Epílogo: Diecisiete Años Después…

El cielo estaba ya de un color anaranjado, los pocos pájaros que volaban aquel invierno cantaban afuera, mientras se dirigían a sus nidos, para resguardarse de la fría noche que se aproximaba. Una niña de catorce años bajaba las escaleras corriendo, tan rápidamente como si un siniestro ser la persiguiera, aunque con el rostro sonriente igual al de su madre, a excepción de sus bellos ojos dorados y cabello plateado, como el de su padre.

-¡Papá! – gritó la joven, llegando al regazo del hombre, quien la veía con ojos enternecidos. Ese día, tan esperado e inesperado para todos, por fin había llegado. Dieciséis años. Dieciséis benditos años se habían cumplido desde el día más feliz de su vida, su boda. Cuantas cosas habían pasado la pareja antes de que finalmente sellaran su amor ante el altar con un tierno y pasional beso.

Y ahora estaba ahí, de la mano de su hermosa esposa, a quien amaba cada día más, y cada momento que vivía con ella era agradecido por él, pues de no ser porque la chica había insistido en estar con a su lado luego de pensar que sería un parapléjico, ahora no tendría esa bella familia.

-Cuidado cuando corres, Himeko, - dijo el chico de quince años, de ojos azules, que la miraba con arrogancia – aplastarás a quien se te atraviese.

-¡¿Qué haces tú aquí? – Preguntó enfurecida por la presencia del muchacho – ¡Hiro tu no deberías estar aquí!

-Tengo el mismo derecho de estar aquí que tú, así que no fastidies.

-Hija – la llamó Inuyasha, tratando de apaciguar la discusión de los adolescentes – ¿por qué no vas a ver si la abuela necesita algo?

-No, no… - se negó, acercándose nuevamente a su padre - ¿Qué es esto? – Le tendió un trozo de papel que parecía viejo – estaba en una caja en tu vieja habitación.

-¿Revisando mis cosas, pequeña? – Cuestionó divertido – Te pareces a tu madre.

-¡Hey! – Dijo Kagome mientras le daba un pequeño golpe en el brazo, pero con una sonrisa en el rostro - ¡Yo no reviso tus cosas!

Varias carcajadas adornaron el comedor de la mansión Taisho. Sesshomaru y Rin, quienes se habían casado un año después de su hermano, se reían por la infantilidad que jamás desaparecía de las mentes de la feliz pareja. Sango, quien también reía por el comentario, servía en el plato de su hijo los brócolis que había cocinado Miroku, pues sabía que si no las servía, Hiro jamás las comería.

-No, papá, la abuela Izayoi me dijo que ahí podría encontrar algo para mi proyecto de francés…

Inuyasha soltó la mano de Kagome para tomar el papel que su hija tenía. Luego de desdoblarlo, abrió los ojos sorprendido y sonriente se acercó nuevamente a su esposa.

-¡OH por Dios! ¡Kagome mira esto! – todos los que estaban del otro lado de la mesa miraron con curiosidad el objeto.

-¡Nuestra lista! – dijo emocionada al ver la gran cantidad de nombres enumerados que había ahí escritos por la propia mano de Inuyasha. El matrimonio rió y compartieron una mirada cómplice, que sólo ellos sabían que significaba. Sin poder evitarlo volvieron al tiempo en que habían creado esa lista, cuando todo era solamente amor, antes de que todo pasara, de separarse por cuatro años. Un carraspeo de parte de Sesshomaru los hizo volver a la realidad, ambos levantaron la vista y se encontraron con varios pares de ojos interrogantes, que sólo querían saber que era ese bendito papel.

-Cuando teníamos dieciocho años, una vez pensamos que Kagome estaba embarazada, así que creamos esta lista con nombres para nuestro hijo o hija… - contestó Inuyasha, mientras le tendía a su hermano la lista.

-¡¿Dieciocho años? – Preguntó Himeko sorprendida - ¡¿Embarazada a esa edad, mamá?

-Cariño creo que debiste omitir la parte de la edad – le comentó Kagome, un poco avergonzada, a Inuyasha, quien rió divertido.

-Sí, creo que sí…

-Modernízate, niña – dijo Hiro, mirándola con superioridad -, en estos días puedes tener un hijo a los catorce…

-¡¿Qué estas insinuando, Hiro! – la niña, furiosa, abría ido en ese momento a golpear al hijo de los mejores amigos de sus padres, si no hubiese entrado Izayoi en ese momento, y le hubiera pedido que la ayudara a llevar el pastel a la mesa.

Todos comieron el rico pastel de chocolate, mientras rieron y conversaron. Inuyasha y Kagome se irían de viaje para festejar su aniversario, como ya era tradición para ellos, desde que se habían casado. Esta vez irían a Italia.

-¿Irán a ver a Leonardo, Kag? – preguntó Rin interesada.

-Sí, me dijo que si no iba, nos iba a matar, – contestó – su hija menor cumple cuatro años en cinco días, y quiere que estemos en su cumpleaños.

-Es curioso pensar en que son grandes amigos luego de ser novios – comentó Miroku, quien por un momento miró a Inuyasha, temiendo que este le saltara encima, pero el albino estaba más tranquilo que una estatua.

-Sí, bueno, creo que se dio cuenta de que nunca podríamos haber sido tan felices juntos, - contestó tomando la mano de Inuyasha – cada uno tenía su verdadera alma gemela. Diana lo hace muy feliz, y me alegro por él.

-Mamá, espera – saltó Himeko, que había preferido quedarse callada para que cierto chico de ojos azules no se burlara de todo lo que decía - ¿fuiste novia del tío Leonardo?

-Sí, cariño, por dos años aproximadamente.

-¿¡Qué! – Cuestionó sorprendida - ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿A qué hora?

-Já, Já, hay cosas de nosotros que no conoces, hija – contestó Inuyasha con gracia, ante tantas preguntas.

Al ver que ninguno se inmutaba en contarle, la chica se cruzó de brazos e hizo un puchero, provocando la risa de todos.

-Má, ¿compraste lo que te pedí?

-¿Qué cosa? ¿Labiales y ropa interior? – se burló Hiro. Cómo le gustaba molestarla.

-Tu cállate – atacó la chica, fulminándolo con la mirada – no te metas en lo que no te importa.

-Himeko, no seas tan mala – la regañó Kagome -. Te dejé la linterna en el bolso.

-¿Linterna? – Preguntó el ojiazul, quien no podía no sentirse interesado - ¿para qué quieres una linterna? ¿Te da miedo la oscuridad?

-No – contestó decidida, y luego optó por la típica posición arrogante que su padre tenía siendo un adolescente – fui elegida para ir al viaje a Kioto.

-¡¿Qué? – Gritó Hiro - ¡Tú no puedes ir a ese viaje! ¡Se suponía que me libraría de ti mientras estaba allá!

-¡¿Tú irás? – El chico asintió, provocando que la muchacha lanzara un suspiro frustrado, para luego acercarse a su padre con ojos suplicantes – ¡Papá dile que no vaya! ¡Dile! ¡No permitas que lo haga!

-Yo no tengo el poder de hacer eso, querida – contestó divertido.

-¿No les recuerdan a alguien estos dos? – preguntó Sesshomaru, observando a su esposa, Miroku y Sango. Ellos asintieron, no obstante, tanto Inuyasha como Kagome lo miraron con una ceja levantada, no entendiendo a qué se refería. – Ay por Dios, - dijo mirándolos como si la respuesta fuera obvia – son iguales a ustedes a esa edad. Se la pasaban peleando por cualquier estupidez.

-Eso no es verdad… - trató de defenderlos Kagome.

-Claro que sí – contrarrestó Sango – recuerdo una vez que comenzaron a pelearse por cuál superhéroe era mejor, uno decía que era Batman, y el otro, Superman. Y al final terminaron gritándose en la cafetería, con todos mirándolos.

-Je, je, que días aquellos.

-No entiendo… ¿ustedes peleaban antes? Pero si…

-Hiro cuando estén buscando el tesoro en un bosque, en Kioto – empezó Inuyasha – si Himeko dice que vio un conejo y se sale del sendero, tráela de vuelta de inmediato, porque se pueden perder – Kagome soltó una carcajada, y le dio un beso en la mejilla al albino -, y si al final se pierden, encontrarán una casa abandonada si caminan hacia el norte, y a unos metros vive una familia con un niño…

-Inuyasha, ese niño debe ser adulto ya – y eso provocó más risas aún, exceptuando a los dos adolescentes que miraban extrañados.

-Ese lugar es bueno para confesar los sentimientos – opinó Inuyasha, mirando pensativo a Kagome, quien sonreía. – Ah, y si cuando estén juntos, se pelean y Himeko decide huir a Inglaterra, ve por ella, antes de que un italiano te gane su corazón y te cueste mucho que vuelvan…

-Me están asustando… - dijo la menor de los Taisho - ¿por qué dicen todo eso?

-Hijo, ¿no tienes que alistarte para el partido de esta noche? – interrumpió Miroku, para no meter en aprietos a sus amigos. Aunque ellos estaban de lo más divertidos.

-Já, como si fueran a ganar. Los Halcones nunca ganan – comentó la chica con aires de superioridad. Kagome miró sonriente a Inuyasha.

-Eso lo sacó de ti. Aunque claramente no es verdad…

-¿Recuerdas la última vez que dijiste eso, Kag? – Preguntó seductoramente – Terminaste siendo mi esclava por una semana.

-¡Oye, no les des ideas!

-Tarde para arrepentirse, tío – dijo Hiro, mirando directamente a la de los ojos dorados -, ok, Taisho, es una apuesta, si nosotros ganamos, tú serás mi esclava por una semana.

-Y si nosotros ganamos, que será así – resistió – tú serás mi esclavo.

Todos los adultos lanzaron un suspiro frustrado, para que luego las carcajadas reinaran el lugar nuevamente. Era un cuadro conmovedor, sólo había luz, sin oscuridad, en sus vidas, todo era amor y felicidad. Luego de parar de reír, Inuyasha y Kagome se pusieron de pie, ya era hora de irse al aeropuerto. Así que se despidieron de su hija, y del resto de la familia, y partieron rumbo al lugar donde tomarían su avión.

Cualquiera que los viera podría decir que eran como un par de adolescentes, amándose a más no poder, queriendo mimarse y quererse en todo momento, pues como lo habían dicho años atrás y lo repetían cada vez que la oportunidad se les presentaba, no podían vivir lejos del otro, el estar separados los mataba, aunque fueran unas pocas horas.

Su destino estaba marcado ahora, y siempre lo había estado. El estar con el otro, como si fueran uno. No había quien se oponía a ello y nadie, ni la muerte, podría destruir ese gran amor que se tenían.


Hola! como están? Aquí les traigo un corto epílogo de esta historia. Me inspiré en un libro que me encanta, que es mi vida, para escribir este capitulo. Claro, en Harry Potter, me pongo algo triste cuando pienso en que ya no habrán más películas y que ha terminado, pero me alegro al pensar en que al menos sucedio :)

La verdad quiero agradecerles a todas aquellas personitas que siguieron mi fic, creo que es la historia más larga que he escrito en mi vida. Les cuento cómo surgió todo esto? Bueno, fue en un viaje, con mi familia nos íbamos a Bariloche (Argentina) de vacaciones, nos fuimos en auto y podrán imaginar que el sur de Chile es bastante abundante en vegetación. El bosque en que se pierden Inu y Kag en el comienzo está inspirado en los del sur, y la casa abandonada, en una que creo que era una fábrica. Cuando pasamos por ahí dije (venía pensando en todo lo que podía pasar antes) "oh, que tal si encuentran una mansión en donde quedarse". Bueno el resto de la historia vino después. No sé si les pasa, pero a mi, de repente, me vienen escenas a la cabeza de lo que podría pasar... si vieran un cuaderno que tengo con muchos de los diálogos de la historia, se morirían! jeje.

Bueno ahora mismo estoy trabajando en algo, no se si se habrán dado cuenta, pero borré de mi perfil la historia llamada "El Arte de Amar". Puede que en un tiempo más la comience a publicar nuevamente, aunque por ahora, quiero avanzarla lo más posible, pues pronto entro al ultimo semestre de colegio y debo concentrarme. Que emoción! ya quiero salir! jejeje ¿Les ha pasado?

OK, aquí me despido para siempre de este fic. Ojala les haya gustado, gracias por la paciencia y por todo! Nos estaremos viendo en un tiempo con mis futuras publicaciones. Suerte en todo, y recuerden siempre ser felices! jeje

Besos.

MRS Taisho-Potter