacarse de la ropa.

Así de fácil, la varita de Draco le fue arrebatada de la mano. Draco, boquiabierto e incrédulo, vio a su apreciado instrumento mágico dar una voltereta en el aire antes de caer en la mano de su novio, el jodido auror estrella.

—¡Potter! —gritó—. ¡Volviste a hacerlo! ¿Quién demonios te crees que eres?

Harry, había que otorgarle algún crédito, se veía algo avergonzado de su comportamiento. Pero no por ello le devolvió a Draco su varita. En vez de eso, se la guardó en algún bolsillo oculto de su túnica de auror.

—En verdad lo siento, Draco, pero son las órdenes precisas de Shacklebolt. Estaba tan seguro de que ibas a resistirte a la idea de esconderte, que me autorizó a desarmarte. Y peor, agregó que si a pesar de eso no aceptabas el programa de protección, entonces iba a encerrarte en las celdas del Ministerio hasta que pasase el peligro.

Draco apretó los labios y respiró profundamente, sopesando sus alternativas. Era cierto que permanecer en una casa de seguridad (aun sin su varita) otorgaba más probabilidades de escapar de regreso a su hogar que quedarse encarcelado en el Ministerio. Así que decidió seguirle el juego a Harry. Ya huiría de regreso a Wiltshire de cualquier modo, así fuera caminando o usando algún transporte muggle. Y, una vez en su mansión, se comunicaría con Robards para cantarle las cuarenta y obligarlo a ayudarle a terminar con esa locura del programa de protección.

—De acuerdo —dijo lentamente. Harry lo miró con cautela; no parecía muy convencido de la repentina disposición de Draco a aceptar aquella bufonada. Draco suspiró e intentó poner expresión bonachona—. Terminemos con esto de una vez, Harry. Dame mi disfraz y dime cuál de todas estas casas horribles es la mía.

Por el rostro de Harry se extendió una sonrisa de burla que inmediatamente pretendió esconder. Pero Draco la vio y supo que no le auguraba nada bueno.

—Muy bien. Me agrada tu sumisión —dijo Harry y guiñó un ojo. Draco le hizo muecas.

Harry soltó una risita y se rebuscó en otro bolsillo de su túnica. Pero en vez de sacar ropa o una peluca, extrajo una botellita que tendió a Draco con una mirada enigmática.

Draco reconoció aquella poción aunque nunca la había usado en él mismo. Muchas veces había observado a otros magos beberla; entre ellos, a Crabbe y Goyle.

—¡¿Poción Multijugos?! —preguntó escandalizado—. ¡Qué socavación a mis derechos humanos obligarme a cambiar de cuerpo! ¿Han tomado en cuenta que tendré que beberla cada hora para mantener el disfraz?

Aunque eso último no era un punto en contra, pero había que mencionarlo y quejarse de ello. Después de todo, Draco no pensaba postergar esa payasada más tiempo del necesario: planeaba poner pies en polvorosa en cuanto Harry se desapareciera y lo dejara a solas.

Pero Harry negó con la cabeza y le mostró la etiqueta del producto. Draco leyó: estaba elaborado en la Apotecaria de Slughorn. Maldijo entre dientes; Draco sabía que los productos salidos de la fábrica de pociones del viejo profesor eran de la más alta calidad. Lo que quería decir que…

—Estas pociones están garantizadas a durar doce horas al menos —dijo Harry leyéndole la mente—. Así que sólo necesitarás dos traguitos diarios. ¿No es fenomenal? —se burló.

Draco no respondió. Lo miró con enojo y le arrebató la botellita. Entre más rápido acabara con eso, mejor. Se bebió un trago y, por primera vez en su vida, experimentó en carne propia los desagradables efectos de convertirse en otra persona. Cerró los ojos y luchó por no hacer arcadas y no gemir de dolor. Demonios, ¡eso sí que era repugnante! Por un momento creyó que vomitaría, pero el ruido de su ropa rasgándose lo distrajo lo suficiente. Menos mal que existían los hechizos reparadores, porque si no…

La conversión finalizó y abrió los ojos para mirarse hacia abajo. Su hermosa y fina túnica estaba hecha girones y los zapatos le quedaban ajustados, lo que significaba que se había convertido en alguien que era mucho más alto y grande que él. Dios mío, donde no se tratara de Goyle, Longbottom o alguien así, porque asesinaría a Harry por atreverse a humillarlo de esa manera.

—¡Potter, por todos los malditos demonios! ¡Ya podrías haberme avisado que el donador del jodido cabello era un elefante! —exclamó con una voz desconocida para él que sonaba como la de un retrasado mental. Bueno, al menos ahora sabía que no era ni la de Goyle ni la del idiota de Longbottom. Draco carraspeó y se llevó la mano a la garganta, pero no pudo encontrársela. Tenía una papada enorme que se le desbordaba desagradablemente por el cuello de la túnica—. ¡Joder, qué asco ser así de obeso! Espero que al menos se trate de un mago. Porque el verdadero dueño de este cuerpo es un mago. ¿Cierto, Potter?

Harry lo estaba mirando con ojos desorbitados y gesto azorado. Boqueó un momento y meneó la cabeza como para despejarse. Draco no entendía el porqué de semejante comportamiento. Finalmente, Harry se llevó una mano a la boca y comenzó a reírse como maniaco. Se rió tan fuerte que varios muggles de las casas vecinas se asomaron a las ventanas a ver qué estaba ocurriendo en medio de su aburrida calle.

Sin dejar de reír, Harry negó con la cabeza.

—¿No, qué? —preguntó Draco con tono peligroso, comenzando a enfurecerse de verdad.

—No es un mago. De hecho es una de las personas más muggles que podrías conocer. Tienes el cuerpo de mi primo Dudley Dursley, el hijo de la familia con la que me críe.

Draco abrió la boca con indignación y no supo qué decir durante algunos segundos. Por lo poco que sabía de la vida pasada de Harry, estaba enterado de que aquellos muggles no lo habían tratado con ningún cariño ni consideración. ¿Cómo era posible que ahora su primo fuera un "donador" de cabello para preparar poción multijugos cortesía de los programas de protección del Ministerio?

—¿Tu consanguíneo está enterado de que usan sus cabellos para esto? —chilló.

Sin esperar respuesta, se acercó a un automóvil que estaba estacionado junto a la acera y miró su reflejo en uno de los vidrios. Estaba realmente gordo y grande. Y no sólo eso. Era feo y con cara de estúpido. ¿Cómo era posible que alguien tan guapo como Harry estuviera emparentado con semejante adefesio?

—¿Cabellos? —repitió Harry—. Nadie habló de cabellos —agregó con una sonrisa burlona, y Draco casi vomita (de nuevo) al recordar que la poción multijugos también se podía elaborar con otros deshechos del cuerpo mucho más asquerosos que los simples cabellos—. ¡Estoy bromeando, Draco! —aclaró Harry rápidamente al ver que Draco se ponía de color verde. Se rió mucho antes de continuar explicando—. Sí, son sólo cabellos, despreocúpate. Respondiendo a tu pregunta: sí, mi primo está muy enterado. Ahora él y yo estamos en buenos términos. Él y mis tíos contrajeron una deuda con la Orden del Fénix porque les otorgaron protección durante la guerra. Así que, a manera de retribución, mi primo colabora conmigo y con el Ministerio de vez en cuando.

Draco entrecerró los ojos y luego imaginó que con esa cara nueva debía de verse muy gracioso y nada amenazante, porque Harry se rió más.

—Continúa con tu explicación, por favor —le ordenó a Harry—. Es apasionante.

—Pues eso. Que mientras Dudley toma unas merecidas vacaciones en Barcelona, tú estarás aquí, ocupando su lugar en el hogar de mis tíos —señaló una de las casas—. Lo cual me recuerda que esto es un secreto entre Dudley y yo. Mis tíos no saben nada. Pero eso es mejor para ti porque así te consentirán como ya estás acostumbrado, ya lo verás.

Draco se quedó sin saber qué decir. Ahora era feo, gordo, con cara de bobo y, peor, no tenía su varita consigo; pero se consolaba con el hecho de que el efecto sólo duraría doce horas. En cuanto Harry se largara de ahí, él escaparía a su casa y todo estaría bien. Oh sí.

—Volveré cada doce horas para asegurarme de que te bebas la poción —agregó Harry—. Ah, y hay algo más: una vez adentro de la casa, no podrás salir. La chimenea no está conectada a la red flu… En realidad, ni siquiera es una chimenea de verdad. Y la puerta estará encantada con un hechizo repelente que no te permitirá cruzarla de nuevo. Así que… —Meneó los brazos de atrás hacia delante: parecía verdaderamente feliz, el muy cretino—. Aquí me despido. Regresaré en la noche a darte la otra dosis de tu poción.

Draco comenzó a sudar frío. Si era verdad lo que Harry decía, no tendría modo de escapar de regreso a su mansión. ¡Y no quería quedarse ahí con esos muggles, por supuesto que no! Lo que quería era ir a su amado trabajo, tener su varita y hacer magia cuando le diera la regalada gana. Quería poder ver a Harry en cualquier momento y hacer el amor con él. Dudaba mucho que Harry quisiera tener sexo si él estaba convertido todo el tiempo en su rollizo primo.

—Harry… —comenzó a hablar con voz suplicante. Lo miró con una expresión que nunca le fallaba a la hora de ablandar el corazón de los demás—. No quiero. No quiero ser gordo y vivir como muggle. No me dejes aquí, por favor.

—Es por tu bien —afirmó Harry hipócritamente, tomándolo del brazo y tirando de él para llevarlo a la casa que antes le había indicado—. Verás que no es tan horrible. Mis tíos son… encantadores. Al menos, lo son con Dudley —agregó con una sonrisa realmente perversa.

Ni bien acababa de decir eso, una mujer con apariencia de jirafa abrió la puerta. Miró a Draco, soltó un gritito y se le echó encima con los brazos abiertos.

—¡Dudders! ¡Dulzura, no me dijiste que vendrías tan temprano! ¿Comenzaron ya con las reparaciones en tu apartamento? ¿Dices que te quedarás con nosotros por tiempo indefinido? —Llegó hasta Draco, le pellizcó las mejillas, le sacudió la cabeza y lo abrazó, intentando abarcar todo aquel rechoncho cuerpo y fracasando—. ¡Oh, cariño, estás tan flaco! ¿Y por qué vistes esta ropa tan extraña… y rota? ¡Vamos adentro, Calabacín! Haré mucho tocino y huevo para ti.

Lo besó y le dejó la cara llena de babas heladas. Por tercera ocasión, Draco tuvo ganas de ponerse enfermo. Miró a la muggle sin saber qué hacer para librarse de la situación; cuando ella, sin soltar a Draco, reparó en Harry y lo miró como quien ve al bicho más asqueroso del mundo.

—Hola, tía Petunia —murmuró Harry con voz sufrida.

—Potter —escupió la tal Petunia a modo de saludo—. ¿Qué estás haciendo aquí? —Sin esperar respuesta, miró de nuevo las túnicas rotas de Draco y pareció llegar a alguna conclusión. Soltó un largo jadeo de indignación antes de chillar—: ¡¿Has usado tus horribles poderes de fenómeno para atacar a Dudders, verdad?! ¡Oh Dios mío, ¿no piensas dejarnos nunca en paz?!

Aquello fue el colmo. Draco no iba a pasar ningún momento más con unos muggles horribles que, encima de todo, despreciaban de ese modo a Harry Potter. ¿Qué no tenían idea de que si ellos estaban vivos y libres, era justamente gracias a él? Aparentemente no.

Draco se zafó del abrazo de la mujer y, moviéndose como pato, corrió hasta el lado de Harry. Lo tomó del brazo (la mujer soltó un grito incrédulo) y le rogó:

—¡De acuerdo, de acuerdo! Tú ganas, Potter. ¡Te diré la verdad! ¡Acabo de acordarme de algo que tal vez te sirva y estoy dispuesto a decírtelo todo! Pero por favor, por lo que más quieras… ¡Aléjame de esta gente y devuélveme mi apariencia normal! Y mi varita también, ya que estás en eso.

—¡Pero, Diddy! —exclamó la mujer—. ¿Qué es lo que te pasa?

Draco y Harry la ignoraron mientras éste se reía a carcajadas.

—Sabía que esto te haría recordar —dijo sarcásticamente. Sacó su varita y tomó a Draco del brazo. Éste pudo echarle un último vistazo a la tía de Harry antes de que el moreno los desapareciera a ambos, y se aseguró de dirigirle en su mirada todo el desprecio que sentía por ella. Ahora sabía dónde vivía. Quizá, algún día, regresaría a saldar cuentas con aquellos dos malvados que tan despreciables habían sido con el mago que él adoraba. Mientras tanto, tenía otros asuntos más urgentes que atender.

Harry los apareció en el atrio del Ministerio. Sin dejar de sonreír y todavía sin soltar a Draco, caminó junto con él hacia los ascensores. Iban a paso veloz y, a los pocos metros, Draco ya iba jadeando sin aliento. Todos aquellos kilos de más y la pésima condición física del pariente de Harry se sentían como subir una cuesta con un piano cargado en la espalda. Todo el mundo los observaba con curiosidad: Draco esperaba que no fuera a causa de sus degradantes resoplidos, aunque tal vez era porque se preguntaban qué demonios hacía Harry Potter paseándose por el Ministerio al lado de aquel gordinflón con túnicas de mago desgarradas. Draco estaba que se lo llevaban los demonios de la vergüenza; era una suerte que nadie sabría nunca que el gordinflón era él.

Nadie, claro, excepto…

Ethel los observó con extrañeza en cuanto traspasaron la puerta. Draco la miró desagradablemente y entonces ella entrecerró los ojos.

—¿Jefe? —preguntó con tono incrédulo.

Harry soltó otra carcajada. Vaya que se había reído con ganas esa mañana.

—Y éstas son las buenas secretarias. ¿Has visto, Draco? Estoy seguro de que ha sido la única que te ha reconocido. Te apuesto que ni tus padres podrían. Muy bien hecho, Ethel —le dijo—. Tienes muy buen ojo. ¿Nunca has pensando en trabajar en el segundo piso? Serías increíble investigando crímenes.

Ethel se sonrojó, tartamudeó algo y miró a Harry con expresión embelesada. Draco puso los ojos en blanco, gruñó con una voz que no era la suya y arrastró a Harry a su oficina privada.

—¿Me devolverás ya lo que es mío? —le ordenó de muy mal talante.

Harry se rió entre dientes y le regresó su varita. Aliviado, Draco suspiró exageradamente y procedió a alargar y reparar su vestimenta. La regresaría a su tamaño normal cuando él también recuperara su cuerpo.

—Me temo que tu apariencia permanecerá así durante varias horas —dijo Harry, adivinándole el pensamiento—. Con la poción multijugos, la única manera de deshacerse de sus efectos, es aguardar.

Draco hizo un mohín de rabia y se dejó caer de culo sobre su silla, la cual crujió peligrosamente bajo su nuevo peso. Intentó mirar a Harry con enojo, pero entonces recordó que si estaban ahí era porque él había jurado que le iba a confesar todo. Demonios.

—¿Y bien? —preguntó Harry, sentándose en la silla frente a él.

Draco clavó sus nuevos ojillos color azul cielo en el escritorio.

—La carta que me enviaron anoche —comenzó— era para avisar que habían suspendido la investigación y que iban a retirarme la protección adicional, lo que quería decir que iban a quitar a los guardias apostados en mi casa y a ti te liberarían de ser mi guardaespaldas. —Hizo una pausa con la esperanza de que Harry estuviera conforme eso, pero no. Harry abrió mucho los ojos e hizo un gesto que lo incitaba a continuar. Draco suspiró y reanudó su relato—: Inmediatamente le escribí a Robards para pedirle que no te informaran. Para que continuaras cuidándome. Por un día más. O dos, no sé.

Harry también suspiró y meneó la cabeza en un gesto negativo.

—Draco…

—¡Potter, deberías sentirte halagado! —lo atajó Draco, luchando para no enrojecer—. Honrado de que yo te quiera a mi lado y de que mueva mis influencias con tu jefe para conseguirlo. Verás… sé lo peligroso y atareado que es tu trabajo y, viendo que acabábamos de comenzar con una relación, pensé que un par de días trabajando juntos, no nos vendrían mal —finalizó poniendo un gesto pícaro que tal vez no sería muy efectivo en el rostro de Dudley Dursley.

Harry volvió a negar con la cabeza.

—Draco… dime toda la verdad. Desde el principio. O si no, regresaremos en este instante a la casa de mis tíos.

—¡No, no! ¡Todo menos eso! De acuerdo. Joder. Mira, Harry, la verdad es que sí recibí unas cartas de amenazas. Y también es verdad que el departamento de Seguridad Mágica abrió una investigación del caso. Entonces, sabiendo que mi vida corría gran peligro y no confiando en que esos agentes de cuarta categoría podrían defenderme… Convencí a Robards de que te asignara a ti como mi guardia personal. ¿Qué tiene eso de malo? Simplemente quería lo mejor para mí —finalizó con aires de quien no rompe un plato.

Harry soltó una risita.

—Eres increíble. ¿"Convenciste" a Robards? ¿No sería mejor decir que lo chantajeaste ofreciéndole a cambio la subvención para su puto baile?

Draco sonrió (aunque sospechaba que su hermosa sonrisita de lado no se vería igual de atractiva en aquel feo rostro de cerdito que no era el suyo) y se encogió de hombros.

—Mira quién habla —le dijo a Harry—. Sospecho que tú eres igual de persuasivo. O si no, ¿explícame cómo es que Robards accedió a sugerirle a Shacklebolt lo del programa de protección aun sabiendo que eso contravenía a nuestro trato previo?

Harry se rió más y puso gesto culpable.

—Sí, yo también tengo mis métodos para trabajar a Robards, no lo niego. Pero no te desvíes del tema principal, Draco Malfoy. El punto es que ideaste todo esto para pasar tiempo conmigo, engañándonos a todos de que estabas en supuesto peligro y usando tu poder como director de finanzas para conseguirme a mí como guardaespaldas.

Draco boqueó con indignación.

—¡Claro que no! ¡Yo no engañé a nadie! Ya te dije que las cartas eran auténticas. Me las llevó el cartero muggle y todo…

—¡Draco! —lo interrumpió Harry con exasperación—. ¡Esas cartas eran de una tienda departamental!

Draco abrió mucho los ojos.

—¿Una, qué? —continuó fingiendo que no comprendía. Primero muerto antes que confesar; después de todo, Harry no tenía modo alguno de saber con certeza que Draco estaba enterado de lo que eran esas cartas muggles.

—¡Una tienda departamental a la que seguramente tú mismo le diste tu domicilio para que te enviaran publicidad! —explicó Harry todavía con incredulidad y enojo—. Yo mismo las vi, anoche me las enseñaron. Dicen cosas del estilo "Se te acaba el tiempo: ven y aprovecha nuestras ofertas", "Tus días están contados porque nuestra venta estelar está por finalizar" y así. ¡No son avisos de muerte ni mucho menos! ¡Y apuesto que tú lo has sabido todo desde el principio!

—¡Po-por supuesto que no! —tartamudeó Draco fingiendo demencia—. ¡Yo no sabía! ¡Pensé que eran amenazas de verdad!

—Draco…

Harry se silenció, negó con la cabeza, suspiró profundamente y pareció comprender que no tenía modo de ganar esa, así que sólo fulminó a Draco con la mirada, apretando los labios. Draco sonrió para sus adentros. Por supuesto que Harry tenía razón, pero no habría poder humano ni mágico que hiciera que Draco lo reconociera. Mientras nadie tuviera pruebas…

Además, lo había hecho pensando en los dos y Harry tendría que agradecérselo, no reprochárselo. Porque, ¿de qué otro modo habría podido obligarlo a pasar tiempo con él para que el tarado reconociera que se amaban con pasión y locura? ¿No decían que en la guerra y el amor todo se valía?

Ahí estaba. Aun si Harry terminaba descubriendo la verdad, tendría que comprender.

—De acuerdo —continuó Harry hablando en un tono un poco más suave—. Supongamos que de verdad las creíste y solicitaste ayuda de buena fe y todo. Pero, ¿y lo de anoche?… Anoche los de Seguridad Mágica corroboraron que eran sólo publicidad de una tienda, así que te avisaron a ti por medio de la carta que Ethel te entregó, y tú no me dijiste nada. Al contrario, le pediste a Robards que continuara con la farsa.

Draco bajó la mirada.

—Lo siento, Harry —se disculpó con voz lastimera—. Quería seguir pasando tiempo contigo, es todo. Es que te quiero tanto que no soporto la idea de que estés corriendo peligro con la panda de aurores mientras yo no hago más que jugar con el dinero de nuestros impuestos. Es tan injusto que pensé que podía postergarlo un poquito. Piénsalo así: fue como obligar a Robards a darte vacaciones para pasar unos días conmigo de Luna de Miel —susurró y le cerró un ojo a Harry, olvidándose de que en ese momento no tenía su propio y bello rostro—. El vejete te las debía, después de todo. Además, yo pensaba decírtelo pronto, te lo juro.

Harry suspiró y bajó la cabeza, pero Draco supo que lo hacía para ocultar una sonrisita divertida. Oh sí, había ganado. Pobre Harry Potter que no tenía idea del tipo de novio manipulador y astuto que se había echado a la bolsa al comprometerse con Draco Malfoy.

Sin embargo, Harry no era ningún tonto. Probablemente intuía las verdaderas razones de Draco y por eso podía comprenderlo aunque no lo aceptara en voz alta por culpa de esos estúpidos códigos morales auroriles y gryffindorescos que se cargaba.

—Draco, Draco —gimió cubriéndose la cara con las manos, quizá para continuar ocultando una sonrisa que se hacía cada vez más grande—. Eres un niño mimado acostumbrado a salirse con la suya. ¿Qué demonios voy a hacer contigo?

Draco sonrió.

—Harry… se me ocurren mil cosas que podrías hacer conmigo, pero creo que no estarás interesado en ellas mientas yo traiga puesto el cuerpo de tu primo.

Harry levantó los ojos y le sonrió entrañablemente.

—En eso tienes razón. —Suspiró, se puso de pie y dijo—: Volveré por ti a la salida para acompañarte a tu casa. Estoy seguro de que para entonces, el efecto de la poción multijugos habrá terminado.

—Alabado sea Merlín —dijo Draco poniendo los ojos en blanco—. Es espantoso que la gente se gire a verte porque pareces una ballena fuera del agua y no porque eres irremediablemente atractivo.

Harry sonrió más.

—Pero no creas que no voy a hacerte pagar por esto —amenazó Harry con voz sensual mientras caminaba hacia la puerta—. Esta noche, ¿adivina quién irá arriba? —dijo, le guiñó un ojo y salió de ahí.

Draco se quedó minutos enteros suspirando, viendo fijo a la puerta donde Harry había desaparecido e imaginándose el "castigo" que le esperaba con él. Oh Harry, dulce e ingenuo Harry que no tenía idea de que su supuesto correctivo era para Draco más bien un premio largamente añorado y tremendamente bien merecido.

Le costó dejar de pensar en eso y ponerse a trabajar.


En realidad, no pudo dejarlo de lado por completo. Tanto estuvo fantaseando con la idea, que se sintió invadido por una terrorífica añoranza y unas ganas inmensas de continuar al lado del moreno. Sabía que ahora que su mentira había sido revelada no podría verlo hasta que ambos finalizaran con su horario de trabajo, así que echó mano de un recurso ministerial que casi nunca usaba para poder entablar comunicación con Harry: los memorándum interdepartamentales. Le solicitó a Ethel un puñado de las estúpidas hojitas de color violeta con el sello de Ministerio, las cuales estaban hechizadas previamente para poder volar a la oficina solicitada por el remitente en cuanto éste las hubiese llenado.

"Se te olvidó obsequiarme un besito de despedida. ¿Puedes regresar a mi oficina a dármelo?"

Harry le respondió apenas unos minutos después, lo que divirtió enormemente a Draco.

"Es verdad que ahora Dudley me cae un poco más simpático, pero, te lo juro, cariño… todavía no tanto. Mientras tengas su cara, olvídate de besos. Lo tienes bien merecido por tramposo. A propósito, ¿qué tal se siente tener el colesterol por todo lo alto? El otro día, Dudley se quejaba de dolor de pecho. Intenta no agitarte, quien sabe si puedas sufrir un ataque cardiaco."

Draco se rió a carcajadas, asustando a Ethel y obligándola a ir a asomarse para ver si su jefe no estaba bajo los efectos de un rictusempra o una maldición peor.

Exagerada. No era como si Draco nunca riera por algo. Bueno. Casi nunca.

Volvió su atención al memorándum y sonrió. Le fascinaba cuando Harry era así de cruel. Tenía un no-sabía-qué que le emocionaba.

"De acuerdo, me queda claro el punto. Sin embargo, recuerda que si te pillo fumando, te arrebataré el cigarro y te besaré hasta el cansancio, con la cara de tu primo o no. Más vale que te cuides. Tengo informantes acechándote por todo el edificio. (Trucos aprendidos de mi madre, ya te imaginarás.)"

"Joder, Draco, le quitas todo el placer a mi vida. Ni besarte, ni fumar. ¿Ahora qué haré para calmar mi vena hedonista? Supongo que contar cada segundo hasta la hora de nuestra salida. No tienes idea de lo que te haré, Malfoy. Te cobraré con creces cada mentira, cada trampa, cada galeón que le hiciste gastar al Ministerio en la realización de tu plan para finalmente meterte en mis pantalones. Ahora seré yo quien se meta… Bien hasta dentro."

Draco casi hace trizas el último memorándum de Harry de tan fuerte que lo aferró entre las manos. ¿Quién hubiera creído que unas solas palabras escritas en un bobo avioncito de papel lo pondrían así de excitado?

Como bien decía el moreno: los minutos no iban a pasar lo suficientemente rápido.


En medio de la vorágine de "Harry (casi) averiguando el plan secreto de Draco", a éste se le había pasado por alto cuestionarse cómo Harry había comenzado a sospechar que lo del acosador era un montaje y, a su vez, montar todo el showcito del supuesto programa de protección comandado por Robards y Shacklebolt. Así que, ya estando los dos a solas en el apartamento de Harry, se le ocurrió preguntar.

—Anoche, cuando me dejaste en la mansión después de la cena con mis padres… Tú-tú todavía no sabías que el departamento de Seguridad Mágica había determinado que las cartas eran de una tienda y no de un acosador. ¿Cómo…? ¿Cómo y a qué hora te enteraste? ¿Y por qué te mmm…? Quiero decir, ¿por qué te molestaste en hacer toda esa payasada del programa de protección en vez de simplemente confrontarme? Oh, dios. Sí, así… Harry… Ahí. ¡Mmmme acusas de haber hecho gastar galeones al Ministerio, pero tú eres peor! ¿O… o ahora me dirás que la poción multijugos y las vacaciones de tu primo no costaron… joder, di-dinero?

Harry se rió con ganas ante su larguísimo discurso. Especialmente porque había sido dicho con voz sofocada, en medio de gemidos ahogados y uno que otro jadeo disimulado. Que Harry estuviese preparándolo para follárselo y que en ese momento lo tuviera acostado boca abajo sobre su cama con un par de dedos en el trasero, parecía no ser el momento ideal para discutir.

Pero a Draco le había venido la duda de repente y ahora necesitaba saber.

—Si todavía puedes pensar tanto y cuestionarme así, quiere decir que necesito trabajarte mejor, ¿no, Draco? —dijo Harry con voz enronquecida—. ¿Te gustaría otro de mis dedos en tu dulce y bonito trasero aristocrático?

Obviamente fue una pregunta retórica porque el muy abusador ya estaba sumergiendo otro dedo junto al par que ya tenía dentro. Draco arqueó el cuerpo hacia arriba y gimió largamente, quizá avergonzándose un poco de su comportamiento tan descaradamente necesitado pero dejándole de importar eso casi de inmediato. No era como si Harry necesitara ensancharlo con tanto esmero o cuidado: después de todo, Draco se masturbaba constantemente con más de un par de dedos en el trasero y pensando en el moreno, ya que estábamos en confesiones… no que Harry lo supiera, por supuesto.

Intentó poner a trabajar el cerebro a pesar de que lo que Harry estaba haciéndole se lo obnubilaba casi por completo.

—Contés… tame, Potter —exigió entre jadeos. Echó la cabeza hacia un lado y miró a Harry por encima de su hombro—. O no te dejaré continuar con lo que estás haciendo y te haré tomar mi lugar.

Harry arqueó las cejas en clara burla, pero pareció no querer tentar su suerte. Continuó trabajando a Draco con extrema suavidad, diligencia y cariño, observando atento lo que hacía y mordiéndose los labios antes de comenzar a susurrar sin mirar al otro a la cara.

—Cuando salí de tu casa anoche los guardias ya no estaban, así que me dirigí al Ministerio de inmediato y fue cuando descubrí de lo que se trataba. Y sobre por qué no te confronté de inmediato, pues… —soltó una risita—. No lo sé. Quise darte una cucharada de tu propia poción y hacerte sufrir un rato. Oh, Dios, Draco, te ves tan… —Harry no terminó de hablar y en vez de eso dejó caer toda su ardiente y húmeda humanidad sobre Draco, cubriendo su espalda con su hermoso torso y sumergiendo todavía más aquellos tres dígitos dentro de su cuerpo. Uno de ellos tocó con certeza un punto dentro de Draco que lo hizo temblar, encorvar la espalda y gemir largamente. Harry pareció creer que lo había lastimado porque comenzó a disculparse con palabras tiernas y repartiendo besitos en la nuca y espalda de Draco—. Lo siento mucho, Draco, lo haré más despacio. Es que… te sientes tan bien, joder, no tienes idea. Tan caliente, tan apretado. Te deseo tanto, tanto… me muero por estar dentro de ti.

Draco percibió la dureza del miembro de Harry, mojado y ardiente, justo encima de sus nalgas; cada centímetro de su piel que estaba en contacto con la de Harry estremeciéndose y temblando. Harry continuó haciendo eso durante un largo rato: frotándose contra él, dejando rastros de sudor y preseminal sobre su cuerpo, sacando y metiendo sus dedos, rozando su próstata de vez en cuando y provocándole descargas de placer que se sentían como choques eléctricos y lo hacían sacudirse en medio de espasmos involuntarios. Draco jadeaba descontroladamente, deseando rogar pero sin atreverse. Finalmente, la urgencia lo sobrepasó.

—Dame más, Harry… Joder, ¡ya estoy más que listo! ¿No lo ves?

Harry soltó una risita.

—Y ahí tenemos de nuevo esa dulce voz mandona de "soy un jodido jefe de departamento y tienes que obedecerme". Oh Draco, cómo la había extrañado.

Draco gimió de dolor porque justo Harry estaba sacando sus dedos de manera no muy suave.

—Y a mí me extrañarás más cuando decida que no me mereces y me largue de aquí antes de que puedas correrte, Potter —gruñó Draco, mirando a Harry por encima de su hombro.

Ni él mismo se creía lo que decía y seguramente Harry tampoco. Menos cuando tuvo que pasar saliva ante la visión que Harry le presentaba: el moreno estaba despeinado y desnudo, con la piel brillante por el sudor y sonrojada por la pasión; su tenue vello negro cubría su pecho y marcaba un camino hasta su entrepierna donde una erección hermosa e hinchada estaba dando leves respingos cada vez que Harry se la tocaba o miraba hacia el culo de Draco. Era un hombre sencillamente magnífico, apetecible y follable.

O follador, como en este caso especial.

Su simple vista era orgásmica, ya ni se dijeran sus besos y caricias. Jodido Harry Potter, grandísimo bastardo, sexy hijo de puta, qué injusto era que él tuviera tanta maldita suerte.

Sin embargo, Draco jugaba una carta a su favor y no pensaba perderla nunca: Harry seguía teniendo la impresión de que él nunca era el pasivo en una relación y que, al permitirle que se lo follara, le estaba haciendo una enorme y muy valiosa concesión. El muy incauto no tenía idea de que estaba colmando de agradecimiento y ternura a Draco por algo que éste estaba obsequiando más que de buena gana. Era algo que anhelaba desde hacía tiempo y Harry no sólo iba a hacérselo, sino que también se pasaría la eternidad "compensando" a Draco por ello.

Claro que Draco podía vivir con Harry Potter sintiéndose así de endeudado con él mientras se lo follaba con enorme entrega y devoción. Vaya que sí.

Draco se mordió el labio inferior casi hasta arrancárselo cuando Harry finalmente colocó sus manazas en cada una de sus nalgas, se las separó con lasciva y empezó a penetrarlo, la punta de su miembro comenzando a invadir su cuerpo. Centímetro a centímetro, aquella deliciosa erección fue tomando sitio dentro de su ser, llenándolo y sintiéndose bien, correcta, en el hogar al que tal vez siempre había pertenecido. Harry extendió el interior de Draco con él mismo, acarició el exterior con fervor y besó cada parte que podía alcanzar con su juguetona boca. Draco finalmente se permitió gemir con libertad e hizo todo lo posible por incorporar su cuerpo para conseguir que Harry se metiera más adentro. Dios santo, eso se sentía tan bien. Harry se sentía tan bien. Tan duro, tan grande, tan… Por Merlín, Draco creía que podría quedarse así para siempre, para toda la vida, horas al menos… No era justo que en algún momento eso tuviera que terminar…

—Si me dieran un galeón por cada vez que soñé que te tenía así —masculló Harry contra su nuca, quedándose muy quieto. Draco sentía su ardiente y pulsante erección dentro y moría por sentirla moverse—, sería tan millonario como tu buen señor padre.

Draco negó con la cabeza.

—Oh no, Potter, te mataré. ¿Cómo te atreves a recordarme a Lucius, de entre toda la gente, justo en este momen…?

Harry soltó una risita sofocada y feliz, se apalancó colocando sus poderosos y musculosos brazos a cada costado de Draco y se salió un poco de él, obligándolo a callarse. Luego, arremetió con fuerza, entrando más profundo, clavando a Draco contra el colchón y sacándole un largo gemido involuntario.

Dios santo, aquello era increíble y Draco quería más. Harry era un amante grandioso, Draco no podía creer que por fin estuvieran así, que por fin Harry estuviera poseyéndolo.

—Oh oh, Harry, dame más, te lo suplico… más —pidió casi sin darse cuenta, su lengua traicionándolo al rogar, su cuerpo arqueándose, buscando.

Entonces Harry comenzó a moverse, a entrar y salir con fiereza y certeza, y Draco perdió la noción de todo: de los ruidos que escapaban irreflexivamente de su garganta, de su nombre, de su vida completa. Sólo era Harry encima de él, Harry en su interior, como Draco siempre lo había soñado, como Harry no tenía idea que Draco lo había estado ansiando. Sabía que era la primera vez de muchas, de toda una vida, y eso lo llenaba de una ilusión indescriptible y más porque en cada ocasión gozaría del tierno agradecimiento de parte del mejor mago del mundo entero.

Draco dejó de pensar. Ya no pudo hacerlo. Ahora que Harry estaba a su lado y ya no tenía temor de perderlo, se podía dar el lujo de dejarse llevar y sólo sentir. Así que eso fue lo que hizo.

Harry pronto encontró un ritmo constante, rápido y diestro; pronto comenzó a hallar la próstata de Draco en casi cada estocada, rozándola y volviéndolo loco; pronto empezó a jadear incoherencias y a decirle a Draco lo mucho que lo amaba, lo bien que se veía y sentía, lo mucho que había imaginado cómo se lo follaría. Lo tomó de las caderas y elevó la parte trasera de su cuerpo, levantando su culo y de ese modo penetrándolo con muchísima más profundidad.

Oh, Draco casi muere. Justo cuando creía que Harry no podría llegar más adentro…

Harry meneó las caderas, metiéndose todavía más. Draco se quedó sin respiración, puso los ojos en blanco, millares de descargas eléctricas recorriendo cada nervio de su cuerpo, dejándolo sin aire, sin pensamientos, sin recato ni dignidad.

—Más… más duro. Oh sí… así —susurraba sin estar seguro siquiera si Harry lo escuchaba.

—Joder, Draco, no tienes idea de cómo te ves —decía Harry a su vez, agarrándolo fuerte de las caderas, enterrando sus dedos en su piel—. Cómo tu culo me devora, cómo te abres para mí. Joder, dios, joder. Oh, Draco… Eres tan bello y… Creo que no podré…

Llevó una de sus manos hacia la erección de Draco, la cual se bamboleaba dura en extremo, goteante y ansiosa al ritmo de las poderosas estocadas del auror. Draco lo agradeció con un gruñido y le bastaron un par de caricias ansiosas para explotar.

Se corrió con tanta fuerza que cayó hacia delante, atrapando la mano de Harry contra la cama, empapándola y perdiéndose en un éxtasis fenomenal que parecía no tener fin. Harry, como siempre, fue un fiel acompañante, tan en sintonía y tan reflejo de Draco, que a éste le costaba creerlo.

Eran lo contrario y, al mismo tiempo, la imagen de cada uno en un espejo.

Harry se dejó caer encima de Draco y, temblando, se vació dentro de su cuerpo, abrazándolo lo más apretado que pudo, quitándole el aliento, haciéndolo amarlo más que nunca, intenso.

Draco tendría que haberse asustado ante semejante ímpetu de sentimientos, pero saber que era correspondido ayudaba a superar el miedo.


Epílogo

La mañana fresca y fragante de otoño en la que reinauguraron Colchester, tal vez fue una de las mejores en la vida de Draco. No sólo porque reunió bajo el mismo techo (el alto y abovedado techo de aquel castillito que tanto estimaba) a todas las personas que significaban algo para él, sino porque le quedaba clarísimo que si ese evento estaba resultando posible, era gracias al obsequio desinteresado y lleno de cariño que Harry le había hecho cuando todavía ni siquiera estaban juntos. Por supuesto, también ayudaba a incrementar su felicidad el hecho de que Ron Weasley y Hermione Granger estuviesen presentes entre el público con cara de asco y resignación mientras contemplaban a su querido amigo el auror babeando por Draco cuando éste pronunciaba su tan esperado discurso.

Pero lo mejor había sido la presencia obligada del cara de culo de Creevey, quien había asistido como parte de la comitiva de seguridad mágica. El gesto de amarga derrota y la mirada de encarnizado odio que el rubito le dirigía a Draco, eran la cereza del pastel.

Su padre y madre también habían asistido, al igual que varias personalidades del mundo mágico y muggle. Estaban el Ministro de Magia e incluso Robards, quien, exultante, le dedicaba a Draco enormes sonrisas de agradecimiento. Draco le correspondió con amabilidad. Sabía que el viejo jefe de Harry le debía el gran favor de que el baile de aurores hubiese resultado un éxito total: todo porque se había corrido el rumor de que Harry Potter asistiría con su nueva (y aparentemente permanente) pareja, por lo que los boletos para la dichosa fiesta se habían vendido como tarta de melaza caliente. Todos querían ver quién era el dichoso afortunado que finalmente había atrapado al inatrapable.

Ethel también se encontraba presente en la ceremonia. Claro está, tenía un lugar VIP justo al lado de Narcisa (el cual Draco justificó diciéndole que alguien importante había fallado de último minuto: no era como si deseara que a la secretaria se le subieran los humos y se tomara atribuciones que no correspondían a su rango). La verdad era que Draco le había comenzado a tomar un poco de cariño. Sólo un poco. Culpa de su maldita debilidad hacia los Gryffindor, seguramente.

No obstante, la asistencia de muggles superaba por mucho a la de magos. El hecho de que hubieran "creado" pruebas documentales para poder presentar a Colchester como el perdido Camelot ante los muggles, había provocado que el pequeño y antes ignorado castillo se volviera toda una celebridad de la noche a la mañana y estuviese de pronto asediado por turistas de todo el mundo. La invención de un par de pruebas supuestamente históricas había sido necesaria porque no habría habido modo de convencer a las autoridades muggles que el retrato de un caballero obeso que había pertenecido a la Mesa Redonda había sido el testigo infalible que los había convencido a ellos.

Hablando de los muggles, a Draco le había resultado curioso el número exagerado de jovencitas entre los visitantes, sobre todo porque había alcanzado a captar una conversación de uno de esos grupos y, por lo que había oído, era evidente que ellas pensaban que entre el legendario Merlín y el Rey Arthur había habido un tipo de romance homosexual. Muchas de ellas incluso se desmayaron en la recámara principal, donde juraban que seguramente ahí, ellos lo habían hecho. Draco hizo cara de repugnancia sólo de pensarlo. ¿Acaso no sabían que Merlín había tenido como cien años más que el monarca? Aunque, pensándolo bien y con lo poderoso que Merlín había sido, quizá se rejuveneció sólo para meterse en la cama de su querido y adorado rey. Todo podía ser. Draco no tenía ni idea de dónde sacaban esas estrafalarias fantasías aquellas chicas muggles, pero si eso ayudaba a que las entradas para visitar el castillo se vendieran bien, pues bienvenidas fueran.

Gracias a todo eso, la nueva apertura del castillo estaba resultando un rotundo éxito, lo que provocó que tanto Draco como Granger aumentaran exponencialmente su valor como miembros estrellas en el Ministerio. Draco había tenido una curiosa visión futurística donde se veía a él mismo y a Granger compitiendo por el puesto de Ministro algún día… No sonaba tan descabellado, ya que Shacklebolt los tenían en gran estima a ambos. Iba a ser una competencia interesante, la cual Draco estaba tan seguro de ganar como había ganado el cariño sincero y la lealtad del playboy más famoso del Mundo Mágico.

Draco sonreía sólo de recordarlo. Sonrió más cuando, en su discurso, mencionó y agradeció la ayuda de su pareja, el señor Harry Potter. Todo el mundo se giró a mirarlo y la prensa muggle y mágica le tomaron fotografías sin descanso. Harry sonrió, se sonrojó levemente y le guiñó un ojo a Draco.

"Necesito fumar. Ya." Fue lo que dijo Harry desde la distancia y aunque Draco no lo escuchó, lo leyó en el movimiento de sus labios.

—Atención, por favor —dijo Draco ante el micrófono cuando la gente por fin pareció cansarse de mirar hacia Harry y aplaudirle—. Aprovecho este medio para informarle a mi antiguo guardaespaldas que me entrevistaré con él de inmediato en el mismo sótano donde una vez él me salvó de que… algo me abriera el cráneo.

Toda la gente dirigió miradas confundidas hacia todos lados: pocos de los presentes sabían que al decir "guardaespaldas" Draco se estaba refiriendo al mismo novio al que un momento antes había presentado. Dijo unas cuantas frases más y finalizó su discurso en medio de una salva de aplausos que reverberó en las paredes del castillo y bajó del estrado. Ya sin poder ver a Harry entre el público, caminó a paso veloz esquivando certeramente celebridades y periodistas, dirigiéndose al sótano donde había quedado de verse con Harry para quitarle las ansias de un cigarro.

A veces estaba casi seguro de que Harry se inventaba esa excusa sólo para ser exhaustivamente besado por él. Tenía algo de Slytherin, el muy cabrón.

Draco suspiró con resignación. Preservar la salud del sexy héroe del mundo mágico al quitarle su adicción al tabaco, era una labor ardua y sacrificada pero se necesitaba que alguien estuviera ahí para hacerlo. Ya podía ir toda la sociedad agradeciéndoselo a Draco porque él, como siempre, era el mejor para desempeñar el puesto.

Fin


Ahora que terminamos con este, nos vamos con "Bi-curious". Para elegir el fic después de ese, tengo una encuesta en mi perfil, por si gustan votar. ¡GRACIAS FANDOM!