Kikenna Koi
ZoeUchiha

Aquelarre

Di varios tirones a la falda negra del uniforme mientras el viejo autobús trastabillaba por el angosto camino. A un lado y a otro cientos de arboles altos y milenarios se extendían tapando el sol.

Estaba tan asustada.

Mire mi reflejo en el cristal. Desde luego no tenia el mejor de los aspectos. Llevaba varios días sin probar bocado, por lo que mis pómulos estaban oscurecidos y hundidos. Bajo mis ojos dos grandes ojeras moradas me hacían parecer enferma. Mi pelo, no demasiado limpio, se pegaba a mi rostro haciéndolo parecer aun más afilado. Ademas, su color rosa ahora parecía color chicle masticado. Nada exótico. La falda del uniforme me estaba muy corta, y el jersey fino de color rojo muy ancho, lo cual, junto a mi extrema delgadez y todos esos otros datos desastrosos que ya he aportado sobre mi persona hacían que me diesen ganas de destrozar la ventana para no verme reflejada en ella.

Observe a mí alrededor por cuarta vez en todo el trayecto. Yo estaba sentada en un asiento hacia la mitad del autobús. Delante mia había tres chicas con aspecto bastante saludable y tras de mi dos chicos con aspecto desdeñoso. Suspire por octava vez.

Aquello no podía ser tan bueno como me lo habían vendido.

Dos horas de viaje después, por el mismo e incesante bosque, nos topamos, sin previo aviso, con la imponente mole de un castillo. Era impresionante encontrarse tal edificación en medio de aquel exuberante bosque. Entre la línea de arboles y la muralla principal apenas distaban dos o tres metros. El castillo se elevaba hasta la misma altura de los más altos de los arboles que había a su alrededor y estaba tan encajonado entre ellos que era imposible averiguar donde concluían sus enormes paredes de piedra. Era un castillo típicamente medieval, con gruesos muros y escasas ventanas, y con una puerta metálica que parecía las fauces de un lobo.

El autobús se detuvo ante ella y pocos segundos después con un tétrico sonido comenzó a elevarse para dejarnos paso. Callo pesadamente nada más entrar el autobús. Ya no había vuelta atrás. Para mi sorpresa, dentro de aquella lúgubre fortaleza había construido un enorme palacio. Ahora que estaba dentro podía contemplar la estructura del castillo mejor. Era una inmensa mole rectangular cuyo centro estaba hueco, poblado de jardines. Y aun más en el centro estaba el precioso palacio, con enormes ventanales desde los que salia una calida luz amarilla. Desde mi posición era incapaz de ver todo el palacio por completo y mi cuello no podía estirarse más para intentar observar la parte más alta.

La puerta del autobús se abrió y el resto de pasajeros comenzó a bajar. Los imite y bajé al empedrado camino del jardín, preguntándome donde estaría la luz de la luna nueva. Probablemente oculta tras los arboles, porque desde luego yo no podía verla. La única luz era la del palacio, por lo que tanto el resto de pasajeros como yo nos quedamos observándolo. La puerta principal, alta y dorada, se abrió pesadamente y una figura flacucha, embutido en un anticuado traje de paje, nos indico con su enguantada mano que nos acercásemos. Para cuando llegamos había logrado de abrir por completo la gigatesca puerta y nos invito a pasar al interior.

El recibidor del palacio era inmenso, con un suelo de mármol blanco recorrido por alfombras rojas que serpenteaban desde una puerta a otra y a lo largo de una inmensa escalera central.

-Vosotros, perros – dijo el mayordomo, o lacayo o lo que fuese eso señalando de forma poco cortes a los dos chicos que habían venido en el autobús – Tomad esa puerta y bajad a los sotanos donde están las habitaciones de los vuestros – dijo señalando una puerta casi oculta bajo la escalera – Ustedes, señoritas – dijo sacándose cuatro sobres de dentro de la ropa – suban a la segunda planta y vallan a la habitación que se les han asignado. Compartiran habitación con veteranas, si tienen alguna duda pregúntenle a ellas. Les recuerdo que esto no es un colegio, esto es un aquelarre, por lo que no queremos novatas preguntonas por todas partes. En su dormitorio encontraran una copia del Codigo del aquelarre. Si me disculpan, yo ya me retiro – dijo tras darnos a cada una nuestro sobre. ¿Cómo demonios sabia que yo era Sakura? Me pregunte al leer mi nombre en él.

Lo abri y tome una fina llave colgada de una suave cadena de oro blanco. Tras examinar a mis compañeras, las imite y me la colge del cuello. Despues ley rápidamente la carta, en la que se me daba la bienvenida y se indicaba el numero de la habitación. Para cuando acabe de leer las demás ya subían las escaleras, por lo que las segui a una distancia prudencial. Los pasillos del primer piso estaban casi desérticos, pero el segundo piso…Eso era un hormiguero. Cientos, que digo, ¡miles de chicas corrian de aquí para alla! Bueno, a lo mejor exagero, pero eran muchas. Todas eran guapas, todas estaban sanas y tenían buen color, todas se movían con gracilidad y todas parecían superiores a cualquier otro ser en la tierra.

Dios, ¿dónde me he metido?

Decidi concentrarme en dos cosas, en no chocar con nadie y en encontrar el numero que marcaba mi habitación, la 268. Para mi desesperación al mirar el numero de la primera puerta del pasillo lei que era la 201… ¡La mia debía estar en el otro confín del mundo! Comence a andar por el atestado pasillo, intentando pegarme a la pared y sorteando las puertas que se abrían aquí y alla. Suspire aliviada cuando logre pasar la puerta 250 pensando que ya me quedaba menos. ¿Cómo de grande podía ser ese sitio?

Examine el numero de la puerta 268 varias veces y relei la carta otras tantas antes de atreverme a abrirla con la llave que llevaba al cuello. La habitación era amplia: de forma rectangular, su pared norte era una completa cristalera que daba a una azotea sin barandas. A derecha e izquierda se disponían sendas camas con dosel. Junto a cada una de ellas, además de una mesita de noche, había un gran tocador a un lado y un armario al otro. Las paredes estaban forradas de terciopelo rojo y el suelo enmoquetado de dorado. ¡Todo era rojo y dorado! Apoyada contra el gran ventanal de la pared norte había una chica preciosa, rubia, con una larga y lisa melena que le caia sobre los hombros y un exuberante y sensual flequillo sobre uno de los ojos. Iba en ropa interior, lencería ligera, y a su cadera había agarrado un chico de pelo castaño y cuerpo atlético. El estaba prácticamente desnudo y la besaba con pasión en el cuello, apretándola contra el cristal. Me costo un poco darme cuenta de que estaban haciendo…eso. No hacían nada de ruido y sus movimientos se compaginaban tanto que parecían uno. O al menos a mi me lo parecían. Me quede como una idiota mirándolos hasta que la chica bajo su boca hasta el cuello de el y lo mordió con intensidad. Me relami al ver la sangre brotar del cuello del chico mientras la rubia bebía con avidez de la herida. Y por fin sus ojos violetas se toparon con mi persona y aparto al chico de un empujon.

-¡Oh, por favor! ¡Disculpame! Creia que llegabas mañana…¡Largo! – le gruño de forma muy agresiva al pobre chico que tras ajustarse el pantalón salio corriendo a la azotea y salto al vacio. Ella suspiro y negó con la cabeza, acercándose a la que debía ser su cama para coger un albornoz de seda roja – Siento mucho, de verdad, que hayas tenido que ver eso.

-No…no pasa nada - ¿Qué demonios iba a decirle? Tras el shock inicial logre recomponerme, cerre la puerta y…y me volvi a quedar ahí plantada sin saber que hacer.

-¿Te gusta tu cama? – dijo ella alegremente señalándome la que había frente a ella.

-Se ve muy comoda.

-Me llamo Ino – dijo sonriéndome ampliamente, mostrando sus perfectos dientes – Tu te llamabas Sakura, ¿no es cierto?

-Si – dije tirándome distraídamente del filo de la falda.

-¿Es la primera vez que estas en un aquelarre?

-Es la primera vez que estoy en un lugar donde hay más de dos vampiros.

-¡Madre mia! – exclamo ella volviendo a negar con la cabeza – Entonces supongo que no sabes nada de cómo funciona esto, ¿no?

-Hace dos días que descubrí que existían los hombres lobo – ella me devolvió una mirada totalmente alarma y palmeo la cama junto a ella, incitándome a sentarme. Me acerque con inseguridad. Nunca había estado cerca de otra vampira, al menos no que no quisiese devorarme. Y no estaba segura de que esta no quisiese. Al final, me sente junto a ella, que no paro de agitar la cabeza en señal de negación.

-¡Pero mirate! Estas demacrada. Supongo que estaras hambrienta.

-Si…- ella se levanto grácilmente y abrió su armario.

-No se lo digas a nadie, es ilegal tener sangre en los dormitorios. Se supone que no debemos comer entre horas – dijo tomando una botella y sirviéndome un sustancioso vaso. Lo acepte agradecida y lo engullí en pocos tragos – Calma, ese vaso no va a ir a ninguna parte – dijo volviendo a sentarse – Bueno, ¿te contaron algo al reclutarte?

-Solo que si quería sobrevivir y comer decentemente tenia que unirme a uno.

-Un aquelarre es un lugar donde convive un grupo completo de no-muertos. Los grupos de no-muertos, para estar equilibrados, han de estar compuestos por, de menor a mayor importancia, hombres lobo, vampiras y condes. No me preguntes para que sirven los hombres lobo porque ni yo misma lo entiendo aun: la única utilidad que yo le encuentro es la que has visto antes – dijo señalando traviesamente la ventana – Las vampiras podemos ser de dos tipos: cazadoras o serviles. Las cazadoras se encargan de alimentar a todo el aquelarre, y viven en el primer piso, a esta hora deben de estar trabajando asi que supongo que la primera planta esta desierta. Las serviles se encargan de todo lo demás: organizar el castillo, organizar a los hombres lobo, a las vampiras cazadoras, las comidas, los servicios de habitaciones, blablablá. En mi opinión lo único que hacen es molestar porque ese trabajo pueden hacerlo entre veinte o treinta y aquí hay dos mil vampiras serviles, que viven en el tercer piso por cierto. Luego estamos las que como tu y como yo que no destacamos en ninguno de los dos lados, pero aquí estamos, comiendo de gratis – dijo sonriendo ampliamente.

-¿Y los condes, quienes son?

-El Conde, no sé porque antes lo he dicho en plural. El Conde es el "jefe" del aquelarre. Junto a él vive su "familia", su clan. Esos sí que viven bien – dijo pensativa.

-¿Pero qué es exactamente?

-¿Nunca habías oído hablar de los condes? Bueno, supongo que no si no sabias que era un hombre lobo. ¿Cuántos años tienes?

-Menos de veinte…- ella volvió a mirarme de arriba abajo y suspiro.

-Un conde es un hombre lobo superdesarrollado. Olvida la palabra vampiro, los vampiros no existen. Los hombres lobo son los machos de las vampiras y los Condes son lo más parecido a la idea de vampiro que puedas tener. El Conde del aquelarre puede hacer que te pongas de rodillas ante él y lamas el suelo solo con pensarlo. Son nuestros amos, y son muy poderosos.

-¿Quién es el Conde de aquí?

-Ahora mismo no tenemos. Veras, los Condes para crear sus clanes, como no pueden tener hijos, lo que hacen es "adoptar" a jovencitos hombres lobo en los que ve potenciales Condes. Eso solo son capaces de saberlo ellos, y no todos los hombres lobo pueden ser Condes, ni muchísimo menos. El caso, el clan de Condes que gobierna aquí es el Uchiha. Fugaku era nuestro anterior Conde, que murió dos semanas después de que yo llegase a manos de sus "hijos". Y ya han pasado doce años y no se aclaran cual de los dos se quedara con el control del aquelarre.

-¿Se pelean por el poder? – lo que me faltaba era meterme en una pelea entre esas cosas llamadas condes.

-Oh no, el problema es que se quieren demasiado – dijo Ino haciendo una carantoña y luego sacando la lengua en señal de asco- Itachi dice que Sasuke sería mejor Conde y Sasuke dice que Itachi lo seria aun más, y asi están. Lo que yo creo es que ninguno de los dos quiere serlo, porque ser conde en el fondo tiene que ser un marrón de los gordos.

-¿Qué ocurre si no hay conde? – pregunte pasando el dedo por el fondo del vaso para tomar las últimas gotas de sangre.

-Por ocurrir no ocurre nada, pero no tenemos representante oficial ante los otros aquelarres ni nadie que controle de forma efectiva a las vampiras, es decir, ni Itachi ni Sasuke pueden hacerte lamer el suelo con desearlo, ninguno es tu conde aun. Si otro aquelarre decidiera atacarnos eso nos debilitaría mucho, porque las batallas se coordinan en la mente del Conde, que es el que ordena globalmente a todo el aquelarre.

Frunci el ceño intentando asimilar todo lo que me había dicho. La verdad lo único que verdaderamente me interesaba era el punto de "comer de gratis por la cara".

-¿Y cuando comemos? – Ino solto una risotada y poso sus blancas manos sobre mis mejillas.

-Tienes la cara triste y hundida, pero un par de semanas comiendo decentemente y estaras preciosa. Nos traeremos perros guapos a la habitación para divertirnos, ¿si?

Señor, ¿Por qué tiene que tocarme todo a mi?

Ino era amable y simpatica, cosa que hasta entonces creía imposible en cualquier vampira, pero le gustaban ciertas cosas a las que yo no podía acostumbrarme con un par de "semanas comiendo decentemente". Intente convencerla de que estaba cansada, creo que con bastante éxito, y me dejo dormir tranquila. Ella salio al pasillo a parlotear con otras vampiras, por lo que en cuanto cerro la puerta volvi a salir de la cama. No tenia ningún sueño, lo que tenia era hambre. Pero no deseaba robarle su sangre, había sido muy generosa cediéndome un vaso. Sali a la azotea, en busca de aire fresco. No tenia barandillas, por lo que daba una extraña sensación de vértigo. Me acerque al filo y observe lo que había bajo nuestros pies. Una enorme cadena humana compuesta por miles de hombres lobo cargaba piedras desde algún sitio bajo mi habitación hasta una puerta estrecha que salia del castillo. A lo mejor estaban haciendo ampliaciones.

Volvi a entrar en la habitación, algo confusa. Tenia hambre, pero no sabia si podía intentar salir a buscar algo que comer. Pasee la vista por la habitación y, finalmente, me deje caer sobre la cama. Abri distraídamente los cajones de las mesitas de noche y en uno de ellos encontré un libro no demasiado grueso, encuadernado en piel negra. Debia ser el Codigo.

Encendi la lámpara de aceite de la mesita. Me pareció extraño que en pleno siglo XXI aun existiesen chismes de esos…y aun más que funcionasen. Abri el Codigo, esperando encontrar algún tipo de prologo, pero en la primera pagina solo estaba escrito con hermosa caligrafia la frase "Encontraras la muerte en mis ojos". Pase algunas paginas en blanco antes de encontrar el índice. Aparté las hojas hasta el apartado de las vampiras.

Ino regreso una hora después. Entro con sumo sigilo, creyéndome dormida, y guardo un paquete en su armario. Luego, tras ponerse un camisón, se acosto. Habia logrado apagar la lampara a tiempo antes de que entrase, pero no guardar el Codigo, que reposaba entre mis brazos. Lo deje a un lado e intente dormir. Cuanto antes durmiera, antes despertaría y antes podría ir a desayunar.

Odiaba dormir, porque hacerlo implicaba soñar.

Yo soñaba siempre lo mismo. Estaba encadenada de forma muy incomoda a una pared. Un joven apuesto se acercaba hasta mi, retiraba las cadenas de un tiron y me colocaba una correa alrededor del cuello.

-Vamos – me urgía.

Yo le seguía, obediente, hasta que saliamos del cubículo en el que había estado encadenada. Entonces intentaba escapar, pero él era más fuerte. Me sujetaba con insultante facilidad y se reia de mi. Despues me daba una de esas bofetadas que te hacen girar el rostro. Subiamos por unas escaleras de piedra, llenas de pequeñas plantas verdes y musgo, lo cual indicaban que el lugar no estaba normalmente habitado. Saliamos a un patio en ruinas, construido en la terraza de una montaña, desde donde podía verse un inmenso valle. Y en el valle había cientos de vampiras y licántropos. Yo volvia a intentar escapar una vez más, pero el volvia a sujetarme y a arrastrarme hacia el filo del patio. Apoyado en una columna ruinosa había otro joven, algo más mayor, igualmente apuesto, que me miraba con desden. Ambos cruzaban una mirada intensa y luego, el que me sujetaba por la correa, me levantaba sujetándome de un hombro. Me quitaba la correa, con brusquedad y, después de besarme con burla, me lanzaba al vacio.

Entonces despertaba, y lo único que quedaba en mi memoria eran sus profundos ojos negros y la sensación de estar atrapada en un sueño sin fin.

-¡Buenos días! – saludó alegremente Ino. Se había puesto el uniforme, que le sentaba bastante mejor que a mi – No tienes por qué dormir con esa ropa – dijo señalándome. Ni siquiera me había cambiado para dormir – Tienes ropa de tu talla en el armario. Vamos a desayunar, son muy estrictos con el horario – dijo mientras yo me levantaba y sacudia la ropa en un intento de desmarcar las arrugas.

La segui a través del pasillo, lleno de vampiras que acudían al comedor. Todas se movían de manera rápida y fluida, de manera que el paseo por el interminable pasillo se me hizo rápido y a la vez algo cansado. No estaba acostumbrada a moverme asi…Al fin y al cabo no hacia ni veinte años que me habían transformado. Vete tu a saber quien.

Giramos a la derecha y cruzamos un enorme arco dorado que daba paso a una enorme y ancha escalera de caracol de piedra negra. Supuse, por la forma de la escalera, que estábamos en una torre.

-Hay varias formas de llegar a las otras plantas: la escalera principal, que supongo que es la que usaste al subir, esta escalera y, por supuesto, puedes ir volando. Te aconsejo no usar la escalera principal, podrías encontrarte con alguna vampira estirada a la que no le siente muy bien tener que cruzarse con gente como tu o como yo, y eso no seria bueno para tu salud. Puesto que no tienes alas, no puedes entrar volando, asi que, en definitiva, usaras esta escalera tanto para subir como para bajar como hacemos todas las demás.

Mientras ella hablaba llegamos a un triple arco que daba a una enorme sala. El suelo era de mármol negro y las paredes de terciopelo dorado. Del techo colgaban gigantescas lámparas de araña cuyas velas se iluminaban con un fuego azul. Grandes mesas circulares ocupaban todo el lugar. Ino me cogió de la muñeca para que la marea de vampiras no me arrastrase, y tiro de mi hacia la izquierda. Algo más escondida que las demás, pegada a la torre y frente a una gran cristalera, había una mesa donde ya se sentaban varias vampiras. Ino me señalo una de las ornamentadas y doradas sillas con cojines de raso negro, y di por sentado que debía sentarme.

La mesa estaba ocupada casi en su totalidad por un enorme centro de mesa metalico adornado con piedras preciosas y en el que se incrustaban varias velas rojas apagadas. Cada lugar estaba acompañado por todo un juego de cubertería, como si fuésemos a un gran banquete en vez de a una comida de vampiras…

¿O íbamos a comer otra cosa?

-Os presento a mi novata, se llama Sakura – dijo Ino cuando se hubo sentado. Las demás me miraron con intensidad, pero no dijeron nada más. La luz que entraba por la enorme cristalera desapareció, lo que hizo que todas giraramos la vista hacia ella. Al instante una vampira, con las alas extendidas, aterrizo en la pequeña terracita que había al otro lado del cristal. Apoyo la mano en el cristal y este se movio hacia un lado, dejándola pasar.

-Bueno, ellas son Temari – dijo señalando con cortesía a la vampira rubia y con cara de pocos amigos que acababa de entrar volando – Hinata –señalo a la vampira que estaba a mi derecha, que me dedico una timida sonrisa – y…bueno ellos no son vampiras, son hombres lobo disfrazados – dijo señalando a una muchacha rubia con unos enormes ojos azules y a otra con el cabello castaño y ojos afilados.

-Que…están…disfrazados – repeti lentamente sin poder creer que aquellas dos personas fueran hombres lobo en vez de vampiras normales y corrientes.

-Yo soy Naruto y el es Kiba – dijo la rubia mirando a todos lados con preocupación y poniéndose la mano en la boca al hablar – Pero no dígas nada o los jefazos nos patearan el trasero.

-Los dejamos que vengan porque asi nos podemos beber la sangre que les sirven a ellos – explico Ino.

-¿Y que comen ellos? – pregunte sin atreverme a preguntarles directamente.

-A nosotros se nos sirve el desayuno una hora antes, ya hemos comido – dijo la castaña.

-Pero aquí ponen unos pastelitos deliciosos – dijo…Naruto, con ojos emocionados.

-Pero…como…

-Son dos desgraciados con los que el antiguo Conde hacia experimentos. Algunas vampiras tienen poderes para transmutarse, e intento implantárselo a los hombres lobo. Esto es el patético resultado – dijo señalándolos nuevamente con desden.

-Pues dan el pego…

-No dura más de dos horas, las vampiras pueden estarlo indefinidamente – explico esta vez Kiba.

Unas suaves campanillas comenzaron a sonar. Al principio reconoci el sonido de dos, pero pronto el numero fue en aumento, hasta que el sonido se convirtió en el de un enjambre de abejas enloquecidas. Localice las campanillas en las manos de unas vampiras junto a la puerta. Ademas del uniforme reglamentario, llevaban un lazo negro atado al brazo y un fino silbato dorado pendido del cuello.

-Esas son las serviles de turno. Como son tantas se reparten el trabajo por años – volvió a explicarme Ino – Tocan las campanillas para avisar a todas las vampira del palacio que van a cerrar las puertas del comedor. Eso significa que se quedaran sin comer hasta el almuerzo.

No había terminado la frase cuando tres de las vampiras tiraron de las puertas del triple arco para cerrarlas. Una de ellas, una pelirroja con gafas, saco de su escote una llave y la hizo girar en la cerradura.

Después, todas las vampiras serviles al unísono, dieron una palmada y se escucho el ruido de varios candados cerrándose.

-Acaban de sellar el comedor – dijo la chica con aspecto timido que se sentaba a mi lado – Ahora no se puede salir ni entrar.

Me extraño tanta seguridad simplemente para comer. Observe el comedor repleto de vampiras y cai en la cuenta de que había mesas flotando…¡en el aire! A casi cinco metros sobre nuestras cabezas.

-Son las mesas de las cazadoras – dijo Ino tras seguir mi mirada – Temari es cazadora – dijo señalándola – pero nos quiere tanto que prefiere compartir mesa con nosotras a pesar de que no somos más que tres pobres inadaptadas – dijo abrazandome de forma teatral – Y dos perros – susurro esta vez en mi oído.

-¿Hay alguna ventaja en ser cazadora o servil?

-A las cazadoras se nos da el triple de comida, a las serviles el doble. Si no fuese asi iba a traeros comida quien yo me sé…

Temari dejo de hablar al fijar la vista en varios hombres ataviados con el traje hortera de lacayo que ya había visto ayer. Con varios…me quedaba corta. Eran muchos. Y cada uno transportaba una bandeja dorada. Y en cada bandeja dorada había diez copas llenas de sangre.

Un silencio tenso se adueño de la sala. Cada lacayo se puso junto a una mesa, mientras las vampiras que se encontraban en ella fijaban la vista en las copas sin poder apartarla. Fuimos las ultimas en recibir a nuestro lacayo. Cuando todos estuvieron colocados, con perfecta sincronía, comenzaron a depositar las copas ante las vampiras que, antes siquiera de que tocasen la mesa, ya las tomaban con voracidad. Yo observe la mia antes de engullirla. No estaba llena por completo, apenas cuatro dedos de una mano. Me la trage de un sorbo, sin pena ni gloria. Suspire, insatisfecha. Ino sin embargo parecía haberse sumido en un extraño estado de embriaguez, al igual que la vampira que respondia al nombre de Hinata. Temari recibió dos copas más del lacayo, que se marcho con las copas sobrantes. Mire las copas sin tocar que había ante Naruto y Kiba con anhelo, y el rubio me devolvió una mirada picara.

-¿Tienes hambre, verdad? No tienes buen aspecto – dijo tendiéndome su copa con disimulo. Yo la atrape rápidamente y me la lleve a los labios, para luego devolvérsela vacia. Como adoraba ese dulce néctar rojo. Kiba tomo las copas de Hinata e Ino y repartió el contenido de la suya a partes igual, todo con cuidado de que las serviles no nos mirasen.

Y después llegaron las bandejas de pasteles.

Los mismos lacayos, esta vez con carros dorados, trajeron bandejas de pasteles de todos los tamaños y colores y fueron depositándolas en las mesas. Me dieron arcadas de ver tanto azúcar junto.

Naruto y Kiba se lanzaron hacia los dulces en cuanto se los pusieron delante, comiendo como animales. Ino e Hinata tomaron los suyos con mas recato, utilizando los cubiertos debidamente y mandando miradas asqueadas a los lobos.

Yo fui incapaz de intentar comerme ninguno, me daba nauseas el pensar en tomar algo que no fuese sangre. Lo que daría por otra copa.

-Te acostumbraras – dijo Temari desde el otro extremo del a mesa, sin tocar tampoco las bandejas de pasteles – Al principio te costara trabajo, pero si logras comer otras cosas la necesidad de sangre menguara.

-No se puede engañar al cuerpo con…esto – dije mirando con cierto desprecio las bandejas.

-No se trata de engañarlo, se trata de controlarlo y amaestrarlo. Debes intentar depender lo menos posible de la sangre.

Aun asi, no comi nada más. Exactamente una hora después de que cerrasen las puertas, las serviles volvieron a acercarse a ellas para abrirlas. Habia concluido el desayuno, y las vampiras volvieron a abalanzarse a las escaleras para ir a donde quiera que tuviesen que ir.

-¿Y ahora que debo hacer? ¿Tengo tareas o algo asi?

-Mmm, no, a menos que alguien te pida que hagas algo expresamente tienes todo el tiempo libre del mundo – dijo Ino.

-¿Y que vamos a hacer?

-Yo si tengo cosas que hacer, por desgracia, asi que nos veremos en el almuerzo. Recuerda no llegar tarde – concluyo mientras se despedia alejándose por un corredor de la tercera planta.

Me quede unos minutos allí plantada, en medio del pasillo, mientras las vampiras pasaban a mi alrededor. Como no sabia que más podía hacer, volvi a mi dormitorio. Las camas ya estaban hechas cuando entré. Me apetecia mucho salir fuera, a tomar el aire, y tal vez a buscar algún aperitivo, pero no estaba segura de que se me permitiese salir. Fui hasta la terraza y contemple nuevamente el ambiente del patio del castillo. Nuevamente a larga cadena de hombres lobo transportaba materiales de construcción hasta un lugar que no lograba identificar. Intente encontrar alguna vampira entre toda aquella gente, pero no lo logre. Mire el cielo, por el que de vez en cuando pasaba alguna vampira alada.

Suspiré, agobiada.

Volvi al interior de la dorada y carmesí estancia, y volvi a examinarla por si me había dejado algún detalle interesante. Cuando mis ojos se detuvieron en el armario recordé que Ino me había dicho que había ropa dentro. Lo abri con cierta ilusión, pero en su interior solo había un par de camisones y una muda del uniforme.

Volvi a suspirar.

Sin nada más que hacer me tumbe en la cama, dejando el tiempo pasar.

……………….

……………….

……………….

La segunda semana intente salir del castillo. Aquella absurda dieta de apenas unos sorbos de sangre diarios mezclados con comida de vivos me asqueaba. Pero al menos mi cuerpo se estaba recuperando. Mi piel comenzaba a brillar, al igual que mis ojos, y mi cabello volvia a lucir un rosa luminoso.

Habia dedicado algunos días a vagabundear por el palacio, con cuidado de no entrar donde no debía, y, mientras paseaba por el pasillo del quinto piso, descubri una posición desde donde podía contemplar los jardines que había visto al llegar al palacio por primera vez. Habia varias vampiras sentadas en el césped, riendo. Eso me dio cierta esperanza, ¡tal vez podía salir de allí!

¿Y por qué no sabia si podía salir de allí? Porque no había vuelto a ver a Ino y a ninguna de las demás en dos semanas. No tenia a nadie a quien preguntar.

Ciertamente me preocupo un poco la desaparición de mi compañera de habitación, pero ella misma me había dicho que tenia cosas que hacer. Y no sabia cuanto tiempo le ocupaban esas "cosas". Asi que, haciendo gala de un valor que no conocía, sali del palacio por una de las ventanas del primer piso, dejándome caer con cierta pesadez sobre el césped. Agudicé mis sentidos, no tenia ninguna gana de que me pillasen. Corri tanto como pude para atravesar los jardines hasta la gran muralla exterior. Examine la gran puerta desde lejos: era imposible pasar por allí sin que me viesen. Di un par de sigilosas vueltas más por el patio y al final me rendi y regrese a mi dormitorio.

Tenia mucha hambre y mucho tiempo libre, y eso no era bueno. ¡Si al menos tuviese algo que hacer! Aun era incapaz de probar bocado de nada de lo que nos servían en el comedor. Cada dia era un menú distinto, aunque siempre había pasteles para desayunar.

Habia mañanas que pensaba que iba a morir de sed. Despertaba jadeante de mi extraño sueño, sintiendo en mi garganta la quemazón de la sequedad, se me cortaba la respiración y me costaba moverme. Cuando lograba ponerme en pie, me mareaba y tenia que volver a dejarme caer sobre la cama.

E Ino no regresaba, y yo quería preguntarle si era normal esto que me pasaba.

No se que me paso aquel dia, pero me levante con tal sed que mi mente olvido donde estaba y se concentro en buscar sangre. Habia descubierto que no podía abrir el armario de Ino, por lo que la sangre que ella guardaba era una fuente descartaba. En algún sitio tenían que guardar la sangre con que nos alimentaban, y yo debía encontrar ese sitio.

Despues de desayunar me quede algo rezagada. Llevaba varios días fijándome en donde entraban y salian los lacayos. Las serviles también utilizaban aquella puerta y ya había comprobado que no había ventanas ni nada que se le pareciese en las paredes exteriores que debían corresponder con aquel lugar. Di un magistral salto y me colge de una de las mesas flotantes, que se meneo un poco, pero luego se estabilizo. Espere a que las vampiras y los hombres lobo se largasen y después, con extremo sigilo, fui hasta la puerta.

Tras ella había una sala octogonal con varias puertas. Sobre cada puerta había un cartel: "Cocina", "Almacen 1", "Almacen 2"…Tras alguna de aquellas puertas tenia que estar la sangre. Me concentre en mi olfato, intentando encontrar el rastro del olor del néctar de la vida, que me condujo hasta la puerta de el almacen 4. Tire de la puerta y me extrañe de que no estuviese cerrada. ¿Para que tanta seguridad, entonces?

Tras la puerta había una enorme torre circular hueca. Las paredes, interminables, estaban repletas de estanterías donde se almacenaban cientos de miles de barriles. Todos llenos de sangre, y todos para mi. Una estrecha escalera recorría la torre de arriba a bajo y varias escaleras de madera permitían acceder a los distintos niveles de las estanterías. Me acerque al barril mas cercano y le quite el tapon. Abri la boca para dejar que el caño de sangre callese directamente sobre ella.

¡Oh, Dios, eso si que era el paraíso!

Bebi y bebi, sin parar, hasta que del barril dejo de manar sangre. Mire con avidez el otro barril.

-¿Qué haces tu aquí? – pregunto una voz a mi espalda. Me gire para mirar y me encontré con los ojos colericos de la chica pelirroja de las gafas, que iba escoltada por otras dos vampiras. La sangre aun resbalaba por mi cara, asi que supuse que no había mucho más que decir. La pelirroja cogió el silbato que le pendía del cuello y lo soplo con ganas.

Una tremenda sacudida me recorrió todo el cuerpo y me hizo caer contra el suelo, como si una mano gigante me hubiese aplastado. La chica dijo algo que no consegui escuchar y las otras dos que le acompañaban me agarraron de mala manera y tiraron de mi.

Me sacaron de allí a velocidad vertiginosa, o tal vez solo era mi imaginación. Me sentía muy mal, como si estuviese a punto de desmayarme, y mis sentidos no trabajaban con normalidad. Se que subimos escaleras, muchas.

-Voy a pedir permiso – susurro la pelirroja cuando llegamos a lo que debía ser nuestro destino. Las otras dos asintieron y me dejaron caer pesadamente al suelo. Una de ellas me tendio un pañuelo.

-Limpiate la cara, anda – me costo sujetar la tela blanca que me ofrecia, aun más coordinarme para llevarla hasta mi rostro. Aun luchaba conmigo misma cuando la joven de las gafas volvió.

-Podemos entrar – dijo con cierta emoción. Volvieron a tomarme de los brazos y tiraron de mi para que me levantase.

Entramos en un salón no demasiado amplio. La decoración era toda celeste y blanca, muy acogedora. La estancia estaba llena de sofás en el que se tendían comodamente multitud de vampiras. No llevaban uniforme, sino largo y suntuosos vestidos de ensueño. Intente enfocar la vista para observarlas mejor. Desee no haberlo hecho, porque muchas de ellas estaban acompañadas por atractivos hombres lobo. Dios, aquello era una puñetera orgia. Mirase a donde mirase veía más de lo que quería ver: una vampira morena, completamente desnuda, se movia desenfrenadamente sobre la cabeza de un chico, otra se dejaba hacer por un atractivo rubio mientras devoraba el cuello de un segundo lobo, los gemidos no paraban de salir de aquí y alla. Para cuando logre girar la vista, intentando no ver toda aquella depravación, estaba ante una puerta muy grande y plateada. La pelirroja toco suavemente y luego abrió sin esperar respuesta. Cerre los ojos de forma instantánea.

Acababamos de entrar en una estancia totalmente blanca. No había ningún mueble, solo las frias paredes de piedra brillante. Frente a mi se dibujaba en el suelo un camino sobre el mármol con dibujos plateados que llegaban hasta el nacimiento de una pequeña escalerilla que permitia subir a una tarima semicircular. En lo alto de la misma había un enorme trono blanco, y sentado en el había un joven apuesto vestido con la ropa típica de un caballero del siglo XVIII…¡por lo menos!. Sobre sus rodillas descansaba una vampira vestida con un precioso vestido violeta, cuyo escote caia desgarrado dejando ver sus pechos. La chica se esforzaba por besar cada centímetro del cuello de él, que no le prestaba atención y en su lugar miraba hacia nosotras. A su lado, apoyándose en el respaldo del trono con una mano, había otro chico, algo más joven, y vestido con ropa de nuestro siglo. El jersey fino de color negro se le pegaba de forma sesual a su marcada musculatura y…

-¿Qué ha hecho esta pobre infeliz? – pregunto el mayor de los dos con voz grave, interrumpiendo mi análisis de su atractivo hermano. Continue mirándole, fijándome ahora en su rostro. En sus ojos…

¡Los puñeteros ojos de mi sueño!

Si, no cabia duda, ¡eran esos! Me miraban con el mismo desprecio mezclado con una pizca de interés y superioridad, dos pozos negros inconfundibles que llevaban persiguiéndome durante varios años.

-Ha robado sangre en el almacen, un barril entero – explico la pelirroja.

-Matala y vuelve a llenar el barril con su sangre – dijo esta vez el menor de los dos, con un tono suave y sensual. Debian ser los Condes. Ino me había dicho los nombres, pero no estaba segura de recordarlos correctamente. Y no sabia quien era quien.

-¡Sasuke! No seas tan duro – recrimino el mayor. Ahora ya si que lo sabia…- Mirala, es una vampira joven. Probablemente su primer aquelarre.

-Eso no es excusa para romper las reglas, si perdonásemos a todas las que…

-Me permitiras un indulto personal – pidió mientras me miraba con simpatía – Ademas, no digo que no debamos castigarla, obviamente no podemos dejar esto como si no hubiese ocurrido nada – dijo acariciándose la barbilla a la vez que la vampira introducía su mano en su entrepierna – Serviras a las serviles, válgame la redundancia, durante el resto del año.

-Reducele las raciones – aconsejo el Conde que respondia al nombre de Sasuke. Sus labios al hablar me hipnotizaban. Eran los mismos labios que una y otra vez me besaban antes de matarme.

-No…esta débil, si encima la dejamos con menos comida enfermara y no será útil para Karin. Debemos mantener a nuestras vampiras sanas.

-Demasiado blando, hermano – susurro Sasuke, que descendió ágilmente de la tarima y se dirigió hacia la puerta, no sin dedicarme antes una mirada de desden que me fulmino.

-Agradece a Itachi sama su compasión – dijo la pelirroja, mirándome con cierto odio.

-Gracias, Itachi sama, no volverá a ocurrir – asegure, no muy segura de por qué lo hacia.

-Bien, podeis retiraros – dijo con un movimiento de la mano, en el momento en que la vampira se ponía en pie y tiraba del las cuerdas que ataban el vestido a su cuerpo, dejándolo caer a sus pies.

Me arrastraron nuevamente fuera de allí, pasando por la habitación de la orgia, dejándome caer bruscamente sobre el suelo.

-Mañana antes del desayuno en las cocinas, y no llegues tarde – rugio Karin mientras se marchaban precipitadamente de allí.

¡Existian! Los dos hombres que salian en mis sueños eran reales, e iban a ser mis jefes. ¿Qué estupidez podría yo llegar a cometer para que ese Conde tremendamente guapo quisiera matarme?


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¡Dejad review! Teneis tooooda una semana para hacerlo, porque actualizare este fic solo los jueves o los viernes, necesito tiempo para escribir xox. A lo mejor si veo muchos reviews hago un esfuerzo…xD