Fic dedicado cariñosamente a Lady Aroth, espero que te guste aunque sea un poquito y sino es así, no dudes en decírmelo para que haga otro mejor…Besos y abrazos, querida.

Advertencia. — El fic tratará temáticas fuertes, entre ellos el abuso sexual infantil, asesinatos, suicidio y muerte. Soy consciente de que no son temas que se puedan tratar a la ligera, así que intentaré mantener el respeto que se merecen en todo momento. No habrá nada explicito, pese a ello si en algún momento se llegan a sentir incómodos con la temática háganmelo saber para que modifique el texto. Gracias.

Puede sonar muy feo, pero no es tan terrible como parece, creo…pese es mejor prevenir que lamentar, XD.

PRIMERA PARTE

NUEVOS HABITANTES

CIEL

Y Ciel veía por la ventana, pasaba las tardes observando a las personas pasar frente a su propiedad y preguntándose, ¿Quiénes eran?, ¿A dónde iban?, ¿Qué hacían? Debían tener familias y también amigos, un trabajo e ir a la escuela o tal vez estarían tan solos como él, sin nadie a su lado y nada que hacer. A decir verdad apenas y conseguía ver su silueta y ropa, la calle y mansión estaban separadas por el enorme jardín. Eso le molestaba por momentos, en las tardes lluviosas como aquellas se sentía aislado del resto del mundo, él no formaba parte de la comunidad, de nada en realidad. ¿Acaso importaba? No, en lo absoluto, desde hacía mucho que él había muerto, debió haberse marchado junto a su padre.

Un muchacho de aspecto andrajoso que caminaba por las calles llamó su atención, tenía el cabello despeinado y las mejillas sucias; Ciel le vio sin comprender del todo porque se sentía identificado con ese chico, sus orbes azules eran claras y daban la sensación de que si le mirabas fijamente por demasiado tiempo corrías el riesgo de ahogarte en ese mar de desesperación y angustia. Desvió la mirada, eso no era algo que le importará, ir sintiendo lástima por la gente no era propio de él, escuchó a una de las enfermeras llamándolo y salió de su recámara.

Irrumpió tranquilamente en el cuarto de su madre, su progenitora se revolvía entre las mantas negándose a tomar su medicamento; Ciel estaba acostumbrado a ese tipo de respuestas…en momentos así se limitaba a asumir el papel de su padre, adoptaba un aire de dignidad y orgullo, su expresión amarga adquiría un matiz de bondad y amor y se convertía en todo menos en el niño de catorce años que en realidad era.

—¡Rachel, mí amada Rachel!—llamó y tomó la cabeza de su madre para colocarla sobre su regazo—. Prometo que nuestro hijo pronto regresará de clases y almorzaremos juntos. Pero estás enferma, necesitas de esto, a nuestro Ciel no le gusta verte así, permita que estas personas te atiendan.

—¿En verdad podré volver a ver a Ciel?—la mujer esbozó una débil sonrisa, haciendo acopio de todas sus fuerzas Ciel le respondió de la misma manera. Odiaba mentirle, sin embargo respondió:

—Por supuesto, conversáremos y tomáremos el té—. Le hizo una seña a una de las enfermeras para que preparara a su madre antes de inyectarla, él personalmente tomó la jeringa y la introdujo con delicadeza para no lastimar la suave piel de su madre. Permaneció un largo rato ahí, susurrando una canción al oído de su progenitora…amaba y odiaba tanto esa tonada.

CLAUDE

Y a sus veinticinco años Claude había alcanzado todo aquello que se había propuesto, cualquier reto, sueño, deseo, anhelo…a los veinticinco años su vida entera careció de sentido, sin un objetivo ni razón de ser.

Entonces comenzó aquel juego, no recordaba haber sentido nada especial aquella noche, ni siquiera nervios o miedo, todo surgió con tal naturalidad que temió ese fuera su destino, la verdadera razón por la que había venido a este mundo.

Observó a la joven, mirada cansada, rostro desencajado, lágrimas secas…vestía bien, no era una niña de la calle, seguramente se trataba de una chica que había discutido con su padre o roto con su novio; se le acercó y entablo una conversación. Al igual que la mayoría de las mujeres la niña se ruborizó al verlo y cedió ante sus palabras, imposible pensar que un hombre con tal atractivo fuera capaz de hacer algo malo, no, esté papel sólo estaba reservado para los sujetos feos y desgarbados de las películas y series de televisión, hombres como Claude eran los Príncipes que en los cuentos y novelas románticas baratas se describían y te salvaban de los ogros malos o acosadores: guapos, ricos y con un corazón de oro. Bien, Claude cumplía a plenitud con todas las características a excepción de la última.

Y Claude le llevó a su casa, la encadenó, le torturó durante días y finalmente le asesino.

Y cuando acarició las mejillas frías e inertes de la joven supo que para eso había venido al mundo, una vez empezado no se detendría jamás; por primera vez en toda su existencia se sintió vivo. Se deshizo del cadáver y cualquier cosa que lo relacionara con su persona y prosiguió con su vida. Y se mantuvo inerte un par de semanas, tenía toda una vida por delante, no había porque apresurarse y al pensar en los encantadores jovencitas y risueños muchachos que suplicarían por su vida en el futuro sonreía extasiado y observaba, contemplaba siempre en silencio y tejía la telaraña con la que atraparía a sus presas en el futuro, él les daría una dulce muerte en el futuro…

Pero las cosas comenzaron a complicarse, la Policía tarde o temprano sospecharía y sólo sería cuestión de tiempo antes de que lo descubrieran y atraparán, era lo suficientemente inteligente como para engañarlos el tiempo que le viniera en gana, pero siempre existiría un riesgo, mismo que no pensaba correr. Así que salía de vacaciones con cierta frecuencia a poblados pequeños que contaban con un sistema policiaco deficiente, permanecía un día o dos, no necesitaba más, atrapaba a su presa, se la llevaba consigo y volvía para ver la manera en que se desarrollaban los sucesos. La gente jamás sospecharía de él, un respetable psiquiatra y principal benefactor de al menos cinco organizaciones benéficas.

Y ahí estaba en ese poblado, un tanto más grande que los que tenía por costumbre; aún no había elegido a su Presa, tal vez la niña de sonrosadas mejillas que sacaba a pasear a su perro cada día o el pequeño infante que vivía frente a su casa en aquella inmensa mansión, salía todas las tardes y daba largos paseos por el bosque, siempre solo, ni siquiera iba a clases. Esté muchacho llamaba especialmente su atención, su expresión denotaba tal amargura

Estacionó el coche y bajó los comestibles, un chico de ojos azules y cabellos rubios estaba de pie debajo de un árbol, bajo su sombra, lo cual no habría significado nada sino fuera por su aspecto. No todos los días se veía a un "Niño de la calle" en el barrio con más prestigio de ese pequeño poblado. Es cierto que la mayoría de las propiedades estaban deshabitadas y sus habitantes sólo las usaban durante el verano o las vacaciones, ya que estaban demasiados ocupados trabajando para ganar dinero que apenas disfrutarían; a pesar de esto la presencia de ese chiquillo no dejaba de ser inusual, igual a un punto de tinta roja regado por accidente en un lienzo blanco.

Se aproximó hasta el niño, tomó su rostro entre sus manos y acarició sus mejillas, de lejos podía parecer una niña, pero de cerca…

—¿Qué haces aquí?

—Nada—le contestó con indiferencia.

—¿A dónde vas?

—A ningún lado.

—¿Quieres entrar a mi casa?

—¿Qué es lo que quieres de mi?

Y había vivacidad en las palabras del chico, demasiada en comparación con los monosílabos que había alcanzado arrancarle. Y decidió no mentirle, así qué respondió:

—No he decidido aún lo que quiero de ti.

El muchacho esbozó una sonrisa, dulce e inocente y entonces comenzó a reír, igual que un pajarillo cantando por las mañanas; Claude quedó prendado del chico y su rostro, tan expresivo, dulce y oscuro.

—Este bien. ¡Iré contigo!—agregó el chiquillo.

SEBASTIÁN

Sebastián nunca tuvo retos en la vida, ni económicos, emocionales o intelectuales; pertenecía al reducido grupo de personas que literalmente nacía en "pañales de seda" y "jaulas de oro", incluso la madre naturaleza le había dotado de un extraordinario físico y una inteligencia más que sobresaliente.

Y ahora se dirigía en medio de la nada a darle clases particulares a un muchacho de catorce años que se expresaba igual que un octogenario, precisamente este aspecto había llamado su atención, un chiquillo de aspecto escuálido y rostro pálido se presentó un día en su departamento pidiéndole que le diera clases particulares y tocará el piano para su enferma madre; a cambio le ofrecía una cuantiosa suma de dinero y prometía cumplir cualquier otra exigencia sin importar que tan estúpida o inútil fuera. En cualquier otra circunstancia se habría negado de inmediato, después de todo él no necesitaba de apoyo económico, tenía dinero más que suficiente como para mantener a cinco generaciones más, pero estaba cansado de su ajetreada vida y los excesos que estas acarreaban, incluyendo las fiestas interminables, fáciles conquistas y tremendas borracheras. Si, la ciudad y hasta su vida entera había perdido su encanto desde hacía mucho. Por lo que en su mente aceptó casi de inmediato, no sin antes jugar un poco con el muchacho diciéndole que se lo pensaría un poco.

Y ahora se dirigía a verlo, el nombre del poblado era sencillo y fácil de aprender, lo recordaba mas no le daba la gana repetirlo. Un sitio tranquilo, silencioso, opaco…un lugar donde podría recuperar la tranquilidad y pensar en su futuro. La verdad no tardaría en salir a la luz y los medios se abalanzarían sobre su persona. No le molestaba realmente la idea, lo que en verdad deseaba evitar eran el acoso, tendría un "Adiós" silencioso, irónico si consideraba lo suntuoso de su vida y la manera en que siempre atrajo los reflectores. Si estuviera seguro de que pronunciando un simple y sencillo "Voy a morir" frente a las cámaras del mundo lo dejarían en paz lo habría hecho hace mucho, pero una vez que iniciará no podría retroceder.

Un muchacho de aspecto andrajoso caminaba por la carretera, no era un tipo inclinado hacia las obras benéficas, pero se acercó a auxiliarlo, probablemente estaba perdido o había huido de casa.

Bajó la ventanilla del automóvil y le habló.

El chico subió con él tras intercambiar un par de monosílabos.

—¿A dónde vas?—le preguntó por educación sin intención de conocer la verdadera razón, lo último que quería era verse rodeado de un séquito de reporteros preguntándole por cosas que ni siquiera sabía.

—Donde tú vayas esta bien para mí…

—Me dirijo a un poblado…

—Te conozco…—susurró el chico mirándole con una traviesa sonrisa en los labios.

—¿De verdad?, ¿En dónde?

—Tú ibas con ese viejo, querías a ese chico… ¿Te lo dio?

Sebastián apretó el acelerador sin ser consciente, algo como aquello podía malinterpretarse fácilmente.

—Si, lo obtuve.

—¿Qué hiciste con él? Con ese niño… ¿Acaso lo asesinaste?

Y recordó al muchacho, maldiciéndose por haberlo olvidado. Ese cabello rubio, esas mejillas rosadas, esa voz cantarina…no era algo fácil de omitir, sino fuera porque ese tipo de jovencitos no llamaban en lo absoluto su atención. Demasiado comunes e incluso aburridos.

—Él esta a salvo…Veo que escapaste.

—Eso parece.

A lo lejos se divisaba el pueblo, las casitas similares a las de las portadas de revistas de manualidades combinaban con el paisaje. El chico permanecía en silencio, miraba por a ventanilla sin interés.

—Aquí está bien, puedes dejarme.

Sebastián se detuvo, él no era parte de la vida de ese niño, lo que le pasará no le importaba en lo absoluto, a menos que interfiriera con su "futuro" y hasta esté carecía de valor llegado a ese punto.

—¿Vas a ir con la Policía?

—Tú ibas y veías a los niños, nunca los tocaste, sólo los observabas. Sabías lo que sucedía y no te importaba. El mundo esta lleno de personas como tú.

—¿Irás?—volvió a preguntar.

No tenía porque negar sus palabras, eran ciertas y no le importaban.

—Ya fui y asesinaron a mi hermano—. El muchacho bajo del auto sin despedirse.

Observó a su silueta marcharse. Ya recordaba su nombre.

—Alois Trancy—repitió y se pregunto, ¿quién estaba realmente condenado a morir?

Ese niño que había vivido toda su vida en un infierno, o él, qué dentro de un par de meses ardería para siempre en las llamas del inframundo.

Cuando el médico le comunicó que tenía cáncer avanzado y con casi nulas posibilidades de recuperación, Sebastián Michaelis compendió que en esta vida tarde o temprano todo se paga, inclusive la indiferencia.

ALOIS

En el mundo había cosas que existían: la muerte, la crueldad, el dolor, y también estaban aquellas que no eran más que fantasías: la bondad, las hadas, el amor…Alois había comprendido a diferenciarlas hacía mucho, una a una, aprendido a base de experiencias.

Y ahora se dirigía hacia ningún lado, simplemente caminaba sin un rumbo fijo. Izquierda, derecha, centro, norte, sur, todo le daba igual, esperaba que de pronto cayera muerto incapaz de levantarse y nadie le salvará. Ansiaba morir, pero no tenía el valor necesario para hacerlo por su propia mano. Tenía miedo, tenía tanto miedo de estar muerto e ir a un lugar oscuro donde seguramente se encontraría completamente solo, las puertas al cielo hacía mucho que le fueron negadas.

Y ese extraño le invitó a subirse en su automóvil, evocó el atractivo rostro del sujeto al instante, al parecer el otro no y sólo por ello subió; tal vez si tenía suerte le mataría. Y empezó el juego, buscó provocarlo a base de recuerdos y preguntó por aquel muchacho.

—¿Qué hiciste con él? Con ese niño… ¿Acaso lo asesinaste?

Esperaba una expresión de enfado, una amenaza o cualquier otro movimiento agresivo, en cambio el hombre se limitó a aumentar la velocidad durante un par de segundos.

Y la conversación fluyo con normalidad, algo decepcionado bajó ante la menor oportunidad. No tenía caso permanecer ahí, ambos se repudiaban.

Y camino, camino durante horas…oculto entre los árboles, su aspecto era malo, aunque no peor que el de muchos muchachos que seguían una tendencia "moderna", pese a esto corría el riesgo de que algún "buen samaritano" creyera que era un "niño de la calle" y lo llevará con la Policía. Y si eso pasaba terminaría muerto, y quería morir era cierto, pero no a manos de los asesinos de su hermano menor.

Se paró debajo de un árbol, pronto anochecería…el cielo teñido de un rojo carmesí parecía llorar por el derramamiento de sangre, todos los días, siempre…

Un automóvil negro con vidrios polarizados se detuvo, un hombre bajo…alto, atractivo, poderoso; sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral, la experiencia previa le decía que sujetos como aquel eran los peores. Contaban con el dinero suficiente para encubrirse y engañar al mundo entero si así lo querían.

El adulto se aproximó hasta él y tomando su rostro acarició sus mejillas, para su sorpresa todo el miedo se desvaneció con el sutil tacto.

Su instinto le decía qué estaba en peligro y debería huir pronto, pero…eso es lo que él buscaba, ¿no es así? La muerte, no importaba donde ni cuando, sólo eso…e intercambió un par de palabras y aceptó la invitación del hombre a entrar dentro de la casa, con una expresión animada y una risilla traviesa.

¿Falsa o verdadera?

No merecía la pena preocuparse pensando en eso, ya que tarde o temprano encontraría aquello que tanto buscaba: la muerte y una voz dentro de sí le decía que no tendría que buscarla más, había llegado al lugar correcto…un tranquilo pueblecito llamado: Hope City.

CIEL

Abrazaba la cabeza de su madre en espera de que el tranquilizase surtiera efecto por completo, el intenso llanto se había transformado en un gemido ahogado, silencioso…Decidió que ya era más que suficiente, el aire de esa habitación comenzaba a asfixiarle. Repartió órdenes entre las enfermeras y se retiro. Tenía mucho trabajo que hacer, probablemente no dormiría en toda la noche, la idea le animaba, tener algo con lo que entretenerse era mucho más divertido que dar vueltas en la cama durante horas.

—Señor, su visitante ha llegado.

Esbozó una débil sonrisa intentando ocultar su sorpresa, lo esperaba desde hacía semanas y se le ocurría aparecerse sin siquiera una llamada de aviso; no esperaba menos de Sebastián Michaelis, toda una autoridad dentro del mundo de las artes, excéntrico y ególatra como la mayoría de los grandes genios. Detestaba tener que admitir la grandeza de otros, pero Sebastián lo era y por eso le había llamado.

Bajo las escaleras y se encontró con él en el recibidor. Lo saludó y extendió la mano en señal de bienvenida, estaba acostumbrado al despecho y la burla qué la mayoría de los adultos le dedicaban con la mirada, después de todo era imposible pedir reconocimiento y respeto cuando apenas alcanzaba los 1.50 cm y pesaba menos de 50 kg, por lo que se sorprendió cuando el adulto le saludó y miró igual que si tratará con un adulto, no un niño en plena adolescencia.

—Buenos noches, Señor Michaelis. Espero que haya tenido un buen viaje.

—Casi perfecto en realidad.

—Me alegra escuchar eso. Supongo que esta aquí porque ha aceptado mi propuesta.

—Algo así.

—Comprende lo que exigiré de usted.

—La verdadera pregunta aquí, Señor Phanthomhive es… ¿Usted comprende lo que le ofrezco?

Y su rostro se contrajo al observar la perfecta sonrisa del adulto, no por el miedo, sino por…

—En tal caso creo que ambos comprendemos nuestro papel.

Molesto ante su propia actitud Ciel se dirigió hasta la ventana donde enfocó la vista, no le agradaban los ojos del adulto.

—Mi padre tocaba el piano para mi madre todas las noches, sin falta alguno, incluso llegó a cancelar algunos viajes de negocios a petición de ella. Pero él esta muerto ahora—. Se esforzó por que su voz no expresará dolor ni angustia, el mundo era un lugar cruel, la debilidad le estaba terminantemente prohibida—. Y mi madre cree que yo soy él y cada noche me pide que toque el piano para ella, puedo hacerlo hasta cierto punto, pero me es imposible alcanzar el nivel de mi padre.

—¿Por qué no le pide a alguien que toque para usted?

—Usted no es el primero Señor Michaelis, antes de usted ha habido muchos otros, verdaderos maestros, pero ninguno cumple con las características físicas de mi padre. Mi madre les reconoce y exige ver a mi padre. Lo he estudiado a usted y el parecido físico con Vincent, la anterior cabeza de la Familia Phanthomhive es más que impresionante. Estoy casi seguro que usted satisfacera el gusto musical mi madre. Si usted puede tocar para ella sin que su frágil salud mental se desmorone aún más, no sólo obtendrá la compensación económica que se merece sino mi agradecimiento eterno.

Tal vez sus palabras estuviera cargadas de frialdad e indiferencia, pero nada más lejos de realidad, Ciel estaba dejando de lado su orgullo, si en ese instante Sebastián le hubiera pedido que se hincará y suplicará lo habría hecho sin pensarlo; sentía que ese hombre era la persona indicada.

—De acuerdo, Señor Phanthomhive, probaremos, sino cumplo con sus expectativas me limitaré a marcharme.

Ciel asintió, estaba depositando demasiadas esperanzas en ese hombre, pero estaba desesperado.

—Por favor, sígame.

Y subió las escaleras, se dirigió hasta el cuarto de su madre y abrió la puerta; el olor a desinfectante y medicamentos le provocó nauseas, le desagradaba en todos los sentidos.

Señaló con el dedo el piano, permaneció de pie al margen de la puerta en espera de que Sebastián empezará a tocar, destapo la tapa y empezó…

La dulce melodía se apoderó de la habitación, su madre quién yacía semidormida en la cama abrió los ojos y sonrió.

—Vincent…mi querido Vincent, has vuelto…—susurró, Ciel permaneció en silencio hipnotizado por la manera tan prolífica en que los dedos del adulto se movían sobre las teclas, pestañeó repetidas veces y retornó a la realidad, por un minuto creyó ver a su padre, pero estaba equivocado, sólo se estaba engañando. Salió de la habitación aparentemente sin que nadie lo notara. No quería pensar en su padre, tampoco en su pasado y tal vez ni siquiera en su madre, sino fuera porque…se recargó sobre una pared, ya era suficiente autocompasión, no más…

ALOIS

Alois aceptó la invitación del extraño sin ponerse a pensar en las consecuencias, tampoco en el antes o el porque, sencillamente entró a la casa de ese hombre motivado por su instinto, no podía darse el lujo de ignorarlo, en más de una ocasión esté le había salvado la vida.

Y al poner un pie dentro de la casa el ambiente le oprimió, hasta el aire la pareció pesado.

—¿Qué quieres para cenar?—preguntó el hombre encendiendo las luces dejando entrever un decorado caracterizado por el dorado y el negro.

—No lo sé, lo que sea estará bien en realidad—. Y fue a sentarse sobre unos de los sillones de piel, el mueble crujió al sostener su peso.

—Prepararé lasaña, deberías darte primero un baño.

Tenía razón, hacía días que no se duchaba, hasta para si mismo su olor color se había tornado casi insoportable. Asintió en silencio y escuchó las instrucciones del adulto.

—Al el final del pasillo, puerta izquierda.

Se encaminó hasta el cuarto, el ambiente estaba impregnado de un dulce olor a rosas frescas, aspiró profundamente, le agradaba.

Llegó hasta la puerta, pero en lugar de entrar a esta tuvo curiosidad y giró la manija de la puerta contraria. Por mucho que lo intento no consiguió abrirla, la ansiedad le invadió y examinó la cerradura con mayor detenimiento, podía parecer sencilla a simple vista, no diferente a cualquier otra, aunque por dentro seguramente guardaba un sofisticado sistema de seguridad, supondría un reto, pero en las calles había aprendido algún que otro truco sucio.

—¿Buscabas algo ahí dentro?—le preguntó el hombre poniendo la mano sobre la manija.

Alzó la vista entre sorprendido y asustado, su expresión no demostraba enfado, ni siquiera irritación, sin embargo podía percibir en su porte un enorme disgusto.

—Sólo estaba inspeccionando…—respondió, descubrió que ni siquiera sabía su nombre—. ¿Cuál es tu nombre?

—Claude Faustus—. Contestó sacando de su bolsillo una llave y metiéndola dentro del cerrojo, abrió la puerta y encendió las luces—. La gente guarda secretos—agregó entrando dentro de la recamará que estaba llena de cuadros. Las pinturas iban desde hermosas obras de estilo impresionistas o naturalistas hasta grotescas figuras sin forma, había todo tipos de estilos e inmensidad de temas.

Alois corrió hasta un cuadro, yacía arrinconada en una esquina cubierta casi en su totalidad por otras obras.

—¿Cómo se llama esta?

La sorpresa inicial había dado paso a un interés por el cuadro, le recordó a Luka desde el primer momento en que lo vio.

—No tiene nombre, no se lo he puesto aún.

—En serio, ¿Por qué? Tenía entendido que todos los artistas le ponían nombre a sus obras o ¿Eres un coleccionista?

Pasó los dedos sobre la pintura, sin importarle que fuera una falta de educación o pudiera dañarla. En el lienzo se apreciaba una casita de campo y al lado de estas un grupo de niños que jugaban alegremente, giraban en un círculo…fuera de allí no había nada, sólo tinta negra…la pintura le producía una alegría inmensa, si el mundo fuera así de simple no tendrían que pasar tantas cosas.

—Por ahora no tiene nombres—agregó Claude detrás de él. Sonrió divertido, el silencio y apatía de ese hombre le ocasionaba gracia—. Lo hago por entretenimiento, no las comercializo.

—Ya veo… ¡Aún así me parece que son demasiado buenas, tienes mucho talento!

—La cena estará lista dentro de poco, vete a bañar para que estas listo.

—De acuerdo—refunfuño de mala gana y entró al cuarto de baño.

SEBASTIÁN

Tenía por costumbre no pensar en absolutamente nada cuando tocaba, en el segundo en que decidía ponerse frente al piano y recordaba aquella melodía que deseaba interpretar todo en el mundo desaparecía, incluso él mismo, sólo la música y el dulce sonido que producía existían en su mundo. Su maestro le enseño a hacerlo de esta manera y durante toda su vida creyó que había aprendido bien, mas sin embargo estaba equivocado y ese pequeño heredero se lo acababa de demostrar. Por mucho que intentaba concentrarse, no podía arrancarse de la cabeza la imagen de ese niño: orgulloso, altivo, arrogante…

Continuó tocando mientras repasaba la terrible historia de la familia Phanthomhive. Una organización criminal había irrumpido en el automóvil familiar y asesinado frente a la esposa e hijo único a Vincent, el padre, y llevado consigo al menor de once años. La madre enloqueció ante el impacto, días después la Policía atrapó a los secuestradores tras pagar el rescate, para entonces el muchacho ya había sido asesinado según dijeron los culpables. Meses después fue encontrado semimuerto en un basurero, débil, maltrecho, desnutrido, con signos de abuso físico y sexual, pero aún vivo. Tras esto por respeto a la víctima y la familia el caso se había tratado con el más absoluto hermetismo.

Cuando Ciel Phanthomhive se presentó frente a su departamento semanas atrás, vio a un chiquillo con voluntad y deseos de salir adelante, a pesar de todo lo que había pasado y sus esfuerzos por aparentar fortaleza, continuaba pareciendo un niño débil y temeroso; en cambio al adolescente independiente y altivo que esa noche la atendió no era el mismo, ciertamente esté era mucho más interesante.

Terminó de tocar, se puso de pie y observó a la mujer de cabellos rubios que yacía sobre la cama. Murmuraba un par de cosas, creía que era su esposo.

Decidió que aceptaría el trabajo y no por él patético ser para el cual habría de interpretar música, sino por ese muchacho.

—Ciel…—murmuró relamiéndose los labios.

Ese niño sería su fuente de inspiración y tenía la plena seguridad de que le enseñaría algo más que música.

Bajo a la primera planta, una empleada le dijo que el Señor estaba indispuesto esa noche y lamentaba no poder comunicarle personalmente lo complacido qué se encontraba con su trabajo y si gustaba podía empezar mañana mismo. También qué sino tenía un lugar en el que alojarse esa noche las puertas de la Residencia Phanthomhive estaban abiertas.

Rechazó la invitación cortésmente, independientemente de la decisión que tomará había decidido ir a vivir sus últimos días a ese lugar, su familia poseía una pequeña propiedad en comparación con el tamaño de la mayoría de los dominios de esa zona, en donde planeaba alojarse, tendría que limpiar y le llevaría un par de días tener todo listo, pero no representaba ningún problema.

Se despidió y marchó en su automóvil, por un par de horas Alois Trancy estuvo fuera de su cabeza, pero ahora volvía a acosarlo. Lo había visto un par de veces antes en la casa de citas, era un chico silencioso y arisco la mayor parte del tiempo, con una mirada burlesca y hasta agresiva. Jamás fue digno de su atención, no obstante era conocedor de la reputación que le presidía y de lo bien qué le iba su apodo: "La Mariposa", podía convertirse en el ángel más puro y encantador que fueras capaz de imaginar y segundos después en el más malvado y cruel diablillo, una metamorfosis total, por supuesto que él nunca lo comprobó, ni quiso hacerlo.

Pisó el acelerador, pero se detuvo…

Un hombre estaba sacando la basura, sonrió complacido, reconocería esas gafas donde fuera.

Se estacionó al borde de la banqueta y bajo la ventanilla.

—Claude, que gusto verte por aquí.

Disfrutó con la mueca de pura aversión que Claude le dirigió, en otros tiempos habían sido buenos amigos, pero ahora…

—Sebastián…No esperaba encontrarte por aquí. Si me disculpas, no tengo tiempo.

Ese tipo tenía personalidades múltiples, además de un talento nato para la actuación; sino le conociera a fondo habría desistido de su intento de molestarlo ante tan apática respuesta.

—Sabes que vamos a ser vecinos—. Y señaló con la mirada a la casa junto a la mansión Phanthomhive—. No imagino otra mejor manera de despedirme de este mundo que no sea viendo tu rostro. Por favor no te emociones, más tarde tendremos para halagarnos.

Sin escuchar la respuesta, cerró la ventanilla y se llevó consigo el rostro de sorpresa de Claude, si tenía suerte lo vería durante un par de días antes de que su más eterno enemigo abandonará a toda prisa el poblado.

Recordar viejos tiempos siempre aliviaba el estrés.

CLAUDE

Lavó los tomates con que prepararía la salsa y puso la pasta a hervir. Sus acciones siempre estaban justificadas por un porque, sin embargo había invitado a ese niño a entrar dentro de su casa sin alguna causa que justificará su actuar. Analizaba dentro de si la posibilidad de que su motivación fuera asesinarlo cuando recordó que no había toallas dentro del cuarto de baño, recogió un par de su recámara y se encaminó al baño a toda prisa, sin molestarse en tocar entró.

—Aquí te dejo…

Y la puerta que separaba la regadera del resto se abrió, la figura del chico apareció ante si, completamente desnudo.

—¿Esto es lo que tú quieres?—preguntó el muchacho recargándose sobre su pecho—. Tú me deseas a mí, no quieres mi compañía, tampoco ayudarme…tú sólo deseas mi cuerpo.

Sintió la húmeda del cuerpo sobre su ropa, reconocía lo mucho que él chico se esforzaba por parecer atractivo, pero no lo hacía por voluntad propia, sino obligado. Había millones de historias como la que ese muchacho seguramente cargaba, no tenía por que sorprenderse o fingir una piedad y dolor que no sentía, tampoco le mentiría, su cuerpo a pesar de que debía reconocer era bastante atractivo no representaba ninguna tentación.

—Cúbrete, te vas a resfriar.

Y le colocó la toalla sobre los hombros, Alois se apartó de él lentamente y cayó de rodillas al suelo, empezó a llorar.

—Sino quieres esto de mi, ¿Qué es lo que quieres? Mi cuerpo, todos lo desean… ¿Lo entiendes, no? ¡Todos! Es lo único que tengo que realmente vale la pena…entonces…—un gemido ahogo las palabras de Alois—. ¿Qué es lo que quieres?—gritó alzando la cabeza al borde de la histeria.

Se arrodilló hasta quedar a su nivel y con una afectuosa sonrisa le respondió.

—Yo aún no sé lo que quiero de ti.

Y no mentía, en verdad no lo sabía.

—Termina de bañarte.

Tras esto salió del cuarto del baño, el muchacho bien podía creerle o no; él decía la verdad, porque tarde o temprano al igual que otras tantas cosas en la vida, cuando hubiera cumplido su función, sea cual fuera este, le eliminaría.

Regresó a la cocina y terminó de preparar la cena, tomó un par de bolsas y sacó la basura, detestaba la suciedad y el desorden.

Apenas y pudo sostener la seriedad que siempre le había caracterizado al encontrarse frente a Sebastián, Hope City era el último lugar donde esperaba encontrarlo; seguramente se iría dentro de poco, evadir e ignorar sus comentarios al menos una vez no significaría un gran sacrificio.

—Sabes que pronto vamos a ser vecinos—le escuchó decir antes de que encendiera el motor y se estacionará a unos cuantos metros. Suspiró hondo mientras asimilaba la noticia, lo mejor era marcharse de ese poblado cuanto antes, pero eso sería igual a huir y admitir su derrota; ajustó sus gafas y regresó a su casa; la lasaña amenazaba con quemarse.

Se encontró con Alois en la cocina, estaba envuelto en una bata de baño qué le quedaba demasiado grande, hojeaba un libro de cocina sin aparente interés.

—¡Claude!—exclamó al verlo entrar, corrió hasta él y señalándole con el dedo le mostró una receta—. ¿Tú puedes cocinar esto?

Leyó en voz alta el nombre y asintió con la cabeza.

—Hochepott—. Era un platillo de origen francés, nunca antes lo había preparado, pero si seguía las instrucciones no tendría problema alguno.

—¡Espléndido!—. Alois bajó los hombros y cerró el libro. Ese chico era un tanto extraño, no necesitaba más de cinco minutos junto a una persona para predecir sus actos y adivinar sus pensamientos, el movimiento corporal los delataba, pero ese niño continuaba sin mostrarse por completo, mantenía una espléndida actuación, no bajaba la guardia ni siquiera un momento—. Tengo sueño…—susurró el chiquillo tallándose los ojos y lanzando un gran bostezo.

—Hay una cuarto de huéspedes, si lo deseas puedes dormir dentro de ella.

—Esta bien, supongo que debo de…

Observó en ese preciso instante el cuerpo del muchacho desvanecerse, alcanzó a tomarlo en brazos; tenía el pulso estable, por debajo de lo normal, pero nada de lo que preocuparse, sólo estaba algo débil. Lo llevó hasta la habitación de huéspedes y depositó en la cálida cama.

Le observó fijamente dormir, mientras continuará siendo un chico interesante lo tendría a su lado, cuando perdiera utilidad…bueno, con el tiempo improvisaría.

Apagó las luces y se marchó, aun quedaban muchas cosas que planear.

CONTINUARÁ…

Hola, se qué es medio estúpido que saque un fic en este momento cuando tengo abierto el de Lazo eterno, pero…pero no podía resistir la idea de escribir esto. Así que chicas si quieren arrojar tomates, adelante…la idea puede parecer retorcida y medio enferma, pero…comprendo sino les gusta. Surgió mientras leía un reportaje sobre asesinos seriales y demás…

Esto estaba concebido para ser un one—shot y tiene la particularidad de que las escenas están narradas desde el punto de él vista de cada personaje, algo así como segunda persona. Es la primera vez que trabajo de esta manera y probablemente sea la última. Lo iba a dejar como un one—shot, pero iba a quedar muy largo…así que lo dividiré a lo sumo en tres capis, espero no tener más.

Los personajes están un poquito OoC, me cuesta mucho captar la esencia psicópata de Claude a decir verdad.

Y bien, como siempre me despido haciéndoles saber que cualquier, crítica, comentario, queja, sugerencia, etc., será bien recibida.

Gracias por leer.