PRÓLOGO

Washington. Lugar desconocido. Fecha y horario indefinidos.

-¿Cuál es la nueva misión? –preguntó Jason Phillips, mirando a su colega con curiosidad. Si Sean Jackson se ocupaba tanto de una misión, tenía que ser algo verdaderamente importante.

-Se trata de un caso raro, muy raro –empezó Sean Jackson, dejando una pila de carpetas sobre la mesa-. Una pandilla de individuos… que podrían no ser lo que parecen.

-Es así como comienza siempre –se encogió de hombros Phillips-. ¿Qué tenemos esta vez? ¿Contrabando de drogas, de oro, de diamantes? ¿Trata de personas? ¿Venta de bebés? ¿Crimen organizado? ¿Robo de automóviles? ¿Evasión de impuestos? ¿Contaminación ambiental…?

-No, nada de eso –interrumpió Jackson, tomando asiento sin dejar de mirar los legajos con atención-. De hecho, no hay crimen hasta ahora.

-¿Pero va a haberlo? –preguntó Phillips, sentándose también.

-Diría que no. En realidad, éstos –Jakson señaló con un movimiento de cabeza los legajos frente a él- son los más limpios que vi en mi vida, y eso es lo primero que me suena sospechoso.

-Entonces, ¿lo sospechoso son los legajos excesivamente limpios? No sé si sabrás, pero hay gente que en verdad se esfuerza en no cometer crímenes –bromeó Phillips-. ¿De qué tipo de organización se trata?

-Es una familia. Una pareja de treintañeros y sus cinco hijos adoptivos, adolescentes –explicó Jackson, tomando el primer legajo y hojeándolo por encima-. Tres muchachos y dos chicas. Todo parece en orden. Pagan todos sus impuestos, ni una multa de tránsito, ni una queja de los vecinos por ruidos molestos, ni amonestaciones escolares para los chicos. Nada.

-Quizás simplemente sean una familia de comercial televisivo –se encogió de hombros Phillips-. ¿El que sean tan impecables es lo raro?

-No, no es eso. Esto… yo impulsé la investigación, y por una buena razón –empezó Jakson-. Creo que… alguna vez te hablé de Eve, ¿no?

-¿Tu hija? –preguntó Phillips cuidadosamente, sabiendo que el tema era delicado.

-Sí –respondió Jakson-. Cuando mi esposa estaba por dar a luz, el parto se complicó. Para colmo, el obstetra que debía atenderla sufrió un accidente antes de llegar, y fue ingresado al mismo hospital pero como paciente. Entonces un joven médico, cirujano, se ofreció a hacerse cargo de la cesárea. Era Nochebuena y había poco personal en el hospital, de modo que en realidad fue una suerte que estuviese él. Gracias a su intervención, mi esposa y mi hija sobrevivieron. Ese médico se llamaba Carlisle Cullen.

-Qué nombre extraño.

-Ajá. Era un hombre joven, que se había mudado hacía un par de años a Rochester junto a su esposa y sus cinco hijos adolescentes. Veinte años más tarde, Eve, mi hija, sufrió un accidente en un centro de esquí de Alaska, donde estaba de vacaciones junto a un grupo de amigos. Se dio un fortísimo golpe en la cabeza, y se formó un coágulo dentro del cerebro. Los médicos no se atrevían a operar, porque sabían que las posibilidades de que ella sobreviviera eran pocas, y no querían quedar involucrados en su muerte, temiendo que se los acusara de mala praxis –Jackson apretó los puños al recordar a los médicos, y su ceño se frunció-. Pero hubo uno que sí se atrevió, y sobrellevó la cirugía de catorce horas él solo, casi sin ayuda, más que del instrumentista y un par de enfermeras. Eve sobrevivió y se recuperó por completo, aunque perdió la memoria. Pero está viva, está bien, y sin secuelas de ningún tipo, gracias a ese médico. ¿Adivina qué? Era Carlisle Cullen de nuevo.

-La verdad, no entiendo por qué quieres investigarlo entonces –admitió Phillips, confundido-. Creo que eso prueba que es un buen médico, que no falsificó su título o algo así. ¿Qué hay de sospechoso en lo que acabas de contarme?

-Aún no llego a esa parte –atajó Jackson-. Cuando lo vi por segunda vez, en el hospital de Alaska, creí que era su hijo. Carlisle Cullen no había envejecido ni un día en los veinte años que llevaba sin verlo. ¡En serio! –insistió ante la mirada escéptica de Phillips-. Estaba idéntico, y te lo digo, era absolutamente idéntico. Le pregunté a las enfermeras, como quien no quiere la cosa, sobre el médico que atendió a mi hija. Me respondieron que tenía treinta años, que se había mudado de Chicago hacía cinco años junto a su esposa y sus cinco hijos adoptivos, unos adolescentes, y que pese a que no era muy mayor, tenía "una experiencia como si llevase ejerciendo un siglo".

-Eh, ¿qué es esto, los Expedientes X? –preguntó Phillips, sin poder evitar deslizar algo de sorna en su voz-. ¿Ahora me dirás que ese doctor era un marciano?

-Yo no estoy diciendo nada de eso –advirtió Jackson-. Sólo que el que una persona no dé signo de envejecer a lo largo de veinte años es extraño. Empecé a investigarlo desde una prudente distancia e intentando no levantar sospechas, pero antes de que yo llegara a nada, toda la familia se mudó, supuestamente a San Francisco. Tras un rastreo de varias semanas, quedó en claro que no estaban en San Francisco, pero en cambio, Carlisle Cullen apareció como parte del plantel del Hospital de Forks, un pueblito perdido en la lluvia de la costa oeste. ¿Por qué mentirían? Es sospechoso. Además… había algo en él… en su apariencia, sus ojos… pero bueno, velo por ti mismo. Hay fotos –añadió, sacando el segundo de los legajos de la pila y pasándoselo a su colega.

Phillips lo tomó y estudió con atención. Leyó la primera página velozmente y levantó la mirada, confundido.

-¿Lo ves? Carlisle Cullen aparece por primera vez en los registros a comienzos del 1900, y cambia regularmente de ubicación, cada ocho o diez años. En 1918 aparece junto a su "primo", lo encontrarás más abajo en la pila. Su nombre es Edward Cullen –señaló Jackson, alcanzándole el legajo correspondiente-. Unos años más tarde, este doctor se casa con Esme Platt –le tendió el legajo de la nombrada-, con lo que el "primo", Edward, de pronto pasa a ser su cuñado, el hermano menor de la esposa. Algunos años más tarde, se les une una "prima" del doctor Cullen, Rosalie Hale. Y acá es donde entra en juego lo paranormal.

Jakson hojeó el expediente de "Hale, Rosalie" hasta llegar a una hoja que tenía impresa la fotocopia de parte de una página de un periódico microfilmado con fecha de 1933, y entonces le tendió el legajo a su colega, que leyó el artículo con el ceño fruncido. La noticia hablaba de la extraña desaparición de la joven Rosalie Lilian Hale, de dieciocho años, apenas una semana antes de su boda con el joven Royce King II. No se había encontrado el cuerpo de la joven, pero sí sus ropas desgarradas, su sombrero y una cantidad considerable de sangre, lo cual hacía temer "un triste desenlace" para la búsqueda de la chica.

-El nombre, apellido y edad de la recientemente adquirida prima y el de la chica desaparecida encajan, además de las fechas –asintió Jakson a la pregunta no formulada de Phillips-. Dos años más tarde se les une otro hombre, con el que Rosalie Hale se casa un año más tarde: Emmett Cullen, éste es su expediente –completó, alcanzándole otro legajo a Phillips-. Más o menos una década más tarde la familia tiene dos nuevas adiciones. Rosalie Hale de pronto tiene un hermano mellizo, Jasper Hale, y ambos se convierten en sobrinos de Esme Cullen. También se les suma una chica, Alice Cullen, casada con Jasper Hale –añadió Jackson, pasándole a su colega los últimos dos legajos-. De pronto, Alice, Edward y Emmett son hijos adoptivos del matrimonio formado por Carlisle y Esme Cullen, quien además tiene a su cargo a los sobrinos de Esme, Rosalie y Jasper Hale.

-De acuerdo, veo a qué te referías al decir que era raro –admitió Phillips, hojeando los diversos legajos con una expresión algo aturdida-. Ellos… tienen siempre la misma apariencia.

-Desde 1950 a la fecha, la "familia" se traslada regularmente. Tras cada nueva mudanza, vuelven el contador de edad atrás. Siempre arrancan en alrededor de quince años para los más jóvenes y veintiocho para la pareja de padres. Los jóvenes obtienen excelentes calificaciones en la escuela, pero sin ser nunca los mejores –enumeró Jackson, sombrío-. Todos tienen títulos universitarios, aunque los más jóvenes cursan el secundario una y otra vez y sólo ocasionalmente completan una carrera universitaria. El padre de la familia se presenta como médico cirujano, aunque tiene más posgrados y especializaciones en su haber que nadie que yo conozca. La madre es arquitecta y decoradora de interiores; se ocupó de varios trabajos de restauración. La pareja formada por Rosalie Hale y Emmett Cullen ya se casó media docena de veces, por lo que se pudo rastrear.

-¿Cómo están de dinero? ¿Podrían estar involucrados en algo turbio?

-Poseen cuentas bancarias alrededor del mundo, y parecen tener un sexto sentido para comprar y vender acciones: nunca pierden dinero, siempre se enriquecen. Entre las cuentas que están a su nombre y las que figuran bajo nombres supuestos, pero está comprobado que les pertenecen, tienen dinero suficiente como para comprar medio país. Son asquerosamente ricos, aunque casi nadie lo sepa. Pese a esto, es obvio que intentan mantener el bajo perfil, y no son ostentosos de su fortuna. Respecto a cómo se enriquecieron, no hubo forma de encontrar nada ilegal en sus negocios, a menos que consideremos ilegal un olfato casi exageradamente bueno a la hora de invertir: compran barato y venden caro, una y otra vez, sin fallarles nunca ni equivocarse en el momento de vender o comprar. Llegaron a ganar veinte millones en un día comprando toneladas de café por la mañana y vendiéndolo por la noche, cuando el precio había trepado por las nubes. Todo es comprobable y legal.

-Hhmm… esto puede sonar ridículo, pero… -Phillips dudó un momento antes de formular la pregunta-. Ellos… ¿existen? ¿Alguien los vio? ¿Habló con ellos? Podrían ser la tapadera de… algo… No sé, es muy raro. Quiero decir, podrían ser entidades ficticias, los supuestos dueños del dinero, ¡personajes, quiero decir! Que sea todo una gran estafa, que en realidad sean sólo nombres en un papel…

-¿Una estafa a lo largo de un siglo? –bufó Jackson-. En serio, si ese fuese el caso, quien esté detrás de eso hubiese tenido el cuidado de envejecerlos, y de matarlos cuando se hagan demasiado mayores. No creo que nadie sea tan descuidado de mantener a un personaje con veinte años a lo largo de ocho décadas. Además, olvidas un detalle: yo vi al doctor Cullen, y dos veces, sin que hubiese cambiado en nada en veinte años. Todos estos informes confirman lo que me llamó la atención a mí.

-Estos Cullen, y los Hale… existen de verdad… y no envejecen –comprendió Phillips, con ojos como platos.

-Exacto –asintió Jackson, una mirada de feroz determinación en su cara-. Hice rastrear a cada uno hasta donde se pueda, hasta la punta misma del ovillo. Algunos no arrojaron ningún resultado. Carlisle Cullen no dio ningún resultado concluyente, los registros más viejos no están digitalizados siempre, y si hay algo anterior al 1900, no lo encontramos todavía. De Emmett Cullen no conseguimos encontrar nada. Jasper Hale no existía en ningún lado hasta que se materializó junto a los Cullen, es como si hubiese salido de la nada. Pero… -la cara de Jackson mostraba una sonrisa un poco salvaje.

-¿Pero…?

-Por un golpe de suerte para nosotros, el Memorial Hospital de Chicago realizó una exposición de enseres y documentos antiguos como parte de las actividades de celebración de un nuevo aniversario del hospital. Encontramos, además de una fotografía borrosa, certificados de defunción firmados por Carlisle Cullen, que databan de 1918, de la época de la epidemia de gripe española. Mejor todavía: el último certificado que el doctor Cullen firmó antes de renunciar al trabajo en el hospital fue el de un joven de diecisiete años, Edward Masen.

-¿Coincidencia, o…?

-Podría ser, por supuesto –admitió Jackson, renuente. Era claro que él no lo consideraba una mera coincidencia-. El certificado no incluía una foto del fallecido, pero nos puso sobre la pista que había que buscar a individuos con un apellido distinto al de Cullen. Esto complicaba exponencialmente el trabajo, claro, pero al menos sabíamos que sólo nos podíamos guiar por los nombres. Por fin, tras un trabajo de varios meses, apareció Mary Alice Brandon, en una ficha de admisión de un neuropsiquiátrico que sí incluía una foto, y coincidía con Alice Cullen. Más tarde apareció la versión digitalizada, como parte del archivo de un hospital, del certificado de defunción de Esme Platt, también firmado por el doctor Cullen.

-Eso que dices tiene algo de macabro… -Phillips se estremeció-. Suena como si todos ellos hubiesen fingido su muerte… ¿pero por qué?

-¡Ahí está! –Jackson, con una expresión enfervorizada, dio un puñetazo en la mesa-. No envejecen, fingieron (al menos en algunos casos, por lo que pudimos comprobar) sus muertes, son asquerosamente ricos, e intentan pasar desapercibidos a toda costa… ¿por qué?

-Bueno, quizás se trate de algún tipo de, no sé, mutación genética… que les impide envejecer… que se agruparon por eso de "la unión hace la fuerza", para protegerse mejor entre ellos, para pasar desapercibidos –propuso Phillips.

-Eso suena a película de ciencia ficción –opinó Jackson, frunciendo el ceño-. Además, está el asunto del dinero. Esa habilidad infalible… puede que simplemente sean unos genios para predecir pautas en el mercado de valores, pero sospecho que hay más que eso. De todos modos, es un caso bien raro. Aún si se tratara de una mutación genética, no estaría de más saberlo.

-Esta investigación ya comenzó –comprendió Phillips de pronto-. Todos estos legajos… ¿quién es tu informante?

-Tengo un equipo trabajando en el caso –admitió Jackson, volviendo a ordenar los expedientes-. Como no hay evidencias de ilegalidad, no conseguí a quienes yo quería en primer lugar, pero sí un par de novatos que están trabajando mejor de lo que esperé. Tengo a Stradivarius infiltrándose en el sistema de computación, y a Samstag a cargo de las escuchas telefónicas. Cotton se encarga de reunir, clasificar y filtrar la información.

-¿Stradivarius no es el hacker que saboteó a esa empresa hace unos meses? –preguntó Phillips, sorprendido-. Él y un puñado de otra gente fue despedida cuando la empresa de declaró en quiebra, por lo que no se les pagó indemnización…

-No hubo forma de probarlo, y Stradivarius jura que no fue él quien lo hizo –Jackson hizo una mueca-. Es el único que tenía los medios, el conocimiento y la motivación necesarios. Estoy seguro que fue él quien saboteó las cuentas bancarias del dueño de la empresa para transferir el dinero a las cuentas de los empleados, pero no hay forma de probarlo. La operación fue tan perfecta que cabría imaginar que el dueño lo hizo por propia voluntad, salvo por el detalle que el dueño no lo hizo y denuncia que le robaron. Pero no hay pruebas que incriminen a Stradivarius, excepto el que él era el encargado de seguridad de la red informática de la empresa, que tiene cara de nerd y que salía perjudicado al ser despedido… pero fue lo suficientemente astuto como para transferir dinero el dinero equivalente a la indemnización a todas las cuentas bancarias de todos los empleados, de modo que en rigor podría haber sido cualquiera de ellos.

-Ajá, y como no hubo forma de meterlo tras las rejas, prefirieron contratarlo, ¿eh? –sonrió torcido Phillips.

-Mejor como subordinado que como enemigo –se encogió de hombros Jackson-. Él localizó la ficha de ingreso al neuropsiquiátrico de Alice Cullen, o Mary Alice Brandon si lo prefieres, de modo que aún si no fue quien realizó esa estafa, de momento Stradivarius está demostrando no ser ningún inútil.

-¿Y los otros dos? Cotton y… ¿quién era el otro?

-Samstag. Un tipo desquiciadamente loco, pero el mejor en cuestiones de espionaje. Se ocupa de espiar las llamadas telefónicas y los mensajes de texto. Tengo a los Cullen-Hale vigilados gracias en gran medida a él, aunque Stradivarius fue quien desarrolló el programa que permite descifrar las contraseñas para acceder a los correos electrónicos… pero bueno, nada como el trabajo en equipo, y Cotton se ocupa de que se lleven bien.

-No me suena nadie llamado Cotton.

-Otra adquisición reciente. Fue un descubrimiento afortunado, en verdad –reconoció Jackson, apreciativo-. Es la, para fines prácticos, esposa de Stradivarius. Trabajaba en un periodicucho, resumiendo las crónicas policiales y transformándolas en noticias, cuando al ir en busca de Stradivarius tropecé con ella. Tiene una velocidad casi sobrehumana para leer y es muy hábil para retener información y resumir. En compensación, es incapaz de multiplicar por un número mayor que tres sin papel y lápiz, lo cual me dio la pauta que es humana después de todo. Ahora, ella se ocupa de desgrabar las escuchas telefónicas de Samstag, y de clasificar y resumir la información que reúne Stradivarius. Fue quien elaboró estos legajos.

-Hay algo que no me estás diciendo –dijo Phillips en voz baja, entornando los ojos al mirar al otro-. Si ya tienes la investigación en marcha, ¿por qué te molestas en consultarlo conmigo? Nunca fue tu estilo pedir segundas opiniones.

-En verdad, esperaba que me ayudaras –reconoció Jackson-. Todo esto está bien, pero no deja de ser algo… abstracto. Necesito algo más concreto, más de primera mano. Necesito un espía. Pero no me conforma con cualquiera, quiero al mejor.

-No te sigo –reconoció Phillips, perdido.

-Necesito que me ayudes a convencer a Swan de unirse a la investigación, y de ir como espía a mezclarse con los Hale y los Cullen –dijo Jackson lenta y claramente, inclinándose sobre la mesa.

-No te prometo nada –atajó Phillips-. Swan está retirado, y dejó bien en claro que no le interesaba volver al trabajo de campo.

La sonrisa de Jakson era astuta cuando respondió:

-No es en Charlie Swan en quien yo estaba pensando.

N/A: ¡Hola a todos! ¿Qué les parece el inicio de esta nueva historia? En el capítulo siguiente veremos a Edward y Bella, en una charla más esclarecedora que esto.

La historia es canon hasta el regreso a Forks tras la carrera contra reloj en Volterra; al producirse la charla de nuestros protagonistas en el dormitorio de Bella, las cosas se salen de madre... pero ése ya es el primer capítulo.

Comentarios, opiniones, preguntas, críticas constructivas, todo es bienvenido. ¡Gracias por leer!