CAPÍTULO XVIII
Epílogo


—Hermione, ¿podrías venir aquí, cachorrita? —preguntó Sirius, desde su sala.

—¿Sí? —ella entró, con la mano sobre su protuberante vientre.

—Remus tiene algo que le gustaría comentarte.

—Adelante —ella le urgió, impaciente.

—¿Interrumpo algo? —preguntó Remus, desde el sofá.

—No, lo siento. Estaba trabajando en una tarea.

—Quizá, debería-

—¡Sólo dile Lunático! Hace valer la interrupción.

La curiosidad de Hermione le ganó a su impaciencia y ella se sentó junto a Sirius.

—Dora tuvo a la bebé —dijo él, con efusión.

—¡Oh, Remus! —Ella se levantó para abrazarlo. —Estoy tan feliz por ti, pero ¿fue un poco pronto?

—Sí, sí. Los Medimagos las revisaron y ambas están bien. Nuestra hija es bastante pequeña, pero sana.

—¿Cómo la llamaron?

—Itachi, como el abuelo de Dora. Oh, yo ya me enamoré de la pequeña angelita, y

apenas tiene un día de edad.

—¿Qué dice Teddy?

—La adora, por supuesto. No puedo esperar a que la conozcas —él le echó un vistazo a su reloj de bolsillo. —Ya debo regresar. ¿Le dejarías saber a Molly y a los demás?

—Por supuesto —contestó Sirius, que ya se encontraba enviándole una lechuza a Harry. Remus los abrazó a ambos de una sola vez antes de aparecerse de vuelta en San Mungo. —Bueno, ¿Noticia lo suficientemente buena como para distraerte de tus estudios?

—Sabes que lo es —ella se recargó en él, jugando con el borde de su camisa.

—¿Estás celosa?

—No, sólo ansiosa por tener el nuestro.

—Ya pronto llegará —Sirius deslizó su mano sobre el vientre de ella.

—Ginny será la próxima y yo todavía estaré esperando —ella hizo una mueca.

—Bueno, todos ellos tuvieron mucha más práctica que nosotros. Nosotros tuvimos mucho que ponernos al corriente —él le mordió el lóbulo de la oreja.

—Mmm, últimamente hemos estado practicando mucho.

—Y ha sido encantador, así que no hay prisa por sostener al pequeñín. Está haciendo las cosas bastante agradables justo en donde está.

Hermione se rió entre dientes. —¿Te preocupa que ya no tengas... más privilegios, una vez que él o ella haya nacido?

—Me gustaría pensar que te gusto lo suficiente como para continuar una vez que ya no estés tan... hormonal, pero...

—Oh, Sirius —ella suspiró, y envolvió con sus brazos su cintura. —Todavía te querré.

—¿En verdad? —él jugó con el final de su larga trenza.

—Promesa —ella lo besó suavemente. —Hay algo que he querido decirte...

—Adelante —él besó su cuello, succionando suavemente cerca de la base.

—Yo —ella susurró, sin aliento mientras las manos de él se deslizaban sobre su cuerpo. —Yo... eres muy bueno haciendo eso.

—Eso lo sé, pero lo que no sé es lo que decías...

—¿Qué? ¡Oh, sí! Yo —ella gimió cuando él acarició su pecho. —Para, para un segundo.

Él gruñó, pero retrocedió un paso.

—Yo —ella se aclaró la garganta. —Esto es difícil.

—Déjame ayudar.

—¿Cómo?

—Repite después de mí. Sirius.

—Sirius —repitió ella, divertida.

—Tú eres.

—Tú eres.

—Brillante y guapo.

—Brillante y extremadamente guapo.

—Bonito adorno. Y yo…

—Y yo.

—Lo amo.

—Lo amo, te —ella se mordió el labio. —Te amo.

—Te tomó bastante tiempo.

Ella se rió. —¿Lo sabías?

—Tenía esperanzas. Tu sabes que te amo.

—Sí, sí lo sabía.

—Bueno, ahora que ya lo hemos dejado en claro, ¿qué te parece si te lo hago?

—Sí que sabes como hablarle con dulzura a una dama.

—Puedo hacer muchas cosas dulces con mi boca.

—Pruébalo.

Ella se echó a reír cuando él la levantó y la llevó cargando a su dormitorio.

—¿Sirius? —llamó Harry desde la puerta. Unas risitas salieron desde el dormitorio de su padrino, seguidas por un gruñido. —Regreso, entonces —Harry cerró la puerta rápidamente antes de oír más. —Ojalá que dejara de hacer eso.


Fin