Llegando al final, una vez más quiero agradecer a quienes habéis seguido mi fanfic. Capítulo a capítulo se me ha llenado el corazón de felicidad gracias a vuestras opiniones, ¡varias veces he estado al borde de las lágrimas! T_T

También quiero confesar algo que quizás os sorprenda... y es que yo nunca, JAMÁS he leído ninguno de los libros de Harry Potter. Lo poco que sé del universo potteriano es por haber visto todas las películas y leído muchos, muchos fanfics dramioneros (algunos muy buenos, y otros... pues no tanto ^o^).


Ep. 25: Y en nuestro futuro habrá... (epílogos)

+5 años

Mientras todos dormían, la tranquilidad de la noche se vio súbitamente rota con un angustioso grito.

- ¡Fuego, fuego! - se oía alertar a los elfos desde una de las alas del castillo - ¡Hay fuego en la mansión! ¡FUEGO!

Draco se había levantado inmediatamente desde el primer aviso. Con una silenciosa mirada a Hermione, le indicó que fuese a por los niños mientras él averiguaba qué sucedía y cómo solucionarlo. Ella no tardó más que un par de segundos en ponerse una bata e ir a buscarlos, mientras el rubio corría rápidamente por los largos pasillos en dirección al foco del problema. El sonido del crepitar de las llamas y el creciente calor le condujeron hasta el ala norte de la mansión, donde se exponían los retratos vivientes de sus antepasados.

- Por las brumas de Avalon, ¿cómo ha ocurrido esto? - preguntó furioso a los elfos que rondaban por allí con cubos de agua, agitando de inmediato su varita - ¡Aguamenti! ¡Deprisa, más agua!

- No sabemos, amo Draco. Todo estaba bien, cuando de repente uno de nosotros que estaba de servicio limpiando por aquí nos advirtió del incendio.

Tras un buen rato conjurando agua sin descanso, Draco y los elfos finalmente lograron extinguir las llamas por completo. Evaluando el daño, vieron que no había sido para tanto en realidad: un par de paredes chamuscadas, el techo ennegrecido, una alfombra convertida en polvo... y alrededor de una docena de cuadros reducidos a cenizas. Sus voces ya no volverían a oírse.

- ¡Draco, no encuentro a Casey! - llegó Hermione en ese momento, respirando agitadamente por la angustia y con Scorpius medio dormido acostado sobre su hombro - ¡La he buscado por toda la mansión y no...!

- No te preocupes, Casiopea está aquí - le escuchó la calmada y seria voz de Narcissa detrás de ella - ¿Estáis todos bien?

La mirada de los dos progenitores recayó sobre la pequeña de cinco años, que se aferraba fuertemente con una manita a su abuela. Además de las silenciosas lágrimas que brotaban de los castaños ojos de su hija, ambos notaron que en su otra mano sostenía la varita de Narcissa.

- ¡Casey, gracias al cielo! - suspiró aliviada Hermione, dejando con cuidado al adormilado Scorpius de pie sobre el suelo para abrazar a la niña - ¡Le has dado un susto muy grande a mamá! ¿Dónde estabas? ¿Por qué no estabas acostada y durmiendo en tu camita, tesoro?

- Porque yo... mami estaba triste... y cosas muy feas... - respondió Casiopea hipando, con voz bajita y nuevas lágrimas en sus ojos.

- ¿Qué? No te entiendo, Casey - se preocupó Hermione, acariciando la carita de su hija y limpiándole las lágrimas.

- Casiopea, ¿por qué tienes la varita de tu abuela? - le preguntó Draco con más firmeza, una vez tranquilo sabiendo que todos estaban a salvo - ¿Cuántas veces te hemos dicho que no puedes jugar con eso?

- ... ¿Cuatro? - la niña quiso distraerle del asunto principal - ¿Once? - al parecer no funcionaba - Yo... yo no quería... bueno, sí quería pero no así... - sollozó de nuevo, señalando las cenizas de lo que habían sido varios cuadros - Ellos decían cosas malas de mami... cosas muy feas, mentiras... Nana siempre dice que mentir está feo, pero ellos lo hacían... yo vi a mami llorar y estaba muy triste por sus palabras malas.

- ¿Qué pasó entonces? - con calma y paciencia, Narcissa la animó a continuar.

- Cogí la varita de Nana cuando dormía y vine para que ellos no dijeran más cosas malas de mami, pero se rieron de mí... y cuando les pedí silencio y que no hicieran llorar a mamá, volvieron a mentir... Vi a papá hacer fuegos de colores con su varita cuando Skye, Tamsyn, Rose y Lily Luna vinieron a jugar y todos sonreían, yo quería hacer lo mismo pero no fue igual...

Hermione cerró los ojos mientras un hondo suspiro escapaba de su garganta. Ya entendía lo que había pasado.

- Escúchame, tesoro. Muchas veces habrá personas que digan cosas que no te gustan, pero...

- Casey, ven aquí - la interrumpió Draco, llamando a su hija, que se acurrucó en sus brazos - ¿Qué es lo que dijeron de mamá? Repítemelo.

Casiopea se inclinó hacia el oído de su papá y repitió todo de lo que se acordaba, muchas cosas que ni siquiera sabía qué significaban pero tampoco sonaban bonito. La mandíbula de Draco se endureció al escuchar sus palabras susurradas.

- Comprendo - dijo cuando la niña terminó - En ese caso... has hecho bien, princesita. Lo has hecho muy bien - y le besó la frente.

- ¡Draco! - le recriminó suavemente Hermione, incluso si ella era la ofendida - No le digas eso, no puede ir provocando incendios cada vez que algo no le guste.

- Las cosas no fueron así, ¿verdad que no, Casiopea? - fingió seriedad el rubio, mirando a su hija con complicidad - Tú viniste aquí a hablar civilizadamente con tus antepasados, aprovechando la hermosa noche, con tus mejores intenciones. Querías que dejaran de hacer llorar a mamá, ellos en cambio no te mostraron el respeto debido, y cuando quisiste poner orden... surgió fuego accidentalmente de la varita de Nana, ¿cierto? Tú solamente defendiste a mamá.

- Sí, eso es - afirmó sonriente la pequeña, asintiendo con la cabeza y agitando sus adorables rizos platinados - Yo quería hablar cilizabamente y ellos no me dejaron, papi.

- ¿Lo ves, Hermione? - sonrió triunfalmente el slytheriano - Justo lo que había pensado.

- Serpiente tramposa - murmuró ella, de forma que nadie más lo oyera.

- Mamá, tengo sueño... - protestó débilmente Scorpius, tironeando de la bata de Hermione - Y creo que los stompples de tía Luna me están mordiendo los pies.

- Aquí no tenemos de eso, cariño, sean lo que sean - dijo Narcissa mientras cargaba a su nieto para llevarle de vuelta a su habitación - Pero lo de seguir durmiendo es una idea muy buena.

- Y tanto. Vuelve a la cama, Hermione - dijo Draco, pasándole a Casiopea - Yo iré en un momento, en cuanto arregle un poco las cosas aquí.

- De acuerdo - se dieron un beso y la leona se fue, acomodando a su hijita en sus brazos, y cuando estuvo segura de que nadie la oiría, susurró - Gracias, Casey. Sólo tienes cinco añitos, pero ya puedes conjurar fuego aunque sea por accidente... y lo has hecho para proteger a un ser querido. Definitivamente, has heredado la llama de Gryffindor de mamá.

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+8 años.

Había sido un duro y agotador día en el departamento de Leyes Mágicas, incluso más que de costumbre. Hermione había caído rendida en la cama al terminar de bañarse, en un estado de sopor, del cual apenas salió cuando su flamante marido depositó un leve beso en su nuca.

- Mmmm... - gimió ella de gusto, provocando que él lo repitiera.

- Veo que estás muy cansada - comentó Draco, sentándose en su borde de la cama, de espaldas a ella, y comenzando a desabrocharse la camisa - ¿Quieres que te ponga el camisón para que puedas dormir?

- No creo que hoy me vaya a hacer falta - contestó Hermione, desperezándose e incorporándose.

El rubio alzó una ceja interesado y miró hacia atrás, para encontrarse con la sensual imagen de su esposa envuelta en una toalla que no ocultaba mucho, apoyada sobre sus manos y rodillas, el cabello alborotado y un brillo pícaro en los ojos. Realmente, parecía un gatito a punto de cometer una travesura.

- Oh, ¿vas a salir todavía? - se hizo el despistado, continuando con su camisa - No recuerdo que tuviéramos ningún compromiso para hoy. ¿Has quedado con alguien?

- Nooo... - la castaña gateó despacio hacia él, hasta posar la barbilla en su hombro - Tan sólo que hoy estuve pensando... Dentro de un año, Scorpius empezará su educación en Hogwarts, y Casey se sentirá muy sola sin él. ¿No estaría bien que tuviese otro hermanito o hermanita?

Y le mordisqueó juguetonamente el lóbulo de la oreja. Draco echó la cabeza levemente hacia atrás, cosa que Hermione aprovechó para dejar minúsculos besos por su cuello.

- Hermione, ¿estás tratando de seducirme? - fingió estar asombrado - ¿A un inocente e indefenso Slytherin como yo?

- Mmmm... tal vez - ella se levantó sobre sus rodillas, y al quedar más alta que él, aprovechó para deslizar los brazos por sus hombros y pecho, rozándole en una tentadora caricia - ¿Qué tal lo hago, príncipe?

- Ngh... no tengo quejas por el momento - murmuró Draco, entrecerrando los ojos y dejándose llevar por el fuego que Hermione había encendido en él - Pero creí que estabas agotada. ¿Seguro que quieres hacerlo hoy?

- Todavía falta mucho para el día en que no pueda seguirte el ritmo - replicó la gryffindoriana, mientras sus manos pasaban la zona del ombligo y soltaban el cierre del cinturón.

- ¿Es ésta tu forma de admitir finalmente que soy irresistible, Granger?

- Oh sí, eres la octava maravilla del mundo, Malfoy - se burló un poco del platinado, pero sin detener sus atrevidas caricias - Un regalo celestial para nosotras, pobres mujeres mortales...

Hermione no pudo continuar hablando, porque Draco giró la cabeza apenas lo justo para capturar sus labios en un fogoso beso. Una de sus manos se posó sobre la mejilla de su mujer, resbalando tortuosamente tras su oreja hasta apresar su nuca, profundizando el beso.

- No hay necesidad de ser sarcástica, Hermione. A mí no me cuesta nada admitir que tú eres irresistible, de la cabeza a los pies, y todo lo del medio también - jadeó levemente, sintiendo que la excitación empezaba a desbordarse - Hasta el último centímetro de ti es irresistible para mí.

- No, no... pórtate bien - sonrió ella, provocadora, y apartando las manos masculinas que habían tomado posesión de su cintura - Agradezco tus palabras, pero hoy soy yo quien está al mando.

- Estoy a su entera disposición, milady - declaró el rubio entre besos con fingida humildad - Haga de mí su voluntad.

Las palabras fueron innecesarias a partir de ese momento. Hermione hizo subirse a la cama a su esclavo de esa noche, recostándole sobre las cómodas almohadas, y disfrutó escuchando sus agónicos jadeos de placer mientras terminaba de desvestirle con enloquecedora lentitud. Sus dedos rozaron todo su cuerpo con el toque de una mariposa, enviando escalofríos a las partes más sensibles. Su boca bajó a su frente en un casto beso, y fue descendiendo por su mejilla, por su boca, su cuello, hasta llegar a su esculpido torso. Trazó con la lengua los endurecidos círculos de sus pectorales, lo que hizo aumentar la frecuencia de los jadeos del rubio, y más aún al continuar su camino a través de su estómago.

- Herm... Hermione...

Ella le miró y sonrió con malicia, complacida de ver su rostro sonrojado. Luego prosiguió con sus juegos, tanteando los firmes muslos de él con sus manos, mientras sus cabellos rozaban por todas partes en una caricia incitante. Sus ardientes labios marcaron un sendero de fuego por debajo del ombligo, hasta llegar al punto exacto en el que Draco Malfoy creyó alcanzar el nirvana. La boca de Hermione, húmeda y cálida, lo atrapó suavemente en sus profundidades, mientras con la lengua daba un delicioso y devastador masaje a su falo.

- ¿Te gusta esto, Draco? - le preguntó, tomándose unos segundos para respirar - Esto es lo que reciben los chicos buenos.

Y volvió a tomar la punta de su pene entre los labios, mientras masajeaba el tronco con sus manos. Le estuvo acariciando y lamiendo por un breve rato, hasta que lo sintió temblar. Su instante de dubitación le dio a Draco la oportunidad de tomar el control, sujetándola del trasero para posarla justo sobre sus caderas, ocasionando un gemido por parte de ambos cuando sus sexos se rozaron.

- Móntame, Hermione - suplicó él, ansioso por estar dentro de ella - No aguanto otro segundo sin ti.

La leona se inclinó sobre su pecho, besando su boca fervorosamente mientras alzaba un poco las caderas y le permitía adentrarse en su cuerpo. La íntima unión arrancó gemidos ahogados de la pareja cuando comenzaron a moverse al compás, en un vaivén más que ensayado y practicado, pero que siempre parecía traer más placer que en el anterior. No eran únicamente sus cuerpos los que se juntaban cuando hacían el amor, también sus corazones, sus sentimientos. Todo ello mezclado con besos, caricias, abrazos y una entrega mutua que les llevaba al éxtasis.

- ¡Draco...! - exclamó Hermione al llegar a la tan anhelada cumbre del placer.

Él no tardó en seguirla, recibiendo en sus brazos la figura agotada de la mujer que amaba. Su respiración haciendo eco con la propia, el aroma de ambos impregnado en las sábanas, la calidez de su piel y sus suaves pechos contra él... Draco estaba seguro de que si existía el paraíso, debía ser algo muy parecido a aquello.

Pasaron unos pocos minutos, en los que Hermione comenzó a quedarse dormida, debido al cansancio que ya traía del trabajo y por el acto amoroso con el rubio. Pero al parecer, las manos curiosas de él rondando por su cuerpo presagiaban otras intenciones.

- No tan rápido, milady - dijo, la lujuria evidente en su voz - ¿No querías un hermanito para Casey? Debemos asegurarnos de conseguirlo - y acalló con su lengua las fingidas protestas que Hermione no tuvo tiempo de decir - Me has mostrado lo que una chica buena puede hacer, ahora es el turno del chico malo.

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+15 años

Había cosas con las que Scorpius Malfoy no podía. Eran muy pocas, ciertamente, pero aun así superior a sus fuerzas.

Por ejemplo, podía... podía comprender que sus padres se amasen mucho, mucho, y que por ello había tenido que presenciar un par de veces durante su infancia cómo se hacían los bebés, después de haber tenido una pesadilla y necesitar consuelo, por entrar sin llamar en su dormitorio en el momento equivocado. También entendía que la extraña relación amor-odio que parecían compartir sus tíos Blaise y Pansy era su peculiar manera de quererse y soportarse. Podía aceptar el hecho de compartir su título como Premio Anual con Rose Weasley, siendo que la única medianamente inteligente en su familia parecía ser su tía Ginevra; e incluso toleraba (a duras penas) que Skye y Tamsyn le persiguieran por todo Hogwarts declarando su amor por él, y dejando a un lastimoso Lysander Longbottom descorazonado.

Pero la visión que tenía frente a él ahora mismo era, sencillamente, inexcusable. No, no podía admitir que su tierna, inocente e ingenua hermanita de Ravenclaw dos años menor que él le estuviera metiendo la lengua hasta la garganta a su mejor amigo, Albus Severus Potter.

- ¡CASIOPEA EPHEMERA MALFOY GRANGER! - gritó, sin importarle que su voz resonara por toda la torre de astronomía, al fin y al cabo era un prefecto cumpliendo su ronda.

La adorable y hermosa jovencita brincó del susto al escuchar la voz de su hermano, aunque no por ello se separó ni un centímetro de su amorcito.

- Esto, Scorp... creí que hoy le tocaba ronda a Rose... - titubeó, colocando sus rizos rubios detrás de una oreja.

- Y me tocaba - habló aceleradamente la susodicha, apareciendo detrás del furibundo Malfoy toda sonrojada por la carrera... ¿o por otra cosa?

- Rose, ¿tú sabías de esto? - le reprochó Scorpius - ¿Que nuestro supuesto mejor amigo se escaquea de sus deberes como prefecto para seducir a mi dulce e intachable hermanita?

- Bueno, esto es un asunto de familia, yo mejor me voy... - intentó escaparse el acusado, pero el agarre de Casiopea en el cuello de su túnica le devolvió a su sitio.

- No te vayas. Es necesario que mi hermano deje de verme como la princesita a la que compraba lazos cuando tenía ocho años.

- De hecho, Scorpius, por lo que tengo entendido de su relación, aquí sería Albus la víctima inocente - la apoyó Rose.

- ¿Cómo? ¿En qué hora se ha visto que sea una dama la que seduce al caballero?

- Hablando de la hora, realmente es muy tarde, yo me retiro... - intentó fugarse de nuevo el joven Gryffindor, siendo retenido esta vez por Scorpius.

- Tú no te mueves de aquí hasta que el honor de mi hermana quede salvado.

- No exageres, Scorpius. Nosotros estábamos haciendo casi lo mismo hace un momento, hasta que oíste ruidos por aquí - dijo Rose.

- No es lo mismo, ni remotamente. Casey sólo tiene quince años.

- Tú tenías catorce la primera vez que me robaste un beso, ¿recuerdas?

Ante esta declaración, tanto Albus como Casiopea miraron sorprendidos al platinado, provocando un ligero tinte rojo en sus mejillas.

- ... Rose, no estás ayudándome.

- Como esto no tiene nada que ver con nosotros, deberíamos irnos... - dijo el joven Potter, pero un tercer tirón en el cuello de su camisa, esta vez por parte de la chica de su misma casa, le mantuvo en su lugar.

- No pienses que vas a escaparte justo cuando intento ayudaros, Albus Severus. Vas a decirle a este prepotente cabezota que tus intenciones con Casey son honestas y confiables, ¿cierto?

- Lo son - aseguró él, tragando saliva al sentirse un poco intimidado por los helados ojos de su mejor amigo.

- Y que soy la única chica que te interesa y a la que quieres, ¿verdad? - añadió su casi novia.

- Claro que lo eres.

- Entonces no vas a hacer nada que lastime, hiera o haga llorar a mi hermanita, ¿no? - cedió un poco Scorpius.

- ¡Por supuesto que no!

Reinó el silencio durante unos minutos, el joven Malfoy algo más calmado aunque todavía molesto de que le hubieran ocultado su relación precisamente a él, hermano de una y mejor amigo del otro.

- Está bien, supongo que no me queda otro remedio. Más te vale cuidarla bien, ¿me oyes? - le advirtió a Albus - No será fácil tampoco, ¿hay algo que quieras preguntar?

- ... ¿Puedo irme ya a dormir?

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+25 años

A pesar de ser pleno mediodía, los blancos pasillos del hospital San Mungo estaban prácticamente desiertos. No era de extrañar siendo verano, si la mitad del personal estaba de vacaciones, o almorzando, y los pocos que quedaban de guardia estaban dentro de aquella sala frente a cuya puerta él, Scorpius Malfoy, se paseaba nerviosamente.

- Scorpius, ¿quieres calmarte de una vez? - le preguntó su querido amigo, sentado cansinamente en la sala de espera, ahogando un bostezo - Llevamos aquí desde la madrugada, no te vendría mal dormir un rato... ni a mí tampoco.

- Cierra la boca, Albus - replicó Scorpius - No puedo dormirme ahora, no hasta saber que Rose y nuestro bebé están bien. ¿A qué has venido de todas maneras? ¿No deberías estar en casa, cuidando de tu propia embarazada? ¿Cuidando de mi hermana?

- Ya me gustaría, créeme. Pero en cuanto Casey recibió la lechuza de tu madre, anunciando que Rose se había puesto de parto, me pidió encarecidamente que viniera a tranquilizar a su hermano.

- ¿En serio?

- Bueno, ella no lo dijo tan dulcemente, pero no creo que te apetezca oír sus palabras exactas.

En aquel momento, un médico veterano que pasaba por allí tuvo una repentina sensación de dejà vu al verles y oír su conversación (¿no escuchó algo similar una noche de guardia, cuando no era más que un principiante?). Pero reconociendo un par de padres primerizos debido a su amplia experiencia, lo ignoró y siguió su camino.

- Debería haber entrado con ella. ¿Y si ocurre algo y me necesita? - se preocupó Scorpius, reanudando su paseo por el pasillo.

- Si ocurriese algo, no podrías hacer nada de todas maneras, no eres médico.

- En una ocasión, durante nuestro segundo curso, Rose me dijo que yo era afortunado - rememoró el joven Malfoy con tristeza - Porque tenía una madre que cuidaba de mí en la tierra, y otra que me protegía desde el cielo. Le di la razón, y fue entonces que me enamoré de ella... pero no quiero tener que darle la misma "bendición" a nuestro hijo.

- Yo no sé de estas cosas... pero en tu lugar, dejaría de mirar al pasado y pensaría en lo que me espera en el futuro.

- ¿A qué te refieres?

- Tío, vas a tener un hijo, un hijo varón. Tú no estás tan mal, y por su parte Rose es una belleza. Vuestro hijo será un imán para las mujeres, ¿qué crees que sucederá cuando ingrese en Hogwarts?

Inmediatamente, la mente del joven slytheriano se llenó de pésimos recuerdos: las persecuciones de las chicas, los malentendidos con Rose, la puerta de su habitación bloqueada por regalos de San Valentín, las vergonzosas peleas cuando había que hacer un trabajo en pareja, la dificultad de conseguir un mínimo de privacidad...

- Lo vas captando - se rió levemente Albus, viendo cómo el rostro de su mejor amigo se ponía más blanco que de costumbre - Y eso no es todo. ¿Recuerdas lo que pasó con las chicas de Beauxbatons, durante el Torneo de los Tres Magos? Si nuestra querida amiga Élodie Krum no hubiera estado allí... Y aun si el crío consigue librarse de las chicas de Beauxbatons, todavía deberá aprender a lidiar con los celosos chicos de Durmstrang.

- Basta, Albus. Ya he tenido suficiente con tus imágenes mentales.

- Como quieras... pero hazme el favor de sentarte un rato y calmarte. Esas baldosas ya están más que gastadas, parece que no las hubieran renovado en años... o que alguien se hubiera paseado frenéticamente sobre ellas igual que tú.

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+50 años

Los rayos del Sol de verano iluminaban los rincones de la mansión, obligando en ocasiones a un anciano Draco Malfoy a entrecerrar los ojos. Caminó a paso lento por los largos pasillos, bajando con cuidado los escalones, hasta llegar a la puerta que conducía a los jardines. Allí le recibió la algarabía producida por los niños y niñas, la nueva generación del futuro, que continuaría creciendo y cambiando todos los errores que se cometieron en el pasado.

- ¡Papá! - le llamó una voz - ¡Mira, ven a ver esto! Estelle ya se sabe el alfabeto.

Draco sonrió al notar el orgullo en la voz de su hijo menor, el cuarto, y tercero que había tenido con Hermione. La pequeña Estelle, su última nieta, parecía haber heredado plenamente los rasgos gryffindorianos de su abuela, al igual que su padre. Sí, su benjamín Nathan había caído en la casa del león, aunque eso era lo que conseguía por engendrarle con una... ¿cómo era la palabra? ¿Sangre-manchada? Bah, qué más daba. Hacía tanto tiempo que no lo pensaba que ya lo había olvidado.

- Draco, ¿en qué piensas? - le preguntó Hermione cuando fue a sentarse a su lado bajo la pérgola, a la sombra.

- En nada en concreto - dijo él, pasando un brazo por la cintura de (en su opinión) todavía la mujer más bella del mundo.

- He estado hablando con Lily Luna y Lorcan. Van a adoptar otro niño en otoño.

- ¿Otro? ¿Cuántos van ya, cuatro? No me cabe en la cabeza que no les bastase con los siete hijos naturales que tuvieron.

- Para ellos la felicidad es eso, una gran familia - sonrió la castaña, acurrucándose contra el hombro de su marido - ¿Qué es para ti la felicidad, Draco? Siempre me lo he preguntado.

- La felicidad... - lo meditó un momento, pero a su mente no venía más que una palabra - Para mí, la felicidad... - atrajo su boca en un suave beso - siempre has sido tú, Hermione Jane Granger, mi ratón de biblioteca.

Y aunque estaban a la sombra, cualquiera que les mirase habría dicho que había algo allí, entre ellos, que resplandecía como el Sol. Como lo había hecho durante cincuenta años, y como lo seguiría haciendo de aquí a la eternidad.


¡Gracias por haber leído y seguido esta historia hasta el final! Me gustaría que me dijerais qué momento del fanfic os impresionó más, qué detalle, qué frase, etc. Bye ^o^!