Pesadilla•

Sus pequeños pies dolían. Estaban lastimados y sangraban de tanto correr en un camino lleno de piedras y raíces. Estaba asustado. No sabía que hacer. Corría y corría sin parar, pero aún lo perseguían. Igual que siempre. Nunca lo dejaban en paz y lo atormentaban constantemente. Y dolía, siempre dolía, incluso en lo más profundo de su ser, dolía. Su respiración era agitada. Sudor corría por su frente y sus mejillas.

Tropezó con una rama y calló. Manos con garras lo levantaron torpemente y de pronto sintió como…

Inuyasha abrió los ojos de golpe. El calor de la fogata en el centro de la pequeña cabaña lo llenó con su calidez. Suspiró, apesadumbrado. Podría jurar que lo que había soñado era real. Demasiado real para su gusto.

Sus recuerdos jamás dejaban de atormentarlo. Incluso después de tantos años, de tantos momentos, de tantas emociones vividas.

Miró a Kagome, quien dormía a su lado, tranquila. Su respiración era acompasada, y eso lo tranquilizó.

Estaban solos en la cabaña. Sus compañeros habían ido a la aldea vecina, pero debido al tormentoso clima no habían podido regresar. Afuera las gotas de lluvia golpeaban constantemente el techo de la cabaña, repitiendo el mismo monótono sonido.

Volvió a mirarla, y estiró su brazo para tocarla. Sus dedos rozaron sus mejillas. Kagome se removió entre sueños y él rápidamente aparto su mano.

Kagome despertó y bostezó. Parpadeó un par de veces y clavó su mirada chocolate en la dorada de él. De inmediato lo supo. Había tenido una pesadilla.

Se acercó a él arrastrando consigo su gruesa manta y se acurrucó a su lado, cubriéndolos a ambos.

-¿Un mal sueño?-susurró muy despacito; su vos un poco ronca.

-Nada importante.-respondió y la acercó más a él, rodeando su cintura con su brazo izquierdo.

-¿Estás bien?-sonaba un poco preocupada.

Inuyasha solo le sonrió, de esa forma en que solo le sonreía a ella. A ella y a nadie más.

Kagome lo miró detenidamente, escrutándolo con su mirada. Alzó su brazo y delineó la figura del rostro de Inuyasha. Amaba sus perfectas facciones.

Él retuvo su mano sobre su mejilla, tomándola delicadamente y cerró los ojos. Ella sonrió y acercó su rostro al de él. Sus labios aprisionaron la comisura izquierda de Inuyasha en un suave, delicado y hermoso beso.

Luego, dejó que su cabeza descansara sobre su hombro y su mano se entrelazó con la de Inuyasha sobre su regazo.

La sonrisa en los labios masculinos de ensanchó. Realmente no le importaba tener pesadillas si ella iba a estar ahí para él. No le importaba en lo absoluto.