Nada me pertenece, excepto ideas.

MS


Hermione miraba a su hija de dos años, que lloraba desconsoladamente. No podía calmarse y por más que lo intentaba, nada la consolaba. Tenía una fiebre terrible y no paraba de llorar estruendosamente. Desde hacía un par de días que no comía bien y no dejaba de llorar. Estaba enferma pero ella sabía de qué y por qué.

Porque su padre no estaba con ella. Hermione sonrió, mirando a través de la ventana. Era un día lluvioso, pero ella estaba segura de que la cura de la pequeña iba en camino.

La miró en silencio, mientras ella no quería jugar con la pelota que el perro de la familia le estaba trayendo. No hacía otra cosa que llorar y patalear en el suelo.

— Tranquila Anny, papá está en camino. Espero...

Severus caminaba bajo el vendaval, miraba el sendero húmedo. Apenas podía alzar la cabeza. Estaba emparamado de pies a cabeza y no tenía otra alternativa que seguir. Hermione había dicho que era muy urgente. Que Anny lo necesitaba encarecidamente.

— Papá ya viene... viene...

— Más vale que sea importante, Hermione Granger o...

— Mira llegó papá.

Severus estaba en la puerta, mojado de pies a cabeza. Hermione sostenía a su hija y lo miró con una sonrisa. Severus la miró. Anny estaba sonrojada y no dejaba de llorar.

— ¿Cuál es la urgencia, que volé hasta aquí?

— Anny...

Apenas la había puesto entre sus brazos, había dejado de llorar. Santo remedio. Quería comer, jugar otra vez y curarse de la enfermedad que estaba padeciendo.

Él era su cura.

— Ay Anny, qué vamos a hacer contigo... cariño.

Pero luego fue Severus, quién se enfermó y ellas tuvieron que atenderle.