Disclaimer: los personajes no me pertenecen, pero la trama si.

Lo que está escrito "entre comillas" son los pensamientos de la gente.

Lo que está escrito en cursiva son conversaciones en la distancia o por teléfono.

En ésta historia, los protagonistas son humanos.

La historia está escrita desde el punto de vista de Bella Swan.

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1. LA LLEGADA AL NUEVO HOGAR.

En estos momentos de mi vida, las cosas no podrían ir peor. Mis padres, desgraciadamente, habían muerto en un accidente de coche, por lo que en ese momento, iba de camino a Los Ángeles, a la casa de la hermana de mi madre. Viviría con ella, su marido y su hija, mi prima Jessica.

El avión acababa de aterrizar, fui a buscar mis maletas y salí en busca de un taxi. Mi tía me había dicho que Jessica vendría a recogerme pero como era costumbre en ella, ignoró mi presencia, y no vino a buscarme, por lo que al final si que tuve que coger un taxi.

No pude evitar sorprenderme al ver las grandes mansiones que se erigían ante mí. Yo, una chica de clase media, viviendo rodeada de tanta gente rica. Para mí, riqueza significaba falsedad, hipocresía, interés… tal vez pensaba de esa forma porque en toda mi vida, nadie me había demostrado lo contrario.

- Ya hemos llegado. – dijo el taxista, haciendo que saliera de mi ensoñación. Pagué cogí mis maletas y fui hacia la gran casa de color blanco que estaba frente a mis ojos. La casa de mis tíos, la casa en la que viviría a partir de ese momento.

No tenía llaves, por lo que tuve que llamar al timbre. No me extrañó que, quien me abrió la puerta, fuera una de las chicas del servicio.

- Hola. Soy Bella Swan. Soy…

- Pase, pase. La estábamos esperando. – dijo la muchacha cogiendo mis maletas. – Vamos, le enseñaré su dormitorio, y después, le enseñaré el resto de la casa.

- De acuerdo.

Seguí a la chica hasta llegar a un pequeño dormitorio del segundo piso de la casa. No podía desviar la mirada de la chica, que parecía tener mi edad. Más o menos.

- Gracias por acompañarme. Creo que me hubiera perdido yo sola. – dije sentándome en la cama.

- Es mi trabajo.

- Como te llamas?

- Ángela.

- Yo soy Bella. – dije poniéndome en pie y tendiéndole mi mano, que estrechó con cierta duda.

- Encantada.

- Oye, Ángela. Sabes donde puedo encontrar una biblioteca?

- Si, en la ciudad hay alguna.

- Genial. – saqué mi bolso de una de las maletas, metí mi móvil y mi monedero en él, y lo colgué de mi hombro. – Ya que no hay nadie de mi familia en casa, aprovecharé para ir a buscar un par de libros que tengo que leerme antes de empezar la universidad.

- A que universidad va a ir? – me preguntó Ángela con timidez. No me dio tiempo a responder, ya que Ángela comenzó a disculparse. – perdone, señorita, no quería en asuntos ajenos.

- Ángela, tranquila. Primero, llámame Bella, no señorita. Segundo, no te metes en mis asuntos. No me importa que me preguntes. Y tercero, quieres acompañarme? – dije sonriéndole, lo cual pareció aliviarle.

- Me encantaría. Yo también tengo que leerme un par de libros.

- Vas a la universidad? – dije mientras ambas salíamos de mi dormitorio y fuimos hacia un pequeño cuarto que había al lado de la cocina.

Ángela se quitó el delantal que llevaba, cogió su bolso y esperamos unos minutos. Ángela se dio cuenta de mi desconcierto, porque me sonrió y me hizo un gesto para que me sentara.

- Mi relevo tiene que venir en unos minutos. No puedo dejar la casa sola.

- Porque trabajas aquí?

- Quiero marcharme de casa, vivir cerca de la universidad. No sabes la cantidad de gasolina que gasto para ir a clase.

- Bueno, pero hay trabajos mejores. Aunque la gente que vive aquí sea de mi familia, yo también pienso que no tratan bien a la gente. Sobretodo mi prima.

- Bueno, mañana tengo una entrevista para un trabajo en la biblioteca de la universidad. Si me cogen, me largo de aquí.

- Bien echo. – dije al tiempo que sonaba el timbre de la casa.

Ángela fue a abrir la puerta y volvió a la cocina acompañada de una chica de unos treinta y pico, que se puso un delantal como el que había llevado puesto Ángela y se despidió de nosotros, alegando que tenía mucho que limpiar.

Ángela me dijo que su coche estaba aparcado en la acera de enfrente. Al parecer, mis queridos tíos, no le dejaban aparcar en el garaje de la casa. Nos montamos en su coche, y fuimos, según me dijo Ángela, hacia la universidad. Aunque las clases no empezaban hasta dentro de una semana, Ángela me dijo que igualmente se podía ir a su biblioteca.

No paramos de hablar durante la media hora que tardamos en llegar. Íbamos a ir a la misma universidad, ambas gracias a una beca. Yo estudiaba literatura, y Ángela, filosofía alemana. Al parecer, nuestro horario era muy parecido, por lo que tendríamos casi las mismas horas libres.

- Me alegro de haberte conocido, Ángela. No creí que en ésta ciudad pudiera haber alguien decente. – dije cuando estábamos aparcando.

- Lo mismo digo, Bella. Vamos.

Entramos juntas a la biblioteca y cada una empezó a buscar por una punta distinta, buscando los libros que necesitábamos. El primer libro, logré encontrarlo a los pocos segundos, mientras que el segundo libro no había manera de encontrarlo, por lo que decidí ir a preguntar a la chica que había en el mostrador.

Mientras hablaba con la chica, me di cuenta de que un chico se ponía a mi lado.

- Si. Solo queda una copia de ese libro. Está en la sección G de la tercera columna. Están colocados por orden alfabético por el nombre del autor.

- Muchas gracias. – me alejé de allí y fui en busca de mi libro.

Allí mismo, frente al estante en el que debía de estar mi libro, estaba el mismo chico que había visto en el mostrador. Antes de no había fijado, pero en ese momento me di cuenta de que era un chico bastante atractivo. Su rostro era perfecto, y sus ojos…

- Disculpa. – dije en un susurro. El muchacho se apartó y pude empezar a buscar el libro.

Había un hueco donde debía estar mi libro. Miré de reojo el libro que llevaba el chico en las manos y entonces lo vi. Era mi libro.

- Perdona, pero necesito ese libro. – dije con timidez, sin que la voz me saliera del todo clara.

- Éste? – dijo enseñándome la portada del libro.

- Si.

- Yo también.

- Pero yo se lo pedí a la chica…

- Quien no corre, vuela. – dijo antes de marcharse, no sin antes dedicarme una sonrisa burlona.

"Será posible? Éstos niños ricos se creen que pueden hacer lo que les de la gana."

Volví hacia la mesa en la que me esperaba Ángela. Estaba furiosa, y ella se dio cuenta al momento. Cogimos nuestras cosas y nos marchamos de la biblioteca. Ángela no me preguntó que era lo que me pasaba, lo cual agradecí. No me apetecía hablar.

Ángela fue tan amable, que me llevó a casa. Seguí sin tener llaves, por lo que tuve que llamar al timbre, otra vez. Ésta vez, quien me abrió la puerta, fue mi prima. En cuanto me vio, la sonrisa desapareció de su rostro, aunque intentó disimular la decepción. "Estará esperando a alguien."

- Hey prima. Por que has llamado? No tienes llaves?

- No. Cuando llegué ésta mañana, no había nadie. Solo la chica de la limpieza, Ángela.

- Ah! – Jessica abrió la puerta del todo y me dejó pasar. – papá y mamá no vendrán hoy a cenar, y yo me voy en unos minutos.

- Muy bien. Leeré un poco y me iré a dormir. – dije empezando a subir las escaleras.

Fui hacia mi cuarto y me dediqué a deshacer mis maletas. "Tan grande que es la casa y mi dormitorio es más pequeño que un armario." Coloqué la ropa en el armario, una foto de mis padres sobre la mesita de noche, y el libro que había cogido en la biblioteca sobre la cama.

Por mucho que lo intentaba, no podía dejar de pensar en lo que me había pasado esa tarde en la biblioteca, con ese pijo de… bueno, con ello se confirmaba lo que yo pensaba. El dinero les vuelve estúpidos.

Estuve leyendo un buen rato, pero no lograba concentrarme, así que cogí una de mis chaquetas de chándal y me fui a dar una vuelta.

Aun no me había echo a la idea de que el tiempo de Los Ángeles era muy distinto al de Washington, donde me había criado. Aunque corría un poco de aire, no hacía nada de frío, por lo que tuve que quitarme la chaqueta. Fui hacia un parque y me senté en uno de los columpios.

Estuve un buen rato balanceándome, pensando y recordando a mis padres. Una vez, cuando tenía diez años, me columpié con tanta fuerza, que me resbalé del columpio y me caí de cabeza al suelo. Tuvieron que darme ocho puntos en la frente. A mi madre casi le da algo cuando me vio sangrar y mi padre se mareó al ver la sangre.

No pude evitar reír ante ese recuerdo. Yo también me mareaba con la sangre.

Me dolía pensar en mis padres. Pensar en lo que había sucedido. Pero aun me dolía más el no pensar en los buenos momentos que pasamos juntos.

No pude evitar que las lágrimas brotaran de mis ojos y empaparon mi rostro. "Os echo de menos."

- Te encuentras bien? – dijo una voz cerca de mi.

Alcé un poco la vista y me encontré con un muchacho que iba con un perro que empezó a lamerme los tobillos, que llevaba al descubierto, ya que iba con un pantalón que me llegaba hasta las rodillas. Las cosquillas que me hacía el animal me hicieron sonreír. Yo siempre había querido tener un perro.

- Estás bien? – repitió.

Me puse en pie, quitándome las gafas y secándome las lágrimas y le miré a la cara. Era un chico alto, fuerte, de piel y ojos oscuros. Iban con un pantalón corto de deporte, con el torso desnudo, sudado.

- Si. Estoy bien.

- Eres nueva, no?

- Si, acabo de mudarme. – dije agachándome, acariciando la cabeza del pastor alemán. Era un cachorro muy cariñoso. – que guapo eres, pequeñín. – dije recibiendo un lametón en toda la cara, haciendo que el chico empezara a reír.

- Le has caído bien.

- Él a mi también.

- No pareces el tipo de gente que vive en éstos barrios. Ya sabes.

- Te refieres a una niña rica? No lo soy.

- Mejor. Son todas unas estiradas. – dijo con cara de asco, lo que me hizo sonreír. Pensaba igual que yo. – por cierto, me llamo Jacob. Y mi niño, se llama Blackie. – dijo agachándose al lado de su perro.

- Encantada de conoceros a los dos. Yo me llamo Bella.

- Encantado.

- Tú vives aquí? – no pude evitar preguntarlo. Era demasiado amable para ser el típico niño rico.

- Trabajo de jardinero y mecánico. Vivo en una de las casas que hay en la entrada.

Si. Me había fijado en que en la entrada de la urbanización había cuatro casitas, de planta baja, no tan ostentosas como las demás.

- Espero que sigamos viéndonos por aquí, Bella.

- Yo también. – dije sinceramente. El muchacho me había caído realmente bien. "una persona normal en éste maldito lugar."

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Hola!

Bueno, no estoy acostumbrada a escribir sobre Bella y Edward. Debo reconocer que no me entusiasman, pero bueno, todo es probarlo.

Espero que os haya gustado o, por lo menos, gustado lo suficiente como para arriesgaros a leer el siguiente capítulo.

Me gustaría saber que os ha parecido. Me ayudaría mucho, de veras.

Las que soléis leer mis historias, sabéis que nunca pido revews, pero me gustaría saber cuanta gente a leído el capítulo y que os parece. Todo sea por mejorar.

Nos leemos, guapetonas!!