nOtita dE la aUtoRa:

lamento la tardanza, pero espero que la extensión del capítulo recompense la espera. Ojalá lo disfruten :) y recuerden que el rating irá subiendo poco a poco, aunque el 'M' sigue todavía un poco lejano.

De antemano, mil gracias

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Disclaimer: Personajes propiedad de JK Rowling.


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"PEQUEÑAS MENTIRAS"

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Señor Malfoy, le presento a la dueña de la Librería Gwyll-ty, Hermione Granger- presentó Jason.

El susodicho estiró la mano y una mueca sardónica, autosuficiente y altanera se dibujó en su rostro –Granger, qué agradable sorpresa-

¿Y ahí?

Ahí fue cuando todo realmente comenzó.

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-¿Qué demonios estás haciendo aquí?-

En cuanto las palabras salen de su boca, la mirada de Draco Malfoy pierde cualquier rastro lascivo. La mueca sardónica desaparece y Hermione está segura, que, hasta sus orbes grises, se oscurecen un poco.

-¿Se conocen, Hermione?- le preguntó Catherine.

La castaña bufó y gruñó por lo bajo –No tienes idea-

Jason, el esposo de Catherine, intentaba ocultar (sin mucho éxito) una mirada de sorpresa.

-Hermione Granger y yo tenemos de conocernos muchos años- habló Draco Malfoy, con una voz monótona y sin matices, la compostura intacta y atrayendo la atención de cada uno de los presentes por el cambio tan brusco de actitud.

-No que eso me haga muy feliz- contestó claramente molesta y aún bastante sorprendida.

-Granger- pronunció su nombre despacio, como si la advirtiera de algo -Te aseguro que el sentimiento es genuinamente correspondido-

-Malfoy, ¿qué demonios haces aquí?-

-He sido invitado a cenar- respondió con un tono desinteresado, demostrándole a ella que, claramente, no iba a decirle alguna otra cosa.

Jason, preocupado de que el rumbo de la conversación terminara en un lugar no muy agradable, le dirigió una mirada de advertencia a la castaña.

La susodicha reprimió un berrido de agonía en el pecho.

-Pero…-

-Hermione, por favor- escuchó a Catherine susurrarle cerca del oído.

Hermione intento tragarse todos y cada uno de los insultos que tenía en la punta de la lengua.

-Señor Malfoy, permítame presentarle a nuestro pequeño, Thomas- soltó amable (pero en extremo nerviosa) la esposa de Jason., El pequeño, con pasos tímidos, se acercó al rubio y estiró su pequeña mano.

Draco Malfoy ni siquiera bajó la mirada, asentó con la cabeza y los padres del pequeño quedaron atónitos.

Un silencio incómodo reinó en el aire. Y sin la más mínima idea de lo que estaba pasando, Jason y Catherine le dirigieron una mirada dulce a su pequeño, y continuaron hacia el comedor.

Draco Malfoy los siguió en seguida, dejando a un Thomas confundido y una Hermione cabreada en el vestíbulo.

'Bastardo mal nacido' pensóla susodicha.

-Tranquilo, Thomas, probablemente te hubiese pegado algo- le susurró al niño, intentando animarlo, antes de que siguieran a los otros tres hacia la estancia.

Thomas ahogó una risita, tomó la mano de la castaña con la suya y se dejó llevar al comedor.

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Cuando todos se sentaron a la mesa, Hermione se alegró que la hubiesen sentado al lado de Thomas y lejos del rubio.

Y mientras Catherine servía la cena, su cabeza trabajó a galopes garrafales, intentando comprender qué hacia Draco Malfoy en Culross, Escocia, y sobre todas las cosas, ¿por qué demonios había comprado la mina?

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Durante toda la comida, el susodicho actúo de manera fría, cortés y civilizada. No hizo ningún comentario aludido a la magia (que le trajo inmensas olas de alivio a ella).

Pudo notar que estaba intentando actuar como un muggle, y claramente, vestía como uno. No parecía cargar la varita con él y lo único que le reconocía era ese viejo anillo de oro en el dedo anular de su mano derecha, que llevaba desde quinto o sexto año.

Contestaba lo que Jason o Catherine amablemente le preguntaban, masticaba su comida y bebía el vino en silencio.

Su compostura era gélida, distante, como todo un hombre de negocios que se había dignado a cenar con sus subordinados, en un claro acto de magnánima caridad.

Esto, por supuesto, la estaba crispando hasta puntos paleontológicamente lejanos.

Jason intentaba de todas las formas posibles, indagar con preguntas indirectas cuáles eran sus intenciones con la mina. Pero el rubio evadía hábilmente todas y cada una de ellas, contestando de forma vaga o limitándose a tomar su vino.

Estaba claro que Jason y Catherine estaban algo cohibidos.

Y si ella no llevase años conociéndolo, se sentiría un poco intimidada también.

¿Quién era este hombre?

Claramente no era el Draco Malfoy de Hogwarts, que abría la boca con palabras venenosas entre los dientes, seguido por dos gorilas guardaespaldas y Parkinson como azafata personal.

Y eso, la llenaba de una curiosidad, y desazón, inmensos.

Numerosas veces intentó meterse en la conversación, pero él ni siquiera se dignaba a mirarla.

Tenía la vista clavada o en la pared frente a él o en Jason.

Ni un alma más en esa habitación parecía importarle mucho, lo cual era una franca descortesía hacia Catherine, Thomas y ella (aunque estuviese acostumbrada a ellas desde primer año)

Hermione moría de ganas por arrojar el plato a un lado, encararlo y exigirle una explicación.

¡¿Qué demonios haces aquí?!

Pero estaba claro que no era el momento, ni el lugar, apropiados.

Así que se limitó a comer, escuchando atentamente la conversación y recibiendo las miradas curiosas (y mortificadas) de Catherine.

Cuando dieron las nueve y media, el pequeño Thomas fue mandado a dormir y el resto de los adultos se dirigieron a la sala, para tomar un café.

-Y señor Malfoy- habló Jason, mientras le pasaba una taza -¿Cómo estuvo su viaje desde Londres?-

-Sin complicación alguna, el clima estuvo tranquilo durante el vuelo-

¿El vuelo? Estaba segura que Draco Malfoy jamás había puesto pie en un avión.

-Es una suerte, cuando Hermione vino aquí, la temporada de lluvias estaba en su pleno apogeo y llegó empapada de pies a cabeza- comentó Catherine, dándole un sorbo a su café.

Y por primera vez desde el encuentro en la puerta, Draco Malfoy volteó a verla.

-¿De veras?- preguntó con un tono casi curioso, pero sin perder la seriedad.

Hermione tragó hondo.

¿Era su imaginación?, o Draco Malfoy se veía como un… ¿adulto? La imagen del chiquillo mimado de Hogwarts se desvanecía de su mente mientras contemplaba esa mirada pasiva e inquisidora.

-Llegó a finales de febrero, ¿no es así, Hermione?-

La castaña sólo atinó a asentir.

¿Qué le ha pasado? Está tan…

-Diferente- soltó sin pensar.

El rubio la miró aún más intenso -¿Tienes algo que quieras compartir, Granger?-

En ese momento, olvidó que había otros presentes en la habitación.

-¿Qué haces aquí, Malfoy?- le preguntó con un tono menos molesto y más cansado –De todos los lugares, ¿qué haces aquí?-

Llevaba casi dos horas con el pulso acelerado y el corazón compungido. La actitud seria del rubio no la estaba ayudando en nada y tenía que saber.

-No veo por qué tenga que darte explicaciones, Granger- le contestó con un poco más de emoción en la voz –No me ves a mí interrogándote con las mismas preguntas acerca de por qué estás tú aquí aparentando ser una…- y la frialdad volvió –Bibliotecaria- soltó despectivo, obviando el hecho de que la palabra muggle casi se le deslizaba entre los dientes.

-Pues que sepas que es un trabajo que me hace muy feliz- contestó molesta.

Así que seguía siendo el maldito mismo elitista, aún después de la guerra.

Pero si tanto le molestaban los muggles, ¿por qué aparentaba él también ser uno de ellos?

-No sabes la alegría que me embarga de verte por fin realizada- soltó sarcástico –Me sorprende que no estés en Londres, jactándote de tu gloria-

Hermione amortiguó las ganas de gritarle.

-¿Gloria?- preguntó Jason.

Y de pronto, ambos parecieron recordar que había otras personas presentes en la habitación.

-Granger fue la mejor de nuestro curso- contestó automáticamente el rubio.

Hermione estuvo (casi) agradecida de que no dijera nada que pudiese develar mucho.

Y acaso Draco Malfoy acababa de hacerle un… ¿cumplido?

¿Qué demonios estaba pasando?

-Bueno, ha sido un placer, pero es tarde y debo retirarme- habló el rubio después de un instante de silencio, dejando la taza humeante y sin sorber en la mesa.

De inmediato todos (incluyéndola a ella) se levantaron de sus asientos.

-Lo acompaño, señor Malfoy, el camino en la noche suele ser traicionero- ofreció Jason.

-No es necesario- se negó el susodicho –El chofer sabe su trabajo, dudo que haya algún problema. Quiero verlo mañana temprano en la oficina-

Jason se ofreció una segunda vez y al recibir otra negativa, se conformó con despedirse en un apretón de manos, acompañándolo a la puerta.

-Un placer conocerlo, señor Malfoy- se despidió Catherine.

-El placer fue mío, señora Rogg- y por un efímero instante, volteó a verla a ella de nuevo –Buenas noches, Granger-

Hermione no contestó. Sólo observó cómo él desaparecía tras la puerta.

Cuando escuchó cómo la madera resonaba al cerrarse, la castaña reaccionó por fin.

-Ahora vengo- les anunció de prisa a Jason y Catherine.

-Hermione, ¿a dónde demonios…-

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-¿Qué haces aquí? ¿Por qué has comprado la mina?- le preguntó a la espalda de Draco Malfoy, en cuanto sus pies tocaron el asfalto de la pequeña calle.

Las luces de todas las ventanas estaban apagadas y sólo un faro los alumbraba a ambos.

-Y yo pensando que habías perdido el toque- contestó sin ni siquiera voltearse, mientras un carro negro se acercaba -Al parecer, lo muggle no te ha quitado lo entrometidamente Gryffindor de la personalidad-

El frío de la noche se hizo de pronto muy descarado, y Hermione maldijo por no haberse traído un abrigo encima.

-Malfoy, odio repetir las cosas- respondió impaciente, ignorando el insulto -¿Qué demonios haces aquí?-

-Lo mismo que tú, Granger- y por fin, dignándose a mirarla a la cara, se dio la media vuelta -Aparentar ser alguien que no soy-

La forma en que lo dijo, la dejo momentáneamente turbada.

-¿De qué estás hablando?-

-Verás, eso de contestar preguntas tan personales nunca ha sido lo mío- le soltó duro, con la mirada perdiendo de nuevo un poquito de su gris y ganando el mismo tanto en negro -Sobre todo si el entrevistador es alguien a quien no le incumben mis asuntos-

Hermione gruñó -Es mi asunto si estás amenazando los míos-

El rubio soltó una carcajada seca, dejándola de pronto desconcertada -Déjame adivinar, Granger- susurró con una fricción inhumana, entre la lengua y los dientes -Has convertido este lugar tu nuevo hogar, esas personas tu familia adoptiva, y que todos pierdan sus empleos y se muden lejos arruinaría el cuadro tan pintoresco que te has pintado…- le soltó, casi burlándose.

-Malfoy…-

-Granger- la interrumpió omnipotente, enfocando las pupilas y apretando la mandíbula -Soy yo el que no va a repetirse de nuevo. No tengo por qué darte explicaciones. Limítate a tus propios asuntos y yo me limitaré a los míos-

-No hasta que me digas qué estás haciendo aquí y qué planeas hacer con esa mina-

-Granger…-

-No me interesa lo que hagas con tu vida Malfoy- le dijo cansada, con el frío raspando la piel en sus brazos y piernas -Pero tienes razón, esta gente se ha convertido en mi familia, y no voy a permitir que arruines sus vidas- de pronto se dio cuenta de que había dado varios pasos y en un instante, tuvo al rubio frente a frente, con un tajo de altura de diferencia.

-No sabes lo conmovido que me tienes- y miró a verla hacia abajo, con esa mueca prepotente que le recordaba al Malfoy de Hogwarts y no al de la cena que acababan de tener.

-Solo te digo que espero no actúes sorprendido si meto mis narices donde supuestamente no me importa- le soltó furibunda, ignorando el olor tan masculino que se colaba por sus fosas nasales -Porque puedes estar seguro que voy a hacerlo- gruñó impotente, odiándolo por un sinfín de razones que aún no estaban del todo claras.

-¿Y qué?- rió suficiente -¿Llamarás a tu querido Potter y la guardia nacional británica para que vengan a tu rescate?- y ahora fue él, quien se acercó, inclinando la cabeza e invadiendo su espacio.

-Ya no soy un niño, Granger- le siseó lentamente -Y no permitiré que tu nuevo pasatiempo arruine mi trabajo-

-No es ningún pasatiempo- argumentó furiosa y un poco nerviosa, echando la cabeza ligeramente hacia atrás -Y no voy a permitir que tus negocios, probablemente ilegales, arruinen mi vida y la de muchos otros-

-Ilegales, ¿eh?- alzó la ceja izquierda -¿De verdad crees conocerme tanto?- le preguntó incrédulo.

-Te conozco lo suficiente, Malfoy, como para saber que no eres capaz de hacer algo bueno, sobre todo si implica a los muggles-

-Escúchame, Granger- le soltó aún más frío, encolerizado, impaciente -No sé qué mierda estés haciendo aquí, jugando a la pueblerina muggle, y francamente, no me interesa- dio un paso hacia atrás, con una mueca de desprecio -Hemos tenido el… infortunio de que nuestros caminos se cruzasen en este peculiar punto, pero te aseguro, que eso no va a cambiar lo que he venido a hacer aquí –

-¿Y de verdad crees que voy a quedarme con los brazos cruzados, esperando a que arruines la vida de esta gente?- exclamó exasperada, con los brazos abiertos y las ganas de asesinarlo cada vez más grandes.

-¿Y quién habló de arruinar la vida de alguien?-

-Honestamente- chilló aprensiva -No creerás que voy a comprarme el cuento de que has venido en son de paz-

-No está dentro de mis intereses lo que creas o no de mí, Granger- y se alejó varios pasos, tranquilizándola, porque de lejos ya no parecía tan intimidante -Pero te recomiendo que mantengas tus narices fuera de todo esto-

Un hombre de baja estatura, pero de bastante complexión, salió de pronto del automóvil negro y abrió la puerta trasera.

-No me subestimes, Malfoy- le soltó colérica, observando cómo Malfoy entraba al carro y el chofer cerraba la puerta tras de él.

La ventana bajó de pronto y lo escuchó claro -Granger, la que no debería subestimar a nadie, eres tú. Mantente alejada de mis asuntos, si sabes lo que te conviene-

Y en tres parpadeos, el automóvil desapareció por una pequeña calle.

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Otro soplido de viento la despertó de un coma consciente de nerviosismo, coraje e inmensa frustración.

Mientras veía al automóvil alejarse, Hermione experimentó unas ganas descomunales de gritarle a Draco Malfoy, aún cuando el susodicho ya no se encontraba frente suyo.

Correr tras ese maldito carro negro.

¡¿Qué haces aquí, Malfoy?!

¡Vete, solo vete!

Tenía ganas de llorar. Muchas.

Y sí, eso era lo menos valiente y sensato, y en definitiva, lo menos Hermione Granger que podía hacer. Sobre todo porque tenía que regresar a la casa y encarar el interrogatorio de Catherine y Jason.

Pero tenía tantas ganas de llorar.

De rabia, frustración, angustia.

No quería perderlo todo. No de nuevo.

Sintió el aire frío quemando sus mejillas y apretó los dientes, casi rechinando.

Sin más, regresó a la casa detrás de ella.

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-¿Hermione? ¿Qué ha sido todo eso?-

Quería a Catherine, de verdad que sí. Pero no podía contárselo. No podía decirle: 'Oh no ha sido nada. Solo Draco Malfoy, supremacista de la pureza de la sangre, ex mortífago, repelente de muggles, que probablemente destruirá a este pueblo y todos mis sueños junto con él'

¿Y estaba siendo dramática?

Muy probablemente.

Pero una guerra se había llevado varios años de su juventud, su vida después nunca había resultado de lo más brillante y por primera vez se sentía en paz y feliz.

¿Por qué tenía que llegar él a arruinarlo todo?

Así que se excusó con una línea de lo más patética y huyó a su pequeño piso sobre la librería Gwyll-ty, con los ojos ya rojos y el aliento entrecortado.

¿Qué haces aquí, Malfoy?

Caminó de un lado hacia el otro, retumbando sus pies contra el piso de madera y de vez en cuando deteniéndose, con la mirada perdida y los sesos casi quemados, de tanto pensar.

¿Qué hace él aquí?

Intentó recordar, de entre el montón de archivos de la ciudad, algún indicio, una pista, ¡algo! Que le dijera el por qué Malfoy podría estar interesado en una simple mina de carbón muggle en Culross, Escocia.

Pero de verdad que era un asunto que carecía de cualquier lógica.

No tenía ni pies, ni cabeza, ni nada de nada.

Rememoró entre los cientos de libros que había leído sobre la economía mágica en Inglaterra, y el carbón figuraba como un mineral medianamente valioso y una fuente de energía importante hacía unos años. Pero en la actualidad su importancia no era tan grande.

Al menos, no como para que Draco Malfoy llegara a este rincón del mundo, vestido como muggle y desbordando por cada poro la actitud defensiva de alguien que no se podía traer nada bueno entre manos.

¿Para qué demonios querría entonces Draco Malfoy una mina de dicho material?

¿Tendría que ver algo con la localización? ¿La tierra?

Tal vez la compraba para cerrarla y construir otra cosa.

Una fábrica, un centro comercial, una mansión, edificios, fundar una ciudad, un estadio, algún teatro excéntrico o centro de recreación para ricos con mucho dinero y nada qué hacer…

¡Las posibilidades eran dolorosamente infinitas!

Y le empezaba a zumbar la cabeza.

Después, intentó analizar la actitud del rubio.

Primero, Draco Malfoy actuaba como un muggle y socializaba con ellos. Y para ser un elitista sangre pura, eso era decir bastante.

Fue frío, cuidadoso, inexpresivo (por lo menos durante la cena) Como si cuidara cada una de sus palabras, procurando que nada se le escapase o develar demasiado de sus intenciones.

No volteaba a verla. Evitó hacer contacto visual en toda la medida de lo posible. Eso no era normal, sino bastante sospechoso.

¿Temía acaso que ella usara la Legilimancia?

Hasta donde ella había entendido, de una fuente muy confiable (Harry), Draco Malfoy era bueno en Oclumancia, así que ¿de qué tendría que preocuparse?

El rubio, pensó ella, actúo en extremo a la defensiva, limitándose a intentar intimidarla y hacerla retroceder en sus preguntas.

Como si estuviese ocultando algo.

Y ella estaba segura de que estaba ocultando algo.

Probablemente actuaba toda paranoica como Harry en el sexto curso, pero, ¿qué acaso no había tenido la razón al final?

Draco Malfoy era, o había sido, un mortífago.

Y acababa de comprar una mina muggle, haciéndose pasar por un muggle.

Esto no podía pintar nada bueno.

¿Qué está buscando?

¿Qué hace aquí?

Lo que sí estaba segura, es que no podía, ni iba, a quedarse con los brazos cruzados. No se sentaría tranquila a observar, sin hacer absolutamente nada.

Así que suspiró hondo y miró su pequeña mesa de noche.

Mandarle una carta a Ginny y recibir su respuesta, tomaría más tiempo de lo mágicamente normal. Primero, porque no había traído una lechuza con ella, y segundo, porque les había prohibido terminantemente a ellos que le contestaran a través de alguna, con el miedo de levantar sospechas.

(Recordar la cara de circunstancias de Ginny al decirle que tendría que aprender a usar el servicio postal muggle no tuvo precio)

Pero convencida de que era lo único que podía hacer ahora, al menos, para apaciguar esas ganas de arrojar algo contra una pared hasta que algún plan brillante se formara en su cabeza, tomó lápiz y papel, a falta de la tinta y pergamino, y se puso a escribir.

Querida Ginny:

Todavía no me ha llegado tu contestación a mi última carta, pero ha pasado algo que me temo, no puede esperar más tiempo y necesito contárselo a alguien. De antemano, te pido que mantengas lo que estoy a punto de contarte entre nosotras, y no menciones ni una palabra a Harry o alguno de tus hermanos (y con eso, me refiero especialmente a Ronald)

Hoy ha ocurrido algo de lo más insólito.

Draco Malfoy ha comprado la mina de carbón de Culross, y se está haciendo pasar por un muggle (y no, esto no es una broma)

Y sí, has leído bien: Draco (el hurón) Malfoy.

Sus intenciones no son para nada claras acerca de lo que planea hacer con ella.

Ginny, estoy preocupada, y mucho. Estas personas dependen de esa mina y mi cabeza no deja de imaginar el sinfín de atrocidades que puede cometer Malfoy, arruinando sus vidas y de paso la mía.

Por favor, necesito que averigües todo lo que puedas sin levantar sospecha. No he tenido muchas noticias de Draco Malfoy desde que terminó la guerra, y sería muy útil conocerlas. Averigua qué ha hecho, dónde ha estado, y por qué podría estar interesado en algo así.

Por favor sé discreta, pero no tardes. Haz todo lo que puedas y recuerda no decir nada a nadie.

No sé si hay algo ilegal en esto, pero conociendo a Malfoy, no lo dudaría mucho, así que hay que manejarlo con mucho cuidado.

Sabes lo importante que este lugar se ha vuelto para mí, no puedo perderlo, me rehúso a hacerlo y necesito tu ayuda.

Por favor no tardes. Sin más, me despido.

Tu amiga, Hermione.

Frustrada por primera vez desde que se había mudado aquí, de que no pudiese usar la magia para acelerar las cosas, cerró el sobre, listo para ser enviado a la mañana siguiente a primera hora.

Aún, nada calmada, Hermione se fue a la cama.

El sueño tardó muchísimo más tiempo en llegar.

...

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-¿Me vas a contar por fin qué fue todo eso de anoche?-

Al parecer, su librería no era el mejor lugar para esconderse de Catherine.

-No sé de qué me estás hablando- le murmuró, mientras aparentaba estar sumamente ocupada con un bonche de libros sobre la mesa.

-Oh, vamos Hermione- suspiró impaciente su amiga -No puedes tomarme por ingenua a estas alturas del partido-

-Catherine…- suplicó.

-¿Qué fue todo eso?- le insistió -¿Quién es Draco Malfoy? ¿Qué tanto se conocen?-

Hermione supo que no habría forma de huir al interrogatorio -Fuimos juntos al colegio, en Inglaterra- soltó, con la esperanza de que eso apaciguara a la morocha.

-Si eso ya lo sé - bufó, rodando los ojos - Debió haber sido un colegio pésimo, porque el hombre tiene los peores modales que haya yo visto nunca- recalcó, recordándole a ambas la actitud fría, prepotente y distante que había mostrado el rubio durante la cena.

-Draco Malfoy es un presuntuoso engreído- siseó Hermione.

-Si no me dices, te juro que no me doy cuenta- le contestó sonriente la esposa de Jason.

La castaña soltó una pequeña risa –No hay por qué darle importancia- dijo ya un poco más seria -A menos que nos carguemos un par de millones en el banco- 'o seas un sangre pura' agregó mentalmente –Él no se molestará en ser amable contigo-

Catherine asintió –Lo sospeche por sus actitudes, pero lo que no comprendo es la hostilidad, pareciera que se odiasen a muerte-

-Malfoy nunca…- tragó hondo, pensando en cómo manejar la información –Nunca fue muy amable conmigo, yo era becada en la escuela privada a donde asistíamos y se encargó de recordármelo constantemente-

Era una pequeña mentira, pero, no había forma de decirle la verdad a Catherine.

-Ya veo- asimiló la susodicha –Pues entonces, estamos completamente perdidos- soltó triste.

-¿Por qué lo dices?-

-Porque con tanto odio que se traen, será imposible que lo seduzcas y nos salves a todos- soltó dramática, intentando ocultar una enorme sonrisa.

La actitud de ambas se relajó de inmediato.

-Si yo no planeaba seducir a nadie- le dijo la castaña, arrugando la nariz –Y a todo esto, ¿qué te ha dicho Jason?- soltó como quien no quiere la cosa.

-Pues me llamó hace un par de horas, avisando que llegaría temprano- contestó Catherine –Al parecer, el susodicho se ha instalado en una casa a unos kilómetros de la mina y ha dicho a Jason que no lo necesitaría pasada la tarde-

Hermione se quedó perpleja.

Draco Malfoy no sólo compraba la mina, sino que ahora… ¡¿se mudaba a Culross?!

-Pero…- balbuceó furibunda.

Catherine la miró sospechosa.

-Es decir…- tragó hondo, intentado recuperar la compostura -¿No ha dado noticias de qué va pasar con la mina?-

La morocha negó con la cabeza –Sigue sin soltar nada- suspiró –Al menos Jason no lo ha invitado a cenar de nuevo- suspiró aliviada.

Hermione escuchó a lo lejos lo que le decía Catherine, pero seguía sin dejar de pensar en su muy mala suerte.

Draco Malfoy estaba viviendo en Culross, Escocia.

Aquí. Ahora.

Merlín que esto no podía estarle pasando a ella.

-¿Hermione?-

-¿Sí?-

-Estoy preocupada-

-Catherine…-

-Toda mi vida, he estado aquí toda mi vida, y mi familia, y la familia de Jason, todos están aquí, no me imagino…- suspiró derrotada –No sé qué vamos a hacer si la mina cierra-

La castaña recuperó finalmente la furia de la noche anterior y apretó los puños que tenía ocultos bajo el mostrador.

'No te preocupes, Catherine, que no va a pasarle nada a la mina, ni a ninguno de ustedes, de eso me encargo yo'

...

...

Encontrar dónde vivía Draco Malfoy no fue difícil. Sólo bastó una mirada de súplica (y de ligera amenaza) a Jason, y la dirección se encontraba en sus manos.

No tenía carro, pero llegar tampoco representaba una gran proeza. Sólo bastaron quince minutos caminando a las afueras del pueblo, con la varita resguardada en el bolsillo, para llegar a una pequeña desviación que, según las indicaciones del esposo de Catherine, la llevaría a la casa que estaba habitando Draco Malfoy.

De ahí, otros veinte minutos a pie, y llegó por fin al lugar.

Cuando vio la construcción frente a sus ojos, la garganta se le secó en cuestión de instantes.

Una bendita casa groseramente enorme, con pinta de película de terror a punto de desplomarse con cualquier soplido de viento.

Eso fue lo que observaron sus ojos, porque a pesar de que estaba empezando a oscurecer, no había forma de malinterpretar la imagen.

No era humanamente posible vivir ahí… ¿cierto? A menos que fueras una especie de mago con poderes sorprendentes que…

De acuerdo, tal vez sí era posible que Draco Malfoy estuviese viviendo ahí.

Por suerte, no hacía tanto frío, y quedarse unos minutos afuera, contemplando la construcción y planeando qué iba a decirle exactamente al Slytherin no representó ningún problema.

Pero cuando notó que el sol empezaba a ocultarse, suspiró derrotada, y supo que no había marcha atrás.

Tenía que encararlo ahora.

Subió al porche de la casa, que con cada pisada, respondía con un sospechoso chirrido.

Y sin más tocó la puerta.

Una, dos, tres veces.

Y nada.

Empezó a perder la paciencia.

Cuatro, cinco, seis veces.

De nuevo, ni una sola señal de vida.

Siete, ocho, nueve.

De pronto, la puerta comenzó a abrirse.

Y ¡Oh amado Merlín!, un Malfoy prácticamente desnudo, con el cuerpo mojado y una toalla amarrada a la cintura a punto de caerse por efecto de la gravedad… fue lo último que se hubiese esperado encontrar.

...

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¿Hostilidad? ¿Tensión sexual? ¿Secretos? ¿Una Hermione furibunda y acalorada?

Sip, eso es lo que se avecina.

¿Qué les pareció el primer encuentro? ¡Muero por saber qué opinan de este Draco Malfoy!

Mil gracias y ojalá me dejen un review, q hacen inmensamente feliz a esta desdichada autora.

Hasta pronto.

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Besitos

Sari