Esta historia se llama Urban Legend y pertenece a booboo(.)kitty2.0, nosotras: Marylouu y Day78, sólo la traducimos con su permiso.

Disfruen del final…=)


Desde la visita de Edward esa noche, Bella dejó abierta su ventana, con la esperanza de que volviera a visitarla. Ella se acostaba y permanecía despierta, escuchando los sonidos de la noche, empezando a escuchar algo que no estaba ahí.

Las semanas se tornaron en meses, pasando a un clima muy frío como para dejar cualquier ventana abierta.

Bella se volcó a su trabajo, con la mente ofuscada y frustrada, convirtió a la mejor tienda en el distrito en ventas y servicio al cliente.

Y odiaba cada segundo de ello.

Sus amigos trataban de integrarla en sus salidas y emparejarla en alguna estúpida cita a ciegas, en cada ocasión que tenían. Ella no estaba interesada en nadie que no fuera Edward.

Estaba parada detrás de la caja registradora mirando la lluvia caer sobre el pavimento de la zona de estacionamiento. La lluvia siempre hacia que el día pasara ridículamente lento por lo que envió al personal a su casa para ahorrar algunos dólares del presupuesto del local. Ella prefería estar en la tienda sola de todas maneras, sin necesidad de hacer conversaciones sin sentido con alguien, que honestamente, no soportaba.

Faltaban cinco minutos para cerrar, por lo que empezó la rutina del fin del día.

Entrando al cuarto de almacenaje, abrió la caja de electricidad y apretó la llave, apagando el gigante cartel de la calle. Caminó hacia la caja, sacó los recibos del cajón y comenzó a ordenarlos en el mostrador.

El aire frío se filtró al tiempo que el timbre eléctrico de la puerta corrediza avisaba que alguien entraba, recordándole que había olvidado cerrar la puerta.

—Lo siento, estamos cerrados —dijo sin siquiera darse vuelta o mirar sobre su hombro, esperando escuchar una disculpa o al menos una súplica del cliente para que permanezca abierta, solo por esta ocasión.

El característico sonido de la cerradura cerrando llamó su atención y dejo de ordenar los recibos.

Su corazón empezó a latir y la adrenalina a correr por su cuerpo, preguntándose dónde dejo el botón de pánico que se suponía que debía llevar con ella siempre que estaba sola en la tienda. Lentamente se giró y vio que estaba al lado de la caja registradora. Sabía que tendría que saltar si quería tener la esperanza de conseguirlo. Gracias a Dios había otro botón de seguridad escondido debajo del billete de un dólar en la caja. Una vez sacado ese billete, se haría la conexión y la policía quedaría notificada.

La oscura figura todavía estaba parada en la puerta, su ancha espalda se volvió hacia ella, las gotas de agua goteaban de su chaqueta y caían al piso. Eso parecía extraño. Nunca había sido asaltada, pero asumía que el ladrón debería estar demandando para este punto el dinero.

—No hay mucho dinero en estas tiendas —dijo en voz baja—. Fue un día lento y no hubo mucho trabajo, pero te daré todo lo que tengo, pero por favor no me lastime.

Una risotada obtuvo como respuesta y se sintió aterrada y con ganas de vomitar.

—Por favor, no tengas miedo, Bella —dijo en voz baja, con la mano todavía en la cerradura—. Ha pasado mucho tiempo y entiendo si quieres que me vaya.

Esa voz.

Su voz.

—¿Edward? —preguntó, aferrándose al mostrador para mantenerse de pie.

—Te acuerdas —dijo con una sonrisa, mirando sobre su hombro.

Ella solo podía ver el perfil de su cara, pero sabía que era él. Ver el suave y negro cuero de la máscara hacía que el corazón de Bella aumentara en pulsaciones y su piel cosquilleara de placer.

—¿Cómo podría olvidar? —respiró, sintiendo el pulso en sus oídos.

Se apartó de la puerta y al fin la enfrentó. Tenía el pelo empapado sobre la frente, chorreando por su cara y máscara. Sus labios se tensaron en una pecaminosa sonrisa al tiempo que su lengua los lamía y sus dedos peinaban su cabello.

—No sabes lo bueno que es escucharte decir eso —dijo, antes de ir tras ella.

Sus bocas chocaron en un frenesí de labios y lenguas, desesperados y hambrientos por el otro.

—Dios, extrañe la manera en que sabes —jadeó Edward cuando se alejó —Todo de ti —hundió sus largos dedos en su cabeza y ladeó la cabeza, dejando al descubierto su elegante cuello—. Dime qué quieres de mi, que necesitas justo ahora —susurró entre lentas lamidas a su piel.

—Cualquier cosa —suspiró, sus manos subían y bajaban por su espalda, apretando el cuero de la campera, uniendo sus caderas—. Por favor, haré lo que sea…toma lo que quieras, pero…por favor… —dijo gimiendo.

—Mmmm, cualquier cosa —Edward murmuró, mientras se sacaba la chaqueta empapada. Hábilmente desabrochó los botones de su blusa y comenzó a besar sus pechos a través del sostén, al tiempo que sus manos entraban debajo de la falda. Sus dedos acariciaban a lo largo del elástico de su ropa interior, provocándola, mientras que sus dientes bajaban la copa del sostén, sacándolo del camino. El cuero mojado de su máscara se deslizó por su piel cuando su lengua pasó por su pezón, cerrando su boca sobre el círculo rosado con un gemido gutural.

Bella había imaginado su boca sobre ella tantas veces a lo largo de estos últimos meses mientras yacía en su cama en la noche. Era lo único que la había mantenido cuerda, el recuerdo de su tacto.

Ahora, su cuerpo estaba vivo de nuevo ante la sensación. Edward acarició su muslo y presionó hacia arriba y abajo al tiempo que se fueron apagando las luces del frente de la tienda. Gracias a Dios por lo temporizadores, ni se le había cruzado por la cabeza las luces prendidas dejando ver a quien pasara lo qué estaba ocurriendo en la entrada del local. Aunque nadie a esas horas pasaría por el frente y menos con la lluvia, pero tampoco era un escenario imposible.

Edward se retiró y friccionó con la palma de su mano sobre su centro. Se inclinó, enrollando su lengua alrededor del círculo rosado de su duro pezón y lo metió todo en su boca. La punta de uno de sus dedos traspasó la barrera de tela de su ropa interior de satén, provocándola ella, rozando su clítoris.

Bella abrió la boca y con puños se quitó la camisa mientras gemía en voz baja. Su toque iba más allá de lo acompasado y por eso solo estaba haciendo girar su cabeza.

La boca de Edward volvió a su cuerpo mientras su mano seguía moviéndose debajo de la falda, rozando la mojada carne de su vagina, su dedo medio presionado contra su entrada, provocándola.

—Si —jadeó ella, moviendo sus caderas contra su mano, tratando de tentarlo de que entre en ella.

—¿Es esto lo que quieres? —Edward le preguntó, mientras que su dedo se deslizaba en su interior.

—Por favor —exclamó, desesperada por sentir sus caricias nuevamente. Giró su dedo en su interior y comenzó a moverlo hacia adentro, hacia fuera.

El sonido del claxon en la calle trajo a la realidad nuevamente a Bella, dándose cuenta que todavía estaban en el frente de la tienda, con la mano de Edward debajo de su falda. —D-deberíamos… ir… a la parte de atrás.

—No, no hasta que pueda probarte —Edward le susurró al oído mientras deslizaba su dedo pulgar sobre el clítoris por un breve instante—. Después de eso, voy a salir y tú seguirás cerrando la tienda como de costumbre.

—Pero… yo…

Edward se empezó a reír mientras sacaba sus dedos del interior de ella y se arrodillaba. —Estás preocupada de que no te coja bien y como corresponde ¿no? —preguntó una vez ya arrodillado en el piso debajo de ella.

—Si —Bella dijo. Su voz era entrecortada y decadente, mirando al hermoso hombre enmascarado que estaba envolviendo sus piernas en su cuello.

Su deliciosa boca se tensó en una pecaminosa sonrisa al tiempo que le plantaba un beso húmedo en el interior de su muslo. —Me gusta esto —dijo, al tiempo que apartaba la braguita y le daba un lambetazo al hinchado botón.

Bella se aferró al mostrador cuando un abrumador orgasmo arrasó en tan solos unos pocos minutos. Su cuerpo entero todavía temblaba cuando Edward se enderezó y se aferró a ella. Estaba jadeando y con una mirada hambrienta de deseo. —Cierra la tienda y ve a casa —le dijo, con una voz ronca y baja. Bella tomó su camisa y la cerró, al tiempo que él se colocaba el casco y se subía a su motocicleta, desplazándose a gran velocidad sobre el lote de estacionamiento, el neumático trasero fraccionando y dejando una estela gracias al agua de lluvia.

Sus dedos temblaban cuando cerró la puerta. Ella no tenía que preguntarle si estaría ahí cuando llegase a su casa, por la manera en que habló y la miraba, iba más allá de la comprensión humana de todos los lenguajes combinados. Tomó el dinero de la caja registradora y de la caja fuerte y cerró la tienda en tiempo record. Contó las facturas y las introdujo en la computadora como si el diablo mismo le respirara sobre la nuca.

Bella sonrió para sus adentros pensando en la probabilidad de que en este momento el mismo diablo estaría esperándola en su cama.

Llovía a cántaros para el tiempo en que se encaminó al estacionamiento, y terminó empapada cuando atravesó la puerta de la entrada, dirigiéndose a su dormitorio directamente. Su estómago dio un vuelco al ver que la cama estaba vacía.

—Realmente no deberías dejar las ventanas abiertas cuando no estás en casa, cualquier tipo de gentuza podría haber entrado.

Bella se giró ante el sonido de su voz, gruesa, profunda y llena de lujuria carnal.

Estaba tranquilamente recostado contra la pared del fondo de la habitación, sonriendo como el gato que se acaba de comer al canario. Su cartera se deslizó de su agarre, al tiempo que atravesaba la habitación y se lanzaba a sus brazos.

Elevándola en sus brazos, Edward la llevó a la cama y la depositó con cuidado. Se sacó la camisa y aterrizó con un ruido sordo en el suelo húmedo antes de empezar a gatear por su cuerpo. Sus dedos se deslizaron por la parte exterior de sus muslos mientras él recogía su falda empapada de lluvia en sus manos, empujándola hacia arriba sobre sus caderas. Inclinó la cabeza y le dio un suave beso por encima de la cintura de sus bragas, su lengua mojando muy ligeramente debajo de la tela. Ella estaba mojada, por lo que el raso blanco estaba transparente y su sabor era de lluvia y Bella.

Envolviendo los dedos alrededor de la banda delgada de elástico, comenzó a desprenderla de su cuerpo. El material empapado derrapó sobre su carne, dejando manchas de agua sobre sus piernas.

—Pienso en ti —le susurró mientras su lengua pasaba por encima de su hueso del tobillo y la suave curva de su pantorrilla—. Cuando estoy solo, en mi cama por la noche, tú eres en la que pienso —sus labios pasaron en la parte inferior de su rodilla mientras se movían por su piel de color blanco cremoso. —Pienso en la última vez —murmuró —Lo bien que te sentías... y sabías.

—Edward... por favor... —Bella jadeó, apretando el edredón.

Su aliento silbó entre dientes. —Mierda, Bella —gimió, apoyando la frente contra su vientre tenso, deslizando sus manos bajo su culo—. Me encanta cuando dices por favor.

—Por faaaaavor —suspiró ella, su cuerpo temblaba de necesidad.

El cuero de su máscara estaba fresca en su piel cuando el final de su lengua caliente tocó su clítoris. Las terminaciones nerviosas en el órgano diminuto desató una reacción en cadena de sensaciones de hormigueo que se propagaban a través de su sistema, todo el camino hasta la planta de sus pies y hasta los extremos de su cabello. Nadie la había tocado como él.

Sus dedos se encogieron en el colchón mientras movía sus caderas contra su boca. Sonidos de la succión suave y bajos gemidos llenaban el aire y Bella pensó que perdería la cabeza cuando sintió la pérdida de su boca mientras su mano empezó a subir por su pierna.

—Quiero ver todo de ti —dijo mientras sus dedos hábiles comenzaron a buscar la cremallera en el lateral de la falda, empapada y amontonada alrededor de su cintura. Edward hizo brevemente el trabajo de quitarle la ropa, tirándola por encima del hombro antes de empezar a quitarle la blusa.

En cuestión de minutos Bella quedó al descubierto en la cama delante de él. Su cabello revuelto en un desorden de mechas húmedas sobre la almohada. Parecía una especie de diosa de la lluvia desnuda y Edward estaba más que dispuesto a adorarla.

—¿Qué quieres? —Bella preguntó en voz baja, corriendo la mano por su cuerpo, acunando su pecho y toqueteando su pezón.

Edward se quedó inmóvil, incapaz de moverse ante una pregunta tan sencilla. —¿Qué?

—Quiero complacerte —dijo Bella mientras se incorporaba y comenzaba a desabrocharse el cinturón—. Quiero saber lo que quieres, lo que te da placer.

—Yo... —dijo, tragando un nudo en la garganta. Él sinceramente no sabía qué decir. Esto había sido siempre sobre qué él podía hacer por alguien más. Le gustaba lo que hacía inmensamente, pero nadie se había tomado el tiempo para hacer lo que a él le hacía sentir bien.

—¿Edward? ¿Qué pasa? —Bella siguió las líneas de su máscara con los dedos, antes de correrlos por su pelo, tierna y amorosamente.

—Nadie me ha pedido preguntado eso antes —él tomó su rostro entre sus manos, trazando los contornos suaves de sus rasgos con los pulgares—. Tú eres diferente de todas las demás ¿no?

—Eso espero —dijo Bella mientras lo ponía en la cama y sacaba sus empapados pantalones vaqueros, agregándolos a la pila de ropa empapada de la esquina—. Tú eres magníficamente hermoso, Edward, cada pieza de ti. Pero, probablemente, tú oyes mucho eso.

—No de la manera en que tú lo dices —admitió Edward—. Las palabras tienen peso, solo son comunes sutilezas... al menos para mí.

De repente, sus brazos estuvieron a su alrededor y estaba sobre su espalda antes de que pudiera tomar su próximo aliento. Tenía que volver a la oscilación del por qué estaba allí. —Pero esto no es sobre mí y lo que yo quiero, esto es acerca de ti y lo que puedo hacer por ti —se inclinó y le susurró al oído: —Y creo que estarías de acuerdo en que hago todo malditamente bien.

Antes de Bella pudiera decir nada a cambio, sintió la caliente polla de Edward pulsando en ella y olvidó casi cada palabra que ella había conocido, a excepción de dos. —Oh... Dios... —gimió, arqueándose fuera de la cama.

—Eso es —gruñó Edward, agarrando sus caderas mientras empezaba a empujar duro y profundo—. Extrañaste eso, ¿verdad?

—Sí, oh sí —jadeó Bella.

Edward rodó sus cuerpos otra vez y se quedó mirando a Bella, que se retorcía encima de él —Dime, bebé, dime lo que extrañaste mientras me coges con tu dulce coño.

Bella dejó de moverse y lo miró. Volvió la cabeza de un lado a otro, mientras lo estudiaba durante unos segundos. Él estaba sonrojado, cubierto de sudor y tenía el pelo aún mojado por la lluvia. Le brillaban los ojos de un verde profundo y oscuro debajo de su máscara a la luz escasa de la habitación, mientras se lanzaban en toda su piel desnuda.

—Echaba de menos la forma en que me miras y el sonido de tu voz cuando dices mi nombre —dijo, mientras empezaba a oscilar lentamente hacia adelante y hacia atrás, rodando sobre sus caderas. Ella se inclinó y pasó su nariz por encima de su clavícula —La forma en que hueles —comenzó a pimentar su pecho con besos suaves, su lengua degustaba la carne sensible de sus pezones. —La forma en que sabes —Bella se sentó de nuevo y tomó una de sus manos. —Tu toque —susurró ella, cuando envolvió su brazo alrededor de su cuerpo —Y lo que se siente quedarse dormida en tus brazos.

La boca de Edward estaba abierta de asombro cuando ella suspiró y le cortó el aliento con placer. El movimiento entre ellos era leve, pero ridículamente intenso. Las cosas que ella echaba de menos de él lo sorprendido y encantó. Estaba seguro de sus habilidades como amante y si él le hubiera preguntado a cualquiera de las otras mujeres les habrían que dicho que extrañaban su pene dentro de ellas o su lengua sobre su clítoris, pero no Bella. Ella era diferente. Por supuesto, él nunca había visitado a nadie más de una vez antes, pero había un montón de cosas que no había hecho antes de Bella.

Se sentía completamente consumido por esta mujer.

Por puro instinto del momento, se sentó y la envolvió con sus brazos, apretando su cuerpo cerca de él. —He extrañado todo acerca de ti, Bella —Edward susurró mientras comenzaba a doblar sus caderas en ella—. El olor de tu champú de jazmines en el pelo, la chispa de picardía en tus ojos cuando estás a punto de hacer algo decadente, al igual que cuando me dejaste darte placer en el frente de tu tienda esta noche, la mirada en tu cara cuando digo algo sucio y a ti te gusta, la forma en que inclinas la cabeza cuando estás pensando y la forma que se siente tenerte en mis brazos cuando estás durmiendo.

Bella gimió y apretó su agarre en la parte posterior de su cabello.

—Tú me preguntaste qué quería esta noche, Bella, quiero esto —dijo, dejando caer besos lánguidos a lo largo de su cuello—. Quiero sentirte venir así. Yo no quiero hacerte gritar mi nombre o cualquier otra cosa, quiero que esto sea tan intenso y correcto que no puedas hacer un sonido —Edward metió la mano entre ellos y comenzó a frotar pequeños círculos sobre su clítoris.

Podía sentir su cuerpo comienzan a temblar contra el suyo y apretarse alrededor de su polla.

—Sí, dulce Bella, justo así —respiró Edward, sintiendo su propio clímax arañando su espalda como un animal.

El cuerpo de Bella se volvió tenso cuando su orgasmo comenzó a arraigarse, antes de que ella se derritiera completamente en él. Edward la sintió, los músculos pulsando y ondulándose hacia arriba y abajo de su longitud. Le dio una profunda estocada final y su sistema se sobrecargó. Todo dentro de él se derramó en ella. Cada emoción rebotó a través de todo lo que él era. Cada nueva chica que trató de complacer, pero solo quedaba una sensación de vacío y algo que estaba mal. Cada momento que había permanecido despierto en la noche y pensaba en ella, cada vez que había acechado fuera de su tienda sólo para verla una vez más. Todas las conversaciones que tuvo consigo mismo acerca de dejar ir a Bella y seguir adelante, rompieron en mil pedazos en este momento.

No dijeron nada más el uno al otro. Sólo se enroscaron alrededor del otro, escuchando la lluvia y se durmieron.

~ X ~

Por la mañana, Bella despertó ante el sol entrando por las ventanas y estaba sola. Se sentó en su cama y reunió las sábanas alrededor de su cuerpo, tratando desesperadamente de captar el olor de su aroma.

El sol se reflejaba en algo sobre su escritorio en la habitación y cuando ella se movió a ver lo que era, ella vio una caja de plata y una nota.

Agarrando la sábana contra su cuerpo, cerca de su cara así aún podía olerlo en el tejido, se sentó y abrió la carta.

Querida Bella,

Siento haber tenido que dejarte de nuevo, pero no tenía elección. Si vamos a tener algo juntos tiene que ser así. Espero que entiendas eso. Te quiero de más maneras de las que puedo contar, pero yo no te quiero así, una fantasía. Te quiero de verdad. Yo. El hombre detrás de la máscara. Voy a entender si no quieres eso, pero realmente espero que sí. Nunca he querido nada tanto como te quiero a ti, Bella.

Te veré pronto.

Por siempre tuyo,

Edward

¡Hola! Aqui estamos devuelta Marian y Day con el ultimo capitulo de este two-shot. A Nosotras nos encantó y esperamos que a ustedes también.

El nombre de la autora es booboo . kitty2.0, (sin espacio después del punto, ff lo borra si lo ponemos bien) y ella amablemente nos otorgó su permiso para traducir su historia.

Algunas de ustedes fueron muy amables de dejarnos comentarios y nos agregaron entre sus Alerts y lo apreciamos algunos de sus rr nos faltaron contestar, pero sepan que estamos en la mitad de exámenes y nos complicamos un ratito, pero como tanto tiempo no nos podemos alejar de FF les trajimos el final de esta historia.

También les comentamos que prontito estaremos trayendo otras traducciones para disfrutar!

Muchas gracias por el apoyo que nos están dando, a las que nos siguen desde nuestras cuentas individuales y a las que nos conocieron de carambola, LOL.

Nos vemos pronto.

Muchas gracias por haber leído y espero que nos dejen sus comentarios.

Gracias y comenten, ¡por favor! :)

Marian y Day