Epílogo

Me encontraba de pie en la habitación que, desde hacía ya diez años, compartía con Draco en el piso veintiuno de un hermoso edificio en el Londres muggle. La pared que nos separaba del exterior era en realidad una gigantesca ventana de vidrio, y la vista era espectacular. La lluvia caía incansablemente, golpeando el concreto a muchos metros por debajo de mí. Las personas que caminaban por las calles lucían muy pequeñas desde la altura en la que me encontraba, y todo lo que podía distinguir eran sus paraguas, de diversos colores, moviéndose de aquí para allá a gran velocidad.

Miré el cielo, que estaba de un color gris plomo. Por momentos mi interior se sentía igual: mi mente estaba nublada, mi corazón pesaba tanto como el plomo, y mis ojos veían todo color gris. Por momentos, todo era desesperanza. Sin embargo, desde la razón, bien sabía que no tenía ningún motivo para sufrir de esa forma. Tenía una vida hermosa, tenía todo lo que quería.

Bueno, casi todo.

Escuché la puerta abrirse a mis espaldas y después de unos momentos, unos brazos cálidos ya conocidos me tomaron por detrás, apretando mi espalda contra su pecho a modo de abrazo. Yo tomé sus antebrazos y los apreté suavemente, para devolverle la caricia.

- Estás congelada. - dijo Draco, comenzando a mover sus manos sobre mi piel para generar algo de calor.

- Como siempre. - le contestó yo, sonriendo levemente. Él pegó su mejilla izquierda contra la mía, mirando el lúgubre día conmigo.

Nos quedamos en silencio por varios minutos, disfrutando de la mutua compañía. Tener su cuerpo al lado del mío me reconfortaba.

- ¿Es impresión mía, o el 24 de junio llega siempre más rápido que cualquier otro día del año? - dijo mi marido suavemente.

- No lo sé. - contesté yo. - A veces siento que todos los días son 24 de junio. - mi voz estaba teñida de tristeza.

- ¿Lo extrañas tanto como antes? - me preguntó mi rubio al oído. Su voz me calmaba.

- Lo extraño tanto como siempre. - contesté yo.

Draco suspiró. Nunca perdía la esperanza de que el dolor en mi corazón disminuyera un poco. Ya habían pasado muchísimos años de la muerte de mi mejor amigo, y si bien sucedieron maravillosas cosas en mi vida, todavía no pasaba ni una noche ni una mañana sin que me acordara de él. No podría olvidarlo jamás, era una parte esencial de mí.

Se cumplían trece años de la muerte de Cedric, y ese día en particular era el más doloroso de todos. Mi mente solo podía recordar, una y otra vez, el momento en el que Harry había aparecido frente al laberinto cargando el cadáver de mi amigo en sus brazos. Todos los años, ese mismo día, en mi interior llovía tanto o más fuerte que afuera.

Estuvimos muchísimo tiempo allí parados, mirando al más allá, físicamente juntos pero con las mentes en lugares diferentes. Después de vaya a saber cuántos minutos, Draco habló.

- ¿Quieres que nos vayamos acostando? Es tarde ya. - dijo mientras me daba un beso en el cabello.

- Sí, creo que tienes razón. Tan solo quiero ver… - pero no pude terminar la frase, pues en ese instante un hermoso niño de dos años, refregándose los ojos y con un peluche de dragón en sus manos, entró caminando perezosamente a la habitación. Tenía tanto sueño que sus párpados se cerraban, cubriendo aquellos irises grises que tanto amaba.

Miré a nuestro hijo. Era perfecto. Su cabello, idéntico al de su padre, se encontraba alborotado, consecuencia de la siesta de la que se acababa de despertar. Tenía las mejillas sonrosadas y lucía gracioso en su pijamita color verde botella, que estaba todo desacomodado. Yo lo había dejado dormir, con la esperanza de que lo hiciera hasta el día siguiente. No había sido el caso.

Caminó adormilado hasta donde estábamos, y lo tomé entre mis brazos con la idea de arrullarlo hasta que se volviera a dormir. Si se despabilaba nos encontraríamos en grandes problemas para conciliar sueño aquella noche. Sin embargo, esta acción no fue tan fácil como hubiera creído, pues al intentar levantarlo noté que mis brazos querían fallarme. No tenía la fuerza suficiente para concretar la acción, y después del primer intento mi cuerpo quedó temblando. Sentí como todo comenzaba a girar a mi alrededor. Draco notó esto de inmediato, y tomó a Scorpius en sus brazos.

- Hermione, recuéstate por favor. Yo me encargo del niño. - me miró con una tierna sonrisa mientras lo levantaba y acunaba, saliendo a paso lento de la habitación.

Yo le hice caso y me recosté sintiendo como mi energía desaparecía por completo. Estaba completamente agotada, y por unos leves instantes perdí el conocimiento. Algunos momentos después, Draco reapareció en el cuarto con un vaso de agua en la mano y un pequeño pedazo de chocolate.

- No has probado bocado en todo el día, ¿no es cierto? - preguntó. Yo me quedé en silencio a modo de respuesta. Él suspiró suavemente, y pude notar el esfuerzo que hizo para cambiar su semblante de contrariedad, y reemplazarlo por uno más amable. - No quiero amargarte más de lo que ya lo estás, pero por favor, come aunque sea esto. Te hará sentir mejor. - pidió extendiéndome lo que me había traído.

Yo no quería pelear. Los martes Draco estaba todo el día fuera de casa, y era el día perfecto para ayunar. Esos días me sentía limpia. Sin mirarlo, tomé el chocolate, lo metí en mi boca, y lo tragué casi sin saborearlo. Eliminé el gusto dulce tomando un trago de agua. Minutos después, sentí como el color volvía a mis mejillas, y entonces sí miré a mi rubio. Tenía cara de cansado, pero no dijo nada. Me sacó el vaso de la mano y lo puso en la mesa de luz. Luego se cambió, se metió en la cama tapándonos a ambos con el acolchado, me abrazó y apagó la luz.

Mientras me quedaba dormida pensaba en lo agradecida que estaba por la familia que me había tocado. Tenía mucho más de lo que jamás hubiese creído merecer, por más de que la felicidad nunca podría ser absoluta.

Draco nunca se iba de mi lado y daba todo por hacerme feliz. Todo el tiempo. Me había dado un hijo, a quien queríamos más que a nada en el mundo. Había renunciado a vivir en el mundo mágico con tal de compartir nuestra vida, y principalmente, había aceptado junto conmigo, la magnitud de mi enfermedad. La verdad nos había sido revelada, y era muy sencilla: mi padecimiento no tenía cura definitiva.

He aceptado finalmente, después de varios años, que sufro de anorexia y de depresión. Entiendo por fin que la mente es un lugar muy complejo, y que la línea entre la cordura y la locura es muy delgada.

Draco y Scorpius son quienes me mantienen en el lado sano de la vida, y los amo infinitamente por ello. Acepto también que siempre habrá momentos buenos y otros malos, pero que ahora cuento con una certeza que años atrás no tenía: el amor que me da mi familia.

Mientras me quedo dormida, el rostro de Cedric viene a mi mente como cada noche, y me llena el pecho de calidez. Me recuerda, como siempre, que nunca me dejará sola.


¡Hola a todos! ¿Cómo están?

Bueno, muchísimos años después, logré alcanzar mi objetivo: reeditar Dominated Love Slave para acomodar dedazos y frases demasiado... raras para mi gusto actual.

También para agregarle un epílogo, que muchísimas personas me lo habían pedido en su momento. Se preguntaban qué pasaría con la enfermedad de Hermione, cómo era su vida en el mundo muggle, y también si había arreglado su amistad con sus amigos. Aquí les dejé un mini pantallazo de la vida post guerra, que espero que les guste. Solo me enfoqué en la parte que es segura (el hecho de que Draco nunca la deja de amar, y siempre se queda a su lado, y el problema de la depresión y la anorexia, que es algo con lo que hay que lidiar de por vida).

Lo que dejé a su criterio e imaginación, es el tema de la reconciliación con Harry, Ron y el resto. En mi cabeza, esos lazos se rompieron en Hogwarts, y no hay forma de que se reanuden. Hermione no tiene interés, y ellos por su parte, no van a poder perdonarla nunca por la cantidad de decisiones erróneas (a su modo de ver las cosas) que tomó la castaña. De ambos lados se puede notar el orgullo Gryffindor.

Muchísimas gracias a todas las personas que leyeron y llegaron hasta acá, y a todos los comentarios que me llegaron durante tantos años. ¡Espero nuevos reviews! Nada me gusta más que leer las opiniones.

Les mando un beso grande a todos, y ¡nos vemos en nuevas historias!

Noe.