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Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si, prohibido copiar!

Summary: Luego de la fatidica muerte de sus padres y de un intento de suicidio, Bella Swan llega a casa del doctor Cullen en donde tendrá que vivir con su familia, incluyendo a Edward, un chico que lo tiene todo, pero que luego de conocerla decubre que en realidad no tiene nada.

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Epilogo

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Su piel era suave en su mayoría, pero repleta de pequeños pliegues que me recordaban donde comenzaba nuestra historia. Cerré la puerta de su apartamento con mi pie y no me molesté en recoger las carpetas que habían sido desparramadas en el suelo.

Tenía un deseo ávido de tenerla y sostenerla para mí.

Los brazos de Bella estaban sujetos a mi cuello y sus piernas abrazadas a mi cintura. Ninguno dijo nada, solo caminé dentro del pequeño apartamento chocándome con todo lo que había cerca y lejos de mí.

— ¿Por qué todos tus malditos muebles son en miniatura? —gemí cuando una pequeña silla me dio en una rodilla.

Bella rió en mi boca y sentí estar en el paraíso. El paraíso de las cosas chiquititas.

— Son los muebles que debo llevar a la sala de ballet. Casi todas las niñas son muy pequeñas aún —explicó sonriéndome.

Sus ojos, expresivamente adornados en sus esquinas por unas pequeñas arruguitas producidas por su sonrisa. Era hermosa.

La más hermosa mujer que hubiese visto nunca.

— Te amo —susurré inspirando hondamente. Sentía como mi pecho se inflaba a medida que inhalaba el delicioso y embriagador perfume de Bella. Ahora tampoco olía a limón, era mango por todos lados.

— Lo sé—contestó.

No era la respuesta que esperaba, quería oírla decir nuevamente que me amaba.

— Nunca quise dejarte —confesé. Era tiempo de aclarar el miedo absurdo y sobredimensionado que sentía de perderla.

Perderla en una manera distinta a la romántica, perderla para siempre. Saber que podía morir me aterraba, y saber que ella era quien buscaba eso, era lo que lo volvía peor.

— También lo sé.

— Tenía miedo —insistí alejando mi rostro de ella para que me viera. Para que pudiese ver en mis ojos que lo que acababa de decirle era toda la verdad.

No quería ceder ni un milímetro —. Por supuesto —fue todo lo que respondió.

— No quería perderte —hablé frustrado—. Estaba aterrado de volver a verte mal. Oh por dios, si supieras lo que sentí cuando pensé que habías muerto, nunca en la vida quiero volver a sentir eso.

— Sé lo que sentiste.

— No tienes idea de nada —bufé rodando mis ojos.

Estaba claro que en aquel momento ella no tenía ninguna intención de entablar conversación conmigo.

— Sé que prefiero ir a mi dormitorio que estar colgada a tu cintura en medio de mi sala, con tus manos rodeando mi derrière, con las cortinas abiertas y un montón de mirones en el edificio de enfrente. Y sé que tú también lo prefieres.

Fruncí el ceño antes de preguntarle—. ¿Derrière?

— No esperarías que digiera culo.

— Sabelotodo —repliqué girando mi cara para observar a las personas agolpadas en una terraza, observándonos sin ningún tipo de tapujo, con descaro.

— Estoy segura que acabo de perder una niña de la clase —gimió señalando con su cabeza a la pareja, que si bien se veía horrorizada, no podía despegar la vista de donde nos encontrábamos. Aún cuando acababan de darse cuenta que los veíamos fijamente—. Espero que te quede muy bien el tutu y las mayas porque no son reembolsables.

— Vamos a probarlas.

Bella se rió, supongo que imaginándome en mayas, y besando sonoramente mis labios, se bajó de mi cintura y tomó mi mano para guiarme a su habitación. Una que obviamente mantenía sus ventanas cerradas.

Esa fue la primera vez que hicimos el amor. Los detalles del dormitorio los dejaré guardados en mi corazón para siempre, detalles que con el tiempo y práctica, mucha, muchísima práctica, dejaron de ser tales. Y si bien desearía poder decir que fue lo más maravilloso del mundo, la verdad es que fue mucho más que eso. Por lo menos para mí.

Isabella Swan fue la primera virgen con la que estuve y juro por Dios que será la última.

— ¡Edward!

La única, quiero decir.

La única por toda mi vida.

Su cabellera castaña, había crecido lo suficiente como para convertirse en la melena de un león. Sus mejillas estaban sonrojadas y algunos mechones se adherían a su frente. Llevaba los labios hinchados y excesivamente rojos.

— ¿Me quieres?

— Como a mi vida —respondió recostando su cabeza sobre mi pecho.

Era la viva imagen de una mujer en paz y satisfecha, muy, muy satisfecha.

— Eso no es decir mucho —murmuré pensativo para burlarme—. Ya sabes —continué al ver su expresión molesta—, viniendo de una persona que siempre intentó…

— Ya lo pillo —masculló entre dientes apartándose de mí. Se sentó sobre la cama, dándole a mis ojos la vista más gloriosa de sus pechos. Bella, notando de inmediato que no me estaba concentrando en lo que me decía, acercó la sabana y se cubrió, rompiendo de ese modo mi contacto visual con mi paisaje favorito. Hice un puchero—. Esto —enfatizó enseñando uno de sus brazos—, es solo una marca, nada que me enorgullezca demasiado.

— Las verdaderas marcas son las que tu has hecho en mi —repliqué cogiendo su mano para besar su torso—, en cambio eso… —seguí restándole importancia y apuntando una de sus muñecas en donde una de sus suturas blanquecinas resaltaba incluso entre lo pálido de su piel—, eso, querida mía es solo una cicatriz.

— Eso es lo más cursi que me haz dicho en años —rió haciéndome sentir ridículo y avergonzado.

— ¿Qué puedo decir? Tengo un don natural, soy tan dulce como un pastel de manzanas. Mira, pruébame.

Bella pasó un dedo sobre mi pecho y luego coquetamente se lo llevó a los labios. No tardó demasiado en hacer una mueca de asco y comenzar a gritar.

— ¡Estás salado!

Alcé una ceja y la miré de reojo—. Por lo general el sudor altera mi glucosa —dije encogiéndome de hombros para restarle importancia.

— Tonto.

— Ven aquí mujer —ordené tomándola del brazo para atraerla a mi lado en la cama—. Aún nos quedan dos horas para irnos al taller, quiero hacerte feliz.

— Eres un presumido.

Besé sus labios y reí sin poder evitarlo —. Tú me haz convertido en este monstruo, patético y enamorado. Ahora hazme feliz.

— ¿Otra vez? —acució presuntuosa. Elevó ambas cejas y reprimió la sonrisa mordiéndose el labio inferior.

— Otra.

— Está bien, pero primero necesito darte algo —dijo saltando de la cama y corriendo a la sala.

La oía dar un grito y por el contrario de lo que habría hecho antiguamente, ahora solo reí por que ya nada malo ocurría en nuestras vidas.

— ¡Cielo, las cortinas! —canturreé recordándole su mal habito de correr por la casa desnuda. Incluso parecía que nuestros vecinos tenían creado un horario para vernos.

Voyeuristas.

Pronto apareció Bella, envuelta en una toalla, con su cabello desordenado y un pequeño paquetito envuelto en papel de regalo. Su sonrisa iluminaba su rostro cuando me lo entregó.

La miré ceñudo y me apresuré a abrir mi regalo.

Un pequeño tutú rosado se encontraba dentro y no pude parar de reírme al recordar la primera vez que intenté ponerme uno. No había podido subir más allá de mis rodillas y al tratar avanzar me había caído sobre las pequeñas mesas de las alumnas de Bella.

Desde ese día, nunca he soportado los muebles en miniatura.

— ¿Te gusta? —preguntó con ansiedad.

— Cielo, ¿no te parece un poco pequeño? Ya intentamos con esto hace un año y no resultó muy bien, ¿recuerdas? —señalé la marca en mi frente.

— No es para ti.

— ¿No?, entonces… ¡Oh por Dios! —exclamé cuando comprendí lo que estaba tratando de decirme. Di un salto y me abalancé sobre ella para besarla, abrazarla, quererla.

Todo era poco.

— ¿No tiraste la boleta, verdad?

— ¿Por?

— No creo que el rosado le venga muy bien a un niño. ¿Podrá cambiarse? ¿Había celeste?

— Eres un idiota. Será niña.

Fruncí el ceño— ¿Cómo lo sabes?

— Instinto maternal, supongo.

— Tu instinto está mal sintonizado. Va a ser un niño, lo sé.

Por supuesto que lo sabía. Un niño, hermoso como su madre y fuerte como su padre. Agustín tocará el violín, canturreaba Bella cada vez que mecía la cuna de nuestro pequeño.

— ¿Una familia de músicos?

Negó con su cabeza haciendo que el moño alto que llevaba se agitara violentamente— Olvídalo, nuestra hija será bailarina.

— Me parece justo, aunque a Antonella le gusta el piano.

— Si y a mi me gusta la torta de chocolate. Eso no quiere decir que sea buena en cocinarla.

La miré, mientras enarcaba su ceja y sus ojos perforaban através de mí. No había forma de ganarle en una guerra de miradas. Seguía siendo la chica testaruda de siempre.

Impetuosa y llevada a sus ideas.

La Bella de quien me enamoré, la que me hacía disfrutar de sus silencios y extrañar sus palabras. La que curó mis heridas y llenó de sentido el uso de mi oxigeno.

— Tengo toda una vida para convencerte —susurré encogiendo mis hombros.

Isabella sonrió— Lo sé.

— Lo sabes —coincidí.

La que intentando perder su vida, me dio una a mí...

Simple y sencillamente, la mujer de mi vida.

Éramos felices, al fin.


Les prometí que traería un epilogo y lo hice!

No quería dejar que su imaginación volara libre, así que decidí darles un final feliz, ¿les gustó? ¿muy meloso? ¿no, cierto? Si me dicen que si me doy con una piedra en la cabeza ¬¬'

Como muchas saben este ff estaba lejos de tener un final feliz, pero como he dicho hasta el aburrimiento, no podía hacerlos sufrir más, para eso nació "No me olvides", así que quien no quiere drama, no lea ese fic. (¿Ven? yo hago antipublicidad ¬¬)

jeje xD!

En fin, ayer leí todos y cada uno de sus mensajes, en serio casi me puse a llorar, es lindo ver como algo que sale de una cabecita desquiciada es apresiado y seguido por chicas tan diferentes. Todas lindas eso si ^^

Las nombraría una a una, pero supongo que siempre diría lo mismo "GRACIAS"...INFINITAS GRACIAS!...por leerme, tenerme paciencia, soportar cada una de mis desapariciones y aún así, seguir enviando sus mensajes en cada actualización, en serio, contnuaría así durante toda la tarde, dandoles las gracias, pero me hago pipi *_*

Un beso mis loquillas!

Nos seguimos leyendo...las adoro!, ya saben que pueden agregarme en twitter y en facebook. Dudas o solo hacer amistad, ya saben donde encontrarme!

muá!