Smells Like Teen Spirit
Epílogo:
Strangers"

"No es lo que siento por ti, es lo que no siento por nadie más". —Jaime Sabines.

I came here looking for another excuse
To run away from something beautiful
It's like it's driving me closer to you
Every step back pulls me right back to you

Kurogane Agatsuma. Dos años y medio antes de la graduación.

Cuando faltaban unos diez minutos para que sonara el timbre, Tomoyo Daidouji intentó abrir la puerta del aula de clases mientras cargaba dos cajas medianas y otras cosas. Parecía estar teniendo problemas para balancear todo lo que llevaba: las cajas, su mochila y dos bolsas de tela con artículos variados. Era viernes, por lo que había un ambiente distendido en el salón de clases.

Esperé a que alguno de sus amigos se levantara para ayudarla, pero no sucedió. Takashi Yamazaki jugaba UNO con Kano Kenoi, sentado al fondo del aula. Naoko Yanagisawa estaba tan concentrada en su libro que no notaba nada a su alrededor; Chiharu Mihara probablemente estaba dando vueltas por los pasillos, como hacía siempre antes de que sonara el timbre; y por supuesto que Sakura Kinomoto, la prima de Tomoyo, ni siquiera había llegado al colegio a esas horas. Normalmente se aparecía diez minutos después de que hubiera sonado el timbre. La única que se había dado cuenta del esfuerzo de Tomoyo había sido Rika Sazaki, pero tenía una pierna enyesada, así que no podía ayudarla. Tanto Kerberos Kirgyakos como Eriol Hiragizawa, sus otros amigos, estaban en el otro curso.

Me puse de pie y me dirigí a la puerta. Tomoyo ya había conseguido abrirla, pero le costaba balancear todo lo que traía consigo. Sin decirle nada, tomé las dos cajas con una mano y una de las bolsas con la otra, para llevarlas a su pupitre. Ella intentó detenerme.

—Gracias, Agatsuma, tengo que llevar eso al auditorio, es para teatro. Solo vine a dejar mi mochila y esto.

Con la mirada, señaló la bolsa de tela que todavía tenía en la mano y me sonrió. Se dirigió hasta su pupitre y dejó sus cosas. Varias personas la saludaron y ella correspondió con amabilidad, como hacía cada mañana. Caminó hacia mí y me regaló una sonrisa.

—Muchas gracias por venir a ayudarme, ya puedo llevar esto yo.

Yo la miré sin decir nada y comencé a caminar sin entregarle las cosas.

—No pasa nada, te ayudo.

Tomoyo apuró su paso y me alcanzó—. Gracias, pero de verdad no tienes que hacerlo. No quiero molestarte.

—No me molestas.

Ella asintió con la cabeza y pude ver con el rabillo del ojo que sonreía. Estaba seguro de que Tomoyo se había acostumbrado a mi actitud desde hacía un tiempo. Una vez me había dicho que, para ser un tipo tan serio, yo era muy dulce y amable. Jamás en mi vida me había sonrojado tanto. Recordaba el momento perfectamente, porque había sido el día en el que empezó a gustarme.

La conocía desde séptimo grado, el año en que entré a Seijo. Durante mis primeros años en Seijo no fuimos amigos, principalmente porque yo no era dado a hacer amigos con facilidad, pero también porque nunca estuvimos en la misma clase, y no fue hasta noveno grado cuando decidí entrar al club de música. Tomoyo Daidouji era, probablemente, la alumna más destacada del club. Tenía una voz preciosa, pero además sabía tocar el piano, el violín, la guitarra y podía componer melodías con gran facilidad. Además de sus dotes para la música, tenía una personalidad encantadora y carismática. Era una chica sumamente dulce y amable, trataba bien a todo el mundo y parecía estar siempre de buen humor.

Yo había entrado al club porque me gustaba tocar la guitarra y pronto la profesora se dio cuenta de que tenía una voz de barítono muy apropiada para el coro. Yo insistí en que no deseaba cantar, y muchísimo menos si se trataba de un papel protagónico en alguna presentación musical u obra de teatro (en ocasiones trabajábamos muy de cerca con el club de teatro), pero ella me convenció de, al menos, cantar con el grupo en algunos actos escolares. Tomoyo era la coordinadora del coro y allí fuimos socializando y conociéndonos un poco. En general, el ambiente en el club de música era ameno y agradable (a diferencia del del club de debate, donde no faltaba el drama, las discusiones y las batallas de egos), y todos nos llevábamos bien. No éramos amigos necesariamente, pero existía una camaradería similar a las de los equipos deportivos.

En ocasiones, contábamos con la participación de algunos alumnos que nos apoyaban para las presentaciones musicales grandes o que simplemente deseaban disfrutar de una sesión de jamming. Seijo tenía una política de integración, por lo que las puertas de ningún club estaban cerradas para nadie. Eriol Hiragizawa era una de las personas que disfrutaba de esa política. Él solo era miembro oficial de un club/actividad extracurricular: el equipo de fútbol, pero de vez en cuando se divertía practicando con el equipo de baloncesto (del cual yo era miembro) y algunas veces acudía al club de música para sesiones de jamming, pues tocaba el piano muy bien.

Personalmente, Hiragizawa nunca me cayó bien. Se aparecía a su conveniencia y en ocasiones lograba ocupar puestos que por dedicación y disciplina le correspondían a otras personas. Actuaba como si fuera amigo de todos y era muy confianzudo, como si se sintiera el dueño absoluto del mundo. Pero lo que verdaderamente me desagradaba de él, era la soltura con la que hablaba de las mujeres. Nunca lo había escuchado hablar mal o insultar a ninguna, pero sí había tenido la oportunidad de escuchar sus charlas en los vestuarios, en los que contaba con detalles las cosas que hacía con ellas, para presumir de sus conquistas.

—Agatsuma, ¿puedo preguntarte algo?

La voz de Tomoyo me sacó de mis pensamientos mientras nos dirigíamos hacia el auditorio.

—Sabes que puedes llamarme Kurogane. —Respondí yo de forma escueta y sin mirarla.

Ella asintió con la cabeza—. Sí, lo sé. De hecho, mi pregunta tiene que ver con eso. ¿Por qué no te molesta que te llame por tu nombre? —Sin dejar de caminar, se giró para mirarme y me miró con la nariz arrugada. Yo tuve que hacer un esfuerzo por disimular lo increíblemente hermosa que me parecía con aquella expresión—. Quiero decir, eres una persona bastante reservada y en ocasiones formal, y nosotros no somos exactamente las personas más cercanas, pero...

Tomoyo cayó en el momento en que llegamos a la puerta del auditorio. Yo la abrí y me hice a un lado para que ella entrara, mientras pensaba en una posible respuesta. La verdadera razón era porque ella me gustaba. Yo no quería llamarla por su apellido ni tampoco que ella usara el mío, pues aquello me hacía sentir todavía más lejano a ella.

—No me malinterpretes. —Continuó ella—. No pienses que me molesta. Es solo que me llama la atención.

Estábamos solos en el auditorio. Mientras ella caminaba frente a mí hacia el escenario, pensé en que aquella era la oportunidad perfecta para decirle que me gustaba. Podía intentarlo, pero no me atreví. Jamás me le había declarado a una mujer y no tenía idea de cómo o por dónde comenzar. No sabía qué decir primero, ni tampoco cómo abordarla para que ella se sintiera cómoda. Además, ella misma lo había dicho, ni siquiera éramos cercanos, ¿cómo podía confesarle que estaba loco por ella desde hacía meses si ni siquiera éramos buenos amigos?

—Tomoyo, cariño, muchas gracias por venir. —La voz de la profesora de teatro se escuchó desde el escenario. A medida que nos acercamos, vi que achicaba sus ojos y me miraba con atención—. Oh, veo que has conseguido un ayudante.

Yo me sonrojé y la saludé con cordialidad. Pronto Tomoyo y la profesora comenzaron una animada charla sobre la próxima obra de teatro, que tendría lugar dentro de un mes. Yo me mantuve al margen, pues no era asiduo seguidor del teatro, hasta que Tomoyo alzó los brazos y comenzó a amarrarse el pelo en una cola.

—¿Son ideas mías o hace calor aquí dentro? —Preguntó con una sonrisa.

Hasta ese momento, ni siquiera había reparado en la temperatura. Pero fue ver la nívea piel de su cuello descubierta y sentir como el termostato de mi propio cuerpo se disparaba. De repente, su voz y la de la profesora Tendo se hicieron lejanas, y todo comenzó a moverse en cámara lenta. No tenía idea de por qué, pero había algo en el cuello de Tomoyo que me volvía completamente loco. Y aquella no era la primera vez que me disponía a mirarla y a admirar su belleza desde la distancia. Normalmente, luego de un rato comenzaba a pensar en cómo sería saludarla todos los días con un beso y poco a poco mis pensamientos iban tomando un cariz más intenso. Imaginaba cómo se sentiría abrazarla y sentir la estrechez de su cintura, sentir el color de su pelo, besar su cuello…

Y, también normalmente, llegado a ese punto, me obligaba a dejar de pensar en algo más, porque mi cuerpo solía traicionarme, así que trataba de concentrarme en cualquier otra cosa.

—Entonces, ¿te gustaría participar?

Me tomó algunos segundos darme cuenta de que la profesora Tendo se estaba dirigiendo a mí.

—¿Participar? —Pregunté confundido.

—En las audiciones para la obra de teatro de primavera. —Respondió Tomoyo con amabilidad—. La profesora Tendo me estaba comentado que podrías ser un buen protagonista para la obra.

Yo fruncí el ceño y puse mis ojos en aquella mujer de pelo blanco y estilo moderno. Se notaba que no me conocía en lo absoluto.

—Lo siento, pero… —Me di cuenta que no podía simplemente decir que el teatro no me gustaba, pues ella podía ofenderse—. Verá, yo no soy bueno con las artes dramáticas ni con la interpretación. Mi personalidad no va con...

—¡Tonterías!— Exclamó ella con demasiada energía, haciendo que tanto Tomoyo y yo diéramos un respingo—. Los actores no tienen la misma personalidad, no tienen que ser extrovertidos. Uno de mis mejores alumnos, Touya Kinomoto, era un chico muy parecido a ti. Bastante serio y reservado, de gran altura, y muy guapo. Y hacía un trabajo excelente porque...

Yo sentí que toda la sangre de mi cuerpo se acumulaba en mi rostro ante aquel piropo. Intenté no parecer incómodo mientras la profesora Tendo continuaba con su cháchara. Supongo que no funcionó, porque Tomoyo la interrumpió con diplomacia.

—Creo que Kurogane se lo va a pensar, ¿verdad, Kuro? —Dijo ella con una sonrisa y colocó su mano sobre mi hombro. Yo no tuve corazón para decirle que no después de que me hubiera llamado Kuro, así que simplemente asentí con la cabeza mientras el perfume de Tomoyo inundaba mis fosas nasales—. Ahora, si nos disculpa, debemos retirarnos. Nuestra primera clase debió haber empezado hace unos minutos y usted sabe cómo es el profesor Hastings. —Comentó refiriéndose a nuestro maestro de inglés.

La profesora asintió con la cabeza, pero pareció querer seguir conversando. Tomoyo me tomó de la mano y comenzó a caminar hacia la salida sin soltarme, mientras asentía con la cabeza y le respondía de forma cortés a la profesora. No me soltó sino hasta que estuvimos fuera el auditorio.

—¡Lo siento! —Exclamó mirándome con sus ojos amatistas muy abiertos—. ¡De haber sabido que se pondría así jamás te hubiera traído!

Yo apenas alcancé a decirle que no se preocupara, pues estaba demasiado avergonzado por los comentarios de la profesora y por el contacto físico con Tomoyo, algo que no me había esperado.

—Por cierto, nunca respondiste a mi pregunta sobre tu nombre —Dijo Tomoyo mientras caminábamos hacia nuestro salón.

Yo suspiré. Bien, no sentía que aquel era buen momento para confesarle mis sentimientos, pero al menos podía intentar un acercamiento sutil.

—Supongo que es porque yo sí te considero mi amiga —expliqué tranquilamente—, aunque tú no lo pienses así.

Tomoyo me miró sorprendida y un leve tono rosáceo invadió sus mejillas.

—N-no es que no te considere mi amigo, es que… bueno, no somos muy cercanos y...

—Nunca dije que lo fuéramos. —Comenté—. Tal vez solo somos amigos lejanos. O amigos, a secas, ¿qué prefieres?

Ella se rio—. Amigos a secas me gusta más. ¡Por cierto! —Sus ojos se abrieron y alzó su dedo índice—. Antes de que lo olvide. Sé que no te gusta el teatro ni llamar la atención ni nada de eso, pero creo que Nanase no está equivocada.

Yo la miré sorprendido, pues sabía que Nanase era el primer nombre de la profesora Tendo.

—¿A qué te refieres?

—Creo que sí serías un buen Hércules —dijo y se encogió de hombros—, es todo.

¿Esa era la obra de teatro? ¿Hércules? ¿Y ella pensaba que yo podía ser el protagonista? Sin poder evitarlo, comencé a reírme. Si la profesora Tendo elegía a sus actores únicamente por su parecido físico con el personaje, no quería ni imaginar lo malas que serían las obras de teatro estudiantiles. Y no es que yo me sintiera parecido a Hércules (al menos no al de Disney), pero podía entender por qué pensaba que podría hacer un buen papel.

—¿De qué te ríes? —Preguntó ella muy sorprendida, probablemente porque yo no solía reír a carcajadas muy a menudo.

—Oh, es solo que me da risa que piensen que porque soy 'fuerte' o al menos me veo así podría hacer un buen papel de Hércules. —Respondí.

Tomoyo se detuvo. Me miró con una sonrisa divertida bailoteándole en los labios.

—No es solo por eso. También porque le recordaste a Touya Kinomoto. —Me explicó.

—¿Es familiar de tu prima Sakura?

Ella asintió con la cabeza. —Sí, su hermano mayor. —Explicó—. Pero supongo que es una mezcla entre tu parecido a Touya, tu fuerza y que seas guapo. —Comentó con naturalidad y emprendió la marcha nuevamente.

Yo me quedé inmóvil en mi lugar, procesando lo que acaba de escuchar. Sentí que me sonrojaba por completo cuando la vi girarse para mirarme.

—¿Qué? —Antes de que yo pudiera responderle, esbozó una pequeña sonrisa—. No me digas que no sabes que eres guapo.

Intenté disimular mi vergüenza, pero no había forma humana de hacerlo. Tomoyo se rió ante mi incomodidad y se acercó a mí para tomarme de la mano y arrastrarme hasta el pasillo donde quedaba nuestro curso.

—Se supone que somos amigos, ¿no?— Preguntó ella. Yo asentí con la cabeza sin decir nada—. Entonces será mejor que te acostumbres a los halagos, porque yo halago a mis amigos constantemente.

Justo antes de llegar a la puerta de nuestro curso, le solté la mano.

—Tomoyo.

Ella me miró mientras cogía el pomo de la puerta.

—Tú también eres muy guapa.

Una bonita y sincera sonrisa iluminó su rostro y yo me sentí desfallecer.

—Y, ahora que oficialmente somos amigos, quería decirte que si alguna vez necesitas alguien con quien hablar sobre cualquier cosa, puedes contar conmigo. —Intenté sonreír, pero estoy seguro de que me salió una mueca—. Sé que tienes muchos amigos, pero a veces es más fácil hablar con alguien con quien no se tiene tanta confianza.

Tomoyo expandió su sonrisa. Asintió con la cabeza, abrió la puerta y, antes de entrar, me respondió en voz baja:

—Gracias.


Dos semanas después me desperté con la resolución de hablar con Tomoyo. Había estado pensando en nuestra conversación y en la soltura con la que ella me había tratado, así que pensé que tal vez confesarle lo que sentía no sería descabellado. No tenía idea de si ella correspondería a mis sentimientos, pero al menos lo intentaría. Sabía que incluso podría resultar contraproducente, tomando en cuenta que éramos compañeros de clase y estábamos juntos en el club de música, pero era un riesgo que estaba dispuesto a correr.

Pero no contaba con que el día se complicara casi desde el inicio. El coche de mi madre, que era quien solía llevarme a clases, se había quedado sin batería. No quise dejarla sola con aquel embrollo, así que llegué 10 minutos tarde a clases. A primera hora teníamos un examen de Historia y yo di gracias al cielo de que el profesor me dejara tomarlo a pesar de haber llegado tarde. Luego llegó el de Inglés, también con examen en mano, así que tampoco tuve tiempo de hablar con Tomoyo. Decidí que lo mejor sería dejar pasar las clases de la mañana y hablar con ella durante el receso.

Pero no la encontré por ningún lado. Era como si se la hubiera tragado la tierra. Después de haberme atragantado con el desayuno en los últimos minutos de receso (me había pasado la mayor parte del mismo buscando a Tomoyo), corrí al aula para la clase de Matemáticas. Suspiré. Me tocaría esperar hasta después de clases, ya que Yamazaki me había rogado que lo ayudara con una tarea de Japonés durante el segundo receso.

Fue justo en ese momento, mientras le explicaba a Takashi lo que tenía que hacer para no perder la materia, que descubrí cuál sería el momento perfecto para hablar con Tomoyo.

—Por cierto, ¿vienes al cine hoy, no?— Me preguntó mi amigo mientras pretendía que no estaba copiando mi tarea.

—¿Al cine? ¿Hoy? No… no tenía pensado ir al cine. —Respondí escuetamente, más preocupado por el tema de Japonés que por una invitación al cine—. Yamazaki, al menos trata de que no sea igual, ¿quieres? Sabes que la profesora se da cuenta de estas cosas.

La profesora era extremadamente meticulosa y detallista, y habíamos sido testigos en varias ocasiones de cómo exhibía a compañeros que habían copiado sus tareas o exámenes. Él me regaló una de sus sonrisas relajadas.

—Te prometo que la profesora no lo notará, ya tengo experiencia haciendo esto. Además, le estoy poniendo mi esencia, tú sabes. —Respondió con toda confianza y tranquilidad, sin dejar de sonreír—. Sí, lo del cine lo dijimos ayer en el receso. ¿No escuchaste? Vamos después de la práctica de hoy. Varios del equipo, casi todos, y mis amigas. Es una película de acción, así que supongo que será divertido.

Aquello me hizo olvidarme por completo de la tarea de Japonés. ¿Había escuchado bien? ¿Había dicho amigas, con a?

—¿Tus amigos? —Inquirí con una ceja alzada—. ¿Nosotros no somos tus amigos?

El grupo de Yamazaki era bastante grande. Además de las chicas, estaban Hiro Matamiya, Kerberos Kirgyakos, Kano Nekoi y Eriol Hiragizawa.

—No, idiota, dije amigas. Mujeres.

Bingo. En su grupo de amigas estaba Tomoyo. O sea que Tomoyo iría al cine hoy. Y yo podría ir al cine. Con Tomoyo. Hoy.

—Ah, ya. Kinomoto, Daidouji, y compañía, ¿cierto? —Pregunté haciéndome el desinteresado.

Él asintió con la cabeza sin despegar la vista del cuaderno.

—Así es. También Chi, Naoko y Rika.

Fruncí el ceño—. ¿Sazaki no tiene un yeso?

Yamazaki me miró—. Se lo quitan hoy. Y el yeso es en una pierna, no en el cerebro. No es como que no puede salir a ningún lado. Vamos al cine, no a esquiar.

Se rió y negó con la cabeza varias veces al tiempo que volvía a fijar la vista en su cuaderno, murmurando que yo podía ser muy listo y muy tonto al mismo tiempo. Sonreí.

—Bien, supongo que sí voy, ¿van directo después de la práctica? Tengo que ir a mi casa a cambiarme, no traje ropa para ir al cine.

—Pues, tengo entendido que algunos irán directo pero yo también debo ir a casa. Así que no te preocupes por eso, nos vamos juntos. Mi papá nos lleva. —Volvió a alzar la vista y me sonrió—. Es lo menos que puedo hacer por ti luego de que hayas dejado tu tarea.

Yo bufé. Solo esperaba que Yamazaki de verdad tuviera experiencia copiando tareas.


—¿Y si le decimos a Hiragizawa? Podría ser un buen refuerzo para la práctica de hoy. Lanza muy bien desde lejos y necesitamos reforzarnos en defensa porque nos han marcado muchos puntos así.

Estábamos en los vestuarios cambiándonos de ropa para la práctica de baloncesto después de clases. Dos de nuestros compañeros de equipo no habían podido asistir (uno tenía mononucleosis y el otro un esguince en el tobillo), así que necesitábamos un par de refuerzos de cara a los dos próximos partidos intercolegiales, que eran contra los dos mejores colegios de la división. Hiragizawa era bastante bueno en todos los deportes en general, pero solo estaba en el equipo de fútbol ya que había preferido un deporte en el que su altura fuera la promedio (en baloncesto era de los más bajos). Pero en varias ocasiones había jugado con nosotros como refuerzo y siempre hacía un buen trabajo.

Yamazaki asintió con la cabeza y sacó su celular para llamarlo. Yo lo miré todavía sin poder creer que la profesora de Japonés no hubiera sospechado siquiera que Takashi hubiera copiado mi tarea media hora antes de la clase. Pero mi amigo no había mentido: tenía experiencia y conocía las artimañas a la perfección.

—¡Eriol, mi amigo! —Exclamó Yamazaki sonriendo—. Por supuesto que te llamo porque necesito algo de ti, sabes que odio hablar por teléfono. No, escucha, Nakamura tiene mononucleosis o dengue o no sé qué, y no puede venir al entrenamiento. Nos hace falta un buen tirador... ¿Ya te fuiste? —Nos pidió la hora con un gesto. Alguien se la dijo y él asintió—. Ah, bueno… pero, ¿puedes buscar ropa y…? ¿A casa de Tomoyo? Ah, vale. —Pausa. Nos miró y movió su dedo índice a los lados, en negación—. Bueno, tortolito, está bien. Diviértete y sé un chico bueno. Nada de manoseos indebidos, ¡y trata de no sacártelo del pantalón todavía! —Hiragizawa debió decir algo muy gracioso, pues Yamazaki soltó una carcajada—. Vaaale, si tú lo dices… ¡por cierto! ¡Salúdame a la sexy mamá de Tomoyo!

—¿Entonces no viene? —Preguntó Eiji Igarashi.

—No puede venir. —Dijo Yamazaki mientras bloqueaba y guardaba su celular en su mochila de deporte. —Fue a casa de Tomoyo. —Alzó las cejas.

—Hijo de puta. —Dijo Igarashi—. Siempre consigue ligar con las chicas más guapas. Y ahora encima de eso, tiene la suerte de que su suegra esté tan buena...

Yamazaki y varios de mis compañeros se rieron. Yo no lo hice. No solo porque nunca había visto a la mamá de Tomoyo (aunque sí había escuchado comentarios sobre su aspecto, la mayoría provenientes de Yamazaki), sino porque no podía sacarme de la cabeza una parte de la conversación: Diviértete y sé un chico bueno. Nada de manoseos indebidos. ¡Y trata de no sacártelo del pantalón todavía!

Yo sabía que Hiragizawa podía ponerse muy cariñoso y —mano suelta— con las mujeres, pues lo había visto en más de una ocasión besuqueándose con Nakuru Akizuki antes de las prácticas del club de debate, y también había escuchado varias de sus historias, pues era de los que contaba lo que hacía con las mujeres, cuando estaba en los vestuarios o en los recesos. Pero, ¿qué tenía que ver Tomoyo con él? Que yo supiera, ellos eran amigos y nada más. Del grupo de Yamazaki, Kinomoto, Kirgyakos… los bromistas. Jamás me hubiera imaginado que fueran amigos con derecho o algo así. En tal caso, si hubiera tenido que apostar, habría dicho que la pareja que saldría de ese grupito sería Mihara y Yamazaki, pero, ¿ellos?

Una de las razones por las que aquello se me hacía disparatado era porque, en todos los años que tenía de conocer a Hiragizawa, nunca le había visto una novia; lo de él eran las amigas con derecho y los besuqueos informales. Y de todos los años que tenía de conocer a Tomoyo, no le había conocido jamás un novio, mucho menos un amigo con derecho. No es que yo pensara que eso tuviera algo de malo; en realidad, me parecía completamente normal. Simplemente se me hacía demasiado sorprendente viniendo de ella. No la había visto besarse con nadie, nunca. Y si combinábamos el historial de ambos, era todo muy extraño.

—Espera, ¿Hiragizawa y Daidouji tienen algo? —Mi pregunta salió demasiado apresurada. No quería levantar sospechas, así que fingí que mi curiosidad iba por el lado de Eriol—. ¿Es su nueva amiga con derecho? Vaya, no pierde tiempo éste…

Yamazaki sonrió y negó con la cabeza—. No son amigos con derecho, son novios. —Explicó Yamazaki mientras se ponía desodorante.

—Pero es súper reciente, ¿no? —Inquirió Igarashi.

—Más o menos, se podría decir que sí. Eriol tenía varios meses queriendo algo con ella, así que esa parte no es nueva.

—¿Pero a Tomoyo no le gustaba Eriol?

—Lo que pasa es que Tomoyo es una chica muy tradicional —Explicó Yamazaki con calma—. Sí le gustaba, solo que ella jamás habría aceptado ser la amigovia de Eriol, así que nunca le dijo que sí. Pero hace una semana él le pidió que fueran novios.

Yo sentí que un nudo me retorcía la garganta y que mi corazón se saltaba un latido. Novios. Tomoyo y Hiragizawa eran novios. Lo que significaba que a Tomoyo le gustaba de verdad.

—Me voy a adelantar.

Me puse de pie para salir del vestidor. Ignoré a uno de mis compañeros, que me preguntaba algo de un vendaje. Caminé de largo hasta llegar a la cancha, donde Terada y su ayudante conversaban sobre algo que tampoco escuché, pues comencé a acelerar mi paso hasta que mi caminar se convirtió en un trote.

Tomoyo y Hiragizawa. Novios. ¿Cómo…? Intenté sacudirme el pensamiento mientras trotaba por el gimnasio, pero no pude. Porque, aunque me pareciera descabellado, tenía total sentido. Hiragizawa era una de las personas más populares que conocía. Era extrovertido, carismático y extremadamente talentoso. No solo le iba bien en lo académico, sino que además era bueno con los deportes, la música y otras cosas. El tipo de persona que se destacaba en todo lo que hacía. Y además, tenía mucho éxito con las mujeres. Tal vez fueran sus gafas que le daban un toque intelectual, o que fuera extranjero, o que su pelo siempre parecía estar perfectamente peinado. Lo cierto es que Hiragizawa era un tipo atractivo, algo que nadie podía negar. Y si a su físico privilegiado se le sumaban todas las otras características, y que era amigo de Tomoyo… era inevitable que cayera rendida a sus pies, tomando en cuenta que era más fácil enamorarte de un amigo que de un desconocido.

Sentí el calor en los músculos de mis pantorrillas a medida que subía y bajaba las graderías del gimnasio de forma tan rápida, pero no me detuve.

Yo los había visto juntos en muchas ocasiones. La gente siempre había comentado que harían buena pareja. Ambos eran talentosos, pelinegros, simpáticos y encantadores. Ella cantaba bien, él tocaba el piano. Parecían una combinación hecha en el cielo. Tenía sentido, sí, pero eso no hizo que me fuera más fácil digerirlo, sino todo lo contrario.

Porque aquello significaba que yo jamás había tenido una oportunidad con ella.


Dos años antes de la graduación.

Time stands still and it's only us
What we feel started way before we ever touched
Just imagine only us
Yeah, you found me right before I'd given up

Las vacaciones de fin de año iniciaron un par de meses después de enterarme de que Hiragizawa y Tomoyo eran novios. De alguna manera, aquello fue un alivio, ya que no tenía que ver a Tomoyo todos los días y pensar que estaba con Hiragizawa, ni tampoco tenía que verlos juntos en los recreos. Durante las vacaciones, apenas pensé en ellos. Me enfoqué en mi familia, mis amigos y los deportes. Gran parte de mí había aceptado su relación y se había hecho a la idea de que ellos estaban hechos el uno para el otro. Pero una cosa era verlos juntos caminando de la mano o charlando en los pasillos, y otra muy diferente era verlos besándose apasionadamente. Y no había nada en el mundo que hubiera podido prepararme para ese momento.

Ocurrió una tarde en la que la práctica del club de música se suspendió porque a la profesora le surgió una importante diligencia en Tokio. Decidió dar la tarde libre a los estudiantes y todos se fueron a sus casas. Todos, excepto Tomoyo y yo.

Ella se había quedado para practicar unas canciones para un festival que se realizaría próximamente. Yo, por mi parte, me quedé porque había faltado dos días de la semana anterior dos días por un resfriado y quería adelantar todo lo que tenía atrasado. Pero solo me tomó alrededor de una hora y veinte minutos ponerme al día. Al terminar, recogí mis cosas y me dirigí a la cafetería para comprar algunas golosinas y llevárselas a Tomoyo. Después de todo, cualquier excusa era buena para pasar tiempo con ella.

Después de comprar los chocolates, me dirigí al aula de música pensando en la excusa perfecta: le diría a Tomoyo que había decidido pasar un momento para preguntarle cómo iba con las canciones y aprovecharía para ofrecerle un chocolate. Si ella quería compañía, entonces me quedaría. Sonreí recordando la última vez que habíamos compartido una conversación amena. Hacía ya tanto tiempo de eso, que me moría de ganas de repetirlo.

Pero tanto mi sonrisa de imbécil como mi ilusión se desvanecieron en el momento en que abrí la puerta del aula y me encontré con una escena que me sacudió por completo.

En la banqueta del piano, una pareja se besaba apasionadamente. El chico estaba sentado y con los pies en el suelo, mientras que la chica tenía las piernas estiradas y sobre el regazo de su acompañante. Se abrazaban y acariciaban por encima de la ropa, ajenos al resto del mundo, demasiado sumergidos en su burbuja de pasión como para notar cualquier otra cosa. Yo me quedé estático en mi lugar, mirándolos durante algunos segundos, incapaz de hacer nada más, mientras la imagen de las manos de Hiragizawa recorriendo los muslos de Tomoyo por debajo de su falda se quedaba grabada en mi mente como un amargo recuerdo. No sé cuánto tiempo estuve invadiendo su privacidad, pero fue lo suficiente como para que ella notara mi presencia.

Luego de que Hiragizawa intentara cambiar el rumbo de sus manos hacia el interior de los muslos de su novia, con un claro objetivo en mente, ella rompió el beso y se movió para cambiarse de posición y evitar que la tocara de aquella forma tan íntima, en un sitio que no lo era en lo absoluto. Eriol insistió y Tomoyo volvió a negarse, apartando la mano de su novio de aquel lugar. Cuando él estuvo a punto de intentarlo una tercera vez, Tomoyo giró la cabeza y me vio. De inmediato, su rostro cambió a una expresión de sorpresa y vergüenza, algo que Hiragizawa no pasó por alto. Ella se apartó de él, se acomodó el uniforme y él se giró para ver qué había asustado a su novia. Por suerte, yo todavía tenía una mano en la puerta, así que aparentaba como si acabara de entrar. Al notar mi presencia, su semblante también cambió, aunque no tanto como el de ella, y trató de disimular lo que había estado ocurriendo. Lo cual era muy difícil, tomando en cuenta que su cuerpo lo delataba.

—Agatsuma, ¡qué susto me has dado! —Exclamó Tomoyo completamente sonrojada, poniéndose de pie y dirigiéndose al escritorio de la profesora, para arreglar algunas hojas, en un acto nervioso—. No te oí entrar.

—Solo venía a buscar unas cosas —mentí—, no quise interrumpir.

El rostro de Tomoyo se encendió todavía más y Hiragizawa se pasó una mano por el pelo. Parecía estar ganando algo de tiempo antes de ponerse de pie.

—No te preocupes, no interrumpiste nada. Tomoyo y yo estábamos charlando. —Miró su muñeca a hizo una mueca al percatarse de que no traía su reloj. Me miró—. ¿Podrías decirme qué hora es?

—Las 17:00.

—Gracias. Debería irme, entonces.

Se levantó y caminó hasta Tomoyo. Le dio un beso en la mejilla y le susurró algo al oído que no pude escuchar, pero que la hizo sonreír y luego se separó de ella y caminó hasta la salida. Al llegar a la puerta, me ofreció su puño en un saludo amigable. Quise ignorarlo, pues ese saludo quedaba estrictamente reservado para mis compañeros de equipo, pero sabría que sería grosero, así que le correspondí.

—Buen juego el sábado. Yamazaki y tú nos darán muchos campeonatos. Nos vemos. —Dijo antes de desaparecer por el pasillo.

Yo dejé que la puerta se cerrara y miré a Tomoyo de reojo, que continuaba ordenando papeles y partituras en el escritorio de la profesora Igarashi. Me sentí como un completo idiota, de pie sin decir nada, después de haber visto las ganas y la pasión con la que se besaban Hiragizawa y Tomoyo.

Como había dicho que venía a buscar algo, me acerqué al escritorio para no levantar sospechas.

—¿Sabes dónde están las partituras de las canciones en las que voy a participar? —Pregunté intentando sonar casual.

Ella asintió con la cabeza y cogió tres papeles de una pila que había organizado. Nuestros dedos se rozaron cuando yo tomé las partituras que ella me extendía.

—Gracias —Le dije y me dispuse a hojear los papeles.

Tomoyo no dijo nada, así que la miré. Se había sonrojado nuevamente. Como tenía todo el pelo hacia un lado, dirigí mis ojos hacia su cuello perfecto, para deleitarme con él como hacía siempre que estaba cerca de ella. Noté que esta vez tenía algunas marcas rosáceas en la piel. Mordiscos de Hiragizawa, probablemente.

—Lo siento. —Dijo ella y me miró finalmente—. Que hayas tenido que presenciar una escena como esa.

Yo la miré sorprendido ante su disculpa.

—Discúlpame tú por haber interrumpido. —Fui sincero—. No pensé que hubiera algo así ocurriendo aquí. El aula de música está un poco expuesta. La gente usualmente elige otros lugares para… —Sentí un calor familiar en el rostro—. Bueno, para éso.

Esta vez, Tomoyo se rió.

—¡Lo sé!— Exclamó y se llevó las manos al rostro, sin dejar de reír—. ¡Qué vergüenza!

Yo sonreí, pues me pareció adorable la expresión en su rostro. Pero luego de varios segundos, decidí agregar algo.

—Ten más cuidado. —Le comenté de forma casual, como le hubiera dicho un amigo—. Pudo haber entrado algún profesor.

—Sí, también lo sé. —Contestó ella de forma apresurada y se descubrió el rostro. —Se lo dije a Eriol pero a veces se pone…

Calló. Sí, yo sabía perfectamente cómo se ponía Hiragizawa.

De repente, y sin poder evitarlo, hice algo que estaba completamente en contra de mis principios; algo totalmente opuesto a mi persona. Durante toda mi vida, me había mantenido al margen de la vida personal de los demás. Incluso cuando veía algo que no me gustaba, no decía nada. Ni siquiera solía darle consejos a mis amigos, salvo que ellos me los pidieran. Me parecía que cada persona era dueña de su vida y podía tomar las decisiones que quisiera sin que nadie se metiera. Pero después de lo que había visto, sentí que no podía irme de allí sin decirle lo que pasaba por mi mente.

—No deberías tener que decirle no más de una vez para que deje de hacer algo. —Fue lo primero que dije, sin estar seguro de que ella me hubiera entendido.

Tomoyo frunció el ceño y me miró algo confundida—. ¿A qué te refieres?

—Hiragizawa. Antes, cuando llegué, él intentó… —Traté de encontrar una forma menos directa de decir «tocarte entre las piernas»—. Intentó… hacer algo y fue muy insistente incluso cuando le dijiste que no varias veces.

En el momento en que dije eso, me di cuenta de que acababa de delatarme, porque la única manera de que yo pudiera saber eso era si los había estado mirando durante más de diez segundos. Tomoyo me miró sin decir nada y se sentó sobre el escritorio de la profesora Igarashi. Yo abrí la boca para disculparme por mi intromisión, pero ocurrió algo que no me esperaba ni en un millón de años. Tomoyo, que parecía siempre segura de sí misma y de sus decisiones, que gozaba de una sensatez y una madurez poco usual en personas de nuestra edad, me miró con los ojos llenos de duda.

—Kurogane, ¿puedo confiar en ti?

De todos los problemas que pudiera tener una persona como Tomoyo en su vida, estaba convencido de que falta de amigos o confidentes no se presentaba como uno. Pero al ver sus ojos amatistas mirándome de aquella forma, supe que había algunas cosas que todavía no había compartido ni siquiera con sus amigas más cercanas. Asentí con la cabeza, sintiéndome especial, aún sabiendo que probablemente Tomoyo solo me estaba eligiendo precisamente porque no éramos cercanos, y yo no iba a juzgarla. Ni tampoco iba a juzgar a su novio o su relación. E incluso si lo hacía, no éramos amigos, así que mi opinión no influiría en ella.

—Claro.

—¿A qué hora te vas?

Yo parpadeé un par de veces—. ¿A casa, dices? —Ella asintió con la cabeza—. Pues, pensaba venir aquí y luego irme de una vez.

—¿Te parece si nos vamos juntos y te cuento en el camino? Ya no tengo nada más que hacer aquí.

Yo le dije que sí, emocionado de poder pasar tiempo con ella. Recogió sus cosas y partimos del aula de música con dirección a la salida colegio. Yo aproveché para ofrecerle uno de los chocolates que había comprado. Tomoyo me agradeció por el gesto y caminamos hasta que estuvimos en la calle.

—Antes te pregunté si podía confiar en ti porque quisiera contarte algo. Tal vez pueda parecerte inapropiado, así que si te sientes incómodo, por favor házmelo saber. —Hizo una breve pausa—. Es solo que me gustaría una opinión masculina; el problema es que todos mis amigos hombres también son amigos de Eriol y bueno…

—No quieres que su opinión esté sesgada por su amistad con él. —Intuyendo el rumbo que tomaría la conversación—. Por cierto, ¿dónde vives?

Ella me dio la dirección y yo alcé ambas cejas. Aquella era la mejor zona de Tomoeda, donde se encontraban las casas más grandes y lujosas de la ciudad. No era exactamente a la vuelta de la esquina, pero seguía siendo una distancia caminable siempre y cuando se estuviera acompañado para disfrutar de una charla amena.

—¿Normalmente caminas a tu casa? —Pregunté curioso.

Ella negó con la cabeza mientras abría el chocolate que yo le había dado.

—Normalmente me trae y me recoge el chófer de mi mamá.

Yo asentí con la cabeza. Introduje mis manos en mis bolsillos y la miré de reojo.

—¿Qué era eso de lo que querías hablarme?

Tomoyo se tomó algunos segundos antes de responder, probablemente porque estaba masticando y tragando el chocolate. Cuando finalizó, me envió una mirada breve y comenzó a hablar:

—Es sobre Eriol y sobre lo que me dijiste antes, en el aula de música. —Hizo una breve pausa—. Somos novios desde hace seis meses más o menos, pero a veces se siente como si fuera más tiempo por la cantidad de años que tenemos de ser amigos. —Explicó—. La verdad es que me siento muy feliz con él; Eriol me gusta mucho y lo quiero un montón.

Yo sentí un nudo en el estómago, pero no dije nada.

—Y bueno, ha pasado el tiempo, así que… Eriol quiere acostarse conmigo.

En eso no podía culpar a Hiragizawa. Tomoyo era preciosa. ¿Quién no querría acostarse con ella?

—Él ya lo ha hecho antes, pero... yo no.

Aquella confesión me tomó completamente desprevenido. Era un detalle muy íntimo y personal de Tomoyo y no podía creer que me lo estuviera confiando. Probablemente solo sus amigas más cercanas y su novio sabían con certeza que era virgen. Y ahora yo lo sabía.

—Y bueno, como él ya lo ha hecho, quiere que lo hagamos. Pero yo no estoy segura. —Hizo una pausa y me miró de reojo—. No me malinterpretes. Claro que quiero hacerlo, que tengo ganas y curiosidad, y la verdad es que me encantaría que mi primera vez fuera con Eriol. —Gancho al hígado—. Pero no sé si estoy lista aún. Y él, no es que me esté presionando, pero a veces es muy insistente.

Aquello no me sorprendía viniendo de alguien como Hiragizawa. No iba a justificarlo ni defenderlo, así que le hablé con sinceridad a Tomoyo.

—Solo debes hacer lo que quieras hacer. Nadie debe presionarte a nada, por más tiempo que tengan de ser amigos o novios. Si algo te incomoda o no te gusta, debes decírselo a Eriol. Y con decirlo una vez debería ser suficiente. Él debería saberlo y respetarlo.

Ella pareció reflexionar sobre lo que le dije, pues se quedó callada y continuamos nuestro camino sin hablar durante un par de minutos.

—Tienes razón. —Fue lo primero que dijo cuando volvió a hablar—. Creo que lo que tengo que hacer es decírselo con más firmeza, que entienda que no me va a convencer. Que será cuando yo quiera.

Yo asentí con la cabeza, pero no dije nada, pues no podía dejar de pensar en ella acostándose con Eriol Hiragizawa. Solo esperaba que él tuviera respeto por ella, por su relación, y no se le ocurriera contar por ahí las cosas que hacían.

—Es bueno poder hablar con un chico con experiencia, como tú.

La voz de Tomoyo me sacó de mis cavilaciones. No pude evitar reírme ante su comentario.

—Me temo que ahí te equivocas. —Contesté—. Yo tampoco lo he hecho nunca.

Tomoyo me miró con los ojos muy abiertos, como si no se hubiera esperado escucharme reír. O tal vez lo que no se había esperado era mi respuesta.

—Pero no tengo que haberlo hecho o experimentado para saber qué es lo correcto y que no. Se llama integridad. Cualquier hombre decente sabría que…

De repente, me di cuenta de lo que acababa de decir. Mierda, su novio claramente no lo sabe. Quise arreglarlo, pero pensé que aquello solo lo haría peor. No aclares, que oscureces. Para mi suerte, si Tomoyo malinterpretó mi comentario, no lo demostró.

Continuamos nuestro camino hasta que llegamos a la entrada de una casa que parecía sacada de una revista de lujo. Tenía una amplísima entrada con una fuente en el medio, y un jardín frontal enorme. Intenté disimular mi sorpresa al descubrir que esa era la casa en la que vivía Tomoyo.

Al juzgar por la risa de Tomoyo, ella pareció notar mi sorpresa. Me dejó acompañarla hasta la puerta de entrada.

—Gracias por acompañarme, Kurogane. Y también por escucharme y aconsejarme.

—Somos amigos a secas, ¿recuerdas?

Ella sonrió y asintió con la cabeza. Se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla. Yo apenas tuve tiempo de reaccionar y colocar mi mano torpemente en su brazo. Nuestro contacto no duró demasiado, naturalmente.

Guardé la esperanza de que mi consejo fuera suficiente para que Tomoyo se diera cuenta de que tal vez Eriol no fuera bueno para ella. Pero en ese momento, yo no tenía idea que ocurriría, pero el consejo que acababa de darle a Tomoyo no solo haría que Hiragizawa dejara de presionarla, sino que además fortalecería su relación hasta que ambos se convertirían en los tórtolos, la pareja dorada, los novios más admirados de Seijo.

En Tomeriol.


Último año escolar, meses antes de la graduación.

I just saw the lightning strike
Knew it right then when I looked in your eyes
And I said to myself, "It's no surprise we ain't strangers"
Strangers tonight
Must be from a different life
Been here before and it just feels right
No, this ain't the first time for you and I, we ain't strangers
Strangers tonight

Como muchos otros estudiantes en esa época del año, Kurogane se encontraba estudiando en la biblioteca del Instituto Seijo después de la hora de salida.

Era un estudiante bastante bueno, principalmente porque prestaba atención, tenía una gran retentiva y aprendía rápido. Pero de vez en cuando se tomaba un par de horas para repasar o practicar alguna materia en la que no tuviera demasiadas fortalezas. Era eso, precisamente, lo que estaba haciendo aquel día: practicando ejercicios de matemáticas. No era especialmente bueno en aquella materia, pero tampoco se le daban tan mal como a Kinomoto o a Mihara.

Dos chicas de un curso menor al suyo estaban charlando en la mesa de enfrente, mientras se pasaban apuntes. Conversaban sobre cotilleos y soltaban algunas risitas, algo que molestó a Kurogane. El Instituto Seijo era un lugar muy grande y con muchos espacios para conversar amenamente, ¿por qué la gente insistía en hacerlo en la biblioteca? No lo entendía.

Trató de concentrarse, pero el mal humor pudo más que él. Se puso de pie y caminó hasta la mesa de las chicas, donde apoyó sus grandes manos y observó los libros y apuntes que tenían sobre el escritorio. Una de ellas tenía una calculadora científica en una mano y una tabla periódica en la otra. Ellas callaron inmediatamente al verlo, visiblemente extrañadas de que Kurogane Agatsuma se les acercara. Desde su posición, sentadas, su figura se veía imponente.

—Hola. ¿Están estudiando química?

Ambas asintieron con la cabeza sin decir nada. Kurogane reconoció a una de ellas, la que tenía las manos vacías. Estaba en la misma clase que Shizuka Okitsu, su exnovia.

—Bien, yo matemáticas. Y me está costando concentrarme debido a su conversación. ¿Podrían por favor bajar la voz?

Ellas volvieron a asentir. La chica a la que reconoció fue la única que dijo algo:

—Lo siento, Agatsuma.

—No pasa nada. Solo intenten hablar más bajo.

Durante diez minutos, no hubo más que paz y silencio en la biblioteca, pero pronto las chicas retomaron su conversación. A Kurogane aquello no le molestó, ya que empezaron a charlar en un tono bajo, y él tampoco podía pretender que la gente no fuera sociable y no compartiera. Pero pronto las chicas volvieron a alzar la voz y a hablar animadamente. Kurogane estuvo a punto de ponerse de pie para decirles que se callaran, esta vez de una forma menos amable, cuando una de ellas dijo algo que lo hizo detenerse.

—...yo también creía que sí, pero Hiragizawa y Daidouji terminaron. ¿Es que no lo sabías?

La chica abrió los ojos y Kurogane puso atención.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Cuándo pasó?

—Hace como tres semanas. ¡No puedo creer que no lo sepas! ¡Todo el colegio lo sabe! —Exclamó mientras negaba con la cabeza—. Dios, de verdad que estás perdida en los estudios. —Se rió.

—¿Pero qué pasó? —Su amiga ignoró su último comentario—. Y no me vayas a decir que no te sabes los detalles, porque sé que te encanta el chisme. No puedes simplemente soltar esta bomba sin dar más explicaciones.

Kurogane siempre había sido enemigo de los cotilleos. Le parecía una falta de respeto indagar y conversar sobre la vida privada de los demás sin su expresa autorización. Pero, en ese momento, sintió todo lo contrario. De hecho, estuvo tentado a levantarse y sentarse con sus compañeras. Para su suerte, las chicas continuaban hablando a buena voz.

—No me sé los detalles al 100%, pero sé que no terminaron bien y al parecer fue por culpa de Hiragizawa.

Hiragizawa nunca le había caído bien. Y no solo porque Tomoyo estuviera con él. El tipo le parecía un charlatán que se sentía dueño del mundo. Por supuesto que no le sorprendía que hubiera sido él el culpable de una ruptura con Tomoyo, pero sí que hubiera sucedido algo malo entre ellos. Después de todo, aparentaban ser la pareja perfecta ante los ojos del mundo.

—¿Y cómo sabes eso? —Preguntó la otra chica, ávida de información.

—Hace como dos semanas entré al baño y vi a Daidouji llorando frente al lavamanos. Trató de disimular cuando me vio, así que fui directo a uno de los cubículos para que no se sintiera incómoda. —Explicó—. Justo entró alguien y, como no sabía que yo estaba en uno de los cubículos, le preguntó si estaba así por lo que había pasado con Eriol. Era Chiharu Mihara.

—¿La novia de Takashi Yamazaki?

—Sí, esa misma.

—¡Ay, ella maquilla súper bien! ¿Te acuerdas de la obra del año pasado? ¿Cómo se llamaba? El musical… ¿Hairspray?

Kurogane gruñó y maldijo a sus adentros. ¿En serio?

—No, esa fue el año anterior. —Respondió su amiga, aparentemente nada a gusto de que la conversación se hubiera desviado—. El punto es que Tomoyo le dijo que sí a Mihara, y entonces ella le dijo que el que tendría que estar llorando por los rincones era él y no ella, porque era un verdadero imbécil que no la merecía, y que ella era demasiado para él. —Se encogió de hombros, y Kurogane supo que no obtendría más información por esa fuente.

Su corazón comenzó a latir con fuerza dentro de su pecho. Había soñado durante mucho tiempo con este momento. El momento en el que Tomoyo quedaba libre, pero jamás, en ninguno de los escenarios era porque le habían roto el corazón. De hecho, hubiera preferido que Tomoyo y Hiragizawa estuvieran juntos para siempre con tal de que ella no tuviera que sufrir.

Sintió que la furia recorría sus venas. Necesitaba saber exactamente qué había ocurrido. ¿Eriol la había dejado? ¿Le habría sido infiel? ¿Habrían llegado a un acuerdo luego de que él se diera cuenta de que ya no era lo mismo? Fuera como fuese, aparentemente la más afectada era Tomoyo, así que lo más probable es que las cosas no hubieran terminado bien.

Quería averiguar más, pero no sabía cómo. Podría preguntárselo a Yamazaki, pero aquello haría saltar las alarmas en su amigo. Después de todo, él jamás se había interesado por la vida privada de nadie. Podía preguntarle a Shizuka Okitsu, su exnovia, que siempre estaba muy enterada de todo cuanto pasaba en el instituto, pero no estaba seguro de si sería apropiado, tomando en cuenta las circunstancias alrededor de su ruptura.

Sin poder evitarlo, Kurogane evocó el recuerdo del día en que su relación con Shizuka finalizó.


Un año antes de la graduación.

Aquel sábado en la tarde, Kurogane y Shizuka se encontraban en una acogedora heladería que cumplía dos años de haber abierto sus puertas en Tomoeda. Era un sitio agradable que además de tener las tradicionales mesitas con sillas, tenía sillones y puffs, para que los clientes pudieran estar más cómodos. Kurogane se encontraba, precisamente, sentado plácidamente en uno de los puffs. Shizuka, que había estado sentada en el puff junto a su novio, se puso de pie para comprar un café. Kurogane se quedó cuidando los puestos y terminando su helado de lichi.

Como la heladería estaba en su mes de aniversario, ofrecía a los clientes algunos nuevos sabores y ofertas especiales, por lo que había varias personas en la fila delante de ella. Pero Shizuka, como todas las personas que se dedican a vivir en el presente y que disfrutan del ahora, era muy paciente y nunca estaba apurada. Así que simplemente se dedicó a esperar su turno y a observar a las personas. Las vacaciones de verano acababan de empezar, así que el ambiente era todavía más relajado y jovial. Había padres con niños pequeños, pero también parejas y adolescentes que —como ella y Kurogane— buscaban refrescarse con helados y aire acondicionado.

El sonido de la campanilla de la puerta la hizo darse la vuelta. Tomoyo Daidouji acababa de entrar, luciendo más guapa de lo que Shizuka la hubiera visto nunca, lo cual resultaba increíble tomando en cuenta que Tomoyo Daidouji siempre se veía preciosa.

Shizuka no había pasado demasiado tiempo con ella ya que Daidouji estaba un curso más arriba, pero habían hablado varias veces y habían compartido en algunas ocasiones debido a que Tomoyo era la mejor amiga de Sakura Kinomoto, la capitana de las porristas. Shizuka pensaba que Tomoyo era una chica encantadora, preciosa y muy agradable. Incluso le parecía que tenían muchas cosas en común y que sus personalidades eran muy similares.

Daidouji la reconoció de inmediato y la saludó con una sonrisa y con la mano. Shizuka correspondió y la siguió con la mirada mientras se adentraba en la heladería. ¿Iría a encontrarse con alguien? Estaba muy arreglada y llevaba un vestido veraniego de color azul que le sentaba de maravilla. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo de lo que había sospechado, pero de lo que no tenía certeza alguna. Su corazón se saltó un latido cuando sus ojos confirmaron lo que ella ya temía.

El rostro de Kurogane, que había estado sentado en el puff terminando su helado de lichi, cambió por completo al notar la presencia de Daidouji. Fue como si el mundo entero hubiera entrado en pausa para él. Sus ojos oscuros la siguieron hipnotizado, mientras ella, ajena a la atenta mirada de Kurogane, se arreglaba el pelo. Shizuka comprobó con dolor, aunque sin sorpresa, que su novio miraba a Tomoyo Daidouji con la devoción con la que los peregrinos miran el lugar de culto que visitan por primera vez. Como nunca la había mirado a ella.

No era la primera vez que veía a su novio cambiar de semblante ante la presencia de Tomoyo, pero sí era la primera ocasión en la que se le hacía tan evidente. Probablemente se debía a que Kurogane no tenía idea de que ella lo estaba observando.

Shizuka pagó el café y volvió al puff junto a Kurogane. Él le sonrió y ella le correspondió sintiendo un sabor amargo en la boca. Al poco tiempo, ambos vieron como Eriol Hiragizawa entraba y se dirigía hasta la mesa donde estaba Tomoyo. Se dieron un beso en la boca y pronto él se puso de pie para dirigirse al mostrador a hacer el pedido.

—¿Qué tal está tu café? —Preguntó Kurogane mirando a Shizuka, haciendo que ella volviera sus ojos a él.

—Muy rico, es mocachino, ¿quieres probarlo? —Sabía que a su novio no le gustaba el café, pero le ofreció por cortesía.

Él negó con la cabeza. Ambos volvieron sus ojos a Hiragizawa, que no demoró demasiado en regresar a la mesa con los helados, pues ya no había casi gente. Shizuka no pasó por alto que Kurogane se removía incómodo mientras veía al Daidouji darle cucharaditas de su helado en la boca a su novio, y también al ver a Eriol darle besos en la mejilla o en los labios a su novia. Su pregunta no tardó en llegar:

—¿Nos vamos ya?

Ella asintió con la cabeza y salieron del establecimiento. Pero para Shizuka, la tarde romántica se había terminado hacía un rato ya. No habló en todo el viaje en coche de la heladería hasta su casa, pero al llegar, se quitó el cinturón de seguridad y miró a Kurogane con resolución. No quería prolongar lo inevitable.

—¿Desde hace cuánto te gusta Daidouji?

Kurogane sintió que el mundo entero dejaba de girar en ese momento. Había escuchado perfectamente la pregunta de Shizuka, pero una parte de él pensó haberla imaginado, porque no había manera de que ella lo supiera. Ni siquiera se atrevió a mirarla de inmediato. Ella tampoco insistió, así que luego de unos segundos él también se quitó el cinturón de seguridad y se giró para encontrarse con sus ojos preciosos ojos marrones de largas pestañas. Aquel día, se veían aún más expresivos que de costumbre, pues se había delineado el párpado superior.

Al verlos, supo que no tenía caso mentirle.

—Desde hace un año y medio.

Shizuka trató de procesar la información mientras asentía con la cabeza. Un año y medio. Ellos tenían un año juntos. Kurogane la observó, esperando su respuesta.

—¿Cómo…?

Ella esbozó una triste sonrisa.

—Solo hace falta ver cómo la miras, y también cómo te cambia el semblante cuando la ves con Hiragizawa.

Él no dijo nada por un momento, en el que ambos fueron conscientes de lo que vendría a continuación.

—Shizuka, yo… yo te quiero.

—Lo sé. —Sin borrar su sonrisa triste, estiró la mano y le acarició la mejilla—. Me quieres, pero estás enamorado de ella. Y está bien, yo lo entiendo.

Kurogane la miró extrañado, sin comprender cómo era posible que se lo tomara tan bien.

—No voy a mentirte, Kuro. —Le dijo recogiendo su mano—. No es algo fácil de aceptar, pero la verdad es que lo sospechaba desde hacía un tiempo. —Explicó calmadamente—. Sé que me quieres. Y yo también te quiero un montón. Eres maravilloso. Pero… pero no puedo seguir así. No quiero.

Calló. Kurogane sintió que el corazón iba a salírsele del pecho. No quería que Shizuka lo dejara. Él la adoraba, le encantaba estar con ella y eran muy felices juntos, pero era consciente de que todavía estaba enamorado de Tomoyo porque él mismo no quería dejarla ir. Y Shizuka no se merecía eso.

—¿Estás… segura?

Ella asintió con la cabeza.

—Puedo intentarlo. —Añadió—. Podemos seguir como hasta ahora, nos ha ido bien. Y yo puedo tratar de ser todo para ti, pero lo demás lo elegirás tú. —Volvió a callar. Sabía que lo siguiente no era fácil ponerlo en palabras—. No importa qué tanto te quiera si sigues eligiendo quererla a ella. Porque yo puedo ser un lago para ti, pero un lago jamás podrá competir con un océano.

Había hecho todo lo posible por no llorar, pero le fue inevitable dejar salir las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos. Kurogane extendió su mano y se las limpió.

—Ven aquí.

Abrió sus brazos y ella acortó el espacio que los separaba y enterró su rostro en su pecho, sabiendo que era la última vez.

—Siempre te voy a recordar con mucho cariño, Kuro. —Le dijo mientras lo abrazaba—. Siempre. Quiero decir, una chica nunca olvida su primera vez. Y menos si fue tan dulce y especial. —Se separó de él y esbozó una de sus sonrisas juguetonas, haciendo que Kurogane se sonrojara completamente.

Él no lo habría definido como dulce y especial, no porque su primera vez no hubiera sido especial, sino porque estaba seguro de que Shizuka se refería a que él había sido dulce. Y Kurogane estaba lejos de considerarme una persona dulce, pero debía admitir que con su pareja siempre era cariñoso y muy atento. Además, Shizuka era así. Veía belleza, dulzura y maravilla en cada acción, en cada persona, en cada momento.

—Yo también a ti. Siempre te recordaré con cariño. —Frunció el ceño—. Pero no hables como si te estuvieras despidiendo para siempre, no es como si alguno de los dos va a morir. Seguiremos yendo al mismo colegio.

Ella se rió y se separó de él. Shizuka era una persona muy razonable y transigente. Tenía una gran madurez para alguien de su edad. Quizás esa fue la principal característica que le gustó de ella.

—Prométeme algo. —Kurogane asintió con la cabeza—. Prométeme que vas a contárselo.

Él parpadeó varias veces y luego frunció el ceño.

—Ella y…

—Hiragizawa, lo sé. No estoy diciendo que vayas corriendo a decírselo ahora. Pero si alguna vez lo de ellos se termina, díselo. —Insistió—. Quiero que te des esa oportunidad. Y si Daidouji no te corresponde, pues entonces que sea por eso que no pase nada, y no porque nunca lo intentaste. —Le regaló una sonrisa y le guiñó un ojo—. Y así yo sabré que habrá valido la pena haberte dejado, y no que lo hice por gusto.

Él se rió y le dio un último abrazo.

—Lo prometo.


Último año, meses antes de la graduación.

You'll say my name like it's been on your lips
Familiar in ways I can't explain
You got a heart that I know I can miss
Hold me like that and pull me right back again

—¡Kuro, espera!

Kurogane se giró para encontrarse con la esbelta figura de Shizuka Okitsu corriendo hacia él. Cuando lo alcanzó, le ofreció una de sus radiantes sonrisas. Llevaba el pelo castaño suelto, como siempre. Tenía puesta una sudadera con capucha color borgoña de adidas Originals, que le quedaba grande. Parecía de muy buen humor, como era habitual en ella.

—Hola, Shizu, ¿qué tal? ¿No tuviste práctica con las porristas?

Ella amplió su sonrisa—. Me gusta que aún me llames Shizu. —Negó con la cabeza—. No, ya a estas alturas las prácticas se redujeron a una vez por semana. Como ya el campeonato terminó, no hay mucho que hacer, así que Sakura nos ha dado libre. ¿Ya te vas a casa?

Él asintió con la cabeza.

—Perfecto, te acompaño. —Comentó con resolución y cogió a Kurogane del brazo para comenzar a caminar—. Voy a casa de mis tíos. Mi tío Mitsuo cumple años hoy.

Kurogane recordaba que los tíos de Shizuka vivían en el edificio de al lado del suyo. Caminaron en silencio durante los primeros segundos, pero él la conocía lo suficiente para saber que ese súbito entusiasmo por caminar juntos tenía un motivo. Se llevaban bien y se tenían mucho cariño, pero lo cierto es que cada uno había continuado con su vida después de haber terminado su relación y no solían compartir momentos así.

—Shizuka, ¿segura de que estás bien? —Inquirió frunciendo el ceño y mirándola—. ¿Hay algo que quieras contarme o…?

La risa burbujeante de su exnovia lo interrumpió.

—Vamos, no voy a decirte que te amo y que quiero regresar contigo, si es lo que piensas. No tienes tanta suerte. —Le dio un golpecito juguetón con el codo y Kurogane le sonrió—. Pero sí tengo que decirte algo. Es importante.

Él asintió con la cabeza. Antes de decirle de qué se trataba, Shizuka le preguntó por su familia y pronto iniciaron una conversación amena. Después de pasar el Parque Pingüino, Shizuka se detuvo y miró a Kurogane.

—No sé si ya lo sabes, pero todo el mundo está hablando de ello. —Lo miró durante varios segundos sin decir nada—. Daidouji y Hiragizawa terminaron.

El corazón de Kurogane comenzó a latir con fuerza, como cada vez que hablaba sobre Tomoyo. Tenía las manos dentro de los bolsillos, así que no le costó aparentar naturalidad.

—Algo así escuché por ahí. —Comentó de forma casual, aún sabiendo que Shizuka no se creería ni por un segundo su pantomima desinteresada—. Pero no sabía si eran rumores o si era en serio.

—Sí, es real. Y no es una historia bonita. —Sus ojos demostraron algo de tristeza—. Eriol le fue infiel.

Aquellas cuatro palabras retumbaron en su cabeza como guerreros maoríes preparándose para la batalla. Eriol le fue infiel. Desgraciadamente para Kurogane, esas palabras no dejarían de acecharlo durante los próximos días. Sintió que la ira se apoderaba de él mientras su mente intentaba identificar posibles concatenaciones que dieran sentido a una situación como esa. No podía creer que Hiragizawa le hubiera hecho eso a Tomoyo. ¿Cómo había sido capaz? A Tomoyo, que era la mujer más maravillosa que había caminado por toda la maldita ciudad, probablemente por todo el maldito planeta. Y Hiragizawa, a quien ella había elegido como su compañero y su pareja, decidía serle infiel. A una mujer como ella, tan buena, tan inteligente y talentosa, tan simpática. ¿Es que acaso ella no era suficiente para él? Sintió que su rostro adquiría la coloración rojiza propia del enojo colérico. ¿Quién se creía que era ese tipo?

Shizuka, por su parte, no agregó nada más. Conocía muy bien a su exnovio, por lo que lo dejó procesar la información y esperó hasta que él hablara.

—¿Cómo te enteraste de eso? —Le preguntó, dándose cuenta de que además de furioso, estaba sorprendido de que Shizuka tuviera esa información tan personal.

—La gente escucha cosas y luego las repite. —Explicó ella—. No es difícil hacer conjeturas y atar cabos con todo lo que se escucha por ahí de distintas fuentes.

Él asintió con la cabeza. Su exnovia nunca había sido una persona cotilla, pero siempre se enteraba de todo, pues era una persona muy confiable y extrovertida, y la gente se sentía a gusto con ella y le contaba cosas.

—Déjame adivinar. —Comentó él—. Hiragizawa se estuvo besuqueando con alguna admiradora de un curso menor y alguien los vio y luego se lo contó a Tomoyo.

Un halo de tristeza invadió el rostro de Shizuka, quien no dijo nada durante varios segundos. Luego negó con la cabeza.

—No me sé los detalles exactos, pero sé que fue alguien del mismo curso que ustedes y tengo entendido que no fueron solo besos, Kuro. —Respondió con decepción—. Y creo que eso es lo que ha hecho que Daidouji tenga el corazón completamente destrozado. —La tristeza dio paso a un ceño fruncido y a una expresión de rabia—. ¡Hiragizawa es un completo patán!

Casi tan molesta como él, Shizuka comenzó a decir que probablemente Hiragizawa era uno de esos hombres que buscaban fuera de su relación lo que no tenían en ella, y que seguramente se había acostado (o lo que fuera) con otra porque Tomoyo y él no lo hacían.

Pero Hiro lo dudaba. No porque tuviera a Hiragizawa en alta estima o considerara que era un tipo respetable (para él era todo lo contrario), sino porque estaba convencido de que su relación con Tomoyo también era sexual. Los había visto varias veces besuqueándose apasionadamente en el aula de música y tenía suficiente experiencia como para saber que ése era un indicativo de que en la intimidad hacían otras cosas, mucho más explícitas. Y por eso lo odió más. Además, había pasado ya algo de tiempo desde que él y Tomoyo habían hablado del tema.

Sintió un impulso desenfrenado de ponerse de pie y correr hacia ella para confesarle lo que sentía. Pero él era una persona muy racional y comedida, así que aquel súbito arranque le duró muy poco. Sabía que no debía porque no era el momento. Tomoyo estaría desecha por culpa del maldito de Hiragizawa y lo último en su lista de prioridades en ese momento era fijarse —mucho menos enamorarse— de otra persona.

Iba a cumplir la promesa que le hizo a Shizuka, pero no todavía.


Último año, semanas antes de la graduación.

Tras la práctica del equipo de baloncesto, Yamazaki acompañó a Kurogane a su casa para jugar NBA en la PlayStation. Era una costumbre que habían adquirido algunos años atrás. Solían juntarse varias veces al mes para jugar ese juego o algún shooter como Call of Duty, aunque en ocasiones lo jugaban online cada uno desde su casa. Lo cierto es que Kurogane apreciaba su amistad con Yamazaki porque era una de las pocas personas que comprendía y aceptaba su naturaleza huraña. También era uno de los pocos amigos podía hacerlo reír a carcajadas, con quien tenía muchos intereses en común, y a quien acudía cuando necesitaba un consejo… lo cual no era muy a menudo; no porque no necesitara consejos con frecuencia, sino porque no solía pedir ayuda.

Al llegar a su casa, la primera parada fue la cocina, como solía serlo siempre.

—¿No tienes ninguna golosina por aquí? —Preguntó él mientras revisaba las alacenas—. ¿Galletas, chocolate, algo?

Kurogane negó con la cabeza—. Sabes que no. —Su amigo siempre hacía la misma pregunta cada vez que iba a su casa y Kurogane siempre le daba la misma respuesta.

—Recuérdame por qué no.

—Mi mamá es odontólogo y mi papá es…

—¿Diabético? —Yamazaki lo miraba mientras sostenía unas galletas integrales bajas en azúcar.

Kurogane frunció los labios para intentar ocultar una sonrisa

—Nutricionista.

Yamazaki lo miró durante algunos segundos, para luego encogerse de hombros y cerrar la alacena, con la galleta en la mano. Aprovechando que su amigo parecía haberse distraído lo suficiente con su nueva adquisición, Kurogane tanteó el terreno e intentó obtener la mayor cantidad de información posible.

—Por cierto —dijo aparentando calma y desinterés—, ¿son ideas mías o Hiragizawa parece un fantasma? Hoy prácticamente no tocó el balón. ¿Tomoyo lo dejó por otro o qué?

Yamazaki alzó la mirada y dejó de masticar. Esbozó una sonrisa que hizo que sus pequeños ojos practicamente se cerraran.

—Vaya, así que tú también lo has notado. Sí, Eriol ha estado muy apagado últimamente. Y no sé qué comes que adivinas, tal vez sean estas galletas. —Miró el envoltorio y le pegó otro mordisco a una de las galletas—. ¡Están buenas, por cierto! —No volvió a hablar hasta que tragó—. Y yo que pensaba que la comida saludable era terrible. En fin. Has dado parcialmente en el clavo. Tomoyo y Eriol terminaron.

—¿A qué te refieres con parcialmente?

—Tomoyo sí dejó a Eriol, pero no fue por otro. En realidad, fue por otra.

Yamazaki le contó lo ocurrido entre Nakuru y Eriol. Por un momento, Kurogane pensó que le estaba tomando el pelo, que lo que le contaba era otra de sus fantásticas historias diseñadas para embaucar a los más ingenuos, pero no fue así. Esta vez, su amigo decía la verdad.

—Entonces, ¿vas a declarártele a Tomoyo?

La pregunta de Yamazaki lo puso helado. Pronto se dio cuenta de que sería imposible disimular o actuar con naturalidad, pues su amigo no solo había notado el cambio en el semblante de Kurogane, sino que además había hablado en un tono que evidenciaba que su pregunta no había sido formulada como una conjetura, sino una verdad.

Kurogane bufó y apartó la mirada antes de hablar.

—¿Cómo lo sabes?

—Shizuka me lo dijo. —Respondió Yamazaki con total naturalidad.

Los ojos de Kurogane se abrieron de forma desmesurada. No dijo nada los primeros segundos, pues su mente estaba procesando lo que acababa de escuchar, pero pronto abrió y cerró la boca varias veces para hablar y hacer preguntas... el problema era que las palabras no salían de su boca.

—Oh, vamos. No puedes estar tan sorprendido.

—¿C-cómo que te lo dijo? ¡Cuándo! ¡Y por qué!

—Hace un tiempo, no recuerdo cuándo. Y me lo dijo porque es mi amiga. —Yamazaki, al ver que Kurogane alzaba una ceja, levantó ambas manos en señal de paz—. Lo es. Sabes que soy amigo de mucha gente del instituto.

—Shizuka ni siquiera está en nuestro año. Es menor y…

—¿Y eso qué tiene? Que fuera un año menor que nosotros no te impidió entregarle algo tan preciado como tu virginidad. —Le hizo ojitos—. ¿O me equivoco?

Kurogane volvió a abrir los ojos. Frunció los labios mientras su rostro adquiría una coloración rojiza. Yamazaki no supo si era por la vergüenza o la rabia, pero le dio igual. Su amigo era el vivo ejemplo de 'perro que ladra no muerde'. Era grande y tenía toda la pinta de ser un tipo malo, pero en realidad era una persona muy noble.

—¿También te contó eso? Pero, ¡qué más te contó esa niña!

Yamazaki soltó una carcajada y dejó el control sobre la mesa de café.

—¡Oh! Eso no me lo dijo, yo lo asumí. Y ahora que acabo de lanzar el anzuelo, ¡tú lo mordiste confirmando mis sospechas! ¡El pequeño Kurogane se está haciendo un hombre!

Kurogane gruñó arrojando su control en dirección de la cabeza de su amigo. Yamazaki, que no había dejado de reír, lo atrapó en el aire. Tuvo que secarse las lágrimas al ver que Kurogane se cruzaba de brazos y se enfurruñaba en el sofá.

—No te enojes, por favor. Al contrario. Debes saber que apoyo tu relación con Tomoyo. De hecho, creo que deberías confesarle lo que sientes antes de que se acaben las clases.

Kurogane no dijo nada. Después de todo, ¿qué podía decir? No iba a negarle a Yamazaki lo que ya tenía claro.

—¿Crees que ella me corresponda?

Yamazaki, que rara vez abandonaba su semblante risueño y su actitud bromista, cambió su expresión a una reflexiva.

—No lo sé. —Respondió con sinceridad—. No tengo ninguna certeza de ello. Pero lo que sí puedo decirte, es que no me parece una idea descabellada. Si lo fuera, ni siquiera te diría que lo intentaras. —Explicó—. Creo que tú y Tomoyo podrían ser una buena pareja. Conozco a mi amiga, su personalidad, sus gustos, sus principios. Todo se ajusta muy bien a ti y tú te ajustas bien a ella.

Tú te ajustas bien a ella.

Aquella frase retumbaría en su cabeza durante varias semanas. Pero no sería sino hasta días antes de la graduación cuando finalmente se decidiría a hablar con ella.


Último año, días antes de la graduación.

Time stands still and it's only us
What we feel started way before we ever touched
Just imagine only us
Yeah, you found me right before I'd given up

I just saw the lightning strike
Knew it right then when I looked in your eyes
And I said to myself, "It's no surprise we ain't strangers"
Strangers tonight
Must be from a different life
Been here before and it just feels right
No, this ain't the first time for you and I, we ain't strangers
Strangers tonight

El día de la práctica de graduación decidí que hablaría con Tomoyo. No estaba seguro de cómo abordarla, pero la fortuna me sonrió cuando escuché que Kinomoto, su prima, decía que Tomoyo había ido al aula de música. Me dirigí hacia allá pensando en que el destino daba muchas vueltas, y que sería precisamente en el aula de música donde le confesaría lo que sentía con ella, el mismo sitio en el que tantas otras veces habíamos charlado.

Cuando abrí la puerta, pude ver que Tomoyo ordenaba partituras mientras cantaba una canción que yo conocía muy bien.

When it's late at night and you're fast asleep, I let my fingers do the walking...

No fue difícil para mí imaginarla en esa situación, tocándose y dándose placer. En realidad, había fantaseado con ella muchas veces, y ésa era una de las cosas que me imaginaba.

—El amor propio siempre es importante. —Hablé haciendo que ella se sobresaltara—. Me alegra que lo tengas presente y lo pongas en práctica.

Tomoyo me miró durante algunos segundos sin decir nada.

—¿Conoces la canción? —Esbozó una de sus sonrisas cálidas.

—¿P!nk, cierto?

Cuando ella asintió con la cabeza, no pude evitar sonreír.

—Supongo que viniste a despedirte del aula.

Ella amplió su sonrisa mientras asentía con la cabeza. La observé ordenar las partituras sobre el escritorio de la profesora.

—Tomoyo, hay algo que tengo que decirte.

—Claro, cuéntame.

Yo respiré profundo antes de hablar. No tenía demasiadas esperanzas de que ella me correspondiera, pero al menos quería ser claro y muy franco. Quería que Tomoyo supiera que no solo me gustaba, pero sin hacerla sentir incómoda.

—Sé que puede parecerte raro que haya esperado hasta este día, pero supongo que eso ya no importa ahora.

Su rostro se fue transformando y adquirió una expresión que yo no había visto antes, probablemente una mezcla de confusión e incomodidad. Aquello me hizo me reír. La miré en silencio durante un momento hasta que finalmente me animé a hablar.

—Quiero que sepas que eres la mujer más maravillosa que he conocido, Tomoyo, y no quería que nos graduáramos sin que supieras lo que siento por ti.

Desde que había descubierto que ella me gustaba, había hecho todo lo posible para que no se me notara jamás. Por supuesto que siempre la había tratado bien, incluso mejor que a los demás, pero había intentado no ser demasiado evidente, porque los más pequeños detalles podían delatar ese tipo de cosas. Bastaba solo una mirada o un gesto para que una persona pudiera darse cuenta de los sentimientos de otra. Pero en aquel momento me fue imposible disimular. Y por primera vez desde hacía dos años y medio, me permití mirarla con total sinceridad, sin dejarme nada por dentro. Por primera vez me permití mirarla como lo que era: la mujer de la que estaba enamorado

—¿Yo te… gusto? —Tomoyo habló con un hilo de voz, como si estuviera completamente sorprendida por ese hecho.

—Creo que sería decir poco. —Admití—. En realidad me encantas. Todo de ti me encanta.

Demasiado sorprendida ante mi confesión, Tomoyo volvió a sentarse en el escritorio de la profesora. Yo di un par de pasos hacia adelante para continuar con lo que quería decirle. Me acerqué lo suficiente como para que pudiéramos conversar con intimidad, pero no demasiado para que ella no sintiera que invadía su espacio personal. Y entonces se lo dije todo. Le dije que me encantaban sus múltiples talentos, desde su voz hasta lo buena que era para la fotografía; le dije que me encantaba su personalidad altruista y abnegada, su actitud y su maravillosa energía, siempre dispuesta para ayudar a los demás; que me fascinaba que fuera culta y una gran conversadora, porque su inteligencia destacaba y uno siempre aprendía algo nuevo cuando hablaba con ella. Finalmente, me atreví a confesarle que además, me encantaba físicamente. Porque toda ella era perfecta, o al menos para mí lo era. Tenía una elegancia de otra época, y la mirada de las actrices clásicas que siguen enamorando a grandes y chicos a través de los años. Le dejé muy claro que pensaba que era completamente hermosa.

A medida que hablaba, el rostro de Tomoyo fue adquiriendo una coloración rojiza que había visto muy pocas veces en ella. Me miraba con aquellos ojazos de pestañas largas sin poder creer lo que estaba escuchando. Cuando terminé, ella pareció querer decirme algo, pero las palabras no le salían. Que estuviera tan sorprendida me pareció adorable y gracioso, así que pensé que, definitivamente, yo había hecho un buen trabajo en ocultar mis sentimientos. Y esa era la primera vez en que, además de mirarla demostrándole lo que sentía por ella, me atreví a sonreírle como solo había hecho con una sola persona en el pasado.

—Vaya. He dejado a Tomoyo Daidouji sin habla. Si se lo cuento a nuestros compañeros, no me lo creerían nunca.

Tomoyo cambió su estado de mutismo por una risa que oscilaba entre nerviosa y divertida. Se cubrió el rostro con ambas manos antes de soltar varios suspiros. Me miró.

—¿Por qué nunca me dijiste nada? ¿Por qué esperaste a que acabaran las clases? ¿No querías que lo supiera?

—Por supuesto que quería. Al principio y durante mucho tiempo me daba vergüenza contártelo, pero luego me decidí a decírtelo. El día que iba a hacerlo, me enteré por Yamazaki que estabas saliendo con Hiragizawa. Fue una semana después del día que llegaste con varias cajas y bolsas a nuestro salón de clases, y yo te ayudé a traerlos hasta aquí. ¿Lo recuerdas?

Tomoyo necesitó de varios segundos para asimilar aquella parte de la confesión. Supuse que su mente estaba haciendo un gran trabajo por recordar aquel día, pero también por hacer cálculos. Había llovido mucho desde entonces.

—Espera, ¿te enteraste de que esta…? Pero, ¿desde hace cuánto te…?

—Desde hace más de dos años.

Tomoyo parpadeó varias veces y miró al frente.

—Pero, ¿y Okitsu? Saliste con Shizuka Okitsu por mucho tiempo, ¿no?

—Así es. Diez meses.

—Dices que te gusto desde hace más de dos años, pero tú saliste con ella el año pasado. No entiendo, ¿yo ya te gustaba entonces?

Me sentí un poco avergonzado al admitir que había estado con Shizuka sin dejar de pensar en Tomoyo, pero era la verdad y yo estaba siendo sincero con ella.

—No solo me gustabas, Tomoyo. Pero sí, incluso cuando estaba con ella. ¿Por qué crees que no funcionó? Shizuka no eres tú. Ninguna lo es.

Tomoyo volvió a sonrojarse y me miró como si yo acabara de mostrarle que tenía un par de alas en la espalda.

—Pareces muy sorprendida.

—No tenía idea. —Me miró con algo de tristeza en los ojos—. Lamento que las circunstancias estuvieran en tu contra cuando decidiste decírmelo.

Me senté junto a ella en el escritorio, mientras hacía un repaso mental de todas las veces en las que maldije mi introversión y timidez, dos cosas que me habían impedido ser sincero con ella. Después de todo, Tomoyo y yo nos llevábamos bien. A lo mejor, si se lo hubiera dicho antes, hubiéramos vivido otra vida.

—Sí, también yo. Llegué tarde. —Respondí sinceramente—. Tal vez, si las cosas hubieran sido diferentes y te lo hubiera dicho antes...

...ella se hubiera sorprendido al principio, pero luego de un tiempo me hubiera dado la oportunidad de salir juntos. Y yo la hubiera llevado a casa para que conociera a mis padres, con quienes seguramente se hubiera llevado muy bien; y yo hubiera conocido a su madre, a quien no había visto nunca y que era tan famosa dentro del cuerpo estudiantil masculino que hasta los chicos de otros cursos hablaban de ella. Si las cosas hubieran sido diferentes, Tomoyo y yo habríamos compartido nuestros cumpleaños, y varios aniversarios, y yo sabría cuáles eran sus películas favoritas y qué sabores de helado prefería. Habríamos sido muy felices y yo jamás le hubiera roto el corazón como lo hizo Hiragizawa. Sí, si las cosas hubieran sido diferentes… pero no lo eran.

Nos miramos en silencio, cada uno con sus cavilaciones. Estando tan cerca de ella y después de haberle confesado lo que sentía, no pude evitar perderme en la intensidad de sus ojos amatistas, y por un momento creí saber lo que pasaba por su mente. Alcé la mano y le pasé los dedos por la barbilla y el mentón. No nos habíamos tocado demasiadas veces, pero yo podía recordar cada una. Porque me había sentido privilegiado.

—Siempre pensé que Hiragizawa era afortunado e inteligente, pero al parecer solo es lo primero. Haber dejado ir a una mujer como tú es un gran error. —Pasé mis dedos por su mejilla—. Eres perfecta, Tomoyo. Tal y como eres.

Ella giró el rostro hacia adelante y se rió, como si aquello le pareciera lo más gracioso que hubiera escuchado en mucho tiempo.

—Díselo a Eriol.

Una parte de mí entendió que ella probablemente estaba bromeando, pero otra recordó la ira que había sentido al enterarme de que Hiragizawa la había lastimado al estar con otra.

—No quería decirlo, pero Hiragizawa es un idiota. Tú no necesitas parecerte a nadie más ni cambiar nada de ti. Tus virtudes opacan cualquier defecto que puedas tener.

Ella esbozó una modesta sonrisa.

—Kurogane, no...

Pero yo ya no quería detenerme. Mis labios se curvaron porque por primera vez en mucho tiempo, ya no sentía el peso de aquel secreto oprimiéndome el pecho.

—Es la verdad. —Con la mano con la que antes había estado acariciando su rostro, le aparté el pelo hacia un lado—. Además, tienes un cuello que…

Acaricié su suave piel con la punta de los dedos. Estuve tentado a besarla, pero me contuve. Necesitaba saborear aquel momento durante más tiempo. Era la primera vez que podía ver el cuello de Tomoyo tan cerca, y por supuesto, era la primera vez que lo tocaba. Dirigí mi mano hacia la nuca de Tomoyo sin dejar de acariciarla en ningún momento. Como si fuera la primera vez que tocaba a una mujer, mi cuerpo comenzó a reaccionar, mientras las llamas de ese amor reprimido comenzaban a devorarme.

—No tienes idea de lo difícil que era concentrarme en las prácticas o clases cuando te apartabas el pelo hacia un lado. —En lo que probablemente fue una acción involuntaria, Tomoyo se humedeció los labios—. Y ni qué decir de cuando llegabas con una coleta. Perdía la cordura. Me vuelves loco, Tomoyo.

Cerré los ojos mientras las imágenes de todas las veces que me había imaginado besando y tocando a Tomoyo inundaban mi mente como los fuegos artificiales que llenan el cielo estadounidense durante el cuatro de julio. Y entonces me di cuenta de que Tomoyo ni siquiera me había respondido a lo que le había dicho. Abrí los ojos y la miré avergonzado por haber invadido su espacio personal.

—Discúlpame, fue un atrevimiento de mi parte. No debí tocarte sin tu consentimiento.

Si Tomoyo estaba molesta o incómoda, no lo demostró de ninguna manera. Su respiración se había acelerado y sus ojos amatistas adquirieron un brillo que yo nunca les había visto. Fue entonces cuando sucedió la cosa más maravillosa que me había pasado en la vida hasta ese momento.

Tomoyo colocó sus manos en mis mejillas y me miró intensamente mientras se acercaba muy despacio a mí. Yo no lo podía creer, pues aquello solo podía significar una cosa. Sentí que el corazón iba a salírseme del pecho en el momento en que ella deslizó sus manos hasta mi nuca y me abrazó. Apenas pude ver que me sonreía antes de cerrar los ojos y fundir mis labios con los suyos en un beso que había deseado tantas veces.

Yo no tenía demasiada experiencia en primeros besos. De hecho, únicamente había besado a Shizuka. Y aunque sabía que había un protocolo de primer beso que consistía en primero besar con calma y poco a poco profundizar el beso, ninguno de los dos lo respetó. Casi al instante de haber comenzado a besarnos, nuestras lenguas entraron en contacto y fue como si Tomoyo y yo nos reconociéramos de inmediato.

No podía creer mi suerte. Tal vez Tomoyo no me hubiera respondido con palabras, pero lo estaba haciendo con ese beso. Mientras enterraba sus manos en mi pelo y me besaba con ganas, me supe correspondido. Sabía que ella no estaba enamorada de mí, pero yo le gustaba, y eso era suficiente. Le lamí los labios y Tomoyo me mordió la barbilla. Aquello me excitó, pero no tanto como lo que hizo después. Alzó sus caderas y se sentó sobre mí, con las piernas estiradas. Aumenté la presión de mi abrazo y acaricié la espalda, desesperado por sentir más de ella.

Nuestros besos se prolongaron lo suficiente como para que los dos nos diéramos cuenta de que no parecíamos dos extraños que se besaban por primera vez. Era como si nuestros corazones latieran al mismo ritmo, como si nuestros labios se hubieran reconocido de inmediato. Como si nuestras bocas se hubieran besado un millón de veces en el pasado. O en otra vida.


¡Hola a todos! Soy yo nuevamente, esta vez con el epílogo que les comenté, narrado principalmente desde el POV de Kurogane. Me ha salido un capítulo bastante extenso, pero creo que le hace justicia a este personaje tan bonito.

Aquí podemos conocerlo mucho más que en el capítulo anterior, y también entender un poco sobre la dinámica de la relación de Eriol y Tomoyo.

Gracias a todos por el cariño que ha recibido esta historia.

Miss SF

Canción: Strangers
Banda: Jonas Brothers
Álbum: Happiness Begins