Disclaimer: The Twilight Saga, así como sus personajes, pertenencen a Stephanie Meyer. La trama es mía, así como algunos personajes :D


Between a Vampire and a Werewolf

XXI. It´s Never Too Late

Lizzie POV

– Concéntrate.

La antigua espada danzaba por el aire a mi propio ritmo.

– Ahora mueve el escudo. – me ordenó Jane.

Lentamente el escudo medieval comenzó a subir y se integró a la danza improvisada con la espada. Bajo mi mando, ambos objetos comenzaron a moverse como si estuvieran siendo usados, como si lucharan. La madera del escudo chocaba con fuerza contra la espada, era un espectáculo del que me sentía orgullosa. Cada día que pasaba, el control sobre mi telequinesis crecía y yo me hacía más poderosa.

– Jane. – su voz nubló cualquier proceso mental razonable y el escudo y la espada cayeron estrepitosamente al suelo.

La aludida no le dirigió una mirada siquiera cuando respondió:

– ¿Qué se te ofrece, Alec?

– Los maestros quieren hablar contigo. Ahora.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, a pesar de ser una inmortal. Su voz. Sus ojos. Sus labios. Todo él me hacía estremecerme, como si varias descargas eléctricas me atravesaran. Hacía más de tres meses que Alec había regresado pero su indiferencia todavía dolía como el primer día, incluso más.

Podría decir que Alec me odiaba. Si estábamos en la misma habitación se limitaba a ignorarme y si tenía que hablarme, cosa que solo era en casos extremos, lo hacía con un tono frío, lleno de rabia. A veces me daba la impresión de que me miraba como la hacía antes, con ternura y… amor. Pero cuando él era consciente de que lo estaba observando su mirada se oscurecía y se alejaba.

Jane no entendía el comportamiento de Alec, de hecho, nadie lo hacía. Él, al parecer, se comportaba igual con todo el mundo menos conmigo y… con Demetri. A este último siempre iban dirigidas las miradas más profundas de odio, como si quisiera lanzársele encima. Félix opinaba que estaba celoso pero que seguía amándome, lo que escapaba a su comprensión era el por qué su trato de odio e indiferencia conmigo.

Llevaba aproximadamente nueve meses en la guardia. Y para alivio de Jane y mío e incluso de Félix al cumplir mi primer año en la guardia, rompería con Demetri. Aún seguíamos con nuestra farsa de "pareja perfecta", como lo llamaba Jane. Sin embargo, Demetri y yo teníamos menos contacto cada día. No compartíamos cuarto y nuestro contacto físico se limitaba al Buenos Días y un insulso roce de labios, nada transcendental. Mi tiempo lo gastaba de misión en misión, acompañada de Jane y Félix. Pero en mi mente siempre estaba presente Alec.

– Regresó en un minuto, sigue practicando Lizzie. – habló con dulzura Jane dirigiéndose a la puerta.

Asentí. Alec estaba a mi espalda, por lo que no me giré para encarar la ida de Jane.

«Respira, seguramente ya se fue. Recuérdalo: él te odia» me repetí.

Retomé mi entrenamiento con la espada y el escudo: tenía que practicar mi telequinesis con varios objetos al tiempo y en un movimiento determinado. Sentía su mirada taladrarme la espalda pero no fui capaz de voltear. Yo también lo ignoraba, era la mejor forma de no herirme más al ver sus furiosas miradas. La danza de los objetos comenzó y, cuando los tuve bajo mi total control, simulé de nuevo que luchaban.

– Has progresado mucho. – dicho esto, la espada y el escudo cayeron de nuevo al suelo.

Giré lo más normal que pude para ver a Alec recostado con indiferencia en el marco de la puerta. Sus ojos carmesí me miraron con una expresión diferente a como lo habían hecho los últimos meses, como si algo le resultara divertido.

– He estado practicando mucho. – susurré, nerviosa.

Una chispa de algo que no supe reconocer paso fugazmente por su mirada, pero tan rápido como vino, se fue. Sus ojos volvían a ser dos cuchillos listos a clavarse en lo profundo de mi corazón.

– ¿Y con quién sueles entrenar? – la mirada de Alec era impenetrable.

Abrí mis ojos sorprendida. ¿Qué clase de pregunta era esa?

– Casi siempre lo hago con Jane, otras con Félix. – Alec suspiró.

¿Por qué parecía como si estuviera aliviado? ¿Era tan gratificante que con los únicos con los que me relacionaba eran Félix y Jane? ¿Acaso Alec se alegra de mi soledad? Suspiré triste. Sin embargo, algo en mi interior me impulsó a mentir, a probar la teoría de Félix:

– Claro, algunas veces Demetri me acompaña. – Continúe – Dice que nos falta tiempo juntos.

Esperé atenta la reacción de Alec: sus ojos se abrieron con sorpresa y después su ceño se frunció. Su cuerpo se tensionó al instante y sus puños se cerraron en puños. Una estúpida sonrisa quería salir de mis labios, por lo que los apreté, conteniéndola.

¿Realmente era posible que Alec estuviera celoso?

– Así que… Demetri y tú… ¿Son muy unidos? – su voz era glacial.

Seguía con el tonto impulso de reírme, pero me controlé lo mejor que pude.

– Algo. – me limité a contestar.

La expresión de Alec seguía seria, sus nudillos estaban blancos de lo fuerte que estaba apretando las manos. Un largo silencio siguió a continuación. Ninguno de los dos sabía qué decir o, por lo menos yo, estaba concentrada en la mirada furibunda de Alec.

– Yo… Aún no puedo creerlo. – susurró con dientes apretados.

– ¿Qué cosa?

Guardó silencio un momento, mirándome fijamente.

– Que tú… Que él se atreviera a tanto.

Abrí mi boca, sorprendida. ¿Era posible que Alec supiera la verdad?

– ¿Quién? – alcancé a decir, tenía un nudo en la garganta.

Una sonrisa misteriosa surgió en los labios de Alec. Lentamente, comenzó a acercarse. Mi respiración comenzó a volverse más profunda, aunque no necesitará oxígeno en realidad. Yo, a mi vez, comencé a retroceder, quedando pegada a la pared. A pocos centímetros de mí, se detuvo. Puso sus dos manos a ambos lados de mi cabeza y bajó su rostro a la altura del mío. Sus labios estaban tan cerca…

Liz, – me temblaron las rodillas cuando me habló con tanta ternura – ¿Tú realmente amas a Demetri? – su dulce aliento me golpeó con fuerza.

Su pregunta me dejó fuera de base. ¡Obviamente no lo amaba! Pero tenía que fingir lo mejor posible, tenía que mentir en mi respuesta, ¿no? Tal vez era mi oportunidad de recuperar a Alec, tal vez él aún me amaba y con una simple confesión podríamos estar juntos nuevamente.

O simplemente me torturaba con su cercanía y con esa clase de preguntas. Traté de ser lo más honesta posible.

– Yo… No puedo decir que estoy enamorada de él, pero no lo odio. Yo…

– ¡Lizzie! – la voz de Jane venía desde el corredor.

Alec no se movió ni un milímetro, yo tampoco conseguí hacer reaccionar a mis músculos.

– Haz que se vaya, quiero hablar contigo. – su mirada era hipnótica.

No daba crédito a mis oídos, no era posible que él estuviera diciendo eso. Respiré profundamente, tomando fuerzas no sé de dónde.

– Quiero entrenar un poco más. Nos vemos en un rato, Jen – traté de sonar convincente.

Jane pareció meditarlo.

– ¡Está bien! ¡Iré a cazar con Félix, nos vemos en un rato! – se escucharon pasos alejarse.

Me quedé mirando la puerta. ¿Por qué levantaba innecesariamente la voz? No lo sabía con certeza, pero mientras más enamorada estaba Jane, más comportamiento humano tenía.

Sonreí.

– ¿En qué estábamos? – la voz de Alec era seductora.

– ¿No se dio cuenta que estás aquí? – pregunté cayendo en la cuenta.

Alec bufó, como si estuviera exasperado.

– No sé, la verdad me vale en este momento.

Dirigí mi vista de la puerta a sus ojos carmesí. Su mirada era seria, casi enojada.

– No trates de evadir mi pregunta, ¿Amas a ese idiota?

Mi boca de seguro alcanzó el suelo de lo mucho que la abrí, esto tenía que ser un sueño. Y la peor ironía se hizo presente: yo era una vampira, no podía dormir.

– En realidad… – desvié mi mirada al suelo – No creo que deba estar hablando de esto contigo.

¡¿Qué estupidez tan grande había dicho? Alec bufó de nuevo.

– Por supuesto que tienes, que debes. Porque yo… –si mi corazón aún latiera, estaría desbocado – porque yo aún…

– ¿Tendría que suponer que esto pasaría? – la voz de Demetri tenía un dejé irónico.

Alec seguía con su mirada clavada en mi rostro. Yo la sostuve unos segundos, antes de salir de la prisión de sus brazos.

– No está pasando nada. – dije dándoles la espalda.

Antes de escuchar nada más, salí por la puerta del salón de entrenamientos y me dirigí a velocidad inhumana a mi habitación. Cerré la puerta tras de mí y me recosté en ella. Como si mis piernas fueran de trapo, me fui deslizando lentamente hacia el piso, y ahí me quedé.

Todo lo ocurrido hace tan sólo unos segundos me tenía al borde de un ataque de histeria. ¿Por qué ignorarme desde su llegada a este lugar y hoy hablarme con toda la seducción de la que es capaz? No entendía, si Alec me amaba todavía, ¿por qué me había tratado de ese modo? ¿Qué objeto tenía?

Mientras estaba aún en mis cavilaciones, golpearon la puerta. Di un pequeño respingo al oír el golpe, no escuche a nadie acercarse. Me levanté y aunque mis músculos no replicaron, si hubiera sido humana, lo hubieran hecho: había estado bastante tiempo sentada en el piso, al menos una hora.

– ¿Lizzie? – era Jane.

Me levanté y abrí la puerta. Jane tenía una sonrisa tonta en el rostro (De seguro Félix era el culpable de esa sonrisa), pero al verme, su expresión se volvió seria.

– No creo que quieras saber. – dije dándole la espalda y sentándome en mi cama.

– Por supuesto que quiero. – se sentó a mi lado.

Le conté brevemente lo que había pasado con Alec. La cara de Jane era de total incredulidad.

– ¡No sé qué le pasa! – Su tono dejaba ver su frustración – Supongo que la única forma de averiguar qué tenía que decirte es hablando con él.

Enarqué una ceja, escéptica.

– ¿No ves el problema mi querida Jane? ¡Él me odia! No sé por qué se digno a acercarse de esa forma hoy, pero de seguro era para ver cómo me derretía en sus brazos sin poder evitarlo.

– Liz, mi hermano no es así. Debe haber una explicación lógica a todo esto.

«Pues que venga él y me lo explique», pensé sarcástica.

Y como si se lo hubiera ordenando, Alec apareció en mi puerta.

« ¡Perfecto! Si todo lo que deseara se volviera realidad…»

Sus ojos aún eran inescrutables, pero tenía una hermosa sonrisa en sus labios.

– Jane, ¿Te importaría dejarnos solos un momento?

La aludida me dirigió una mirada de triunfo, como si hubiera ganado una batalla.

– Adelante. – hizo ademan con las manos para que Alec entrara.

Él entró y Jane salió, cerrando tras ella la puerta. Alec se paró al en frente mío. Levanté mi vista a sus ojos del color de la sangre y tuve que contener para no comenzar a sollozar sin lágrimas.

– Creo que me debes una explicación… – comenzó a decir Alec.

– ¿Eso crees? – Lo interrumpí – ¿Crees que tú mereces una? ¿Y yo qué? Había estado más de seis meses sin verte y cuando por fin nos reencontramos de nuevo, tú indiferencia me golpea en la cara como una cachetada. – Me levanté de la cama para poder encararlo – No sabes el infierno que viví sin ti, ¡Lo que era fingir estar con alguien más!

Si pudiera estar llorando, lo estaría haciendo. Planeaba continuar, desahogarme. Con cada palabra quería arrancar todo el amor que sentía por él, echarlo a la basura.

– Hoy por fin me hablaste ¿y para qué? ¡Para dejarme echa un nudo! ¡Para burlarte de cómo aún te amo! Porque ya sé que no me amas, ¿Cómo podrías amar a una traidora?

Los ojos de Alec me observaron aterrados unos segundos, para después derretirse ante mi mirada dolida. Fue como si se hubiesen ocultado bajo una capa de indiferencia todo este tiempo, pero ahora lucían sinceros… y llenos de dolor.

– ¿Alguna vez te dije que no te amaba? – su pregunta hizo que mi corazón casi volviera a latir. – ¿Alguna vez te dije que te odiaba y que pensaba que eras una vil traidora? – acortó un poco la distancia que nos separaba.

– No, no lo hiciste. Pero, ¿qué se supone que debo pensar ante tu indiferencia? ¿Que aún me amas y que sólo me ignoras para que no nos maten? – pregunté sarcástica.

– Siempre fuiste muy perspicaz. – su sonrisa me partía el corazón.

Me quedé boquiabierta, totalmente asombrada. Simplemente no era posible… ¿Alec me amaba aún? ¿Nunca había dejado de hacerlo? Pareció leer la pregunta en mis ojos.

– Lizzie, nunca voy a dejar de amarte. Puede que te vayas de mi lado, que me odies, que estés con otro, pero nada de eso va a cambiar mi amor por ti. Mi corazón no ha latido por mucho tiempo y siempre pensé que había perdido mi alma al transformarme en lo que soy, pero cuando llegaste a mi vida, descubrí que no la había perdido, no. Me di cuenta que siempre fue tuya. Aunque no hubieras nacido, aunque aún no te conociera, mi alma siempre ha sido tuya. Por eso cuando me enamoré de ti la recuperé y cuando te fuiste quería simplemente morir, por eso: porque sin ti no tengo alma, no soy nada.

Mi respiración se volvió irregular y mis piernas amenazaban con volverse gelatina. Aún no podía dar crédito a mis oídos. Bajé mi mirada, no soportaba ver la sinceridad y el sufrimiento mezclado en sus ojos. Alec se acercó más, quedando pegado a mí. Tomo mi quijada suavemente y la levantó para que lo mirara.

– Puede que viva mil años más, pero nunca voy a amar a nadie más que a ti. – y acortó la distancia de nuestros labios

Ese beso fue diferente. Estaba cargado de sufrimiento, de frustración, por parte de ambos. Sin embargo, contenía todo la pasión que habíamos estado guardando, que nos había torturado todo este tiempo. Al principio fue un beso dulce, delicado. Pero después se transformó en uno exigente. Enrosqué mis manos en el cabello de Alec, mientras él hacía lo mismo con mi cintura, pegándome a él.

Nuestras lenguas bailaron eufóricas al unísono, como si hubieran estado separadas años en vez de meses. No necesitábamos respirar, por lo que podíamos quedarnos así para siempre. Sacando fuerzas, no sé de dónde, logré separarme de él. Ambos respirábamos agitados, en busca de oxígeno, aunque no lo necesitáramos.

– No sabes todo lo que te he extrañado. – Me dio un beso fugaz – Todas las noches que pasé sin verte dormir fueron una tortura. Incluso cuando supe que ya no eras humana.

– ¿Cuándo supiste que ya no era humana? – pregunté, asombrada.

¿Era posible que mi familia también lo supiera? La respuesta me vino a la cabeza antes de que Alec contestara: Alice.

– Alice lo vio. – respondí por él.

– Alice lo vio todo, pero ya no pudimos hacer nada por detener a Demetri. – pronunció su nombre como una blasfemia.

¡Alice lo había visto todo! Ahora si no dudaba del poder del don de mi tía. Pero si ella lo había visto todo, ¿por qué no lograron detener a Demetri? Alec pareció leer mi mirada, por lo que respondió:

– El día que te fuiste, – hizo una mueca de dolor – Alice llegó de hacer compras muy alterada, estaba buscándote. Según lo que nos dijo, Demetri planeó todo de improvisto, para que ella no pudiera verlo y así, él se saliera con la suya. Para cuando Alice llegó a revisar tu habitación, ya te habías ido. Dijo que estabas ya camino a Florencia. Parecía como si Demetri se hubiera salido con la suya.

¿Parecía? Alec debía no estar consciente de la situación: ¡Demetri se había salido con la suya! Por eso, yo era miembro de la guardia y estaba atascada fingiendo una relación con Demetri. ¿Acaso había una solución a esto?

– Lizzie, puede que no lo parezca pero, en realidad, no todo está perdido. Por eso estoy aquí.


¡Hello! Bueno, ya sé que merezco de todo por actualizar tan tan tarde pero mi única e insulsa explicación es: cierre de notas en el cole. Evidentemente, es sólo válida hasta noviembre porque en ese mes terminé mi año escolar. Tuve diciembre para actualizar pero la verdad es que tuve que hacer muchas cosas y cuando estuve dispuesta y despejada, mi computador murió. Ahora tengo uno nuevo, por el otro no se pudo hacer mucho. El caso es que ya estoy aquí con un nuevo cap :D

Muchas gracias por sus reviews a: LiahDragga , alele22 , Jane-Volturi'24 , lani'sworld

: Muchas gracias por tu review y me encanta que te guste tanto mi historia :D Creo que me gustaría mucho leer la tuya también y ver que tan parecidas somos jaja. Saludos desde Bogotá ^^

Creo que este capítulo es uno de mis favoritos; amé esa escena entre Alec y Lizzie +.+ Ya ere necesario algo de romance en medio de tanta separación xD.

Prometo actualizar pronto (:

Hugs,

Paula ^^