Aquí nuevamente.
Espero que esta historia les guste.

Como sabrán, los personajes no son míos. Si no de una amable mujer con mucho dinero.
Pero la historia si lo es.


Do you believe in ghosts?

.

.

.

Supongo que todo se desató desde antes de que naciera.

Hay personas perceptibles a percibir extrañas cosas, como por ejemplo, fantasmas (Pero ¡He!, hablo con todo el conocimiento del mundo, no por nada me quedo noches informándome de Wikisabelotodo), pero también, hay personas que son totalmente ajenas a esto. Lo malo del caso, es que yo estaba entre si y no.

No podía sentirlos, (si, así, nada de erizados de bellos ni nada) pero por alguna razón siempre estaba donde ellos estaban, o quizá (cosa que no quiero creer) ellos siempre estaban donde yo estaba.

Una idea concisa de lo que estoy diciendo se remonta, prácticamente, a toda mi vida desde los siete. No recuerdo que paso esa noche, pero si recuerdo que fue algo malo, (pero no era que antes no me hubiera sucedido nada, solo que esta vez fue malo). Luego de eso, comenzaron a pasar muchas cosas. Recuerdo una anécdota, no por ser más aterradora (lo digo, era cosa de cada día) si no por ser la más vergonzosa, aquella que aún te frotan en la cara tus antiguos compañeros (si. Aquellos que pensaste dejar atrás en la primaria, pero –lamentablemente- te los topaste en secundaria).

Tenía doce en aquel entonces (los dulces doce, ese momento entre niña y preadolescente, totalmente arruinado), era la primera vez que salíamos de excursión con mi salón, y no es que no saliéramos antes, pero esta vez era diferente, ¡Pasaríamos una noche fuera! ¿Quién no quiere una noche con amigos y sin padre a los doce? Todos lo quieren, es decir, es tu oportunidad de mostrarte maduro y sabelotodo en materias que jamás en tu – (podría decir 'mierda' pero ¿Quién tiene una vida de mierda a los doce?) linda vida habías conocido, donde podías demostrarle al niño lindo del salón (y que secretamente amabas, pero estaba prohibido ya que tu amiga, -y todas las niñas del salón- querían un primer beso con el) que eras diferente a las demás, y mierda, si que le demostré que era diferente.

Era un campamento, muy cerca de la ciudad, en realidad, podías escuchar perfectamente el ruido de los automóviles durante el día, aún cuando todos hablaban. Éramos niños, y era verano, así que un gran telón sobre nuestras cabezas (puesta claramente por los profesores acompañantes) fue más que suficiente para tirar nuestros lechos al suelo y zambullirnos dentro de ellos. La cosa iba bien hasta ahí, ya que justo mi cabeza daba con la del bombón del salón, y antes de que nos ordenaran dormir, el me había mirado y deseado buenas noches. Probablemente me híper-ventilé en aquel momento —No, corregiré. ME híper-ventilé en ese momento, vamos, tenía doce, con solo su sonrisa ya estaba pensando en mi vestido de novia y la lista de invitados. Pero como dije anteriormente, todo estaba BIEN, hasta AHÍ.

Hubiera deseado que sucediera el día anterior, o el día siguiente, o más preferiblemente nunca. Porque fue realmente aterrador aquella vez, como dije, siempre me habían sucedido, pero siempre traía consigo una especie de calma que jamás lograba asustarme. Pero esta vez era diferente, es decir, había furia. Podía sentirlo, (no de la forma perceptiva que había mencionado que no tenía) porque no es muy común que a mitad de la noche, estando rodeada de muchos niños, solo a mí me tocase ser jalada en el aire por una pierna. ¡Dios! Tengo un sueño pesado, lo admito, y no sentí cuando mi trasero se despego del colchón artificial, Pero nadie puede evitar despertarse cuando tu trasero CHOCA contra el suelo. Recuerdo haberme largado a llorar, desenfrenadamente, y llamando a mi mamá.

Pero créanme, la impresión de eso te queda grabada, si, pero puedes olvidarlo. Lo malo, es que los chicos no olvidan…


— ¡Ey, Kagome! ¿Dónde está tu mami? —Me gritó Renkotsu cuando entre al salón por la mañana. Puse los ojos blancos, y suspire, deslizando mi mochila por mi hombro hasta dejarla sobre el pupitre que me correspondía.

¿Había hablado sobre aquellos compañeros que misteriosamente te siguen en la vida? Bien, Renkotsu era uno de ellos, pero su nombre es muy largo, y aburrido, le diremos Idiota Nº1 ¿Vale?

—No les hagas caso Kagome —Sango apoyó sus manos en la mesa y se inclinó sobre mi, guiñándome un ojo.

Tiré mis hombros hacía atrás y elevé el mentón, dándome un aspecto muy dramático, como si fuera Juana De Arco lista para ir a la guerra. —No les hago caso, Sango. Solo que no se como pueden seguir con eso, ¡Tenía doce! Ya pasaron cinco años.

Sango iba a decir algo inclinándose más hacía mi, pero la vi retroceder mientras miraba insistentemente sobre mi cabeza, frunciendo los labios con disgusto. Fruncí un poco y volteé ligeramente la cabeza, para mirar de frente a Bankotsu.

—Kagome, la próxima semana nos vamos de campamento a las montañas Shirakami —Sonrió amablemente, apoyando una mano en mi pupitre y acercando su rostro considerablemente al mío. Me hubiera sido fácil quedarme prendada a su belleza, incluso más de alguna vez hace algunos años lo hice, pero ahora solo lograba enfermarme — ¿Quieres que hable con la profesora para que te de permiso de llevar a tu mami? —Una larga corrida de dientes perfectos se asomó entre sus labios finos y totalmente apetecibles para alguien que no fuera yo.

¿Había hablado que estaba enamorada secretamente del bombón de la clase a los doce, verdad? Bien, ahí estaba. Bankotsu fue aquel chico que me había deseado buenas noches y haciendo que me faltara el aire, ¿Quién pensaría que aquel hermoso niño sería totalmente un idiota? Y como tal gran palurdo, era hermano mellizo del idiota Nº1, así que el era el Nº2.

—Me harías un gran favor —Le contesté, poniéndome de pie para hacerle frente. Bueno, en el modo literal, el tipo se sacaba fácilmente una cabeza —De ese modo, no veré al idiota de tu hermano con arcadas cuando te cambie el pañal, ella puede hacerlo, ya cambió pañales a bebes antes… ¡Oh, espera! Mejor no, no quiero traumarla.

—Eres tan graciosa —Carcajeó, y su gran mano palpó mi cabeza. No sé si lo hizo con intención o no, pero su mano era muy pesada.

— ¡Apártate imbécil! —Grité y con todas mis fuerzas lo empujó, haciendo que se tambaleara unos pasos hacía atrás.

Yo tenía un cuerpo pequeño y delgado, pero tenía mucha más fuerza que las demás mujeres, casi podía hacerle frente a un hombre.

El idiota Nº2 se compuso rápidamente, y frunció el ceño en mi dirección. Puse los puños frente a mi pecho, dispuesta a ir por él si intentaba hacer algo, cosa que era muy probable que no pasaría, Bankotsu jamás me había golpeado con terceros mirando. Aún me dolía el costado del golpe demoledor de hace dos semanas. El muy imbécil se había excedido y yo estaba dispuesta a hacerle pagar.

Un jalon bruto a mis ropas me hizo voltear y ver el rostro de Sango, estaba molesta, y yo sabía la razón. Giré mi rostro hacía Bankotsu, que estaba mirándome de mala manera mientras le susurraba algo a su hermano. Arrugue la nariz, seguramente estaban esperando hacerme alguna nueva encerrona, pero esta vez estaría preparada.

Sango volvió a jalar mi camisa con fuerza, casi fue capas de oír un poco de tela desgarrándose.

—Kagome ¡Baja los malditos puños! —Me exigió.

—Bien —Rezongué, dándole una última mirada envenenada al par de idiotas y dejarme caer sobre el pupitre nuevamente.

—Tienes que parar de ser así. ¡Mira que levantar los puños! No eres un chico, ¿Recuerdas?

Volví a arrugar la nariz e inflé las mejillas. Claro que no era un chico, era imposible no darse cuenta cada vez que me bañaba por las mañanas, pero ¡Bankotsu siempre me sacaba de quicio! Y que decir de su estúpido hermano…

Miré ligeramente sobre mi hombro a los dos tipos, que seguían hablando entre ellos. Renkotsu desvío su mirada a mí y yo la quité enseguida, mirando a Sango.

— ¡Están planeando una emboscada! —Susurré, inclinándome sobre la mesa para que Sango me escuchara.

La vi elevar un poco el cuello, mirando sobre mi hombro y frunciendo el ceño.

—Esto no pasaría si no te comportaras como un chico —Se quejó.

—No te pongas de su lado —Fruncí el ceño —, tengo que defenderme ¿Sabes? No es grato ser golpeada y quedarse con las ganas.

—Tú fuiste quien lo golpeó aquella vez en primer lugar, y ¿Qué consecuencias trajo? ¡Más peleas! ¿Has visto el cardenal en tu costado? No sé como puedes seguir con esto.

—Yo no sigo, ¿Sabes? No me apetece ser golpeada. ¿Pero que se supone que haga? No es como si no pudiera contra él…

— ¡Dios, Kagome! —Sango tembló ligeramente, ocultando su rostro entre sus manos.

Levanto la mirada un segundo y la volvió a bajar.

— ¿Cuántos golpes le encestaste la última vez? —Me preguntó.

Hice memoria rápidamente, pero no había muy buenos cálculos.

—Un par.

— ¿Y él?

—…—

Sango suspiró y levanto el rostro, mirándome con verdadera devoción mezclada con enfado. Una media sonrisa se asomó por su rostro y apoyó su mejilla en su mano.

—A los quince, Kagome, eras capas de hacerle frente perfectamente ¿Recuerdas? —Nuevamente hice memoria, recordando claramente como el ganador siempre se turnaba.

Pero, ¿Qué se supone que significa eso?

—Ey, aún le hago frente perfectamente

—No, no lo haces —Rugió en voz alta. Sentí un par de miradas sobre nosotros, pero no tuve viendo de ocuparme de ellas porque estaba muy ocupada exclamando de dolor.

Sango dejó de hacer presión con su dedo en mi costado, y me miró con el ceño fruncido.

— ¿Se puede saber que mierda haces? —Le acusé enfadada.

— ¿A los quince el te lastimaba de esa manera? No, porque su fuerza era muy parecida a la tuya, pero Kagome, por dios, el creció y se hizo más fuerte.

— ¡Pero yo también-!

— ¡Olvídalo!

La escuche bufar fuerte mientras se volteaba y me daba la espalda. ¿Qué había hecho? Miré de reojo a Bankotsu nuevamente, culpándole por el enfado de Sango, y de paso por el cardenal que ardía a rayos en mi costado.

—Ey, Sango…

Le nombre, pero ella no me contestó. Volví a llamarla, picándole la espalda con mi dedo, pero si quiera se inmuto. Estaba dispuesta a ponerme de pie e ir por ella cuando la profesora entró en el salón sonriente. Dejé caer mi trasero nuevamente sobre el asiento, y suspire pesadamente.

Me incliné sobre mi mesa, apoyando mi mentón sobre el cuaderno e intenté (solo intenté) poner atención en la clase de matemáticas. Mal rollo, no entendía nada. Odiaba las matemáticas, realmente las detestaba, pero no era porque tuviera una cabeza pobre, donde los números no cabían, solo que no era como las otras materias. Si faltabas a la primera clases, o cualquier clases, todo se volvía confuso (lo digo, solo fue un resfriado, ¡Un día!). Miré el pizarrón en un último esfuerzo por entender que decía, pero eran jeroglíficos escritos en clave Morse.

Pero ahora, recientemente, lo último que estaba haciendo que odiara matemáticas, era el dolor que el maldito cardenal me estaba proporcionando. Ya me había dolido a lo largo de estas dos semanas, pero ahora era un dolor punzante, similar al que cuando Sango estaba enterrando su dedo en el.

Me moví incomoda, ladeando mi cuerpo para ambos lados, apretando y estirando la piel amoratada, pero nada, seguía sintiendo esa molestia. Fulminé con la mirada la espalda de Sango, ¡Me había dejado resentido! Se lo sacaría en cara luego de la clase, de ese modo ya no tendría que estar más enfadada.

Inhalé profundo, cerrando los ojos e intentando concentrar el dolor en odio. Maldito Bankotsu, maldito idiota Nº1 y maldito campamento de los doce. Oh, si… eso lo aliviaba un poco.

Durante el primer descanso me lance sobre Sango antes de que escapara, lo que era seguro, por la forma en qué guardo sus cuadernos y casi salta de la silla. Nos miramos fijamente, nuestros ceños fruncidos y las bocas apretadas.

Ambas teníamos personalidades explosivas, solo que Sango sabía controlarla dándote la indiferencia total, mientras que yo simplemente explotaba de forma agresiva.

Finalmente la vi suspirar y apoyar su mejilla en su muñeca, mirándome con cansancio. Yo también relajé mis facciones, dejando que mis hombros cayeran libres.

—Algún día me harás golpearte —Me amenazó, poniéndose de pie y pasando juntó a mí —Tengo que ir a la biblioteca, ¿Me acompañas?

Asentí. Pero ni siquiera fui capas de dar dos pasos cuando el dolor en mi costado me hizo apretar los dientes. Sango se detuvo en la entrada, mirándome a la espera de que la siguiera. Di otro paso y el dolor fue aún más grande, tanto así que me obligue a morderme el labio inferior, y como pudo, intenté no parecer desesperada por un analgésico.

Pero seguramente no estaba haciendo un buen trabajo, por que Sango se acercó con una extraña expresión en el rostro.

— ¿Qué pasa? —Preguntó.

Su vista bajó hasta mi costado, que yo mantenía apretado con mi mano.

— ¿Te duele? —Me miró. El arrepentimiento pasó velos por sus ojos — ¿Es mi culpa?

—No. No me duele —Mentí. Nuevamente sentí como si un dedo, -o algo realmente duro- se estuviera hundiendo ahí —, pero estoy cansada. ¿Te importa ir sola a la biblioteca? Quiero pasar por la enfermería.

—Vale —Respondió con un brillo extraño en los ojos. Decidí ignorarlo y pasé junto a ella, pero no pude caminar más cuando me tope de lado con Bankotsu, que me miró de forma divertida. Se hizo a un lado y me dio el paso, como todo buen caballero tenía que ser, pero viniendo de él no era más que burla para mí.

Me vi la vuelta, volviendo con Sango y esperando que el idiota se marchara.

Y que fuera pronto, porque el dolor no disminuía.

—Kagome —Me llamó Sango, enterrando sus huesudos dedos en mí antebrazo para apartar mi atención de Bankotsu —No vas a pelear con él ahora ¿verdad?

— ¿Qué? —Parpadeé. Tomé delicadamente sus manos y las aparté de mi brazo ya adolorido, y como pude, intenté darle la sonrisa más intensa que el dolor en mi costado podía dejarme —No. De verdad estoy cansada. Quiero dormir un rato.

— ¿De verdad?

—De verdad.

—Bien —Suspiró aliviada y desvió la mirada hasta detrás de mí —Bankotsu ya se marchó, pero te acompaño hasta la enfermería ¿Vale?

— ¿No confías en mi? —La miré dramáticamente, antes de sonreír y engancharme a su brazo.

—No todo el tiempo —Dijo seria, pero su tono de voz era juguetón —, pero da el caso que justo en este momento, si. Pero con confío en el chico guapo.

—Él no es guapo —Gruñí, mordiéndome la lengua.

Ambas salimos del salón colgadas en la otra.

—Sabes que si. Pero guapo no significa buena persona.

—Déjalo, ¿Si? Me dará una infección en la boca tanto hablar de él.

—Como si fuera posible —Rodó los ojos y yo carcajeé deliberadamente.

Nos despedimos en la entrada de la enfermería y esperé hasta verla perderse por el pasillo antes de entrar. Apenas entré, la mirada de la amable señora Hameko me escrutó de pies a cabeza, buscando alguna nueva herida. Para mí, no era costumbre terminar lastimada por diferentes motivos, y ya casi era rutina entrar por aquella puerta cada día.

Le di una amplia sonrisa a la señora y negué con la cabeza, dándole a entender que no tenía ninguna nueva herida o lesión que atender. Ella suspiro aliviada y yo me tomé el permiso para pedirle unos analgésicos, que muy amablemente, me entrego.

Me recosté en la pequeña camilla luego de cerrar las cortinas. Dejé que mi cabeza reposara en la almohada y miré el techo de la habitación.

Esperé un rato a que el analgésico hiciera lo suyo y cerré los ojos más relajada, dispuesta a dormir unos minutos. Esperaba que nada pasara. No quería sentir que alguien se sentaba a mis pies, o las molestas respiraciones en mis oídos.

Llevaba toda una vida soportando esto, y cuando pequeña siempre me asustaba, pero luego del aquel accidente a los doce, decidí no expresarlo más. Tenía miedo, pero ya no haría nada ridículo que indicara lo que sentía. Ya estaba acostumbrada a las zancadillas sin personas cerca, a los escalofríos en mi espalda, al ruido de pisadas en mi habitación. Era cosa de costumbre. Todo estaba en mi cabeza.

Algo tenía que estar mal en mí para que cosas así me sucedieran.

Cuando abrí los ojos nuevamente, me di cuenta que estaba soñando. Bueno, era eso, o el techo misteriosamente había desaparecido.

Me incorporé sobre la tibia hierva, sintiendo que mi cabeza comenzaba a dar vueltas. Inhalé profundamente, llenándome de un aroma florar que se sentía muy verdadero para ser un sueño.

¿Kagome? —Volteé enseguida. Esa voz era profunda, quizá demasiado, porque hizo que algo tiritara dentro de mí. Elevé un poco el mentón para mirar mejor al chico.

Su rostro era perfecto, por lo menos, más perfecto que los de alguien normal o alguna estrella de cine, incluso un poco más guapo que Bankotsu, pero no tanto como alguien luego de una cirugía plástica. Tenía los ojos negros, potentes, con un brillo dorado inescrutable. Sus mentón era cuadrado, y sus labios finos y delgados. Su cabello estaba corto, pero era lacio, lo que hacía que cayera sobre su rostro con una envidiable hermosura, ya que combinaba con los ojos al ser negro.

Arrugue la nariz un poco, sintiendo que de alguna parte le conocía. Algo intentaba asomarse entre la puerta de mis recuerdos, pero no podía saber que era…

¿Kagome? —Repitió incrédulo, mirándome intensamente. Su rostro estaba apretado, y sus cejas contraídas. Parecía enfadado, pero aún más yo diría que sorprendido de mala manera, como si no esperara que yo estuviera ahí — ¿Qué haces aquí? —Si, así era.

Abrí la boca para decirle algo, pero nadie sensato podía salir. ¿Qué decirle? Es mi sueño, ¿TÚ que haces aquí?

Bajé la vista, dispuesta a ignorar su pregunta por unos minutos, mientras intentaba pensar en algo inteligente que responder, y ponerme de pie. Apoyé mi pie derecho y me di el impulso, levantándome de un jalon. Lo siguiente que sentía, fue como volvía a caer sobre mi trasero. Miré estupefacta mis piernas, apenas si tenían fuerzas.

Bien, esto era un sueño, siempre sucedía, aún recordaba lo difícil que me he era correr en las pesadillas. Volví a intentar ponerme de pie, y expandí mis brazos, intentando mantenerme en equilibrio. Mis rodillas se flecharon y se juntaron, pero no me rendí, por lo menos ya estaba de pie.

No deberías estar aquí.

Volteé rápidamente, casi había olvidado que él estaba ahí, pero era que estaba tan callado…

Mis pies se enredaron y perdí en equilibrio, me balanceé en todas direcciones, agité mis brazos y en un momento le miré en busca de ayuda, pero su rostro aún mostraba enfado y sorpresa. Gruñí una maldición cuando me sentí caer de espaldas, pero el duró suelo jamás me golpeó.

Abrí los ojos sobresaltada. Mis ojos se movieron rápidos por la habitación y suspiré al ver que estaba en la enfermería. Me senté somnolienta, viendo como las sabanas se habían enredado entre mis piernas. Eso respondía a mis pocas habilidades para caminar en el suelo.

Ese había un sido un sueño extraño, y bastante normal a lo que a mis locos sueños se refería. Una vez había sonado que King Kong me perseguía por la jungla.

Aparté los cabellos de mi rostro y liberé mis piernas. Había soñado con un chico, y tenía la sensación de haberle visto antes, pero nadie sería capas de olvidar a alguien como él. Seguramente estaba falta de novio…

Mire el reloj de mi muñeca, sobresaltándome al ver que la escuela ya había terminado. ¡Imposible! Me puse de pie rápidamente, encontrándome con la señora Hameko arreglando algunas cosas. Apenas me vio, suspiro aliviada.

—Ya era hora niña, estaba por llamar a un doctor.

—No puedo creer que haya dormido todo el día. ¿Por qué no me despertó?

—Como iba a despertarte —Arrugó la nariz con preocupación — ¡Estabas que volabas en fiebre!

— ¿Como? —Llevó mis manos a mis mejillas, sintiéndolas hirvieron. Pasé una mano por mi frente y rastros de sudor aún quedaban ahí.

—Tu amiga vino a visitarte en cada descanso —Afirmó. Automáticamente pensé en Sango, ya que nadie más sabía que estaría en la enfermería —Estaba preocupada, dijo que esperaría que despertaras.

— ¿Dónde está ahora?

—Fue por sus bolsos —Sus ojos se entrecerraron y me miró con cierto enfado característico de una madre. Me encogí de hombros, sintiéndome acusada de algo que estaba segura no había hecho — ¿Cómo te hiciste el enorme cardenal que tienes?

—Pe…—Comencé incrédula. Luego me mordí la lengua —Sango ¿Verdad?

—Ella estaba muy preocupada por ti. Y déjame decirte que esta muy mal que andes de golpecitos con chicos. Ellos son más grandes y fuertes por naturaleza.

Fruncí el ceño.

—Yo puedo contra él.

—Testaruda —Caminó hasta su mesa de trabajo y tomó una crema que me dejó en las manos —Deja de jugar a ser un chico y ponte esto todas las noches. Aliviara el dolor y la inflamación.

—Gracias.

Sango llegó en ese momento, y al verme de pie, no hizo más que botar los bolsos y saltar sobre mí, procurando no apretarme el costado, pero si el cuello.

El cielo estaba naranja cuando me despedí de Sango en la quebrada de la calle, donde siempre nos separábamos. Inhalé profundamente y exhalé para ponerme a andar nuevamente. Miré mi reloj, no era tan tarde, por lo menos, debía de haber llegado hace veinte minutos a casa. Mi madre seguramente estaba muy preocupada, pero ya le explicaría luego.

—Ey, Kagome.

Apresuré el paso al sentir el llamado de Renkotsu. Iba a doblar para sacármelo de encima, pero choqué de llenó con Bankotsu. Retrocedí unos pasos, sobando mi nariz adolorida, y le miré con el entrecejo fruncido.

—Lo lamento, ¿Te lastimé? —Dijo preocupado, pero sus facciones solo demostraban diversión.

Pegue una rápida mirada sobre mi hombro a Renkotsu, notando que mis posibilidades de escapar solo se reducían a una calle larga. Bankotsu dio un paso hacía mí, posando su mano en mi hombro despreocupadamente, mientras me decía lo mal educada que había sido aquella mañana al empujarle frente a toda la clase, más cuando sabía que él no se defendería.

Sentía una extraña ansiedad al saber que ésta mañana había acertado y ellos si estaban planeando una encerrona.

Di un paso hacía atrás, fingiendo intentar escapar. Bankotsu actuó rápido, inclinándose listo para correr detrás de mí, pero no contó con mi puño estampándose en su mejilla.

— ¡Provecho! —Grité victoriosa y me largué a correr.

Los escuche insultarme en voz alta y sus pisadas detrás de mí. Demonios, no podía correr bien por el maldito cardenal que me estaba matando. Pensé en ir a mi casa, pero no quería mostrarles donde vivía. Me metí a un callejón estrecho, donde casi tenía que pasar de costado, y salí a una amplia calle, totalmente vacía. Mire sobre mi hombro al ver como los dos idiotas se arrastraban por la pared con dificultad. Miré a ambas direcciones, sin saber a que lugar correr. Agarre mi costado con fuerza, sintiendo que el esfuerzo físico solo se resentía ahí. Camine rápido, ya no podía correr, y pensé en como enfrentar a ambos. Normalmente, Bankotsu siempre venía solo, o Renkotsu. Ya me habían pillado juntos, pero siempre solo uno peleaba, y ahora sabía que no tenían la intención de hacerlo.

—Malditos matones.

Todo lo había comenzado yo hace más o menos tres años. Yo le había golpeado y había desatado este estúpido juego del gato y el ratón. ¡Pero era que ellos no me dejaban tranquila! Había intentado por las buenas decirles que dejaran el tema de la mami de lado, luego por las no tan buenas, pero ellos jamás escuchaban.

Miré sobre mi hombro, maldiciendo al verles salir ya del callejón. Apresuré el paso. Era imposible. ¿Qué tan mal me vería al volver a casa? ¿Qué tan fuerte sería el disgusto de mi madre? ¿Tendría que usar lentes de sol si llegaban a golpearme un ojo?

— ¡Kagome!

Me detuve.

Esa voz.

Imposible.

Giré lentamente mi cabeza, notando un pequeño callejón sin salida. Busqué con la mirada al dueño de la voz, pero no le veía. Era mi imaginación, probablemente aún tendría fiebre…

— ¡Entra al callejón! —Ordenó.

Entonces le vi. Al final, junto a la pared, donde la luz no alcanzaba a llegar y las sombras eran negras. Solté un quejido audible, sintiendo que todo no podía estar pasando. ¡Era mentira! Tenía que ser otro chico… uno idéntico, seguramente, pero imposible que fuera él.

Escuche los quejidos de Renkotsu al atorarse a la salida, a las maldiciones de su hermano mientras intentaba liberarlo. Ya tendría tiempo de pensar después.

Me acerque al callejón deprisa, y me dejé caer tras unos basureros enormes que me cubrirían de los tipos. Levanté mi vista para enfocarla en el chico. La poca luz del lugar no me dejaba verle claramente, y yo jamás tuve una vista perfecta, así que seguramente era alguien a quien no conocía, pero que, raramente, sabía mi nombre.

Dejé de respirar cuando sentí como Bankotsu y su hermano cruzaban corriendo justo detrás de mí, preguntándose donde me había metido. Cuando solo escuche el retumbar de sus pasos lejos, casi desapareciendo, solté el aire pesadamente y me puse de pie. Arrugue mi nariz ante el fétido olor de la basura atrás de mí.

Me tomé mi tiempo en limpiar mi uniforme y levanté la mirada. Su mirada me golpeo fuerte, estaba casi enfadada, y yo solo pude retroceder unos pasos, algo asustada.

—Gracias —Susurré, retrocediendo. Me había salvado de una, pero no tenía intención de entablar conversación con un desconocido.

Él dio un paso hacía mí, y yo retrocedí rápidamente hasta asomarme a la calle. ¿Era posible que fuera un acosador? No, no, no. Yo no era ni tan bonita ni hija de alguien con dinero para tener un acosador personal.

Él siguió avanzando hacía mi de forma calmada, y yo ya estaba dispuesta a lanzarme a correr (aún cuando no pudiera) lejos, pero él ya se había asomado a la luz y el suelo bajo mis pies desapareció por unos segundos. Retrocedí espantada, negando con la cabeza. Era él. El chico de mi sueño. Y, dios, ¡Tenía la misma ropa! Pantalones negros, la tela era muy parecida a la mezclilla, pero se veía más suave y se ajustaba a la forma de sus piernas. Llevaba puesto un polo blanco, bastante limpio a decir verdad, y un chaqueta negra, o de un azul muy oscuro, llena de cierres. Tenía unas botas, más parecidas a unos bototos militares.

¿Qué se suponía que significaba esto? ¿Estaba teniendo sueños prematuros? ¿Era esto un tipo de Déjà vu?

Mi cuerpo completo estaba congelado, y no supe en que momento había llegado tan rápido hasta mí. Nuestros pechos casi se tocaban y no pude evitar notar que me ganaba por algo más que una cabeza. Lo miré desorientada, buscando alguna respuesta imposible de comprender, pero solo conseguí notar su ceño fruncido. ¿Siempre lo tenía así?

—Kagome —Me nombró y algo dentro de mí tembló.

— ¿Cómo sabes mi nombre? —Me sorprendió que mi voz saliera firme, aún cuando sentía que mis rodillas tiritaban.

—Solo lo sé —Dijo con voz tranquila. Intenté no parecer demasiado desilusionada de su respuesta —Estas lista.

No había sido una pregunta, fue un afirmación. Lo noté en su voz.

— ¿Para que? —Retrocedí nuevamente cuando tuve las fuerzas sobre mi cuerpo. Palpé el celular en mi bolsillo, intentando marcar el número de la policía sin mirarlo. Podía con Bankotsu y el otro idiota, pero no sabía que cosas podía tener este tipo. ¿Y si tenía algún arma? ¿Y si planeaba secuestrarme?

Por mi mente pasaron mil imágenes de las películas de policías que pasaban por la noche. Normalmente las secuestradas siempre vivían, pero no sin ver sangre y haber sufrido lesiones. ¿Eso me tocaba a mí? ¿Sería mi vida desde ahora como una película de acción? Porque jamás me gustaron.

Una sonrisa se extendió por su rostro, y casi me sorprendió ver como su ceño se aligeraba levemente. Algo dentro de mí sintió el pequeño alivio al verlo sonreír. ¿Qué tal si todo era una broma? Probablemente le habían pagado para asustarme, y el verle en el sueño solo era otra cosa rara que solo a mi me sucedía…

Pero no, su sonrisa no era amable, sino detonadora. Estaba dando por hecho algo.

—Para casarnos —afirmó y metió las manos en su chaqueta negra —. Soñaste conmigo y me llamaste. Estas lista.

Casar… soñar… llamar…

¿Qué?

—Espera… —Elevé mis manos, retrocediendo hasta chocar contra una pared — ¿Casar… quien? ¿Nosotros? —Asintió — ¿Estas loco?

—Ya casi cumples la mayoría de edad. Cuando lo hagas, nos uniremos.

Intenté objetar algo, pero algo parecido a un quejido salio de mi boca. Era imposible que yo me casara con alguien a quien no conocía. ¿Tendría algo que ver mi madre con esto? No… podía ser despistada, algo alocada y muy liberal… pero comprometerme contra mi decisión era casi venderme. Y ella jamás haría algo como ella.

¿Era el día de los inocentes?

— ¿Quién eres? —Apreté los puños con fuerza — ¿Quién te pago para esta mala broma? ¿Bankotsu? ¿Sango sigue molesta por lo de la mañana?

—Kagome —Meneó la cabeza a los lados, como negando un hecho obvio.

Entonces supe que algo andaba mal. Realmente mal.

—Dime algo… —Comenzó, elevando su mentón con gloria. Casi pude ver indicios de superioridad en cada uno de sus movimientos y miradas hacía mi — ¿Crees en los fantasmas?

Continuara

.

.

.


Ojalá y les guste.
Espero comentarios.

bye.