Notas de la autora: Bueno, mi querida tabla llega a su fin… y como ya anuncié en el prompt anterior, esta vez traigo como broche de oro un regalo especial para todos los seguidores del LingFan que me han estado acompañando durante estos meses. ¡Gracias a todos una vez más! 8D Ha sido maravilloso sentir vuestro apoyo, vuestros reviews me han dado siempre mucho ánimo, y no hay nada que me haga más feliz que haberos hecho disfrutar con la lectura. Tiene gracia que esta tabla haya tenido momentos de risa tan absurdos y ahora sin embargo se cierre de una forma tan dramática. O, mejor dicho, intensa XD Pero lo cierto es que esto no podría haber terminado de otra forma.

He intentado hacer en este prompt una pequeña recopilación de todos los temas que se han ido tratando a lo largo de la tabla, como una conclusión final, así que se harán constantes referencias a detalles de los prompts anteriores. De todas formas no es algo importante, así que no os preocupéis. Sólo lo aviso para que no resulte redundante.

Y creo que ya no queda nada más por decir…

¡Gracias otra vez, queridos lectores! ¡Muchas gracias! 8D

¡Va por vosotros!

Title: Frío y calor
Author: Dikana
Fandom: Fullmetal Alchemist
Characters/Pairing: Ling/LanFan
Table: Mystic
Prompt: #10 – Your choice: Always
Rating: R (aunque es tierno… quizá podría quedarse en PG-13, juas)
Warnings: sí, lemon. LEMON. ¿Quedó claro?
Word Count: 14.129
Summary: La guerra te cambia. El horror de la muerte y la violencia puede destrozarte el corazón, por muy acostumbrado que estés a luchar. Y tras las sonrisas y la actitud despreocupada, se extiende un vacío que hiela por dentro y suplica calor en la intimidad.

Notes: Éste no es ni mucho menos el primer lemon que escribo en mi vida, pero sí es el primero que publico, así que estoy emocionada 8D Al final, después de tantos fandoms y tantas OTPs, Ling y Lan Fan han terminado llevándose todos los honores en mi carrera literaria como fanficker. Sólo puedo decir que ellos se lo merecen, y que he disfrutado muchísimo escribiendo sobre estos dos. Espero que vosotros también disfrutéis de este lemon. Eso sí, poneos cómodos y tomáoslo con calma, porque mis lemons siempre son leeentos y laaargos… XD Pienso que éstas son emociones muy intensas que se merecen ser tratadas con respeto. Quizá no esté todo lo bien que podría. Pero si al menos logro emocionaros un poco en vez de aburriros con esta parrafada, me doy totalmente por satisfecha. Como siempre, cameos estelares de todos mis OOCC del Xing-tachi, con especial mención a Nai, que es propiedad de mi querida RaposaBranca.

Frío y calor

Ling sabía que ocurriría cuando llegaran a casa, pero no el momento exacto. Quizá fuera la primera noche, o la segunda… Quizá tuvieran que esperar a que el fervor provocado por su regreso se calmara para poder retirarse juntos en silencio a un rincón privado, los dos solos. Quizá tuvieran que fingir y disimular delante de todos los demás, y no pudieran volver a sentirse nunca más tan libres como lo habían sido en Resembool. Pero en casa les esperaba otro tipo de libertad que ambos llevaban buscando mucho tiempo ya. Y esta vez sería para siempre.

Ling vivió el viaje por el desierto como si fuese una ilusión, con una intensa sensación de irrealidad en la boca del estómago. Volver a Xing parecía surrealista. Y cuando alcanzaron por fin la frontera y los familiares bosques del oeste aparecieron ante sus ojos, pensó que aquello no era más que un sueño. Lan Fan debía sentirse igual que él. Lo notaba en sus ojos conforme se adentraban en las tierras del clan Yao, viajando de aldea en aldea como una simple pareja de peregrinos. No usaba su máscara para no llamar la atención, pero su rostro se hacía más y más inexpresivo con el paso de los días, como concienciándose de que volvían al mundo real, donde los escoltas sólo son sombras que protegen a sus señores desde la distancia, sin compartir cama con ellos, ni tocarlos, ni abrazarlos. Xing la cambiaba tanto como la había cambiado Resembool. Todo lo que allí parecía no importar, aquí recuperaba todo su peso. Y Ling se preguntaba si ella se dejaría aplastar por el protocolo ahora que habían vuelto, aunque eso le quebrara el corazón.

Él, al menos, no estaba dispuesto a dejarse aplastar por nada.

Lo más irreal de su viaje fue precisamente el final, el llegar por fin a casa. Todo ocurrió muy deprisa y Ling lo recordaba muy borroso y confuso en su mente. Recordaba las expresiones estupefactas de los centinelas que custodiaban la entraba a la residencia de los Yao cuando les reconocieron. Recordaba haber visto a Huan surgir de no se sabía dónde y correr hacia ellos con un potente grito de jubilosa victoria, abrazándolos a ambos con todas sus fuerzas para darles la bienvenida. Pero también recordaba la expresión que compuso al darse cuenta de que la manga izquierda de Lan Fan no cubría un brazo de carne, o el hermetismo que nubló su rostro cuando comprendió que Fuu no volvía con ellos.

Recordaba haberse visto rodeado de soldados que gritaban de alegría y que prácticamente les arrastraron en volandas al interior. En el patio principal, recordaba haber visto a Jun correr por la galería hacia ellos con los ojos húmedos, cubriéndose la boca con una mano. Y recordaba haber recibido a Xiang en sus brazos cuando ella se le tiró encima con radiante alegría, olvidándose del protocolo y estrechándole con efusividad mientras reía y lloraba sin parar. Recordaba haber secado las lágrimas de sus amigas de la infancia, y haber reído con fuerza al verlas estallar en llanto por la emoción.

Recordaba los rostros de sus amigos y subordinados. Recordaba sus nombres y el papel que habían jugado en su vida. Y sin embargo, al mirarlos, se sentía rodeado por desconocidos. ¿De verdad había pasado tanto tiempo desde que se marcharon? Los demás parecían estar igual que siempre, pero al mismo tiempo los veía tan cambiados que apenas les reconocía. Huan seguía siendo igual de alto que él, pero una extraña seriedad marcaba su rostro con un aire muy adulto. ¿Tenía ya esa expresión cuando Ling, Fuu y Lan Fan se marcharon hacía un año? Y Jun, ¿aparentaba ser tan mayor antes? Tenía 19 años y sin embargo su aspecto le echaba encima más años de los que le correspondían… Incluso Xiang, cuyo físico y rostro siempre habían tenido rasgos más infantiles, parecía ya toda una mujer. ¿También se veían Lan Fan y él tan cambiados?

Tanta agitación le desorientaba. Había pasado demasiado tiempo solo en la oscuridad. Había echado de menos a sus amigos y a su gente, pero no estaba preparado para un recibimiento tan efusivo. Y no hacía más que buscar los ojos de Lan Fan entre el barullo, intentando encontrar un punto de apoyo para no marearse. Trataba de rozar su mano disimuladamente aprovechando la confusión. Necesitaba su contacto para no sentirse etéreo como un fantasma, ajeno a ese mundo que le resultaba tan familiar y extraño al mismo tiempo. Y cuando ella acariciaba a escondidas sus dedos en un roce tan leve como una brisa, Ling comprendía que no estaba soñando. Que estaba de vuelta en casa de verdad y que todo lo ocurrido en Amestris había terminado por fin. Por fin.

Cuando su abuelo se abrió paso entre el corro de gente que les rodeaba y se quedó plantado ante él con los ojos muy abiertos por la incredulidad, Ling se fijó por primera vez en lo anciano que parecía el hombre, lo arrugado que estaba ya su rostro y lo canoso que estaba ya su pelo. Pero el viejo líder del clan Yao le agarró por un hombro con fuerza y de repente le abrazó como no había hecho en toda su vida, temblando. Eso fue lo que terminó de despertar a Ling de su trance.

- Lo siento, abuelo –le murmuró, devolviéndole el abrazo con gesto vacilante-. No hemos tenido éxito.

- Has vuelto vivo –replicó Zhuo, apartándose para mirarle a la cara con su duro rostro contraído-. Eso ya es más que suficiente.

- Reúne a todos, por favor –pidió Ling en voz baja, pasando la vista por la pequeña multitud que les rodeaba-. A la familia y a los soldados. Necesito hablar con vosotros. Sólo quiero contar esta historia una vez y olvidarme de ella para siempre.

Desde que había visto a Winry recibir a los Elric en la estación de Resembool, Ling se preguntaba con frecuencia cómo les recibirían a ellos al volver a casa. Le había dado miedo regresar con noticias de derrota y fracaso, a pesar de estar convencido de haber hecho lo correcto. No sabía cómo iban a reaccionar. Pero cuando su abuelo le palmeó la espalda con cariño se dio cuenta de que había sido un idiota por dudar. Cuando su abuela apareció allí también para abrazarle, sonriendo ampliamente, cuando vio llegar a sus tíos y primos y la familia entera le envolvió, un fortísimo nudo le atenazó la garganta. Y se sintió conmovido. Mucho más conmovido de lo que esperaba, pensando en lo extraño que era de verdad volver. Habían estado fuera menos de un año y sin embargo parecía casi media vida…

Lan Fan desapareció de su lado en algún momento de la confusión, cuando los Yao empezaron a rodear a su príncipe y los soldados se hicieron a un lado para mantenerse en su sitio. La vio no muy lejos de allí, abrazada a sus padres con fuerza, rodeada por sus amigos de la guardia de élite. Vio a Pei llorar, cubriéndose la boca con las manos cuando su hija se levantó la manga izquierda para enseñarles el automail. El rostro de Den Lu se petrificó con una expresión que Ling no le había visto nunca, intentando consolar a su esposa a pesar de que él mismo estaba pálido por la impresión. Jun se veía agitadísima, moviéndose de un lado a otro alrededor de Huan, que parecía ser el único con ánimo suficiente como para preguntarle a Lan Fan los detalles, mientras Xiang palpaba el brazo de metal con ojos incrédulos, abriendo y cerrando la boca como si estuviera en shock.

Aquella imagen le acompañó cuando se internó en la casa, siguiendo a su abuelo y su tío, con su primo pequeño colgado de un brazo y sus otros primos haciéndole preguntas sin parar, seguidos por las mujeres. No pudo librarse de ella mientras todos se sentaban en la sala principal de la residencia de los Yao, ni mientras los soldados empezaban a arremolinarse en el jardín, observando y escuchando desde la galería. Los miembros más importantes de la guardia de élite y los jefes de las tropas se sentaron junto a sus señores. Y cuando Lan Fan reapareció para sentarse formalmente a su lado, Ling fue incapaz de reprimir un rápido vistazo de reojo al automail.

Sabía que Jun, Huan y Xiang se habían sentado justo detrás de ellos y sintió deseos de volverse para preguntarles por qué miraban así el brazo de metal. Por qué esas caras de horror y pena. Lan Fan no se merecía miradas de condolencia, sino miradas de orgullo. Ninguno de ellos la había visto luchar hasta el final en Amestris. Ninguno de ellos había visto la impresionante guerrera en que la joven se había convertido, ni su fuerza, ni su determinación. Ese automail no merecía lágrimas. ¿Es que no lo comprendían?

Y de repente se sintió muy lejos de su familia y amigos… como si ya no pertenecieran al mismo mundo.

Fue muy difícil deshacerse de ese pensamiento, incluso cuando empezó a hablar para narrar los sucesos ocurridos en el país vecino. También fue difícil reprimir las ganas de alargar la mano hacia la de Lan Fan y enredar sus dedos de carne con los de metal. Fue difícil concentrarse y volver a revivirlo todo. A veces se le trababa la voz y su escolta tenía que ayudarle a continuar.

Los alquimistas, los homúnculos, el círculo de transmutación gigante, Padre, Bradley, el brazo de Lan Fan, Gluttony, la Puerta de la Verdad, Greed, la piedra filosofal, la inmortalidad, la guerra, Pride, el Día Prometido, Fuu, el eclipse de sol, las puertas del cielo abriéndose sobre sus cabezas, la batalla final… La muerte, la oscuridad, los compañeros caídos, la desolación.

Fuu había llevado a María Ross a las tierras de los Yao para darle cobijo, de modo que aquella historia no les era totalmente desconocida a su abuelo y los demás. Ellos ya habían oído hablar de lo que sucedía en Amestris y del coronel Mustang. Ellos habían suministrado armamento a los rebeldes a través del teniente Havoc, y habían recibido noticias de que la guerra había terminado con éxito. Pero no sabían nada de lo sucedido con Greed. No sabían nada de la piedra filosofal, ni de lo de Lan Fan, ni de la muerte de Fuu. Y conforme hablaba, Ling veía a su abuelo palidecer más y más.

No les dijo que Lan Fan y él se habían quedado unas semanas en Resembool antes de volver, sólo se limitó a comentar que no se pusieron en marcha hasta que se encontraron totalmente recuperados, y que habían viajado despacio para no levantar sospechas. También les habló de Mei, que se había separado de ellos en la frontera para volver a las tierras de los Zhang y poner al corriente a su familia de lo sucedido.

- Abuelo –concluyó el joven príncipe, mirando al anciano con determinación-, lo único de valor que he encontrado en Amestris han sido personas. Los alquimistas que nos han ayudado y los militares que lucharon con nosotros. Fue un error ansiar la piedra filosofal, jamás debimos emprender su búsqueda. Pero este viaje no ha sido una absoluta pérdida, a pesar de todo lo que ha quedado por el camino. Tenemos la oportunidad de empezar de nuevo. Y la única forma que tenemos para alcanzar el trono de Xing es confiar en las personas, no en piedras legendarias.

La tertulia se alargó hasta la noche. Ling sabía que la noticia de la muerte de Fuu había afectado profundamente a su abuelo y era muy posible que Zhuo no tuviera ganas de más charla, pero él quería dejar zanjado aquello cuanto antes. La estrategia que habían trazado Mei y él en Resembool era la estrategia que pensaba seguir para luchar por el trono, y necesitaba saber si podía contar con el apoyo de la familia o no.

El tono de la discusión subía y bajaba todo el tiempo. El mayor de sus primos parecía apoyar su plan, pero su tío no se mostraba muy convencido con la idea, y cada vez que las palabras se acaloraban Ling sentía que se le retorcía el estómago. No quería discutir más. ¿Por qué no entendían que aquélla era la única manera? No pensaba renunciar al trono, o todo lo ocurrido caería en saco roto. No iba a rendirse y agachar la cabeza sólo por no haber conseguido la piedra. No quería para nada aquel trasto infernal, ya había tenido suficiente inmortalidad. Ellos no habían visto de lo que era capaz aquella cosa… no habían visto cómo corrompía el alma y la mente, ni la oscuridad que conllevaba… Ellos no lo podían comprender…

Casi brincó del sobresalto cuando, aprovechando un momento de distracción general en el que todo el mundo parecía muy interesado en chillar su opinión, Lan Fan posó suavemente su mano izquierda sobre uno de los puños cerrados que Ling se apretaba fuertemente contra las piernas. Sintió el tacto frío del metal contra la piel y la tensión se rebajó en el acto, como si fuera un bálsamo. Tranquilízate, decía ella sin palabras. Dales tiempo para que lo asimilen y lo piensen. Y él se relajó, apretando brevemente su mano en señal de mudo agradecimiento antes de que ambos volvieran a soltarse como si no hubiese pasado nada.

Zhuo también debía ser de la opinión de que todo aquello debía ser reflexionado con calma, porque terminó hartándose del jaleo y puso fin a la reunión con gesto fulminante.

- Seguiremos hablando de esto mañana –atajó el viejo líder del clan Yao-. Ahora ocupémonos de preparar la despedida a nuestro guerrero como se merece. Wei, Den Lu, venid conmigo. Ling, tú vete a descansar. Lan Fan y tú ya habéis hecho bastante. Hablaremos mañana.

Fue un alivio escapar de allí. Ling echaba de menos la facilidad con la que Lan Fan y él podían huir del mundo cuando estaban en Resembool, simplemente encerrándose en la habitación sin que a nadie le importara. Sólo quería refugiarse en su cuarto con ella otra vez, y volver a abrazarla, y dormir. El cansancio que sentía no era sólo físico. Pero, aunque no tenía ganas de más historias, se dejó arrastrar por Huan cuando él le pasó un brazo por los hombros con camaradería y lo guió a la salida, acompañados por las chicas. Junto a la puerta, al final de la sala, Pei estaba esperándoles. Y Nai también.

- Bienvenido a casa, waka –le murmuró la menuda cortesana con cariño, poniéndose de puntillas para echarle los brazos al cuello y abrazarle.

Ling le devolvió el gesto con un suspiro, plantándole un leve beso en la frente. Pero al volverse hacia Pei se quedó estático, sin atreverse a abrazarla. Aún permanecía en su mente la imagen de su nodriza llorando ante el brazo perdido de su hija. De hecho, Pei todavía tenía los ojos enrojecidos. Pero ella sonrió con ternura al notar su vacilación y, alargando los brazos hacia él, le rodeó suavemente y lo estrechó contra su pecho, acariciándole el pelo como si aún fuera un niño pequeño. Y Ling cerró los ojos, quedándose aferrado a ella por un rato que se hizo eterno, sintiendo que de algún modo la sensación de irrealidad que aún le comprimía el corazón se aflojaba lentamente.

Todos se reunieron en una de las modestas salas de las dependencias de los soldados. Pei les preparó la cena y la conversación por fin perdió peso para centrarse en los pequeños acontecimientos de la vida diaria en la casa de los Yao. Ling tenía que hacer un esfuerzo para mostrarse animado ante sus amigos y prestar atención a lo que le rodeaba. Su mente se inundaba por momentos con imágenes de la tierna intimidad vivida con Lan Fan en las últimas semanas. De verdad quería que el día terminara de una vez. Pero, al mismo tiempo, también quería estar con los demás, porque no le gustaba sentirse tan diferente a su lado, como si se hubiese convertido en una persona distinta. También quería recuperar la vida que había dejado en Xing al marcharse. Quería olvidar.

- ¿Así que aún no te has casado con Cheng, Xiang? ¡Vaya sorpresa! Y yo que esperaba que nos recibieras con algún churumbel bajo el brazo…

- ¡No ha sido por falta de ganas, waka! Pero no podía casarme sin que Lan Fan y tú estuvierais aquí, ¿qué tipo de boda habría sido ésa? ¡Tenía que esperaros, necesito tu aprobación! Aunque Jun no hacía más que decir que nunca volveríais…

- ¡Yo nunca he dicho eso, mentirosa! Sólo dije que no sabíamos cuándo volverían.

- Bueno, esto hay que solucionarlo cuanto antes, no podéis seguir así, que yo quiero ver algún hijo antes de que las cosas se compliquen. Dile a Cheng que se prepare, en cuanto terminen las ceremonias por Fuu, empezarán las fiestas de boda.

- ¡¿Sí?

- ¡Claro! Necesitamos subir un poco el ánimo, ¿no? Prepararemos un enorme teatro de sombras para celebrarlo, ¿qué te parece?

- ¡Eso sería genial! ¡Y así podremos celebrar también que ya estáis en casa, y que Huan por fin tiene novia!

- ¡Pero qué dices! ¿En serio? ¡Huan, qué callado te lo tenías!

- ¡No es mi novia! Es sólo una chica a la que… ehhh, estoy conociendo.

- Lan Fan, ¿lo estás oyendo? Nos vamos unos meses y cuando volvemos aquí todo el mundo se ha montado ya una vida. Jun, ¿tú también?

- No, waka, Jun sigue en su línea. Hace poco le rompió un brazo al último tipo que la invitó a una cita.

- ¡Ese payaso intentó poner la mano donde no debía, él se lo buscó!

Era agradable compartir momentos como aquéllos, igual que antaño. Ling sabía que los demás querían hacer preguntas sobre Amestris y lo ocurrido allí. Querían oír el plan de acción. Podía ver en sus ojos que estaban preparados para volver a luchar a su lado en cuanto él lo ordenara. Pero también sabían captar su cansancio y se sintió enormemente agradecido ante el hecho de que no le presionaran. Quizá incluso notaran que él ya no era el mismo de antes. Quizá la historia sobre el homúnculo les había asustado y ya no sabían qué pensar sobre su señor. O quizá simplemente aquel reencuentro les parecía tan surrealista como a él y aún no terminaban de acostumbrarse a tenerles de nuevo en casa.

De vez en cuando intercambiaba mudas miradas con Lan Fan, intentando averiguar si ella pensaba lo mismo que él. La sonrisa de su escolta era constante pero triste, casi ausente. Apenas hablaba, como cuando llegaron a Resembool. Posiblemente toda aquella agitación también la hubiese aturdido. Y Ling se preguntó si ella también tendría ganas de desaparecer en la penumbra de su cuarto y refugiarse en sus brazos para acurrucarse juntos bajo las sábanas. Sólo pensarlo hacía que se le secara repentinamente la garganta, como si volvieran a estar bajo el sol del desierto.

Pei debió darse cuenta de que las mentes de príncipe y sierva estaban cada vez más lejos de allí y terminó interviniendo para cortar la conversación de los jóvenes, excusándose en que los recién llegados debían estar muy cansados después del largo viaje y sería recomendable que tomaran un baño y se fueran a dormir. Jun y Xiang se llevaron a Lan Fan a los baños femeninos. Huan permaneció un rato más hablando con Ling mientras Pei y Nai preparaban el baño para el príncipe. Y antes de despedirse finalmente de él, le sujetó por un hombro y le dijo con seriedad:

- Waka… me alegro muchísimo de que estéis de vuelta los dos. Gracias por regresar con vida. Ha sido muy duro esperar sin noticias vuestras, más de una vez hemos pensado en viajar a Amestris nosotros mismos para buscaros, aunque tuviéramos que desobedecer a Zhuo-sama.

- Siento haberos preocupado, Huan –replicó Ling, agarrándole también del hombro en un gesto de cariño-. Pero me alegro de que permanecierais en casa. No habría podido soportar que vosotros también vierais los horrores que ocurrieron allí.

Huan se quedó mirándole fijamente a los ojos por un momento, como si rebuscara en su interior. Se le daba bien simplificar las cosas y otorgar a cada una su valor, por eso comprendía a los demás mejor que nadie con el menor número de palabras. Y por eso sonrió lentamente con melancolía y añadió en un murmullo:

- No, ninguno de nosotros podrá ver lo que ocurrió allí… pero tampoco debes intentar cargarlo solo. Sé que será difícil olvidar, waka, pero no es necesario que sufras en soledad una vida entera por lo sucedido en unos meses. Me alegro de que Lan Fan estuviera contigo.

Sus palabras lograron encogerle el estómago. Y él debió notarlo, porque se rió por lo bajo, palmeándole el hombro mientras le murmuraba un "que paséis buena noche" con tono cómplice.

Aún sentía el estómago encogido cuando se hundió en la bañera de agua caliente. Y esa tensión no desapareció ni siquiera cuando Nai se arrodilló a su espalda para darle un masaje en los hombros. Ella era experta en aquellas cosas, siempre lograba relajarle cuando las preocupaciones le entumecían el cuerpo. Pero por primera vez se dio cuenta de lo cálidas que eran sus manos… y no pudo evitar acordarse del tacto frío de los dedos metálicos de Lan Fan. Ese poder balsámico que tenían cuando le acariciaba el rostro con ellos tras una pesadilla, refrescando la fiebre, calmando el ardor del dolor.

- Nai… gracias por el masaje.

- ¿Pero qué dices, waka? –sonrió ella de lado, en ese gesto tan típico suyo-. Es lo mínimo que puedo hacer. Pareces agotado. ¿Estás seguro de que te encuentras bien? ¿Necesitas algo más?

- No, no te preocupes. Pero… ¿podrías hacerme un favor?

Nai parpadeó, confusa. Ling inclinó la cabeza hacia ella, pero no abrió los ojos. Buscaba en su memoria las frías caricias de Lan Fan, su sonrisa bajo la luz de la luna de Resembool, su mirada cargada de gratitud cuando él rozaba con ternura su automail…

- Las chicas se han llevado a Lan Fan, ¿verdad?

- Sí… supongo que irían a bañarse juntas, como siempre. ¿Qué ocurre?

- Van a ver su automail –contestó Ling, abriendo por fin los ojos y mirando a Nai con tristeza-. A Lan Fan le dan vergüenza las cicatrices y la propia prótesis. Es… bastante impresionante cuando lo ves por primera vez, la verdad. ¿Podrías irte allí con ellas? Por favor, no dejes que Jun y Xiang se compadezcan de lo que le ha ocurrido. Yo estoy muy orgulloso de ella, gracias a lo que hizo los dos salvamos la vida. No es algo de lo que se deban compadecer. ¿Me entiendes?

Ella agrandó los ojos ligeramente, pero le sostuvo la mirada sin parpadear. Y a los dos segundos asintió con determinación, componiendo la misma expresión que formaban siempre sus guerreros al acatar una orden.

- Por supuesto que sí, waka. Tranquilo, yo me encargo.

Y se levantó para abandonar el cuarto de baño con rapidez. En la puerta se cruzó con Pei, que entraba con la ropa limpia del príncipe en sus brazos y se quedó mirando la carrera de la cortesana con desconcierto.

- ¿Qué le pasa a…?

- Pei, ¿me ayudas a lavarme el pelo?

No fue capaz de añadir nada más en el rato largo que su antigua niñera pasó sentada en un taburete a su espalda, enjabonando el largo pelo negro, aclarándolo y desenredándolo con un peine de nácar. Pei tampoco dijo nada. Después de Lan Fan, ella era quién mejor le conocía en aquella casa. No en vano le había visto crecer y le había criado. Y por eso sabía de sobra respetar el silencio cuando él quería compañía pero no tenía ganas de hablar, o cuando simplemente necesitaba algo de tiempo para ordenar sus ideas. Muchas veces, ella comprendía que Ling quería contarle algo antes incluso de que el príncipe pudiera darse cuenta. Y ésta fue una de esas veces.

- Pei… lo siento.

La mujer se detuvo un momento, bajando la vista hacia su señor con aire sorprendido.

- ¿Por qué dices eso?

- Te vi llorar antes. Por lo de Lan Fan. Siento haberte devuelto a tu hija así. Y no haber podido salvar a Fuu.

- Eso no es culpa tuya, Ling –replicó Pei suavemente, empezando a pasar de nuevo el peine por las negras hebras-. La vida de los guerreros es así. Si dices que Fuu murió como un héroe, no hay nada que pueda honrarnos más. Si Lan Fan se cortó el brazo para poder salvarte la vida, significa que cumplió con su deber hasta el final. Y al menos me la has traído a casa con vida. Eso ya es bastante.

Ling sacó las manos del agua y se quedó mirando la piel mojada que ya empezaba a arrugarse por el calor. Giró la mano izquierda, buscando en su dorso el tatuaje de uróboros que la había marcado durante meses.

- A pesar de tener la piedra filosofal en mi poder –le explicó en voz baja a Pei-, me di cuenta de que al único al que podía salvar con ella era a mí mismo. Y eso nunca fue lo que yo quería. Yo quería protegerles a todos…

- Proteger absolutamente a todo el mundo es imposible. Hay cosas que nunca podrás controlar ni evitar. No intentes ser omnipotente. Incluso con buenas intenciones, ese tipo de avaricia también puede destruirte el corazón.

Él se tensó inmediatamente ante aquellas palabras, pensando en Greed. Un fuerte nudo volvía a cerrarle la garganta.

- Pei, ¿crees que he cambiado? Tú me conoces bien… ¿Crees que ya no soy el mismo que se fue de aquí hace meses?

- Creo que has crecido –musitó ella, ladeando la cabeza-. Que todo lo que ha sucedido en Amestris te ha hecho crecer más rápido de lo que a mí me hubiese gustado. Pero no creo que hayas cambiado, Ling. Simplemente has dejado de ser un niño. Ahora eres un hombre. Y tienes una perspectiva diferente de la vida. Con las ideas más claras, aunque eso te haya dejado el corazón más cansado.

Perspectiva. Con las ideas más claras y el corazón más cansado. Ling giró el rostro para mirarla, arrugando la frente con desconsuelo. Y Pei volvió a quedarse estática ante aquella expresión.

- Me siento extranjero en mi propia casa –confesó el príncipe-. Como si no perteneciera a este lugar. Quizá sólo sea por estar recién llegado, pero… sé que las heridas de esta guerra no se van a curar nunca –agachó la cabeza para esquivar los ojos de Pei, que se agrandaban lentamente ante sus palabras-. Tengo pesadillas casi todas las noches. Me da miedo dormir solo. Tengo miedo a desaparecer de nuevo en la oscuridad y convertirme en un fantasma, como cuando Greed tomó el control de mi cuerpo. A veces pienso que… aún estoy alucinando, o que me he vuelto loco. A veces el frío que siento dentro se hace tan intenso que sólo tengo ganas de llorar. Por mucho que intente explicároslo, jamás podríais comprenderlo. Y prefiero que no lo comprendáis. No quiero que vosotros sintáis también este peso. Pero… yo no puedo cargarlo solo. Necesito el calor de alguien. Y… Lan Fan es la única que puede comprenderlo. Porque también lo ha vivido. Y siente lo mismo que yo.

El silencio que siguió a aquellas palabras fue tan denso que Ling pensó que se había quedado sordo. No se atrevía a mirar a su compañera a la cara, pero sintió cómo ella soltaba lentamente su pelo y dejaba caer las manos sobre su regazo. Y se le encogió el corazón.

- Pei… lo siento.

La mujer suspiró, arrugando la frente y agachando también la cabeza con el rostro contraído. Tardó un buen rato en contestar. Ling vio cómo temblaban sus labios, haciendo un esfuerzo por mantener la compostura, asimilando las palabras del joven al que había criado como a su propio hijo. No necesitaba nada más explícito, el mensaje estaba claro. Y también estaba claro que Ling no estaba pidiéndole permiso, sino compartiendo con ella una decisión que ya estaba tomada de antemano y que no iba a revocarse. No tenía intención de dejarse aplastar por nada, pero Pei merecía saberlo. Ling no habría podido seguir adelante sin al menos estar seguro de que su nodriza lo entendía, aunque no estuviese de acuerdo.

- Bueno… -musitó ella finalmente, haciendo un vago intento por sonreír, aunque su expresión estaba cargada de una inmensa tristeza-, Lan Fan siempre quiso vivir para protegerte. Siempre fue lo único que deseó hacer con su vida. Y yo siempre lo he sabido. Así que… supongo que en realidad tal vez me sentiría decepcionada si eligieras a otra que no fuera ella. Quizá esto sólo fuera cuestión de tiempo…

No, no estaba de acuerdo. Ling veía claramente en su rostro la angustia por una situación tan incorrecta, la culpabilidad por no haber sabido ponerle freno a aquello antes, la impotencia por no poder hacer nada ya al respecto, la preocupación por el futuro de ambos… Estaba tan en contra que los ojos se le habían llenado de lágrimas. Pero lo entendía. Por eso no protestó ni hizo ningún otro comentario. Y aquello era suficiente para él.

- Gracias –le murmuró con cariño, cogiéndole una mano y apretándola con fuerza.

Ella asintió, dejando escapar un par de lágrimas que se apresuró a limpiarse con el dorso de la mano. Y siguió peinándole en silencio, y le envolvió en una amplia toalla cuando él salió de la bañera, y se dejó abrazar por él cuando la rodeó para estrecharla con fuerza y gratitud, invirtiendo los papeles por primera vez en su vida e intentando ofrecerle consuelo él a ella, transmitirle algo de seguridad y confianza para que no se preocupara.

Perspectiva… ¿Había cambiado tanto su punto de vista en los últimos tiempos, realmente? Ling pensaba que no. Siempre había sido el mismo. Desde la primera vez que Lan Fan durmió a su lado, siendo aún unos niños, y le abrazó para mitigar su miedo a la oscuridad. Lo único que habían hecho con el paso de los años era descubrir matices nuevos de una misma cosa. Había miedos y heridas que sólo ella podía sanar, que sólo ella podía comprender. Pero no eran ellos los únicos que crecían. También crecían los problemas y el dolor. Y lo que antes se curaba con un simple abrazo o un gesto de cariño, ahora necesitaba más. Más calor, más cercanía.

Pei tenía razón. Aquello sólo había sido cuestión de tiempo.

Cuando ambos salieron del baño, Lan Fan y Nai estaban ya en la sala de los aposentos del príncipe, sentadas juntas en el suelo frente a la mesa baja, hablando en murmullos. Pero se interrumpieron al verles aparecer y se levantaron enseguida. Ling miró a su escolta de arriba abajo y debió escapársele una expresión más obvia de lo que pretendía, porque ella se estremeció, sonrojándose levemente, y Nai se apresuró a reprimir una sonrisita, anunciando que ya era hora de retirarse para dejarles descansar. Pei miró una última vez a Ling con el ceño contraído en una expresión muy distinta a la de la joven cortesana. Y, tras las despedidas de rigor, ambas mujeres abandonaron el lugar, dejándoles solos finalmente.

Ninguno de los dos se movió ni habló por un momento.

- W-waka –murmuró Lan Fan, retorciéndose las manos con nerviosismo-, d-deberías descansar…

- Por supuesto –asintió Ling, acercándose a ella lentamente, sin separar los ojos de los suyos.

- Q-quiero decir que… m-mañana será un día muy largo y tú…

- Hoy también ha sido un día muy largo. Creí que no acabaría nunca –Ling se detuvo a un metro escaso de ella y le tendió una mano-. Pero ya se ha terminado.

Lan Fan tragó saliva ruidosamente, quedándose rígida como una estaca. Dirigió una fugaz mirada a la puerta por la que acababan de marcharse su madre y su amiga, como si esperara verlas aparecer de nuevo de un momento a otro.

Xing la cambiaba tanto como la había cambiado Resembool… Todo lo que allí no tenía importancia, aquí recuperaba todo su peso. Dudaba, indecisa. Tenía miedo. Y, aún así, no había retrocedido para apartarse de él. Seguía ahí, mirando su mano con la misma expresión que pondría un sediento al contemplar un vaso de agua fresca. Con la esperanza de poder creer que de verdad no habían perdido nada al volver. Sí… tenía las mismas ganas que él de desaparecer en la penumbra de su cuarto, los dos solos, lejos del mundo. Las mismas ganas de refugiarse entre sus brazos y acurrucarse con él bajo las sábanas. Ellos dos siempre deseaban lo mismo…

- Ven conmigo, Lan Fan –murmuró Ling, extendiendo la mano un poco más-. Por favor.

Ella le miró a los ojos con ansiedad. Alargó también su mano hasta alcanzar la de él. Y, enredando los dedos con fuerza, la guió en silencio hacia su dormitorio.

Ling sabía que ocurriría cuando llegaran a casa. Lo había sabido desde antes de abandonar Resembool. Cada vez que a Lan Fan le tocaba hacer guardia en las noches que pasaban en el desierto, acompañados por los comerciantes de aquella caravana, Ling era incapaz de dormir. Dejaba a su hermana pequeña hecha un ovillo bajo las mantas y se escabullía hasta alcanzar a su escolta, sentándose tras ella, envolviéndola por la cintura con los brazos, ocultando el rostro en su hombro. Deseaba su calor. Y Lan Fan lo sabía, y se hundía en sus brazos, entrelazando sus manos con las de él.

Cuando se separaron de Mei y de la caravana al llegar a la frontera, aquello se hizo mucho más insostenible. Era muy difícil reprimirse cuando estaban absolutamente solos. Las ambigüedades sobraban, y las farsas y los juegos. La última vez que se alojaron en una posada para pasar la noche, Ling no había podido frenar el gesto mientras observaba de nuevo a Lan Fan engrasar el automail después del baño, y se había pegado a su espalda, acariciando con las yemas de los dedos la piel desnuda bajo la que se dibujaba la fila de vértebras de su espina dorsal. Al sentir cómo ella se estremecía ante el contacto, no había podido evitar sembrar un camino de lentos besos por la misma zona que acababa de tocar. Y cuando Lan Fan se volvió para mirarle, sus mejillas sonrojadas y sus ojos perdidos, había acariciado su rostro, atrayéndola hasta él.

- Cuando lleguemos a casa… -le había murmurado a los labios con voz grave, mirándola intensamente-. Cuando lleguemos a casa, Lan Fan…

Había sido muy difícil esperar, pero merecía la pena. Era necesario, en realidad. Ling la conocía demasiado bien. Sabía de sobra que si se dejaban llevar estando en Resembool o durante el viaje, Lan Fan asumiría aquello como un desliz, una equivocación provocada por las circunstancias, un desahogo por no tener a nadie más disponible. Y entonces, cuando volvieran a casa, lo que ella haría sería cerrarse herméticamente para que aquello no volviera a suceder. Como poniéndole un punto y final al bonito sueño que habían supuesto aquellas pequeñas vacaciones. Y él no podía permitirlo. Quería que ella comprendiera justamente lo contrario, que nada era improvisado, que no existía desliz posible. Quería llegar a casa con ella, y besarla, y arrastrarla a su cama, y marcar allí un inicio, no un final. En Xing, en su hogar, en su mundo, en la vida real. Repetir allí todo lo vivido en Resembool y hacerlo real para siempre.

Porque no era un sueño. Nada había sido un sueño.

Cuando cruzaron el umbral del dormitorio, Ling cerró las puertas tras ellos. Lan Fan seguía tensa y cuando vio la mano libre de su señor acercarse a ella no pudo evitar echarse hacia atrás, apretando la espalda contra la madera maciza. Pero Ling no la rozó. Sólo agarró el pesado cerrojo de hierro y lo corrió con suavidad, bloqueando la entrada. Estaba tan cerca de ella que volvió a oír cómo tragaba saliva.

- Tú nunca cierras las puertas de tu cuarto… -musitó con voz ahogada.

- Nunca antes había querido que nadie más entrara aquí –replicó él, mirándola con una sonrisa.

Aún entraba claridad desde el jardín a través de las ventanas. Podía distinguir el sonrojo de sus mejillas. Y ahora sí alzó la mano hacia su rostro, acariciándolo, acercándose más a ella hasta pegarse a su cuerpo. Lan Fan se estremeció violentamente. Después de lo cerca que habían estado en las últimas semanas y la naturalidad con la que lo habían asumido, ambos cuerpos parecían comprender sin embargo que aquella vez era diferente. Él también temblaba.

- L-Ling… -a la joven se le quebraba la voz-, creo que no deberíamos…

No pudo terminar. La voz se le disolvió y se quedó sin aliento cuando él la besó en la frente sin ninguna prisa. Ling sintió cómo le apretaba la mano que aún llevaba entrelazada con él. Y sonrió de nuevo contra su piel, suspirando.

- El emperador es libre para amar a quién él quiera… -musitó al romper el beso, apoyando su frente en la de ella.

- Aún no eres emperador –replicó Lan Fan, una nota de angustia marcando su tono, como si hiciera un último y débil intento por evitar lo inevitable, más por defecto que porque de verdad quisiera detenerse.

- Pero lo seré –atajó Ling con determinación, y delineó sus labios con el pulgar-. Lo seré por ti.

Lan Fan abrió la boca para contestar, pero de nuevo no pudo articular palabra, porque Ling volvió a inclinar el rostro, besándola esta vez en la sien, arrastrando después los labios hacia su mejilla y el inicio de su mandíbula. Ella se estremeció de nuevo y se aferró con fuerza a la larga y fina camisa de dormir que él llevaba puesta.

- Hueles a Xing… -sonrió el príncipe, hundiendo el rostro entre su pelo e inspirando profundamente-. Al jabón de casa. Por fin estamos en casa, Lan Fan…

Ella cerró los ojos y apretó los labios con fuerza, rindiéndose. Ling la comprendía. Sabía que era duro cambiar el estado natural de las cosas. Ella había sido criada para ser su escolta, no su amante. Podía pasarse la vida entera amándole en silencio, guardando el secreto en su corazón sin compartirlo con nadie, pero no podía dejarse llevar sin más. Aquello estaba bien para los sueños y los cuentos de hadas, no para la vida real. Y, sin embargo, no se apartaba. Soltó su mano sólo para alzarla hacia su rostro, devolviéndole la caricia con aquellos dedos fríos que hacían temblar su corazón. Y cuando volvió a abrir los ojos le miró con una ternura tan intensa que esta vez fue él quién se quedó sin aliento.

Lan Fan también le comprendía a él, ¿verdad? Aunque sabía que aquello estaba mal… también sabía que él no quería estar solo, que no quería ser un emperador sin familia, sin amigos, sin amor. Sabía que él quería ese sentimiento secreto que ella guardaba dentro, que lo necesitaba. Encontrar el amor siendo un príncipe sí que era un cuento de hadas poco menos que imposible. Ling llevaba buscándolo toda la vida, por eso nunca le había importado el protocolo, ni el estatus, ni las formas. Él necesitaba que alguien le quisiera. Y era una idiotez ignorarlo y dejarlo pasar cuando ambos sabían perfectamente que sentían lo mismo. Ella también le conocía demasiado bien.

- Sí… -musitó Lan Fan, acariciándole el pelo suavemente-, ya estamos en casa…

Ling sonrió, agradecido.

- Te prometí un secreto cuando volviéramos, ¿recuerdas? ¿Quieres saberlo?

Lan Fan le miró intensamente a los ojos, arrugando la frente. Asintió con la cabeza.

Y le recibió con un profundo suspiro cuando Ling cubrió con su boca la de ella.

Al principio fue sólo una lenta caricia, casi más parecida a un juego que a un beso de verdad. Pero Lan Fan gimió al sentirle, como si la hubiesen liberado de una cárcel. Como si por fin le permitieran ser una mujer, después de media vida oculta tras la máscara. Ling sintió su emoción con tanta intensidad que el corazón se le encogió en el pecho. El contacto quemó como agua hirviendo, avivado por el cálido choque de sus respiraciones. Y él volvió a besarla en el acto, una y otra vez, muy despacio pero más firme, más serio, enmarcando su rostro entre las manos para acercarla más, acariciando su pelo y su piel, buscando el mejor ángulo que le acoplara a ella.

Lan Fan deseaba aquello tanto como él. Sus labios temblaban dentro del beso cuando respondía a sus roces, aferrándose a su ropa cada vez más fuerte. Le buscaba con sed, suspiraba contra su boca. Y cuando Ling acarició con la lengua su labio inferior, a ella la sacudió un escalofrío tan intenso que arqueó el cuerpo entero hacia él, echándole los brazos al cuello para abrazarle con fuerza. Una explosión de calor invadió al joven en ese instante, y sus manos temblaron al escurrirse hasta la cadera femenina, delineando su curva, aferrándola. Y también suspiró y gimió de ansiedad dentro del beso, partiendo los labios de su compañera para entrar en su boca y perderse en ella.

Shu Lien tenía razón. No era lo mismo querer que amar. Su corazón nunca había latido con tanta fuerza, retumbando en sus oídos, erizándole el vello de la piel constantemente con cada contacto. Nunca antes había deseado tan intensamente hundirse en alguien, buscando un refugio que sólo ella podía darle. Había deseado besarla tantas veces… cada noche, en Resembool, cuando se abrazaban en la cama, cuando estaban solos en la oscuridad, cuando ella le acariciaba y le sonreía como si no existiera nadie más que él en todo el mundo. Había visto el amor que encerraban sus labios y había deseado perderse en su boca para probarlo. Había sentido el calor que emanaba de su piel y había deseado deslizarse bajo ella para buscarlo y arroparse en él. Y ahora, cuando la sentía temblar entre sus brazos, no podía evitar estremecerse también en respuesta. Cuanto más húmedo y cálido se volvía el beso, más lo ahondaba él, hambriento.

El amor era el punto en el que el cariño y el deseo se fundían, ¿verdad? Eso era lo que marcaba la diferencia que su madre le había mencionado… porque no se puede evitar desear a quién se ama…

Un vívido flash de la piel húmeda de Lan Fan derritiéndose contra la suya cruzó la mente de Ling, y el latigazo de deseo que le sacudió las entrañas fue tan fuerte que tuvo que romper el beso para recuperar la respiración. Tanta represión empezaba a pasarle factura y no pudo evitar reírse entre dientes, escondiéndose en el hombro de Lan Fan, jadeante. El vientre le ardía como si se hubiese tragado una bola de fuego, enviando pulsaciones de calor a cada rincón de su cuerpo. Demasiado calor. Había esperado aquello demasiado tiempo como para perder el control ahora nada más empezar. Quería ir despacio. Así que respiró hondo, haciendo un esfuerzo por recuperar la compostura.

- ¿Qué…? –dejó escapar Lan Fan, aturdida también por su propio calor interno. Pero no tenía aliento para terminar de formular la frase.

Ling volvió a reír, incorporándose para mirarla a los ojos, acariciando su pelo cada vez más desordenado.

- Esto es demasiado intenso, Lan Fan –le murmuró en broma, esbozando una sonrisita burlona-. Sabía que yo me estaba reprimiendo, pero no imaginé que tú estuvieras reprimiéndote todavía más. ¿Quieres matarme antes de empezar?

El rostro de la chica ardió de golpe y compuso una tremenda mueca de vergüenza que sólo logró ampliar enormemente la sonrisa de su señor. Él rozó una vez más su mejilla, recorriendo la piel caliente.

- Bajemos el ritmo, ¿eh? –susurró, sujetándola por la barbilla para alzar un poco más su rostro y besar sus labios con calma-. No tenemos prisa.

Lan Fan reaccionó a la suavidad con otro suspiro, cerrando los ojos, y respondió a sus besos con la misma lentitud, rozándose apenas y volviéndose a separar para volver a buscarse al segundo siguiente. Ling podía sentir cómo se relajaba poco a poco el cuerpo femenino contra el suyo, perdiendo la tensión que aún le quedaba. Cada vez que deslizaba las manos por su espalda, Lan Fan se amoldaba a la caricia inconscientemente como un gato. Podía sentir el movimiento de sus músculos bajo la ropa. De hecho, la sensibilidad estaba disparándose de tal manera que ya podía distinguir a la perfección las fibras de lino de su camisa bajo las yemas de los dedos cada vez que la tocaba.

Era fácil perderse en aquel juego de besos ligeros y caricias suaves, mientras el pulso de ambos se acompasaba, latiendo a la vez. A veces abandonaban la boca del otro para besar la piel que la rodeaba, o las mejillas, o la mandíbula. Lan Fan siempre se quedaba sin aliento cuando Ling recorría su cuello con los labios. Le gustaba la forma en que ella se aferraba a su pelo, apretándose contra él. O cómo intentaba responderle besándole en la frente o en la sien con labios temblorosos, aún tímida. Le gustaba que le enmarcara el rostro con las manos para atraerlo de nuevo a su boca, y que le devolviera la sonrisa cuando él sonría dentro del beso. Le gustaba mirarla a los ojos entre roce y roce y descubrir que ella también buscaba su mirada en silencio, cada vez más perdida. Y, cuando se dio cuenta de que los ojos de ambos estaban muy nublados ya, sujetó las manos de Lan Fan con las suyas y le murmuró con ternura:

- Vamos a la cama…

Cómo llegaron hasta allí, Ling no lo tenía muy claro. Estaba demasiado ocupado pensando en otras cosas, hipnotizado con el bullir de su propia sangre en los oídos. Pero cuando alcanzaron la amplia cama con dosel, volvió a dedicarle una suave sonrisa a Lan Fan, guiando las dispares manos de la joven hacia el cuello de su camisa de dormir, invitándola sin palabras a ayudarle. Ella tragó saliva de nuevo, su mirada temblando con nerviosismo. Pero acarició los botones lentamente y comenzó a desabrochar los cordones muy despacio. Ling suspiró en cuanto sintió que sus dedos le rozaban la piel y se refugió una vez más entre su pelo, ampliando su sonrisa.

- Me alegro de que al final hayas aceptado bailar conmigo –le comentó en voz baja junto al oído.

- Creo que lo que tú quieres no es bailar –replicó Lan Fan ahogadamente, con un hilo de voz.

Él se rió, haciendo que la guerrera se estremeciera por las cosquillas, y deslizó las manos por su cintura y su espalda, recorriendo otra vez su cadera mientras ella terminaba de desabotonarle la camisa.

- Qué poco crédito me das siempre –añadió en un grave murmullo, sembrando leves besos por su cuello.

- Las circunstancias hablan por sí solas… -Lan Fan se estiró ligeramente para facilitarle el acceso, cerrando los ojos.

- La culpa no es mía –Ling se hundió en su hombro, rodeándola por la cintura con un brazo para estrecharla y arrastrando la otra mano por su costado, subiendo hacia las costillas, buscando por encima de la tela el borde de la placa del automail-. Esto… es algo que queremos los dos… ¿no?

Se mordió el labio inferior al darse cuenta del tono inseguro que se le había escapado. Pensó en las concubinas del emperador, que ni pedían ni entregaban amor. Pensó en Nai, que sólo hacía su trabajo, aunque ambos fueran amigos. Las cortesanas, los matrimonios concertados… y recordó cómo se miraban Pei y Den Lu, y lo imposible que le había parecido siempre poder encontrar aquello para él. Alguien que le protegiera del horror que se había asentado en su mente, que pudiera mirar a través de sus ojos y comprenderle sin palabras. Alguien que de verdad quisiera estar con él, y curarle, y acariciarle y mirarle con amor, y no dejarle nunca solo.

Un repentino torrente de imágenes oscuras le cruzó la mente, sacudiéndole, y se apresuró a cerrar los ojos, frunciendo el ceño con irritación. La mano que mantenía en el costado de Lan Fan se crispó, aferrándose a la tela. Pero ella siempre parecía adivinar sus pensamientos, capaz de leerle como un libro abierto. Sabía interpretar cada gesto, cada expresión, siempre preparada para ofrecerle la respuesta adecuada. Y cuando alzó su mano izquierda para acariciarle el rostro, susurrándole también al oído, haciendo que la tensión se disolviera, Ling supo que sólo ella podría llenar ese vacío. Sólo ella.

- Nosotros siempre deseamos lo mismo…

Ling volvió a sonreír, suspirando agradecido ante el gélido contacto, besando de nuevo su cuello lentamente mientras retomaba la caricia hacia arriba. Sintió cómo a Lan Fan se le tensaba el cuerpo entero cuando rozó ligeramente su pecho izquierdo, y cómo se le cortaba de golpe el aliento. Aún le maravillaba la forma en que ella le respondía, la intensidad con la que reaccionaba. Pero no era aquello lo que él buscaba. Aún no. Sólo quería alcanzar los botones de su propia camisa de dormir para poder desabrocharlos lentamente.

La respiración de ambos se hacía más pesada por momentos. Cuando él acarició la piel de su cuello, dibujando con los dedos la línea de su clavícula, Lan Fan se apretó contra su cuerpo, escondiéndose por un momento también en su hombro. Y, tras una breve vacilación, hundió sus manos temblorosas bajo la camisa abierta para acariciar su abdomen, sus costados y su espalda, estirándose al mismo tiempo para besarle con timidez en la mejilla y el cuello. Ling ya sentía su propia piel arder desde hacía tiempo, empezando a perlarse de sudor. Pero no estaba preparado para la fuerte reacción que le provocó la helada mano izquierda de Lan Fan sobre la carne. El escalofrío que le sacudió de pies a cabeza fue tan intenso que ella se asustó y retiró la mano de inmediato, haciendo amago de separarse de él. Pero aún la rodeaba por la cintura con un brazo y la estrechó para mantenerla pegada a su cuerpo.

- L-lo siento –balbuceó la joven, nerviosa-, y-yo…

Ling no la dejó terminar. Apoyó su frente en la de ella, sus ojos cerrados y su respiración agitada, perdido en el roce que aún hacía palpitar su piel. Y sujetó la mano de metal para atraerla de nuevo a él, posándosela sobre el corazón.

- Más –le murmuró a los labios con voz ronca-. Acaríciame, Lan Fan…

Vio cómo se agrandaban sus ojos, temblando. La delicadeza con la que volvió a tocarle suavemente, deslizando la mano por su pecho. Y el contacto le estremeció de nuevo y fue incapaz de reprimir el débil gemido que se le escapó, cerrando los ojos para concentrarse en sentir. Aquel frío parecía quemar. Se arrastraba por su piel aliviando el calor que le aturdía, despejándole, pero al mismo tiempo inundaba de calidez el gélido vacío que le atenazaba por dentro. El miedo y la oscuridad no importaban. Se desvanecían, hundiéndose bajo una gruesa capa de consuelo y paz.

Nunca creyó que el frío pudiera hacerle temblar de placer así… Nunca creyó que podría llegar a sentir aquello…

- ¿No… no es desagradable? –la voz de Lan Fan sonó maravillada, casi incrédula.

- No… -suspiró Ling, mirándola a los ojos otra vez-. Me gusta…

No olvidaría nunca la expresión que compuso ella en aquel momento. Tampoco olvidaría cómo brilló la chispa en sus ojos cuando él volvió a sujetar su mano izquierda y se la llevó al rostro, apretándola contra su mejilla un instante antes de empezar a besar lentamente cada uno de sus dedos de metal, y su palma, y la cara interior de su muñeca. Podría jurar que algo se quebró dentro de Lan Fan entonces. Y cuando ella volvió a estirarse para alcanzar su boca y besarle con emoción contenida, sujetándole el rostro, él alargó los brazos y la envolvió con fuerza en ellos, recibiéndola en el acto.

Aquel beso ardió. Lan Fan abrió la boca para él y se entregó totalmente con una intensidad que le dejó sin aliento. Y pudo sentirlo con claridad por primera vez. Las propias ganas que ella tenía de besarle, cuya sombra sólo había alcanzado a vislumbrar reflejándose en sus ojos cuando se miraban bajo la luz de la luna. Su devoción absoluta, ésa que podía arrastrarla hasta el sacrificio más extremo sólo por él. Su gratitud. Su deseo. Su amor. Tan fuerte y tan puro que casi logró marearlo.

Sólo ella podía llenar ese vacío… Lo había sabido siempre…

Decir que el corazón le dio un vuelco en el pecho se quedaría corto. Se aferró a su ropa con puños apretadísimos, respondiendo a su beso con la misma ansiedad, dejándose llenar por ella. Sólo fue consciente de que Lan Fan deslizaba la camisa por sus hombros cuando se vio obligado a dejar de abrazarla para sacar los brazos de las mangas. Y cuando la prenda se perdió en el suelo, él la envolvió otra vez, hundiendo las manos bajo su ropa para alcanzar su piel, recorriendo su espalda con los dedos estirados para poder abarcar el máximo campo posible. Deseándola. Amándola. Con la misma devoción y gratitud que le entregaba ella, buscando ahogarla de la misma forma que le ahogaba a él. Hasta que esta vez fue Lan Fan quién tuvo que romper el beso para recuperar el aire, gimiendo ante el contacto.

Tardaron un momento en reponerse de aquel aturdimiento. Ling ya no tenía ganas de pensar. El calor era demasiado intenso. Sólo quería sentir más de aquello. Más de ella. Pero entonces Lan Fan volvió a rozarle el rostro y él se espabiló de nuevo. Abrió los ojos para mirarla y la encontró sonriendo suavemente con gesto ausente, concentrada en deslizar los dedos por su cuello, su clavícula, su hombro. Despacio, parecía recordarle. Y él también sonrió, intentando recuperar el aire, besándola dulcemente en la sien y recibiendo a cambio un inocente y suave beso en la mejilla que luego se alargó, siguiendo la línea de su mandíbula hasta regresar a su boca para besarla con mucha más calma.

Ling apretó el abrazo que ceñía en torno a su cintura para arrastrarla con él, subiéndose por fin a la cama. Se quedó sentado sobre el colchón a estilo indio mientras Lan Fan se acomodaba en su regazo, moviéndose tan delicadamente que lograba hipnotizarlo. Incluso tuvo que contener el aliento un par de segundos cuando ella le envolvió por la cintura con las piernas, tensándose ante el roce. Y, sin pararse a pensar más en ello, ansioso por avanzar, agarró los bajos de la larga camisa de dormir y tiró hacia arriba para sacársela.

Vivió el instante casi a cámara lenta, registrando cada detalle. La forma en que Lan Fan alzó los brazos mansamente, dejándose desnudar. Cómo cayó en cascada su pelo suelto de nuevo sobre su espalda cuando la prenda se separó de ella. Sus costillas dibujándose bajo la piel blanca al estirar el cuerpo, o la curva de sus pechos bajo aquellas vendas que los envolvían. Esta vez fue su turno para tragar saliva y, nada más soltar la camisa, sus manos volvieron inmediatamente a ella mientras Lan Fan dejaba caer los brazos sobre sus hombros para abrazarle. Suave, fue lo primero que pensó cuando rozó sus costados, y dejó escapar el aire, hundiendo el rostro en su cuello para recorrerle la garganta con besos a boca abierta, probando su piel con la misma lentitud con la que la acariciaba, deslizándose por su cintura hacia su espalda, sintiendo cómo la respiración de la joven se hacía más pesada junto a su oído, cómo enredaba sus dedos de carne entre su pelo para retenerle.

No pudo evitar abrazarla cuando la sintió temblar al besar su clavícula y seguir bajando hacia el valle de sus senos. La carne que daba inicio al pecho era tan blanda que sintió deseos de morderla. Pero se detuvo al llegar a la tela de las vendas, separándose un poco de su piel. Y entonces sus ojos volaron hacia el hombro izquierdo, la piel rota por las cicatrices, el fuerte contraste entre carne y metal.

- Lo han visto, ¿verdad? –susurró, apoyando la cabeza por un momento en su hombro derecho y llevando una de sus manos hacia el izquierdo para delinear el borde de la placa del automail-. Las demás…

- Sí… -suspiró Lan Fan, casi sin voz, hundiendo el rostro en su pelo.

- ¿Y qué han dicho?

Lan Fan se rió en un murmullo, acurrucándose un poco más contra él.

- ¿Qué importa? –replicó, su tono reflejando una sonrisa-. Tú dijiste que era hermoso, ¿no?

Ling también sonrió. Separó la mano de su cuerpo muy despacio para dejarla alzada ante ella, y Lan Fan captó en el acto la invitación, dirigiendo su mano izquierda hasta la suya, uniendo las palmas y entrelazando los dedos con lentitud.

- Sí, lo es…

La joven le besó en la frente, suspirando otra vez, más profundamente.

- Xiang dijo que nunca voy a encontrar marido…

El príncipe se sacudió y tuvo que hundir rápidamente el rostro en el hombro de su compañera para ahogar la carcajada.

- Muy en su línea… Ella preferiría morir antes que cortarse cualquier cosa –y dejó escapar la risa, divertido-. Bueno, si eso es lo peor que puede ocurrir, debo admitir que estoy contentísimo…

- ¿Ves? –Lan Fan también rió con él en voz baja, jugando a enredar y desenredar los dedos con los suyos-. No han dicho nada que valga la pena, Ling… No hacía falta que enviaras a Nai a rescatarme.

- ¿Te ha dicho ella que la enviaba yo?

- No, pero era evidente.

- Bueno, ya me conoces –Ling cerró los ojos y se encogió ligeramente de hombros-. Un rey está para proteger a su pueblo…

- Vaya… Qué suerte tengo de tener un rey tan benévolo –musitó la joven, soltando finalmente su mano para apartarle el pelo de la cara con cariño.

Su sonrisa se amplió, dejando caer la mano libre de nuevo hacia el automail, envolviendo el hombro con delicadeza y deslizando los dedos por las distintas láminas de metal que formaban el antebrazo. Era increíble que algo que podía ser un arma tan mortífera resultara tan sorprendentemente suave al tacto. Que pudiera transmitir emociones tan intensas a pesar de no tener sensibilidad. Xiang era una ingenua si creía de verdad que aquello no podía gustar a nadie. A él le gustaba cada día más…

- Se lo has contado a mamá, ¿verdad? –murmuró de improviso Lan Fan, su voz amortiguada desde algún punto entre el pelo de su señor.

Ling detuvo su caricia a la altura del codo, pillado por sorpresa.

- Sí –contestó lacónicamente.

Lan Fan dejó escapar el aire en un cansado suspiro. Podía imaginarla con claridad torciendo la boca en una mueca de paciente resignación.

- Lo he notado en su cara… Ella… no está de acuerdo, ¿verdad?

- No –Ling retomó su caricia a la prótesis muy despacio-. Pero lo entiende. Y ha prometido no contárselo a Den Lu. Sólo me ha pedido que tengamos cuidado. Y que seamos discretos.

Ella volvió a suspirar, encogiéndose un poco y quedándose en silencio. Ling se dio cuenta de repente de lo fuerte que oía latir su propio pulso en los oídos, tensándose inconscientemente. Si ella se arrepentía, si se echaba atrás ahora… El corazón volvió a sacudirse en su pecho, como si se hubiese saltado un escalón al bajar las escaleras. Y se incorporó para mirarla a la cara, arrugando la frente con consternación.

- Lan Fan…

Esta vez fue ella quién no le dejó terminar. Negó con la cabeza para acallarle, dedicándole una íntima sonrisa mientras cubría su mejilla con la mano izquierda, acariciándole una vez más.

- ¿Qué le dijiste exactamente?

- La verdad –replicó él, mirándola con inocente sinceridad-. Que quiero estar contigo.

La sonrisa de Lan Fan se ensanchó. Inclinó el rostro para apoyar de nuevo su frente en la de él, rozando la comisura de sus labios en un ligero beso, haciendo que la calidez volviera y que su corazón se calmara como por arte de magia.

- ¿Y crees que yo podría arrepentirme sabiendo eso? –le susurró con ternura-. Ling… no hay marcha atrás.

Cerró los ojos un momento, dejándose arropar por sus palabras. Los dos deseaban aquello. Los dos… Ella no cumplía órdenes, ni hacía simplemente su trabajo, ni se limitaba a complacer a su señor porque sí. No era la sierva que se subyugaba al amo. Sólo era la mujer que amaba al hombre…

Los dedos que se habían crispado sobre el hombro del automail, aferrándose a él, perdieron la tensión, recorriendo de nuevo el metal hasta alcanzar el borde de la placa y deslizarse hacia la piel tierna que la rodeaba, delineando las cicatrices que aún parecían frescas, como si apenas hubiesen terminado de curarse. Lan Fan se estremeció profundamente ante el roce en una zona tan sensible, reprimiendo un gemido cuando él continuó hacia el inicio de sus pechos, siguiendo la línea que marcaban las vendas. Ella también deseaba aquello. Ella también le deseaba a él. Y Ling se dio cuenta de que cada vez le costaba más respirar.

- ¿Te duele? –inquirió entonces con voz casi inaudible, medio ausente ya.

- No… -a Lan Fan también se le desvanecía la voz, su respiración convertida en un suave jadeo. Apoyó la mejilla contra su pelo, su mano derecha crispándose sobre su nuca.

- Nunca te lo he preguntado… -los dedos de Ling volvieron hacia el automail y esta vez siguió el contorno de la placa bajo las vendas, delineando al mismo tiempo con suavidad la curva de su pecho-. La carne aquí es tan blanda y tan suave… ¿No te roza el metal? ¿No te hace herida?

El cuerpo de Lan Fan volvió a tensarse, dejando escapar el aire en un trémulo suspiro. Pero Ling pudo sentir que sonreía contra su piel. Y se quedó estático cuando ella alzó la mano izquierda para posarla sobre la suya.

- ¿Quieres verlo? –le murmuró al oído dulcemente.

Casi se atragantó cuando Lan Fan guió su mano hasta cubrir su pecho, invitándole a envolverlo. El escalofrío que le recorrió de arriba abajo no tuvo nada que envidiar al que sacudió a la propia mujer, cuyo cuerpo se arqueó fuertemente en un acto reflejo, trayéndole a la mente de golpe la imagen de su escolta luchando y bailando en Resembool, la fluidez con la que se movía, lo flexible que parecía vista desde fuera. Lo flexible que parecía ahora, entre sus brazos, contra él… Y gimió profundamente en respuesta, tocándola, aferrándose a la carne blanda, hundiendo los temblorosos dedos en las vendas para buscar el nudo que las mantenía en su sitio, al mismo tiempo que ocultaba el rostro en su hombro izquierdo y recorría con la boca esa línea que separaba la carne del metal, besando la piel tierna de sus cicatrices. Cuando ella se retorció de placer, jadeando ya abiertamente y echando la cabeza hacia atrás para facilitarle el acceso, como si intentara entregarse aún más, Ling sintió el deseo pulsar con fuerza en la parte baja de su vientre, reclamando el cuerpo femenino a gritos. Quería más. Mucho más. Y los besos se hicieron más húmedos, delineando las pálidas marcas en la piel de su escolta con la lengua, probando la piel salada por el sudor.

No la miró cuando la fina banda de tela blanca se aflojó, dejando su torso desnudo finalmente. Con los ojos cerrados, las sensaciones se incrementaban al máximo hasta encogerle las entrañas. Él ya conocía el camino, aunque fuera la primera vez que lo recorría en ella. Sólo quería sentir. Centrarse en las reacciones que ella le devolvía con cada gesto. De modo que dejó caer la tela al suelo, donde fue a reunirse con el resto de la ropa, y siguió a ciegas el sendero que marcaban sus cicatrices hasta llegar a su pecho, cubriéndolo también de húmedos besos, probándolo, lamiéndolo suavemente, como intentando curar heridas invisibles. Lan Fan volvió a retorcerse violentamente. Ling podía sentir sus suaves y temblorosos besos entre el pelo, cómo los dedos de su mano derecha aferraban y soltaban las negras hebras de cabello una y otra vez, marcando el ritmo de cada espasmo de placer. Cuando la sujetó por la cintura con ambas manos, acariciando lentamente sus costados, pasando después hacia su espalda para poder recorrer por fin la amplia extensión de piel desnuda, dibujando sobre ella el contorno de sus vértebras, de sus huesos y músculos, de la parte posterior de la placa de metal… se dio cuenta de que todo su cuerpo palpitaba ya contra el de él, como anticipándose al ritmo que marcaría el movimiento después. Y el deseo volvió a estremecerlo, con más fuerza, con más intensidad.

Cruzó el valle de sus pechos entre la bruma, reclamado y probando también el derecho con boca hambrienta. Suave… Tan suave, tan blando… Allí nacía el perfume de su piel. Ése que él podría reconocer en cualquier parte, el que le calmaba el espíritu y le arrastraba a la paz y al sueño cuando dormían juntos, acunándole. Ése que ahora sólo avivaba la sed brutal que sentía, secándole la garganta, quemando su corazón. Sus dedos se crisparon, aferrándose a su cuerpo. Y cuando Lan Fan gimió más fuerte, sacudiéndose al sentir cómo él rozaba con los dientes la hipersensible cima de su pecho, Ling se agarró al cinturón que ceñía los finos pantalones a la cintura femenina y tiró para desatar el nudo con impaciencia.

Demasiado calor. Lan Fan se echó hacia atrás, separándose de él para recuperar el aliento. Fue entonces cuando Ling volvió a abrir los ojos, buscando la piel que se había escapado de su boca. Y al mirarla sintió de nuevo que se le tensaban todos los músculos del cuerpo. Allí, medio inclinada hacia atrás, apoyándose en el colchón con las manos para sostenerse. Aún tenía las piernas enredadas en torno a él, pero de repente parecía lánguida y débil, incapaz de soportar más presión. Sus ojos entornados mirándole con gesto perdido. Sus mejillas ardiendo, no por timidez o vergüenza, sino de pasión. Sus labios entreabiertos para dejar pasar el oxígeno, su pecho subiendo y bajando con rapidez mientras intentaba respirar. Su piel blanca bajo la tenue claridad que entraba por las ventanas…

Ling no había sido consciente de que ya la tenía prácticamente desnuda entre sus brazos. Su mirada se perdió en las suaves curvas de Lan Fan, la sangre corriendo en sus venas con tanta violencia que le atronaba en los oídos. No era exuberante ni espectacular. Tenía un cuerpo corriente, delgado por su trabajo, sus rasgos de mujer aún desarrollándose. Pero a él le pareció hermosa. Quizá no tuviera una piel tan deslumbrante como la de una dama, pero era cálida y dulce. Quizá su pecho no fuera impresionante, pero Ling sabía que no existía mejor refugio después de una pesadilla y que cuando te hundías en él desaparecía el mundo. Debajo de su piel existían muchos más tesoros de los que se captaban a simple vista. Y eso también era algo que él siempre había sabido.

Se inclinó hacia ella para besar su boca con una leve caricia. Los labios de Lan Fan temblaron, aún demasiado falta de aire como para poder responderle. Pero se incorporó de nuevo para enmarcarle el rostro entre las manos, acariciándole, apoyando su frente en la de él. La agitada respiración de ambos ardía al mezclarse, abrasando la piel. Sólo deseaba perderse en ella. Entrar en ella. Rozar lo que guardaba en su interior para él. Y terminó de desatarle el cinturón, soltándolo en el suelo también, deslizando después las manos por sus caderas para llevarse la ropa a su paso lentamente.

Lan Fan volvió a echarse hacia atrás, encogiendo las piernas ante el pecho para facilitarle la tarea, y los pantalones desaparecieron de allí tan rápido que Ling casi se olvidó de que habían existido alguna vez. Posó una mano en uno de sus tobillos, arrastrando la caricia hacia arriba, disfrutando de su suavidad. Al alcanzar la rodilla, se inclinó para plantar en ella un tierno beso, instando a la mujer a deshacer de nuevo el ovillo en el que se había convertido, como pidiendo permiso para acceder a ella. Lan Fan se encogió al sentir que su mano seguía deslizándose hacia la cadera, pero abrió ligeramente las piernas para él, permitiéndole volver a besarla en la fina piel de la cara interior del muslo. Aquello la estremeció una vez más, arrancándole un profundo suspiro, y entonces se apegó a él, envolviéndole el cuerpo con las piernas y agarrándose a sus hombros mientras hundía el rostro en su cuello, recorriéndoselo a besos.

Ling se perdió en aquellos segundos, dejándose envolver, tocar, besar. Sentía los besos de Lan Fan húmedos contra la piel, quemándole. No importaba el latente deseo que destilara la joven, todos sus gestos estaban inundados de ternura, con la inocente entrega de quién ama por primera vez. Y aquello le embotaba el cerebro con mucha más intensidad que la pasión más ardiente y loca. Lan Fan le abrumaba. Sobrepasaba sus límites sin proponérselo siquiera, alejándole de la realidad. Ella no era consciente del poder que ejercía sobre él, no era consciente de cómo sacudía su espíritu…

Apenas se dio cuenta de que ella deslizaba las manos por su pecho, buscando también su propio cinturón. Estaba demasiado ocupado delineando la curva de su cadera, pensando vagamente que su piel parecía más y más suave por momentos, hechizado por tenerla desnuda entre sus brazos y poder tocarla con libertad. No le dio importancia al hecho de que ella empezara a desatar el nudo, distraído en arrastrar los labios por la piel de su hombro hasta alcanzar el frío metal y besarlo también con amor, como si ella pudiera sentirlo. Pero al notar las manos de Lan Fan hundiéndose bajo su ropa, siguiendo también la línea de su cadera con una caricia, Ling brincó, reaccionando de golpe.

Y ya no lo aguantó más.

Atrapó su boca para besarla con ansiedad, pegándose a ella, abrazándola. Y ambos se dejaron caer finalmente sobre el colchón, suspirando dentro del beso, estirándose y amoldándose el uno al otro. Ella debió aprovechar el propio movimiento para terminar de desnudarle, porque lo último que supo Ling de sus pantalones fue que los estaba pateando fuera de la cama. El corazón se le subió a la garganta al sentirla por fin bajo él, piel contra piel, ardiendo. Hundió una rodilla entre sus piernas para separarlas, buscando hacerse un hueco entre ellas, acurrucarse contra su cuerpo y fundirse en él. Sintió el pecho blando de Lan Fan aplastarse contra el suyo y casi le pareció notar cómo retumbaba violentamente su corazón bajo las costillas, como si respondiera a la llamada que emitían los latidos de él. Se llamaban… Sus cuerpos parecían llamarse, enredándose y acariciándose como si llevasen esperando aquello toda la vida.

Demasiado calor. Ling se escurrió desde la boca de Lan Fan hacia sus pechos, recorriendo su cuello y su hombro por el camino, respirando de su carne blanda para llenarse los pulmones con su perfume. Aprovechó la comodidad de la nueva postura para acariciarlos y envolverlos al mismo tiempo que los cubría de besos, fascinado con la forma en que Lan Fan temblaba bajo él a cada roce de su lengua, aferrada a su pelo con fuerza. Cuando ella arqueó de nuevo el cuerpo en un espasmo de placer, él siguió su camino de besos hacia abajo, cruzando el estómago, dibujando el contorno del ombligo con la lengua, descendiendo hacia su vientre, buscando el origen de aquel calor… Pero no pudo llegar más lejos. Lan Fan se retorció, tirándole del pelo para volver a atraerlo, llamándole con un gemido que le erizó la piel de todo el cuerpo, y él no pudo hacer más que volver a incorporarse y regresar a sus labios, que temblaban con sed.

Mientras se hundía lentamente en su boca, abriéndose camino de nuevo con la lengua para entregarle la humedad que ella parecía ansiar, buscó las manos de Lan Fan que seguían agarradas a él, sujetándolas por las muñecas para alzar sus brazos por encima de su cabeza, apresándolos contra el colchón. El único pensamiento que cruzaba ya su mente embotada era que quería sentir de nuevo su cuerpo estirándose bajo él, entregándose. Tocarla sin prisa y hacerla estremecer. Había muchos rincones que quería probar, y quería que ella le permitiera encontrarlos. Quería arrastrarla a la inconsciencia con él, hacerla olvidarse del mundo, borrar también con fuego todos sus pensamientos hasta que lo único coherente que quedase en su mente fuera él. Hasta que le llamara en susurros por su nombre con voz ahogada, suplicando más.

Aún debía quedar algo de Greed dentro de él. La avaricia le consumía de repente al mirarla, al sentirla, al saberla suya. Sólo suya. Y sujetó sus muñecas con una sola mano para poder deslizar la otra por su brazo de metal, de vuelta al pecho, al costado, a la cintura… a su piel. No podía parar de temblar pensando en lo larga que era la noche. Una noche que era sólo para ellos, en la que sólo existían ellos. Podrían fundirse hasta que no se supiera dónde empezaba uno y terminaba el otro. Podrían dormir abrazados, acariciándose, besándose. Podría descansar dentro de ella, donde el miedo y la soledad no existían…

No, no podía parar de temblar. Sentía el cuerpo de Lan Fan llamándole y se estremecía como un niño en respuesta. Arrastraba la mano por su vientre, rozando la línea que formaban los huesos de su cadera, y sus dedos vacilaban a mitad de camino, deteniéndose nerviosos. Nerviosos ante su propio deseo y ansiedad. Y no pudo evitar reírse de sí mismo en un murmullo, ocultando el rostro entre el pelo de Lan Fan antes de incorporarse para dirigirle una tierna mirada.

- Tiene gracia –le musitó con voz tomada-. Ya sé cómo se hace esto… Y sin embargo me siento como si fuera la primera vez…

Lan Fan le devolvió una mirada extraña, agrandando los ojos lentamente. Sus labios temblaron, como si tratara de hablar y no lograra emitir sonido alguno.

- Xi… Xiang dijo una vez que…

Pero su voz volvió a desvanecerse y se quedó mirándole en silencio. Ling le dedicó una sonrisa, besándola con suavidad en la frente y en la mejilla.

- ¿Qué dijo? –susurró entre roce y roce.

Lan Fan cerró los ojos, suspirando ante el contacto. Besó lentamente sus labios cuando Ling rozó su boca, retorciéndose de nuevo bajo él. Era obvio que quería tocarle, devolverle las caricias. Ella también codiciaba, de una forma que le quemaba el alma. Y dejó escapar su mano izquierda para que ella pudiera enmarcarle el rostro. El beso se profundizó por un momento, buscando el mejor ángulo para llenar por completo la boca del otro. Pero cuando se separaron y volvieron a mirarse, Ling se dio cuenta de que Lan Fan contraía el ceño y que sus ojos negros parecían húmedos. La sorpresa disolvió la bruma que le aturdía, dejándole mudo. Y el estómago se le encogió cuando un par de lágrimas silenciosas se escaparon de los ojos de su compañera hasta perderse entre el pelo que se extendía sobre las sábanas.

- Lan Fan –murmuró preocupado, apartando la mano de su vientre para llevarla a su cara y secar sus mejillas-, ¿que…?

Ella le cruzó los labios con los dedos de metal, callándole. La forma en que le miró le dejó paralizado. Y cuando le atrajo de nuevo a su boca, se dejó llevar inconscientemente.

- Te amo –suspiró Lan Fan de improviso contra sus labios, en vez de besarle, mirándole como si de verdad no existiera nada más en el mundo-. Te amo, Ling…

Él se petrificó, como si acabaran de atravesarle de lado a lado con una espada. Por un segundo se olvidó de respirar, mirándola con incredulidad. Y cuando Lan Fan abarcó toda su mejilla con su fría mano izquierda, en un gesto casi protector, su cuerpo entero pareció contraerse en un fortísimo espasmo y acudió en el acto a su boca, devorándola a besos como si quisiera tragarse para siempre sus palabras.

Ambos sabían lo que sentía el otro. Lo sabían desde hacía mucho tiempo y en las últimas semanas se había hecho tan obvio que sería estúpido pretender ignorarlo. Los dos sabían que sentían lo mismo. Lo sabían. Ling siempre pensó que las palabras no eran necesarias para describir algo que saltaba a la vista. Que no importaba decirlo o no. Casi prefería la comprensión tácita entre ellos, donde una mirada expresaba más que mil palabras. Nunca creyó que la oiría decir algo así. Y ahora…

Sí importaba…

No hubo tiempo para más preámbulos. Mientras Ling se aferraba a su pelo con una mano, entrelazando los dedos de la otra con la mano derecha de Lan Fan que aún mantenía presa sobre sus cabezas, ella le rodeó por los hombros con el automail, abrazándole con fuerza. Arqueó el cuerpo contra él una vez más, con mucha más intensidad, y le rodeó por la cintura con las piernas, estrechándole y atrayéndole. Sus caderas se buscaron solas, casi por instinto. Y, antes de poder darse cuenta, él entraba en ella con una limpia embestida que les sacudió a ambos violentamente y les obligó a romper el beso, cortándoles de golpe el aliento.

Ling sintió tensarse de nuevo cada músculo de su cuerpo. La sensibilidad de su piel explotó, abrasándole de calor con una oleada brutal que le devastó por dentro, desde el vientre hasta el cerebro, ahogándole. Sintió el automail más frío que nunca sobre su carne cuando Lan Fan le arrastró la mano por el cuello y le enredó los dedos en el pelo, aferrándole. El contraste casi le paró el corazón. Se refugió jadeante contra su hombro al sentir cómo ella se cerraba con fuerza en torno a él, como si su cuerpo le recibiera con un apretado abrazo, dándole la bienvenida. No estaba preparado para la explosión de emociones que le inundó el pecho, entumeciéndole. Pero entonces Lan Fan se movió tímidamente contra él, marcando una segunda embestida con suavidad, invitándole a iniciar el movimiento. Y la nueva ola de calor que le recorrió barrió a su paso la tensión, estremeciéndole una vez más para dejarle lánguido y maleable como el agua, acoplándose a ella como si hubiesen sido creados para encajar a la perfección.

No fue necesario buscar un ritmo que les acompasara. Desde el principio, ambos comenzaron a moverse a la vez, sincronizados. Se habían criado así, aprendiendo a luchar juntos, completándose mutuamente, preparados para anticiparse a los pensamientos del otro y seguir sus movimientos. Y esa compenetración se reflejaba también ahora, con una naturalidad tan aplastante que Ling sentía su piel electrificarse con cada contacto. Se aferraba a las sábanas, retorciéndose para hundirse más en ella. Cerraba los ojos, escondiéndose en su cuello. Su mente se perdía y recordaba las miradas, las sonrisas, las caricias, los momentos de intimidad… el camino que les había llevado hasta allí.

Soltó la mano de Lan Fan y ella le envolvió en el acto con ambos brazos, deslizando las manos por su espalda, subiendo y bajando lentamente por su piel, marcando con sus roces el ritmo del movimiento. El calor de la carne se mezclaba con el frío del automail mientras hacían el amor. Y Ling se dejó caer por completo sobre ella, hundiendo los brazos bajo su cuerpo para rodearla y abrazarla con fuerza, acariciando también su espalda húmeda, palpando el metal de su hombro izquierdo con dedos vacilantes.

Creyó que ella nunca podría volver a abrazarle. Cuando vio el kunai hundirse en la carne, la sangre salpicando en el aire, el brazo inerte cayendo al suelo… De verdad pensó que nunca podría volver a refugiarse en sus brazos en busca de consuelo. Cuando la vio caer herida tras el ataque de Bradley, pensó que el frío ya no se iría nunca. Había pensado en ello mientras recorrían aquel maldito mar de sangre, dentro de Gluttony. Había pensado en la forma en que Lan Fan enmarcaba su rostro con las manos cuando estaban solos, como creando un micromundo para ellos que sólo duraba unos segundos pero que le hacía olvidar cualquier preocupación. Cuando la energía de la piedra filosofal rompió y reconstruyó su cuerpo una y otra vez y Ling pensó que estallaría de dolor para siempre, había pensado en ella, en la facilidad que tenía para consolar cualquier pena con una mirada o con un gesto.

Había recordado cada pequeño contacto mientras estaba encerrado dentro de Greed, sin poder sentir ni su propia piel ni su propia carne. Había llegado a comprender la desesperación de Al por recuperar su cuerpo humano, y con frecuencia pensaba que él también se volvería loco si tuviera que vivir junto a ella sin poder sentirla nunca más. Sin su calor o su cercanía. Y había sentido miedo al volver a verla en Kanama y comprender sin embargo que aquellos meses de soledad no habían sido una pesadilla. Que él continuaba atrapado. Que no sabía cómo acabaría todo aquello.

Después de tanto tiempo… sólo quería sentirla. Así, contra su piel, respirando junto a su oído, envolviéndole en amor que sabía a frío y calor al mismo tiempo. Sentirla y olvidarse de que había estado a punto de perderlo todo.

- Haz que se vaya… –le murmuró contra la piel con un tono que sonó a súplica, casi inconscientemente-. Hazlo desaparecer, Lan Fan…

Quería olvidar Amestris. Olvidar todo lo ocurrido allí. La oscuridad, el miedo, el dolor, la guerra… Quería olvidarlo para siempre.

Y ella le abrazó con ternura, acariciándole el pelo, besando su sien. Y le susurró al oído palabras que sólo Lan Fan podía pronunciar, porque sólo en sus labios sonaban auténticas. Palabras de consuelo, de amor. Lo que él la hacía sentir, lo que significaba para ella, lo que había guardado desde siempre en su pecho para él… Cómo le había extrañado cuando estuvieron lejos, cómo pensaba en él cada día, cómo deseaba volver a su lado… Y Ling cerraba los ojos húmedos por las lágrimas, abrazándose con gratitud a ella como si tampoco existiera nada más. Hasta que todo se disolvía y en su mente no quedaba nada más que la piel cálida de Lan Fan y gélido tacto del metal.

Aquélla era otra forma de desaparecer. Pero no desaparecía solo en la inmensa oscuridad, arrancado de su propio cuerpo. Desaparecía en ella. Junto a ella. Ambos se deshacían para volver a reconstruirse, convirtiéndose en uno solo.

Llegaron juntos al final. El interior de Lan Fan se contrajo con fuerza, arrastrando a Ling con ella, dejándoles a los dos temblando y respirando a bocanadas. Tardaron un rato largo en reponerse lo suficiente como para retomar lentamente las caricias, recorriéndose la piel para disfrutar de aquella redescubierta sensibilidad. Y cuando volvieron a mirarse a los ojos, aún perdidos en el calor del amor, pudieron ver que todo era igual y al mismo tiempo diferente, como quién abre repentinamente las ventanas de una habitación en penumbra para dejar pasar la luz.

Apenas durmieron aquella noche. Tras la urgencia saciada llegaba la calma, y aún quedaba mucha piel por probar, muchos rincones por descubrir. Ling la abrazaba, dejándose acariciar por ella, aún enredados en la cama. Se murmuraban secretos que nadie más oiría nunca. Se miraban con calidez, con comprensión muda. Y se les escapaban furtivas sonrisas mientras se besaban en los labios mansamente, olvidando juntos que fuera de aquel cuarto existía otro mundo.

Antes de que saliera el sol, ya volvían a estar en pie. Se vistieron mutuamente con la misma ternura con la que se habían desnudado por la noche, cubriendo la piel que había ardido bajo los roces, consolándola con ligeros besos antes de que la ropa la envolviera, como en una muda promesa de que habría más caricias y más noches de ahora en adelante.

Cuando abandonaron el dormitorio, Lan Fan volvió a colgarse su máscara. Ling estrechó su mano izquierda una última vez, para llevarse parte de ese frío que quemaba. Y volvieron a convertirse en príncipe y sierva, preparados para empezar a vivir de nuevo después de aquel largo paréntesis que había supuesto su marcha, siguiendo adelante con la lucha en pos del trono.

Igual que antes, igual que siempre.

Juntos.

-Fin-

N/A: ¡Bueno, esto se acabó! Espero que os haya gustado la tabla en general y el lemon en particular, LOL. ¡Me encantaría saber vuestras opiniones!

Aquí os dejo mi opinión personal sobre la relación de Ling y Lan Fan una vez vuelven a Xing. Estoy muy feliz con el final que les dio Arakawa, porque me parece totalmente impensable que se puedan casar. Y Ling no convertiría a Lan Fan en su concubina para tenerla encerrada en el serrallo. Eso la mataría, ella es una guerrera, no una cortesana. Y su misión en la vida es proteger a Ling y luchar por él. La felicidad de Lan Fan está precisamente en poder seguir siendo su escolta personal. Pero que los dos se quieren también me parece obvio, y que tarde o temprano podrían acabar teniendo una relación secreta como amantes también. Así que… ¡ahí queda eso! XD

Lo único que me queda ya por decir es que yo tenía la intención de convertir este último prompt en una especie de epílogo para narrar el camino de Ling hasta que alcanza el trono, pero al final el lemon se llevó todo el protagonismo y no me arrepiento. Eso quiere decir que… ¿qué opináis, queridos lectores? ¿Os gustaría otra tabla como continuación de ésta, ambientada ya en Xing, con las distintas peripecias de nuestro querido príncipe en su lucha por el trono? Tengo muchas ideas, así que por inspiración que no quede, jujuju. Espero vuestros consejos 8D

Y ahora sí, me despido. ¡Gracias de nuevo a todos por vuestro apoyo!

Cuidaos muchísimo. Y carpe diem XD