Hola, como están, estoy de vuelta gracias al reto lanzado por mi hermana del alma ILDM, "Tu dentro de Hogwarts", en realidad pensé que no iba a poder participar, pero aqui estoy fiel a la causa, aunque creo que no podré cumplir con el tiempo establecido... no importa, de todos modos publicaré la historia para que vea la luz.
El reto consistia en lo siguiente: Les reto a crearse a si mismas/os dentro de los muros del castillo, puede ser en la epoca de su preferencia...merodeadores, en la epoca de fundadores...primera guerra, segunda guerra...nueva generacion...cuando quieran, pueden estar en cualquier casa, PERO deben tener algun tipo de relacion, bien puede ser amistosa, de odio o de amooorrr...con un Slytherin.
He de decir que se desarrolla despues de la guerra, se me dan bien estos personajes en esa época, cuando todo esta aún muy tenso pero ellos finalmente pueden ver una luz al final de su camino, el personaje que me carateriza se llama Gabriella Scott-Harris y traté de hacerla lo más parecida a mi posible... aunque mejorando algunas cosas, claro.
Bien, aprovecho para mandar saludos y besos a mis hermanas del alma ILDM, Ninkiepotter, Lena Hale Black y Mary Yanzca, las quiero mucho aunque no se los diga seguido...
Disclaimer: Todo en este universo es de la rubia mas aclamada... lo demás OBVIO es producto de mi mente loquita...
Vivan los Sly!
Enjoy!
Chapter 1
1de Septiembre.
Cientos de estudiantes regresaban al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería después de los horribles acontecimientos suscitados en la llamada Segunda Guerra, en la que El Salvador Harry Potter, junto a Hermione Granger y Ronald Weasley, además de los demás miembros del E.D. y los restantes miembros de la Orden del Fénix, enfrentaron a Tom Riddle, autonombrado Lord Voldemort, y en la cual el castillo quedó bastante dañado.
Tuvo que pasar un año completo para que el mismo fuera restaurado, y después de esto, al fin llegó el momento en el cual sería nuevamente habitado por todos aquellos que estaban sedientos de conocimientos y aventuras.
El Gran Comedor bullía de actividad, pues cientos de alumnos hablaban entre si, abrazándose y sonriendo por la felicidad que les producía haber sobrevivido a la guerra, y por consiguiente, reencontrarse nuevamente en su amado colegio.
En la mesa de las serpientes, sin embargo, todos se encontraban silenciosos, como si quisieran pasar desapercibidos. Se observaban entre sí, algunos con recelo y otros tantos, los más pequeños, con el terror pintado en sus rostros, como si esperaran que de un momento a otro, los mayores se levantaran enarbolando sus varitas en alto y les lanzaran una maldición imperdonable.
Pero sobre todo, lo que brillaba en los ojos de cada uno de los integrantes de la casa de Salazar era, por demás obvio, la curiosidad y la admiración. Admiración hacia los que sabían, habían sido seguidores de quien-no-debe-ser-nombrado, y curiosidad por saber cual seria su manera de actuar ahora que contaban con el desprecio y el odio de todo el mundo mágico.
Al final de la larga mesa oscura de las serpientes, cinco chicos se mantenían a la expectativa, ignorando a todo el comedor, dedicando miradas despectivas y retadoras de vez en cuando hacia quienes, envalentonados por el nuevo status logrado después del final de la guerra, querían cobrarse todas y cada una de las afrentas que esas cinco serpientes les debían. Si se atrevían, claro.
Una pelinegra observaba a su alrededor con los ojos entrecerrados, moviendo nerviosamente su pierna por debajo de la mesa, mientras el moreno a su lado, apretaba su mano en un gesto de calma, infundiéndole la tranquilidad que estaba muy lejos de sentir él mismo. Todos sabían que ella era la más odiada de todos, pues había sido ella quien sugirió que "San Potter" fuera entregado a Quien-no-debe-ser-nombrado, ganándose el desprecio de toda la escuela, y la inmediata expulsión de toda la casa de Salazar.
A su lado, una callada castaña observaba la mesa absorta, buscando la fortaleza de antaño, como si la oscura madera frente a ella pudiera infundarle el coraje necesario para levantar la barbilla y volver a ser la orgullosa serpiente que era. Frente a ella, a un costado de un rubio muy altivo, que miraba a todos con gesto retador, se encontraba un castaño de ojos azul cobalto, quien la miraba fijamente, tratando de sacarla de ese ensimismamiento en el que se había sumido prácticamente desde que arribaron al castillo.
La vida no había sido fácil para ellos, pero ahora que tenían una segunda oportunidad, estaban firmemente seguros de que no la desaprovecharían por nada… ni por nadie. Por eso, en lugar de mirar a todos con el típico gesto de "eres basura, no mereces tocar ni la suela de mis zapatos", se limitaban a observar con indiferencia a todo aquel que quisiera enfrentarlos, evitando así las represalias que sabían iban a llegar de un momento a otro.
A lo lejos se vislumbraba en la mesa de profesores cómo se preparaban para iniciar la cena con el acostumbrado discurso de siempre. Pero en esta ocasión, a falta de la figura imponente del ex director Albus Dumbledore, la nueva directora Minerva Mcgonagall, se preparaba para dar el tan esperado discurso.
Una agitada Millicent caminaba presurosa hacia el final de la mesa, mientras trataba de abotonar su túnica escolar, batallando en el proceso con la blanca camisa del uniforme, la cual se encontraba por fuera de la falda. Quien la conociera diría que siempre había sido así, pero la razón del desaliño caminaba despreocupadamente a unos cuantos metros detrás de ella, con una mano en el bolsillo y la otra ajustando descuidadamente la corbata anudada a su cuello, con una sonrisa enorme instalada en su rostro, mientras se dirigía a la mesa de Ravenclaw, para sentarse junto a una rubia soñadora que lo miraba pícaramente.
Millicent llegó como pudo a la mesa de las serpientes, sentándose casi de un salto a un lado de Daphne, quien al sentir la presencia a su lado, levantó la vista para posarla en la recién llegada. Una sonrisa se extendió por el rostro de la ojiverde cuando la otra castaña la miró, mientras le hacía una seña discreta de que debía acomodarse en cabello, el cual había estado prolijamente peinado en una coleta alta, pero debido a cierta actividad física hecha con anterioridad, algunos mechones caían sueltos a los lados de su cara.
Frente a ella, Draco Malfoy las observaba pensativo, después de todo el reconocía las huellas que deja una follada rápida, sonrió para sus adentros, pues quien hubiera imaginado que la niña obesa y callada de antaño iba a convertirse en semejante mujer, de curvas suaves y atractivas, pero eso es lo bueno de la adolescencia, que elimina lo que no sirve y da paso a lo que seremos el resto de nuestras vidas.
En un gesto por demás inusual en él, acercó una copa llena de jugo de calabaza hacia la recién llegada, quien lo miró estupefacta durante algunos minutos, mientras los demás esperaban sus reacciones con sumo interés, quizás preguntándose el porqué del gesto del rubio, aunque creían que era mas por curiosidad que por otra cosa. Después de algunos momentos de aturdimiento, la castaña aceptó la copa que le era ofrecida, con una sonrisa de agradecimiento, mientras se disponía a beber de ella.
Los ojos del rubio vagaban por los rostros a su alrededor, mientras pensaba en lo incómodas y aburridas que serían las siguientes semanas dentro del castillo, pues seguramente serían tratados como parias, y tendría que utilizar toda su paciencia y autocontrol para mantener la cabeza fría y no dejarse llevar por las provocaciones que sabía eran seguro que llegarían.
Fue en esos momentos en los que cavilaba sobre lo que sería su nueva vida, cuando una sensual voz lo sacó de su ensimismamiento.
-Mills, te dejaste esto a mitad del pasillo- dijo una rubia ojiverde, quien se encontraba parada a un costado de la castaña.
-¡Ah! Gracias Ella- dijo la castaña, sonrojándose en el acto, al darse cuenta en el estado en el que había quedado su corbata, completamente arrugada- me has salvado de un castigo-
-No es nada, pero deberían tener más cuidado, la próxima vez no seré yo quien los encuentre…- dijo la chica con una sonrisa, mientras caminaba hacia el lado opuesto de la mesa, ante la llamada de atención de la directora- nos vemos luego…-
La castaña sintió las miradas de sus compañeros, mientras se giraba hacia ellos lentamente, buscando las palabras adecuadas para justificarse delante de ellos. Pero las palabras murieron en sus labios al ver a los chicos con la boca abierta, observando fijamente hacia el lugar por donde la rubia había desaparecido.
Y es que no era para menos, la ya mencionada chica era una completa belleza, de largo y rizado cabello rubio oscuro, con unos enormes y expresivos ojos verde azulados, de piel pálida y mejillas sonrosadas, con una boca en forma de corazón y unos labios rojos como una fresa, y cuyo cuerpo esbelto y atlético se adivinaba por debajo de su túnica.
-Y bien Millie, ¿quien era esa chica?- inquirió Pansy, a quien no le gustó para nada la forma en que Blaise se quedó mirando a la chica, mientras apretaba sus puños por debajo de la mesa. La experiencia vivida en la guerra había cambiado un poco su manera de ser, haciéndola un poco visceral, pues nunca antes hubiera hecho gala de sus celos ante ninguno de ellos, hasta ahora.
Los cinco chicos se quedaron observándola, en espera de que revelara la identidad de la misteriosa chica.
-Bueno, es Gabriella Scott, hermana de Jack, mi novio…- dijo lentamente, mientras veía cómo los chicos se habían quedaron estupefactos, pues seguramente ninguno sabía que tenía novio- está en nuestro mismo año, así que compartiremos algunas clases con ella…-
-Espera, ¿Cómo que en nuestro mismo año?, no parece tener más de quince años, además, ¿porqué nunca la habíamos visto anteriormente?- interrumpió Draco, quien había estado muy callado y pensativo, solamente observando a todos y sacando sus propias conclusiones.
-Bueno Draco, no se porqué nunca la habrás visto tu, pero nosotros ya la conocíamos- dijo Daphne, quien se había decidido a intervenir finalmente ante el azoro de todos.
-¿A sí, de donde?- dijo Pansy.
-Pues de donde va a ser, de aquí, de Hogwarts- dijo Theo.
-Un momento, no debe tener mucho de haber ingresado al colegio, ¿desde cuándo esta estudiando ella aquí?- dijo Draco nuevamente, ya intrigado por su desconocimiento sobre la chica, quien creía parecía ser una persona muy interesante, por obvias razones claro.
-Draco, la conocemos desde que ingresó a Hogwarts, un año después que nosotros…- dijo Blaise mirándolo extrañado- ¿en serio no la recuerdas?-
-No… no la recuerdo-
-Pero si hasta la defendiste de unos chicos que la estaban molestando con sus libros…- dijo nuevamente Daphne.
-¿En serio?, no lo recuerdo…- dijo el rubio pensativo, mientras todos lo miraban confundidos, pues era realmente raro que a el se le "olvidaran" cosas, aún más con una chica que era a ojos de todos realmente hermosa.
-¿Y a que casa pertenece?, tal vez por eso no la recuerda…- quiso saber Pansy.
Blaise la miró con los ojos bien abiertos, mientras le respondía con incredulidad
-Pero Pansy, esta en nuestra misma casa…-
El rubio y la pelinegra abrieron los ojos como platos, mientras dirigían sus miradas asombradas hacia donde estaba sentada la chica, quien reía sobre algo que una de sus compañeras le acababa de contar, meciéndose hacia atrás, moviendo su cabello de su cuello en el proceso y dando espacio para que al retirar el mismo, sobre el lado izquierdo de su túnica, se pudiera ver con claridad el escudo de su casa, así como la corbata verde-plata que adornaba su pálido cuello.
Mientras entraban en un estado de estupefacción, la nueva directora se levanto de su asiento, y después de un carraspeo suave, inicio con el tan esperado discurso.
-Bienvenidos nuevamente a nuestro amado colegio…
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La sala común de las serpientes siempre había sido fría y un tanto oscura, con enormes arañas distribuidas a lo largo el techo, las cuales iluminaban de un tono macilento la enorme estancia. Cómodos sillones tapizados en tela verde y oscura se desperdigaban por aquí y por allá, invitando a los jóvenes a participar en las tantas y tantas charlas nocturnas que se llevaban a cabo. Justo en medio de la estancia, la chimenea ardía en fuego verde, confiriendo un tono verdoso a cada objeto que su luz tocaba, contrastando con la oscuridad reinante allá donde la luz de los candelabros y la propia chimenea no alcanzaba a llegar.
El grupo de los cinco, al que pertenecían las serpientes consideradas como las más peligrosas aún dentro de su misma casa, permanecían lánguidamente sentados en uno de los grupos de cómodos sillones que reinaban en la sala, cuyo sillón principal era nuevamente ocupado por quien siempre había sido considerado como el Príncipe de Slytherin, y a quien las miradas disimuladamente soslayadas de sus compañeros de casa le tenían sin cuidado. Que alguien se atreviera a decirle algo, y ya vería, pensaba.
En ese preciso momento, la puerta se abrió, mientras una rubia muy risueña entraba casi corriendo, seguida de un castaño muy sonriente, quien en cuanto puso un pie dentro de la sala común de las serpientes, se quedó paralizado, como si hubiera comprendido de pronto que había entrado a la boca del lobo, en este caso, dentro de las fauces de la serpiente.
-Te dije que… ¿Qué pasa?- dijo ella, cuando se hubo percatado de que el castaño se quedó de una pieza, mientras trataba de abarcar con su vista todo el contorno de la sala común de las serpientes, atónito ante lo que veía.
-Na… nada-repuso el castaño, tragando saliva con la incomodidad ilustrando su rostro moreno, de rasgos masculinamente juveniles, donde la sonrisa fácil que había en sus labios no alcanzaba a llegar a sus ojos, pues el temor brillaba con fuerza en sus orbes cafés.
-Vamos Aldo, que no muerden-dijo la rubia extendiendo su mano hacia él, divertida ante la situación.
El castaño avanzó hacia ella, tomando fuertemente su mano, como si quisiera captar un poco de la seguridad que embargaba a la pequeña serpiente rubia, quien sonreía burlona ante la turbación de su compañero, realmente no entendía como era posible que aún tuvieran miedo de ellos, si había quedado demostrado en la última batalla que no todos los Slytherin eran seguidores de Voldemort, ella incluida.
El sonido de un carraspeo la saco de sus cavilaciones, mientras se daba la media vuelta, con la mano de Aldo entre las suyas, y se encontraba con la fría mirada gris de un Draco Malfoy que se veía bastante molesto. Suspiro con cansancio, dándose cuenta de que tendría que dar algunas explicaciones, decidiendo en el acto que no tenía por que hacerlo.
-¿Si?- dijo con falsa cortesía.
-¿Quién es y que hace él aquí?- dijo el rubio, en cuya voz vibraba una nota de molestia y algo mas profundo, algo parecido a los celos, pero seguramente era su imaginación, pensó ella, pues Malfoy era bastante improbable que sintiera algo por alguien más que no fuera el mismo.
-Viene conmigo, solamente venimos por un libro y nos vamos-respondió ella inmediatamente, regañándose mentalmente por haberle dado explicaciones- además, esta también es mi sala común, no le veo nada de malo a que invite a mis amigos-
-No has respondido del todo a mi pregunta- inquirió cada vez mas molesto el rubio.
La rubia bufó con impaciencia, mientras a su espalda, el castaño los observaba con timidez, tratando de hacer el menor ruido posible para evitar alguna confrontación entre las dos serpientes por su causa.
-Es un… amigo, Aldo Muccinni, de Ravenclaw, Draco Malfoy de Slytherin- dijo jalando al castaño, colocándolo frente a Malfoy para hacer las debidas presentaciones.
Los varones se quedaron observando unos momentos, midiéndose con la mirada, en una batalla de voluntades sostenidas, perdiendo el Ravenclaw estrepitosamente ante la mirada gélidamente grisácea del rubio frente a él.
-Y bien Malfoy, ¿Algo más?- dijo la rubia impacientemente, moviendo su pie de una forma molesta, resonando sobre la moqueta oscura.
-Sabes que no puede entrar aquí nadie que no sea de esta casa…-
-Si, pero eso era antes de lo de Voldemort ¿no?- dijo con una media sonrisa, mientras internamente se felicitaba por nombrar al fallecido lord oscuro, pues su nombre les producía a muchos una alteración en los nervios bastante considerable, cosa que a ella le tenía sin cuidado- y pues… ahora con los mortífagos en Azkaban… ya nadie juzga a nadie por su sangre…¿o si?-dijo ladeando su cabeza divertida, mientras escudriñaba con los ojos entrecerrados al resto de serpientes, buscando algún gesto sobre lo contrario.
-No… ya no- dijo el rubio quedamente, sin despegar sus ojos grises de los de ella, mandándole auténticas cuchilladas con su mirada, que si esta fuera en realidad cuchillos, ella ya estuviera enterrada tres metros bajo tierra.
-Bien, en vista de ello… Accio libro de Pociones Avanzadas, vámonos Aldo- dijo la rubia, mientras guiaba de regreso al castaño hacia la salida, con una sonrisa de triunfo adornando sus labios rojos, mientras su compañero hacía verdaderos esfuerzos por controlar las ganas que tenía por salir corriendo de ahí.
Una vez hubieron salido, y después de algunos momentos incómodos, Pansy bufó con exasperación.
-Pero ¿Quién se cree esa pequeña zorra? ¿Cómo se atreve?, ya verá lo que le pasará por meterse contigo...-
-¡Ya cállate Pansy! ¡No necesito que me defiendan!- siseó el rubio, mientras daba la media vuelta hacia los dormitorios, dejándolos estupefactos.
-Y a este, ¿Qué mosca le picó?- dijo Blaise.
-Una serpiente rubia Blaise, una serpiente rubia…- dijo Theo dando como finalizado el tema.
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Después de ahí, cada vez que se encontraban en la misma habitación, las chispas saltaban entre ellos, pues la animadversión que sentían uno por el otro hacían imposible su convivencia pacífica, dedicándose a molestarse mutuamente por las mas nimias razones, inventando excusas para molestarse ante la mirada atónita y divertida de toda la casa de Salazar.
Hasta que un afortunado o desafortunado día, según se vea, alguien tuvo la brillante idea de dar a Filch a beber una poción contra la "caída" del cabello, la cual sobra decir que resultó en un completo fracaso, pues al pobre se le cayó el poco cabello que tenía, y pústulas enrojecidas brotaron sobre su cabeza calva.
Se hizo la investigación pertinente, quedando por mucho como responsable el mismísimo Jackson Scott, hermano de Gabriella, quien a pesar de que todos sus conocidos y amigos abogaron con el frente al subdirector Snape y la directora Mcgonagall, fue severamente castigado junto con todos sus compañeros de clase de pociones, evitándole llegar a convertirse en premio anual con mención honorífica, un terrible error si consideramos que el era por mucho muchísimo más inteligente que la propia Hermione Granger.
Así pues, desgraciada o afortunadamente para Draco y Gabriella, tuvieron que compartir castigo, siendo elegidos para limpiar la lechucería del castillo… sin magia.
Y mientras lo hacían, entre excremento, plumas de ave, jabón y frío congelante, un resbalón por parte de la rubia, la ayuda "desinteresada" del rubio, y los escasos centímetros que los separaron mientras le ayudaba a ponerse en pie, hicieron que la locura comenzara.
Porque cuando la tomó por la estrecha cintura, juntando su cuerpo tibio y suave a su torso, aspirando en el proceso el aroma a fresias en sus cabellos y su aroma natural de mujer en su piel, ya no le importó mucho si no se podían ver ni en pintura, de hecho, lo último que se le pasó por la mente fue que tenía a la chica que le hacía la vida imposible firmemente apresada entre sus brazos, sintiendo su cuerpo delgado junto al suyo, sus sensuales curvas de mujer, su aliento cálido contra sus labios, los ojos verdes convertidos en un mar oscuramente embravecido.
Y que decir de lo que sentía ella, a quien el corazón le latía frenéticamente dentro del cuerpo, pues al sentir sus músculos trabajados apresándola contra sí, su fragancia mentolada, el aliento tibio contra sus labios, y la forma en que sus ojos grises la recorrían, con hambre contenida, le hacía estremecer de placer, una sensación cálida recorría su bajo vientre, mientras sentía cómo su sexo se humedecía lentamente y sus bragas quedaban totalmente mojadas por sus fluidos.
La confusión que sintió en su corazón al darse cuenta de que era el egocéntrico, egoísta, niño mimado y presumido de Malfoy quien le provocaba esas sensaciones, quedó de lado cuando lentamente, sin dejar de observarse, sus cuerpos siguieron sus deseos, aproximándose hasta eliminar cualquier distancia entre ellos, juntando sus labios en una batalla de lenguas, húmedas y palpitantes, una lucha encarnizada entre dos serpientes por la supremacía.
Después de lo que parecieron horas, cuando el oxígeno se hizo escaso y fue necesario separarse para recargarlo en sus pulmones, la conciencia golpeó como un mazazo sus cabezas, haciéndolos separarse como repelidos por un imán contrario, con la confusión y la incredulidad bordeando sus orbes oscurecidas por el deseo, temblando por los intensos sentimientos que sentían despiertos en su interior.
Con un "fue un error" balbuceado por él y un "esto no debió pasar" se separaron, mientras un frío intenso los abrazaba, confundidos por el anhelo de volver a estar juntos que le siguió a esto.
Sin mirarse ni una sola vez, siguieron con lo suyo, ambos sumidos en sus pensamientos, incrédulos por lo que hacía minutos antes vivieron. Cuando por fin terminaron, únicamente se dirigieron una última mirada, antes de desaparecer cada uno por un pasillo distinto, para llegar a la bendita soledad de su habitación, y abandonarse por fin a los miles de sentimientos que se arremolinaban en su interior, analizando minuciosamente cada uno de ellos, buscando convencerse de que lo que habían sentido había sido solamente un arrebato.
A partir de ahí, las cosas entre ellos cambiaron radicalmente, ya no se molestaban, ni siquiera se dirigían la palabra para otra cosa que no fuera los deberes que compartían, se observaban de soslayo, sin querer ser ninguno de ellos el que tuviera que tocar el tema de aquel beso, relegándolo al olvido como algo sin importancia.
Así siguieron pasando los días, hasta que sucedió algo que hizo cambiar sus vidas para siempre…
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Una soleada tarde de sábado, mientras la mayoría de sus compañeros disfrutaban el término de su paseo a Hogsmeade, una agitada trigueña hizo acto de aparición en la biblioteca, arrasando todo a su paso con su andar apurado, buscando con la mirada a su objetivo, a la cual encontró muy ufana sentada en una de los cómodas sillas, completamente ensimismada en su lectura.
Lo que ella no sabía era que mientras todo el mundo se divertía en Hogsmeade, Gabriella se devanaba los sesos por concentrarse en su libro de pociones, sin resultado alguno, pues cada vez que se trataba de concentrarse en algo, el rostro pálido y masculino de Draco Malfoy se dibujaba en su mente e impedía que pusiera atención a cualquier cosa que tuviera que hacer.
Aún no sabía como, pero ese estúpido niño mimado se había colado en sus pensamientos, en sus sueños, ¡bueno, hasta en la sopa!, pues a cada lugar que volteaba le parecía verlo, el brillo plateado de su cabellera, su sonrisa torcida, su aroma, cada movimiento que hacía, hasta el mas mínimo, le recordaba su cuerpo perfecto y firme contra el suyo, le atormentaba por las noches con sueños indecentes, haciéndola despertarse agitada y completamente bañada en sudor, además de que una penosa humedad se había estado haciendo presente a diario entre sus piernas.
Y que decir entre clases, pues cuando lograba mantener un mínimo de atención, el muy maldito se paseaba frente a ella con sus aires de grandeza, restregándole en su cara su perfección y llenando su cabeza con pensamientos nada decentes, impropios de una mujer bien nacida como ella. Estaba llegando a un límite bastante peligroso, en el que sus deseos se estaban manifestando de una manera salvaje y temía que un mal día terminara a sus pies, rogándole como una zorra que la poseyera.
Con esos caóticos pensamientos estaba cuando la voz alarmada de Inés la sacó de sus pensamientos, quedándose momentáneamente en blanco, observando a su amiga como si fuera la primera vez que la viera.
Observó sin ver su piel bronceada, su cuerpo juvenil enfundado en su túnica con el escudo verde-plata, su cabello castaño oscuro, largo y sedoso, prolijamente peinado en una media coleta, sus ojos cafés inundados de preocupación, era una hermosa mujer, se dijo, que a mas de uno traía de cabeza, pero como buena Slytherin, jamás se iría con ninguno hasta que no tuviera una argolla en su dedo.
Sonrió para sus adentros, Inés había sido su primera amiga en Hogwarts, cuando inexperta y temerosa había llegado al castillo, y en un arrebato de terror había corrido sin descanso hasta llegar a un aula vacía, donde fue seguida por la castaña, quien trató de tranquilizarla mientras lentamente la guiaba nuevamente hacia el Gran Comedor. Ella no tenía ninguna casa de preferencia, pero Inés había sido tajante en cuanto a que casa quería pertenecer, y como era su única amiga y la única persona en quien empezaba a confiar, cuando subió al banquillo y el viejo y desgastado sombrero acarició sus rubios cabellos, casi le ordenó al sombrero que la situara en la casa de Salazar.
Después de ahí se les unió su amiga Argelia, a quien también adoraba con toda su alma, pues se habían hecho tan amigas, que las consideraba por mucho como sus hermanas, como si su misma sangre corriera por sus venas. Las tres habían sido inseparables hasta ahora, y le pedía a Merlín que así siguiera siendo por toda la eternidad.
Gracias a Inés y a Gely ella había podido adaptarse a todas esas nuevas experiencias en un mundo al cual no conocía, pues al ser americana, no era tratada de la misma manera que los nacidos ahí, pero ellas la aceptaron en su círculo y la hicieron parte de él, y juraba por Dios mismo que era lo mejor que le había pasado en la vida.
Una mano sacudiéndola fuertemente la sacó de sus pensamientos, haciéndola regresar a la tierra bruscamente, donde un par de orbes cafés sumamente preocupadas la hicieron tensarse en el acto, como una serpiente dispuesta a atacar.
-¿Que pasa? ¿Por qué estas así? ¿Qué tienes?- dijo la rubia, asustándose ante la cara de angustia de su amiga.
-Es Jack… Isabella lo acusa de no se qué ante Mcgonagall… sus padres vinieron y están hablando con ella… Gabriella, tienes que bajar pero ya… hay personas del ministerio…-
No había terminado bien de hablar, cuando Gabriella había saltado de su asiento y corría con toda su alma hacia las oficinas de Mcgonagall, seguida de Inés y encontrándose en el proceso con Gely, quien corría hacia ellas muy asustada.
-Ells, es Jack… dicen... dicen que Isabella lo acusa de… violación…-dijo en cuanto estuvo a su altura, bajando la voz para evitar que alguien las escuchara.
La rubia se detuvo en el acto, mientras la castaña a su espalda se impactaba contra ella, doliéndose por el golpe.
-¡No! ¡Esa maldita arpía!-
Todo el mundo sabía que Isabella Scorsollini estaba enamorada de su hermano, y que quería conseguirlo a costa de lo que fuera, y que cuando supo que Jack se había hecho novio de Millicent, ella juró que haría hasta lo imposible para quitárselo, por eso el invento de que le había hecho algo tan monstruoso, porque todo el que conociera a Jack sabría que él era incapaz de algo así, mucho menos queriendo a Millie como la quería.
Llegaron casi corriendo a las afueras del despacho de la directora, cuando la puerta se abrió, dando paso a los señores Scorsollini, quienes llevaban a Isabella abrazada, mientras esta sollozaba falsamente, dirigiéndoles al pasar una mirada de triunfo. Detrás de ellos, escoltado por dos aurores, Jackson Scott caminaba con la cabeza gacha, sin querer mirar a nadie en particular, pero al grito de su hermana, levantó con fuerza la cabeza, mirándola con los ojos llenos de pena y temor.
-¡No! ¡Jack, no!, por favor directora Mcgonagall, Jack no es capaz…-
-Lamentablemente las pruebas están en su contra señorita Scott, no podemos hacer nada, el señor Scott tiene dos opciones: o contrae matrimonio con la señorita Scorsollini y repara su falta, o tendrá que ir a Azkaban-
Gabriella se quedó de una pieza, mientras miraba como su hermano era escoltado como un criminal, sentía el corazón romperse en mil pedazos, pero no sabía que hacer, su privilegiado cerebro parecía que se había ido de paseo, porque tenía la mente totalmente en blanco.
Unos pasos mas adelante, observó la escena que le rompió el alma para siempre: su hermano se detuvo frente a una Millicent llorosa, mientras trataba de explicarle que no era cierto, que el solamente la amaba a ella, pero ella, con una bofetada que resonó en el silencio que se formó en el amplio pasillo, destrozó su corazón al decirle que no creía en el, antes de salir corriendo.
En esos momentos, cuando sentía que el mundo se le venía encima, fue cuando sintió una enorme y fría mano jalándola hacia ningún lugar, sintió como la hacían entrar a un aula vacía, escuchó la puerta cerrarse, y cuando su cerebro empezaba a procesar toda esa información, la voz que escuchó la dejó conmocionada.
-¿Qué estas dispuesta a hacer para que tu hermano se libre de esa zorra?-
Su mente le gritó que no podía ser cierto lo que sus ojos veían, pues frente a sí, tenía a nada mas y nada menos que a Draco Malfoy, observándola con fijeza, sonriendo con complacencia ante lo que creía, sería el negocio de su vida.
Bueno, aqui les dejo mi pobre intento, a ver que les parece...
Inés y Gely, OBVIO que teníamos que ser Sly...
saludos a todas...
Gracias mil por leer...