"Hateful Lemonade Contest"
Título: El juego.
Penname: Livia Scofield Miller
Summary: Estoy harta de su superioridad, de sus juegos y de sus bromitas pesadas. Ahora va a saber quien es Isabella Swan.
Pareja: Edward y Bella.
Número de palabras: 4.548
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No podía creerme que esto me estuviera sucediendo a mí. Pero, por que a mí? Y porque con él?
Hacía ya un par de horas desde que el profesor de historia, el señor Darcy, nos había mandado un trabajo sobre la segunda guerra mundial. Yo creía que nos emparejaría como hacía siempre, con nuestro compañero de pupitre, pero esta vez no fue así. Lo hizo a suertes y a mi me tocó con él.
En cuanto el señor Darcy dijo que íbamos a ser pareja de trabajo, en su cara se dibujó una sonrisa que hizo que rompiera el lápiz que tenía en mis manos. Como puede ser alguien tan odioso? Como puede alguien portarse tan mal con todo el mundo?
Desde que había llegado al instituto hacía ya un año, junto con sus hermanos, Cullen no dejaba de incomodarme con su presencia, con sus sarcásticos comentarios, además de que salió con un par de amigas mías y las había tratado fatal, dejándolas tiradas sin importarle sus sentimientos. Todo eso, unido a que no había dejado de dejarme mal ante los maestros y todos mis compañeros con sus pesadas bromas, había conseguido que, en ocasiones, deseara que desapareciera de la faz de la tierra, sufriendo un gran dolor.
Pero la cosa había ido a peor. Cansada de sus bromitas, había decidido devolverle todo lo que me había hecho, aunque no había triunfado en ninguno de mis intentos, solo cuando llenamos su coche de basura. Me reí con tantas ganas que enseguida supo que habíamos sido mis amigas y yo, aunque solo la tomó conmigo. Hasta que anoche, en casa, con mis amigas Ángela, Rosalie, Alice y Jessica, había planeado algo para devolverle a Cullen todo lo que había hecho. Jessica sugirió que yo le sedujera y que, cuando le hubiera conquistado, le dejara tirado de mala manera. Yo había intentado negarme con el apoyo de Alice y Ángela pero entre ella y Rosalie habían acabado por convencerme. Y eso es lo que iba a hacer.
Aprovechando que debíamos quedar en casa de uno de los dos para hacer el trabajo, intentaría demostrar algún tipo de interés por él, fingiendo que el odio que sentía por él solo había sido una tapadera para no mostrar mis verdaderos sentimientos. Ahora iba a saber quien es Isabella Swan.
En cuanto la clase terminó, cogí mi mochila y salí corriendo detrás de él, dado que era el primero en salir siempre y ya debía de estar junto a su taquilla. Y así era. Caminé con más calma hasta quedar a su lado.
- Bueno, como lo hacemos? – dije sin poder disimular lo que realmente sentía por él, odio.
- Como hacemos el qué? – dijo sin molestarse en mirarme, todavía guardando sus libros en la taquilla.
- Ya sabes el qué. El trabajo de historia.
- No lo haremos de ninguna manera. Lo dividiremos en dos partes. Tú harás la tuya en tu casa y yo la mía en mi casa. Punto.
- Nada de punto. No me fío nada de ti. Seguro que planearás algo para que yo quede como una vaga y tú como el que ha hecho todo el trabajo.
En cuanto dije eso, volvió a sonreírme con esa sonrisa que tanto odiaba, con lo que acabó confirmándome que eso era lo que tenía planeado hacer.
- Bueno, ésta tarde en mi casa, mi padre no va a estar, así que podremos hacer el trabajo sin que nos interrumpan. – dije marchándome por el pasillo.
- No esperes que vaya. – dijo levantando la voz.
- A las cinco! – grité antes de salir a la calle en busca de mi coche.
Me monté en mi camioneta y me marché hacia la biblioteca en busca de algún libro que hablara sobre el tema del trabajo. Cogí un par de libros y me marché a casa.
Charlie aún no había vuelto a casa. Eran las cuatro, así que despejé la mesa de la cocina y aproveché la hora que quedaba para hacer los deberes del resto de asignaturas del día, mientras comía un tazón de cereales.
Estaba tan concentrada en la redacción que tenía que hacer para la clase de español, que no escuché llegar el coche de Cullen y no me enteré de que había llegado hasta que no oí sonar el timbre insistentemente. Me levanté con toda la tranquilidad del mundo y abrí la puerta.
- Llevo cinco minutos llamando al timbre – dije con tono despectivo, mientras me apartaba con un golpe de hombro y entraba en la casa.
- Pasa, pasa – dije sarcásticamente, aunque no dije nada más, no quería iniciar una discusión, que seguro que eso era lo que él pretendía.
Le señalé que se quedara en el salón, mientras yo iba a buscar mis cosas a la cocina.
- Puedes sentarte. – dije dejando los libros sobre la mesa.
- No voy a quedarme mucho rato, tengo prisa.
Me senté en la mesa y abrí mi libreta, a punto para empezar. Esperé con aire impaciente a que él se sentara, pero no hizo ni el intento.
- Siéntate, cuanto antes empecemos, antes acabaremos hoy. No quiero tener que quedar muchos días.
- Ni yo.
- Pues venga.
Cullen acabó sentándose y comenzamos a buscar información sobre las repercusiones que tubo la guerra en los países implicados directamente, mientras que otro día miraríamos las repercusiones de los países no implicados.
Acabamos al cabo de una hora. En cuanto dieron las seis, ambos nos levantamos, dando por finalizado ese capitulo de nuestro trabajo.
- Mañana, a las diez, en mi casa. – dijo antes de salir de mi casa, mientras recogía sus cosas.
- No se donde vives.
- Ése no es mi problema. – dijo metiéndose en su coche de pijo y se marchó a toda velocidad por la carretera.
- Que asco de tío! – exclamé en voz alta, cerrando la puerta de un portazo, fui a recoger mis cosas y subí a mi cuarto, desde donde llamé a mis amigas para que vinieran a casa.
No tardaron ni quince minutos en llegar las cuatro, y rápidamente subimos a mi dormitorio.
- Lo veo imposible, chicas. No puedo acercarme a él. Que asco de tío. – dije de nuevo, intentando escabullirme del plan que ya habíamos trazado.
- Bella, te comprometiste, ahora debes cumplir – dijo Alice mientras pintaba las uñas a Ángela.
- Te recuerdo, Alice, que tú no estabas de acuerdo con el plan. – dije sentándome en la cama a su lado.
- Ya, pero he cambiado de opinión. Se lo merece, después de lo que le hizo a Rosalie y Jessica. Y por lo que te ha estado haciendo todo el año.
- Ya lo se, pero es que solo estar en su presencia, me pongo de los nervios. Le daría de palos…
- Relájate Bella. Tú tranquila. – dijo Rosalie, arrodillándose a mis espaldas y comenzando a masajear mis hombros. – Todo saldrá bien, ya lo verás.
- Ya.
- Bueno, y cuando habéis quedado?
- Mañana a las diez en su casa. Alguna de vosotras sabe donde vive?
- Si – dijeron Jessica y Rosalie al mismo tiempo.
Jessica tomó un papel y un boli y me anotó su dirección, haciéndome un pequeño mapa para que pudiera llegar bien.
Al cabo de dos horas, durante las cuales estuvimos despotricando contra Cullen, las chicas se marcharon y yo me puse a hacer la cena para Charlie.
Cené un poco de cereales con leche y me fui al dormitorio, donde estuve un rato en el ordenador y me fui pronto a dormir.
Me desperté cuando daban las siete. Demasiado temprano, pero estaba nerviosa por lo que iba a suceder hoy sábado, a las diez. O sea, dentro de tres horas.
Me fui directa a la ducha, y en diez minutos ya estaba en la cocina, desayunando un par de tostadas con mermelada y un vaso de leche. Dejé el plato y el vaso sucios en el fregadero y subí de nuevo al cuarto de baño, donde acabé de secarme el pelo y me lo planché. Me maquillé un poco, cosa que casi nunca hacía, y me fue a vestir.
Me puse una blusa blanca, que se abrochaba con botones, y unos shorts vaqueros negros bien ajustados y me calcé con unas botas de tacón que me había prestado Alice. Cogí mi bolso, metí mi bloc y mi estuche dentro, y me marché hacia la casa de los Cullen.
Ya eran las nueve y cuarto de la mañana. Iba bastante pronto, pero no podía permanecer por más tiempo en casa, con Charlie mirándome con cara rara durante el tiempo que me estuve cambiando y maquillando.
Llegué a la casa a las nueve y media y me quedé un rato en el coche, medio adormilada, hasta que un fuerte golpe hizo que me despertara del todo.
Me volví hacia mi ventanilla y vi a uno de los hermanos Cullen. Emmet creo que se llamaba.
Abrió la puerta de la camioneta y salí, cogiendo mi bolso.
- Vas a quedarte mucho más tiempo aquí o vas a decidirte a entrar? – dijo con una sincera sonrisa en los labios.
- Es que he llegado un poco pronto y no quería molestar antes de hora. – dije fingiendo estar avergonzada.
- Tranquila, Bella. Puedo llamarte Bella?
- Claro.
- Pues Bella, tranquila, Edward lleva más de tres en horas en pie, esperando a que llegaras.
- Ah si? – pregunté sorprendida.
- Bueno, al menos eso era lo que parecía.
- Entonces crees que ya puedo llamara a la puerta? – dije haciéndome la inocente.
- Claro. Yo me marcho, así que os quedáis solos. Y no le digas a Edward nada sobre lo que te he dicho, vale?
- Tranquilo. Tu secreto está a salvo conmigo. – dije sonriéndole. Realmente me estaba cayendo bien ese Emmet. Cada vez entendía menos como podían ser hermanos, siendo tan diferentes.
Cerré la puerta de la camioneta y fui hacia la casa. Llamé al timbre y esperé pacientemente hasta que Cullen me abrió la puerta.
- Hola! – dije intentando ser simpática, cosa que me estaba costando mucho en esos momentos.
- Pasa – dijo con un tono tan seco que hizo que la sonrisa desapareciera de mi cara.
Me llevó hacia el salón, donde había una larga mesa con cinco sillas. La mesa estaba repleta de libros y apuntes. Me senté y él hizo lo propio delante de mí.
Trabajamos en silencio durante unos veinte minutos, hasta que me cansé de intentar entablar conversación con él y me levanté, cogí mis cosas y me marché sin decirle nada.
Me metí en mi camioneta y seguí la segunda parte del plan. Hacerme la ofendida.
Intenté con todas mis fuerzas que alguna lágrima saliera de mis ojos, hasta que al fin lo conseguí y me puse a llorar en silencio, tapándome la cara con las manos.
Sentí un par de golpecitos en la ventana, pero ni me molesté en mirar. Sabía perfectamente quien era, así que me hice de rogar.
Cullen volvió a golpear la ventanilla, esta vez con más insistencia. Me volví y le miré con cara de dolor. En su cara, hacía dos segundo sonriente, se mostró una expresión que nunca había visto en él. Culpabilidad, tal vez?
- Que te pasa ahora? – dijo en un tono fingido de indiferencia.
- Déjame. Ya puedes hacer el trabajo solo, tal y como tú querías desde un principio. Vete! – dije subiendo de nuevo la ventanilla, pero ocurrió algo que no me esperaba.
Cullen puso su mano, para impedir que subiera el cristal y yo, que no me di cuenta, se la pillé al subir la ventanilla del todo.
- Joder, que daño. Baja el cristal! – dijo en medio grito, intentando contenerse.
Bajé la ventanilla de nuevo y cuando hubo sacado su mano, abrí la puerta y salí del coche.
- Perdona, no te había visto. Pero a quien se le ocurre meter ahí la mano. – dije tomando su mano, contra su voluntad, para examinar mejor el daño.
Le había hecho un ligero corte en la palma de la mano. Entramos juntos en su casa y le acompañé al cuarto de baño, donde me dijo que tenían el botiquín.
- Siéntate – dije poniendo mis manos sobre sus hombros y obligándole a sentarse sobre la tapa del retrete, mientras yo buscaba en el botiquín lo necesario para curar su herida. – perdóname, realmente no vi tu mano. – dije mientras curaba la herida, mientras que Cullen intentaba no gritar por el escozor.
- Seguro. Qué te pasaba? – dijo mirándome a los ojos.
- Nada.
- Ya. Uno no llora si no le pasa nada.
- Es que estoy harta de todo esto. Estamos obligados a hacer éste trabajo, y tú te empeñas en hacerlo más difícil. – dije mientras vendaba su mano. – yo tampoco estoy cómoda haciendo el trabajo contigo. Es más, odio la idea que tubo el profesor.
Me volví para guardar las cosas y lavarme las manos y noté como me observaba fijamente. Miré de reojo al espejo y vi que me estaba mirando… el culo!
Me volví de nuevo con rapidez y le pillé in fraganti.
- Te gusta lo que ves? – dije mosqueándome por momentos, hasta que recordé la tercera fase del plan. Seducirle. Así que cambié el tono de mi voz y formulé de nuevo la pregunta. – dime, te gusta?
- No se a que te refieres. – dije levantándose y marchándose del cuarto de baño, dejándome ahí tirada.
Tranquila Bella, tú relájate. Pensé mientras cogía aire para continuar con el plan. Salí del baño y encontré a Edward en el salón, sentado en el sofá, con la cara hundida en sus manos. Me acerqué a él y me senté a su lado.
- Que pasa? Te he incomodado?
- No.
- Que te pasa?
- Nada.
- Oye, ya se que no nos hemos llevado bien nunca, pero puedes contármelo, si es un secreto no voy a contarlo.
- Ya. Mira Bella…
- Ah! Ahora me llamas Bella. – dije con tono burlón. No pude evitarlo.
- Swan, no me pasa nada. Y aunque así fuera, serías la última persona a la que se lo contaría. – dijo levantándose del sofá.
Con un rápido movimiento, tomé su mano sana y tiré de él, haciendo que volviera a sentarse.
- Que haces? – dijo. Parecía sorprendido, y no me extraña.
- Perdona. – dije dándole la espalda, llorando de nuevo. Ésta vez fue más fácil provocar el llanto.
- Que te pasa ahora?
- Nada. Es solo que… no entiendo porque me odias tanto. Yo nunca te he hecho nada para que me trates de ésta manera.
- Bella, yo no te odio. – dijo cogiéndome del brazo y volviéndome hacia él.
- Ya, y porque siempre me tratas como si fuera una mierda? Eh! Porqué? – dije levantando la voz, golpeándole allá donde pillaba.
Cullen me cogió por los hombros y me acercó a su pecho, mientras yo seguía "llorando". Me abracé a él, sin pensármelo dos veces, y el me estrechó entre sus brazos, susurrando unas palabras que no alcancé a entender.
Dejé de llorar y levanté mi rostro, mirándole fijamente a los ojos. No pude evitar desviar mi mirada hacia sus labios, que seguían susurrando en silencio. Sin pensármelo dos veces, rodee su cuello con mis brazos y acerqué mis labios a los suyos, rozándolos suavemente, sin llegar a besarle.
Él pareció sorprendido, pero no se apartó de mí, cosa que realmente me sorprendió. Cerré los ojos y me dejé llevar. Mi cabeza decía no, pero mi corazón y mi cuerpo decían si. Que diablos me está pasando? Porque deseo tanto besarle y acariciarle?
Cullen me estiró sobre el sofá y con un rápido movimiento, se puso sobre mí, besándome suavemente el rostro, hasta llegar a mis labios. Quería resistirme, apartarme de él, pero mi cuerpo no obedecía. Necesitaba sentir sus labios, sus manos, todo su ser.
Cuando sus labios llegaron a los míos, los besé con ansiedad hasta que sentí algo que estaba deseando. La lengua de Edward, desde cuando pienso en él llamándolo por su nombre?, intentaba abrirse paso entre mis labios. Al principio le negué ese derecho, aunque no pude hacerlo por mucho tiempo. A los cinco segundos, nuestras lenguas se unían en nuestras bocas.
Mis manos empezaron a recorrer el torso de Edward, repasando todas sus líneas, mientras intentaba quitarle la camisa que llevaba. Edward se levantó del sofá y se apartó unos pasos, dejándome ahí, tumbada, ansiosa de su cuerpo.
- Perdona Bella, pero no puedo hacerlo.
- El qué? – dije incorporándome y sentándome.
- Lo que pretendes hacer conmigo.
Me levanté, me acerqué a él y le abracé por la espalda, acariciando de nuevo su torso y su pecho por debajo de la camisa.
- Tranquilo, aunque que me sorprende – dije en tono burlón - pero no pasa nada.
- Ya…
Le di un suave beso en la nuca y fui a por mi bolso, que seguía colgado en la silla en la que había estado sentada mientras hacíamos el trabajo.
- Puedo ir al baño? No puedo aparecer con éstas pintas por casa.
- Si, ya sabes donde está.
Fui hacia el baño mientras sentía la mirada de Edward sobre mí. Otra vez le llamé Edward, pero que me está pasando?
No llevaba ni dos minutos allí cuando Edward entró en el baño y se abalanzó sobre mí, apoyándome contra la pared y besándome como un poseso.
- Que haces? – dije poniendo mis manos sobre su pecho para apartarlo de mi. – Me dejaste claro que no eras capaz de hacer nada, así que ahora no me vengas con éstas. Vas a volver a dejarme con las ganas?
- Soy capaz, solo es que no estoy seguro de lo que está pasando.
- Lo que pasa es que te deseo, desde hace mucho. – dije sin creer que estuviera siendo tan directa.
- Yo también. – dijo y volvió a besarme, pero ésta vez con más delicadeza.
Empujé a Edward contra la pared y me lancé a sus brazos, rodeando su cintura con mis piernas, mientras le besaba e intentaba quitar su camisa. Ésta vez no me detuvo, sino que él mismo se quitó la camisa y la lanzó al suelo.
Volvió a poner sus manos sobre mí, exactamente en mi trasero, apretando mis glúteos entre sus manos, mientras yo seguía besándole y acariciando su lengua con la mía. Quitó mis piernas de su cintura, dejándome en el suelo y desabrochó mi blusa con cuidado, besando mi cuello, mis hombros, mi pecho, mi vientre, hasta llegar al ombligo.
Acabé de quitarme la blusa y llevé mis manos hacia el botón de sus vaqueros.
- Bella… - rogó, sujetándome las manos.
No le hice caso. Liberé mis manos de la suyas y seguí con mi tarea. Mientras yo desabrochaba su pantalón, él desabrochó mi sujetador.
- Vaya! Esto si que no me lo esperaba – dije, sin poder evitarlo, al ver su miembro en erección, ya fuera de sus pantalones.
Acabé de bajar sus pantalones, mientras Edward desabrochaba el botón de mis vaqueros. Bajó su mano lentamente por encima del tanga que llevaba ese día, acariciando mi sexo con suavidad por encima de la tela, mientras yo no podía evitar soltar un gemido contra el pecho de Edward.
- Edward, para – dije aunque mi cuerpo necesitara desesperadamente el contacto del suyo.
Él se detuvo, aunque no sacó la mano de mis pantalones.
- No puedo… tengo que irme.
Edward sacó su mano de encima de mi tanga, pero en vez de sacarla de mis pantalones, la metió bajo la tela, tocando directamente mi caliente y mojado sexo.
Metió uno de sus dedos y empezó a acariciarme con suavidad pero con rapidez.
- Lo deseas tanto como yo. – dijo Edward mientras su otra mano se dirigía a uno de mis pechos. – lo necesitas.
No podía negar sus palabras. Realmente lo deseaba. Necesitaba sentir sus manos, sus labios, su cuerpo.
- Edward, no… ah – no pude terminar la frase. Edward seguía empeñado en hacerme llegar al orgasmo, y lo estaba consiguiendo, moviendo sus dedos frenéticamente, introduciéndolos en mí, acariciando al mismo tiempo mis pezones erectos.
Aparté mi cara de su pecho y busqué desesperadamente sus labios, que me recibieron ansiosos. En esas, no pude reprimir un grito de excitación al llegar al orgasmo.
Edward puso sus manos sobre mi rostro, mientras seguíamos besando. Bajé mis manos hasta su miembro, que seguía en erección fuera de sus pantalones. Lo tomé con mi mano y lo fui acariciando, mientras que con mi otra mano fui bajando mis pantalones.
- Bella…
- Qué?
- Te quiero.
- Que?! – Exclamé sorprendida. Aunque sin dejar de acariciar a Edward.
Él cogió mi mano, y se alejó un paso, separando nuestros cuerpos.
- Te quiero. Siempre ha sido así.
- Pero… tú…
- Una fachada. Solo fingí que te odiaba para alejarme de ti. Nunca había sentido algo tan fuerte y me daba miedo.
Vaya espectáculo. Allí estábamos los dos, en el baño de su casa, casi desnudos y él declarándose.
Puse mis manos sobre su cintura y lo llevé hacia el retrete, bajé sus pantalones y sus calzoncillos hasta sus tobillos e hice que se sentara. Él me miraba sorprendido mientras me yo quitaba los pantalones y el tanga. Me incliné sobre él y le di un leve beso en los labios, a la vez que bajaba de nuevo mi mano a su entrepierna y volví a sujetar con fuerza su miembro, sin dejar de acariciarlo de arriba a bajo.
- Yo también. - Le dije al oído antes de colocarme sobre el, rozando su miembro con mi sexo húmedo.
Un jadeo salió de sus labios y eso provocó una sonrisa de mi parte.
Acerqué mis pechos a su cara, incitándolo a que los tomara en su boca, y así lo hizo, provocándome aún más placer.
En ese momento me vino a la cabeza la verdadera razón de intentar seducir a Edward, y no pude contenerme y preguntarle.
- Que les hiciste a Jessica y Rosalie? – dije sin dejar de moverme sobre su miembro, incrementando el roce entre nosotros.
- Nada.
- Mientes.
- Con Rosalie no pasó nada. Se me declaró y yo la rechacé.
Es posible. Me lo creo.
- Y con Jessica qué?
- Yo…
- Qué? – dije deteniéndome y mirándolo a los ojos.
- Estábamos en una situación parecida a ésta y pronuncié el nombre de otra chica.
Será capullo.
- Cual nombre. – exigí saber más por curiosidad que por otra cosa.
- Bella…
- Cual nombre? – pregunté de nuevo, sin haber entendido con claridad su respuesta.
- Dije Bella.
Qué?!
En vez de alejarme de él, como mi cabeza me estaba diciendo en esos momentos, acerqué más mi sexo al suyo y le introduje dentro de mí, provocando un gemido por parte de los dos.
Montada sobre él, comencé a moverme lentamente, mientras él arqueó la espalda susurrando mi nombre entre jadeos. Comencé a besar su pecho, sus pezones, mientras los dos comencemos a movernos acompasados, siguiendo el mismo ritmo, hasta que de repente se levantó, sin salir de mí, me cogió de las piernas, sujetándolas a sus lados y me empujó contra la puerta del baño, embistiendo con más fuerza.
- Edward, más. – grité mientras él embestía con más fuerza, golpeando la puerta con mi cuerpo. – Más fuerte.
Edward embestía con más fuerza, besando mis pechos, succionando mis pezones con su dulce boca, haciéndome llegar al éxtasis. Cogí su cabeza con mis manos y le besé desesperadamente, buscando su lengua de nuevo. La encontré al momento, sintiendo los jadeos de Edward en mi boca. Sentí como ambos estábamos a punto de llegar ambos al orgasmo. Intenté contenerme hasta que él llegara y no tuve que esperar mucho, pronto lo sentí liberarse dentro de mí.
Apoyó su cabeza contra mi pecho, respirando entrecortadamente, mientras yo gritaba, de nuevo, de placer. Apoyé mi cabeza sobre su hombro, respirando con dificultad, pensando en lo que acababa de pasar.
Nos quedamos así lo que parecieron varios minutos, con Edward aun en mí, hasta que oí un fuerte golpeteo en la puerta.
- Ya se puede entrar? – dijo una voz conocida, que reconocí como la de Emmet, el hermano de Edward..
Edward soltó mis piernas, dejándome con suavidad en el suelo y ambos corrimos a buscar nuestra ropa y nos vestirnos con rapidez.
Ninguno de los dos dijo nada. Mientras me miraba en el espejo, arreglando mi pelo despeinado y limpiando el rimel, corrido por las falsas lágrimas y el sudor, de la cara, quedando más o menos decente.
Miré a Edward, que mirando fijamente hacia la puerta, apretando los puños. Agudicé el oído y pude oír una escandalosa risa, coreada por una risita más débil y la voz de una mujer, reprendiendo el comportamiento de alguien.
Edward tendió su mano y yo la tomé sin dudarlo. Abrió la puerta y salimos de nuevo al salón, donde estaban los hermanos de Edward, riendo, y… oh dios! sus padres!
Agaché la cabeza, mirando al suelo, muerta de vergüenza.
- Ya habéis acabado de redecorar el cuarto de baño? – dijo Emmet, aguantándose la risa, tapándose la boca, mientras su hermano, le daba una colleja.
- Edward, Bella. – dijo el doctor Cullen, el padre de Edward, indicándonos que le siguiéramos a la cocina.
Ambos le seguimos, aun cogidos de la mano, y quedamos solos en la cocina.
- Chicos… esto… es algo incómodo hablar sobre esto, pero… - empezó a decir el doctor Cullen, pero Edward lo detuvo con un gesto.
- Papá, siento lo sucedido. No lo que ha sucedido, sino como. – dijo al ver la mirada de confusión que le eché.
- No sabía que fuerais novios. Los sois? – dijo un poco avergonzado de hablar sobre sexo con su hijo.
- Lo somos? – pregunté aun más confundida, sin saber a donde nos llevaba la situación vivida hacia apenas unos minutos.
- Bella, quieres salir conmigo? – dijo tomando mi otra mano y estrechando ambas entre las suyas.
- Si. – dije sin pensármelo dos veces.
- Si papá, lo somos. – dijo con una sonrisa que nunca había visto en él. Una sonrisa torcida que hizo que me temblaran las piernas.
Los tres soltamos una risita de alivio y el doctor Cullen salió de la cocina, dejándonos a Edward y a mí a solas.
- Esto cambia un poco las cosas. – dije caminando de un lado al otro de la cocina.
- Si. Vas a volver a hacerme esos juegos tuyos? – dijo sonriendo.
- Que juegos?
- Seducirme.
- Que?! No se a que te refieres. – dije deteniéndome en seco, sin atreverme a mirarle a la cara.
Se acercó a mí de nuevo, tomando mis manos y besándolas.
- Ven, te presentaré a la familia.
Salimos hacia el salón, donde nos esperaban los cuatro miembros de la familia Cullen.
Estuvimos cerca de una hora hablando Emmet, Jasper, Edward y yo. De pronto, Edward se puso en pie, cogiéndome de la mano.
- Es hora de que me presentes a tu familia.
- Mi padre no está en casa.
- Me refería a tus amigas.
- Qué? – exclamé de susto.
- Te avergüenzas? – dijo de nuevo son sus sonrisa torcida.
- Temo el momento.
- Creo que no hay que demorarlo. Mejor dejar las cosas claras, porque no pienso separarme de ti. Nunca.