¡Siento muchísimo la espera! Sé que muchos estaréis desencantados conmigo y enfadados con mi retraso (algo que comprendo totalmente) pero mis obligaciones para con mis estudios me han mantenido alejada de este pasatiempo, no existe otra excusa. A todos aquellos a los que les siga interesando esta historia y a todos los que se han molestado en comentarla, muchas, muchísimas gracias. Espero que os siga atrayendo y, aprovechando las vacaciones, prometo que actualizaré con mucha más regularidad.


¿POR QUÉ NO ME DAS CLASES EXTRAESCOLARES? II


Pin fijó la mirada, por décima vez en la última hora, en el reloj de pared que coronaba la pared de su despacho. ¡Siempre igual! Tenía la impresión de vivir un déjà vu constante.

- ¡Maldita cría! –refunfuñó rabioso por la espera- ¡Debería largarme de aquí y dejarla colgada!

Sabiendo que, pese a sus protestas, jamás podría cumplir con esa amenaza, Arai se levantó de la silla, se desperezó y estiró sus atrofiados músculos. Estaba realmente agotado; llevaba una semana entrenando duro para la competición de baloncesto que tendría lugar, en apenas dos días, entre antiguos compañeros de universidad. Seguro de que ganarían también ese año… no por nada, su equipo contaba con su gran maestría en los deportes y con la indiscutible eficiencia de Tooru. Aún así, su cuerpo necesitaba descanso y, lejos de poder cumplir con unas horas mínimas de sueño, había pasado las últimas tardes dando clases particulares a su alumna más rebelde.

Soltó un suspiro y se aproximó a la ventana para tomar aire. Realmente necesitaba un descanso, pero un descanso sobre todo mental; quizá debiera pedir unas pequeñas vacaciones, ahora que se acercaba el final de curso y de que sus alumnos ya habían sido evaluados nadie le echaría de menos. Se masajeó la cabeza mientras se ensimismaba deleitándose con el efecto que la luz del atardecer ejercía sobre el paisaje de la ciudad. Estaba divagando con unas paradisíacas vacaciones en la playa, con un puñado de hermosas doncellas que atendieran absolutamente todas sus necesidades… la perspectiva le hizo soltar una risita babosa.

- ¿En qué estará pensando ahora el preceptor pervertido? –especuló en voz alta su alumna descarriada. ¿Y ella se atrevía a criticarlo? ¡Llevaba media hora papando moscas por su culpa!

Pin se giró hacia la puerta, sin molestarse en disimular su disgusto.

- ¿Te parece gracioso?- gruñó él mientras la fulminaba con la mirada. Allí estaba, apoyada en la puerta y tan tranquila la muy… la muy…- ¿Sabes leer la hora? ¿O todo lo que tenga con ver con números te viene grande?

Curiosamente, y pese a lo habitual que eran sus discusiones punzantes, su comentario pareció herir a Yano. Cómo no, Pin se arrepintió al momento. ¿Es que nunca puedo conservar algo de dignidad? ¿Por qué tengo que bailar siempre al son que marca esa niña? Se preguntó, disgustado consigo mismo. Ese era, precisamente, uno de los síntomas que evidenciaban su cansancio mental; no entendía qué bicho le había picado con la adolescente pero, fuera lo que fuera, eso tenía que terminar. Su relación (si es que había alguna) debía concluir para que ambos pudiesen retomar un saludable y normalizado nexo profesor/alumno.

- Perdona- dijo ella, sorprendiendo, una vez más a su profesor. Hasta donde sabía, Yano jamás se disculpaba; al menos, no con él- Me he entretenido en el aula. Hoy me tocaba quedarme a recoger y Kento…

- ¡Miura!- interrumpió él. ¿Por qué se sorprendía? Ayane era como todas las adolescentes. A la mínima de cambio se dejaban llevar por un nuevo amor y olvidaban el mundo; no debería extrañarle. Y, sin embargo, eso no explicaba el inusitado malestar que le carcomía el estómago cada vez que se la imaginaba con su nuevo "amorcete"- Debí imaginármelo. Está bien, Yano; no tenemos la obligación de seguir con las clases extraescolares, eres libre de salir con tu novio después de clase, pero te agradecería que me avisases. No tengo por qué perder mi tiempo por ti.

Esperaba que su tono indiferente tapase el turbio remolino de emociones encontradas que inundaban su interior. Para Pin todo aquello no tenía el menor sentido, ¿y qué si una de sus preciadas alumnas se dejaba llevar por el amor veraniego? ¿No había hecho él mismo de casamentero para el frígido Kazehaya? Entonces, ¿cuál era el problema?

- ¡No es eso! – protestó Yano, con las mejillas arrebolaras.- Te… te agradezco la ayuda- tragó saliva ruidosamente mientras se acercaba al alto profesor con pasos dubitativos- Pe… pero recientemente he… he comenzado una nueva relación y yo…

Apenado por el azoramiento de Yano, decidió ser él quien diera el primer paso; de eso se trataba ser adulto. Además, ambos sabían que su situación había cambiado; ella había comenzado un nuevo y perenne romance, y ya no podrían pasar su tiempo juntos, era el momento de retornar al orden. Arai recorrió los pocos pasos que los separaban, atreviéndose a tomar la tierna carita entre sus grandes manos y a recorrer con los pulgares sus encarnadas mejillas.

- No te preocupes, Yano- le dijo, con tono serio y calmado- lo comprendo. De verdad. Tienes todo el derecho a ser feliz y a aprovechar tu juventud al máximo.

Le soltó la cara de sopetón para, inmediatamente, adoptar su expresión más despreocupada y recolocarse el puntiagudo peinado que, después de tantas horas, comenzaba a resentir la falta de gomina.

- ¡Es solo que me has tenido aquí esperando demasiado tiempo, mocosa! ¡Mientras tú hacías guarrerías en clase!- volvió a acusarla- Si lo hubiese sabido, me habría acercado hasta la enfermería para que la señorita Sakurako pudiese aliviar mis doloridos miembros.

A Ayane no le pasó desapercibido el doble sentido de sus palabras; el ceño profundamente fruncido y el sofoco colérico de la chica se lo confirmaron. Ocurriera lo que ocurriera, Pin siempre disfrutaría fastidiando a la adolescente. De nuevo, sin poder evitarlo, dejó salir una risita burlona.

- ¡Por mí como si te ahogas entre esos enormes pechos vacunos!- aulló, previsiblemente, Ayane.

Lo siguiente que vio el profesor fue un libro disparado directamente hacia su cara. Apenas pudo esquivarlo cuanto sintió hundirse, entre sus costillas, el huesudo codo de la medusa pelirroja.

Ahogando un grito de agudo dolor, Arai tuvo que agarrarse a la mesa donde descansaban una pila inmensa de folios que (¡qué raro!) salieron volando cubriendo el suelo de todo el habitáculo. Viendo el estrago que su "adorable" alumna había causado; Pin la fulminó con la mirada.

- ¡Estarás contenta!- gritó, todavía agarrándose las quejumbrosas costillas- ¡Ahí había, por lo menos, quinientos exámenes para corregir! ¿Sabes lo que me ocurrirá si se pierde alguno?

- ¿Es mi culpa que seas tan torpe?- replicó ella, cruzándose de brazos y haciéndose la indignada.

Pin gruñó, terriblemente frustrado. Si pudiera, la agarraría por ese lindo cuello y… Y nada, no olvides que eres su maestro y que ella es apenas una cría. Una vez más, su conciencia tenía razón. Resignado, se agachó para recoger las pruebas del crimen.

- En serio, esto debería enseñarme a andar con gente madura… -refunfuñó al mismo tiempo que recogía, con brusquedad, los folios más próximos.

- ¿Qué has dicho?- cuestionó Ayane, arrodillándose a su lado para ayudarle- ¡Esa debería ser mi frase!

Si las miradas matasen… finalmente, Pin hizo oídos sordos y siguió agrupando los exámenes esparcidos por el despacho.

- ¡Ay!

El femenino quejido llamó su atención al momento. Volteó para estudiar a la chica.

- ¿Qué pasa ahora? –exigió saber al verla inclinada sobre una mano.

- ¡El puñetero papel me ha cortado el dedo! – exclamó ella, molesta.

Exhalando el poco aire que se le había quedado en los pulmones tras el fatídico codazo, Arai gateó hasta donde se encontraba sentada Ayane. Rodeándola, con los brazos (¡maldito y diminuto despacho!), agarró la delicada mano con ternura; sintiendo, sin poder evitarlo, un agradable cosquilleo en la parte baja de su estómago al notar el brillo emocionado de los ojos y los labios entreabiertos de su alumna. Entonces, ¿no era el único que estaba anormalmente emocionado con el acercamiento?

Pero, ¡en qué estás pensando! Le recriminó su particular Pepito Grillo. Con una fuerte bofetada mental, Pin se desentendió del agradable perfume que siempre acompañaba a la muchacha, recuperó la compostura e inclinó la cabeza hacia el sufrido dedo.

- No es nada- musitó con voz ronca aunque, por si acaso, chupó la acerada sangre antes de soplar ligeramente sobre la pequeña herida- te dolerá unos días pero, tranquila, no te saldrá una tripa- bromeó para disipar la tensión del ambiente.

- ¡Puff!- lanzó ella- ¡Muy gracioso!- soltó su mano del masculino agarre para, a continuación, levantarse y recoger su bolso que había quedado despreocupadamente abandonado en el suelo.

- ¿Ya te vas?- preguntó él, con retintín.

Arai vio cómo Ayane se giraba para encararlo.

- ¡Solo vine a decirte que hoy tenía una cita y que no iba a venir más a tus clases!- si no fuera por el intenso tono rencoroso de su voz, Pin habría quedado devastado. No obstante, sonrió; lo que solo sirvió para quitar más a la chiquilla de sus casillas.- ¡Hasta nunca!

Antes de que su alumna cerrase de un portazo, Arai la llamó.

- ¿Qué quieres?

- ¿Eres feliz ahora?- no hizo falta que él especificara a qué y a quién se refería.

Observó que dudaba unos segundos para, inmediatamente afirmar:

- Sí. Él me trata como nunca nadie me ha tratado y…- se le entrecortó la voz- creo que me quiere de verdad.

Arai calló durante lo que parecieron horas pero que apenas duró un minuto. Luego, sonrió.

- Me alegro.