Nota: Muchísimas gracias por sus comentarios! De verdad me alegra que me perdonaran por abandonar esto tanto tiempo. Sé que vamos lento, pero aquí ya trato de dar un poco más de romance, aunque sea sólo un poquito. Cualquier duda, sugerencia o si hay algoque no les convence del todo, no dudan en decírmelo. Espero tenerle sotro capítulo muy pronto! Y disfrútenlo :) Muchos besos y abrazos! Ahhh Y feliz navidad..!!!!!!!


Congelados

Entre tus labios y los míos...

Sintió un fuerte dolor en el pecho, como si sangrara e inundara sus ojos con puras lágrimas. Para su "alivio", Kagome aún respiraba, su pecho subía y bajaba arritmicamente mientras sus ojos permanecían cerrados. ¡Maldición! Bendita la hora en que decidió llevarla a ese lugar... No debió hacerlo.

- ¡Por favor, despierta Kagome! ¡Despierta! Abre los ojos... - Con una mano comenzó a dar suaves golpecitos en la mejilla de la joven, con la intención de hacerla recobrar el sentido. Al ver que no ocurría nada, la atrajo hacia su cuerpo y la abrazó muy fuerte. - Abre los ojos, Kagome... ábrelos... Por favor... Si te pasara algo yo... - Calló.

Escucho como unos suaves quejidos se elevaban en el viento. La apartó de sí y vió como Kagome abría los ojos, mirando de un lado al otro, como preguntándose dónde se encontraba. Ella se llevó una mano a la cabeza, sobándosela levemente y retirándola al instante por el dolor que le producía, aunque cómo determinar si el punzante dolor provenía de sus dedos o de su cabeza. Observó sus dedos y asustada vio como éstos estaban cubiertos con sangre, sus ojos se abrieron enormemente y un grito se ahogó en su garganta.

- ¡Kagome! ¿Estás bien?... ¡Por favor, contestame! ¿Estás bien? - ella se separó por completo de él e intentó levantarse, sintiendo que el cuerpo entero no le respondía. Entumecido por el frío y los golpes. Asintió con la cabeza al preocupado hombre y de repente sintió como una enorme cólera la dominaba.

- ¡T-Todo esto es tu culpa! - sus manos se empuñaron y sus labios tiritaban mucho.

- L-Lo siento, no vi la curva y no alcanc-

- ¡No! No eso... ¡Esto! E-Estar perdidos e-en medio de la nada, m-muertos de frío... ¡No deberías haberme tr-traído aquí s-sin saber a dónde í-íbamos! - vió como él fruncía el ceño y una de sus manos en puño golpeaba con fuerza el suelo cubierto de nieve. - se levantó como pudo, sacudiendo un poco la suciedad de su ropa y empezó a caminar molesta.

- ¿A dónde crees que vas? - dijo Inuyasha levantando un poco la voz.

- ¡¿Acaso no es obvio? ¡Lejos de tí, tonto! - él también se levantó, intentando seguirla.

- ¡Tonto, ¿yo?

- ¡Sí, sí! ¡Tú! - se giró apuntándolo con el dedo, caminando hacia él. - ¡Tú! ¿Tan difícil era preguntar antes...? O-O... ¡No lo sé! ¡¿PENSAR EN LO QUE HACÍAS? - resopló fuerte, dejando caer sus brazos a los costados de su cuerpo - ¡¿Qué pensabas al traerme aquí, eh? ¿Por qué no traer a tu prometida? ¡¿Por qué yo? Una completa desconocida, en tu auto, en medio de la nada... ¿Quién te crees? - se sentia de pronto tan molesta y tan llena de rabia que estaba a punto de llorar.

- ¡Yo no lo sé...! Sólo quería... - La había puesto en peligro, y todo por un tonto, impulsivo e incomprensible deseo de mostrarle a esa chiquilla parte de su pasado. Y de nuevo se reprochaba a sí mismo todo lo que esa casi desconocida le hacía pensar... y... ¿sentir? Ahora ella estaba ahí, con él, en medio de quién sabe qué lugar, con el auto a punto de caer en el barranco, la vieja propiedad quién sabe dónde y ambos lastimados. - ¡Argh... Maldición...! - Desvió la mirada dolido, sus emociones escapaban de sus poros, no podía controlarse y un remolino de caos cubría su mente. - P-Perdóname, Kagome... es cierto... no debía...

Kagome bufó girándose sobre sus pies nuevamente y comenzó a caminar mirando hacia el frente.

- No te preocupes... - dijo sin detenerse.

- ¿Y ahora qué, Inuyasha Taisho...? Piensa... Ahora... ahora... - se pasó una mano por la cabeza mientras se hablaba a sí mismo - ¡El celular! Claro claro...casi lo había olvidado... - comenzó a buscar en sus bolsillos del pantalón y el abrigo, pero no lo encontró. Entonces recordó haberlo colocado en el espacio que se encontraba bajo el radio del lujoso vehículo. Observó hacia el lugar, el automóvil estaba casi en el borde, sería peligroso sacarlo, pero... - ¡Demonios!

Al no escuchar respuesta de parte suya, tampoco pasos detrás de ella, se giró, abriendo los ojos de par en par.

- ¡Inuyasha, ¿qué haces? - él hombre ya estaba mentiendo la mitad de su cuerpo en el vehículo, buscando el teléfono.

El auto se tambaleó y él consiguió sacar el celular, un par de cosas suyas y otras de Kagome. Las colocó a un lado del camino y se volvió a meter al auto, escuchando los gritos de Kagome detrás suyo, recordó que tenía un mapa en algún sitio ahí... Aunque si no sabía dónde estaban, no sería de mucha ayuda. Abrió la guantera del auto y comenzó a buscar, cuando sintió un leve agarre en el brazo.

- ¿Ves que sí eres un tonto? - Él salió del vehículo mirándola con una sonrisa de lo más burlona, haciendo que Kagome lo mirara aún más ¿ofuscada? - Caerá en cualquier momento.

Le mostró el mapa y cerró la puerta del automóvil, alejándose hasta llegar al otro lado del camino. Kagome lo siguió, colocándose a su lado para observar el mapa mientras se ponía de puntitas para observar bien. Inuyasha bajó más el mapa para que ella lo pudiera ver cómodamente y empezó a buscar el camino que habían seguido.

- Veamos, esta curva está... - con el dedo siguió un largo tramo, seguido por los curiosos ojos marrones de la chica. - Supongo que estamos aquí...

- ¡¿Supones? - Kagome levantó la mirada, encontrándose con los ojos color miel que miraban los suyos algo sorprendidos y los delvolvió al mapa de inmediato.

- Está bien, está bien... Estamos aquí, ¿ves esa curva? - apuntó con el dedo a la famosa curva que los había dejado en tal situación y ella asintió. - Pues es ésta que está aquí, más allá encontraremos un largo camino. No estabamos tan lejos de la cabaña después de todo... - dijo él triunfante y ella le clavó la mirada más punzante que las anteriores. - ¿Qué? Un poco más y estaremos en nuestro destino. - sonrió tomando las cosas de ambos en sus manos y caminando.

- El tuyo, dirás... - Kagome habló muy bajito, suspirando derrotada y caminando lentamente detrás suyo.

oOoOoOo

Se encontraba recostada en el balcón de su habitación de hotel, mientras soltaba el humo que acababa de aspirar de su cigarrillo. Observó como éste se disipaba lentamente, mezclándose con el anochecer que ya cubría con su frío y sosegado manto a toda la ciudad. Ojalá sus problemas se disiparan de igual manera, por un momento lo deseó. Su madre ingresó a la habitación y ella dejó caer el cigarrillo de sus finos dedos hacia el piso, apagándolo discimuladamente con el zapato, mientras se giraba hacia su progenitora, acercándose y cerrando el ventanal tras de sí.

- No puedo creer que sigas con ese horrible vicio de fumar cuando estás nerviosa. - Sacó de su bolso un frasco de perfume y comenzó a rociarlo a su alrededor, cuando terminó, volvió a fijar su mirada en su hija. - Deberías llamarlo.

- Déjame en paz. - dijo ella entornando los ojos. - Seguro me llamará en un rato, diciendo que me extraña mucho.

- Pues ya sería hora de que lo hiciera. Se supone que se...

- Madre, ¿podrías olvidarte de eso por un momento? Nada cambiará con que lo llame o no, tenemos asuntos más importantes que ese aburrido de Inuyasha en este momento. - Vio a su madre abriendo los labios a punto de estallar.

- ¡¿Más importantes? ¿Quieres poner en peligro todo por lo que estuvimos luchando estos últimos años?

- Lo perderemos si seguimos insistiendo con algo que ya no tiene caso discutir. Todo está arreglado. - Se sentó en un fino sillón ubicado en un costado de la habitación. - ¿Hablaste con ese hombre?

- Sí, pero no creo que quiera arriesgarse. Es un inútil. - se acomodó cerca de su hija, acariciándole el largo y liso cabello - Es por eso, mi querida niña, que no podemos perder el tiempo. Necesitamos... acelerar las cosas...

- ¿Acelerar? ¿De qué hablas, madre? - sus ojos fríos de pronto cobraron vida, asustados observaban a los ya maduros de la señora Hidaka.

- Es que... piénsalo, hija. Ya se van a casar, solo faltan unos pequeños detalles para tenerlo todo listo... Sólo hay que darle un empujoncito a esto y pronto serás la esposa de Inuyasha Taisho. Y aquel hombre tendrá lo que quiere... - la voz de la mujer se volvió sombría al terminar. - Inuyasha y tú... ya tuvieron relaciones, ¿no es así?

- ¡Q-Qué estás...!

- ¡Un hijo, Kikyo! Un pequeño y lindo hijo, con ojitos color oro como los del padre y el abuelo... ¿No te parece lindo?

Kikyo observó casi asqueada a la mujer, ¿un hijo? ¿de ella y él? Jamás... Al menos no en esas condiciones. Se levantó del sillón, caminando hasta la puerta de la habitación con altivez y dando un portazo discimulado al salir. Entre más lo pensaba, más insoportable le parecía la idea. Ella amaba a Inuyasha, desde el momento en que lo vio ingresando a aquel salón lleno de gente, muy bien vestido, con aquel aire misterioso y apasionado que lo rodeaba. Cuando tuvieron oportunidad de conocerse mejor, Kikyo sintió que por fin un leve calor que hacia que su corazón pareciera estar vivo cada que lo veía, cada que él tomaba delicadamente su mano y se la besaba. Suspiró recordando el momento en el que él la besó sin más y todo su mundo se volvió color miel... Como sus ojos. Había caminado mucho rato, hasta llegar al bar del hotel. Una ligera tonada se escuchaba en el fondo, lo que la relajó un poco.

- Por favor, una copa de vino. - dijo sentándose en la barra.

- Aquí lo tiene, señorita.

Le agradeció al joven que se encontraba detrás de la barra y bebió un sorbo del rojo y oscuro líquido. Recordaba el momento en que la ilusión de formar parte de la vida de Inuyasha se había vuelto una total tortura y sorbió un poco más de su copa, ese trago le pareció amargo en demasía. ¿Por qué algo tan hermoso como estar enamorado de alguien, debía ser una tortura? Lo que menos quería era lastimarlo, quizás por esa razón se había vuelto aún más fría de lo que la caracterizaba con él, intentando por todos los medios alejarlo de su vida y no lastimarlo. Pero él continuaba a su lado... y ahora... ¿acelerar su ruina? No lo permitiría... esperaba no hacerlo... Vació lo que quedaba de su copa de un trago e inmediatamente pidió otro.

- Una mujer sola no debería beber tanto. - Un hombre de negros y largos cabellos, con una mirada tan maliciosa como la misma muerte se sentó a su lado, pidiendo un vaso de whisky. - Quien sabe quién podría aprovecharse de semejante situación.

- Por lo visto es algo que usted ha pensado. - dijo astuta tomando su copa nuevamente llena entre las manos.

- Por supuesto, debo preocuparme por las bellas e inocentes jovenes que abundan en este tipo de lugares. - Observó como Kikyo levantaba una ceja y bebía de su copa. - Mi nombre es Naraku... y ¿tú quién eres?

- No creo que sea de su incumbencia, señor Naraku. - aquel nombre le resonaba en la cabeza, como si lo hubiera escuchado anteriormente. Se levantó de la butaca, diciéndole al empleado que pusiera todo en la cuenta a su nombre y empezó a alejarse.

- Siéntese, Kikyo, usted y yo tenemos mucho de qué hablar. - Bebió de un sorbo la fuerte bebida, y ella no hizo más que quedarse con los ojos muy abiertos, mirando hacia la entrada del bar.

oOoOoOo

Luego de mucho rato, volvió a frotar sus manos, tratando de calentarlas. La luz se había ido hacia un rato y ellos se encontraban, según Inuyasha, cada vez más cerca de la cabaña. Recorrieron un largo trecho desde el lugar del accidente, hasta llegar a un pequeño y angosto camino que se alargaba hasta la cima de una elevación de terreno, desde la cual se podía ver apenas por la luz lunar, entre los altos y añosos árboles, el techo de una antigua y tradicional pagoda. Kagome pensó que quizás encontrarían refugio ahí hasta la mañana y pudieran seguir buscando la famosa cabaña, sus piernas apenas respondían. Sus pies fríos y congelados, torpes por el cansancio casi la hicieron caer, pero Inuyasha la tomó antes de que su cuerpo cayera al piso y la levantó. La miró preocupado mientras ella sonreía apenas.

- Ya estamos cerca. ¿Te sientes bien? - ella afirmó apenas moviendo la cabeza y fue entonces cuando él se giró, dándole la espalda. - Sube.

- No, no, yo puedo sola. - dijo ella volviendo a caminar.

Inuyasha suspiró y, acercándose desde atrás, la tomó en brazos y comenzó a caminar más rápido.

- ¡Qué haces! ¡Bájame!

- Ya no puedes caminar y nosotros casi llegamos. Sólo conseguiremos retrasarnos más. - La escuchó murmurar un "Eso dices desde hace horas" y sonrió burlón mientras veía acercarse más y más la gran edificación. - Si tan sólo esos malditos celulares funcionaran cuando los necesitas...

- Claro, funcionaran en un área fuera de la cobertura. - se miraron desafiantes mientras el continuaba su paso.

Kagome guió sus castaños ojos hasta el gran arco que adornaba la entrada, y, más alla, tras un tapete de nieve que cubría lo que sería un hermoso y bello jardín en otra estación, observó la pagoda, elevándose airosa en medio de toda la oscuridad. No habían luces que la alumbraran, por lo que ella supuso que se encontraba abandonada. Inuyasha con Kagome aún en brazos caminó ahora más tranquilo y cuando llegaron al pórtico, llevó sus ojos hasta los de ella. La bajó con mucha suavidad sobre el piso de madera y comenzó a revisar varias tablas de madera que estaban ahí, sus manos se detuvieron cuando una de ellas se movió dejando un leve crujido y él la levantó quitando de su interior un juego de llaves.

- Vamos. - abrió la puerta y dejó que Kagome pasara primero, entrando luego él y cerrando la puerta.

Kagome frotó sus manos y sopló sobre ellas despacio, por fin dejaba de sentir ese frío viento que atravesaba su ropa como si de gasa se tratara. Caminó curiosa por el pasillo siguiendo a Inuyasha, mirando las pinturas y artefactos antiguos colgados de las paredes.

- Supongo que como mis padres no vienen por aquí en esta temporada, no dejan a nadie cuidándola. - Dijo apenas mientras la guiaba hasta lo que parecía ser una sala, en medio de la cual se encontraba una gran chimenea. A la cual se acercó y encendió utilizando un control remoto, ubicado sobre ésta. - Listo, ahora podrás calentarte un poco. Espérame aquí.

Kagome solo atinó a asentir con la cabeza, mientras observaba las llamas holográficas ondulando. No pensó que en un lugar como ese tuvieran tal tecnología... Espera... ¿Ese lugar era propiedad de su familia? Se acomodó en un futón frente a la chimenea, acercando sus manos a ésta, sintiendo como un leve calor empezaba a reanimarla. Miró sus manos frías y un poco sucias, las pasó apenas por su cabello y notó que éste estaba un poco revuelto, la sangre que quedaba del accidente se había solidificado, dejando algunos mechones duros y ásperos al tacto. Tenía muchisimas ganas de tomar un baño caliente y dormir... Oh... dormir... eso era lo único que necesitaba en ese momento. Si no fuera por ese... ese... idiota, impulsivo, y... y... y... Lo que sea que fuere, ella estaría muy cómoda en su cama durmiendo. Se recostó en el piso, boca arriba y tras soltar un largo suspiro, cerró sus ojos quedando profundamente dormida.

Inuyasha abrió la puerta de la habitación principal y comenzó a desmantelar algunos muebles, quitándoles un poco el polvo que tenían. Tosiendo y maldiciendo cada que un poco se introducía en sus vías respiratorias. Colocó sábanas en la cama y unas gruesas mantas de fina textura, cambió las fundas de los almohadones y se dirigió al baño, dejó que la tina se llenara de agua caliente y colocó unas toallas que estaban guardadas en los estantes. Esperaba así recompenzar en parte lo mal que lo había pasado esa joven.

Bajó las escaleras y se dirigió a la sala, donde la encontró completamente dormida sobre el piso. Se acercó muy despacio y por primera vez pudo observar aquel rostro con detenimiento. Sus mejillas se encontraban muy rojas por el frío y lastimero viento, sus labios muy rojos y un poco rotos, y una mancha de sangre seca al costado de su oreja derecha. ¿Qué le pasaba? Sus ojos de color miel brillante, de pronto se volvieron turbios y sus labios se fruncieron levemente. Kagome... Deslizó su mano por el rostro de la chica, haciendo que ésta se revolviera en sueños y pronto lo mirara asustada, con sus ojos marrones brillando en medio del lugar, extrañados por la cercanía. Se levantó y le pasó la mano para ayudarla a ponerse en pie.

- Te preparé un baño caliente, tu habitación será la última del pasillo hacia la derecha.

- ¿Eh?

- Vamos, sube. En un rato te llevo un poco de ropa.

- ¿Ropa?

- Sí, mi madre siempre deja un poco de ropa aquí. Iré a buscarla. ¿Puedes subir?

- Sí... Gracias.

Inuyasha vio la figura femenina alejarse y al poco rato la siguió, pero esta vez, sus pies lo guiaron a otra habitación. Se quitó los zapatos y las medias, dejando sus fríos y mojados pies libres, quitándose luego el resto de la ropa e ingresando al baño, donde lo esperaba una humeante tina llena de agua caliente. Dejó que su cuerpo se sumergiera por completo en las espumosas aguas, limpiando su cuerpo de cualquier suciedad y reemplazando el frío por un placentero calor. Recostó su cabeza en el borde, cerrando los ojos y dejando a su mente vagar por sus pensamientos libremente. Se preguntó por un momento si Kikyo estaría pensando en él y si se preocuparía porque él no la había llamado. Hundió su cabeza en el agua y la sacó al rato llevando con las manos su cabello hacia atrás, escurriendo el agua que éstos absorbían. Se levantó un rato después, tomando una toalla y cubriendo la parte baja de su cuerpo con ésta.

Ya completamente seco y vestido, se acercó a la habitación principal.

- Kagome, ¿puedo pasar? Te traigo algo de ropa. - tras no escuchar respuestas, pensó que ella seguiría en el baño, así que entró a la habitación y dejó las prendas sobre la cama.

Cuando se giró hacia la puerta del baño, escuchó un fuerte ruido que provenía del baño, presuroso abrió el tatami y escucho a Kagome tararear una pegajosa melodía mientras se cubría el cabello con una toalla, acercándose hacia la puerta. Un cubo yacía en el suelo, producto de la torpeza de la joven mujer. Al abrir sus ojos se encontró con los dorados, muy cerca de los suyos, su corazón comenzó a acelerarse y apesar de querer sacarlo a patadas de ahí, sus pies retrocedieron dejando pasar al hombre que ahora parecía un gigante a su lado. Inuyasha dirigió una de sus manos hasta un mechón de cabello que caía de la toalla y lo acarició con ternura mientras iba acercando su rostro más y más al de la muchacha. Dejó que la yema de sus dedos explorara la suave piel de esas sonrosadas mejillas y de sus labios. Kagome dio otro paso atrás, insitándolo, sin dicha intención, a acercarse más.

Los labios de Inuyasha se posaron en la comisura de los de Kagome, haciendo que ella los entreabriera instintivamente, dándose paso así para rosarlos apenas con enloquecedora tranquilidad...

[Continuará...]