Lunes; Nueva York. La muchedumbre era increíble y todos parecían apurados yendo a su destino. Todos tenían dónde ir, a quien visitar, a quien amar. Todos menos yo. Pero después de todo, ¿qué podía tener sentido para un desafortunado como yo? La vida no me había dado su cara amable, sin embargo siempre traté de tener una sonrisa enfrente, aunque por dentro el vacío me carcomiera. Vacío. La palabra se quedaba corta a lo que en realidad sentía. No tener un motivo en la vida era lo peor que a alguien le puede pasar.

Hasta que la vi.

El tiempo y la lógica se perdieron. La gente se abría paso para darme la vista al ángel que mis ojos querían contemplar. Su cabello del color del oro caía en una cascada de magia sobre su vestido azul marino. Pero entonces me miró y toda mi universo tuvo un sentido. Ella.

La gente se desvanecía en un borrón. Sólo dos metros nos separaban, pero ninguno daba un paso hacia el otro. El sol comenzó a asomarse hasta el punto de que uno de sus rayos alcanzó parte de su rostro...¡Qué celos me dieron! Estaba celoso del aire, que jugaba con su cabello. Celoso de su vestido que recorría sus curvas. ¿Cómo podía ser yo tan afortunado de que un ángel me dedicara una mirada?

Me atreví a sonreírle por un momento, y ella abrió su boca sorprendida. Como si hubiese recordado algo. O simplemente conociera algo nuevo.

-Vamos querida - un prototipo de hombre perfecto, rubio como ella, la tomó del brazo y la llevó a un lujoso auto.

Ella aún me observaba desde el asiento y colocó una mano en la ventana. Me quedé paralizado, viendo como el auto se movía y se llevaba consigo a la única mujer que sería capaz de darme una esperanza de vida.

No me di cuenta que una lágrima recorría mi rostro hasta que calló en mi mano. ¿Por qué la tenía extendida? Oh claro. Mi cuerpo me exigía ir a detenerla, reclamarla y hacerla feliz.

Había vivido un minuto de consuelo; de luz en mi negra vida. Ella cruzó éste camino desolado y fue todo tan rápido que no me ha dado el tiempo de recuperarme. Era un ángel. Y sólo ha bajado un minuto del cielo, pero debía volver. El problema es que yo no no sabía como sobrevivir luego de haberla conocido. Por fin había encontrado ese motivo, esa razón de vivir. Y allí se iba, en un lujoso auto rumbo a un tipo perfecto que si podría darle todo lo que ella merece.

Nunca más la volvería a ver, y seguramente nunca más volvería a mirar a alguien como lo hice con ella. Mi nombre es Emmett, y se que no la veré nunca más, pero también se que ella siempre será el ángel que motivó mi vida. Si tan solo supiera su nombre...