Mi primer fanfic. Espero que lo disfruten :)


Fueron los primeros en salir de la clase. Harry Potter iba delante, y atrás, con rostro de preocupación, lo seguían sus amigos, Ron Weasley y Hermione Granger.

Su amigo los conducía directamente hacia la sala común, a dos metros del cuadro de la dama gorda murmuró:

-Cerveza de manteca -. La aludida lo miró con desdén, por la rudeza de su voz, y se corrió justo a tiempo antes de que Harry chocase ella.

Ya adentro, se ubicaron en el rincón más apartado; Harry se dejo caer sobre un pequeño sofá, Ron acercó una silla, y Hermione se sentó con las piernas cruzadas en la alfombra, frente a sus dos amigos.

-¿Y bien? -preguntó el pelirrojo, impaciente-. ¿Para que te llamo Dumbledore?

La chica se removió inquieta, Harry parecía abatido y eso no podía significar nada bueno.

-Quiere que vaya a su despacho. -murmuró monótonamente.

Sus amigos cruzaron miradas fugaces; esa respuesta era equivalente a no decirles nada.

-Harry… -susurró Hermione poniendo cuidado en no ser escuchada, puesto que la sala se había ido llenando gradualmente- ¿Te dijo para qué?

El muchacho negó con la cabeza, y luego de suspirar con cansancio, se dispuso a explicarles mejor:

-Quiere que vaya a las ocho. No me dijo nada; si quería comentarme algo, mostrarme algo, si era importante… nada. Pero deduzco que si lo es, tendrían que haber visto como insistía en que fuese puntual y… no lo sé. Estaba extraño. Me pareció… tenso -. Sin querer especular más, miro a sus amigos alternativamente; ron apoyaba el mentón en su mano, mirando hacia abajo, y Hermione asentía.

-Claro… cualquiera en su sano juicio de preocuparía al ver a Dumbledore tenso -comentó mas para sí misma que para ellos-. Pero no te angusties antes de tiempo, Harry. No te servirá de nada. Mejor olvídate del asunto… al menos hasta después de pociones… -dijo la chica preocupada.

Ron soltó un bufido y Harry hizo una mueca de desdén. La castaña los miro aún más preocupada, con el entrecejo fruncido. La verdad es que ella tampoco disfrutaba las clases… pero desde hace un tiempo intentaba pasar por alto los comentarios irónicos y malintencionados del profesor, para así poder concentrarse más y no perder el control… Cosa que a sus amigos les parecía imposible, y pagaban obteniendo malas clasificaciones y perdiendo el interés por una clase que, vista desde otra perspectiva, podía resultar fascinante.

Se quedaron sentados un rato más, intentando hablar trivialidades, a pesar de que los tres tenían la mente en otro lugar; en la reunión de Harry con Dumbledore.

Se encaminaron hacia las mazmorras, para luego unirse a la fila frente a la puerta del aula de pociones junto a otros estudiantes.

Harry y Ron ya tenían cara de fastidio, pero que podía ella hacer más que fruncir el ceño y mirarlos con reproche.

-Ya deja esa expresión Hermione -murmuró Ron justo antes de que se abriera la puerta.

Todos empezaron a entrar apresuradamente, como queriendo escapar del frío que se cernía sobre los pasillos de piedra. Se sentaron juntos en uno de los largos mesones para tres personas, ubicado a la mitad de la sala; no muy adelante a petición de Harry y Ron, y no muy atrás a petición de la chica. Harry quedo al medio, Hermione en la esquina que daba al centro del aula y Ron en la esquina más cercana a las estanterías.

El profesor Snape se paró frente a su escritorio y escrutó con la mirada el rostro de cada uno de sus alumnos, la mayoría apartaba de inmediato los ojos; cuando llegó a Harry, se detuvo deliberadamente unos segundos más, pero el chico no aparto la vista y procuró enviarle todo el desprecio que sentía por él con esa mirada.

Luego sin más miramientos, empezó la clase. Tenían que preparan el "Filtro de la paz", cuya preparación los alumnos deberían haber estudiado entre la clase anterior y la presente. Pero Harry y Ron lo habían olvidado. El pelirrojo rogó para sus adentros que les permitiera utilizar el libro de Pociones de ese año… pero eso era pedir mucho. En medio de sus suplicas interiores la voz grave y firme del profesor se hizo escuchar:

-No podrán utilizar sus libros -dijo, para luego deleitarse con los rostros de preocupación y angustia en la mayoría de los alumnos.

Unos pocos mantuvieron la calma, incluida Hermione Granger; esa sabelotodo que nunca le daba la menor excusa para castigarla o restarle puntos, cosa que hacia que se fastidiara aún más pues, siendo sinceros, disfrutaba ver la impotencia en la cara de Potter cuando se desquitaba mediante los errores de sus amigos. Weasley era quien le dejaba ese trabajo especialmente fácil.

-Supongo que todos estudiaron la preparación de esta poción, tal como se los indiqué la clase anterior -dijo con voz glacial-, aunque confieso que no me sorprendería que ni la cuarta parte de ustedes obtenga el resultado correcto. Pueden sacar sus libros solo para ver y anotar los ingredientes; estos los encontrarán en las estanterías de la derecha.

Calló y observó a su clase sacar apresuradamente los libros. Solo cuatro alumnos se demoraron un tiempo razonable en anotar los ingredientes, para luego dirigirse rápidamente a las estanterías. La mayoría en cambio, se demoró un poco más en sus libros de texto, obviamente aprovechando para mirar la preparación del filtro. Para su desgracia, el profesor no pasó por alto ese detalle.

-Suficiente. Guarden sus libros. Se que no poseen gran rapidez mental pero eso no justifica que demoren tanto en copiar unos pocos ingredientes-. Todos obedecieron lentamente. Algunos con expresión de culpa y otros de fastidio. La mayoría de fastidio.

Pasada media hora Hermione caminaba apresurada a las estanterías en busca de un poco más de polvo de ópalos. Harry y Ron observaron absortos como su poción tomaba un suave color nacarado, mientras que la de ellos estaba pegajosa con un feo color amarillento la del pelirrojo, y gris la de Harry.

Unos minutos más tarde, los dos amigos observaban la preparación mirando a hurtadillas el libro que Harry tenía sobre las piernas. Su amiga castaña los miró de soslayo pero decidió que no valía la pena reprocharlos, así que continuó concentrada en su trabajo, que iba por buen camino.

Hermione sacó un reloj muggle del bolsillo mientras revolvía la poción de derecha a izquierda. Luego de quince vueltas se detuvo, mirando el punto exacto en el que se encontraba el minutero. La mezcla debía reposar seis minutos. Mientras esperaba, paseó distraídamente la mirada por el aula. Sus amigos seguían mirando el libro a escondidas. Al pasar la vista por el escritorio del profesor, notó como este observaba fijamente a Harry y a Ron, mientras hacía un ademán de pararse.

Le dio discretamente un codazo a Harry, pero él no se percató. Era obvio que si los veía suspenderían esa prueba. Y en esa asignatura ambos tenían, por el momento, malas calificaciones. Mientras Snape se acercaba con sigilo, la chica pensaba a mil por segundo, y finalmente hizo lo más impulsivo que se le pasó por la mente. En el corto instante en que el profesor desvió la mirada, para dirigirla a Neville Longbottom que tosía a causa del vapor sofocante que desprendía su poción, Hermione estiró el brazo y le arrebató el libro a su amigo, dejándolo abierto sobre su regazo. Una expresión de angustia cruzó su rostro. Se podía decir que ella se podía dar el lujo de reprobar una prueba de pociones… pero definitivamente la chica no era de las que se dan ese tipo de lujos. Harry la observo desconcertado, y ella le fulminó una mirada que decía claramente: "Cállate".

-¿Qué es lo que mira con tanto interés bajo su pupitre Potter? -dijo Snape, que acaba de ponerse de pie frente a los tres amigos, mientras los miraba alternativamente con toda la fuerza de sus oscuros ojos.

Fue como si el tiempo se detuviera al interior de la fría mazmorra que hacía de aula de clases. Todos dejaron de lado sus calderos y se voltearon a mirar la escena, sin tomar en cuenta que eso les podía costar el trabajo que llevaban hasta el momento.

Harry reprimió una sonrisa mientras levantaba las manos y corría su asiento hacia atrás, fingiendo inocencia.

El profesor se inclinó levemente hacia adelante y comprobó, muy a su pesar, que no había ningún libro ni pergamino. Deslizo su mirada hacia Ron, que también se había corrido hacia atrás, y luego hacia Hermione. Para su sorpresa -si, se sorprendió, aun que no lo demostró con ninguna expresión, su rostro permaneció impertérrito- un libro abierto descansaba sobre las piernas de la joven, que tenía los puños crispados sobre este.

-Señorita Granger -empezó Snape, con una voz que atemorizaría a cualquiera-, si tanto se ufana en las clases teniendo la respuesta para cada pregunta que hago, no veo por qué tiene un libro abierto y escondido bajo la mesa -. Hermione mantenía la vista al frente, evitando mirar a Snape, pues sabía que esto no haría más que aumentar su humillación y rabia-. Castigada. A las ocho en mi despacho, Granger -. Hizo ademán de volver a su escritorio, pero se volvió de inmediato para concluir, con un tono burlón:-. Y no se moleste en terminar su poción, supongo que no necesita un libro para comprender que tiene un cero ¿Verdad?

El profesor dio media vuelta hacia su escritorio. Harry abrió la boca para protestar, pero Hermione le espetó:

-Sólo cállate -. Su amigo la miró entre desconcertado y agradecido.

El castigo era a las ocho, justo la hora en la que debía ir a ver a Dumbledore. No le habría gustado para nada tener que explicarle a su profesor de pociones el por qué no podía asistir al castigo y menos tener que pedirle que lo cambiase a otro día. No pudo ni siquiera imaginarse la escena, resultaba ridícula. Podría haber faltado al castigo sin decir nada… pero eso le habría traído más problemas. Suspiro aliviado, y agradecido, miró a su amiga que se limitó a ignorarlo.

Al otro lado de la sala, Draco Malfoy aun se regodeaba recordando la escena y ya planeaba diversas bromas para la que, desde su punto de vista, no era más que una sangresucia.

El resto de la clase transcurrió lenta y espesa (como la poción de Ron) y al final solo dos Ravenclaw consiguieron un resultado aceptable.

Hermione salió echando humos de la fría mazmorra. Ron y Harry la seguían corriendo, consiguiendo por fin alcanzarla al llegar a la sala común.

La chica dejó sus cosas en una mesa y se sentó de mala gana.

-Gracias Hermione -dijo Harry, jadeando-, no sé que habría… de verdad… uf, te debo una.

-Lo mismo digo -afirmó el pelirrojo sonriendo- de todos modos mi calificación no será buena pero… que podemos hacer, son pociones -dijo haciendo una mueca de disgusto.

La castaña se limitó a mirarlos con furia. Ellos no le habían pedido que lo hiciera, pero enojarse con ellos en vez de consigo misma le pareció lo más justo.

Luego de la cena en el gran comedor y de sentarse un rato en la sala común para calmar los ánimos y no estar tan irritable durante el castigo, la chica se dispuso a dirigirse al despacho de Severus Snape mientras sus amigos le lanzaban miradas de aliento y gratitud que la tenían fastidiada.

Cubierta con una gruesa capa, bajó las escaleras que conducían a las mazmorras. Pasó frente al aula de pociones y en menos de un minuto de caminata rápida para capear el frío, llegó frente a la puerta que daba al despacho de Snape.

Golpeó dos veces y de inmediato se escucho un "adelante". Empujó la puerta, entró y la cerró con cuidado tras ella. Snape, sentado sobre su escritorio y sin apartar la vista de un pergamino que tenía al frente, le indicó una silla frente a él. Se sentó y, procurando no impacientarse, se dedico a mirarse despreocupadamente las manos.

De pronto Snape se levantó y fue hacia una mesa que se apoyaba en la fría pared de al fondo.

-Señorita Granger, revisará estos exámenes de primer año -dijo poniendo un montón de pulcros pergaminos frente a la chica-. Aquí tiene la pauta y una pluma -. La chica no pasó por alto el tono de burla en la voz del profesor.

Tomó la pauta intentando evitar mirarla con desdén. Resultaba obvio a la vista de cualquiera que ella no necesitaba una pauta para revisar exámenes de pociones de alumnos de primer año. Menos siendo la más lista de su clase y estando ya en su sexto año en Hogwarts.

Pero no protestó. Se acomodó un poco más y empezó a revisar, sin mirar ni una sola vez la pauta, los pergaminos.

Completamente concentrada en su tarea, no miró a su profesor en ningún momento, para evitar cualquier frase molesta que, por una cuestión de respeto, no podría contestar. Así pues terminó en un santiamén.

-Listo -murmuró apoyándose en el respaldo mientras cerraba y abría su agarrotada mano derecha.

El profesor tomo los pergaminos y, sin mirarlos si quiera, los metió en un cajón de su escritorio. Fue de nuevo hacia la mesa de atrás y regreso con otro montón de pruebas escritas. Hermione puso cara de hastío mientras veía como frente a ella ponían de nuevo, una pluma, más exámenes, y una pauta. Sin decir nada volvió a trabajar. Esta vez eran de segundo año, pero tampoco necesito la pauta.

-Terminé -musitó.

-Bien -dijo Snape sacando cuidadosamente una par de botellitas de una de las estanterías que estaban contra las paredes de piedra-. Ahora señorita Granger, haga el favor de ir por allí -dijo indicando hacía una estrecho pasillo ubicado entre dos con estanterías-, y tráigame dos frascos con jarabe de eléboro. Luego puede retirarse.

En ese espacio estaba tan obscuro que la chica no había reparado antes en el pasillo. Se levantó, encaminándose hacia el obscuro lugar, pero se detuvo a medio camino.

-Profesor, ¿Cómo lo distingo? -preguntó volteándose levemente.

-Supongo que asumirá que, si en la etiqueta versa "jarabe de eléboro", es porque es jarabe de eléboro. Espero que de ese modo no le sea difícil distinguirlo Granger -dijo con sorna.

La castaña, con las orejas rojas de rabia y las mejillas encendidas, se dirigió al pasillo.

Había estanterías a ambos lados y estaban repletas con botellitas, frascos y otros recipientes, la mayoría con un papelito blanco adherido indicando su contenido.

-Lumos -dijo la chica luego de sacar su varita. Entonces tuvo una idea-. Accio jarabe de eléboro -musitó, procurando no ser escuchada por el profesor. Pero no ocurrió nada. Tal como había pensado; las cosas dentro del despacho estaban protegidas contra hechizos invocadores. Era de esperar.

Sintiendo un escalofrío entró al frio pasillo. Empezó con la estantería a la derecha, primero en cuchillas, luego con las piernas semi dobladas, después de pie, y finalmente en puntillas para alcanzar a leer las etiquetas de los frascos que estaban en las repisas más altas.

Comenzó a avanzar internándose más en el pasillo, hasta que la luz de su varita no fue suficiente.

-Lumos Máxima -murmuró desalentada.

Siguió revisando mientras se repetía internamente "jarabe de eléboro, jarabe de eléboro, jarabe de eléboro…", pero no lo encontraba. Intentando a duras penas no desanimarse, llegó hasta el final del pasillo, que en realidad no era muy largo, media un poco más de dos metros… pero dos metros de estanterías abarrotadas de ingredientes y pociones de diversos tipos. Giró para comenzar con la estantería de la izquierda. Repitió el proceso; en cuclillas, ligeramente agachada, de pie y de puntillas. En está última posición, sus ojos se detuvieron en una etiqueta pegada a una botella pequeña. Sonrió y volvió apoyar los pies por completo en el suelo. Estiró un brazo hacia donde más o menos se encontraba la botella y la tomó aliviada.

Pero cuando apuntó con la luz de su varita el recipiente que tenía en sus manos, el corazón le dio un vuelco. Había tomado la botella equivocada. Dentro de ella había líquido, más bien una masa espesa pero… al mismo tiempo parecía volátil. La sustancia era negra como el carbón y formaba una figura que la muchacha reconoció de inmediato. De la boca de una tétrica calavera salía una serpiente, que se movía como danzando; giraba, se enroscaba, salía por completo del obscuro cráneo y volvía a entrar. La marca tenebrosa.

A penas la vio Hermione soltó un chillido y la soltó automáticamente. La botella cayó al suelo y el recipiente se rompió en muchos trocitos que hicieron que la chica retrocediera, chocando con la estantería a sus espaldas. Entonces le pareció que todo ocurría muy rápido. Frascos que estaban en la parte más alta y muy a la orilla de la repisa superior, cayeron al chocar Hermione con el inestable mueble, de inmediato dio un paso hacía adelante, ahogando un grito, y tropezó con uno de los vidrios de la primera botella rota. En segundos estaba en el suelo, se le había caído la varita. Sintió un ardor en la mejilla derecha y algunos trozos de vidrio le clavaban los brazos aun por fuera de la gruesa capa. Desesperada, comprobó que no podía moverse.

El profesor Snape estaba ojeando despreocupadamente los exámenes revisados por la Gryffindor cuando oyó un grito. Pensó que seguramente la chica había encontrado algo asqueroso o repulsivo, cosa que no era de extrañar. Tuvo que contener una sonrisa al imaginarse fugazmente la cara de horror de su alumna. Pero de inmediato se escuchó el ruido de vidrios al romperse. El hombre se precipitó hacia el pasillo, dispuesto a imponerle otro castigo por ser tan torpe.

-Lumos -murmuró. Y empezó a iluminar el suelo del pasillo, donde se mezclaban toda clase de sustancias; espesas y verdosas, espumosas, volátiles… finalmente apunto con la luz de su varita hacia el final del pasillo.

La estudiante estaba tirada en una incomoda posición, entre vidrios rotos y líquidos. Parecía en estado de shock, no se movía ni levantó la cabeza para mirarlo o decir algo.

Hermione no hablaba porque no pudiese, sino porque estaba completamente horrorizada. Primero, había botado unas cuantas sustancias que quién sabe que valor tendrían o cuan importantes serían; segundo, el dueño del desastre que ella había dejado en el suelo, era nada más y nada menos que el profesor más odiado y temido de Hogwarts; tercero, no podía moverse, no tenía idea del por qué pero supuso que no era nada bueno y por ultimo, recordaba claramente la imagen de la marca tenebrosa contenida dentro de ese frasco, cuyo propietario era seguramente el hombre que le apuntaba con la luz de su varita.

-Señorita Granger -dijo en tono amenazador, avanzando hacia ella-, haga el favor de levan… -peor no pudo terminar la frase, porque su pie quedó adherido al suelo por una sustancia potente y pegajosa. Irremediablemente cayó hacia adelante.

Con sus buenos reflejos de ex-mortífago alcanzo a poner las manos en el suelo. Una a cada lado de la cabeza de Hermione.

La chica estuvo a punto de soltar un grito al ver que su profesor caía sobre ella, pero se limitó a cerrar los ojos con fuerza. Los abrió lentamente, y se encontró con el rostro de su profesor a muy pocos centímetros del suyo. El corazón se le aceleró como acto reflejo y a ella le pareció que él podría oírlo. Era la situación más incómoda que le había tocado compartir con su maestro de pociones.

Snape maldijo por lo bajo. Se había incrustado un trozo de vidrio en la mano izquierda. Llevó todo el peso de su cuerpo a su mano derecha, levanto rápidamente mano herida y la sacudió librándose del puntiagudo cristal. Volvió a apoyarla y al mirar hacia el frente se encontró a muy poca distancia de dos ojos castaños que lo observaban aterrados. Por un lado le causó gracia, pero de todos modos bufó odiando la incomoda situación. Entonces flexionó levemente los brazos con la intención de darse impulso y volver a estar de pie… bien lejos de la chica.

Hermione sintió los cabellos negros de su profesor sobre la mejilla, y al ver que la distancia entre ambos se acortaba, su pulso se disparó y solo atinó a cerrar nuevamente los ojos intentado apartar una desagradable idea que hizo que las mejillas se le encendieran de vergüenza.

Finalmente el profesor consiguió ponerse de pie y comprobó que se le había caído la varita.

-Señorita Granger, ¿Tiene su varita en mano? -preguntó con voz áspera, más bien con la intención de saber si podía hablar.

Hermione trago con fuerza y, sintiendo aún la boca seca, pronunció un débil pero claro "No".

"Bien" -pensó Snape, ligeramente aliviado- "Al menos habla".

Se acuclilló buscando a tientas su varita. A penas la tuvo en sus manos la agitó imperceptiblemente y murmuró un hechizo para sus adentros mientras apuntaba a su pie, que al instante se libero de la sustancia que lo había adherido al suelo.

-Lumos Máxima -musitó dirigiendo la luz hacia la chica que tenía en frente. Entonces vio algo de lo que no se había percatado antes, y le cayó como un golpe en el estómago. Una delgada columna de humo negro, extrañamente consistente, ascendía con una lentitud escalofriante enrollándose y atando, como una soga, las piernas de la muchacha. Y, para su horror, Snape comprobó que en el extremo superior de la columna, el humo tomaba una formaba imprecisa que el distinguió de inmediato: la cabeza de una serpiente.