Tenía miedo...mucho miedo. No sabía como demonios empezar sin lastimarla ni herirla en lo más mínimo. Mi nueva naturaleza no me dejaba muchas esperanzas de ser todo un caballero, pero yo realmente la amaba, y haría mi mayor esfuerzo.

No era el mejor con los repertorios, pero hice lo que pude. Busqué rosas toda la tarde para derramar pétalos por toda la habitación.

Las sábanas eran de seda blanca, pero me volvía loco el solo hecho de pensar que el cuerpo desnudo de ella sería como el mármol, o incluso más suave...La deseaba con todo mi ser pero tampoco quería dañarla. No después de lo que ella pasó.

-Creo que está todo listo...- dije para mí revisando cada detalle del cuarto. La luz era tenue, perfecta, gracias a las velas que coloqué.

Caminé hacia el living, esperando su llegada. Estaba nervioso... y no es que fuera mi primera vez. Como humano había disfrutado de todos los libertinajes que se podían, y mujeres nunca me faltaron, pero ella no era cualquier mujer.

Sus inconfundibles pasos, al menos para mí, se acercaban a la casa. Me miré al espejo y arreglé mi camisa. Ella iba a abrir la puerta pero yo lo hice antes.

-Hola - le sonreí como a ella le gustaba. Tenía una extraña obsesión con los hoyuelos que se marcaban en mi rostro al sonreír.

-Hola - me respondió con un atisbo de confusión.- ¿Pasa algo?

Le extendí mi mano de la forma más caballerosa que conocía, gracias a Carlisle, y ella la tomó. La hice pasar.

-¿Emmett? - preguntó un poco nerviosa. No sabía que yo era el que estaba hecho un manojo de nervios...

Tomé su abrigo de los hombros y lo deslicé hasta sacarlo completamente. Ella miró extrañada como yo lo colocaba en el perchero.

-¿Dónde están los demás? - se percató de la ausencia de la familia.

-Salieron - respondí. Me paré por detrás de ella y puse mi mano en sus ojos, impidiéndole ver.

Ella se rió, y yo me enamoré otra vez. No sabía cual iba a ser el límite de mi amor hacia ella, pero al menos estaba dispuesto a averiguarlo.

-Camina, Rose- le instruí.

Ella dudó un momento pero finalmente dio un paso... La seguí, colocando suavemente mi mano libre en su cintura.

El camino a la habitación se hizo eterno. ¿Cómo iba a empezar? ¿Y si ella no quería? Llevábamos tres meses juntos, desde que ella me salvó aquel día.

Los tres meses más felices de mi vacía existencia. Gracias a ella yo había vuelto a reír, y creo que fue mutuo, según lo que me contaba Esme...

-Extiende tus manos y abre la puerta.

Lo habría hecho yo pero mi mano en su cintura había empezado a acomodarse. Rosalie se había convertido en mi necesidad y cada parte de mi cuerpo estaba conciente de ello.

Rose abrió la puerta y yo saqué mi mano de sus ojos. Su mano derecha fue directo a su boca. Mi arte culinario la había asombrado...

-Emmett, ¿tú hiciste ésto? - se dio la media vuelta.

La luz de la habitación la iluminaba de una forma que hizo que cayera en una especie de hipnosis. Me sentí un bobo cuando ella pasó su mano bajo mi pera y cerró mi boca.

-Ahh... emm, si. - respondí muy nervioso. Rosalie soltó una risita.

-Gracias - se puso de puntillas y alcanzó mi boca con sus labios.

Fue un roce sublime pero bastó para volverme loco. Estúpidos instintos neófitos.

Mis dos manos terminaron en su cintura, apegándola a mi cuerpo con apremio. Ella hechó su cabeza hacia atrás soltando el beso. Me arrepentí en el acto. Si iba a hacer ésto bien tenía que demostrarle que podía controlar mis instintos.

-Lo siento - bajé la cabeza, mientras soltaba su cintura.

Rosalie puso su mano en mi mentón y levantó mi cabeza. Tomó mi rostro entre sus manos de diosa y me besó nuevamente.

"Contrólate, contrólate" - me ordenaba a mi mismo.

Pero ella era mi perdición. Sus manos apretaban con fuerza mi rostro y me atreví a colocar mis manos nuevamente al rededor de su cintura.

Entramos en la habitación y cerré la puerta por detrás. Ella me encaminó a la cama.

Caímos sobre ella y los cientos de pétalos que había esparcido. Ninguno cayó sobre el otro, si no que quedamos de lado, fundidos en un apasionado beso.

Rosalie detuvo el beso y me miró con una expresión que no supe definir...¿Miedo? ¿Ternura? ¿Nervio? ¿Amor?

¿Cómo era posible que ella me dijera tanto con la mirada?...

-¡Carajo!, perdóname... No estás lista aún...Soy un idiota. - me comencé a levantar de la cama pero ella me detuvo.

-No... - me miró con temor mientras se mordía el labio - no te vayas.

Rosalie dirigió una mirada furtiva a mi camisa y al segundo su mano estaba en mi botón. Comenzó a desabrocharlos uno por uno, hasta dejarla abierta.

Pasó su mano por mis pectorales y descendió hasta mi abdómen. Arrugué la mano sobre la sábana, sin que ella lo notara.

Rose comenzó a sacarme el cinturón. Mi respiración se volvió un poco más acelerada... Ella me hacía volver a ser tan humano.

Una vez que mi cinturón estaba abierto, ella subió sus manos y sacó mi camisa, depositando suaves besos en mi pecho.

Tomé su mano y la guié al borde de la cama. Ella se paró y yo me senté en la orilla. La tomé de la cintura y la giré, teniendo acceso al cierre del vestido color rosa que le llegaba hasta un poco más abajo de la rodilla.

Lo bajé lentamente, mientras admiraba su espalda de mármol a medida que el cierre me abría paso a la belleza que mis ojos no merecían.

El cierre llegaba hasta la parte baja de su espalda y cuando lo hizo, Rosalie se lo sacó, dejándolo caer a sus pies. El vestido se parecía en algo a mi en ese sentido...

Se sacó los zapatos de taco y se dio la media vuelta. Y fue en ese preciso momento en el que perdí toda mi identidad y cordura.

Ella era la cosa más hermosa que mis ojos habían visto jamás. Su sostén de encaje blanco me llamaba a ser sacado y descubrir el cielo mismo. Su cintura curvilínea jugaba con mis emociones, terminando en unas caderas que eran seguramente mi destino final.

Sus piernas, dos pilares de mármol que sostenían el templo de la belleza misma, eran perfectas y largas...

-Emmett- ella se rió de mi expresión de bobo que seguramente traía. Como no, si estaba presenciandola a ella en ropa interior. Creí haber sentido mi corazón detenerse por segunda vez en mi vida.

La tomé de la cintura y la subí a la cama. La deposité suavemente sobre la almohada... Rosalie se mordió el labio...¿Pero qué quería ésta mujer? Ya me había vuelto loco... No necesitaba hacer nada más, como esas mordidas repentinas...¡Cielos!

-¿Estás bien?... Pareces un poco nervioso. - Al fin lo notó.

-Lo estoy. - confesé.

Ella se rió. Me preguntaba siempre porque era yo el único que veía sus sonrisas. Nunca lo hacía con nadie.

-¿Es tu primera vez o qué? - dijo en tono irónico.

-Bueno.. técnicamente si.

Rosalie me miró extrañada, como si no creyese mis palabras.

-Como humano, me acosté con muchas mujeres...-confesé un poco avergonzado.

Ella frunció el seño.

-Pero no las amaba...- tomé aire - Es la primera vez que hago el amor.

Una amplia sonrisa se esbozó en el rostro de Rose, y sus ojos dorados me miraron con ternura. Deseé no haber tenido los ojos escarlata para haberle correspondido.

Acerqué mi rostro al de ella y junté nuestros labios. Nuestras bocas se unieron en un beso insistente...

Me coloqué cuidadosamente sobre ella y me abrazó con sus piernas, dando inicio a la primera de las mejores noches de mi existencia.