¡Hoy! Fue un día bello porque vi The Hunger Games por segunda vez. Creo que incluso la disfruté más que la primera. No me decepcionaron en lo absoluto.

Muchas gracias por dejar reviews, trataré de actualizar más rápido y con más contenido. Besos.

-HoppingEuphoria

Quisiera decir que terminando las clases me atravesé en el camino de Katniss, me puse frente a ella y exigí una explicación por lo que estaba sucediendo, por lo que habría hecho para que de un momento me besara y al otro actuara como si nada hubiera pasado- pero la verdad es que el sólo verla me mataba las palabras en los labios, sentía una fuerza oprimiéndome el pecho y se me cerraba la garganta. El sólo verla me dejaba increíblemente vulnerable, y no pude evitar pensar en que quizá me había imaginado todo, que nunca había pasado nada en primer lugar. Al menos no fuera de mi cabeza.

¡Ugh!

Ahora estoy parado como imbécil en medio del pasillo, viendo a todos irse a casa en tropel, y ella se ha ido ya, y yo sigo aquí, con esta estúpida esperanza de que regresará y me dirá que sí sucedió, que no me he inventado nada, que pasó porque ella así lo quiso y no hay nada que negar.

Pero al final el tiempo pasa y un hombre de edad mayor vestido miserablemente, que presumo será el encargado de la limpieza, me corre con frialdad, diciendo que a menos que quiera dormir aquí será mejor que me largue. Lo miro sin comprender sus palabras, pero eventualmente me rindo y camino pesadamente, escuchando resonar a mis pasos y con un zumbido en los oídos.

A veces pienso que he muerto demasiadas veces por dentro.

O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O

En la panadería me dedico a decorar un nuevo pastel que mi madre ha horneado para la fiesta de cumpleaños de la hija del alcalde, Madge. Me dice con firmeza que debo decorarlo con rosas, las favoritas de la chica, y que sean de preferencia amarillas, su color favorito. Pongo los ojos en blanco y me limito a asentir, pensando en la cita que tengo con Katniss en un par de horas. Se me revuelve algo en el estómago, y sacudo la cabeza.

Cuando me dejan solo con el pastel, me tranquilizo un poco. Tomo mis utensilios y hago mezclas con el betún rosa y el verde limón, cubro todo el pan con una ligera capa de azul celeste. Pronto me encuentro perdido en los tonos, nadando en un mar inexistente de color que quiero acariciar y hacer míos. Hago rosas firmes y delineadas, las pinto de amarillo pero les pongo más tonalidades, creando una rareza exótica que estoy seguro no existe, pero para realidades nunca fui demasiado bueno.

Hago un ramillete de rosas y las esparzo por todo el pan, embelesado. Dejó caer después hojas de un leve color café amarillento, haciendo la ilusión de que se romperán tal hojas en otoño, creo helechos verdes y, porque nada es nunca perfecto, dejo en medio un montoncito de espinas negras, afiladas como picos de metal, trayendo algo de oscuro a este pastel que prometía ser tan alegre y enternecedor. Me quedo viendo un rato a las espinas, comprendiendo que nunca antes había hecho algo así. Decido no quitarlas, aunque corro el riesgo de que desagraden a la hija del alcalde. De alguna manera este pastel no es para ella, sino para la persona que ocupa toda mi mente.

Finalmente, escribo una sola palabra en letras tan pequeñas y convertidas en garabatos que sé que nadie la encontrará. Coloco una "K" en el centro de la rosa, una "A" en el tallo de otra, una "T" en el rosa perdido de la cubierta, una "N" en un pétalo amarillo, una "I" en el café de la hoja otoñal, y, por último, dos pequeñas y relucientes "S" en las diminutas espinas. Nadie lo sabrá, nadie más que yo, pero esto logra satisfacerme, calmarme el alma un tanto. Para ti, Katniss, entregado a alguien más. Felicidades Madge.

O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O

Salgo de la panadería en un par de horas, con punzadas en el corazón y un desvarío en la mente. ¿Qué me sucede? Ah, claro. Ella.

Ya está allí cuando llego al lugar cerca de la alambrada. Nuestro lugar, porque ahora entiendo que nos pertenece desde la primera vez. Está sentada con las piernas abrazadas al cuerpo, viendo hacia el otro lado, hacia el bosque. Hago una pausa y me detengo un segundo, dejo de caminar y me dedico a verla de lejos. El viento agita sus cabellos, despeinándola, pero la trenza larga permanece. Sus mejillas están pálidas, ni el calor ni el esfuerzo de cazar logran colorearlas. Veo ahora cómo sus ojos grises voltean a verme, de repente, y se suavizan cuando dibuja una sonrisa pequeña en su rostro.

Si supiera el efecto que tiene sobre mí. La facilidad que se maneja para moverme el alma.

Trato de cambiar de pensamientos cuando me le acerco, y me siento frente a ella.

- Hola. – dice. Su voz es normal. Demasiado normal. Con una sola palabra comprendo sus intenciones. El olvidar.

Siento un dolor en el pecho, pero logro contestarle con igual neutralidad.

- Hola, Katniss.

Pasan unos segundos antes de que ella hable de nuevo.

- ¿Qué tenemos hasta ahora?

Tomo un pergamino de mi mochila y lo extiendo. Son apenas unas treinta líneas, pero le señalo que dicen demasiado, que quizá hemos empequeñecido detalles importantes.

- ¿Entonces sugieres mejorar lo que ya tenemos? – pregunta Katniss, confundida.

Asiento.

- Si seguimos escribiendo tanto en tan pocas líneas, agotaremos todos los temas antes de llegar a la cantidad de hojas que nos piden. Y eso sí sería una desgracia para el ensayo.

Nos quedamos hablando de las opciones que nos quedan, los párrafos que podríamos agregar aquí y allá, reducir frases ilógicas y aumentar un poco lo emocional sin rayar en el sentimentalismo para ahorrarnos estupideces típicas del Capitolio. Cuando el sol amenaza con ocultarse y dejarnos abandonados en la oscuridad, Katniss da por terminada la sesión con un disimulado bostezo.

- Deberías dormir más. – digo, intentando ocultar mi preocupación.

Katniss se encoge de hombros.

- Soy afortunada si duermo cinco horas. – me dice quedamente. – las pesadillas siempre me dejan despierta.

La miro, sorprendido, y el recuerdo del beso deja de atormentarme para ser reemplazado por la posibilidad de Katniss sufriendo por las noches, cuando ya no puedo ayudarla.

- ¿pesadillas? – pregunto.

Katniss sacude su cabeza e intenta cambiar de tema, pero yo me pongo firme e insisto:

- ¿qué sueñas, Katniss?

Sus ojos grises se encuentran con los míos y los veo cargados de tanta tristeza y dolor que tengo la súbita necesidad de atraerla hacia mí y abrazarla, ahogar sus penas, que llore sobre mi hombro y acariciar su cabello castaño. Me trago mis emociones y espero su respuesta.

- Sobre… mi padre, más que nada. – traga saliva. – pero a veces… también con los juegos. Pero todos los tributos son… familia. O amigos. – su voz tiembla.

Me doy cuenta por primera vez de lo pequeña que es en realidad. Lo delgada, lo delicada, lo bella que es. Los sentimientos que se guarda, la sombra que se ha convertido para renacer en una Katniss más fuerte y decidida, capaz de sostener a su familia, de convertirse en el adulto en una casa de tres y en donde el padre está perdido desde hace años.

- Eres hermosa, Katniss.

Um. ¿Acabo de decir mis pensamientos en voz alta?

Katniss me ve, levemente sorprendida, y veo el ligero sonrojo que asoma sus mejillas. Pensé que nunca te sonrojabas, Katniss…

- Lo siento. – digo con rapidez. – Lo siento. – y me quiero dar un golpe cuando recuerdo que esas fueron sus palabras antes de salir corriendo y después de darme un beso de la nada, y hago un esfuerzo gigantesco para no hacer lo mismo que ella, e intento plantarme en el piso sabiendo lo que me espera, la negación, la sorpresa, la vergüenza. Pero lo que me dice me agarra con la guarda baja.

- No soy hermosa.

Lo dice, no con tristeza, amargura, burla ni nada por el estilo. Simplemente lo dice, creyendo por completo en sus palabras. Y no me creo su ceguera, no creo que no se dé cuenta de lo bella que es, que ha sido siempre. Y le digo, por segunda vez en un minuto, lo primero que se me ocurre, la más pura verdad de todos mis pensamientos:

- Eso sólo te hace aún más hermosa.