NA: La frase del principio conecta con la del final.


Âmes sœurs


Epilogo.

.

«Un alma gemela es como tu mejor amigo pero más, es la persona en el mundo que te conoce mejor que nadie, es quien te hace mejor persona, en realidad, no te hace una mejor persona… hace que tu lo hagas porque te inspira…
.

Los tiernos piecitos titubearon al caminar mostrando el temor que producía la sorpresa de poder hacer algo nuevo con ellos, temblaron un poco en su mismo eje antes de proseguir andando, con vacilación al principio y decisión y rapidez al final. Como siempre sucedía desde hace apenas una semana.

A pesar de sus cortas piernitas, con asombrosa fuerza el pequeño cuerpo avanzó rápido y tambaleante a un metro de distancia, cayendo de repente, provocando que unas angelicales carcajadas se escucharan e inundaran mi interior dando a mi corazón un apretón lleno de amor.

Abriendo mis brazos hacia él seguí alentándolo para que se levantara como sabía que haría, nunca se dejaba vencer, él era fuerte y decidido, apoyándose con sus manitas cuidadosamente se volvió a poner de pie mostrando una linda curva dibujada en su diminuta boca. Una sonrisa que nunca faltaba en su rostro, una sonrisa ladeada heredada de su padre. Dio rápidos e inestables pasitos hasta el punto de correr torpemente por una línea imaginaria sobre el verde césped y caer al poco tiempo de rodillas, volviendo a soltar una suave carcajada. Suerte que el acolchonadito pañal lo protegía de cualquier golpe que pudiera recibir en su pequeño trasero, de otra manera mi preocupación por verlo lastimado se haría mayor.

Me sentía tan orgullosa de mi bebé, desde que aprendió a ponerse de pie y supo que caminar era lo siguiente, no dejaba de intentarlo, le encantaba estar en el piso, levantarse, dar pacitos y practicar su nuevo descubrimiento. El asunto era que antes de aprender a caminar él quería correr, ¡volar!, lo mejor de todo es que nunca se tiró a llorar al ver que no lo conseguía al instante, era el pequeño más risueño que jamás había conocido.

-Vamos, cielo, tu puedes, ven con mami –seguí animándolo antes de que se levantara y como era ya su costumbre trastabillara antes de caer de bruces sobre mis brazos. Lo abracé fuerte llenando de besos toda su tersa carita provocando un centellar de encantadoras risillas.

-Qué bien se divierten ustedes, y nada que invitan.

La voz de mi esposo se materializó a mi espalda, causando que por instinto volteara a mirar cómo se acercaba hasta llegar a nosotros, sonriendo y deleitándome con su sin igual atractivo. Después de estos años Edward no había cambiado mucho, tal vez quizás lo único nuevo era que ahora parecía un hombre maduro, a sus veintisiete años sus rasgos parecían algo más acentuados y su cuerpo más fuerte que en nuestros años de universidad, aunque el aire juvenil siempre se mantenía presente. Su irreparable cabello broncíneo seguía con vida propia y sus chispeantes ojos verdes cada día reflejaban el amor que sentía por mí y por nuestra familia. Y era completamente mío.

Yo seguía tan enamorada.

Tan feliz…

-Llegaron justo a tiempo. –contesté atrayendo a mi hijo y sentándolo sobre mi regazo sintiendo como sin perder tiempo tomó una porción de mi cabello para llevárselo a la boca, manía que él tenía.

Volví la vista a mi esposo, un calorcito ya conocido inundó mi pecho al mirar en sus brazos.

Unos ojitos verdes de largas pestañas se iluminaron cuando nuestros ojos se encontraron, el pulgar de su mano izquierda se perdía dentro de su boca y sus deditos de la derecha enredaban mechones del cabello de su papi, al sonreírle movió ansiosa sus piernitas pidiendo de esta manera que me acercara.

Edward besó su sonrosada mejilla antes de bajarla a tierra firme y ponerse de cuclillas para sostenerla, ella se sostuvo fuerte de las solapas de su camisa temerosa a que la soltara.

-Tranquila princesa, no dejare que te caigas, ve con mami –la calmó Edward infundiéndole confianza con sus palabras y mirándola con la devoción que sabía que le tenía.

Y es que a diferencia de su hermano, mi pequeña no se atrevía del todo a andar si sabía que podía caer y causarse daño, podía pararse mientras se sostuviera de algo o alguien, pero le pensaba mucho a la hora de dar algún paso, Edward y yo habíamos acordado alentarla en cualquier situación para que se animara a hacerlo por sí sola, por supuesto que con nuestra supervisión, como hacíamos ahora mismo, solo queríamos que poco a poco fuera perdiendo el miedo y se diera cuenta de todas las cosas que podía descubrir a su alrededor.

Me levanté acortando la distancia que nos separaba, tampoco quería que sus primeros intentos por dar pacitos se vieran frustrados por mí.

-Ven aquí cariño, yo se que puedes hacerlo –hincada y estirando mi brazo hacia ella noté su indecisión, seguí infundiéndole palabras cariñosas hasta que después de un minuto su cuerpo se relajó y con suma calma movió una de sus piernitas, con suavidad Edward fue despegando sus manos de ella sin que se diera cuenta, se tambaleo un poco pero logró dar el siguiente paso sin caer, al percatarse de que podía hacerlo prosiguió con mucho cuidado por su camino, Edward y yo sonreímos emocionados, cuando estaba por dar su cuarto pasito se tropezó con sus propios pies, mis sentidos alertas reaccionaron, los centímetros que ya nos faltaban se cerraron cuando la atrapé con mi brazo libre y la atraje feliz a mi pecho.

-Te tengo -uní mi nariz con la suya dándole un besito esquimal- , eso estuvo muy bien cielo, pronto serás toda una experta. –con uno de sus puñitos frotó su parpado derecho mostrándome con esto lo cansada que estaba por haber ido de compras.

-Claro que sí, mi princesa tiene a quien sacarle. –Edward le dio un beso en la coronilla y después llevó la mano para apretar la mejilla de su hijo y besar su frente –Hola pequeño torbellino, tu pronto aprenderás a volar.

Haciendo alusión a su apodo movió tanto manitas y piernas sobre mi regazo contento por la atención que estaba recibiendo de su padre.

Sin darme cuenta mi marido cubrió mi sonrisa con sus labios regalándome uno de sus magníficos besos. Abrí mejor mi boca dándole un mejor acceso hasta que un leve jalón en mi cabello me hizo despegarme.

-¿Otra vez con lo mismo campeón? –mi esposo se dirigió a Dani quien aun sostenía fuertemente mi mechón de cabello- ya habíamos acordado que los dos compartiríamos a mamá.

-En realidad creo que el único que estuvo de acuerdo fuiste tu amor, -divertida suspiré de alivio cuando tomó en brazos a su pequeño contrincante, amaba sentir la calidez de mis dos bebés, pero a veces necesitaba de una ayudita- él solo balbuceó palabras inteligibles en lo que tú le decías una sarta de cosas que para él no tienen sentido.

-Entre hombres nos entendemos. –concluyó riendo a la par que nuestro hijo al momento de levantarlo una y otra vez por los aires.

-Sí, sí, lo que tu digas –rodé los ojos satisfecha de ver el cariño que profesaba por sus hijos.

Nuestros bebes eran unos niños muy inteligente, a pesar de sus cortos nueve meses ya eran capaz de hacer que su padre comiera de la palma de su mano, bueno, en realidad eso sucedió desde que mi esposo se enteró que estaba embarazada y Belly fue la primera en dejarse ver en el ultrasonido, en un inicio creíamos que se trataba de un solo bebé hasta que semanas después al volver a hacer el ultrasonido la ginecóloga nos confirmó que estábamos esperando mellizos, casi me desmayo de la impresión y Edward terminó ronco de tanto gritar por la euforia.

Sus abuelos no se quedaban atrás, Charlie, Carlisle, Reneé y Esme los tenían tan consentidos que en algunas ocasiones los acusaba de ser los culpables de los futuros berrinches que pudieran hacer mis hijos, ellos y Edward ya estaban advertidos, aunque no es como que me hicieran mucho caso.

Edward se había vuelto loco de felicidad de saber que tendría a alguien a quien enseñar a jugar futbol. Dani sería un muy buen alumno, con toda esa energía que mostraba tener desde ahora seguro que los deportes serían uno de sus fuertes. Para Edward Belly era la niña de sus ojos, y para ella él era algo así como su superhéroe.

Por eso ahora mismo regresaban del supermercado juntos. Gracias a la presencia de dos bebes, y de mi trabajo como guionista desde casa, el cansancio a media noche terminaba pasándome factura, por lo tanto los domingos muy amablemente mi querido esposo me dejaba dormir unas horas más y se encargaba de los bebés y de las compras para la comida familiar que siempre organizábamos en las tardes.

Un cosquilleo en mi mentón hizo que despertara esa mañana, lo primero que mis ojos soñolientos captaron fue una mata de sedoso cabello broncíneo perteneciente al dueño de esa carita de mejillas sonrojadas que se acurrucaban mucho más sobre mi cuello buscando calor, al no ver a mi princesita al lado de su hermano, ni a mi marido, inmediatamente supe que este día como buenos madrugadores les había tocado ir por la despensa. A veces en lo que yo dormía Edward se los llevaba a los dos si ellos despertaban antes, o iba solo si los tres nos quedábamos dormidos. Era un marido complaciente y un perfecto padre de familia.

Abracé a mi bebé arropándolo en el circulo de mis brazos mientras que su agradable y natural aroma a talcos arrullaba mis sentidos para volver a dormitar un poco en lo que se decidía a despertar.

Una hora después el señor había despertado con su llanto, intentando llamar la atención de su madre que seguía dormida, pues su pequeño estomago pedía ser alimentado, y ni tan pequeño, mi costalito era un bebé muy pero muy comelón, dando tirones al escote de mi camisón intentando descubrir su productor de alimento abrí los ojos antes de que el pobre hombre terminara rojo como una remolacha.

Pequeño bribón, hacía meses que dejé de amamantarlos, pero eso no quitaba que dejara de darles sus tomas de leche, había querido quitárselas por completo pero mis pechos seguían produciéndola y me causaba un gran malestar no extraerla, Edward decía que no me preocupara, que era algo normal que al haber dado a luz a dos bebés la producción fuese en una cantidad mayor, que mi cuerpo todavía no estaba listo para dejar de producirla, por otra parte el pediatra había sugerido también que siguiera proporcionándoselas ya que la leche materna contenía nutrientes esenciales para el crecimiento de los bebés, por lo tanto aunque ya no les daba pecho ellos seguían alimentándose de las onzas que lograba extraer, tampoco quería que se acostumbraran y dejaran de lado la formula, que por cierto tenía la impresión de que les parecía asquerosa, por lo que disimuladamente se las alternaba provocando que hicieran muecas que lograban partirme el corazón. Era yo contra sus pucheritos y ojitos cristalinos.

Entramos a la casa escuchando el gorgoreo de Dani y Belly, en la cocina Gianna el ama de llaves, ya se encontraba acomodando la despensa y preparando el desayuno, en lo que Edward le daba el biberón a Belly me hice cargo de Dani, mientras él se entretenía con mi cabello yo me dediqué a poner la meza y a supervisar que los alimentos estuviesen listos, quería consentir a mi marido ya que los últimos días no estuvo con nosotros, el trabajo lo tenía un poco estresado últimamente, la investigación que realizaba actualmente sobre la célula madre, a pesar de mantenerlo motivado, lo agotaba por las largas horas de desvelo y los días de intensa exploración.

La llegada de dos bebés a nuestra vida volvió nuestro mundo de cabeza, queríamos tener hijos y por tal motivo esperamos hasta que Edward terminó su especialidad en cardiología; claro que aunque nos esperamos, el embarazo nos agarró de sorpresa, antes de eso recuerdo lo atareado que andaba, el cansancio y las pocas veces que nos veíamos durante el día provocaron que en algunas ocasiones llegáramos a discutir cuando nos encontrábamos por la noche debido a lo agotado que estábamos los dos.

Nos reconciliábamos porque sabíamos que las peleas se debían al estrés producido por el trabajo e intentábamos comprendernos y apoyarnos, gracias al cielo ese tiempo ya era pasado, al menos ahora aunque tiene sus consultas en el hospital en el que trabaja con Carlisle, sus congresos fuera del país y sus estudios exploratorios, podemos pasar tiempo de calidad todos juntos.

La verdad es que había sido difícil acostumbrarnos al cambio, dejé de trabajar en la editorial en la que comencé, o no exactamente, al principio pensaba renunciar pues quería ver crecer a mis bebés y no quería alejarme tanto tiempo de ellos, agradezco que mi jefa al comprender mi situación me propusiera trabajar desde casa, todo me lo mandaban a mi correo privado para evitar filtraciones por la red, en casa gozaba de mi propio estudio y también contaba con mi propia asistente que me ayudaba a ir y venir con los documentos importantes de la empresa, la verdad es que no podía pedir mejor trabajo que ese, hacía lo que más me gustaba y a la vez me encontraba cerca de mis pequeños y mi esposo, que aunque se la pasaba yendo y viniendo del laboratorio a la casa, la mayor parte del tiempo terminaba haciendo las investigaciones en su despacho.

Estaba tan orgullosa de Edward, aun siendo joven se había convertido en un excelente y renombrado medico, los reconocimientos adquiridos durante estos años hablaban por sí mismos, él y su padre hacían una mancuerna estupenda dentro y fuera del quirófano.

-Señora, ¿quiere que comience a preparar la salsa de castañas para la ternera de la tarde?

Gianna me trajo de vuelta al presente, acomodé mejor a mi bebé sobre mi cadera antes de contestarle.

-Está bien, después por favor me ayudas a picar las verduras para el asado.

Asintió antes de ayudarme a colocar el ramo de lirios recién cortados en un jarrón sobre la meza que ya se encontraba lista, el comedor siempre olía riquísimo ya que me encantaba que mi familia comiera en un ambiente agradable, me gustaban mucho las flores, el jardín estaba repleto de un sinfín de diferentes especies. Fue inmensa mi sorpresa cuando después de nuestra luna de miel, Edward me trajo directo a esta casa, se suponía que en lo que buscábamos un lugar estable viviríamos en un departamento, pero lo que yo no sabía es que mi marido ya había comprado una propiedad en Shelter Island, la finca se encontraba a algunas millas de la casa de mis suegros, por lo tanto ellos eran felices de cuidar a sus nietos cuando Edward y yo teníamos que salir a alguna parte, y ni que decir de Lizzy, era la niña más feliz de tener a sus sobrinitos cerca.

Nunca pensé que llegaría a vivir en un lugar tan bonito como este, Edward dijo que era su regalo de bodas para mí porque sabía cuánto amaba ir a casa de sus padres y sentir la brisa y arena del mar, ahora teníamos nuestro propio paraíso en el que los niños podrían crecer libres y seguros, además de rodeados de naturaleza y en un hogar acogedor, no podría imaginar mejor regalo que este. Mi familia era lo más importante para mí y quería lo mejor para ella.

Después de un rato, Edward acompañado de mi bebita colocó la sillita doble portable que vibraba y acomodó a una soñolienta Belly, hizo lo mismo con Dani, quien no quería soltar una parte de mi cabello de sus deditos, a los dos les di su chupón para que se entretuvieran, estaba segura de que gracias al masaje que les proporcionaba la sofisticada silla terminarían dormidos en su lugar. Nos sentamos a comer hambrientos al mirar el suculento desayuno que teníamos enfrente, waffles, tocino, huevos, fruta, jugo de naranja, leche y café. El desayuno preferido de mi amado esposo.

-¿A qué hora tengo que ir por Charlie y Reneé al aeropuerto?

Desde hace meses que mis padres querían venir a vernos, perdón, querían venir pero a ver exclusivamente a sus nietos, por alguno que otro percance no se había dado la oportunidad, sin embargo las ganas de ver a mis pequeños eran muchas ya que la última vez que estuvieron cerca de ellos fue en su nacimiento y hoy domingo era día de reunión familiar, mañana era día festivo e iban a aprovecharlo.

-Según me dijeron, a las tres y media, ¿estás seguro de que no quieres que te acompañe? –si seguía cansado yo podría manejar o ir sola.

-Seguro mi vida, voy por ellos sin problema -pasó un mechón de mi cabello tras mi oreja, sus refulgentes ojos verdes se notaban revitalizados a diferencia de ayer en la noche que llegó-. Amor, hace un rato llamó Esme para decirme que Alice y Jasper vendrían a la comida también.

Dejé el tenedor a mitad de camino. Esa era una excelente noticia, aunque algo extraña.

-¿Ya regresaron de sus vacaciones?, - pregunté frunciendo el seño- tenía entendido que volverían a fin de mes.

-Lo sé, mi madre también creía eso –se encogió de hombros antes de dar un sorbo a su jugo de naranja y pasar su lengua por su labio inferior saboreando una gota derramada. Mis ojos embelesados no se movían de esa escena.

Inmediatamente un estremecimiento recorrió mi estomago, mandando un conocido cosquilleo por diferentes zonas de mi cuerpo.

-Bella, ¿cariño, pasa algo? –si amor mío, pasa que pasen los años que pasen está sensación de deseo cada vez que te miro nunca podrá desaparecer de mi sistema.

Me incliné hasta él y con una mano en su cuello lo jalé hasta mí, besé su boca sintiendo el característico sabor a naranja, solté un suspiro cuando su lengua acaricio la mía haciéndome soltar un gemidito.

Su mano comenzó a bajar hasta quedar prendida de mi pecho. ¿Qué se podía esperar después de haber estado sin mi esposo por los anteriores dos días?, él había tenido que ir a un congreso y apenas ayer en la noche había regresado, cansado y con ganas de dormir. Era comprensible que los dos estuviésemos tan necesitados. Su mano inquieta abrió el primer botón de mi blusa dejando a la vista el encaje del borde de mi brasier, un pequeño lloriqueo llegó de pronto haciéndonos separar de un brinco.

-¿Anabella tu también? –Edward la miró afligido. El chupón de mi pequeña se encontraba sobre su regazo, su boquita hacia pucheritos y sus ojitos se llenaban de agua.- Princesa, era solo un pequeño besito entre mamá y papá. –le dijo, prácticamente excusándose con su hija.

Mi nena solo se le quedaba mirando a su padre con carita de dolor. Cabe destacar que no era por haber visto la muestra de afecto de sus padres, sino porque la fuente de su distracción se le había caído. Dani aun seguía entretenido, por eso no hacía ningún ruido, bueno, digamos que él era otra historia. Anabella era toda tranquilidad y sonrisas, mientras que Daniel mantenía un temperamento digno de reconocer, eran tan diferentes de carácter y tan parecidos físicamente, salvo por el cabello de Belly que era un poco más castaño que el cabello broncíneo de Dani, aparte de eso, ambos tenían los ojos verdes de su padre y unos cachetitos sonrosados sobre esa piel tan suave y blanca parecida a la porcelana.

-Creo que tus hijos tienen a quien sacarle lo celoso –sonreí divertida de ver como se hacía el desentendido, nunca lo iba a aceptar-. Toma cariño, no pasa nada, ya está -volví el chupón a la boquita de Belly quien contenta lo aceptó.

-Esta noche tú y yo tenemos una cita, –cambió de tema regresando a su desayuno, acaricie su mejilla imaginando lo desesperado que estaba- en nuestra habitación. Te extrañé mucho.

Me estremecí de anticipación.

-Solo fueron dos días. –besó la palma de mi mano antes de que me dejara retirarla.

-Pueden ser solo un par de horas e incluso minutos y yo ya te estoy extrañando. Quería regresar con ustedes luego de haber llegado al hotel y sentir el vacio y silencio de esa habitación.

Lo comprendía, me pasaba lo mismo cuando no estábamos cerca.

-Lo sé mi amor, me sentía de la misma manera antes de irme a dormir, mi único consuelo era tener a nuestros pequeños conmigo. –solo de recordar se me oprimía el pecho, estaba tan acostumbrada a su abrazo protector cada noche que cuando él tenía que salir me costaba un poco conciliar el sueño.

-La próxima vez nos vamos todos juntos. –apremio asintiendo para dar énfasis a su idea.

-Esa voz me agrada. –sonreí complacida.

Al terminar de desayunar Edward se fue a su despacho a trabajar un rato, Gianna me ayudó en la cocina a preparar la comida para la tarde en lo que los niños tomaban su siesta. Haría solomillo de ternera en salsa de castañas, para preparar dicho platillo se tenía que anticipar la coerción desde horas antes, sazoné la carne y la mariné en la deliciosa salsa, era un gustó para mi cocinar, moverme en mi gran cocina con parrilla, plancha y estufa de acero, era inevitable no preparar cualquier tipo de receta aquí, además que me servía de distracción y pasatiempo.

Para acompañar dicho platillo como perfecta guarnición, picamos pimientos, zanahorias, chayote, tomate y pepinos para después ponerlos a la parrilla con un poquito de aceite de olivo, olía delicioso, y ni que decir de las patatas rellenas que ya se cocían en el horno.

Unos brazos firmes y conocidos rodearon mi cintura.

-Mmmhmm… huele exquisito –susurró en mi oído recargando el mentón sobre mi hombro- no solo huele, se ve delicioso.

Quien olía delicioso era él, se había duchado y su piel fresca contactaba con la mía.

-Parece ser que toda la familia vendrá, –lo miré robándole un besito rápido- tenemos que celebrarlo, no todos los domingos pasa eso.

De reojo vi salir a Gianna por la puerta francesa que daba a la terraza del jardín donde sería la reunión, llevaba los manteles y servilletas yo creo para entretenerse y darnos un poco de intimidad.

Los labios de Edward hicieron un recorrido por toda la base de mi cuello, dio unos mordisquitos al mismo tiempo que uno de sus dedos se introducía por entre el espacio de los botones en mi blusa, contuve el aliento en mis pulmones al sentir como su dedo travieso creaba círculos cerca de mi piel.

Con mucho cuidado y gran esfuerzo de concentración seguí picando la carne, el queso, jamón de pavo y piña, para las brochetas que haría para mis sobrinos.

-Me encantaría seguir con esto, pero… -retiró los dedos dejándome con ganas de más y con un mohín en la cara, antes de abrazarme fuerte y soltarme por completo- ¿te has dado cuenta de la hora que es?, tengo que ir al aeropuerto por mis suegros.

Se me había ido el tiempo volando. Lo dejé irse apurándome con lo último, lo bueno es que ya casi tenía todo listo, ahora lo único era que mis hijos y yo nos pusiéramos guapos. Dejé a Gianna al pendiente del horno en lo que yo subía a arreglarme con mis pollitos. Duché a los dos en su bañera y mientras se entretenían con sus juguetes dentro del agua rápidamente me metí a la regadera, observándolos sentaditos intentando morder cada uno una estrella y un patito de hule, disfrutaban mucho pasar tiempo en el agua, a veces lloraban cuando Edward y yo los sacábamos.

Una hora después los tres bajábamos impecables las escaleras, uno en cada uno de mis brazos, mis dos costalitos se veían hermosos, Dani como siempre creyendo que mi cabello era comida y con su traje de marinerito, y Belly con el pulgar en la boca y con su vestidito en conjunto a la vestimenta de su hermano, el diminuto moñito en su cabello le daba un toque extra adorable; por mi parte llevaba una falda de mezclilla y una blusa strapless azul marino con unos coquetos holanes bajando por mi busto, era domingo y necesitaba un poco de comodidad ante todo.

-¡Oh Dios mío, pero miren a quienes tenemos aquí!

Instantáneamente sonreí al escuchar a mi madre, quien venía entrando al vestíbulo con un Charlie y un Edward pisándole los talones y un par de maletas siendo arrastradas por ellos.

-Mamá, papá, que bueno que ya están aquí. –contenta fui a su encuentro, rápidamente Reneé nos besó a los tres en la frente, dándonos un suave y confortable abrazo.

-Mira a mis nietos Charlie, están grandísimos y siguen tan hermosos como siempre, ¡oh cariños míos, vengan con la abuelita! –tomó a ambos bebés en sus brazos y repartió besos sin parar- cuanto los he extrañado mis cielos.

-Hija, estás hermosa. –Charlie me abrazó fuerte meciéndome de un lado a otro, yo igualmente era feliz de que se tomara un respiro del trabajo y estuvieran aquí- La maternidad te sienta de maravilla.

-Oh, papá, gracias, que bueno que se hayan decidido a venir por fin.

-Esperamos no ser una molestia. –se separó de mi y sin resistir más se fue directo a hacerles cariños a mis hijos- Hola muñequita, que grande estás. –mi hija al ver el bigote de Charlie lo retuvo entre sus deditos, mi padre la cargó por temor a que se lo jalara- Campeón cuanto has crecido, vas a ser todo un rompe corazones. –despeinó el cabello de mi hijo, que intentaba llevarse a la boca el cabello de Reneé, lástima que el suyo era corto.

-Papá deja de meterle ideas a Dani, apenas y es un bebé.

Edward con una sonrisa divertida en los labios vino a mi lado pasando su brazo por mis hombros, por instinto me abracé a él disfrutando del momento.

-Ajá, entonces señora Cullen, ¿Quién es la celosa en esta relación? -cuestionó burlón, le saqué la lengua juguetonamente logrando que riera aun más- No es ninguna molestia, Charlie, Reneé, saben que son bienvenidos por el tiempo que deseen.

-Muchas gracias Edward. –respondió papá sin dejar de hacerle muecas graciosas a Belly y Dani, quienes soltaban uno que otro ruidito en forma de risa y movían brazos y piernas efusivos por la atención.

-¿Podrías ayudar a Charlie a llevar las maletas a la habitación en la que se van a quedar?

-Claro que sí amor. –Edward frotó su nariz en mi cabello antes de dar un beso sobre él- Por cierto, te ves espectacular, ya quiero que sea hora de ir a dormir.

Mis mejillas se tornaron rojas, tenía entendido que lo último que haríamos sería dormir. O al menos ese era el plan. Esperaba que mis padres no hayan oído su comentario, aunque lo dudaba, seguían abstraídos con sus nietos.

Edward y Charlie subieron a dejar las maletas, Reneé y yo junto con los niños nos fuimos a la terraza, mi madre se sentó con un bebé en cada pierna esperándome mientras iba por su sillita a la cocina. Los acomodamos dándoles sus juguetes, tiempo después Charlie y Edward entraron y los dejamos a su cuidado.

Verifiqué que todo estuviera en orden, comenzamos a llevar botana a la meza, el sol salía y de a poco se ocultaba nuevamente entre las nubes, con un clima templado como este se antojaba un rico vino, por lo tanto llevé el reposa vinos con hielo y algunas copas. No podía tomar mucho pero al menos le daría un sorbito a la copa de mi marido.

A las cinco en punto el timbre sonó, Gianna se encargó de ir a abrir la puerta y a los pocos minutos apareció Lizzy.

-¡Bellaaaaaa!

Un bólido color rosa llegó de lleno hasta mí. Con una carcajada me agaché y abracé a mi cuñada de diez años. De esa niña insegura de tres añitos no quedaba ya nada, Lizzy había cambiado mucho y para bien, ahora era una niña segura de sí misma y muy perspicaz, su cabello lacio y castaño en esta ocasión venía hecho un perfecto moño en lo alto de su cabeza, sin ningún cabello saliéndose de su lugar, sus ojos azules de largas pestañas mostraban alegría y la sonrisa de su boca era más grande y resplandeciente que nunca.

-¡Oh, corazón, se te ha caído otro diente! -contenta sonrió aun más.

-Sip, no le digas a nadie pero sospecho que mi papá es amigo del ratón de los dientes, –me susurró bajito- espero que esta vez aparte de monedas me traiga una muñeca. ¿Ya viste mi nuevo tutú? –risueña se dio una encantadora vuelta mostrándome el lindo vestido de ballet que traía puesto, sabía que tomaba clases, toda la familia habíamos asistido a algunas de las presentaciones de su escuela y era realmente un bello cisne, ella poseía el don para moverse con elegancia sobre el escenario.

-Es hermosísimo, y ¿sabes qué?, yo sospecho que Edward también es amigo del ratón de los dientes, podrías decirle como es la muñeca que quieres para que le pase el dato al ratón, ¿no crees?

-¡Si, esa es una buena idea Bella! –dio saltitos emocionada- ¿Dónde está mi hermanito?, ¿Dónde está Belly?, ¿Dónde está Dani?, ¡quiero jugar con ellos!

-Están en el jar…

No terminé la frase porque como una veloz flecha salió corriendo al jardín.

-Hola, hola. –Esme apareció trayendo consigo un recipiente, cariñosa como solo ella me dio dos besos en cada mejilla- Disculpa la tardanza querida, tuvimos que pasar por Lizzy a sus clases de ballet. Traje el postre, tiramisú y helado de vainilla.

-Helado de vainilla, listo para ser devorado –Carlisle con su característico carisma llego a nosotras dejando en la barra la cubeta de helado, me saludó con un afectuoso abrazó antes de que los tres fuéramos a encontrarnos con los demás.

Entre saludos y abrazos se comenzó a formar un ambiente lleno de entusiasmo, mis padres y los de Edward se llevaban muy bien. Conversábamos entre todos llegando mis hijos a ser el centro de atención, nadie podía dejar de hacerles mimos. Rose, Emmett, Seth y Bree no tardaron en llegar, los primeros con su par de princesas y los segundos muy embarazados. A Bree solo le faltaban tres meses para dar a luz, era su primer bebé y aun no sabían que nombre ponerle.

Por otra parte, Amanda de cinco años era la hija de Rose y Emmett, una niña lindísima de cabello rubio y grandes ojos grises que los había sorprendido al venir a este mundo, era de esperarse, no es como si fuesen la pareja más sería y recatada aquí presente. Catherine era su hija menor de tres años, con el cabello de un rubio obscuro y brillante casi llegando al castaño de su padre y los ojos azules de su madre. Emmett bromeaba diciendo que amaba a sus pequeñas pero que no descansaría hasta dar en el blanco y encontrar al hombrecito que viniera a cuidar de sus tres mujeres.

Pensamiento similar al de Edward, que ya me había avisado que quería más hijos dentro de un par de años. Hombres, hombres, hombres…

-Tío Edward, tía Bella, Cathi y yo hemos traído un regalo para los bebés –Amy con su dulce vocecita llevó una caja de cartón hasta donde estábamos Edward y yo, tras ella su hermana rebotaba emocionada con su oso en brazos.

-Nena, no tenían por qué molestarse, -cariñoso mi marido besó su coronilla antes de poner la caja sobre su regazo-. Muchas gracias, seguro que a sus primos les encantará.

-Papi dice que amadas muuusho a Buddy tío Edwad. –Cathi rió cubriendo su boquita.

Miré a Rose preguntándole con la mirada a que se refería mi sobrina, con un encogimiento de hombros hizo como si no supiera.

Intrigada por saber de lo que hablaba quité la tapa de la rectangular caja, mis ojos se abrieron como platos, la cara que puso mi esposo al ver lo que se encontraba dentro no fue mucho mejor, parpadeó como cinco veces quedándose completamente quieto.

Ahí acostadito descansaba un precioso cachorrito Jack russell terrier, blanco con algunas manchas cafés en sus ojos, orejas, lomo y cola. Al percatarse de que era observado abrió sus grandes ojos avellanos y movió su colita de un lado para otro, era demasiado tierno. A Edward no le gustaban los perros por lo tanto nunca le propuse tener uno ya que sabía su respuesta de sobra, pero aprovechando que mis lindas sobrinas nos regalaban uno…

-¡Qué lindo! –Lizzy se acercó a mirar y tocando sus mejillas abrió su boca en una perfecta O. -¿Mamá, papá, podemos tener uno también?, -se giró hasta Esme y Carlisle, este último se encontraba entre la espada y la pared- por favor, por favor.

-Por mí no hay problema cariño, ¿tú qué dices Carlisle?, anda dile algo a tu hija -Esme rio disimuladamente disfrutando de ver como su hija arrinconaba a su esposo.- Sería estupendo que Lizzy tuviera una mascota con quien jugar.

De sobra era sabido que la 'aversión' que los hombres Cullen mantenían por los perros era algo compartido, pero yo haría que eso cambiara, no permitiría que mi hijo en un futuro se reusara a no estar cerca de uno.

-Este, um, ya veremos hija –respondió con indecisión a Lizzy- ¿Qué tal un conejo?, son más limpios y no suelen enfermarse tanto.

-No papá, un perrito, por favor. –batió sus pestañas persuasiva, pequeña manipuladora hermana de Alice.

-¿Y tú hijo?, ¿aceptaras el cachorrito? Deja de ser tan cascarrabias como tu padre y dale el gusto a Bella, a leguas se nota que quiere que se queden con él.

Rose y Emmett reían al mirar la escena, Edward y Carlisle, en plena batalla por aceptar o no un perro. Bien planeado que lo tenían.

-Edward amor, mira que precioso está, vamos a quedárnoslo, por favor –Lo miré con la carita de borreguito abandonado de la cual ya era experta gracias a Alice. Que no se diga que no hice mi esfuerzo por quedarnos al animalito.

Edward miró con los ojos entrecerrados a Emmett quien no paraba de reír, obviamente esto había sido una idea suya para molestar a mi esposo.

-Bella, sabes que no me gustan los perros, huelen mal y tienen pulgas, no quiero que mis hijos se vayan a enfermar. Además no hay quien se haga cargo de él.

-No va a oler mal ni mucho menos a tener pulgas si lo bañamos y vacunamos, Gianna y yo nos haremos cargo, por favor –para convencerlo rematé dándole un tierno beso en los labios.

Si nos quedábamos con el cachorro sabía que él también le tomaría cariño, era demasiado piadoso como para no atender a alguien pequeño e indefenso.

-Por favor tío, -pidió Amy uniendo sus manitas- así Dani y Belly tendrán con quien jugar.

-Edward… -le supliqué con la mirada.

-Papito, por favor –se unió Lizzy pidiéndole otra vez a Carlisle.

-De acuerdo, mañana vamos por la tienda de mascotas por el dichoso perro –mi suegro resignado suspiró dejando que su hija le diera un tierno beso en agradecimiento, Esme le sonreía asintiendo.

-¿Ves Edward?, tu padre puede aceptar vivir con un perrito y tú te niegas, ¿Qué te cuesta? –indignada fruncí el ceño.

-Está bien, está bien, nos quedamos con el perro. –rodó los ojos antes de bajar la caja al suelo y cruzar los brazos enfurruñado.

-¡Sii! –las niñas y yo exclamamos triunfantes. Besé su mejilla apretujando mis labios en ella induciéndolo a que dejara el mal humor y riera, cosa que después de unos segundos conseguí.

Las niñas jugaron con Buddy corriendo por todo el jardín, ya podía imaginar a mis hijos uniéndoseles persiguiendo al perrito riendo y llenos de tierra. Suspiré recargándome en el hombro de Edward, -que al sentirme cerca pasó su brazo por mis hombros besando mi frente mientras platicaba con Carlisle sobre los avances de su investigación-, era un lindo futuro que se vio interrumpido por el gruñido de mi estomago.

-¿Están seguros de que Alice y Jasper vendrán? –preguntó Edward pues ya era un poquito tarde y todos nos estábamos muriendo de hambre.

-Alice me llamó en la mañana diciéndome que ya estaban en su casa, debió de presentárseles un contratiempo –Esme se comenzaba a preocupar.

-¿Al ya está aquí?, la última vez que hable con ella me dijo que para estas fechas probablemente andarían por Paris. –comentó Rose mirándome pensativa, a mi me había dicho lo mismo, era raro que de pronto cancelara su viaje si se suponía que mañana sería ese evento que había estaba esperando desde hace tiempo.

Alice constantemente viajaba, era diseñadora y tenía su propia línea de ropa, por su trabajo muchas veces la invitaban a diferentes eventos importantes de moda, Jasper a pesar de tener su bufet de abogados, en cada oportunidad que tenía la acompañaba, se amaban mucho y no podían vivir el uno sin el otro.

-Creo que todos teníamos entendido eso, será mejor que le llame para ver si están bien –tomé mi teléfono de la meza y me disponía a buscar su nombre cuando una voz conocida nos sorprendió a todos.

-¡Familia, ya estamos aquí!

-¡Alice, Jasper!, me tenían muy preocupada chicos –Esme fue la primera en levantarse a saludarlos, después le seguimos los demás, desde hace un mes que no los veíamos, era increíble tenerlos aquí, y más hoy que todos estábamos reunidos.

-Lo sentimos por llegar a esta hora, pero a Alice se le antojaron las fresas con crema y pasamos a comprarlas. –los dos se veían tan enamorados, el abrazo que compartían era lleno de cariño, los ojos de Alice brillaban como nunca antes y la sonrisa de Jasper casi le llegaba hasta las orejas.

Esperen un segundo, aquí pasaba algo…

-OH, POR DIOS, ALICE. –Esme se llevó las manos a la boca atando cabos, Rose, Bree y yo miramos a nuestra amiga abriendo la boca a punto de saltar de emoción.

-Familia, Jasper y yo… -se abrazaron más fuerte dejando sorprendidos al resto de hombres que hasta hace unos segundos no sabían ni qué rayos pasaba- ¡Estamos embarazados!

-Mi pequeña Alice, no lo puedo creer, un nieto más, cada día me hago más viejo –Carlisle fue el primero en hablar y felicitar a su hija, la abrazó acariciando su cabello hasta que Esme lo hizo a un lado con lagrimas en los ojos para felicitarla también.

-Ya te estabas tardando amigo, los chicos y yo pensábamos que… -Emmett no terminó pues fue interrumpido por el jalón de orejas que le dio Rose.- Era broma, era broma, felicidades hermano.

Edward con añoranza abrazó a su hermana, él la seguía viendo como la pequeña niña a la que solía proteger, ahora ella se convertiría en madre y él no podía estar más orgulloso de verla realizada como mujer.

Besos, abrazos y muchos en hora buena no se hicieron esperar, Rose y yo contentas por nuestra amiga no dejábamos de abrazarla soltándole un torrente de consejos que iba a necesitar desde ya.

Un poco más tranquilos pero sin dejar de sonreír nos sentamos a la meza a comer, disfrutamos de una rica comida y un delicioso vino, las niñas quedaron encantadas con las brochetas y los adultos con la ternera, los postres desaparecieron en un dos por tres, al terminar Edward y yo nos dispusimos a darles el biberón a nuestros hijos, para después entregárselos a Esme y Carlisle que ya habían estado esperando su turno.

-Princesa Anabella, eres tan bonita, cuando seas grande, tu padre, tu hermano, tu abuelo Charlie y yo, te vamos a cuidar para que ningún granuja se atreva a acercarse a ti –Carlisle arrullaba a su nieta contento de tenerla por fin en sus brazos. Los demás hombres estuvieron de acuerdo a lo que decía.

-Carlisle, cállate, -Esme rodó los ojos antes de hablarle ella ahora a su nieto, que se encontraba jugando con sus piecitos e intentaba alcanzarlos- ustedes no espantarán a nadie a menos que sea estrictamente necesario, ¿verdad cielo?, "si abuelita Esme, mis abuelitos y mi papi son unos celosos de lo peor, pero yo no seré como ellos, te lo prometo". –esto último lo dijo imitando la voz de un bebé logrando que todos en la meza nos largáramos a reír.

Entre pláticas llenas de risa y anécdotas divertidas, Alice nos contó que al enterarse de que estaba embarazada no le importó ningún evento, lo único que quería era venir a contarle a su familia que pronto ella y Jazz serían padres.

Y como mi amiga era una chica sin igual, mandó a Jasper, Seth y a Edward al auto por todas las cosas que había comprado para sus sobrinos. A cada uno de ellos les trajo casi casi un guardarropa entero, mis hijos ya estaban vestidos de aquí a un año, incluso Bree ya no tenía que preocuparse de comprar ropita para su bebé. Amy, Cathy y Lizzy se volvieron locas de contentas al ver todos los regalos que Alice tenía para ellas, a las chicas y a mí nos trajo perfumes, lociones de baño, cremas y algunos lindos conjuntos de diseñador que aun seguían en su bolsa para que nuestros esposos no los vieran. A los varones no les tocó nada porque según dijo en esos días se había peleado con Jasper y por consiguiente estaba enojada con todos los hombres del planeta. Aunque teniendo en cuenta los regalos de nosotras, los hombres disfrutarían de igual manera.

Reímos por sus ocurrencias, Jasper lo único que fue capaz de hacer, fue besarle el pelo antes de mirar al cielo y murmurar "hormonas", ganándose un codazo por parte de su esposa y muchas más carcajadas de todos los presentes.

Siempre le decíamos a Alice que no debía molestarse en tantos regalos, sin embargo esto era parte de su personalidad y hasta uno terminaba llegándose a acostumbrar, Alice era Alice y lo generosa jamás se le iba a quitar.

Fue una tarde que disfrutamos mucho, vimos cuando a pesar de que las nubes intentaban interponerse, el sol se metía por el horizonte del mar y la pasamos estupendamente en compañía de nuestros seres queridos. A las diez de la noche todos se empezaron a ir, Alice debido al viaje y a su embarazo ya no veía la hora de llegar a su cama a descansar, Bree de igual forma, al faltar tan poco para su alumbramiento últimamente se cansaba muy pronto, mis pequeñas sobrinas morían de sueño por lo que no quedó más remedio que el que Rose y Emmett también pasaran a retirarse, Lizzy se quedó dormida en los brazos de Esme siendo ellas y Carlisle los últimos en marcharse. Grandes gotas de lluvia comenzaron a caer del cielo, el aire fresco corrió libre moviendo las hojas de los arboles, ya en la cocina limpiamos y guardamos lo poco que había sobrado de la comida.

-Hija, he convencido a tu padre para que me lleve a bailar, como en los viejos tiempos –la sonrisa soñadora de mi madre se expandió por su rostro- ¿Edward y tu tendrán problema en que volvamos más tarde a su casa?, no queremos molestar.

-Ya te dijo Edward que no es ninguna molestia mamá, le diré que le diga la clave de la alarma y le dé una copia de las llaves a papá para que puedan entrar a la hora que sea que lleguen, tú no te preocupes.

-Gracias hija, ¡esta noche me voy a divertir como nunca! –alocada como solo ella dio aplausos levantándose para ir a arreglarse.

Me gustaba ver que a pesar de los años mis padres aun seguían queriéndose como el primer día, Charlie trabajaba mucho pero cuando se trataba de complacer a Reneé no existía nadie mejor que él.

Después de que se fueran, seguidos por Gianna que también regresaba a su casa antes de que la lluvia se pusiese más fuerte, un poco cansados Edward y yo subimos a nuestra habitación. Buddy me dio un poco de lastima, si bien no veía el problema en que entrara y durmiera en una esquinita, mi flamante y gruñón esposo se negó, era un terco, lo único que pude hacer fue improvisar una cama con algunas toallas afuera a un lado de la puerta para que no estuviese tan solito, aunque era de esperarse que se sintiera así en medio del oscuro pasillo. Al cerrar la puerta solo atinó a mirarme con sus ojitos grandes llenos de miedo y a proferir unos leves y tiernos quejidos parecidos al llanto.

Suspiré a punto de pedirle a Edward que diera su brazo a torcer.

-No, no y no, Bella, ya acepté que nos quedáramos con él, no me pidas que también lo dejé dormir cerca de mí. –acomodó mejor las grandes almohadas que rodeaban a los niños en la cama antes de agarrar su pantalón de pijama y encaminarse al baño.

-No es como si fuese a dormir arriba de la cama contigo Edward, -lo seguí con la esperanza de poder convencerlo- es solo un cachorrito, se sentirá solo allá afuera.

-Está al otro lado de la puerta, no es como si yo fuera el ogro que lo deja en el jardín en medio de la lluvia. –terminó de desabrocharse la camisa y al ver mi ceño fruncido suspiró y rodeo mis caderas con sus manos acercándome a su cuerpo y apoyándome en el lavabo- No hay que discutir por esto ¿sí?, el perro está bien, y si mal no recuerdo tu y yo teníamos planes.

Dio a mi boca pausados besos, su táctica de persuasión y distracción poco a poco cobraba vida, sus labios fueron bajando de mi cuello hasta mi hombro desnudo, con las piernas a punto de convertirse en gelatina me sostuve de su duro pecho, un poco perdida por lo que sin esfuerzo lograba hacerme.

Era tan fácil olvidarme del mundo exterior cuando él hacía estas cosas conmigo, sin embargo no podía dejarme llevar justo ahora.

-Tengo que darle de comer a los niños –murmuré reacia sobre su boca, percatándome de cómo su mano se colaba por debajo de mi blusa.

-Muy bien, –resignado me dio un último beso y se alejó un paso- me baño y enseguida voy a ayudarte.

-Ogro gruñón sin corazón. –murmuré recordando otra vez al pobre cachorrito.

Puso los ojos en blanco negando suavemente con la cabeza. Terminó de desvestirse y entró a la regadera. Para despejarme un poco abrí la llave del lavabo y me lave la cara.

Cambie a mis pequeños con sus respectivas pijamas y me dispuse a acomodarme en la gran cama para maniobrar un poco y darles su biberón al mismo tiempo, Edward no tardó en aparecer, sonrió al ver cómo mientras comían, Dani y Belly jugaban con sus piecitos, no le hice mucho caso, estaba enojada por su actitud tan egoísta.

Todavía podía escuchar los leves lamentos del pequeño animalito allá afuera.

-¿No me vas a hablar? –escenificó un puchero marca registrada Cullen, siempre hacía eso cuando quería ser perdonado, pero esta vez no le resultaría.- Bella, amor por favor…

-Procura que se terminen su leche, les sacas el aire a los dos, los duermes y los llevas a su cuarto, enciendes el intercomunicador y dejas la lamparita prendida. –le di instrucciones de manera monótona y besé cariñosamente la frente de mis hijos –Dulces sueños amores.

Lo dejé a cargo y me levanté para ir a bañarme.

Después de relajarme al sentir la deliciosa sensación del agua tibia sobre mi piel me sequé a conciencia, por mis arranques sulfúricos hacia Edward olvidé traer conmigo ropa para dormir, pero las bolsas que me dio Alice aun seguían sobre el estante, me encogí de hombros y saqué lo que había dentro de una, abrí los ojos impresionada por el baby doll negro a juego con su pequeña braguita, un pedazo de tela casi transparente que no dejaba nada a la imaginación.

Medité la situación, no era tan malo, de hecho el conjuntito era lindo y sexy, quizás con esto podría darle una lección a mi muy antipático marido, con una sonrisa perversa me vestí, lavé mis dientes, me cepillé el cabello y humecté mi piel con mis cremas nocturnas con olor a fresa, me miré al espejó satisfecha con el resultado, pasé los brazos por mi albornoz de seda y salí con mi posé de absoluta indignación.

Edward venía entrando, vi como Buddy asomaba su pequeña cabecita por entre la puerta antes de que esta fuera cerrada por el ogro, levanté el mentón ofuscada e hice a un lado las mantas del lado de mi cama, él apagó las luces y yo encendí la lámpara de noche de mi buró dejando que una tenue luz nos embargara, como si nada abrí mi albornoz y lo dejé caer lentamente hasta el piso, por el rabillo del ojo observé como tragaba saliva dificultosamente, me subí a la cama regalándole una muy buena vista de mi trasero y me acosté dándole la espalda arropándome con la sabana. La tensión rebosaba en el aire.

Al poco rato un peso se situó a mi lado, el calor del cuerpo de Edward lo sentía a pulgadas, se metió bajo las sabanas acercándose hasta quedar a nada de que nos rozáramos, me mantuve quieta, una mano de largos y esbeltos dedos se coló por mi cadera recorriendo todo mi muslo hasta llegar y detenerse en mi vientre desnudo.

Se amoldó por completo a mi figura y ni lenta ni perezosa sino hambrienta, su boca comenzó a pasear húmeda por todo mi cuello, su rodilla se abrió paso entre mis piernas para filtrase entre ellas ocasionando que su cuerpo envolviera al mío sin dejar de acariciarlo.

-Por favor, no te enojes conmigo… –murmuró quedito suplicante besando mi oreja, su mano subió y comenzó a trabajar en la parte superior de mi cuerpo, provocando que apretara los labios para no dejar entrever mi disfrute- te prometo que mañana mismo voy y le compro una casa al cachorro para que tenga donde dormir, lo llevare a que lo vacunen, lo bañare, le comprare una correa para sacarlo a pasear. Lo que tú quieras, pero por favor Bella, háblame.

Inmóvil no articulé ni una sola palabra, eso era lo que quería, que dijera cosas que después lo obligaría a cumplir. Lo conocía como la palma de mi mano, él tenía sus maneras de persuadirme, pero yo tenía mis maneras de sonsacarlo.

-¿Amor?, -se sostuvo sobre su codo y con un poco de resistencia al principio de mi parte al final consiguió moverme y dejarme bocarriba- mi vida… -todavía quieta quise ver qué era lo que iba a hacer, se subió sobre mi procurando no hacerme daño y acaricio mis mejillas pegando nuestras frentes- discúlpame si te hice sentir mal ¿sí?, no fue mi intención, sabes que no me gustan los perros y…

-Solo es un pobre e indefenso ser, Edward, no puedo creer que seas tan cruel con él.

Inhaló hondo dejándome apreciar su aliento fresco a menta, unas ganas tremendas de besarlo se apoderaron mi.

-De acuerdo, intentare llevarme bien con él.

-Con Buddy, -recalqué- se llama Buddy.

-Sí, con Buddy, intentare llevarme bien. –me dio ternura lo honesto que estaba siendo, sus ojos esmeraldas me lo decían también.

-¿Lo prometes?, mañana tienes que cumplir con todo eso que dijiste –soltando todo mi encantó subí mis manos hasta su nuca donde acaricie su sedoso cabello masajeando su cuero cabelludo como sabía que le gustaba.

-Pequeña manipuladora. –rió succionando mi labio inferior- Lo prometo, prometo hacer todo eso que dije, ahora por favor déjame quitarte esa ligereza que llevas encima para apreciar la deidad que es tu cuerpo.

-¿Deidad después de un parto doble? –levanté mejor el cuello dándole mayor acceso.

Su mano levantó la transparente tela y subió decidía acariciando todo a su paso.

-Entonces es doblemente una deidad. –besó profundamente mi boca terminando así con toda conversación por ahora.

Besos, caricias, susurros con palabras cariñosas, mimos y el dejarte llevar junto a la persona que amas no tiene precio, pierdes la memoria del pasado y de lo que esperas en el futuro, sientes y vives el instante como una nueva experiencia, como si cada roce de nuestras pieles fuese un nuevo recuerdo, las horas te envuelven y pierdes la noción del tiempo, explotas y te dejas ir por el precipicio…

Con una alta exhalación caí desplomada sobre la cama, mi respiración era agitada y por más que quería los gemiditos que quería reprimir aparecieron otra vez al sentir cierta caricia húmeda, ya sabía lo que se venía, siempre que terminábamos ocurría, el cabello de Edward me hacia cosquillas y no sabía si reír o llorar de satisfacción.

-Eres un glotón pervertido, vas a dejar a tus hijos sin comer. –dije acariciando sus mechones broncíneos, pasando mis dedos para retirar los que caían por su frente húmeda por el sudor.

-¿Glotón y pervertido yo? –levantó la cabeza sonriendo- solo me gusta verificar que lo que comen mis hijos es realmente bueno para ellos.

-¿Y lo es? –pregunté con una ceja arqueada, desde el embarazo había descubierto que los fetiches de mi hombre eran algo raros- No sé quién va a estar más molesto cuando esto se termine, si nuestros hijos o tú, ¿Qué vas a hacer cuando eso pase?

-Dejarte embarazada otra vez –sus ojos brillaron traviesos. Sus labios comenzaron a besar mi clavícula dándome cuenta así del rumbo que pretendían seguir, su lugar favorito en el que le gustaba entretenerse, antes de que alcanzara su cometido alce su cabeza y atraje su boca a la mía sintiendo un sabor diferente en mi paladar, la pasión que emitían nuestros cuerpos seguía presente y podría asegurar que Dani y Belly no despertarían hasta mañana en la mañana o a más tardar en la madrugada, teníamos que aprovechar ya que no todas las noches teníamos bebes cansados y dormilones en casa.

-Te amo, tu y nuestros hijos son lo mejor que me ha pasado en la vida –murmuró quedito pegando su frente a la mía y mirándome directo a los ojos, en su declaración no había más que sinceridad y amor absoluto, no podría ser más feliz con nadie más que con este hombre que me amaba y que me había dado unos hijos maravillosos.

-Y tu eres el mejor esposo gruñón y papá amoroso que pudimos haber pedido. –con el corazón latiéndome a prisa lo abracé fuerte haciéndole saber todo lo que estaba sintiendo en esos momentos.

-Mi mujer maravilla. –susurró dejando un reguero de besos por mis mejillas, raspándome en el camino con su casi incipiente barba.

-Cállate y bésame mister increíble. –demandé volviendo a probar sus labios que aun sonreían.

Un llanto atronador resonó por el intercomunicador sobre la mesita de noche, mi esposo y yo nos quedamos paralizados escuchando como al instante un segundo llanto se unía, resignado Edward se dejó caer en su lado de la cama dando por hecho que nuestra apasionada noche hasta aquí llegaría, yo no pude evitar reírme de él.

Me bajé de la cama y del brazo me lo llevé hasta el cuarto de los niños, se habían despertado por los truenos fuertes que retumbaban gracias a la intensa tormenta, con sus ojitos cristalinos y pucheritos pedían ser abrazados.

Cargamos a los bebés para llevarlos con nosotros y una vez en nuestra habitación, antes de cerrar la puerta dejé que Buddy pasara corriendo al interior, se acomodó contento en el albornoz que aun descansaba en el suelo a los pies de la cama, Edward no dijo nada, me ayudó a acostar a los mellizos en el centro y ambos nos acomodamos a cada lado tarareándoles una nana para hacer que volvieran a su sueño tranquilo, puro y lleno de paz.

Esta era nuestra vida. Una vida que no cambiaría por nada del mundo, a veces era difícil si, pero era más gratificante todo lo que día a día íbamos construyendo.

Era una mujer realizada, tenía una familia maravillosa, un esposo amoroso y unos hijos que amaba con todo mí ser.

¿Qué más podía pedir?, si, de acuerdo, quizás unas horas de tranquilidad. Pero más calma sentía al saber que las personas a las que amo se encuentran aquí conmigo.

-.

…un alma gemela es a quien siempre llevaras contigo, es una persona que te conoce y te acepta, que creyó en ti antes que nadie o cuando nadie lo haría, y no importa lo que pase tú siempre lo amaras, nadie podrá cambiar eso. »

Robert Pattinson.

.

FIN.


Y aquí tienen el ultimo capitulo, ahora si está historia se acabó. Aunque en el cap. anterior ya les di las gracias, no puedo evitar volver a hacerlo, gracias por haber leído esta locura, espero que de verdad les haya gustado y que el epilogo las dejara con un buen sabor de boca, yo no soy participe de finales tristes o alternativos, ya se habrán dado cuenta...

Si les gustó o no haganmelo saber por ultima vez en un Review.

Con esto me despido. Nos leemos, hasta la próxima.

Fa