Cáp. 8: Te escucho…
La noche comenzaba a despedirse. Podía ver claramente como los rayos del sol se asomaban tímidamente por entre los árboles. El aroma del agua del río se filtraba desde el exterior mezclándose con el de las cicutas y los helechos. También podía percibir el olor del asfalto húmedo y el suave murmullo de las aves. Todo parecía estar en paz. La delgada mascara de tranquilidad que nos cubría al menos servía para crear un ambiente agradable para él.
Me encontraba sentada al borde de la cama que era ocupada por el dueño de mi alma. Edward había dormido sin pausa desde que nos montamos en el coche. Estaba un poco preocupada por él. Tal vez se había enfermado. El día anterior se había mojado mucho…Se veía tan pacifico dormido entre las sábanas, tan hermoso. Anhelaba poder recostarme junto a él y dormitar a su lado. Esperar hasta que despierte y poder decirle "Buenos días". Era un lastima el que no pudiera quedarme hasta entonces. Carlisle había dicho que debía estar a orillas del Lago Lewis para el alba.
Nos reuniríamos ahí con Miriam, una vampira de unos trescientos años más o menos. Ella mantenía la dieta tradicional de nuestra raza por lo que sus ojos eran de un vivo color carmesí adornados con espesas pestañas oscuras, su cabello negro caía liso sobre sus hombros enmarcando su rostro asemejándola a algunas de las criaturas hermosas de las leyendas celtas. La conocimos hace siete décadas cuando Edward y Emmett habían insistido en hacer un recorrido por toda la extensión del río que bañaba a Yelm. Fue una de esas ideas extrañas teniendo en cuenta que desemboca en lagos que se unían a otros lagos así que fue un viaje considerablemente largo.
A regañadientes salí de la habitación dándole una última mirada como despedida. Él era mi mundo y mi vida. Aún no podía creer que había vuelto a mí. Tenía tanto que agradecer…
Cerré la puerta tras de mí lentamente y sin ruido. Emmett estaba ahí esperando por "Instrucciones", como él le llamaba a los favores que yo le pedía.
─Entonces, Bella ─dijo─ ¿Qué debo hacer?
Le sonreí agradecida.
─Sólo cuida que se alimente, que no salga de la casa y que no vea a nadie que no sea de la familia.
Ladeó la cabeza visiblemente confundido. Suspiré frustrada. No tenía ningún deseo de explicar eso en particular.
─No quiero que los de Denali lo vean…
Emmett me miró y luego soltó una estruendosa carcajada, seguramente despertaría a Edward.
─¡Estás preocupada de que Tanya se le meta por los ojos!
Iba a replicar pero en seguida supe que no tenía sentido hacerlo. Él ya me había descubierto.
─Tú sabes, hermano ─enfaticé la palabra hermano para que entendiera que esto era importante─, que ella ya lo intentó hace tiempo. Si lo ve lo intentará de nuevo y…
─Realmente no deseas decapitar a nuestra prima, ¿Cierto? ─asentí─ ¡Esa es una vil mentira! ─rió de nuevo─.
─Estas divagando, Emmett ─le gruñí─.
─Nada de eso Bella. Llevas décadas queriendo desmembrarla. No se como es que aún no lo has hecho…
Su risa estaba logrando irritarme a sobremanera. Debía estar en calma para la reunión pero en vez de estar corriendo hacia el lago estaba aquí discutiendo mi instinto asesino con mi depravado hermano mayor.
─Se me hace tarde, Emmett ─dije en modo de despedida─.
─Ojala todo resulte bien. Y…
─¿Y qué?
─Sabes que si decides, un día de estos, matar a Tanya, nosotros te ayudaremos, ¿Cierto? Ya sabes, Rose y yo…
Enarque una ceja mitad incrédula, mitad extasiada. Sabía perfectamente porque él, Rose, Alice e incluso Jasper estaban más que dispuestos a ayudarme a destruir a Tanya. Hace varías décadas, Alice tuvo una visión extraña en la que aparecía Renesmee en medio del bosque siendo asechada por la vampira del cabello del color de las fresas. Nos asustamos mucho porque para mi hermana era difícil ver a mi hija y la imagen en su mente había sido tan clara… pero vigilando a Tanya notamos que ella quería "asustarla". Por supuesto ninguno de nosotros le creyó. Jasper había sentido más de una vez su deseo de sangre cuando estaba cerca de mi niña. Aunque no esperamos a que la visión se volviera realidad para asegurarnos. Le prohibí a Renesmee el salir sola a cualquier parte, debía ir con alguno de sus tíos o de los Quileutes, cualquiera que pudiera mantenerla a salvo… y sobretodo, le prohibí acercarse a Tanya.
Me despedí de él con un asentimiento y una sonrisa y salí hacia Briar Street con calma asegurándome de que aún estaba vacía la calle. Decidí ir corriendo ya que estaba atrasada y el viaje en coche tardaba treinta minutos a lo menos. Me lancé como un bólido hacia el Noreste evitando mojarme al cruzar el río de un salto. El olor de este bosque era idéntico al de Forks, claro que el Olympic National Park estuviera a tímidos treinta minutos corriendo a velocidad vampírica tenía mucha responsabilidad.
Estaba más que ansiosa. Las cosas habían pasado demasiado rápido el día anterior. De un momento a otro pase de querer alejarme de Edward a desesperarme ante el hecho de que pudieran alejarlo de mí.
Emmett había tardado dos horas en llegar a Yelm tomando la 101 por Port Angeles. Era una suerte que Edward se haya dormido tan pronto, no quería ni imaginar su expresión al notar la manera de conducir de mi hermano. Sin embargo, todo ese tiempo nos permitió oscilar entre una opción y otra. En ocasiones pensar mucho no ayuda en absoluto…
Esta era la peor crisis a la que nos habíamos enfrentado. La exterminación… si la guardia de Aro nos encontraba estaríamos acabados. Ahora no enviaría a doce simples vampiros, buscaría la forma de neutralizarme y de dejarme fuera de combate para poder someter a mis hermanos.
Carlisle había sido sincero conmigo. Me había dicho que era poco probable que sobrevivamos en esta ocasión y que si lo hacíamos tendríamos que prepararnos para lo que vendría después. Si sobrevivíamos ahora, Aro encontraría otra forma de vengarse tarde o temprano.
─Solo estamos ganando más tiempo, Bella ─me había dicho─. Esto no terminara hasta que estemos muertos.
Gruñí.
─O que él este muerto ─meditó Emmett de manera ausente─.
Me tensé cuando me di cuenta de que tenía razón. No estaríamos a salvo mientras Aro continuara con vida. Pero Carlisle no nos permitiría matarlo al menos que sea nuestra única opción. A pesar de todo, él lo seguía considerando su amigo.
Matar a Aro era una idea lo suficientemente tentadora como para desviar mi atención por un momento del muchacho humano acostado en aquella pequeña cama.
La casa en Briar Street fue comprada por Jasper hace mucho tiempo bajo no sé que nombre. Lo había hecho porque era, como él lo llamaba, un sitio estratégico. Olympic Park, Fort Lewis y Mount Rainier se encontraban relativamente cerca permitiéndonos más lugares de encuentro, batalla o huída. Desde que los Vulturis nos habían "visitado" hace un siglo, él había estado especialmente interesado en encontrar un lugar en el cual pudiéramos refugiarnos, e incluso, pensó en un lugar lo suficientemente grande para que toda la manada viniera con nosotros.
Los lobos estaban preocupados por su gente en La Push. Temían que el enemigo los atacara aprovechando su ausencia, pero ahora que ellos no estaban en la reserva nos era sumamente fácil, a Alice y a mí, mantenerlos vigilados.
Ya podía percibir el olor del agua dulce mezclándose con el aroma de mi familia y el de los lobos. También percibí la presencia de los del clan de Denali y de otro grupo de tres vampiros. Una de sus esencias le pertenecía a Miriam pero desconocía las otras dos.
Al llegar ocupé mi lugar a la izquierda de Carlisle con gesto indiferente. Jasper y yo habíamos adoptado el papel de los integrantes serios y desinteresados. El dolor por la perdida de Edward me había dado un semblante inexpresivo y algo desorientado. Sin embargo, en estos asuntos, jamás había perdido detalle alguno.
Junto a Miriam estaban dos vampiros varones. Uno de ellos era de aspecto menudo, sentí un deje de compasión hacia él. No parecía tener más de catorce años cuando fue transformado. Sus mejillas aún eran adornadas por lo hoyuelos de la infancia, su cabello castaño caía en mechones sobre su frente. De haber sido moreno me habría recordado al joven Jacob la primera vez que lo vi frente a la hoguera en First Beach. El otro era algo más alto que Miriam. Tenía el cabello cenizo y una mirada vigilante. Su cuerpo evidentemente musculoso permanecía tenso, podía adivinar su incomodidad y también el motivo de ella. Nueve lobos gigantescos no hacen que un vampiro se sienta como en casa, aunque efectivamente esa sea su casa.
─Carlisle ─llamó Eleazar─ ¿Podrías decirle a Bella que deje de bloquearnos?
No obedecí. Carlisle no me obligaría.
─Es necesario ─respondió simplemente─.
─Bella… ─insistió y tuve deseos de gruñirle─.
─Es para la protección general, Eleazar ─dije restándole importancia─. Mientras mantenga mi escudo somos virtualmente ilocalizables. No voy a arriesgar a mi familia ni a ninguno de los presentes.
─Ya corrimos suficiente peligro ─argumentó Alice con su voz cantarina─.
Eleazar asintió a regañadientes. Le frustraba el que no le permitiera hurgar en los poderes de los demás pero ya habría tiempo para eso. Carmen frotó su brazo amorosamente mientras Tanya me siseaba molesta. Kate y Garret se mantenían sin mayor participación. No dudaba de estos últimos ya que son valientes y este también era su estilo de vida pero podía percibir, no sabía de quién, un sentimiento extraño. Mi escudo saboreaba su indecisión. Eso era peligroso. No podíamos arriesgarnos a una traición…
─Sé que los trajo aquí, Carlisle y Eleazar ─comenzó Miriam─, recibí las noticias e instrucciones de Aro.
─Entiendes, entonces ─dijo Carlisle─, que necesitamos tu ayuda.
─Lo entiendo. Y yo te ayudaré. No porque seamos amigos sino porque es totalmente injusto lo que él pretende haceros. Los vegetarianos son menos peligrosos que los tradicionales.
─Ustedes no ponen en peligro a nadie ─aseguró el hombre de cabello cenizo─. Nosotros apoyaremos la desición que tomen pero necesitamos que hagan algo.
Rosalie gruñó. A ella no le agradan este tipo de cosas.
─Ustedes dirán ─asintió Eleazar─.
─Los lobos deben dispersarse o alejarse al menos si es aquí donde pondrán su base. Su olor es demasiado fuerte como para que ellos no lo noten lo cual en cierto modo es favorable.
─Si los lobos avanzan hasta Mount Rainier su olor cubrirá todo el bosque y neutralizará el nuestro hasta cierto grado ─continuó Miriam─. Nos convendría que fueran y vinieran constantemente.
─En ese caso ─dijo Jasper─, deberían avanzar hasta Forks para crear el motivo de sus movimientos continuos.
Miré a Jake quién asintió con la cabeza.
─Aún tenemos tiempo antes de que la guardia venga por nosotros ─aseguró Alice─. Todas estas cosas necesitan responder al protocolo.
─Es cierto ─apoyé─, pero no pasará más de un mes antes de que estén aquí.
Todos asintieron.
De ese punto en adelante la conversión se resumió a los puntos generales del plan en primera instancia. Se dividieron las actividades entre los clanes asegurándome de que los de Denali estuvieran lo suficientemente lejos de nosotros para que no vieran a Edward.
Ellos de asentarían en Surprise Valley a unos 29 Km. de Yelm. Una distancia prudente según había dicho Jazz mientras regresábamos a casa en Briar Street.
─Fue una suerte que Eleazar no insistiera en quedarse aquí ─dijo Rose mientras saltaba los troncos caídos de varios árboles─. Habría sido difícil mantener a Edward alejado de ellos.
─Cierto ─dijo Esme luego dudó─. Sé que no soy la más perceptiva de la familia, pero, noté algo extraño en Tanya y Eleazar durante este encuentro.
─La tensión no es una buena compañera, amor ─le susurró Carlisle─. Ellos están asustados…
─Debemos hablarlo con calma ─les dije, ellos asintieron─.
Nos detuvimos a orillas del río. Debíamos limpiarnos y ordenarnos antes de entrar a la casa. Había sido una suerte que el día se mantuviera nublado y que no lloviera, el día anterior habían permitido que Edward nos viera en un estado lamentable.
Me apoyé sobre un tronco caído justo frente a Carlisle. Debíamos hablar sobre lo que había ocurrido. Las emociones que capte en los de Denali me estaban preocupando. Jasper permaneció impávido mientras nos mirábamos los unos a los otros evidentemente ansiosos.
─Tanya hará lo que diga Eleazar ─aseguró Alice─, así que es de él de quién debemos cuidarnos.
─Eleazar abandonó por un motivo a los Vulturis ─lo defendió Carlisle─, él no sería capaz de traicionarnos.
─Tal vez no lo haría a propósito… ─murmuró Esme─. Pero de todos modos debemos estar atentos.
Asentimos.
Cuando llegamos a casa Emmett nos esperaba junto a la puerta. Apenas me vio señaló hacia la sala donde permanecía uno de los pianos. Edward estaba ahí mirando por la ventana con gesto ausente. Me acerqué intentando hacer ruido para que me notará pero él ya lo había hecho. Sus ojos verdes me miraron fijamente antes de terminar de dar el primer paso hacia el interior de la habitación.
─¿Cómo? ─murmuré─.
─Sabía que eras tú ─se encogió de hombros─. Tu aroma es difícil de ignorar o confundir…
¡¿Cómo? ¡¿Qué había dicho?
Le sonreí aparentando calma.
─¿A sí? ─me senté cerca de él─. Entonces, genio, ¿Hace cuanto que llegué?
─Hace un momento. Una brisa del exterior trajo tu olor consigo.
Alcé una ceja confundida. Este Edward era realmente extraño.
Eché un vistazo por el lugar deteniéndome en el piano de cola negro. Si mal no recuerdo, él me había dicho que sabía tocar. Mi corazón muerto se removió en mi pecho ante la posibilidad de oírlo de nuevo.
Me senté en la banquita y palmee el lugar a mi lado. Él me sonrió mientras se unía a mí.
─¿Algo en especial que quieras tocar? ─pregunté─
Él dudó un momento.
─De hecho, si.
─Quiero oírlo…─le animé─.
Edward acarició las teclas con suavidad. Nada en todos mis años podría haberme preparado para lo que siguió. Del instrumento comenzó a sonar una tonada maravillosamente familiar. Era mi nana. La nana que mi Edward me había escrito hace tanto tiempo como recordatorio de su amor por mí. El aire se me atoró en la garganta, los ojos me picaban frustrados por no poder derramar las necesarias lagrimas, sentí como mi cuerpo se convulsionó levemente y oí el sollozo que abandonó mis labios ante la dulce melodía que llenaba la sala. Noté como mi familia corrió hasta la habitación para asegurarse de que lo que estaban oyendo era real. Se sorprendieron aún más cuando vieron que no era yo quién tocaba para él sino que era él mismo quién lo hacía.
Carlisle y Esme nos observaron con infinita dulzura y en un segundo todos se habían marchado. Llevé mis manos a mi rostro para apagar los sollozos. Edward dejo de tocar y se giró completamente hacia mí.
─¿Qué va mal, Bella? ─me preguntó ansioso─. ¿No te gusta?
Negué con la cabeza.
─Es hermosa, Edward. ¿Tú la has escrito?
Asintió y luego se ruborizó un poco.
─Es para ti…
Lo miré fijamente incapaz de ocultar la adoración que sentía por él y la felicidad que me embargaba.
Te amo…
Deseaba tanto decir esas dos palabras en voz alta, pero aún era pronto. A mis ojos no le importaba al parecer, porque estaba segura de que él vería todo lo que sentía si seguía mirándome de esa manera.
─Continúa… ─le pedí─.
Él se giró hacia el piano nuevamente y la melodía resurgió. Tan dulce, tan suave… me la estaba obsequiando otra vez. Me pregunte si, al igual que entonces, junto a la melodía también me estaría entregando su corazón…
Me permití soñar con ello por un momento. Con el poder volver a llamarlo mío. Hacía tiempo que no era tan feliz…
Zaluiiiot00sss disculpen la tardanza pero…. Me cambie de ciudad! Ahora vivo en una mas grande y mas contaminada buu! Pero esta mas ekipada algo es algo jajajajja
Besoo00sss
