Quinta parte: "Flores de Mayo"

Umino Iruka camina con paso silencioso por los pasillos de la academia Ninja, ese día no había clases, todos los chicos permanecían en sus casas en señal de duelo, la muerte del pequeño Udon aun resonaba en sus corazones como el tañer de una campana lejana. Había pasado un mes desde que lo encontraran cerca de los campos de entrenamiento, demasiado cerca de las casas civiles, demasiado cerca de las patrullas ninjas. Y aún así nadie escucho nada. La gente podía aceptar la muerte de un adulto, la pérdida de un ninja, pero que un niño hubiera sido tan… brutalizado. Aquello tocó la vena más sensible de todos en el Konohagakure.

La quinta Hokage estaba en un punto de tensión tan alto que entrar a su oficina por cualquier motivo era un peligro, el consejo de ancianos presionaba, los grupos civiles protestaban y lo que era peor, los ninjas murmuraban.

Demonios, criminales de rangos ridículamente altos, fantasmas, incluso un virus que enloquecía a los animales, cualquier teoría era aceptable para tratar de explicar aquello que en ese momento eran incapaces de explicar.

El clan Inuzuka había abandonado la aldea, no por traición sino porque ya no era seguro para ellos. El consejo aceptó su retiro de la aldea para evitar que las sospechas de los aldeanos recayeran en una familia que ante nada era leal al país del fuego. Pero los aldeanos (Estúpidos y asustados aldeanos) no distinguían un perro de un lobo.

Iruka se detuvo cerca de la puerta de su salón cuando escucho un ruido. Nervioso miró la ventana del pasillo y se dio cuenta que apenas estaba atardeciendo, así que con más calma abrió la puerta y se encontró con todos los niños de su clase con sus padres, reunidos en silencio cerca del pupitre que el niño Udon usara.

—Iruka sensei… —Konohamaru fue el primero en notarlo, quiso sonreír pero solo atino a bajar la cabeza.

— ¿Por qué están todos aquí? —Quiso saber el maestro.

—Ya paso un mes. —Esta vez Moegi fue la que hablo— Konohamaru pensó en venir aquí… Para recordar a Udon… Udon-kun…

La niña trató de hablar más pero el llanto le ganó, se cubrió la cara con las manos y se refugió en el regazo de su madre.

—Trajimos una pequeña ofrenda. —Dijo uno de los adultos mostrando un vistoso ramo de flores blancas— Espero que no sea una molestia.

—Creo que sería apropiado. —Dijo el chuunin instructor.

Las flores fueron dejadas en el pupitre y se hizo un respetuoso silencio. Konohamaru suspiró y empezó a llorar en silencio. Iruka se acercó a él y le puso una mano en el hombro mientras el niño comenzaba a llorar con más fuerza.

—Duele, sensei, duele…

—Lo sé. —Dijo Iruka—Pero sabremos sobreponernos…

—No, sensei… de verdad, me está doliendo.

Iruka se dio cuenta de que el niño se sujetaba el estomago y lloraba de dolor. Físico, se sintió como un idiota por no notarlo antes y entonces vio que los demás a su alrededor también gemían, en mayor o menor medida.

El terror comenzó a apoderarse de él ¿Acaso estaban envenenados? ¿Las flores? Trató de levantar a la pequeña Moegi y cuando la vio a la cara retrocedió horrorizado.

La boca de la niña estaba deformada con las encías salidas mientras lentamente sus colmillos crecían. Su curioso peinado se desbarataba y una fina capa de vello aparecía sobre su piel. Konohamaru estaba cubierto totalmente de pelo y su llanto de dolor asemejaba más bien el chillido de un cachorro hambriento. Los adultos y los otros niños sufrían una transformación similar. Aterrado retrocedió hacia la puerta de salida, afuera aun podía ver las luces del atardecer. Apretó los dientes y salió corriendo mientras atrás de él escuchaba un incremento de gruñidos animales.

Al llegar a la calle se detuvo y vio una enorme cantidad de lobos deambulando por entre las casas, llevaban restos de ropa encima y muchos luchaban por quitarse las bandas ninjas que aprisionaban sus cabezas. De un modo lo supo, aquellos eran los habitantes de Konoha, todos se habían convertido en lobos.

Pero aquella idea no duró mucho en su cabeza, algo lo derribo con fuerza y le aprisionó el hombro. Una de las personas que se habían transformado en su salón lo alcanzó. Pronto llegaron el resto y comenzaron a tirar de su ropa, de su carne, Umino Iruka comenzó a gritar y gritar mientras aquella manada lo destrozaba lenta y eficientemente.

Los gritos cesaron cuando se levantó de la cama, sudoroso y pálido, pero vivo. Temblando fue hasta el baño y se enjuago la cara varias veces tratando de aceptar que aquello había sido una pesadilla. Demasiado real, demasiado dolorosa, pero una pesadilla al fin y al cabo. Escuchó una serie de murmullos bajo la ventana de su departamento y se asomó.

El día apenas estaba comenzando y la calle estaba muy activa, con gente yendo en diferentes direcciones, pero no era la actividad acostumbrada, había miedo en sus rostros y los Anbus saltaban por encima de los techos, frenéticos, como hormigas encontrando un obstáculo en su camino, aquello alarmó al chuunin instructor quien se vistió lo más aprisa que pudo y sin pensarlo mucho saltó en la dirección a donde los Anbus se dirigían.

La entrada de la florería de los Yamanaka estaba rodeada por el cuerpo de seguridad de Konoha. Iruka logró hacerse paso entre los ninjas y con el corazón en la garganta se asomó al interior.

Con un poco de alivio pudo ver a Ino y su padre de pie a un lado del mostrador mientras un Anbu los interrogaba. Pero su alivio se oscureció al ver un cadáver semi destrozado sobre un atado de flores. Los blancos pétalos de las flores de mayo manchados con sangre.

Sexta parte: "Aperitivo Nocturno"

Teuchi, el dueño del Ichiraku, miró con tristeza la calle vacía y suspiró resignado. No había mucho que hacer al respecto por el momento. El miedo estaba presente en la villa y se hacía más obvio durante la noche. Las ventas de casi todos los negocios habían bajado de forma alarmante.

Por eso había decidido cerrar más tarde, aun con la advertencia de sus allegados y el posible toque de queda que se avecinaba. No era un rebelde de las reglas, pero necesitaba por lo menos sacar algo para mantenerse a flote, subir los precios no era una opción y se negaba a abandonar la aldea como muchos comerciantes empezaban a hacerlo. El nació y vivió en Konoha y ahí es donde moriría cuando fuese más viejo.

Así que decidió esperar hasta el anochecer con la esperanza de que algún cliente apareciera. Pero al dar las siete de la tarde se dio cuenta que nadie iba a llegar. Derrotado decidió irse a su casa. Pero no bien había empezado a apagar las estufas escuchó un movimiento a sus espaldas, no se sorprendió mucho en realidad, tomando en cuenta que la mayoría de sus clientes eran ninjas, las apariciones silenciosas eran algo común.

—Bienvenido. —Dijo dándose la vuelta y saludando cordialmente— Oh vaya, que sorpresa, no es común verlo tan tarde por estos lugares.

El recién llegado solo sonrió con amabilidad y tomó asiento mientras Teuchi, alegre por el cliente de último momento, encendía una estufa.

—Me imagino que será lo de costumbre. —El cocinero comenzaba a escurrir los espárragos— Sólo tardaré un momento ¿Los va a querer para llevar?

Levantó la vista y vio a su cliente por el reflejo de unas cazuelas colgadas sobre la estufa. Desde ahí notó que estaba muy inquieto. Agitado, miraba nervioso de un lado a otro y eso no era normal, tampoco la forma en que estaba rasguñando el mostrador. Teuchi se dio vuelta con cautela mientras que la luna llena se asomaba lentamente por encima de las casa de Konoha.

La visión que tuvo después le pareció irreal, como algo sacado de la imaginación voraz de algún alcohólico, el cliente, una persona usualmente pequeña y tranquila estaba creciendo de tamaño, su cara se llenaba de vello, asi como sus manos que empezaban a deformarse, crujiendo lentamente, sonaban como palomitas calentándose. El instinto le grito que corriera, pero algo más lo detenía, y era el hecho de ver a una persona que conocía, convirtiéndose en algo que definitivamente no conocía.

Finalmente la persona alzó la cabeza y gritó, pero su grito se deformó, convirtiéndose en el bajo y aterrador aullido de un lobo.

Teuchi logró zafarse de aquella visión y tomó una cazuela de gran tamaño para defenderse, pero la criatura se la quitó de un manotazo y después, saltando sobre el mostrador lo sujeto del cuello atrayéndolo a sus fauces.

Y en aquella tranquila noche de Junio el viejo Teuchi murió viendo la luna llena sobre los cielos de su ciudad.

Séptima parte: "Los fuegos del Tanabata"

Cuando Konohamaru Sabutori le dijo a su tío que el festival Tanabata se había suspendido, esperaba una reacción un poco más comprensiva, pero sólo obtuvo una mirada de lado y un alzamiento de hombros.

—Era lógico, muchacho, hay demasiadas cosas de que preocuparse en estos días.

El hombre le despeinó el cabello y se alejo mientras sacaba un cigarro de su chaleco. Konohamaru le miró, sintiéndose ofendido ya que parecía que todas las personas que conocía no estaban entendiendo la tragedia que aquello implicaba.

Desde la muerte de su compañero Udon y la mudanza forzada de Moegi a la capital, el nieto del cuarto hokage se había quedado solo, Las clases se habían limitado demasiado y con el forzado toque de queda desde la muerte del comerciante Teuchi, el convivir con sus compañeros de clase era un poco más que imposible.

Aquel festival lo veía como una oportunidad única de salir y tratar de olvidar todo aquello que lo entristecía, de darse un pequeño respiro ya que incluso, Ebisu, el Jounin especialista y mentor personal del chico, se había ausentado por las constantes patrullas en búsqueda de aquella "criatura asesina" que tenía al pueblo acobardado.

Acobardado, esa era la palabra, la gente se había convertido en una partida de nenitas asustadas que murmuraban por los rincones. Si la abuela Tsunade le dejara, él mismo podría encargarse de aquella cosa y tener el festival en paz, incluso podría ganarse un lugar en el monte de los kages de la aldea.

Pero ahora solo le restaba resignarse y quedarse en su cuarto pensando que ese sin duda era el peor día de toda su vida.

—Es Julio, hace calor y ni siquiera puedo ir al rio a bañarme. —Se quejó en voz alta— ¡Esto apesta!

—Y deberías pasar tres días en el bosque sin poder usar un baño, dattebayo.

— ¡Naruto-niichan!

El ninja rubio apareció justo al doblar la esquina, se saludaron e intercambiaron un par de puñetazo en broma.

—Te has vuelto más fuerte, Konohamaru. —Rió Naruto sobándose un hombro— Sigue así y podrás vencer a cualquiera.

—Sí… —El chico sonrió pero el gusto no le duró mucho— ¿Supiste que el festival Tanabata fue suspendido?

—Lo escuche después del funeral de Teuchi-san…

A pesar de su corta edad, Konohamaru sabía que era el dolor de perder a una persona querida y sabía que aquel vendedor de ramen fue quizá la única persona que jamás se enojo o riñó a Naruto nunca. Se hizo un rato de silencio y finalmente Naruto levantó la vista y mirando a ambos lado de la calle se aseguró que nadie los veía.

—Tengo algo especial para ti pero prométeme que lo mantendrás en secreto.

El niño asintió con la cabeza rápidamente. Naruto sonrió y de forma discreta le entregó un paquete de vistosos colores que reconoció de inmediato.

— ¡Son fuegos artificiales!

—Pero no lo digas tan alto, dattebayo. —Naruto parecía preocupado de que los vieran— Los saque de contrabando cuando regresábamos de la aldea vecina. Si Kakashi sensei o Sakura-chan —Tragó saliva— Se enteran, voy a tener muchos problemas.

—Está bien, está bien… —Dijo el niño sin apartar la vista de su regalo.

Entonces sintió que Naruto lo tomaba de los hombros y lo hacía mirarlo a la cara. Los ojos azules del chico estaban muy serios.

—Prométeme, por favor prométeme que los usaras mañana.

—Naruto nii-chan…

—Te hablo muy en serio, dattebayo. —Naruto apretó gentilmente sus hombros, para resaltar la seriedad del asunto— Úsalos en el día y en el campo de entrenamiento más cerca de tu casa.

Konohamaru quiso protestar, decirle a Naruto que el chiste de los fuegos artificiales era verlos en la noche, especialmente en la noche del festival, pero solo pudo bajar la cabeza y asentir. Naruto sonrió y después de despedirse se alejo de ahí tratando de no verse muy sospechoso. Konohamaru simplemente se echó el paquete bajo el brazo y regresó a su casa.

Un poco más tarde, ya en la comodidad de su habitación, el nieto del antiguo hokage no pedía dejar de pensar en el paquete de vistosos colores que guardaba bajo una tabla cerca de su futon, era como si le estuvieran llamado, provocándolo a que los usara.

—Si no uso los que hacen ruido… —Pensó en voz alta— Nadie lo notaría hasta la mañana siguiente. —Miró de nuevo la tabla que ocultaba su tesoro— Naruto-niichan no se tiene que enterar.

Con esta idea sacó la bolsa de su escondite y asegurándose de que nadie notaría su ausencia, salió en dirección a los campos de entrenamiento.

No era muy tarde, el sol apenas se estaba ocultando y ya no había nadie por los alrededores, los ANBU y los otros equipos ninjas estarían en las zonas exteriores, vigilando constantemente el área, no había manera de que algo o alguien pasara desapercibido.

Sacó el primer paquete de petardos, sonrió al ver que tenían un sello de activación por chakra, sin duda eran solo para festivales autorizados, solo un ninja podía activarlos. Coloco su dedo en el sello y lanzó una pequeña cantidad de chakra, hubo un ligero destello y lazó el paquete, las bengalas chisporrotearon en el suelo con diferentes colores y se apagaron, dejando en el aire un ligero olor a pólvora.

—Feliz Tanabata. —Dijo en voz baja y luego miro al cielo— Estos para ti, Udon.

Sacó otro paquete de bengalas y los lanzo, estas fueron un poco más ruidosas y las chispas de colores se dispararon un poco más altas. Entre las luces vio la cara de Udon, sonriendo mientras esa eterna humedad se resbalaba por su nariz.

Sacó unos pequeños cohetes y recordó a Moegi, su amiga quien había abandonado la aldea junto con su familia, junto con muchas familias que ya no se sentían seguras. Los encendió y las pequeñas luces estallaron antes de llegar a la copa de los árboles.

—Maldito monstruo. —Pensó el niño ya sin el ánimo inicial— Ojala lo pudiera tener enfrente para demostrarle que no debe de meterse con mis amigos.

Lanzó un par de petardos más y noto que estos eran más brillantes que los primeros. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que ya había oscurecido "Demasiado rápido" pensó pero no estaba muy preocupado, su casa estaba muy cerca y la luz de la luna iluminaba los senderos perfectamente.

Buscó en la bolsa y sacó un tubo de cartón un poco más grande que el resto, tenía un sello de chakra y una etiqueta que decía "Bala de plata, señal de auxilio, uso exclusivo de equipos de rescate"

—Demasiado ruidoso. —Pensó en voz alta— Quizás en otra ocasión…

Lo iba a guardar en su bolsa de nuevo cuando escuchó un ruido tras los arbustos cercanos a él. No pensó en nada extraño hasta que una enorme masa oscura salió de ellos.

Todo dejo de ser real en ese momento, era como si estuviera en un genjutsu… pero sabía perfectamente que no lo era, aquella cosa se irguió, mostrando un cuerpo lleno de pelo, con una forma vagamente humana, enorme y con las facciones inconfundibles de un lobo.

De un hombre-lobo.

Los ojos amarillos de aquella criatura se clavaron de lleno en la pequeña figura de Konohamaru y lanzando una especie de gruñido comenzó a caminar lentamente hasta él, como si disfrutara el pánico del niño.

Konohamaru no sentía las piernas, era como si su cuerpo ya no le perteneciera, solo podía ver los enormes dientes de aquella cosa que se acercaba a él y esos ojos amarillos que no dejaban de mirarlo.

De alguna manera logró dar un paso atrás y tropezó, se quedó sentado en el suelo, sin apartar la vista de aquella criatura, sin soltar aquel tubo de cartón y pólvora, que quizás sería su último contacto con la vida.

Y amanera de un impulso reflejo, o quizá por una necesidad de sobrevivencia, apretó el pequeño cohete y lanzó una descarga de chakra al sello. Se hizo un leve silencio y después vino un chorro de luz y un silbido que rompió la tranquilidad de la noche.

El proyectil se estrello en el ojo izquierdo de la criatura, esta levantó la cabeza al cielo aullando de dolor y manoteando desesperada por quitarse aquel objeto que chisporroteaba y hacia un ruido molesto, agito la cabeza y finalmente saltó entre los arbustos de donde había salido mientras el luminoso objeto se perdía junto con él. Dos segundos después una marejada de ninjas de alto nivel y Anbu aparecieron, rodeando a Konohamaru quien apenas empezaba a recuperar un poco la conciencia de lo que había pasado.

Y muchos, muchos años después, él recordaría aquel día como el mejor festival de Tanabata de toda su vida.

Octava parte: "El triunfo de la lógica y el trabajo duro"

La noticia del encuentro del nieto del tercer hokage con el monstruo corrió como reguero de pólvora, era aterrador pero también daba esperanza; si la criatura sangraba significaba que podía morir y si la habían mutilado una vez, entonces podrían hacerlo de nuevo. Pasaron los días y las semanas. La criatura había desaparecido y por un poco de tiempo surgía la esperanza de que había sido lo último que se sabría de ella.

Pero con la llegada de la luna de Agosto, la angustia también llegaba a los corazones de Konoha.

—Deberíamos de llenar el bosque con sellos explosivos. —Dijo uno de los usuales clientes a aquel bar en el centro del pueblo— y poner algo de carnada, en cuanto el monstruo lo pise ¡Boom! Se acabó el problema.

—El problema es que es un hombre lobo. —Dijo otro hombre dejando su vaso de Sake en la mesa— A esos solo se les mata con un objeto de plata.

—Entonces construyamos katanas de plata y kunais, y estrellas shuriken.

Murmullos generales de aprobación, hasta que escucharon una risita de burla que crispó los nervios de la mayoría de los presentes.

Ebisu, el ninja especialista, estaba sentado en un rincón del bar, bebiendo tranquilamente hasta el momento en que mencionaron al monstruo.

—El joven Sabutori es un niño con una imaginación muy activa. —Dijo mirando a los comensales— Si el asesino usaba una capa de piel, vio un hombre lobo, si hubiese usado una armadura de escamas, hubiese visto un dragón.

—Un dragón no devora a la gente como lo hace este monstruo y especialmente no sale a cazar a la luz de la luna llena.

—Patrañas usadas por algún enemigo de Konoha para desestabilizarnos. —Ebisu calló los murmullos de aprobación— Yo les aseguro que "el asesino de la luna llena" no es más monstruo que cualquiera de nosotros.

— ¿Entonces por qué no lo han capturado Ebisu-san? —Preguntó el cantinero— Ni los mejores equipos de rastreo lo han encontrado.

— ¿No fue usted uno de los primeros en pedir que sacrificaran a los ninkens del clan Inuzuka? —Retrucó Ebisu, haciendo que el cantinero bajara la cabeza— Gracias a su miedo por los "monstruos" perdimos a nuestros mejores rastreadores.

La gente se sumió en un incomodo silencio. Ebisu se levantó de la mesa y se acomodó sus gafas oscuras mientras barría a la gente del lugar.

—Deberían de dejarse de esas tonterías de monstruos y quimeras y apoyar más a nuestros ninjas. Ese asesino caerá con la investigación y el trabajo duro. —Caminó hasta la puerta y vio con despreció un símbolo de plata colocado en el dintel— Y los amuletos mágico no los van a proteger, de esos estoy seguro.

Con esto abandonó la cantina y se encaminó a su casa, sintiendo que por lo menos había metido algo de razón en aquellas cabezas tan duras.

Pero el pequeño Konohamaru era harina de otro costal, había contado su historia a los Anbus y a la hokage, con tanto detalle que muchos estaban tentados a creerle, pero no él, sabía de la imaginación de ese niño y de cómo podía a llegar a creer en sus propias alucinaciones.

Miró al cielo y vio que la luna ya se alzaba sobre el poblado, la cubrían algunas nubes, así que las calles estaban más iluminadas por las farolas, pero desiertas. A excepción de algo que se movía furtivo entre los callejones más oscuros que rodeaban la calle principal. Ebisu fingió no haber visto nada y sonrió mientras se acomodaba sus lentes; el insensato que lo seguía iba a aprender a no jugar con un jounin de su nivel.

En un solo movimiento realizó la técnica de sustitución y apareció justo donde debería de estar el acechador, solo para encontrarse con la calle desierta. Extrañado miro alrededor, afinando sus sentidos para percibir cualquier rastro de chakra dejado por alguien, pero no había nada.

—Extraño. —Dijo en voz alta acomodándose los anteojos por enésima vez.

Entonces escuchó una especie de gruñido o algo similar a sus espaldas. Giró en redondo mientras el kunai ya estaba saliendo con puntería, incluso antes de pensarlo realmente. El arma brillo un instante antes de perderse en la oscuridad del callejón.

Hubo un silencio, el arma jamás llego a golpear la pared. Ebisu permaneció atento mientras las nubes se movían dejando al descubierto a la luna llena y esta iluminaba el callejón. Vacio.

Entonces escuchó un sonido de algo metálico cayendo a sus espaldas, esta vez se giró lentamente y vio el kunai que había lanzado justo a sus pies, levanto la vista mientras escuchaba una respiración pesada.

Justo frente a él estaba la criatura, exactamente como Konohamaru la había descrito. Una enorme bestia con rasgos ligeramente humanos y sin el ojo izquierdo.

"Es un genjutsu" pensó "un disfraz muy realista" Pues si ese era el caso no se iba a dejar impresionar, de ninguna manera. Levantó las manos para iniciar una pose de defensa y entonces la criatura se acercó a él, tan rápido que pensó que se había tele-transportado. Un dolor punzante le sacudió el cuerpo y trató de gritar mientras no separaba la vista de su atacante pero su garganta no le respondía. Volvió a sentir el dolor y supo que aquel monstruo le había enterrado las garras en el pecho y estaba apretando su corazón.

Levantó las manos en un gesto torpe y descoordinado, tratando de alcanzar el rostro del enemigo y cuando pudo le sujeto el pelo de rostro con los dedos ya insensibles, jaló un par de veces mientras perdía fuerza en los brazos y comprobaba que no se trataba de una máscara. Trato una vez mas de gritar de hacer un último esfuerzo, pero el monstruo le mostró los dientes y le mordió la cara, arrancándole la piel como si fuera una máscara de látex.

Y eso fue todo para la lógica y el trabajo duro…

CONTINUARA…

0—

Notas que no deberían de esta aquí:

Pido una disculpa por el retraso, algunos detalles de la trama me perdieron y por eso se publicó hoy y no el lunes… También aviso que el final de la historia se publicara el sábado al medio día… Esteee, gracias.