¡Hola a todos mis queridos Nakamas!

Mil perdones por favor, en verdad que esta vez fue demasiado el tiempo que me tomó actualizar ¿Que por qué tardé? Un poco de todo; en fin, ruego por su perdón. Como ya antes les había dicho que esta historia terminaría pronto, ese fin llega en este capítulo; muchas gracias a todos los que me han acompañado hasta aquí, miles y miles de agradecimientos a los que me han, con sus bellas palabras de aliento, apoyado a cada número, gracias también a los que hayan leído y no hayan dejado un review ¡Muchas gracias a todos!

Este último capítulo lo dedico a dos de mis queridos ángeles de cuatro patas que han dejado este mundo para cuidar de nosotros y acompañarnos a cada paso que damos. Mi gatito Mimoso y mi perrita Pilika. Un beso a cada uno, los extrañamos.

Bien, ahora…qué comience el show.

Capítulo 26.

Un nuevo día comienza y con él también las tareas cotidianas en el viejo hotel Vaudoux, la mayoría de los huéspedes que se levantaron temprano fueron obviamente los adultos y con ellos el pobre de Donatello; ya que era el encargado de medicar a Leonardo desde que él mismo lo diagnosticara, por lo que a temprana hora se levantaba y le aplicaba su tratamiento, gracias a esta rutina, ahora sabía lo que significaba la palabra madrugar. Una hora después le siguieron sus otros dos hermanos junto a sus amigos humanos.

Luego de terminar de hacer sus camas, asearse y prepararse para regresar a casa, la familia Hamato y sus amigos desayunaron con el señor Summers y el houngans Vaudoux en el gran comedor de la casa, el único que podría albergar a tan numeroso grupo. Los platos servidos con generosas porciones de huevos estrellados, crujiente tocino y pan tostado eran repartidos entre los comensales, junto a las jarras de leche y jugo fresco. Mientras desayunaban, Splinter repartía entre sus hijos las tareas que debían realizar al salir rumbo a la guarida.

Rafael. — llamaba al ninja rojo que con gran apetito engullía varias tiras de tocino. — Te encargarás de volver a surtir la despensa y por favor fíjate bien en las fechas de caducidad esta vez ¿Quieres? la última vez se echaron a perder muy pronto la leche y el queso. — el joven cansado de la tarea se defendió.

Yo no sabía que tenía que revisar esas cosas. — todos le miraron. — ¡Nadie me lo dijo! — se justificó. — Se supone que todo lo que venden en esas tiendas está fresco ¿No? ¿A quién carajos se le ocurre vender fechas atrasadas?— los que saben del tema solo alzaron la vista al cielo en busca de paciencia. — Además…— continuó. — ¿Por qué tengo que ser yo el que siempre haga la despensa? No hace ni cinco días que fui al supermercado ¡¿Acaso ya se terminaron todo?!— los menores sólo rieron por lo bajo.

Rafael.— respondió su padre con toda la paciencia que podía reunir a esa hora del día.— No "siempre" te has encargado de llenar la despensa, llevas poco haciendo ese trabajo.— el testarudo chico refunfuñó.— Ahora es tu responsabilidad como el segundo de mis hijos mayores; todos tienen una tarea en casa, no te quejes.—

¡Es cierto!— le informó Mickey. — Yo me encargo de la cocina. —

Y yo soy el médico e ingeniero. — el segundo se quedó sin argumentos.

¡De acuerdo!— bufó. — Volveré a traer la despensa. —

Compra más galletas y papitas. — pedía el menor con la boca llena de huevo.

Y no olvides el azúcar y el café. — le siguió el genio para sorpresa del segundo.

¡ ¿Ya te acabaste el café, otra vez?!—

¡Trajiste un frasco pequeño! No duró nada. —

¡No es cierto!—

¡Claro que sí!—

Ya no discutan. — ordenó Splinter. — Y por cierto. — ahora iba con el ninja morado. — Tienes que moderar tu ingesta de café Donatello, creo que exageras un poco. —

¡Pero maestro Splinter!—

Sin excusas, de ahora en adelante tomarás solo la mitad de lo que acostumbras. — Donny le miraba boquiabierto.

¡Eso no es justo! Lo que tomo de café hasta ahora no me ha hecho daño. —

Y quiero que sigas así. — el muchacho parecía querer oponerse, pero Splinter se explicó mejor. — Escucha, no presté atención a la salud de Leonardo y mira lo que le ha sucedido…no quiero que me pase lo mismo contigo ¿comprendes?— los chicos se quedaron callados, incluso los ajenos al apellido Hamato; el ninja morado solo pudo decir.

Está bien. —

Gracias y también me gustaría...— el genio prestó atención, temiendo que le quitaran algo más, pero. — Me gustaría que me enseñaras a administrar el tratamiento de Leonardo. — ninguno pudo evitar verse sorprendido.

¿Por qué?— preguntó Don con cuidado de no ofender.

Para poder hacerlo yo y que tú puedas descansar un poco más por las mañanas. — ahora sí que el grupo entero de oyentes estaba petrificado.

¿Es en serio? Digo. — el niño genio no podía creerlo. — No, no creo que sea necesario, yo puedo seguir aplicando la medicación, no tengo ningún problema con eso. —

Lo sé, pero quiero hacerlo yo. — insistía de manera honesta el roedor. — Como padre de ambos, quiero encargarme del tratamiento de tu hermano y también de tu correcto descanso, así qué… ¿Podrías ayudarme?—

¡Claro!…Gracias sensei. — aceptó el muchacho muy impresionado.

Gracias a ti. — los amigos del viejo sensei le felicitaron en silencio este gran avance en la recuperación de sus hijos. Luego de unos minutos sin que nadie dijera una sola palabra, Mickey preguntó.

¿Y Leonardo? ¿No vendrá a desayunar?—

No creo que pueda. — le respondió el tercero de los quelonios. — Todavía no se le pasa el efecto de la medicina. —

Pueden pasar por él cuando hayan terminado de comprar la despensa. — opinó el sacerdote. — Para entonces Leonardo ya habrá terminado con sus lecciones. —

Y ahora que recuerdo. — interrumpió el profesor. — Reunimos varios cupones. — les mostró una bolsa de plástico transparente con varios recortes de revistas. — Úsalos todos hoy porque caducan mañana. — Rafael revisó la gran cantidad de vales que le dieron.

¡Pero van a ser muchas cosas! ¡Yo solo no voy a poder!—

Se dice "gracias", Rafael. — le llamó la atención Splinter. — Y si necesitas ayuda, entonces llévate a tus hermanos. —

¡ ¿Queeee?!— Se quejaron los antes mencionados.

¡Yo no puedo ir! Tengo muchas cosas que hacer llegando a casa. — comenzó Donatello. — No puedo perder mi tiempo en el supermercado. —

Ni yo. — le siguió el menor, consiguiendo la mirada de todos sobre él. — ¡¿Qué?! Tengo comics qué leer en casa. — se explicó.

Pues sus ocupaciones tendrán que esperar, los dos ayudarán a Rafael con las compras de la despensa. — ambos menores miraron al mayor con recelo.

No puedo creer que no puedas solo con una simple tarea. — susurró el ninja morado molesto.

Leo nunca nos pedía ayuda y siempre llenaba la despensa él solo. — Le siguió el de anaranjado, para luego guardar silencio ante la mirada asesina del segundo al mando.

¡Pues yo no soy Leo! Así que dejen de quejarse y me acompañan a cargar cajas. — los menores guardaron silencio y continuaron comiendo sin dejar de reclamarle a Rafael, al menos en sus pensamientos.

Terminado el desayuno y luego de recoger sus cosas y guardarlas en la camioneta, el maestro Splinter fue al cuarto de su primogénito para ver que todo marchara bien. Primero comprobó, con lo que sabía del glucómetro, que sus niveles fueran aceptables, luego de arroparlo, se quedó un minuto de pie a su lado, mirándolo descansar tranquilamente en una habitación que para nada se igualaba a la que hacía un año había ocupado.

Ahora había posters de sus series y películas favoritas en las paredes; con trabajo Splinter apenas si pudo reconocer algunos, como por ejemplo el sujeto larguirucho e impaciente de Sherlock Holmes y su compañero Watson de la BBC, cerca de ellos había una imagen de toda la tripulación de la Enterprise original en el puente de mando, atrás y a los lados del capitán Kirk que dirigía desde su silla. También vio un grupal de los Avengers, a los X-men, el profesor X y Magneto más jóvenes para ser exactos y a Wolverine en su propio afiche.

Y en el resto del cuarto, las sillas y la mesa junto a la ventana habían desaparecido para dar paso a un cómodo diván color beige con dorado; en el tocador habían varios discos sin acomodar y algunas cajas de dulces cerca de sus medicinas. Splinter miraba esto muy interesado, pues la habitación mostraba a un muchacho muy diferente al que vivía con él; en la guarida su recámara tenía las paredes un poco más despejadas, su tocador estaba impecable, sus cosas ordenadas y las golosinas bien guardadas. Aquí al parecer su muchacho se sentía con más libertad para ser él mismo; esperaba de corazón poder verlo también en su hogar.

Ya que hubo terminado de revisar a su hijo y luego de encomendarlo a su padrino y amigo. La familia Hamato y sus compañeros humanos agradecieron la hospitalidad y se retiraron a sus respectivos domicilios; como bien habían dicho tenían mucho que hacer y debían aprovechar la mañana. Después de dejar al maestro Splinter en la guarida y al resto de sus amigos en sus respectivos hogares, Rafael, Donatello y Miguel Ángel se dirigieron al centro comercial.

Por otro lado, en la casa Vaudoux, luego de una hora Leonardo despertó de su dulce sueño; a pesar de haber descansado lo suficiente aún se sentía somnoliento por culpa del tratamiento, sopor que por cierto adoraba debido a las muchas noches de insomnio que había sufrido; con pereza miró a su alrededor en busca de algún desperfecto ocasionado por su energía, pero para su sorpresa no había mucho fuera de lugar.

Buenos días. — Le saludó cariñosamente su abuelo de pie al final de la cama. — ¿Cómo amaneciste?— Leo le sonrió.

Muy bien, gracias. — Seguía mirando a su alrededor. — ¿Todo está bien?—

Eso parece. — Miraba el abuelo también. — El piso está limpio. —

¿No puse la casa de cabeza?— El espíritu lo pensó muy poco.

Las luces titilaron un par de veces ya entrada la noche y algunos objetos se movieron de su lugar, pero nada cayó. —

No lo entiendo, hasta ahora siempre había causado un caos ¿Qué fue diferente esta vez?—

Al parecer el que ayer utilizaras una parte de esa energía, ayudó. — opinaba el abuelo Yoshi. — Deberías usarla de nuevo hoy, para probar. —

Supongo. — aceptó el chico tallándose los ojos y bostezando.

Debiste hacerlo desde hace tiempo. — le regañó la abuela saliendo del cuarto de baño. — No siempre la vas a estar conteniendo, no es bueno. — el niño en cama aceptó esto con una leve sonrisa.- Bien, ahora levántate, el baño ya está listo y tienes que bajar a desayunar para que te revisen la glucosa, no quiero que te vayas a mal pasar. —

Está bien. — El chico salió de la cama. — ¿Y mi familia? No los siento en casa.

Se fueron hace una hora. — Respondió Jules desde el umbral de la puerta del cuarto. — Vendrán por ti al final de las clases. —

Está bien. — Dijo para luego entrar al baño a asearse. Quince minutos después, Leonardo salió de su habitación con rumbo a la cocina, donde se encontró a ambos adultos tomando café.

Buenos días. — Saludó.

¡Buenos días!— Le respondieron con grandes sonrisas en sus rostros.

¿Descansaste?

Sí, gracias. — Respondió al profesor.

¡Siéntate!— Le pidió su padrino dejando de lado su taza de café y poniéndose de pie. — Te revisaré la glucosa. —

Bien. — obedeció el niño.

Aquí tienes tu desayuno. — El viejo maestro depositó sobre la mesa y frente al chico, un plato recién hecho con huevo, tocino y pan. — Y procura acabar con todo, pues hoy cantarás para nosotros ¿Recuerdas?—

¡Gracias! Huele muy bien. — El profesor sonrió por el cumplido y entregó al niño un gran vaso de leche fresca. — Entonces ¿Sí veremos la canción que le dije ayer?—

¡Claro que sí! Tengo curiosidad por oírla ¿Sabes bien cómo va?—

Un poco. — Respondió Leo. — Creo que puedo tocarla, pero la letra, no sé. —

Quizás podamos conseguirla por teléfono. — Sugirió Lázaro. — Puede hacerse ¿No? Con el internet o comprándola. —

Yo no sé cómo. — Dijo apenado el chico. — El que sabe es Donatello.

Creo que puedo hacerlo. — Meditó el profesor. — Aquí donde me ven, tuve una computadora, algo sé de cómo usarlas.- Presumía. — La que tuve ya era algo viejita, color amarilla y con un gran monitor ¿Aún usan los disquetes Varbatim?— Leo le miró confundido.

¿Disquete…? No entiendo. — El silencio que se formó ante la respuesta del niño de blanco, fue roto abruptamente por la fuerte carcajada de Lázaro.

¡Jajajajajajaj! ¡ Ahora sí quedaste mal, Dabir! ¡Jajajajajaja! Sin querer te dijeron viejo ¡Jajajajaja!— El chico de blanco se vio apenado.

¡Yo no quise ofenderlo!— Las risotadas de su padrino seguían sonando.

No, no te preocupes, es este payaso el que está molestando. — Dijo mirando a su compañero de casa. — Y aun creo que puedo bajar la canción por el teléfono, préstamelo. — Pidió Dabir a Lázaro, quién no tardó en sacarlo de su bolsillo para entregárselo. — Bien, veamos. — Comenzó a buscar en las aplicaciones. — Aquí está el buscador de internet ¿Cómo se llama la canción?—

No lo sé. — respondía el niño, para luego ser informado. — El abuelo dice que se llama Frozen. —

Escribamos eso en el buscador, bien. — averiguaba. — Parece que aquí está para descargar con un costo ¡Oh vaya! ¡No me dijiste que la cantaba Idina Menzel!—

¡Sí!— respondió el niño animado. — La reconocí de inmediato en la película. — Presumió. Lázaro les miró con extrañeza.

¿Vas a cantar una canción de niña?—

¿Eso es malo?—

No tiene nada de malo. — Respondió el profesor a su alumno y a su amigo a la vez. — En el canto, nada tiene que ver quién o para quién sea una canción. — Aleccionó Summers. — Lo que importa es la interpretación que cada cantante le dé, eso es lo que tienes que hacer si quieres aprender a cantar, imitar a los grandes. —

¿Aunque sean mujeres y el estudiante un hombre?— continuó el houngans preguntando.

Eso es lo de menos. — Esto le gustó a Leo, pero tenía una duda.

¿Y si la canción está escrita para una chica?—

Pues, si crees que es preciso para la interpretación, solo cambia las palabras necesarias para que sirva para un chico y listo, toma. — Le entregó el teléfono con el tema de la película. — Ya bajó, escúchala para que te aprendas bien la letra y la melodía, en clase la interpretarás para nosotros. — Lejos de ponerse nervioso, Leonardo se vio entusiasmado.

De acuerdo. — De inmediato tomó el aparato y comenzó a colocarse los audífonos, cuándo su padrino le recordó.

Espera. — Le acercó su plato. — No olvides tu desayuno, puedes hacer las dos cosas a la vez. — Leo obedeció a ambos adultos sin pretexto alguno.

Luego de tres largas y agotadoras horas en el supermercado junto a sus dos pequeños y quejumbrosos hermanitos, Rafael logró salir de ahí con todo lo de la lista y con dos chicos muy enfadados ¿Qué pasó? Todo. Primero al llegar, tuvo que luchar por el control de la empresa con Donatello, pues el joven genio apenas se hubo apagado el motor, comenzó a indicar la forma en cómo se llevarían a cabo las compras y a dar órdenes a sus compañeros de qué y cuánto debían traer según las necesidades y los cupones que tenían con ellos. Luego fue a pelear con Miguel Ángel en cada uno de los pasillos que visitaban, pues el caprichoso quelonio quería todo lo que en estos había, en especial las cajas de cereales y chocolates. Al final, y luego de imponer su voluntad, los tres hermanos llenaron la camioneta y podrían partir rumbo al viejo hotel.

¡Por fin!— Exclamó el ninja rojo, metiendo la última bolsa de compras en la camioneta. — Terminamos.

Ya era hora. — Exclamó el menor para luego sorber con fuerza su soda.

Habríamos terminado más rápido si me hubieras hecho caso. — Reclamó el de morado junto al menor.

Si te hubiera hecho caso, aún estaríamos adentro devolviendo las cosas que según tú no fue lo que nos pediste. — se defendía el segundo. — Ya que…espera un momento. — Se interrumpió. — ¿Por qué Mickey está tomando una soda?— Ambos menores se miraron uno al otro. — ¿Tú se lo compraste, verdad?—

¡Tenía que hacerlo!— Se explicó. — Comenzó a pedir, a jalonearme la ropa y a lloriquear, yo me negaba y me negaba y me negaba lo más que pude, pero ya lo conoces. —

¡Sí, ya sé, ya sé! Debiste darle un buen zape en la cabezota, para que se callara. —

¡Hey!— Reclamó el menor. — Deberían estar agradecidos conmigo. — Ambos le miraron. — Me conformé con el vaso de litro y medio de soda y dejé atrás la bolsa de un kilo de osos de goma y el plato triple de nachos. — Ambos hermanos estaban asombrados.

¡Vámonos ya!— Ordenó el de rojo. — La clase de Leo ya debe estar al final. — Con todas las compras en la parte trasera y las quejas a flor de labios, los tres quelonios emprendieron el viaje con los Guns and Roses sonando a todo volumen en el estéreo. Al llegar y estacionarse frente al domicilio de Vaudoux, Rafael dejó la música sonando y dijo.

No tardamos, así que no toquen el volumen. —

¡¿Qué?! ¡Pero si está muy fuerte!— reclamó Donatello por la ventana.

Así me gusta. — los menores, molestos, lo vieron irse sin desobedecer su orden.

Rafael comenzó a caminar rumbo a la entrada de la casa, escuchando que los Guns and Roses seguían sonando en la camioneta, ¡vaya que se divertía molestando a los más pequeños! Antes de llegar a la puerta principal, el quelonio de rojo decidió mejor ir por atrás, así entraría a la cocina y disfrutaría una de esas frías, bellas y exquisitas botellas de cerveza que guardaba Lázaro en la nevera.

Como miembro de la familia, el quelonio no tuvo problemas con los espíritus al entrar a la casa, y para su buena fortuna la cocina estaba vacía, de hecho, toda la planta baja lo estaba, al parecer la clase de su hermano se llevaba a cabo en alguna de esas extrañas habitaciones a las que no tenía permiso explorar. Esta era una buena oportunidad para obtener una refrescante bebida.

El joven guerrero abrió el refrigerador y con una sonrisa saludó a su prohibido botín, tomó una de las botellas y la abrió para de inmediato dar un enorme trago, como se lo esperaba, fue maravilloso; a ese paso, lograría acabarla sin que nadie se diera cuenta y se salvaría de una buena regañina por parte de Leo.

¡Aahhh! Delicioso. — Murmuró al tiempo que tomaba asiento cerca del refri, ahora trataría de relajarse para poder resistir el viaje de regreso a la guarida; desgraciadamente eso no pudo ser posible, pues pronto alcanzó a escuchar las voces de los adultos y la de Leonardo llegando a la sala.

¿Estás listo?— Escuchó al profesor preguntar a su alumno. — ¿Ya te aprendiste la canción?— El segundo al mando se sorprendió.

¿Canción?— Murmuró en su asiento.

Sí, solo que…no sé si podré con ella. — Rafael dejó su lugar sin saber al principio qué hacer, quizás debía salir de ahí por la puerta trasera, pero decidió guardar silencio y acercarse al umbral de la puerta que llevaba a la sala.

¿A qué te refieres?— Pedía saber el padrino, tomando asiento en uno de los grandes sillones.

Es la letra, habla de muchas cosas que…no sé si podré con ella. — Lázaro no parecía comprender. — Si podré interpretarla bien. — Se explicó el niño de blanco.

¡Claro que podrás hacerlo!— Exclamó Lázaro con confianza. — Eres un excelente cantante. — Leo sonrió divertido.

¡Jy sê dat omdat jy my godfather! ** (¡Eso lo dices porque eres mi padrino!) — Ambos hechiceros rieron.

Dit hou nie my eerlike ** (Eso no me quita lo honesto) — Una vez más ambos rieron, para luego ser interrumpidos por el profesor.

¡Oigan! Ya les dije que no me gusta que se pongan a platicar en africano cuando están conmigo. — Ambos le miraron.- Me dejan a un lado. — Leo sonrió.

Lo sentimos. — se disculpó Lázaro por ambos.

Y ¿A qué te refieres con no poder interpretarla?—

A lo que dice la canción. — Se explicaba su alumno. — La letra, usted me ha dicho que hay que sentir lo que cantas y admito que me gustaría hacerlo, pero francamente lo dudo, temo no poder darlo todo. — Ambos adultos comprendieron.

No sé exactamente de qué trate la canción, pero no significa que en el futuro no se pueda hacer realidad. — Inició el profesor. — Solo déjate llevar. —

Sé que lo harás bien. — le apoyó Lázaro. El chico sonrió con las palabras de ambos y con más confianza se encaminó al piano.

Desde su escondite, Rafael había escuchado todo, y con curiosidad hizo hasta lo imposible por acercarse y no ser descubierto, obviamente que como ninja ese no fue ningún problema. Cuando se asomó por el umbral de la puerta escuchó los primeros acordes del viejo piano en la sala; pronto reconoció la melodía, era el tema que la reina Elsa había cantado ayer en la película, cuando estaba caminando sola por la montaña nevada. En absoluto silencio fue llegando a la entrada de la sala, ahí pudo ver que los tres, los dos adultos y Leo estaban sentados dándole la espalda, los mayores estaban juntos en un sillón y el guerrero en el banquillo frente al piano. De pronto su hermano comenzó a cantar la primera parte de la canción.

The snow glows white on the mountain tonight, not a footprint to be seen ** (La nieve brilla blanca en la montaña esta noche, no se ve ni una huella) A kingdom of isolation, and it looks like I'm the king ** (Un reino de aislamiento, y parece que soy el rey.) — Rafael enmudeció al escuchar a su hermano cantar por primera vez, estaba realmente impresionado, no podía creer que fuera verdad, Leonardo cantaba al tiempo que tocaba el piano ¡Increíble! Su voz era…era en verdad…jamás se atrevería a decirlo, pero debía admitir que era excelente; estaba encantado, hasta ahora era el primero de la familia Hamato en escucharlo ¿Acaso el deseo que hizo a la vela se estaba volviendo realidad? Este pensamiento lo estremeció. Leonardo continuaba cantando.

The wind is howling like this wirling storm inside, couldn't keep it in, heaven knows I tried ** (El viento aúlla como esta tormenta dentro de mí; no pude evitarlo, dios sabe que lo intenté.) Don't let them in, don't let them see, be the good boy you always have to be ** (No los dejes entrar, no permitas que lo vean, sé el niño bueno que siempre debes ser.) — El ninja rojo sentía su cuerpo estremecer con cada nota que entonaba su hermano ¡Era… brillante! luego comenzó a prestar atención a la letra de la canción, en el cine no lo había hecho, no le había interesado, pero ahora que la escuchaba a través de Leonardo, era increíblemente reveladora.

Conceal, don't feel, don't let them know, well, now they know ** (Ocúltate, no sientas, no permitas que lo sepan; bueno, ahora lo saben)- Esta línea perturbó al intruso de rojo.- Let it go, let it go, Can't hold it back anymore** (¡Déjalo ir, déjalo ir! No puedo retenerlo más tiempo) Let it go, let it go, Turn away and slam the door ** (¡Déjalo ir, déjalo ir! Cambié mi camino y cerré la puerta) I don't care, what they're going to say. Let the storm rage on. The cold never bothered me anyway ** (No me importa lo que van a decir, dejé que la tormenta se llevara el enojo. El frío nunca me molestará de ninguna manera.) — Ocultarse y no sentir, esta parte le traía muchos tristes recuerdos a Rafael, las imágenes de un chico callado, retraído y solitario invadieron su mente, lo que más resaltaba en sus memorias era la mirada de Leonardo, siempre triste, perdida o suplicante, ahora comprendía que ésta intentaba transmitir lo que guardaba, desgraciadamente en esos tiempos poco le importaba lo que quería decir. Qué arrepentido estaba ahora de no haberse acercado.

It's funny how some distance. Makes everything seem small. And the fears that once controlled me. Can't get to me at all ** (Es gracioso cómo la distancia, hace que todo parezca pequeño. Y los miedos que me controlaban, no pueden llegar a mí.) It's time to see what I can do. To test the limits and break through. No right, no wrong, no rules for me. I'm free ** (Es hora de ver de qué soy capaz, probar los límites e ir más allá. No hay bien, no hay mal, no hay reglas para mí ¡Soy libre!) — En verdad que le hubiera gustado a Rafael que la distancia pudiera hacer ver todo pequeño; los errores, las peleas, las discusiones, pero no era así, él no podía, tendría que vivir con la culpa de sus acciones y quizás era lo justo, pensaba.

Let it go, let it go. I am one with the wind and sky. Let it go, let it go. You'll never see me cry ** (¡Libre soy, libre soy! Soy uno con el viento y el cielo ¡Libre soy, libre soy! Nunca me verán llorar.) Here I stand. And here I'll stay

Let the storm rage on ** (Aquí estoy…y aquí me quedaré…dejé que la tormenta se llevara mi enojo.) — La interpretación de Leonardo era impresionante, Rafael en verdad sentía lo que este estaba cantando, en verdad quería que todo lo que decía fuera verdad. No más reglas para su hermano, no más límites, no más lágrimas; el ninja rojo quería que todo se volviera verdad, trataría de que se volviera realidad; esta vez sí intervendría, no volvería a ser solo un espectador desinteresado, no más, lo juraba.

My power flurries through the air into the ground. My soul is spiraling in frozen fractals all around. And one thought crystallizes like an icy blast. I'm never going back. The past is in the past ** (Mi poder se agita en el aire y llega hasta el suelo. Mi alma hace espirales, en fractales congelados, por todos lados. Y un pensamiento se cristaliza como una explosión de hielo. Nunca regresaré, el pasado está en el pasado…) — ¿El pasado está en el pasado? Rafael sintió que esto iba también para él, por lo que se sintió feliz.

Let it go, let it go. And I'll rise like the break of dawn. Let it go, let it go. That perfect boy is gone ** (¡Libre soy, libre soy! Me alzaré como el sol al amanecer ¡Libre soy, libre soy! Ese niño perfecto se ha ido.) Here I stand,

in the light of day. Let the storm rage on. The cold never bothered me anyway ** (Aquí estoy, a la luz del día, dejé que la tormenta se llevara el enojo. El frío nunca me molestará de ninguna manera.) — El niño perfecto se ha ido, Rafael se adentró en este pensamiento; ¿Podría ser verdad? Y ¿Exactamente cuál es la idea que tiene Leonardo de ser un niño perfecto? ¿Es acaso igual a la que tengo yo? ¿Dejará de pensar en los demás antes que en él mismo? ¿Dejará de ser extremadamente responsable y educado? ¿En lugar de sermones dará catorrazos? Los últimos acordes de la canción se escucharon sin que el quelonio de rojo pudiera reaccionar.

De pronto, los sonoros aplausos y felicitaciones por parte del profesor y Vaudoux sacaron de sus pensamientos a Rafael, quien de inmediato se unió a ellos golpeando con fuerza sus palmas. Leonardo estaba feliz al escuchar las ovaciones a sus espaldas, estaba satisfecho consigo mismo, lo había logrado, cantó el tema de la película y gustó a su público, y también a él mismo, por qué no admitirlo; estaba muy contento con lo ocurrido; pero todo terminó cuando se giró para agradecer a la audiencia y se encontró con su hermano detrás de los adultos.

No puede… — Apenas susurró.

Leonardo se quedó helado, boquiabierto al ver al joven de rojo atrás de sus maestros; estaba aplaudiendo, pero esto no lo había advertido, lo único que pasaba por la mente del chico, era que había sido atrapado; los mayores al ver la palidez y el horror en la cara del joven intérprete, buscaron a sus espaldas lo que le había puesto tan nervioso.

¡Rafael!— Exclamó el viejo pedagogo.

¡¿Wat doen jy hier?!—

¡¿Eh?!—

¿Que qué estás haciendo aquí?— Repitió Vaudoux.

¡Ah! Pues yo…— Se veía apenado. — Llegué hace rato de hacer las compras y...— Las luces en la sala comenzaron a parpadear como locas, llamando la atención de todos.

Y entraste por atrás. —Finalizó Lázaro observando que también varios objetos pequeños comenzaban a temblar en sus lugares. Rafa le dio la razón con un movimiento de cabeza.

¡ ¿Y has estado ahí parado desde, desde…?!— Preguntó aterrado el primogénito bajo el parpadear de las lámparas de la sala.

Desde que empezaste a cantar. — Aceptó el segundo mientras miraba las rarezas que se estaban desatando a su alrededor. — Pero ya estaba en la cocina desde antes que entraran a la sala. — Se sinceró, disgustando más a su líder.

¡ ¿Cómo pudiste hacerme esto?!— Gritó Leonardo y las cosas en la sala y la cocina saltaron de sus lugares al mismo tiempo.

My kind, kalm (Mi niño, tranquilízate) — Pidió Lázaro a su muchacho sin obtener una respuesta.

¡ ¿Cómo pudiste hacerme esto?! ¡ ¿Por qué te quedaste aquí?!—

¡¿Qué tiene de malo que te haya escuchado?!— La discusión inició entre los hermanos. — No lo hiciste tan mal, no deberías enojarte. — Comentaba como si no hubiera hecho nada indebido.

¡No puede ser cierto, no puede ser así!— Exclamaba el joven líder cubriéndose el rostro con las manos. — ¡ ¿Por qué?!— Ahora los que se movían en sus lugares, eran los muebles y demás objetos pesados, con asombro tanto los adultos como los espíritus y Rafael, observaron que estos comenzaron a temblar, incluso alcanzaron a escuchar el escándalo que hacían las sillas y camas en el segundo piso.

Hijo cálmate. —Pedía el profesor asustado ya afuera del sillón. — Si tú estás haciendo esto ¡Por favor cálmate!—

Leonardo. — Le llamó su abuelo con firmeza, colocándose de pie frente a él para que le prestara atención. — Hijo mío. — Al fin consiguió que el niño le mirara a los ojos. — Tranquilízate, estás causando problemas. — El joven de blanco con un poco de trabajo, miró a su alrededor y comenzó a hacerle caso, respirando lenta y profundamente.

Yo…yo. — Balbuceó Leonardo. — Lo…lo lamento, no...— Las cosas empezaron a relajarse en la casa, las luces aún parpadeaban, pero no de manera tan violenta, los objetos que antes habían estado activos, ahora descansaban fuera de sus lugares.

No sé por qué te pones así. — Comentó el de rojo. — No creo haber hecho algo malo ¿O sí?— Ambos adultos le miraron un momento.

Yo…creo que necesitan conversar al respecto. — Opinó Lázaro.

Nosotros. — Le siguió Dabir. — No somos los indicados para explicarte las cosas. — Dicho esto, ambos se dirigieron a la cocina, no sin antes decirle unas palabras a Leonardo.

¡Jy was 'n groot! (¡Estuviste estupendo!) — Le felicitó su padrino tomándolo de los hombros para que le prestara atención.- Het geen twyfel oor dit (No tengas duda de ello) — El chico no respondió, solo esquivó la mirada. — Y tú bietjie moeilikheidmaker (Pequeño alborotador) — Apuntó al ninja rojo.

¿Eh?—

No creas que dejarás este desorden sin arreglar ¿Entendido?— Le advirtió molesto.

¡Pero si yo no lo hice!—

¡Pero sí lo provocaste!— Apoyó el profesor a su amigo, igual de enfadado; luego se dirigió a su alumno. — ¡Maravilloso trabajo! como siempre. — El niño apenas si agradeció con un movimiento de cabeza y sin mirarle a los ojos. — Estaremos en la cocina, por si necesitas algo. — Así quedaron ambos adultos y se retiraron para dejar a los hermanos hablar en paz. el silencio se hizo entre ambos guerreros, excepto por algunos murmullos por parte del mayor; pues rezaba un mantra para conseguir tranquilizarse. Buscando iniciar la conversación, Rafael comentó.

No estuvo mal. — El ninja blanco levantó la mirada molesto. — La canción era algo cursi, pero cantas bien. —

¿Por qué te quedaste a escucharlo todo?— Preguntó al principio tranquilo. — ¡¿Cómo pudiste hacerme esto?!— Para al final volver a estallar.

¡¿Hacerte qué?!— Se defendió el segundo. — No veo qué tenga de malo el que te haya escuchado. —

¡¿Que qué tiene de malo?!—

¡Sí! Se supone que los cantantes se preparan para que todos los escuchen ¿No es así? Entonces…—

¡No todos lo hacen, Rafael!…Yo no, yo no soy un cantante, yo no quiero que me escuchen, no aún ¡Esto es mío!— Gritaba alterado Leonardo.

¿Tuyo? ¿Cómo qué tuyo?— Reclamaba.

¡Así es! Mío y de nadie más. —

¿En serio? ¿Y qué hay de ellos dos?—El de rojo señaló rumbo a la cocina, dejando en silencio al mayor. — Ellos sí pueden escucharte cuando quieran ¿Y tu familia no?—

¡Ellos son mis profesores! Es obvio que me tengan que escuchar. —

Vaudoux no tiene por qué hacerlo y aun así tiene un lugar preferencial en comparación con nosotros ¡Ni tu padre tiene ese gusto! ¡¿Por qué él sí?!— Leonardo guardó silencio derrotado. — Me parece muy egoísta de tu parte dejarnos fuera de esto. — Lejos de sentir que ganó un punto, Rafael observó con un nudo en la garganta, como los ojos de su hermano mayor comenzaron a llenarse de lágrimas. — Leo…—

Yo solo, quería…— Se explicaba con voz quebrada. — Algo para mí…y poder decidir, a quién dejarle ver. —

Leo, yo…—

No fue mi intención dejarlos de lado. — Comenzó a explicarse. — Mi padrino me ha enseñado algunos cánticos, por eso estoy acostumbrado a que me escuche, nunca quise ser egoísta, yo...— No pudo continuar explicándose, por lo que guardó silencio un momento, para tomar asiento en el banquillo del piano; se sentía derrotado, cansado, no creyó estar haciendo algo malo, pero al parecer lo estaba; por lo que comenzó a disculparse con su hermano. — Lo siento, no fue mi intención, es solo…que, no me atrevo, a hacerlo, frente a los demás. — se explicaba con algunas lágrimas corriendo por sus mejillas. — No podría, con la crítica. —

¿La crítica?—

No me gusta. — Afrontó el mayor. — Lo que vayan a decir, de mí…me asusta. — Esto sorprendió al segundo quelonio.

¿Pero de qué estás hablando? ¡Lo haces muy bien! ¡¿Qué no me escuchaste cuándo te…?!— El impetuoso ninja al ver la postura que había tomado su hermano, paró su reproche de inmediato. Leonardo se encontraba encorvado, con las piernas juntas y apoyando los brazos sobre sus rodillas, la mirada perdida sobre la alfombra de la sala y algunas lágrimas corriendo libres por sus pálidas mejillas. — ¡Oh, diablos!— Rafael comprendió de qué estaba hablando, las terapias eran muy lentas, su autoestima, el ninja blanco aún no se sentía capaz de enfrentar el juicio de nadie, y era precisamente lo que le estaba haciendo. — Leo, yo…lo siento, no quise hacerte daño, es solo que ¡Aahh! me porté como un tonto otra vez. — El chico de blanco dijo no con un lento movimiento de cabeza.

Tienes razón. — Alcanzó a decir con voz apagada mientras se limpiaba la cara. — Debo ver primero, por la familia antes que por mí. —

¡No!— Le frenó el de rojo, sorprendiéndolo. — ¡Ya no digas eso! ¡Tú no hiciste nada malo!— Leo le miró sin entender. — Yo me equivoqué. —

No entiendo. —

Fui un tonto. — Comenzó a explicarse y para hacerse entender mejor, Rafael se paró frente a su hermano y se agachó para estar a su nivel visual. — En verdad lo lamento, no estuvo bien que me pusiera a reclamarte como un niño malcriado; tienes razón, estás en todo tu derecho de elegir ante quién deseas mostrar tu talento. — lejos de hacer sentir bien a su compañero, las lágrimas volvieron a correr de nuevo.

No, es cierto. —

¡Claro que sí!—

Tú no, piensas así. —

Antes no lo hacía, pero ahora comprendo...— el ninja blanco le miró sin entender. — Que todos guardamos secretos a nuestros seres queridos, es natural, es parte de tener una intimidad ¡Y eso no es malo!—

Entonces porqué...—

¡Porque el egoísta era yo! Siempre hablo sin pensar, ya me conoces. — Leo no parecía estar convencido. — En verdad que lamento lo que dije, y también lo que hice, te prometo que no se volverá a repetir. — al oír esto, los ojos de Leonardo se abrieron a todo lo que daban y enfadado reclamó a Rafael.

¿Lo prometes?—

¿Qué?—

¡¿Lo prometes?!—

¡Sí! ¿Y ahora qué dije?— preguntó confundido el ninja rojo.

¡¿Que qué dijiste?! Lo que en realidad dijiste ¡Dijiste que jamás cumplirías tu promesa!—

¡¿Qué?! ¡¿De dónde sacaste eso?!—

Es lo mismo de siempre. — reclamaba poniéndose de pie. — ¡Cuando prometen algo, siempre hacen lo contrario!— Al principio Rafa no entendía el porqué de esta reacción, hasta que al fin recordó aquella platica que tuvo con Leo en su habitación, hace ya tanto tiempo. — No volveré a caer en su juego ¡Estoy cansado de que me hagan lo mismo y esta vez no lo permitiré!—

Entiendo lo que quieres decir. —

¡Claro que no!—

¡Claro que sí!— Leo no aceptaba su palabra.

Si digo sí de nuevo ¡Me tendrán como un idiota esperando a que me cumplan su promesa y…!—

¡Estoy de acuerdo contigo!— Al fin lo frenó el segundo al mando. — Incluso yo mismo castigaré al que no lo haga. — Leonardo seguía negándose a creerle. — Comprendo que sigas escéptico, pero esta vez digo la verdad, todos haremos lo posible para volver a ganarnos tú confianza, para que te abras a nosotros, no solo a nivel musical, también personal, nos podremos decir todo sin temor a nada ¿Qué te parece?— Rafa sonaba animado.

Eso nunca será posible. — Respondió apenado el ninja blanco.

¿Por qué?—

Porque siempre habrá miedo. —

¿De quién?— Quería saber el ninja rojo. — ¿De nosotros?—

Sí…— Expresó con tristeza el mayor. — Ustedes de mí y yo de ustedes. — la cara del temperamental guerrero dejaba en claro que no comprendía una palabra de lo que le estaban diciendo.

No entiendo ¿Por qué habríamos de tenerte miedo? ¿Por el vudú?— El primogénito apenas si sonrió con tristeza.

Aun guardo muchas cosas Rafael; ideas, opiniones, yo…francamente prefiero seguir ocultando lo que deseo. — esto intrigó al segundo.

Pero yo no quiero eso, seguir escondiendo las cosas, significaría que seguimos mal como familia. — El mayor lo pensó un momento.

A veces es necesario guardar silencio, para que la familia se siga queriendo ¿No crees?— El segundo iba a pedir más información, cuando Leo lo impidió. — Estamos comenzando a llevarnos bien hermanito, tratemos de seguir así ¿Quieres?—

Pero…— El apasionado guerrero iba a continuar luchando por saber lo que su hermano ocultaba, cuando un angustioso grito que venía del patio delantero, se fue acercando a gran velocidad.

¡Aaaaaaaayyyyy!— Ambos hermanos mayores con gran asombro, vieron como el pequeño Mickey entraba corriendo como alma que lleva el diablo directo al segundo piso.

¿Qué le sucede?—

Quizás fue el refresco de litro y medio que se tomó en el camino hacia acá. — Respondió el segundo como si no hubiera sido nada malo.

¡¿Queee?! ¡¿Litro y medio de refresco?! ¡Rafael ¿Cómo se te ocurrió comprarle semejante cosa?!— Orgulloso el temperamental quelonio contestó.

¡Aahh no! Yo no se lo compré, fue Donatello, ve y quéjate con él. —

Claro que lo haré, pero tú también tienes la culpa. — Resolvió con calma.

¡¿Queee?!—

Tú eras el responsable de cuidar de ambos, no debiste permitir que Donny le comprara todo ese refresco. — Rafa estaba boquiabierto ante el reproche.

¡Pero si yo no lo permití! ¡Donny lo hizo a mis espaldas!—

Debiste estar al pendiente. — Continuaba aleccionando a su rebelde compañero.

¡¿Debes estar bromeando?!— Seguía defendiéndose el de rojo, cuando el tercer hermano apareció por la puerta principal.

Hola… ¿Han visto a…Miguel Ángel?— Preguntó al tiempo que se percataba del desastre que quedó en la sala. — Dijo que quería ir al baño y… ¿Qué pasó aquí?... ¿Leo?— Llamó al primogénito que se había llevado los dedos de la mano derecha a la sien. — ¿Te encuentras bien?- Rafael se giró a verle mejor.

Solo es un leve mareo, estoy bien. —

¡¿Cómo vas a estar bien?! ¡Si estás muy pálido!— Al oír esto, los dos adultos de la cocina salieron a ver lo que estaba ocurriendo, encontrándose con el joven doctor junto a su paciente obligándolo a tomar asiento en el gran sofá y sacando su glucómetro del cinturón. — ¿Qué ocurrió?- Vaudoux y Dabir también miraron a Rafael.

Estábamos hablando, discutimos…lo de siempre. —

¿Cómo está?— Pidió saber el houngans.

Se le bajó el azúcar. — Diagnosticó el doctor.

Iré por su medicamento. — Se retiró el profesor. Justo en ese momento venía bajando Miguel Ángel del segundo piso.

¿Sabían que hay muchas cosas tiradas allá arriba? ¿Qué pasó?— Ninguno de los presentes dijo algo al respecto.

Luego de aplicar el tratamiento al chico de blanco y dejarlo descansar, sus hermanos y maestros pusieron en orden el lugar; mientras trabajaban, los adultos contaron algo de lo ocurrido a los recién llegados, las preguntas y reproches eran muchos, pero ya hablarían de eso más tarde. Una hora después, los hermanos Hamato salieron rumbo a la guarida, no sin antes llevarse con ellos algunas indicaciones. El houngans llamó la atención a Rafael por beber y después conducir, él no tenía problemas en compartir con los chicos sus cervezas, siempre y cuando ya no salieran a conducir y tampoco abusaran del alcohol.

Y no olvides avisar a tu padre. — Recordaba Lázaro a su ahijado.

Está bien. — Luego de un fuerte abrazo, se despidieron de los amigos y comenzaron su viaje.

¿Qué tienes que decirle a Splinter?— Preguntó curioso Donatello.

Mi padrino y yo vamos a salir a varios lugares, para practicar. — Obviamente se refería a sus lecciones privadas.

¿Y a dónde van a ir?— Preguntó Mickey.

Al bosque, a los barrios haitianos, a varios cementerios. — Enumeraba con total calma para sorpresa de los tres menores.

¿Cementerios?— Repitió el pequeño asombrado.

Sí. —

¿Es en serio?— Quiso saber Don.

Sí. —

¿Qué harán ahí?— Finalizó Rafael.

No puedo decirles nada. — Y así terminó la conversación.

Al fin llegaron a la guarida y estacionaron la camioneta, los cuatro hermanos comenzaron a bajar los paquetes de víveres para llevarlas arriba, a la cocina; al principio los menores no querían que el mayor les ayudara, pero este no les hizo caso y tomó un par de bolsas. En vista que no conseguirían más datos sobre los viajes de estudio de su hermano, los chicos comenzaron a tocar otros temas.

Si tienes libre esta tarde, podríamos comenzar tus lecciones de computo ¿Qué dices?— proponía el joven genio a su líder, mientras llevaba cuatro bolsas por las escaleras.

¿Puede ser después de la cena? El abuelo quiere trabajar conmigo. — Pidió Leo detrás de él con sus dos paquetes.

¿Qué harán?— Interrumpió Mickey cargando cuatro bultos detrás de Leo.

Quiere trabajar con ií, digamos "Exceso de energía". Dice que hay mucho que se puede hacer con ella; exactamente no sé a qué se refiere. — Compartió llegando a la cocina y dejando las bolsas sobre la mesa.

Si consiguen algo ¿Me dejarás documentarlo?— Se atrevió el ninja genio a preguntar dejando también su carga. — Todo en beneficio de la ciencia, no mío. — Aclaró ante la sorpresa de su hermano mayor.

Creo que a la ciencia ya le va bastante bien, sin que molestes a Leo ¿No te parece?— Respondió Migue por su hermano mayor, acomodando sus paquetes a un lado de los de este.

Además. — Se incluyó Rafael en la conversación, llegando de último y llevando consigo más de ocho bolsas de productos a la vez. — Es obvio que el curioso eres tú y no la ciencia. —

Cierto. —Celebró el menor.

Yo solo quiero ir registrando su avance y también, conocer un poco más de todo ese mundo energético o como quiera que lo llamen. — Sus compañeros guardaron silencio un momento. — Es en serio, me da curiosidad. — admitió.

Supongo que no habrá problema.- Aceptó Leo para felicidad de su inteligente hermano. — ¿Necesitan ayuda en algo más?—

¡No gracias! Nosotros nos encargamos. — Respondió Mickey.

Está bien. — Aceptó Leo, para luego retirarse a su habitación, seguro de que apenas los dejara solos, la conversación giraría en torno a lo ocurrido en el hotel Vaudoux. Y así fue, apenas se escuchó la puerta de su recámara cerrarse, los dos menores comenzaron a preguntar a Rafael.

¡Está bien! ¿Qué ocurrió? Porque lo que nos dijeron los señores Vaudoux y Summers no fue muy claro. —

¡Sí! Danos todos los detalles. — Exigió el menor.

¡Aahh!— Suspiró cansado el guerrero escarlata. — Sucede que llegué cuando iniciaba su lección de canto y no me anuncié. — Ambos menores le miraron impresionados.

¡¿Es en serio?!— El de rojo respondió al de morado con un movimiento afirmativo de cabeza.

¿Y qué tal lo hace?—

¡Mickey!—

¡¿Qué?! ¿Acaso tú no tienes curiosidad?— Preguntó al tercer Hamato.

¡Claro que sí! Pero no creo que esté bien enterarnos de esa manera, digo, escucharlo a escondidas. —

¡Yo no lo escuché a escondidas!— Ambos le miraron. — ¡Bueno! si fue a escondidas, pero no fue intencional. — Una vez más lo volvieron a juzgar con la mirada. — ¡Está bien! Pude haberme retirado, pero me ganó la curiosidad. —

¿Y qué pasó después?— Los tres hermanos se giraron en sus lugares para encontrarse con su padre en el umbral de la puerta.

¡Maestro Splinter!—

Supongo que la historia termina con una disculpa ¿No es así?—

Hai sensei. —

¿Entonces lo escuchaste cantar?— Reinició el tema el menor.

Sí. —

¿Y lo grabaste?—

¡Miguel Ángel!—

¡¿Qué?!—

¡¿Cómo se te ocurre preguntar semejante cosa?!— Le regañó Don.

Bueno, yo solo decía. — El silencio se hizo por un momento, hasta que luego de sacar los víveres de las bolsas y guardarlos, Miguel volvió a preguntar. — ¿Y qué cantó Leo?— lejos de recibir otro llamado de atención, la familia miró al segundo por su respuesta.

La canción de la película de ayer. —

¿La de Frozen? ¿La de la reina Elsa?— El de rojo afirmó con la cabeza. — ¡Aahh! Me habría gustado escucharlo yo también. —

Quizás algún día se anime a cantarla para nosotros. — Se aventuró a opinar el padre.

Eso espero. —

Y ¿De qué más hablaron?— Quiso saber Donny.

Dijo algo con lo que no estuve de acuerdo. — Obviamente con estas palabras, había picado la curiosidad de todos los presentes. — Me dijo que aún guardaba muchos secretos, y que no los hablaría con nadie, porque teme a nuestra reacción. — Esto extrañó a todos los presentes.

¿Nos tiene miedo?— El chico de rojo dijo sí con un movimiento de cabeza.

¿Pero por qué?—

No lo sé, solo me dijo que los secretos eran necesarios, que nos estamos llevando bien como para arriesgarse a causar problemas al revelar sus opiniones e ideas. —

¿Pero qué podría esconder que acabara con la familia? ¿Usted sabe sensei?—

No lo sé Miguel Ángel, no lo sé. — El silencio se hizo de nuevo, pues cada uno estaba muy ocupado pensando en lo peor.

Después de haber informado de todo a Splinter, la familia se dispersó para terminar con sus actividades. Miguel Ángel preparaba la comida mientras sus hermanos se ocupaban de otras tareas. En el menú de ese día, los Hamato degustarían una deliciosa lasaña casera con ensalada. La plática en la mesa trataría sobre lo ocurrido al hacer las compras y los deberes para el resto del día.

He estado pensando muy seriamente en instalar un elevador. — Comentaba Don a la familia. — Para que nos lleve a todos los pisos, desde el sótano hasta la planta alta y sea más fácil subir las bolsas de la despensa. —

Suena bien. — Le apoyó Rafael.

Estoy contigo. — Le apoyó el menor. — Es pesado cargar todo por la escalera. —

Pues más pesado será abrir el espacio para el cubo del elevador. — Advirtió Don, cosa que ya no gustó al grupo.

Si crees que es posible hacerlo sin llamar la atención, adelante. — Autorizó el roedor. — Pero que este proyecto no los aleje de sus entrenamientos ¿De acuerdo?—

Está bien. —

Trataremos de ser cuidadosos. — Aceptó el padre.

Y Leonardo…— El joven que se encontraba picoteando su comida, prestó atención al oír su nombre. — ¿Es cierto que saldrás con Vaudoux-san?— El ninja blanco giró la vista a donde sus hermanos se encontraban, pues obviamente estos le habían contado.

Sí.- Respondió sin ganas. — Te lo iba a decir más tarde. — Los chicos desviaron la mirada ante la culpa.

Y ¿A dónde irán?— A Leo le parecía absurdo repetir lo que seguro sus hermanitos ya le habían dicho, pero le pareció grosero ser directo, así que le siguió el juego.

A varios lugares, el bosque, tiendas haitianas, cementerios. —

Y ¿Por qué cementerios?—

Porque son parte de mi aprendizaje. — El silencio se hizo en el comedor. — ¿Tiene algo de malo?— Las miradas de los presentes decían más que las palabras.

Bueno…es algo, extraño para nosotros, ir a estudiar a un cementerio. — Respondió su padre dubitativo.

Pues es algo muy normal en el vudú. — Agregó el ninja blanco. — Supongo que es algo que ya se habrían imaginado que pasaría. —

Algo así. —

Supongo. —

Más o menos. — respondieron Don, Rafa y Mickey respectivamente.

Y ¿Qué estudiaran en el cementerio?—

No te lo puedo decir. — Respondió Leo a su padre.

De acuerdo, solo espero que lleguen temprano. — Leo dijo sí con un movimiento de cabeza. — ¿Y qué harán el resto de la tarde?— Cambió el tema el roedor.

El abuelo y yo entrenaremos. — Inició Leo al ver que sus hermanos no respondían por estar peleando el control remoto del televisor.

¿Entrenarán alguna kata?—

No, esta vez será meditación y no sé qué otras cosas más. —

Leo aceptó que lo documente. — Se integró Don en la conversación.

¿En serio?— Miró el padre al primogénito que dijo sí con un movimiento leve de cabeza. — De acuerdo, pero tendrá que ser después de que hayas cumplido con tus propios entrenamientos ¿De acuerdo?—

¡Aaah sensei!— Se quejaba el genio.

Lo lamento, pero primero cumples tus obligaciones conmigo y después te das a la tarea de investigar lo que quieras. — El inteligente niño se vio decepcionado ante este reglamento.

Y exactamente ¿Qué van a hacer?— Pidió saber Rafael al mayor.

No lo sé, dice que hay muchas cosas que se pueden practicar con la energía espiritual, y que como tengo demasiada, podemos aprovecharla en tratar de realizar varios de esos ejercicios. —

¿Ejercicios? ¿Se refieren a los súper poderes?—

No son "Súper poderes" Mickey. — Le corrigió el tercer quelonio. — En la red se les conocen como "Habilidades psíquicas" y hay una larga e improbable lista que detalla cada una de ellas. —

¿Cómo cuáles?— Preguntó el guerrero rojo.

Según internet hay dos tipos de "Habilidades paranormales". — Explicaba. — Los psíquicos que son puramente mentales, según leí, como la empatía, clarividencia, lectura de aura, la comunicación con espíritus, etc; y también están los quinéticos, que supuestamente son los que permiten mentalmente manipular el medio ambiente: entre estos entran la telequinesis, que es mover objetos, atmoquinesis que es el manipular el clima, electroquinesis que significa manejar la electricidad, entre muchas otras más locuras. — La familia ignoró esto último y comenzó a hablar animadamente sobre el resto de la explicación.

¿Y crees que el abuelo te enseñe todo eso?— Preguntó Mickey a Leo.

Él dice que sí, y lo primero que quiere que veamos, es la dermo óptica. —

¿La dermo qué?—

Dermo óptica, supuestamente es el poder ver por medio de la piel. — Respondió Donatello.

Eso sería interesante. —

¿Interesante?— Rectificó el menor a su padre. — ¡Eso sería increíble! ¡Yo quiero ver tu entrenamiento!—

Y yo. — Se unió el segundo al mando.

A mí también me gustaría estar presente, quizás te podríamos ayudar. — Opinaba el padre para sorpresa de su hijo mayor.

Yo...— El chico miró a su abuelo, quien no tenía problema alguno en contar con testigos. — Supongo que está bien. —

¡Genial!— Celebró el ninja pecoso.

¿Podemos hacerlo al terminar las lecciones de tus hermanos?— El primogénito dijo sí con un movimiento de cabeza. — Muy bien, te lo agradezco. — Finalizó Splinter alegrando al chico.

No…gracias a ustedes. — Leo estaba feliz por el apoyo recibido.

Esa tarde, después de los entrenamientos de los muchachos con Splinter y de Leonardo con su abuelo; la familia se reunió en la sala para comenzar lo que serían las primeras lecciones del manejo y uso adecuado de la energía psíquica y espiritual. Como bien había dicho Don, el joven trajo su equipo técnico a la sesión, entre ellos una cámara de video que puso a grabar directamente sobre Leonardo, y también algunas otras cosas para medir y grabar las ondas cerebrales.

¡Hola!— Comenzó a hablar muy sonriente Mickey ante la cámara apenas esta empezó a grabar. — Este es el primer video de Leo, estamos en el día uno de sus entrenamientos fantasmales, los llamaremos...— Comenzó a pensar en el nombre más adecuado, cuando.

¡Mickey!— Don le llamó la atención y lo sacó de cuadro. — Este será un video documental serio, no un juego, y no te molestes en ponerle nombre, ya lo tiene. — El menor se vio molesto. — Lo llamare "Documentando la llamada energía psíquica y espiritual" o lo que es lo mismo "Revelando las supuestas habilidades paranormales". —

Eso suena muy grosero ¿No te parece?— se quejó el segundo sentado al otro lado de la mesa de la sala dónde estaba ubicado Leo.

En especial, porque estás hablando de tu hermano. — Apoyó Splinter al más temperamental de sus hijos, sentado en el sillón individual de la sala.

Supongo que puedo buscar otro nombre, aunque lo realmente importante aquí es realizar esta investigación de manera seria y no con todas las fantasías que se le ocurren a Migue. — La familia aceptó esto y sin querer interrumpir, prestaron atención en silencio, al inicio de los ejercicios de Leo y al del trabajo de Don. — De acuerdo. — Comenzó a hablar para la cámara el guerrero morado. — Estamos en el día uno de observación, hoy es julio 6 del año en curso, el sujeto de estudio de nombre Leonardo Hamato, ya terminó una hora de meditación y ahora me dispongo a colocar estos electrodos en su cabeza para monitorear sus ondas cerebrales. — Al escuchar el inicio del video, la familia comenzó a protestar.

¡¿Electrodos?!— Inició el primogénito. — No me dijiste que me ibas a poner electrodos. —

¡¿Y cómo está eso de "Sujeto de estudio"?!— Reclamó también Rafael.

Recuerda que estás hablando de tu hermano mayor. — Le recordó su padre. — No de un conejillo de indias. —

¡No quise ofender! Así se inician los documentales. — Se defendió el tercer hijo.

¿Entonces esto es en serio?— Las miradas cayeron sobre el menor.

Mejor sigamos. — Pidió el genio y colocó los electrodos en las áreas correspondientes. — Leo. — El aludido le atendió sin dejar de mirar los cables. — ¿Cuál será el siguiente paso a seguir?— El antes mencionado se puso un poco nervioso al verse enfocado por la cámara.

Aahm, bueno…el, el abuelo dice que debo cubrirme los ojos para tratar de afinar mis sentidos, en especial la visión, pues cree que así puedo abrir el ojo interior. — La mayoría no comprendió del todo lo que esto significaba, hasta que Donatello lo aclaró como siempre.

El ojo interno o tercer ojo, el ojo de la mente que permite al poseedor, el don de la telepatía o clarividencia. — La familia se vio animada.

¡Genial!— Festejó el ninja rojo. — ¿Es eso posible?—

Eso lo veremos. — Le respondió el joven genio. — Ahora empecemos, Mickey, venda los ojos de Leo, por favor. —

¡Sí!— De inmediato el niño de naranja se acercó a su hermano mayor y le giró de lado la bandana blanca, para que no pudiera ver nada, además, también agregó una venda negra extra.

¡Perfecto! Comencemos. —

El ejercicio comenzó un poco más lento de lo que la familia se imaginaba que sería, nuestros amigos pensaban que todo sería muy rápido, como en la televisión a veces manejan el tema, pero no; los muchachos y su padre observaban cómo Leonardo trataba de ver, sin utilizar sus manos, las figuras geométricas de madera que le regaló su padrino para este tipo de ejercicios. El ninja blanco comenzó a tratar de identificar el primer modelo que estaba acomodado frente a él.

Por favor Leo. — Le llamaba Don. — Explícanos cada paso que hagas, cada cosa que sientas ¿Sí? Para el documental. —

Está bien. — Luego empezó a tratar de describir la figura que sentía frente a él. — Creo que hay un pico hacía arriba. — Murmuraba con las manos estiradas al frente de su cuerpo, posadas sobre la pieza de madera, pero sin tocarla. — Y parece que hay más puntas en la base. —

Sí. —

¡Mickey! No digas nada. — Le llamó la atención del guerrero morado.

¡¿Por qué?! ¡¿Qué tiene de malo?! Nadie le estaba diciendo si iba bien o mal. —

Seguro el abuelo le estaba respondiendo. — Le recordó el ninja rojo.

Aahh…entonces… ¿No puedo ayudar?— La familia iba a responder cuando Leo dijo.

Me gustaría mucho, que me ayudaras. — El pequeño sonrió.

¡¿En serio?! ¡Genial!— El menor emocionado se acercó más a donde su hermano estaba sentado. — Pero te advierto que puedo ser muy estricto como instructor ¿Está bien?—

¿Instructor?— Repitió el segundo. — Pero si solo te dijeron que podías ayudar. —

Está bien. — Dijo Leonardo. — No hay problema. — el pequeño sonrió divertido.

En ese caso yo también quiero ser instructor. — Se apuntó Rafael.

Todos ayudaremos. — Finalizó el padre, convirtiendo esto para alegría de Hamato Yoshi, en una actividad familiar.

Bien. — Dijo el menor a Leo. — Continua. —

Está bien…parece que es una punta, significa que es...— Empezó a hacer memoria. — Creo que es la pirámide. — tanto Don como Splinter iban a celebrar este acierto, cuando Rafael reclamó.

¡Eso no es justo!—

¡¿Eh?!—

Está bien que conseguiste saber que había una punta, pero luego hiciste memoria de las figuras que tienes y llegaste a la conclusión de que era la pirámide, no viste en realidad cuál tenías en frente. — El ninja blanco se levantó la venda impresionado por la acusación.

¿Me estás diciendo, que hice trampa?—

¡Así es!— Apoyó el menor a Rafael para sorpresa de todos. — Eso fue un fraude, y ni creas que voy a permitir que tú, de todos mis hermanos haga eso. — Leo sonrió divertido, pues jamás en su vida se hubiera imaginado llegar hacer trampa y mucho menos que el pequeño del clan le regañara. — ¡Empezarás de nuevo!— Ordenó el pequeño entrenador.

Pero ahora solo trabajarás con las crayolas y nos dirás los colores. — abrió Rafael la caja y la vació sobre la mesa frente a Leo.

¡¿Queee?!—

¡Es una excelente idea!— Celebró el joven genio. — Eso se verá mucho mejor en el video. —

Estoy de acuerdo. — Opinó Splinter. — Tomaremos las que tengan la misma forma y el mismo tamaño, de esa manera el reto será mayor. — Todos estuvieron de acuerdo.

Cúbrete de nuevo. — Ordenó Donatello al tiempo que él mismo ayudaba a su hermano con su venda, para no tener dudas al respecto.

Ahora dinos. — Pidió el pequeño tomando una crayola. — ¿Qué color tengo en mi mano?— Lejos de sentirse molesto por la presión del clan, Leonardo estaba feliz, pues era la primera vez que trabajaba estas nuevas habilidades junto a toda su familia, cada miembro aportaba nuevas ideas para que pudiera descubrir y dominar a futuro, muchos y espectaculares dones.

De esta manera pasaron los primeros cinco meses del año; llenos de entrenamientos y terapias familiares. Con orgullo la familia Hamato podía presumir que en ambas áreas iban progresando exitosamente, de manera lenta, pero a fin de cuentas con éxito. Las sesiones con el doctor Park iban avanzando; individualmente trataba los conflictos tanto del padre como de cada uno de sus hijos; y de manera familiar, comenzaron a ver los problemas que tenían con respecto a la confianza y las promesas no cumplidas. Todos los miembros del clan estuvieron de acuerdo, que al hacer un juramento a alguien, sin importar si es familiar o amigo, debían tener en cuenta las posibilidades de cada uno. Tenían que estar conscientes de sus propias limitaciones y si pueden o no con el compromiso, de lo contrario ni para qué dar su palabra.

Además, les explicó el psicólogo: si faltas a una promesa más de una vez, haces sentir a esa persona a la que le has fallado, que no es importante y que por lo mismo siempre le estás dejando de lado. Y poco a poco a la vez, te estás haciendo de una muy mala reputación para con los demás. Eso era lo que estaba pasando con nuestros amigos, tanto los chicos como el padre comprendieron sus faltas en el pasado y acordaron hacer lo necesario para no volver a repetirlas en el futuro. Leonardo por su parte, debía trabajar en lo que respecta a confiar de nuevo, el dar la oportunidad a sus seres queridos de volver a contar con su confianza; el chico de blanco admitía que abrirse otra vez le daba miedo, pero igual que ellos, acordó que lo intentaría una vez más.

Y en el área paranormal, las noticias eran excelentes. Sin importar las muchas vendas o capuchas que colocaran sobre el rostro de Leonardo, este lograba ver todo lo que le rodeaba, con gran facilidad podía decirles lo que estaban haciendo o ponían frente a él, sin tocar los objetos, el chico podía describirlos a la perfección. Los colores de los lápices, las formas de figuras o imágenes en fotografías, era impresionante y al parecer, esto amenazaba con subir a otro nivel.

Luego del ejercicio con la venda, comenzaron a tratar con otras habilidades de la lista, como mover y levitar objetos a voluntad, sin necesidad de hacerlo solo cuando estuviera enojado o dormido. Para este ejercicio a Miguel Ángel se le ocurrió la maravillosa idea de usar globos de agua, Leonardo debía evitar terminar empapado, paralizando los proyectiles antes de que lo golpearan; Rafael sí que disfrutaba este ejercicio, hasta que poco a poco Leo iba dejando suspendidos en el aire, todos los globos que le arrojaban.

Todas las noches, después de cenar, la familia se reunía para planear el cómo poder abordar otras de las habilidades que habían en la lista que se encontraba en internet, como la electroquinesis o atmoquinesis, Mickey quería ver si Leo podía manipular la electricidad y el clima como Storm de los X- men. Rafael en cambio, quería algo más llamativo como la piroquinesis y crioquinesis, que es el incendiar o congelar objetos respectivamente.

Donatello por su parte, solo quería documentar cada ejercicio, el joven genio se conformaba con estar ahí con su cámara cuando Leo comenzara a realizar algo. Splinter como buen padre siempre estaba presente a la hora de las prácticas, orgulloso de cada uno de sus logros, por muy pequeño que fuera. Además de los entrenamientos de Leonardo, los temas a tratar también, eran los proyectos individuales de los tres menores. Una tarde, a la hora de la comida; cada uno de los jóvenes empresarios presumía sus logros en sus respectivos negocios.

No es por nada hermanitos. — Presumía Migue mientras agregaba salsa extra a sus espaguetis con albóndigas. — Pero esta semana "Turtle on skateboards" tuvo el doble de ventas en patinetas y equipo que la semana pasada, creo que soy el campeón de quién ganó más dinero este mes. —

Aún me sorprende que te compren patinetas con un título como el que tiene tú página. — Comentaba Donny terminando de llenar su propio plato de comida. — "La tortuga en patineta" Como que no queda ¿O sí?—

¡¿Bromeas?!— Le respondió el menor. — Eso es en lo que menos piensan los skaters apenas ven mis obras de arte en la galería. — Comentaba contento el menor con una buena cantidad de pasta enrollada en su tenedor. — ¿Y ustedes qué cuentan bros, ganaron algo de dinero ésta semana?— Rafa y Don sonrieron satisfechos de sí mismos. Leonardo por su parte, como no tenía nada de qué presumir, continuó prestando atención a su comida.

Pues no es que los quiera dejar en mal hermanitos, pero a diferencia de ustedes que están atenidos a que se vendan sus productos, yo consigo dinero apenas levanto la bocina y atiendo al cliente. — Alardeó Don emocionado. — Me llaman al menos seis o siete veces al día y si sigo con tan buena racha, podré abrir una cuenta de ahorros. — La familia le celebró esto.

¿Una cuenta de ahorros? Eso suena muy bien Donatello. —

Gracias sensei. —

¿Pero trabajando en atención al cliente por teléfono?— Preguntó Rafael luego de devorar una albóndiga. — Atender a tarados por 25 centavos el minuto, me parece tan…degradante. —

¿Por qué degradante? Si es un trabajo honrado. — Se defendió el de morado. — Y con lo que tardo en cada consulta, no me va tan mal. —

Pero eso de mantener entretenidos a los "Clientes" en la línea lo suficiente para que valga la pena, la verdad, me suena más a una hot line. — Al oír esto, Miguel Ángel se echó a reír divertido, Donatello abrió la boca a todo lo que daba y Leonardo miró a su atrevido hermano dividido entre la sorpresa y la carcajada.

¡RAFAEL!— Le llamó la atención su padre. — No seas impertinente. — El de rojo solo sonrió pícaramente.

Pero sensei. — Tomó la palabra el menor. — Hay que admitir que si Don trabajara en una hot line ganaría más por minuto. — Las risas de los chicos, incluida la del mayor, aunque un poco más baja, sonaron en la cocina.

¡Miguel Ángel!— También lo llamó Splinter. — Si siguen los dos molestando a su hermano, los castigaré. Ambos guerreros rieron divertidos por lo bajo.

¡Pero ganaría más si trabajara en una!— Continuaba el de naranja.

Y sería menos vergonzoso. — Le siguió Rafael ganándose un albondigazo por parte del ninja morado.

¡Hey!—

¡Niños!— Les llamaron la atención a los tres. — Donatello, no se juega con la comida. —

Está bien. —

Y ustedes dos están castigados. —

¡Sensei!—

¡¿Por qué?!—

Se los advertí. Esta noche les toca recoger toda la cocina y el baño. —

¡ ¿Queeeee?!—

¡¿El baño?! ¡¿Por qué?!—

Porque desde que llegamos y quedamos en qué el baño del primer piso sería el suyo, no lo han limpiado y créanme ¡Apesta!—

¡¿Y tenemos que hacerlo solo nosotros dos?!— Renegó el de rojo.

¡Donny también ayudó a ponerlo así!—

Pero ustedes dos se lo buscaron. — Les recordó el roedor. — Además, su baño es también el de los invitados; deberían ser más cuidadosos. — Las quejas al respecto no se hicieron esperar. — Y Leonardo. — El mayor prestó atención a su padre. — Deja de picotear la comida. — Los otros tres observaron el plato, dónde la albóndiga ya era picadillo. — ¿Te encuentras bien?—

Sí. —

¿No te gustó la comida?—

No es eso. —

¿Entonces?—

Solo pensaba…que yo también debería tener algo de dónde sacar dinero. — El resto de la familia se miró entre ellos. — Ustedes tienen empleo y yo no, soy el mayor, debería haber sido el primero. —

Hijo mío, mucho tiempo te encargaste de las finanzas, ahora debes permitir que los demás aporten a la casa. — Esto no dejó satisfecho al niño. — Pero si insistes, podrías ayudarme a hacer y pintar vasijas japonesas. —

¡¿Vasijas japonesas?!— Preguntaron los menores.

O posters con paisajes en tinta negra, lo que prefieras; la señorita O'neil me dijo que podría venderlas por mí en su tienda o por internet, de esa manera también podría ayudar en la casa. —

Suena bien sensei. — Le celebró Rafa.

También tendrá negocio propio. — Le siguió Don.

¡Súper!— Exclamó Mickey.

Genial, ahora en verdad soy el único que no ayuda en la casa. — Se quejó Leo.

Podrías abrir tu propia línea psíquica por internet. — Le sugería el niño de naranja. — Serías todo un éxito. —

No sé si eso sea bueno, además, mi padrino dijo que aún no podía atender clientes. —

Pero podrás hacerlo al final del año. — Insistía el pequeño. — Hasta podrías ganar más que todos nosotros. —

¡Oye!— Reclamaron Rafa y Don.

Que gane más que Donny no lo dudo ¿Pero ganarme a mí?—

¡Hey!— Reclamó el tercer hijo. — Tú solo podrás ganar mucho dinero si alguien te manda a personalizar una moto, y con la economía actual dudo que eso pase pronto. —

¡¿Pero sí hay para consultar brujos?! Sin ofender. — Advirtió el de rojo al mayor, quién no le dio importancia al asunto.

Pues nunca falta el ingenuo que busca respuestas en unas cartas de cartón…sin ofender. — Agregó.

No hay problema ¡Síganle!— Se burló el mismo chico de blanco. — Al cabo que si llegara a decidirme y abriera la página, en verdad que ganaría mucho más que todos ustedes juntos. —

¡ ¿Queeee?!— La discusión comenzó.

¡Eso no es cierto!— ¡No lo creo!— ¡Yo sigo siendo el campeón con mis patinetas! ¡Yo podría ganar más que cualquiera si atendiera clientes! ¡Solo si fuera en una Hotline! ¡Donatello, tú también limpiarás el baño! ¡Sensei! ¡Siii! ¡Nooo!— El alboroto continuó para diversión del viejo Splinter, quien agradecía en silencio, el que ahora eran cuatro y no tres, los chicos que se divertían juntos.

De esta manera el tiempo fue transcurriendo con calma, al menos dentro de la guarida y la vida diaria laboral de los muchachos. Ya afuera en la ciudad, la historia era otra; sin Shredder en el mapa, las grandes cabezas de las variadas familias criminales luchaban por alcanzar el alto puesto que el líder del clan del pie poseía. Antes de poder volver a salir a patrullar, los muchachos tenían primero que prepararse nuevamente para todo tipo de inconvenientes, en especial, para los que la condición médica de Leonardo les presentara. Por ahora Splinter no veía conveniente que salieran a vigilar las calles, Leo debía demostrar que estaba en condiciones de volver a la acción, antes de hacerlo.

Las fiestas de fin de año llegaron por fin, y como bien habían acordado; la familia Hamato, Abril y Casey Jones se fueron a hospedar al viejo hotel Vaudoux para pasarla en grande. Lázaro y Dabir estaban felices de recibirlos en casa, el viejo edificio se llenó de alegría y ruido apenas estacionaron el auto; los muchachos iban y venían de la camioneta sacando el equipaje y llevándolo al segundo piso, como la primera vez.

¡Brrrr! ¡Qué frío hace!— Exclamó escandaloso el menor ya en la sala y dejando el equipaje que llevaba consigo. — ¡¿De quién son estas maletas?!—

¡Son mías Migue!— Le llamó Casey. — ¡Llévalas a mi cuarto ¿Sí?!—

¡¿Dónde?!—

Todos volverán al mismo que tuvieron el año pasado. — Informó el houngans al niño a su lado, llevando también parte del equipaje.

¿Significa que Leo volverá a tener una habitación completa para él solo?— Reclamó molesto Rafael.

Así es. —

¡¿Por qué?!—

Porque así fue el año pasado y porque es mi ahijado. — Rafa miró al mayor que se encaminaba al segundo piso llevando su maleta, no sin antes dedicarle una linda sonrisa al revoltoso.

¡No es justo!— Reclamó. — ¡¿Por qué yo tengo que compartir mi habitación con el enano y su gato, mientras Leo tiene toda una recámara para él solito?!—

¡Oye!— Se defendió el de naranja.

¿Porque así lo decidió el dueño de casa?— Trató de instruirle Abril que pasaba junto al ninja rojo rumbo a su piso.

Sigue pareciéndome injusto. —

Ya termina de subir el equipaje. — Le ordenó su padre.

A la hora de la cena y ya que todos estaban instalados, aseados y vestidos de manera cómoda; nuestros amigos repartían los platos de cordero y puré de papas, mientras conversaban diversos temas de interés personal; ya que desgraciadamente en el transcurso del año pocas veces tuvieron la oportunidad de estar juntos como ahora, las historias a compartir eran muchas.

Entonces ¿No vendrán a festejar este año con nosotros, esos amigos de la otra dimensión?— Preguntó Lázaro a Splinter mientras cenaban.

Desgraciadamente no, tienen muchas cosas que hacer en su propio mundo, pero me dijeron que podrían venir a visitarnos a nuestro nuevo hogar. — Esto llamó la atención de los chicos. — Les conté lo ocurrido en la vieja guarida y les interesa saber cómo estamos. —

¡¿Vendrán todos?!— Quiso saber Rafael.

Quizás el damio pueda venir de visita un momento, pero quienes quieren acompañarnos por unos días son Usagi y Gennósuke. — Las reacciones a la noticia no se hicieron esperar.

¿Usagi, vendrá?— Preguntó Leo impresionado.

Así es. — La respuesta obligó al primogénito a ocultar un leve sonrojo con su servilleta.

¡Me parece genial!— Celebró Mickey. — Es nuestro turno de mostrarles nuestra ciudad. —

Y corresponder por la ayuda dada en el nexo de batallas. — Finalizó Don, refiriéndose al apoyo que les brindó el samurái cuando Leo fue envenenado. El clan Hamato estuvo de acuerdo y comentó lo ocurrido a quienes desconocían la historia.

Pues será interesante conocerlos. — Opinó Dabir.

¿Y qué hay de su otro amigo?—

¿Letherhead?—

¿No vendrá a pasar estas fechas con nosotros?— Quiso saber Vaudoux.

No lo hemos visto desde que nos fuimos a la granja de Casey. — Respondió Don.

Cierto. —

Lo último que supimos de él, fue que saldría de viaje para tratar de controlar su mal temperamento. — Agregó Mickey.

¿Y aún no sabe lo que pasa en las alcantarillas?— Quiso saber la pelirroja preocupada.

Le dejamos un mensaje pintado en la pared, al principio del túnel que va a su laboratorio, pidiéndole que primero nos llamara antes de llegar su hogar. — Explicaba Rafael. — Pero hasta ahora no nos ha llamado. —

Quizás no ha llegado. — se aventuró a opinar el profesor. — De lo contrario, ya estaría aquí contando una espeluznante historia. —

¡Es cierto!—La familia completa estuvo de acuerdo.

Y ¿Cómo va el trabajo en el taller de motocicletas?— Cambió el tema Lázaro. — ¿Ya tienen muchos clientes?—

¡Así es!— Presumía Casey.

No nos va nada mal. — Le seguía Rafael. — Acabamos de entregar dos motocicletas personalizadas para una pareja mayor que planea viajar por el país. —

¿Es en serio?—

¡Qué romántico!— Comentaron Donny y Abril, respectivamente.- Viajar juntos, disfrutando de su jubilación ¡Aaahhh!— Suspiró con anhelo la chica. — Como me gustaría estar gozando de mi jubilación ahora mismo. — los presentes rieron divertidos con esto.

¿Por qué?— Le cuestionó el menor.

¿No te ha ido bien en la tienda de antigüedades?— Preguntó Don.

No como yo quisiera. — Se quejaba. — Al principio de la limpieza, las ventas eran muy buenas y constantes, pero después, fueron disminuyendo drásticamente; de cinco o siete ventas que tenía al día de, digamos, unos 500, 600 o mil dólares aproximadamente, ahora de milagro he llegado a tener al menos una; y esta no rebasa los cien billetes. —

Falta de confianza jovencita, cuando quieras te preparo un buen amuleto. — Ofreció Lázaro. — O mejor aún. — señaló a Leo. — My Klein vakleerling (Mi pequeño aprendiz) puede hacerlo. — Esto agradó a ambos, tanto a Abril como a Leo.

¡Eso me encantaría!—

De acuerdo, mañana lo haré. —

Bien. — Celebró la muchacha.

Y hablando de lo bien que les va en el negocio. — Retomó el tema Lázaro. — ¿Ya comenzaste a pagar tú deuda a mi ahijado?— Todas las miradas se posaron sobre el ninja rojo.

Por supuesto. — Respondió con orgullo. — Lo primero que le compré fue un pequeño refrigerador para que tenga su medicamento y algunas bebidas frías en su habitación, y después le di una pequeña lavadora con secadora de ropa para su baño. —

¡¿Lavadora y secadora?!—

¿Y eso para qué?— Quiso saber la pelirroja.

Lo mismo pregunté yo. — Agregó Leo.

Y yo contesté "Te será muy útil cuando llegues por fin a la pubertad". — Las carcajadas no se hicieron esperar.

¡Rafael! No le faltes el respeto a tu hermano mayor. — Le llamó la atención su padre.

¡No le estoy faltando al respeto! Solo digo que algún día, le encontrará la ventaja al tener privacidad para con sus manchas en las sábanas. —

Me encantaría que tú también la tuvieras. — Las risas aumentaron con las palabras del pequeño quelonio, y más aún cuando tuvo que escapar de la ira del segundo al mando. —

¿Y es todo lo que has pagado? ¿Solo dos hojas?— Preguntó el houngans.

Tres. — Corrigió Rafa. — También le llevé a dos de los monos que le gustan y su nave espacial. — Leo sonrió con el recuerdo.

Sus nombres son Kirk, Spock y la Enterprise. — Igual le corrigió.

Sí, como sea. —

¡Están geniales!— Le apoyó el menor. — Un día que terminamos las compras, le pedí que me llevara a la tienda de comics ¡Y ahí estaban! en el aparador. —

Creí que contarían por tres hojas, pero Donny es muy estricto y dijo que los dos muñecos y la nave solo contaban por una. —

Yo los vi como un paquete. — Todos estuvieron de acuerdo con el ninja morado.

Tramposo. — Las risas volvieron.

¿Y cómo vas con tus patinetas pequeño?— Cambió de tema el profesor.

¡Muy bien! Vendo suficiente para ayudar en casa con las necesidades. — Todos celebraron esto, menos Leo, que sabía que una de esas necesidades eran sus medicamentos.

Me alegro. —

¿Y tú joven genio?— Preguntó Lázaro. — ¿Qué tal el servicio al cliente?—

Pesado. — Admitió para sorpresa de muchos. — Te llama cada tarado pidiendo imposibles, que francamente es desesperante, además no falta quien trate de sacarme toda la información necesaria en pocos segundos y así no pagar mucho ¡Aahh! Se da cada discusión; pero en fin, lo importante es que gano dinero ¿No creen?— Todos los comensales estaban sorprendidos, pues no creían que hubiera problemas en un trabajo al parecer tan fácil para alguien con el conocimiento de Don.

Pues renuncia. — Opinó Rafael sin problema alguno.- Lo importante es que entre todos salen los gastos, así que puedes buscar otra cosa. —

¡Sí!— Le apoyó el menor. — Nosotros podemos cubrirte hasta que tengas algo hermano. —

Gracias chicos, pero no quiero dejar esto sin tener otra cosa antes, además. — La pensó un momento. — No nada. — hasta ahí quería llegar el ninja morado con el tema; esto último le pareció extraño a Leo, pero no se atrevió a incomodarlo con sus dudas, no al menos a la hora de la cena.

Supe que usted también está trabajando Hamato. — Cambió el tema el houngans. — ¿Qué tal va todo?—

Me gustaría que fuera mejor, apenas vendo algo, creo que las vasijas japonesas no son tan populares como yo esperaba, me arruina los planes que tenía. — Al parecer lo que pasaba con Donny, también lo tenía su padre, pensaba Leonardo. Para no seguir incomodando con el tema del dinero, Abril preguntó al ninja blanco.

¿Y qué tal vas con la pluma? ¿Te ha servido?—

Sí, gracias. —

¿Te sirvió para leer libros y periódicos?— Apenado el quelonio confesó.

Desgraciadamente el que no sirve soy yo. — Todos le miraron con atención. — Las letras pequeñas, cuando las veo, parecen pequeñas hormiguitas corriendo por todos lados, no puedo colocar la pluma encima de la línea y leerla completa. — Esto apenó a su amiga. — Pero me sirve cuando las letras son grandes ¡Como en las etiquetas!—

¡Ooh Leo, lo siento! Creí que te ayudaría. —

¡Y lo hace! Muchas gracias. —

Al menos puede leer las etiquetas de los experimentos de Don. —

Eso es bueno. — Opinaron todos.

Luego de una deliciosa cena y un merecido postre de pastel y helado de vainilla, la familia se fue encaminando a sus respectivas habitaciones. El escándalo del ir y venir en los pasillos por parte de los huéspedes se escuchaba por toda la casa, alegrando con el ruido a los dueños y espíritus de esta. Leonardo se arreglaba para dormir mientras platicaba con su abuelo sobre las dudas que le habían asaltado en la cena.

Tú sabes lo que están escondiendo ¿Verdad?— Preguntó directamente a su guardián.

Así es. — Yoshi no podía ni quería mentirle.

Y supongo que ellos no quieren decirme nada para no alterarme. — Esto último lo dijo con cansancio.

Cierto. —

¿Qué sucede?— El abuelo le miró para saber si era necesario decirlo. — Por favor. — No podía negarse.

Donatello encontró varias universidades por internet que pueden darle clases sin necesidad de asistir, pero para eso necesita mucho dinero. — Esto sorprendió al muchacho.

¿Es muy caro?—

Pues no sé si se debe pagar por materia o por mes o por semestre. — Admitía la falta de información. — Creo que eso depende del colegio y el tiempo que le llevará terminar las carreras que quiera tomar, además de, no sé, libros o programas que utilice, yo imagino que sí es muy costoso. — Leo se vio preocupado.

Y Splinter intentó ayudar con sus vasijas ¿Verdad?—

Así es, pero no ha conseguido mucho. — El silencio se hizo un momento en la habitación, Leonardo pensaba seriamente de dónde podría sacar todo el dinero que necesitaban. — Quizás pueda encontrar universidades gratuitas en línea. — La opinión del espíritu llamó la atención del chico. — No serán las que él quiere, pero podrá estudiar ¿No te parece?— Esto no gustó a su nieto.

¿Y qué mi hermanito se conforme con cualquier cosa?— Esto agradó a Yoshi. — Ya mucho ha tenido que tolerar mi familia, como para que todavía deban ser flexibles con sus sueños. — Ese era un tema muy serio para él.

Es cierto ¿Pero qué piensas hacer?—

Bueno yo…quizás si en verdad me esfuerzo, pueda ganar mucho dinero, leyendo, tú sabes. —

¿Entonces sí planeas abrir una página de esoterismo?—

Dicen que podría ganar mucho si la abriera y mi padrino es la prueba de ello, quizás yo también deba tratar. — Luego lo vio con nerviosismo. — ¿Tú qué opinas?— El abuelo le sonrió con cariño.

Lo peor que podrías hacer es no intentarlo, y como cabeza de la familia, te agradezco que quieras ayudarles. — El chico sonrió muy contento. De pronto una voz conocida le llamó desde la puerta.

¡Buenas noches Leo!— Era Donatello rumbo a su recámara. — Splinter vendrá en un momento con tu medicación. —

¡Espera un momento!— Leo consiguió llamar su atención. — Quisiera hablar contigo. — Extrañado, el ninja morado entró al cuarto.

¿Qué sucede? ¿Te sientes bien?—

Sí, no es eso. —

¿Entonces?— Al fin el joven de blanco dijo.

¿Podrías ayudarme con la computadora?—

¿Otra vez te está escribiendo mal el dictado?—

No, esa era culpa mía, no pronunciaba bien las palabras, pero ya lo resolví; lo que quiero es otra cosa. — El niño le miró atento. — Me gustaría…abrir una página, para…— Don comprendió.

¡¿Piensas leer la fortuna por internet?!— Preguntó divertido el chico de morado, envestido solo con su pijama purpura. — ¡¿Y eso por qué?!—

Bueno…— Comenzó a explicarse. — Dicen que podría ganar mucho y quiero ayudar en la casa. — Donny empezó a negarse moviendo la cabeza de un lado a otro. — Además también quiero. — Don prestó atención. — Quiero ayudarte con la inscripción a la universidad. — Los ojos y boca de Don se abrieron a todo lo que daban.

¡¿Có… cómo lo supiste?! ¿Acaso tú hiciste eso de…?— Dijo refiriéndose a sus extrañas habilidades.

El abuelo me lo dijo. — Esto igual no gustó al chico. — ¡¿Por qué no me dijeron nada?! Ya estoy bien de salud, no deben dejarme de lado. —

Lo siento, yo…no quería que nadie se enterara, para que no se sintieran obligados con mis cosas. — Ambos chicos tomaron asiento en la cama del joven.

Pero Splinter se enteró. — El joven genio afirmó esto con un movimiento de cabeza.

Splinter anda al pendiente de todo últimamente. — Leo estuvo de acuerdo. — Una noche me encontró buscando información en la red sobre las universidades qué más me gustan, me sacó toda la información y quiso ayudarme vendiendo vasijas. — El pequeño genio se veía apenado y conmovido a la vez.

¿Y no te alcanza con lo que te queda después de ayudar en la casa, verdad?— Don no quiso contestar para no apenarlo.

También encontré universidades gratuitas, pienso inscribirme en alguna. —

Eso déjalo en caso de que no logre ganar dinero con la página ¿Quieres?—

Pero Leo…no quiero que te sientas obligado, apenas te estás recuperando y…—

Y ya estoy bien. — Aseguró. — Si antes que estaba algo loco, conseguía ayudar al clan ¿Por qué no ahora que ya estoy medicado?— Esto último hiso sonreír al tercer niño. — Además.- Don le miró a los ojos. — Soy tu hermano mayor y jefe de la familia, no me quites la oportunidad de ayudar con tu educación. — los ojos del joven genio se llenaron de lágrimas.

¡Leo, yo…!— Lo abrazó. — Gracias hermano. —

Te lo mereces, hermanito, sin ti, estaríamos muertos. — Don sonrió agradecido.

Te quiero. —

Yo también te quiero pequeño genio. —

¡¿Y ahora?! ¿Qué se traen ustedes dos?— Preguntó Casey, acompañado de los otros dos quelonios.

¿Es la hora de los abrazos? Porque Klunk y yo queremos dos de cada uno. —

Yo paso. — Todos rieron con lo dicho por Rafael.

¿Qué sucede?— Pidió saber Casey.

Nada. — Los calmó Donatello secándose el rostro. — Solo hablábamos de internet. — Como que esto no dejó del todo convencidos a los muchachos.

¿Y por eso estabas llorando?— Leo confesó.

Le pedí que me ayudara a crear una página de internet. — La confusión continuó.

Bueno, supongo que eso sí es para llorar. — Opinó Casey. — Digo, que tu hermano quiera convertirse en Walter Mercado, pues, yo sí lloraría. —

Y yo. — Le siguió Rafael, causando carcajadas en la mayoría de los presentes.

¡Yo no pienso convertirme en eso!— Las carcajadas sonaron más fuerte.

¡¿Entonces es en serio que piensas leer la fortuna por internet?!— Preguntó emocionado el menor del grupo.

Sí. —

¿Y por qué?— Preguntó Rafa por la mayoría.

Porque quiero ayudar en casa y también. — Don le miró suplicante, pero Leo lo animó; este aceptó. — Porque quiero ayudar a que Donny se inscriba en la universidad en línea. —

¡ ¿Queeee?!—

¡¿Es en serio Don?!— Preguntó Mickey.

Así es. —

¿Y por qué nunca nos dijiste nada?— Reclamó Rafael.

Te podríamos haber ayudado. — Apoyó Casey.

Me dio pena involucrarlos en esto, ya hacen mucho con las finanzas en casa; no quería obligarlos a ayudar. —

Pero somos hermanos Don. — Le recordó el menor.

Y no estás buscando un título por capricho. — Le apoyaba Casey. — Buscas aprender más, eso debe apoyarse. —

Gracias chicos. —

Entonces todo está decidido. — Finalizó el pequeño de naranja. — Todos cooperaremos para que puedas estudiar. —

¡Siii!—

¡Pero chicos!— Se alarmó Don. — Si apenas pueden costear sus gastos y los de la casa, no puedo pedirles que se comprometan a…— No terminó.

Ayudarte no será un problema Don. — Resolvió Migue.

Aunque sea poco, pero te podemos ayudar cada mes. — Se incluyó Casey.

Tú no tienes vela en este entierro Jones. — Le señaló el de rojo. — Esto es un asunto familiar. —

¡Y yo soy parte de esa familia! ¡Quelonio de aguas negras! Yo también quiero ayudar. — Los muchachos sonreían con agradecimiento.

Gracias Casey. — Tomó la palabra Leo. — Así que empezando el año, iniciaré con la página. —

¡Te irá muy bien hermano!— Le animó el menor. — Te lo aseguro. —

Eso espero. — Se oyó decir a Rafael. — Porque hay muchas de esas páginas y en la actualidad, ya nadie les cree. —

Ese no será problema, se muchos métodos para resolverlo. — La confianza de Leo sorprendió a todos. — Lo que sí me preocupa es el hablar con extraños, manejarme por la internet, esa cosa apenas la comprendo, temo meterme en problemas. — Todos le aseguraron que le ayudarían a moverse como experto por la red y de inmediato comenzaron a hablar sobre el cómo deberían diseñar la página, el nombre que llevaría y también, sobre las clases que estudiaría Don en línea.

Las fiestas navideñas se estaban acercando. El viejo hotel se llenaba de adornos de adentro hacia afuera; coronas en cada puerta, muérdago en varios y estratégicos umbrales, y por supuesto el más grande y frondoso árbol para que, a diferencia del año pasado, los cuatro hermanos en equipo lo decoraran entre discusiones; escucharlos pelear por las esferas y las luces fue como villancicos para el resto del grupo.

La noche del 20 de diciembre, la familia completa comenzaba a hacer planes para la gran cena, todos opinaban sobre lo que querían comer y hacer para la fiesta; obviamente, el tema que más generó polémica y horror, fue nuevamente el intercambio de regalos y Santa Claus. Splinter y Leonardo estaban horrorizados, pues uno de ellos apenas si estaba preparado, el otro, no tenía nada para esa noche.

¿Y ya planearon lo que van a hacer con respecto a los regalos? ¿Serán de nuevo caseros?— Preguntó divertida Abril.

¡Noooo!— Gritaron todos, para después dar paso a las carcajadas.

¡Yo no vuelvo a regalar cupones!— Les aseguró el menor. — ¡Nunca más!—

¡Ooohhh!— Exclamaron los presentes en tono de burla.

¿Por qué no?— Preguntó Casey de manera "Inocente."— Si me parecieron geniales. —

Y nos fueron de tanta ayuda. — Le siguió el guerrero escarlata para molestia del pecoso.

¡Claro que les parecieron geniales! Ustedes dos abusaron de mi regalo. — Ambos ex compañeros de parrandas (Pues hacía tiempo que no salían de juerga) rieron divertidos ante la ira del pequeño. — Gracias a mis cupones de limpieza pudieron abrir su mugroso taller. — Los rebeldes rieron divertidos, pues cobraron sus tickets obligando a Mickey a limpiar el lugar para la inauguración.

¿Pero de qué te quejas Mickey?— Cuestionó Abril. — Si solo fueron dos días de trabajo. — Se aventuró a decir por los cupones de ambos muchachos.

¡No fueron dos, sino cuatro!— Los humanos le miraron extrañados. — Le compraron sus vales a Donny y al maestro Splinter por 5 dólares cada uno.- Las risas no se hicieron esperar.

¡Jajajajajajajajaja!— ¡¿Cómo fue eso posible?!— ¡Increíble!—

¿Y Leo no les vendió el suyo?— Quiso saber el profesor.

Leo no ha cobrado ninguno. — Reclamó Rafael dejando en evidencia a su hermano.

¡¿Y eso por qué?!— Preguntó Lázaro.

Me gusta cómo está el talonario. — El menor sonrió agradecido.

¡Ya ven! Aprendan. — Las risas continuaron.

Entonces ¿Piensan comprar este año los regalos?—

Eso creo. — Yo sí. — Yo no pienso volver a regalar cupones. — Les compraré aunque sea algo pequeño. — Comentaban a la vez nuestros amigos; mientras Leonardo por su parte se preguntaba lo que podría hacer para el intercambio.

Los días siguieron y Leonardo veía con horror como la base del árbol se iba llenando de vistosos obsequios y ninguno de ellos había sido comprado por él, no tenía idea de lo que iba a dar esta navidad. El año pasado, como era el encargado del dinero, había tenido tiempo de ir comprando algunos presentes, pero ahora, que no puede diferenciar un billete de un dólar de uno de diez, y que además tampoco tiene acceso a ellos, el pobre chico no tenía idea de qué hacer.

¡Quisiera estar muerto!— Expresaba cansado el joven de blanco, recostado en su cama.

No seas exagerado. — Opinaba la abuela, sentada en el diván.

¡Entonces que se abra la tierra y me trague completito!— Insistía.

Cuida tus palabras aprendiz. — Le recordó la anciana. — No se te vayan a cumplir. — El niño obedeció.

Mejor piensa en lo que puedes hacer para regalar este año. — Le ofreció su abuelo de pie, recargado junto a su cama, rumbo a la puerta de salida.

Podrías regalar algunos amuletos. — Opinó Jules, de pie junto a la nana. — Lázaro tiene todo en la habitación blanca para hacerlos. —

Seguro que no se negará a darte los ingredientes. — Afirmó la anciana, pero al ver al niño no muy convencido, agregó. — O puedes pedirle dinero prestado, tampoco te lo negará, te quiere mucho. — Leo sonrió.

Yo también lo quiero, y no me atrevería a pedirle eso, quizás solo el material para hacer los amuletos, pero me parece un regalo muy insignificante. —

El año pasado tú entregaste regalos comprados y ellos caseros. — Le recordó Mad recargada en el tocador. — Ahora sería al revés, me parece justo. — La mayoría de las apariciones estuvieron de acuerdo.

Aun así me gustaría darles algo, más, algo extraordinario. —

Creo saber qué podría ser. — La mirada de todos los presentes se posaron sobre el abuelo Yoshi, quien sonreía orgulloso de sí mismo.

El 24 de diciembre llegó por fin, y desde temprano la familia completa preparaba todo lo necesario para la fiesta de noche buena. Abril fue de compras en la mañana acompañada de Rafa, Casey y Donny como sus esclavos personales; además de algunas cosas faltantes en la despensa, también trajeron frituras, bebidas y caramelos. Además debían pasar a la pastelería favorita de Lázaro para recoger su encargo; un enorme pastel de vainilla y chocolate con merengue de limón, galletas de mantequilla y panecillos para la cena.

Como el año pasado, el vestuario para la fiesta fue a capricho de los invitados. Los muchachos volvieron a usar sus pijamas y calcetas de algodón, Casey prefirió usar un pants color gris con camisa blanca y sudadera. Abril vistió un pantalón de licra y algodón tipo deportivo color negro con rosa y la blusa de manga larga que le hacía juego. Los adultos en cambio prefirieron algo formal, los señores Vaudoux y Summers usaron un traje de dos piezas y Splinter un kimono de algodón y poliéster.

¡Abramos los regalos, abramos los regalos! ¡Abramos los regalos yaaaaaa!— Suplicaba a gritos el ninja naranja tratando de sumergirse a toda velocidad dónde los vistosos obsequios descansaban. Pero no llegó muy lejos al ser atrapado por el segundo al mando.

¡Después de la media noche, cabeza de chorlito!— Le recordó sujetándolo con fuerza de la parte de arriba de su caparazón y llevándolo al comedor. — ¡Ahora te quedas quieto!— Lo sentó en su silla.

¡ ¿Por queeeeee?! ¡ ¿Por qué no podemos hacerlo al principio?!— Pedía sin poder moverse de su asiento y viendo como le colocaban su plato al frente.

Porque si lo hacemos ahora, no habría nada para abrir después de la media noche. — Le explicó con paciencia Leonardo por décima vez ese día, mientras seguía acomodando los platos.

Pero ya les dije que podemos abrir la mitad ahora y la otra mitad después de las doce. —

Ya cállate Mickey. — Pidió Donatello ayudando a colocar los cubiertos.

La cena se sirvió y fue esplendida, la carne del enorme pavo estaba dulce y jugosa, las pastas al dente en crema con salsa y queso derretido, poco a poco desaparecía de los platos, incluso la ensalada de frutas y verduras de temporada era devorada por los comensales. La conversación en esta ocasión iba dirigida a los proyectos para el año que venía, tanto del tipo laboral como personal; todos hablaban de la próxima, y sin importar cómo, inscripción de Donatello a la universidad, la página de Leonardo y de los planes de Mickey para dar a conocer su mercancía en competencias de skaters, obviamente todos les desearon suerte.

Los rebeldes por su parte, deseaban abrir también una página para darse a conocer por la red y aumentar así sus ventas, además de ofrecer los servicios de reparación y mantenimiento, también querían llegar a trabajar con autos, eso abrió nuevos temas mientras degustaban el pastel de limón; de pronto, el sonido de las doce campanadas llamó la atención de todos.

¡AL FIIIINNN!— Gritó Miguel Ángel asustando al grupo y poniéndose de pie, primero ignoró su tercer pedazo de pastel y después trató de salir corriendo rumbo a la sala, pero.

¡Espera un momento!— Lo frenó Don.- Primero debemos darnos un abrazo.-

Eso lo haré cuando les agradezca mis regalos. — Un merecido zape por parte de su padre, fue la solución para que el inquieto quelonio se quedara a repartir abrazos y besos con el resto del grupo.

Y ya cumplidas las costumbres, al fin dieron gusto al pequeño de naranja; con calma, todos comenzaron a sentarse alrededor del árbol. Ya en sus lugares, nuestros amigos empezaron a competir por ver quién sería el primero en dar sus obsequios. El intercambio inició ameno y escandaloso; el corazón de Leonardo latía a mil por minuto, pues veía como sus hermanos y sus jóvenes amigos buscaban los presentes que repartirían al grupo, él por su parte se mantenía al margen, los suyos no estaban con los demás, eran demasiado pequeños para siquiera molestarse en acomodarlos; estaba nervioso, sus aguinaldos este año no habían sido comprados en ningún almacén y le apenaba compararlos con los otros, por suerte ya controlaba su energía, las cosas no temblaban a su alrededor; ahora podía ocultar mejor su ansiedad.

¡Yo primero!— ¡No, yo primero!— ¡Yo quiero entregar primero mis regalos!— ¡Yo ya quiero recibirlos!— Dabir hizo callar a los muchachos recordándoles.

¡Chicos, chicos!— Todos le vieron atentos. — Primero las damas. — Ninguno pudo negarse a lo obvio y permitieron que Abril iniciara con el intercambio.

Bien chicos. — Dijo. — Esto les va a encantar. — La joven pelirroja entregó a cada uno de sus amigos, de acuerdo a sus edades y gustos, un libro; los temas iban desde los comics, la ciencia ficción, el terror y la cultura japonesa. Leo por su parte, agradeció que este último no fuera para él. — Lamento que la pluma no te esté ayudando con los libros Leo. — Dijo la joven al llegar el turno del líder. — Por eso te traje un audio libro. —

¡Hey!— ¡Genial!— Celebraron los presentes.

Espero que te guste. — La chica entregó el paquete con uno de los clásicos de Stephen King.

¡Es grandioso, Abril! Muchas gracias. —

¡Bien chicos! Ha llegado el turno de Casey Jones. — Anunció el mismo pelinegro.

¡Oye!— Reclamó Rafael. — Yo quería ser el siguiente. — Ignorando a su compañero, el rebelde de larga cabellera entregó a cada miembro de su familia un paquete de dvd y cd de acuerdo a los gustos de cada uno. Estos iban desde el metal hasta lo clásico.

¡Gracias!— ¡Qué buenos títulos!— ¡¿Cómo supiste?!— Exclamaban los muchachos.

¡Me alegra que les haya gustado!—

¡Ahora sí es mi turno!— Anunció Rafael, para luego comenzar a repartir Bluerays y ediciones especiales de sus series y películas favoritas.

¡Wow!— ¡Me encanta!— ¡Esta es mi favorita!—

¡Qué bueno que les gustó!— Celebró el segundo.

¡Ahora voy yo!— Pidió Donny. De inmediato el niño de pijama morada entregó a cada uno de los miembros de su familia, una pequeña cajita con un bello mp3 dentro; no eran de la más cara marca, pero sí que eran de calidad.

¡Genial, el mío es naranja!— ¡Y el mío es amarillo!— ¡Es muy bonito Don!— Todos agradecían el pequeño obsequio. Leo observaba su mp3 azul impresionado.

Es hermoso Don, gracias. — Agradeció Leo, viendo que a cada obsequio sus presentes se iban desluciendo más.

¡Qué bueno que les gustó!—

¿Quieres ser el siguiente Leo?— Preguntó el de rojo.

Yo prefiero ser el último. — Esto llamó la atención del grupo, pero ninguno discutió.

Entonces sigo yo. — Anunció el menor, quién regaló a quienes les gustan, un video juego, a su amiga un bolso y a los mayores una cartera.

¡Oye!— ¡No está mal!— ¡Me encanta este título!— El bolso es bello ¡Gracias Mickey!—

¡Fue un placer!— Ahora era turno del primogénito, pero este seguía sin querer pasar, más de uno pensaba que era porque no tenía nada que dar y no faltó quien quisiera preguntarle, pero prefirieron guardar silencio y dar paso a los adultos.

Los presentes de los mayores como era de esperarse, eran un poco más prácticos. Dabir como ex indigente, sabía lo importante que era tener ropa abrigadora, por lo que regaló gruesos suéteres tejidos de manera artesanal. Splinter opinaba igual que su amigo y consiguió gorros, bufandas y guantes completos, sin dedos para sus hijos y normales para los demás. Lázaro en cambio, ya que él podía darse el lujo gracias a sus excelentes ganancias, prefirió dar algo dirigido a las necesidades modernas de los jóvenes, por lo que les dio pequeñas tabletas de 7 pulgadas, ya que ahora eran empresarios, estas les servirían para llevar registro de sus trabajos y para los adultos, una botella de un excelente vino.

¡Wow, señor V! Este año se lució con los regalos. — Señalaba el pequeño Mickey.

Espero que les sirva de algo, me dijeron que eran las mejores. —

Ya lo creo. — Confirmó Don revisando la suya. — ¡Gracias!—

Me alegro. —

¿No le sobró una botella de vino?—

¡Rafael!—

Hay una en la cocina. —

¡Genial!— Se pusieron de pie los dos rebeldes, cuando.

¡Ninguno de los dos va a beber!—

¡Aawww sensei!— La familia reía divertida.

Bueno, creo que es turno de Leo. —

¡Mickey!— Le llamó la atención Don.

No es necesario que…—

Es mi turno. — Admitió Leonardo interrumpiendo a su amiga.

Hijo, no es necesario. —

Comprendemos que no pudiste salir de casa. — Opinaba Dabir de manera amable.

Sí tengo algo que darles. — Todos prestaron atención. — Pero no es muy grande, ni muy bonito. — Se explicaba apenado. — No se compara con lo que ustedes dieron. —

Eso no es cierto. — Tomó la palabra el atrevido quelonio, llamando la atención de Leo. — No lo hemos visto, así que no podemos decir que no sea bonito. —

Además. — Le apoyó Don. — Tú siempre has sido bueno con los regalos. —

No me extrañaría que fueras el que más se luciera este año. — Finalizó el menor, logrando sacar una sonrisa al mayor.

Gracias Mickey. — Y después del apoyo recibido por sus hermanos, Leonardo se atrevió a dar su presente; de detrás de un cojín, sacó un pañuelo blanco, y dejó ver que dentro habían varios paquetitos de tela de seda en brillantes colores y decorados dorados.

¿Qué es eso?—

Son amuletos, para la buena suerte. —

¡Genial!— celebraron todos muy animados, admirando cada uno.

¡Es lo que me hacía falta!— Opinó Abril tomando el de color amarillo.

¡Me encanta!— Aclamó Mickey tomando el de color naranja.

Yo quiero el negro. —

¡Hey!— Reclamó Rafael a Casey. — ¡Yo quiero el negro!—

¡Tú eres el de rojo, cabeza de concha!— El temperamental quelonio vio con gusto su amuleto escarlata.

¡Sí! Se ve mejor que el negro. —

Entonces dame el rojo. —

¡Vete al diablo!— Se quedaron peleando.

Son hermosos. — Señaló el houngans con su morralito blanco en la mano. — Y están muy bien hechos. — Calificó.

Buena suerte ¿Eh?— Señaló el profesor con su bolsita color azul marino en la mano. — Es una excelente manera de empezar el próximo año. —

Estoy de acuerdo. — Dijo Splinter mirando su bolso café.

¿Qué tienen dentro?— Preguntaba el joven genio al tiempo que sacudía y apretaba su bolsita morada.

Ni se te ocurra abrirla ¿De acuerdo?— Le advirtió el houngans.

Está bien, está bien. — Se calmó el curioso genio.

Muchas gracias por nuestros regalos. — Tomó la palabra Splinter por todos. — Son hermosos. —

Gracias, pero. — Todos posaron la mirada sobre Leo, el cual se veía nervioso y se tallaba las manos con insistencia. — Quería darles algo…mi padrino me dio los ingredientes, pero yo quiero darles algo, qué sea mío. — Esto confundió a los presentes, en especial cuando lo vieron caminar rumbo al viejo piano. Comprendiendo las palabras de su hermano mayor, Rafael preguntó.

¿Acaso vas a…?— Para sorpresa de todos, el chico tomó asiento en el banquillo y levantó la tapa de las teclas.

Espero que les guste. — Rogó con débil voz y comenzó a tocar los primeros acordes de "On the line" de su cantante favorito, Michael Jackson. Los presentes le miraban atónitos.

al, los señores odcapricho de los invitados. emhe buena. No sense pretending its over **(No tiene sentido pretender que todo ha acabado) Hard times just don't go away **(Los tiempos difíciles simplemente no desaparecen) You gotta take that chip off your shoulder **(Tienes que sacudirte esa pelusa del hombro) It's time you open up **(Es momento de que te abras) Have some faith **(Ten un poco de fe) — Amigos y familiares estaban boquiabiertos, paralizados en sus lugares, no podían creer lo que estaban viendo, ninguno quería hacer ruido, ninguno quería arruinar el momento que iniciaba.

Nothing good ever comes easy **(Nada bueno viene fácil) All good things come in due time, yes it does **(Todas las cosas buenas llegan en su debido tiempo, sí lo hace) You gotta have something to believe in **(Tienes que tener algo en qué creer) I'm telling you to open your mind **(Te estoy diciendo que abras tu mente) — El tema en piano sonaba hermoso, cada nota, cada tiempo era exacto; era verdad lo que decía, nada bueno viene fácil, y vaya que habían esperado demasiado para gozar de este momento, de compartir algo tan importante para su ser querido.

Gotta put your heart on the line **(Tienes que poner el corazón en la línea) If you wanna make it right **(Si quieres hacer lo correcto) You've got to reach out and try **(Tienes que levantarte e intentarlo) Gotta put your heart on the line **(Tienes que poner el corazón en la línea) If you wanna get it right **(Si quieres hacer lo correcto) Gotta put it all on the line **(Tienes que ponerte en la línea) — Nuestros amigos estaban emocionados, más de uno podía sentir un nudo en la garganta y la piel erizada al escuchar cantar a Leonardo, pues el chico sí que tenía talento y se entregaba en su interpretación.

You see yourself in the mirror **(Te miras al espejo) And you don't like what you see **(Y no te gusta lo que ves, no) And things aren't getting much clearer **(Y las cosas no están mucho más claras) Don't you think it's time you go for a change **(¿No crees que es momento de cambiar?) — La letra en verdad que tenía mucho que ver con lo que estaban pasando y a la vez les daba ánimos, debían admitir que sí, aún tenían mucho trabajo por delante, en lo que respecta al carácter, pero nada que no pudieran conquistar si se lo proponían.

Don't waste your time on the past, no, no **(No pierdas tu tiempo en el pasado, no, no) It's time you look to the future **(Es momento de mirar hacia el futuro) It's all right there if you ask **(Está todo ahí, si lo pides) This time if you try much harder **(Es momento de que te esfuerces mucho más) You'll be the best that you can be **(Para ser lo mejor que puedas ser) — La letra era hermosa, inspiradora, más de una vez, cuando lo encontraban escuchando a MJ, le preguntaban el por qué le gustaba tanto, este siempre les decía que era obvio y que además era un viejo amigo que siempre estaba ahí para él y le aconsejaba, ahora comprendían el por qué lo decía.

Gotta put your heart on the line **(Tienes que poner el corazón en la línea) If you wanna make it right **(Si quieres hacer lo correcto) You've got to reach out and try **(Tienes que levantarte e intentarlo) Gotta put your heart on the line **(Tienes que poner el corazón en la línea) If you wanna get it right **(Si quieres hacerlo bien) Gotta put it all on the line **(Tienes que ponerte en marcha) — Tienes que arriesgarte y cambiar lo que no te gusta, esforzarte y olvidar los errores pasados. Este mensaje era para todos, a más de uno las lágrimas comenzaron a nublar sus ojos.

If you wanna make it right (If you wanna make it right) **(Si lo quieres hacer bien *Si lo quieres hacer bien*) And you wanna do it now (Do it now) **(Y lo quieres hacer ahora *Hacerlo ahora*) And you gotta learn to try

(And you gotta learn to try) ** (Entonces tienes que intentar *Tienes que aprender a entenderlo*) And you can make it right somehow (Make it right somehow) ** (Y hacer que funcione de alguna manera
*Que funcione de alguna manera*) Let love come free ** (No, nada te viene por las buenas) And that's just so easy now ** (Así es cómo funcionan las cosas) You gotta go for what you want ** (Tienes que ir por lo que quieres) You gotta know what you gotta do! ** (Tienes que saber lo que tienes que hacer) — Leo compartía las sabias palabras que su viejo amigo tuvo siempre para él, debía admitir que a pesar de estar frente a su familia, cantando, por primera vez en su vida, estaba encantado.

Gotta put your heart on the line **(Tienes que poner el corazón en la línea) If you wanna make it right **(Si quieres hacerlo bien) You've got to reach out and try **(Tienes que levantarte e intentarlo) Gotta put your heart on the line **(Tienes que poner el corazón en la línea) If you wanna get it right **(Si quieres hacerlo bien) Gotta put it all on the line **(Tienes que ponerte en la línea) — Finalizaba la canción, los últimos acordes sonaron, Leo dio fin a su regalo y el silencio se hizo poniéndolo nervioso, el chico cerró la tapa del instrumento esperando alguna reacción. Y vaya reacción.

Una tormenta de aplausos y ovaciones estallaron tranquilizando el corazón de Leonardo. El chico se giró a ver que su audiencia estaba eufórica, algunos incluso se retiraban algunas lágrimas de los ojos. Amigos, hermanos, su padre y su padrino dejaron sus lugares para rodearlo y estrecharle entre sus brazos; todos estaban encantados con tan bello obsequio y no se frenaron en hacérselo saber.

¡Leoooo!— Se le abrazaba Mickey del cuello. — ¡Estuviste asombroso! ¡Fenomaravilloso!—

¡Oye, cielos, estuviste increíble!— Admitía Casey emocionado, al tiempo que le palmeaba la espalda.

¡Oh Leo, fue bellísimo!— Le siguió Abril, abrazándolo y besándolo en la mejilla. — ¡Muchas gracias por compartirlo con nosotros!—

¡Otra maravillosa ejecución!— Escuchaba decir a su maestro. — ¡Maravillosa!—

¿Maravillosa? ¡Estuvo perfecto, no lo podía creer!— Corregía Don al profesor con los ojos y mejillas aún húmedas. — ¡Tu interpretación fue…no sé cómo decirlo!— Leonardo sonreía agradecido.

¡Leo, yo…!— Rafael no sabía qué decirle.

¡Estuviste fantástico!— Tomó la palabra el houngans al ver que el niño de rojo se había quedado sin palabras. — Como siempre. —

Yo…— Leo no pudo decir más, pues fue interrumpido.

¡Hijo mío!— Todos dieron espacio para que Splinter se aproximara a su primogénito, el cual estaba impresionado de verlo tan conmovido. — ¡Fue hermoso!— Lo estrechó entre sus brazos. — ¡Muy hermoso…te lo agradezco!—

Gracias. — Alcanzó a agradecer con voz quebrada.

¡Tienes que tocar otra!— Apareció Mickey entre padre e hijo. — ¡¿Sí?!—

¿Eh?—

¡Siiiii!— Exclamaron los demás.

¡¿Qué?!—

¡Sí, tienes que tocarnos otra canción!— Apoyaba Abril a sus amigos.

¡Pero no tengo otra canción!—

¡Claro que sí!— Lo delató el profesor para que de inmediato lo sentaran frente al piano.

Yo te ayudo. — Se ofreció Mickey levantando la tapa y comenzando a tocar todas las teclas que tenía a su alcance.

¡Deja eso!— Le llamó la atención el ninja rojo.

Yo también quiero tocar cómo él. —

Primero toma lecciones. — Le pidió el de morado.

¡Pero quiero cantar ya!—

Muchas gracias mí querido amigo. — Tomaba la palabra Splinter, dejando de lado a los chicos y dirigiéndose a Dabir. — Gracias por cumplir el sueño de mi hijo. —

Yo, poco tuve que ver. — Le respondía el profesor con una gran sonrisa. — A fin de cuentas, él fue quien se atrevió a estudiar, y ustedes le han ayudado a sanar. — Splinter sonrió agradecido.

Desde que he abierto los ojos, desde que vi el mal que hice a mis hijos; no hay día en que no me arrepienta de haberles privado de…todo esto. —

Lo importante es que no lo volverás a repetir. — Le señaló Lázaro.

Lo sé, y les agradezco todo lo que han hecho por ellos y por mí. — Además del saludo formal de su país, Splinter estrechó las manos de sus dos grandes amigos.

La fiesta de navidad terminó muy de madrugada entre canciones y postres, en pocas palabras, fue todo un éxito. Leonardo al fin se había atrevido a mostrar un poco más de sí a su familia, el cantarles tuvo sus consecuencias, pues nuestros amigos querían seguir escuchándolo tanto al piano como con la guitarra y por más que tratara de negarse, al final consiguieron que el tímido guerrero diera un pequeño concierto entre complacencias y karaoke para que le acompañaran; así es, mientras el tocaba, uno de los muchachos pasaba a cantar.

Año nuevo fue igual de divertido. La familia no dejó que Leo volviera a encerrarse en su caparazón, no literalmente; una vez más el chico se encargó del entretenimiento, apoyado claro está de su fiel coro. También hubo juegos de video y mucha televisión; incluso se entretuvieron ayudando a Leonardo con su entrenamiento paranormal, como algunos lo llamaban. Entre adivinar cartas y describir lo que colocaban frente a él, nuestros amigos descubrieron algo sorprendente.

¿No ves nada?— Preguntó Rafael a un Leonardo con los ojos vendados.

No. —

¿Seguro que no ves nada?—

Ya dije que no. —

Bien, entonces ¿Qué hay en la fotografía?— Preguntó primero Abril. El chico de blanco colocó sobre la foto sus manos y comenzó a describirla.

Es la navidad pasada. — Comenzó. — Estamos en el brindis de media noche. —

¡Exacto!— ¡Increíble!— Celebraban los humanos sorprendidos.

Ahora yo. — Pidió Mickey colocando varias cartas con las imágenes hacía arriba. — Puse un memorama, te toca hacer parejas. — Esto era parte del entrenamiento que el pequeño de naranja había creado para su hermano, y para sorpresa de los que no participaban en dichas prácticas, era impresionante ver cómo acertaba.

¡Sorprendente!—

¡Acertó a todas!—

¡Ahora nos toca!— Anunciaron los rebeldes del grupo, colocando una revista cubierta con una frazada frente a Leo.

Dinos que hay en la portada. — El chico extendió las manos sobre la pieza de tela, esto no era raro, ya muchas veces habían colocado fotografías dentro de cajas o envueltas en papel para verificar que no hiciera trampa.

Es una chica. — Comenzó mientras los compañeros trataban de contener la risa, pues la revista era para caballeros. — Y está… ¡Oh por dios!—

¡Jajajajajajajajaja!—

¿Qué pasó?— Pidió saber el pequeño, pero nadie le respondió. Abril tomó el magazine y quiso revisarlo, pero se lo quitaron de las manos; imaginando el por qué, tomó un cojín y comenzó a golpearlos.

¡Compórtense! ¿Quieren?— Ahora tomó la palabra Don.

Este es el último ejercicio. — Entregó una carpeta con una tarjeta navideña oculta en su interior. — Dinos que hay dentro. — El chico pasó las manos sobre el papel.

Hay algo pequeño. — Con las manos comenzó a delinearla sobre la cartulina. — Es una tarjeta…de navidad. —

¡Sí!— exclamó Donny contento sacando la tarjeta y mostrándola al grupo.

¡Qué bien!—

¿Y qué personajes están en la tarjeta?— pidió saber Don dándole la postal a Leo.

Hay algo rojo. —

¿Papá Noe?—

No. — Siguió pasando la mano sobre la imagen. — ¡Son unos pavos!— Anunció contento. — Con sombreros de santa, son dibujos y están enfadados. — Explicaba divertido.- Traen un cartel y están protestando, quieren que comas más pescado y no pavo. — Explicaba riendo.

¡Sii!— Celebraron divertidos, hasta que Don cayó en la cuenta.

Espera un momento. — Todos le miraron. — ¿Cómo supiste que pedían comer más pescado?— Comprendiendo, todos le miraron interesados.

Yo...— Rafael tomó la tarjeta de las manos de Leo y la revisó con los demás; eran dos carteles, uno decía, "En estas fiestas come pescado" y el otro era la imagen de un pavo dentro de un círculo rojo en señal de prohibido.

La única manera de que te enteraras que querían los pavos, era leyendo el cartel ¿Acaso pudiste…?—

¿Leer el cartel?— Finalizó Mickey tan desconcertado como el resto. — ¿Puedes hacerlo?—

Yo…no lo sé. — Todos le miraban curiosos.

A ver. — Casey le entregó una revista al ninja blanco. — ¿Qué dice?— El chico de blanco pasó las manos sobre la portada y dijo.

Hay garabatos grandes y…de color rojo. — Todos le miraban confundidos. — Pero hay algo que me dice…— era impresionante, pensaba el muchacho de blanco, algo se estaba aclarando, comenzaba a comprender el mensaje. — Dice "Indo, mable" y estos son ¿Números?— La sorpresa se dibujaba en el rostro de todos.

Sí…—

¿Puedes leerlos?—

Dice… "Indomable, 500 mo, modelos pael muchacho de blanco, el nombre se estaba aclarando, comenzaba a comprender el mensaje.-ia. ra escoger". — Todos estaban boquiabiertos. — ¿Eso dice?— Preguntó sacándolos de su asombro. — ¿Eso dice?- Volvió a insistir desesperado. — ¡Díganme!—

Eso, dice. — Le informó Rafael estupefacto, haciendo que Leonardo se quitara de inmediato las vendas de los ojos y posara la mirada sobre la cubierta de la revista, la cual de inmediato, volvió a ser confusa para él.

No entiendo ¿Cómo pude leerla? Porque pude leerla ¿Verdad?—

¿Ya no puedes?—

No, las palabras, son formas raras otra vez. — El silencio se hizo entre los muchachos, ninguno alcanzaba a comprender lo ocurrido.

Es la dermo óptica. — Reveló el abuelo al chico de blanco.

¿Qué?— Todos prestaron atención a Leonardo.

¿Qué sucede?— Pidió saber Rafael.

El abuelo dice que es la dermo óptica, que por eso pude recibir los mensajes. —

¿Eso significa…que puedes leer con las manos?— Preguntaba Casey.

¿Pero solo con las manos?— Le seguía Abril.

Eso parece. — Respondió Don por Leo. — Sabes lo que eso significa ¿Verdad?—

¿Qué Leo ya puede leer?—

¡No!—

¿Qué tienes un capítulo más para tu investigación?—

¡Así es!— El chico de morado se veía emocionado. — ¡Nos divertiremos en grande!—

¡Estás loco!— Le gritaron los rebeldes, llamando la atención de los adultos que hacían sobre mesa.

¿Qué sucede?— Llegó primero el houngans a averiguar el escándalo de los chicos.

¡Leo puede leer!— Reveló el menor.

¡¿Qué?!—

¡Así es!— Continuó Abril. — Parece que Leo puede leer con las manos. —

¿Cómo es eso posible?— Llegaron Dabir y Splinter.

Parece que se le cruzaron los cables. —

¡Miguel Ángel!—

¡Pero es la verdad!—

Eso tenemos que verlo. — Y para que los adultos testificaran el milagro, los muchachos vendaron los ojos del ninja blanco y le pusieron enfrente varias revistas y tarjetas.

¡Es impresionante!—

¡Maravilloso!—

¡Me alegro tanto por ti!— Exclamó Splinter emocionado, mientras estrechaba entre sus brazos a su hijo. — ¡Me alegro tanto!—

Gracias, padre. —

Lo siguiente será la escritura. — Le aseguró Yoshi a Leo, el cual se sintió muy animado.

La fecha más esperada por todos al fin llegó a sus vidas, el 7 de Enero, el primer año como aprendiz de Leonardo había terminado. Una bella ceremonia se realizó para celebrarlo en la habitación blanca. Fuera de ella y a la vista de todos, Lázaro entregó un regalo muy especial a su ahijado.

Aquí tienes. — Le entregó su padrino una bella caja negra de terciopelo. El niño de blanco la abrió, encontrando dentro de ella.

Pero esto es…—

La daga de tu familia. — Todos la miraban sorprendidos, pues ahora lucía unos extraños dibujos tallados en la hoja. — Este será tu atame, te ayudará para defenderte de cualquier criatura que se atreva a acercarse y a la vez, te permitirá realizar diversos hechizos. —

¡Es hermosa, gracias!—

¡Felicidades! Has cumplido tu primer año en la religión. — Todos aplaudieron.

Entonces. — Tomó la palabra Mickey. — ¿Leo ya puede quitarse esa bandana blanca?— El clan completo prestó atención.

Puede vestir lo que más quiera y salir a la hora que desee. —

¡Siiii!— Exclamaron contentos nuestros amigos, para de inmediato retirarle el pañuelo blanco y colocar en su lugar, la tan extrañada bandana azul.

¡Por fin!—

¡Leo!—

¡No sabes cómo te había extrañado!— Se le abrazó del cuello el menor llorando.

Pero si nunca me fui, aquí estaba. — Le abrazaba Leo.

No me refiero a eso. —

Te entiendo. — Agregó Don con lágrimas en los ojos y estrechando también a su hermano mayor.

Y yo. — Se unió Rafael a un abrazo de grupo. El joven de bandana azul, agradeció a todos.

El nuevo año comenzaba de manera esplendida para todos nuestros amigos. Aún había muchas cosas por resolver; las terapias continuarían, el trabajo de cada uno también; Leonardo aún no recuperaba todo el peso perdido, todavía tenía tratamientos que seguir, pero al menos gozaba de buena salud, no excelente, pero sí aceptable. Las habilidades especiales del primogénito cada vez les deba más maravillosas sorpresas, el año que estaba comenzando no sería la excepción, lo importante es que la familia completa estaría ahí para el muchacho.

Fin.