NdA: Dos canciones me han ayudado a escribir esta escena. "Aerith's Theme" para la primera parte y "Al lis full of love – Bjork". Os recomiendo escucharlas mientras leéis.
Capítulo 12: Avant ce soir
PDV de Fay
Cerré los ojos un breve momento y antes de que pudiera entender qué ocurría, me hundí en la oscuridad de la inconsciencia. Todo era negro. No podía oír nada. No podía sentir nada. No podía notar ningún movimiento de mi cuerpo. Ni siquiera un latido de mi corazón. Ni siquiera una pequeña bocanada de aire. Fue extraño lo rápido que regresó todo eso cuando la conciencia se filtró entre la negrura, despertándome lentamente.
"… sus heridas se curarán con el tiempo, pero el movimiento de su brazo derecho nunca volverá a estar completamente al 100%..." la voz extraña resonó a mi alrededor, apagándose tan rápido como había venido.
"… deberías dormir un poco, hace días que no te has separado de él…" dijo una nueva voz después de unos minutos de silencio.
"No me importa…" respondió una voz áspera, sobreponiéndose a la anterior. "Quiero quedarme con él… y quiero estar aquí cuando se despierte…"
Esas voces… ¿por qué me parecían tan familiares? Quería preguntarlo, quería saber quiénes eran y por qué estaban allí… ¿De quién estaban hablando? ¿Cuántos días habían transcurrido? Todo era tan confuso… era como si estuviera atrapado en la nada, alzando mis manos para tocar algo, algo que me mantuviera derecho, algo familiar y seguro… pero no encontraba nada más que aire. Quería cerrar mis dedos alrededor de algo y sentirlo, sentir esa seguridad. Mi vista pareció dar vueltas durante un momento antes de que pudiera tomar aire.
Oxígeno… viajó por mi cuerpo y refrescó mis miembros. Miembros que ahora podía sentir y sobre los cuales parecía tener control. Sentí que mis dedos se movían un poco y noté algo. Apreté ese objeto con las puntas de mis dedos con tanta fuerza como pude. Era tierno, como plumas y seda. Quería no soltarlo jamás. Esa sensación de algo... hacía que mi corazón se hinchara. Fue entonces cuando todo regresó a mí. Ashura… sentí una punzada de pena ante eso. Se había ido de verdad… junto con la pena llegó el alivio. Podía ver una luz dorada a través de mis párpados. Parecía colarse entre las cortinas negras que me habían envuelto durante tanto tiempo y brillaba sobre mí, como si me invitara a atravesar las cortinas.
Noté que mis párpados temblaban y se movían un poco, permitiéndome ver mis espesas pestañas. Cerré los ojos otra vez, un poco doloridos por la claridad. ¿Por qué estaba tan cansado? Me sentía como si llevara una eternidad durmiendo... así que ¿por qué estaba aún tan débil? Ahora estaba tan cálido… como si estuviera disfrutando del sol de verano, saboreando la sensación de éste haciéndome cosquillas en la piel, actuando como unas manos cálidas sobre mi mejilla y mi cuello.
Me encogí un poco al notar una pesada mano cálida sobre mi frente, apartándome lentamente el pelo de los ojos, aunque algunos mechones cayeron de nuevo sobre mi frente y me hicieron cosquillas.
"Eh…" susurró la voz, desvaneciéndose un momento, como si tuviera la cabeza metida bajo agua, rompiéndose en fragmentos a medida que parecía subir a la superficie y volver a hundirme. "¿… puedes oírme? ¿Estás despierto…? Puedes oírme... abre los ojos..."
Esa voz... Mis labios (que ya no sentía como propios) se abrieron un poco y una voz extraña emergió de mi dolorida laringe. "Kuro...gane..." conseguí decir, apartando lentamente las cortinas al abrir los ojos. Todo seguí siendo tan brillante, pero esta vez no pueda cerrar los ojos… porque encontré su mirada. Su cariñosa, ansiosa, curiosa y adorable mirada.
Sus ojos de color rubí se clavaron en los míos mientras su mano acariciaba lentamente mi frente mojada y luego pasaba sus dedos por mi mejilla. El alivio brilló en sus ojos y pareció soltar un silencioso suspiro aliviado, reponiéndose rápidamente.
"Eh…" murmuró, inclinándose para poner sus labios sobre la punta de mi nariz. Arrugué la nariz, pero el movimiento pareció agotar mi cerebro y me hizo sentir mareado por un momento.
"Eh…" respondí, intentando parecer despreocupado, como si me hubiera despertado de quedarme dormido hasta tarde en un fin de semana o algo así. Aunque me parecía más que eso. Como si hubiera estado durmiendo durante meses. Aparté la mirada del rostro de Kurogane por un momento para echarle un vistazo a la habitación. Era rara… las paredes eran de un cálido rojo y había un jarrón blanco sobre la mesita de noche junto a mí lleno de rosas escarlatas. Tomé aire e inhalé el dulce y hermoso perfume de las flores.
"Eh… Perrote…" sonreí débilmente y el movimiento de mis labios me pareció que me rompía la cara debido al dolor que causó en los músculos de mis mejillas. "Creo que ya no estamos en Celes…"
Kurogane me sonrió con un ligero brillo en sus ojos. "He echado de menos tu penoso sentido del humor, mago," dijo en voz baja mientras pasaba su pulgar suavemente sobre mis cansados párpados, como si intentara apaciguar la sensación de pesadez que sentía. Resultaba una lucha el simple hecho de mantener los ojos abiertos. "¿Cómo te encuentras?" añadió después de una pausa con un tono serio y frunciendo el ceño mientras me miraba. No pude evitar ver cómo su mirada se paseaba rápidamente por mi cuerpo, al parecer atraída hacia mi brazo derecho. Lo miré de reojo. Mi brazo estaba en un cabestrillo atado alrededor de mi cuello y vendado desde la palma de la mano hasta el hombro.
"Me siento aturdido y feo," quise decir, pero al final simplemente dije: "Estoy genial, gracias por preguntar."
Pareció haber oído mi primera respuesta dentro de mi mente, ya que me tocó el dorso de la mano derecha con cuidado. Ese pequeño contacto pareció enviar un dolor agudo por todo mi brazo. Me mordí el labio inferior con fuerza para contener una mueca, cualquier cosa que pudiera indicarle la agonía que sentía.
"Me tuviste realmente preocupado por un tiempo, mago," dijo Kurogane lentamente, como si hablara para sí mismo, mientras me sostenía la mano izquierda y entrelazaba nuestros dedos (cosa que hizo que me sonrojara violentamente para mi desgracia). "Perdiste el conocimiento y yo… ¡pensé que estabas muerto! La Princesa casi se desmaya al pensar que habías dejado de respirar. Yo mismo estuve a punto de hacerte el boca a boca… entonces vino el doctor y nos indicó que aún respirabas y que deberíamos haberte comprobado el pulso en vez de sacar conclusiones precipitadas y entrar en pánico." Me dirigió una sonrisa de medio lado al decir eso, con los ojos nublados, perdido en el recuerdo. "Tu brazo derecho está en un estado penoso, mago. El doctor dijo que si no hubieras sido atendido entonces, habrías perdido el brazo. Dijo que el movimiento nunca volvería a ser el mismo, pero que después de unos meses deberías ser capaz de sostener una espada de nuevo… aunque no se puede decir que antes fueras un buen luchador. También te rompiste una o dos costillas y estás lleno de morados. Estás hecho un desastre."
Hice un puchero tan grande como mis doloridos labios me permitieron. "Caray, sabes muy bien cómo hacerme sentir querido, Kuro-puu…" me callé haciendo una mueca y cerrando los ojos con fuerza.
"¿Qué pasa? ¡Mago!"
Abrí los ojos y vi que Kurogane se había levantado y que sus manos estaban sobre mí, moviéndose frenéticamente hacia mis costados, acariciándolos como si intentara calmarme. Bueno, no fue un intento, puesto que funcionó.
Sonreí con poco entusiasmo. "Eh… tienes bolsas bajo los ojos. ¿Que no has estado durmiendo bien, Kurger-burger?"
Kurogane parpadeó. Pareció contenerse para no darme una colleja. En vez de eso, eligió tirarme juguetonamente del pelo, dejándose caer de nuevo en su silla. Cogió un pañuelo, al cual dirigió una mirada desaprobadora ya que tenía dibujos de flores de cerezo, y me secó las gotas de sudor de la frente.
"Mmm, huele a fresa," me burlé, intentando distraerme del dolor del brazo. "Déjame adivinar… los elegiste tú, ¿verdad, Kurgy?"
Kurogane parecía estar luchando entre el acto maternal y el contenerse para no hacerme más daño.
"De hecho, la Princesa y el bollo los escogieron," masculló, sentándose de nuevo y tirando el pañuelo a la papelera que había junto a la mesita. Se cruzó de brazos. Hice un mohín y estiré mi brazo izquierdo, doblando y estirando los dedos de un modo infantil.
"¿Ya no quieres sostener mi mano, Kuro-puu?" pregunté, intentando no reír ante su perpleja expresión.
Sus mejillas se sonrojaron y no dijo nada mientras volvía a cogerme la mano y entrelazaba nuestros dedos, acariciándome el dorso de la mano con el pulgar. Sonreí triunfalmente. No me devolvió la sonrisa, sino que mantuvo los ojos fijos en nuestras manos. Vi que torcía la comisura de sus labios.
"¿Qué pasó entonces? Después de que me desmayara, quiero decir." Rompí el silencio, temeroso de que, si ninguno de los dos hablaba, mis ojos se cerraran y volviera a quedarme inconsciente. ¿Por qué estaba tan cansado?
"Bueno, no gran cosa," respondió Kurogane con los ojos aún fijos en nuestras manos. "Me he pasado tres semanas aquí sentado… esperando que despertaras…"
"¿Tres semanas?" exclamé, incorporándome sólo para volver a caer sobre las almohadas con una mueca contrariada.
"Quédate tumbado," ordenó Kurogane con tono firme pero tierno, mirándome finalmente a los ojos antes de apartar la mirada mientras su sonrojo se extendía y pasaba a un rojo profundo. "Además, dijiste algunas cosas mientras dormías…"
"¿De veras?" fue mi turno de sonrojarme.
Kurogane parecía contento de tener esa información, ya que una sonrisa se extendió por su rostro. "Sí, claro. No parabas de decir que me amabas… y que querías helado de fresa y querías compartirlo."
Fruncí el ceño. "Eso no suena muy bien," murmuré.
Kurogane se rió. "Bueno, quizás no entendí bien el sabor," admitió. "Pero te encanta el helado. Te compraré un poco, si quieres."
Noté que mis mejillas se encendían y aparté la mirada.
El ambiente se quedó en silencio, aunque fue roto por las suaves risas de Kurogane. "De veras te he echado de menos… Fay," dijo pensativamente después de una pausa. "No era lo mismo sin ti…"
"Kuro-puu…" me giré para mirarlo, notando que los ojos se me cerraban lentamente. "Yo…"
Su mirada se suavizó y dejó de reír mientras me apretaba los dedos con cuidado y me besaba la mejilla, apoyando su frente en la mía después de que sus labios abandonaran mi piel. "Estás cansado, Fay-chan," susurró, besándome el puente de la nariz. "Duerme. Lo necesitas."
"Kuro..." mi voz se fue apagando a medida que la oscuridad me consumía de nuevo…
PDV de Kurogane
El mago no volvió a despertarse hasta el anochecer. De mientras, les había dicho a Syaoran, Sakura y al bollo que Fay había despertado y que estaba bien. Parecieron quedarse completamente extasiados ante tales noticias y empezaron a corretear por la casa otra vez, llenándola con una cálida atmósfera que sustituía la incómoda ansiedad que había sido nuestro oxígeno durante las tres últimas semanas. Después de regresar de Celes, Syaoran y la Princesa habían decidido continuar buscando la pluma en este mundo, ya que aún no la habíamos encontrado. La enana insistía en decir que notaba una fuerte energía cerca, pero lo cierto era que nadie tenía prisa por encontrarla. No era porque ya no nos importara, sino porque todos estábamos preocupados por el mago. Todos necesitábamos sus estúpidos motes y su musical tono de voz y el modo en que nos trataba, como si cada uno de nosotros fuera algo de extremo valor para él. No necesitaba decírnoslo; lo veíamos en sus ojos y acciones. Syaoran y yo habíamos preparado una habitación en la planta baja de la casa para Fay, de manera que pudiera moverse por allí con más facilidad cuando se levantara de la cama. Obviamente, fue idea de la Bruja Dimensional el poner una cama de matrimonio para que yo pudiera "seguir vigilándolo de noche". Dudaba mucho de que ésa fuera la razón para tal sugerencia, pero lo hicimos de todas formas, a pesar de que hasta ahora la cama había sido ocupada única y exclusivamente por Fay.
La noche llegó como siempre, con un azul sereno que reemplazaba el brillo dorado que antes llenara la habitación. El chico y la princesa estaban ocupados limpiando la cocina después de una cena memorable (Mokona la había llamado una cena de celebración) y Mokona estaba con ellos mientras su canción infantil inundaba el dormitorio. Me encogí, preguntándome si debería ir a la cocina y decirles que bajaran el volumen o no.
"¡… y cuando Fay se ponga bueno, estaremos juntos de nuevo, y Kurgy estará feliz, feliz y yo daré palmitas, palmitas!" Cantó Mokona más fuerte, al parecer para que yo pudiera oírla.
"¿Qué te he dicho acerca de meterme en tus canciones?" gruñí, levantándome de la silla, pero noté algo frío en el brazo. Me quedé helado casi al momento.
Tardé un momento en girar la cabeza para bajar la vista y ver la mano de Fay tocándome la muñeca, cerrando sus finos dedos débilmente alrededor de ésta. Estaba ligeramente incorporado, y sus ojos azules se volvieron más cálidos cuando nuestras miradas se encontraron mientras en su rostro se formaba una sonrisa e inclinaba la cabeza tiernamente.
"Veo que nos hemos convertido en tema para las canciones de Mokona," dijo Fay alegremente mientras sus dedos se cerraban con más fuerza, como si temiera que yo apartara mi mano.
No tenía por qué hacerlo. Reclamé mi silla al instante, despegando sus dedos de mi muñeca para cogerle la mano y besarle el dorso suavemente. Sabía que me estaba sonrojando profundamente, ya que el calor me subió hasta la punta de las orejas.
"Mokona me dijo una vez," continuó Fay en voz baja. "Que cuando a alguien se le sonrojan las orejas, significa que está colado por ti." No podía mirarlo a los ojos. "Supongo que estás un poco colado por mí, ¿no, Perrote?"
"Podría decirse que sí," murmuré, besando su mano de nuevo antes de mirar su cara sonrojada. "Pero yo no diría un poco o que esté colado."
"¿No te estarás enamorando de mí, verdad?" bromeó Fay, girándose para poder mirarme y causando que sus mechones rubios le cayeran sobre los ojos.
Odiaba cómo seguía presionándome. Era como si me estuviera chinchando para que yo lo dijera, como si intentara presionarme para que admitiera que estaba completamente enamorado de él. Reprimí un suspiro y sopesé la idea de darle una paliza para evitar que continuara con esa broma.
"Tampoco diría que me esté enamorando, mago," dije, inclinándome hacia delante de manera que nuestros labios quedaron a pocos centímetros, exhalando sobre sus labios de forma provocativa. "Ya me he enamorado de ti. Y no actúes como si no lo supieras."
Lo besé. Nuestros labios se lanzaron a por los del otro, deseando acariciar y tocar, saborear y moldear. Lo sostuve por la nuca mientras se sentaba de nuevo y su brazo derecho me atraía hacia la cama. No me resistí y aproveché la oportunidad cuando sus labios se abrieron ligeramente, introduciendo mi boca en la suya. Abrió un ojo y gruñó con desaprobación, pero no protestó. Ni siquiera luchó por el papel dominante. Su lengua se movió con la mía y tomó aire de repente cuando el beso se hizo más profundo y mis manos se deslizaron por su esbelta y pequeña forma. Casi dejé que el instinto se apoderara de mí. Casi lo embestí y me apreté contra él. Volví a la realidad cuando le acaricié el brazo vendado. Rompí el beso.
"Fay…" jadeé, apoyando mi frente contra la suya. "No podemos hacer esto estando tú así…"
Fay me besó tiernamente en los labios. "Sí que podemos," insistió abriendo los ojos, que ardían con un extraño brillo. "Por favor, Kuro-puu."
Gruñí. "¿Crees que llamarme así va a hacerme…" fui interrumpido por el nuevo encuentro de nuestros labios y la punta de su lengua recorriéndome los míos suavemente, provocándome fuertes escalofríos. "… cambiar de idea?" terminé cuando el beso finalizó.
"Si me duele te diré que pares," insistió, apoyando la cabeza sobre mi hombro y sembrándome el cuello de besos como para encorajinarme. Cerré los ojos con fuerza y solté una maldición entre dientes. Era una sensación tan maravillosa. Me di cuenta de que él ya había hecho eso antes.
"Eres tan horriblemente persuasivo," luché por decir sin dejar escapar ningún gemido.
Fay rió, y sus risas mandaron vibraciones por mi piel y mis huesos. "Lo sé," susurró, besándome en la barbilla.
No pasó mucho rato antes de que el instinto tomara el control y me hundiera en el placer de los besos de Fay, haciéndome querer hacerle lo mismo a él. Mis manos agarraron sus caderas mientras me hacía cosquillas en el cuello con sus besos, casi volviéndome loco. Besé los morados medio desvanecidos de su cuello mientras su mano se enroscaba en mi nuca y mi cabello, enredando los dedos en él. Me subí sobre él, apartando las manos de sus caderas para apoyarlas en la cama, a ambos lados de él, asegurándome de que no apoyaba ningún peso en él al inclinarme para frotar mi nariz contra la suya, besándome él entonces desde el puente hasta la punta de ésta y apartándome el pelo de los ojos con la mano izquierda. Intenté no concentrarme. Intenté no pensar demasiado en nada. Se trataba sólo de nosotros. Ni siquiera pensé en echar el pestillo de la puerta. Por mí, podían entrar si querían. Eso sólo hacía que la adrenalina circulara más deprisa y que sintiera un cosquilleo en los dedos debido a las sensaciones. Volví a frotar la nariz con la suya antes de reclamar sus labios de nuevo, sintiéndolo gemir en mi boca al tiempo que le masajeaba el muslo con una mano. Parecía disfrutarlo.
"Kuro…" susurró Fay; gotas de sudor brillaban en su frente como diamantes sobre su hermosa piel de marfil. "No me quites la camiseta, ¿vale? Sería demasiada molestia."
Parpadeé un momento completamente confuso hasta que capté lo que estaba diciendo. Entonces me di cuenta de lo que estaba pasando a mi alrededor. Las piernas de Fay estaban enroscadas en mi cintura, su brazo izquierdo alrededor de mi cuello y sus caderas alzadas. Noté que me sonrojaba de pies a cabeza y de repente me sentí muy inquieto. Fay y yo… íbamos a… por un momento, consideré la idea de echarme atrás. No tengo ni idea de cuánto tiempo estuve mirándolo con cara de tonto, pero me pareció una eternidad. Entonces la inquietud se convirtió en hielo. Eso era algo que yo deseaba, algo que deseaba mucho. Deseaba eso más que nada, tocar cada centímetro de la dolorida piel de Fay y calmarla con mis manos, consolar sus doloridos huesos y su alma maltratada. Sabía cuánto le había dolido cuando Ashura le había hecho eso. Y él estaba depositando toda su fe en mí… Sentí una repentina calidez en mi pecho y me di cuenta de que no importaba. Fay confiaba en mí y yo no iba a herir sus sentimientos rechazándolo por algo que ambos desesperadamente deseábamos hacer. El hielo se deshizo casi al instante y mi expresión de idiota se suavizó cuando le sonreí, tocando sus acaloradas mejillas.
"Vale" susurré. Fay se sonrojó pero cerró los ojos un poco mientras esbozaba una dulce sonrisa. No era necesario decir nada más. Nada más podría haber sido dicho. Se acercó más a mí e inclinó la cabeza hacia la derecha. Yo incliné la mía hacia la izquierda y me di cuenta de que intentaba no reírse. Le lancé una mirada de "no desafíes tu suerte" y se acercó unos centímetros más, haciendo desaparecer el espacio entre nosotros al unir nuestros labios.
Basta de pensarlo todo dos veces. Simplemente hice lo que me pareció natural. Le bajé lentamente el pantalón del pijama, acariciándole las piernas desde la espinilla hasta el muslo. Lo ayudé a quitarme la ropa, dejándola caer al suelo de cualquier manera, olvidada y ya inútil. Era como si ya no tuviéramos nada que ocultar. Todo estaba al descubierto. No sentía el frío aire de la noche pero me estremecí de todas formas. ¿Entusiasmo? ¿Nervios?
Ésa era mi primera vez con Fay… con un hombre…
Fay notó que dudaba y me acarició los labios con sus suaves dedos, obligándome a abrirlos ligeramente.
"¿Quién va a ser el uke?" me susurró al oído, incorporándose un poco para que nuestros cuerpos se tocaran por completo. Solté un gruñido mientras luchaba por no gritar al notarlo. Su pecho estaba contra el mío y nuestras caderas se tocaban. Mis ojos se pusieron un poco en blanco.
"Ni te molestes… en preguntar eso, mago," jadeé, sujetando su barbilla e inclinándola para besarlo suavemente mientras le acariciaba el vientre con movimientos circulares, haciendo que se estremeciera. ¿Por qué era tan condenadamente suave? ¿Acaso usaba crema hidratante? Su piel era como la de una mujer. Era hermosa… aunque la luz de la luna no podía disimular los morados y cortes de su piel. Besé el morado que tenía bajo el ojo y lo acaricié más abajo, hasta que lo vi abrir mucho los ojos y sus mejillas se tiñeron de un rojo brillante.
Lo recosté en la cama y volví a colocarme sobre él. Le acaricié las nalgas, aliviando las oscuras marcas de abuso que allí había. Hizo una mueca y gimió un poco. Besé su vientre rápidamente y miré a mi alrededor en busca de algo que me sirviera de lubricante. Fay soltó una risita ante mi expresión y cogió mi mano para chuparme un dedo. No pude evitar dejar vagar mi mente hacia cómo me sentiría si me chupara la…
Mis pensamientos se cortaron cuando él paró. Le sonreí débilmente y le sujeté los muslos con una mano mientras le introducía lentamente el dedo índice. Me detuve de inmediato cuando Fay soltó un fuerte grito. Lo miré. Su rostro estaba contraído por el dolor.
"Fay… mago, ¿estás bien?" Iba a sacar el dedo cuando él abrió los ojos, que brillaban por las lágrimas.
"No pasa nada, es sólo que es un poco estrecho," contestó cerrando los ojos de nuevo. "Sólo necesito relajarme. Estaré bien."
Empezaba a dudar de si podría acogerme en su interior si ya le dolía tanto sólo con un dedo. Parecía que mantener relaciones sexuales estando Fay herido era un obstáculo tras otro. Pero no podía negar mi propia necesidad y sabía que él también lo deseaba si estaba dispuesto a soportar el dolor. Comencé a besarlo y a mover mi dedo dentro y fuera de él, intentando no sonreír cuando sus muecas se convirtieron en gemidos ahogados contra mi boca y su espalda se arqueó a causa de los movimientos de mi dedo. Metí otro y empecé a ensancharlo, sintiendo cómo se estrechaba alrededor de éstos. Metí un tercer dedo por si acaso, besándole el cuello y dándole mordisquitos cariñosos en la mandíbula. Me sentía como si fuera a correrme en ese momento y apenas habíamos hecho nada. Saqué los dedos y oí un pequeño gimoteo de protesta que se transformó en un gruñido cuando lo penetré lentamente, mordiéndome con fuerza el labio inferior para evitar gritar. Le alcé las piernas y las coloqué dobladas sobre mis hombros. Sus manos se agarraron a los cojines detrás de su cabeza y su espalda se arqueó mientras me hundía más en su interior, haciendo alguna que otra mueca.
"Uh…" gruñí cuando estuve completamente enterrado en él, besándole el rostro al ver que arrugaba un poco la nariz mientras intentaba adaptarse a mi tamaño. Su rostro se relajó lentamente y empezó a devolver mis besos débilmente. Su estrechez casi me llevó al límite.
"Estoy listo, Kuro-puu," dijo con una voz poco más fuerte que un susurro mientras me miraba.
Quería preguntarle si estaba seguro, pero vi la sinceridad en sus ojos. Empecé a moverme hacia dentro. Sentí el placer de inmediato. El roce era tan placentero. Me moví hacia fuera pero sin salir por completo. El cuerpo de Fay se movió con el mío y extendió un poco las piernas cuando lo volví a penetrar. Cerró los ojos con más fuerza y al principio pensé que era debido al dolor, pero soltó un fuerte gemido a la tercera embestida. Ésa era mi señal para acelerar. Rápidamente aumenté el ritmo, penetrándolo con fuerza y recibiendo un súbito jadeo aprobatorio mientras arqueaba las caderas. Mi visión se emborronó. Lo único en lo que podía pensar eran los movimientos, los jadeos de satisfacción de ambos, sus manos clavándose en mi espalda. El dolor mezclado con los movimientos y el placer. Gruñí y tomé su miembro en mi mano, notándolo duro y sorprendentemente delicado. Empecé a masturbarlo, besándolo profundamente mientras lo embestía, asegurándome de que todo estaba sincronizado para que captara el ritmo de mis embistes y el de los movimientos de mi mano.
Ambos estábamos cubiertos de sudor. Lo empujé aún más contra la pared de la cabecera de la cama, sus piernas completamente abiertas ante mí mientras continuaba moviéndome en su interior. A cada segundo que pasaba Fay gritaba más fuerte y las gotas de sudor le resbalaban por la frente y la espalda. Él se corrió primero. Yo no tardé mucho en hacerlo también. Me dolían los músculos, así que me recosté sobre él, encontrando de nuevo sus labios casi inmediatamente y besándonos el uno al otro débilmente.
"Quizás…" resolló Fay. "Deberíamos… esperar un poco… antes de volver a hacerlo…"
Lo miré con los ojos entrecerrados. "¿Por qué? ¿Te duele? ¿He sido demasiado brusco? Lo siento much…"
Me callé cuando me cubrió la boca con una mano. "Porque voy a ser incapaz de andar durante mucho, mucho tiempo," acabó la frase donde yo lo había cortado. Me dio un golpecito en la nariz y cerró los ojos, estremeciéndose un poco. Nos tapé con las sábanas, estando yo aún sobre él. Le besé el cuello antes de apartarme. Lo sujeté cuando intentó girarse para quedar de cara a mí y lentamente le enrosqué los brazos alrededor de la cintura, besando su omóplato.
"Te quiero, mago," susurré, cerrando los ojos al sentirme sorprendentemente cansado.
"Yo también te quiero, Perrote," respondió, sujetando mis manos contra su estómago.
Supongo que se podría decir que antes de esta noche no tenía ni idea de lo que quería. Antes de esta noche nunca habría imaginado que Fay y yo haríamos el amor de una forma tan apasionada. Antes de esta noche no habría admitido tan fácilmente que sentía algo por el mago y que me importaba. Antes de esta noche no me habríais visto tan locamente enamorado…
Fin…
NdT: Sí, queridos lectores, esto se ha acabado. Pero no os preocupéis porque, como ya dije, hay una secuela. Aunque no la empezaré a traducir hasta que la autora decida acabarla, ya que si bien sé a ciencia cierta que lo va a hacer, no sé cuándo será y de momento tengo otros proyectos en mente. Ha sido un placer estar con vosotros durante estos últimos meses y espero que nos leamos de nuevo pronto ^^
Ah, y como siempre, disculpad si se me ha escapado alguna falta.
