IF ONLY

Y si no hubieras sabido lo que tenías hasta que se fue.

Y si la vida te diera otra oportunidad para amar a quien has perdido.

Y si tuvieras un día para cambiar el destino.

Nota 1: Pequeño Fic Basado en la película del mismo nombre.

Nota 2: Este capítulo esta totalmente dedicado para Mai Grandchester Andrew Cornwell ¡Feliz Cumplaños… retrasado, muy retrasado!

Capítulo 3: La vida sigue

Terry despertó y fue consciente de su realidad, había sobre su pecho desnudo estaba Candy, dormida plácidamente después de amarse, de entregarse el uno al otro sin reservas, por fin había encontrado un hogar: los brazos de ella.

Candy se revolvió, señal de que estaba a punto de despertar. Él sintió cuando ella abrió los ojos, se quedaron un largo instante sin decirse nada, el castaño levanto el rostro de la rubia para darle un tierno beso, no había necesidad de otra cosa, pero él sabía que tenía que hacer muchas cosas, y una de ellas, era contarle lo de Susana. Terry suspiró con pesar.

Tengo que decirte algo – le dijo, serio, ella no dijo nada, comprendiendo su expresión –. En el departamento me preguntaste por qué era Karen y no Susana la que interpretaría a su Julieta. Ayer… no te lo dije y creo que eso te lastimó más.

¿Ayer? – se confundió Candy.

Sí, bueno, en mi sueño – se encogió de hombros – Susana tuvo un accidente. – soltó por fin.

¿Accidente?

Sí, en uno de los últimos ensayos, algo salió mal al montar los reflectores y cuando estábamos ella y yo sobre el escenario una de las sogas se rompió y a punto estuvo de aplastarme… - la miró – ella me salvó, reaccionó antes que nadie y me empujó… pero… - se le cortó la voz sin querer – Susana… ella recibió el impacto.

¡Dios mío! – Candy se cubrió el rostro con las manos, con pesar - ¿Susana…? – no pudo terminar la pregunta.

¡No! - se apresuró él, para tranquilizarla – Ella está bien… dentro de lo que cabe… Candy, tuvieron que amputarle una pierna para salvarle la vida – él la miraba con mucha culpa, con dolor e infinita tristeza.

¡Le amputaron la pierna! – exclamó la rubia, horrorizada, ambos se quedaron en silencio unos segundos, asimilando lo que estaba pasando.

Candy… - ella levantó la vista y abandonó sus pensamientos – la madre de Susana… - esto era lo que más trabajo le costaría decirle, pero debía hacerlo, si podía cambiar las cosas, estaba dispuesto a todo – ella dice que fue mi culpa que su hija perdiera su pierna, su carrera y un futuro como mujer, me pide que la recompense por su sacrificio… Susana y su madre quiere… quieren obligarme a que me case con ella – dijo por fin, impactando aún a Candy, que no estaba segura de lo que acaba de oír.

La expresión de solemnidad que Terry reflejada en su hermoso rostro le dio a entender que él estaba sufriendo mucho con ese peso sobre sus hombros. Sabía lo mucho que le había costado decirle lo que estaba pasando y era obvio que él aún no tomaba una decisión, en un primer momento se sintió dolida, pero comprendió que era una situación delicada y, también, muy complicada. Pensó en qué le diría.

Terry – él se aferró a la mano de la rubia, sintiendo que en cualquier momento ella le diría que debía quedarse a lado de Susana, por ello había decidido ocultárselo, porque conocía bien el enorme corazón de Candy -… tenemos que hablar con Susana, juntos, y decirle que comete un error al ponerle precio a tu vida. Eso es muy egoísta – dijo por fin Candy, con la voz más seria y segura que él le hubiera escuchado nunca.

¿Estás… estás segura? – la tanteó, él.

Por supuesto que sí, ella no puede tomar un acto tan noble como lo fue salvarte la vida y convertirlo en un negocio con el cual asegurar su futuro, tú no eres un objeto que ella pueda llevarse a cambio de su pierna… a menos – desvió la mirada de la de él - … que tú quieras estar con ella.

No, Candy – nuevamente la tomó por la barbilla, obligándola a mirarlo – no seas tonta, la única mujer con la que yo quiero estar es contigo, te amo, pecosa, ¿lo dudas? – él la miró intensamente, con sus Verdi azules ojos pendientes de su respuesta, ella le sonrió y lo beso cálidamente.

Nunca – dijo, contenta, él se sintió aliviado. Ella lo apoyaba, eso era lo único que él necesitaba para enfrentar a Susana. La amaba, Candy era su mujer perfecta.

Estoy tan feliz de que estemos aquí – la volvió a besar, una y otra vez.

Estaba por empezar el atardecer, Candy y Terry salieron para comer algo y después pasearon por los alrededores de la mansión de Eleanor.

Esto es perfecto, ojalá no tuviéramos que volver – dijo Candy.

¿A dónde? - preguntó Terry.

A Nueva York, a la obra.

No, no tenemos que volver – exclamó – tomemos el auto y vayamos a donde queramos.

Terry – condescendió ella – has soñado toda tu vida con este momento, te has preparado día y noche, no puedes faltar a la realización de tu deseo, es ahora o nunca. Tenemos que volver – Candy tenía razón, él bajo la cabeza y contuvo algunas lágrimas que amenazaban con salir - ¿vienes? – le preguntó la rubia, extendiendo la mano para que él la tomara, él lo dudo por unos momentos y de repente escuchó unas palabras que habían cambiado su vida el día anterior: apréciala a ella y a lo que tienes. Sin más dudas en su cabeza, entrelazó su mano con al de Candy.

Regresaron a la ciudad en silencio, esa clase de silencios que ellos toleraban bien, que fortalecían aún más sus lazos porque podían comunicarse con miradas y sonrisas.

Terry dejo a Candy en su hotel para que se cambiará y él fue a su departamento a hacer lo mismo. Tomó un baño caliente y se puso su traje, el que tenía preparado para la fiesta, esa donde pediría la mano de Candy.

Antes de irse le dejo una carta a su casero, solo por sí las dudas. Además aprovecho para pasar a la joyería, tenía el anillo para ella, pero le hacía falta algo más.

Llegó al hotel justo en el momento en que Candy salía para abordar un carruaje que había solicitado él para ella.

Candy – la llamó antes de que abordará, ella se giró, extrañada de verlo ahí.

¿Qué haces aquí?

Qué clase de novio sería, sino pasará a recoger a mi hermosa novia – Candy estaba ataviada en un hermosos vestido color acua que resaltaba su pálida piel, había dejado suelto su cabello, tal y como lo usaba cuando la conoció. Se veía hermosa. Terry despidió al cochero y tomó a Candy de la mano, ella se dejó guiar como si no tuviera voluntad, aquel gesto le había robado el aliento.

Llegaron al teatro y una gran multitud se arremolino ante ellos. Los fotógrafos y reporteros curiosos por la aparición pública de Terry, normalmente él los confundía, disfrazándose cuando entraba o salía del recinto, pero esa tarde, llego por la puerta principal y no solo eso, iba a acompañado por una hermosa rubia a la cual se aferraba celosamente. Las muchas admiradoras del actor, desconcertadas, comenzaron a barrer con la mirada a Candy, pero ella estaba tan nerviosa por tal demostración que no les dio importancia alguna. Eliza miró la escena desde lejos y sintió como le comenzaba a hervir la sangre.

La pareja entró al teatro y fueron seguidos con la mirada hasta que se perdieron tras bastidores. En el camino, se toparon con Karen, quien los saludo muy felizmente, le dio un beso en la mejilla a Candy y se despidió de ambos, no sin antes desearle suerte a Terry.

Robert le dijo que Candy debía ocupar su asiento antes de que se apagaran por completo las luces, él le dio un beso y le pidió a un asistente que la llevará a su lugar.

Candy – la llamó antes de que ella se fuera, él fue corriendo hasta la rubia y le murmuró -: prométeme que no irás sola al hospital, que esperaras a que termine la obra y ambos iremos juntos a hablar con Susana – su voz tenía tal vehemencia que Candy se preocupó – por favor, prométemelo.

Te lo prometo, Terry.

Gracias – besó sus manos y le sonrió.

Candy llegó a su lugar dispuesta a disfrutar de la actuación de Terry.

Solo una vez lo había visto sobre el escenario, cuando fue a Chicago e interpretaron el Rey Lear. Él era maravilloso, se desenvolvía magnificente. Y esta noche, en que tenía un protagónico tan importante como lo era Romeo, no estuvo sino excelso, perfecto. Él era Romero, no solo actuaba a que lo era. Nunca antes se había sentido tan orgullosa de él, tan satisfecha y agradecida por todo lo que hacía y más porque su éxito lo estaba compartiendo con ella, sintió ganas de ponerse a llorar, pero el anuncio del intermedio la distrajo de sus pensamientos.

Salió a estirar las piernas y escuchó a algunas señoras hablando de ella.

¿Viste con quién llego Terry? Dicen que esa rubia es su prometida – dijo una con desdén.

¿Y qué pasa con Susana Marlow? – preguntó otra.

Pues a mí me contaron que ella lo está chantajeando para que se case con ella – cacareó la primera.

Candy se sintió indignada ante los comentarios de las "mujeres de sociedad" y regresó nuevamente a su asiento, tenía la imperiosa necesidad de salir de ahí e ir corriendo a reclamarle a Susana por ser tan vil, pero se contuvo, le había hecho una promesa a Terry.

La segunda parte de la obra comenzó y Terry, como acto reflejo, busco entre el público a Candy, sintió un enorme alivio al verla en su lugar. Mientras interpretaba la escena del exilió, recapitulo las cosas en su mente, le había pedido a Candy que se fuera, había telefoneado al hospital para que no dejaran sola a Susana en ningún momento, sabía lo que sucedería si ellas se encontraban, si las cosas sucedían tan cual, no podía permitirlo. Tenía miedo, no sabía por qué presentía que algo saldría mal, cuando llego la escena final, se dijo a sí mismo que tenía que dejar de pensar en esa cosas y concentrarse en la obra, dar todo de sí, porque era para Candy para quien él actuaba esa noche, solo para ella.

Cuando se terminó la obra y salieron a dar la reverencia al público, Terry le lanzó una mirada cómplice a Candy y un beso que hizo que los aplausos fueran remplazados por murmullos, algunos de aprobación, otros de indignación, pero eso a ellos no les importaba.

Mientras las personas salían del teatro, Candy recibió una nota de Terry, que le decía que en unos minutos se reuniría con ella para ir al hospital. Candy espero recargada en una de las columnas del teatro. Justo en ese momento un hombre sufrió un ataque al corazón y se convulsionó, se oyeron gritos de histeria y sorpresa, Candy se acercó y dado que nadie hacía nada por ayudar al hombre, ella, le desabrochó la camisa y comenzó a darle masaje.

No se queden ahí, llamen a una ambulancia – gritó la rubia.

Llegaremos más rápido si yo los llevo – se ofreció un joven y entre algunos de los caballeros presentes, cargaron al hombre caído, Candy dudo en subir al auto y miró en dirección a la entrada del teatro – aprisa, señorita, sin usted no llegará vivo – la apremió el joven, ella subió. Ella fue sola al hospital.

Llegaron en unos 20 minutos al hospital y el caballero fue ingresado, el doctor a cargo preguntó quién le había dado masaje y Candy respondió que ella era enfermera, en un primer momento el doctor no puedo evitar notar la vestimenta de la chica y preguntarse si era cierto que una niña rica, de verdad fuera enfermera, pero dado que el paciente estaba estable, era obvio que la rubia sabía lo que se debía hacer.

¿En qué hospital trabaja, señorita…?

Candice White y soy de Chicago – respondió la joven.

Bien, señorita White, venga conmigo, usted me asistirá - la rubia y demás personal médico no creía lo que habían escuchado - ¿y bien? – preguntó dado que la rubia pareció quedarse plantada sobre la nieve, ella nunca había asistido en urgencias, sabía el protocolo para ello, pero nunca había practicado, sin embargo, la confianza con que la miraba el doctor le dio la determinación necesaria para asentir y entrar a quirófano.

Candy nunca se había sentido tan excitada en toda su vida, era la primera vez que veía una operación a corazón abierto, el doctor, pese a ver en extremo joven, era increíblemente hábil. E incluso mientras hacía los procedimientos se tomaba la libertad de explicárselos, no solo a ella, sino a todo el personal que lo estaba asistiendo. Candy pudo tomar entre sus manos el corazón del hombre, qué sensación tan placentera. La operación duro algunas horas, pero terminó bien.

Gran trabajo, equipo – felicito a su equipo y se volvió a la rubia – Gracias, enfermera White, sin usted, este hombre habría muerto. Por cierto, mi nombre es Damen Hodgey.

Un placer – dijo y recordó que Terry debía estarla buscando – tengo que irme.

Espere – la tomó por el hombro – hay un programa en este hospital para que las enfermeras se especialicen en cirugía, podrías entrar con mi recomendación…

Gracias, pero de verdad tengo que irme - se soltó y echó a correr. Damen, sin querer rememoro esa cuento de hadas que su madre le contaba de pequeño, Cenicienta, se rió por su estupidez y siguió con su trabajo.

Candy corrió por los alrededores del hospital, quizá algún curioso le hubiese contado a Terry el accidente que hubo. Mientras paseaba por los pasillos, se topó con una nueva alarma, al parecer una paciente había desaparecido. Se aproximó para ayudar y se enteró que la persona que buscaban era nada más y nada menos que Susana Marlow.

La rubia comenzó una nueva búsqueda y la encontró antes que nadie en la azotea. La nieve era intensa y el frío calaba hasta lo más profundo, pero ahí sobre la orilla de la barda estaba Susana. Ella trato de persuadirla, pero la ojiazul estaba determinada a suicidarse para no estorbarles a Terry y a ella, Candy supo en ese momento que Susana de verdad a amaba a Terry.

Susana, no tienes que hacer esto. Te prometo que él se quedará contigo, seré yo quien se haga a un lado, pero por favor, no lo hagas – sentenció Candy, no solo poniéndole fin a su felicidad, sino que también condenando a Terry sin preguntarle siquiera.

Terry y un sequito de doctores las encontraron a los pocos minutos. Terry cargó a Susana, sabía que eso pasaría, no había sucedido a la misma hora, pero sí tal cual lo había soñado o vivido, ya no estaba seguro, de lo que sí estaba es que si antes había sentido que Susana pesaba como si fuera plomo, en ese momento solo sentía la mirada decepcionada de Candy y eso, se dijo, era como cargar el mundo en sus hombros.

La nieve caía con intensidad, el frío que se sentía fuera de ese edificio no era comparable con el que sentía Candy en su corazón. Acababa de salir de la habitación de Susana, sus últimas palabras:

No lo abandones nunca.

Se quedó unos segundos recargada sobre la puerta, conteniendo las lágrimas que amenazaban con desbordarse, y de pronto sintió la presencia de Terry, se veía muy apuesto con su traje en color café, estaba parado enfrente de las escaleras, mirándola con pesar y vergüenza.

Sabía que había llegado la hora de decir adiós. Paso a su lado, sonriéndole para que no la detuviera.

Adiós – se despidió mientras comenzaba a bajar las escaleras.

Te llevaré a la estación – pronunció Terry con voz sería, afectada por esa despedida tan simple, no de nuevo, no podía permitirlo.

Será mejor que no –se había detenido, pero al momento siguió con su camino. Terry corrió tras ella, la tomó del brazo.

Candy – dijo con desesperación – te llevaré a la estación.

¡No! – gritó ella y él se sorprendió de lo que vio en los verdes ojos de Candy – dije que no – hipeó – no… eso hará las cosas más difíciles – y con un movimiento brusco deshizo el agarre de él y echó a correr. Terry veía como la mujer que amaba se alejaba y sin querer permitirlo, corrió detrás de ella. No permitiría que las cosas se hicieran a su modo esta vez. La tomó por la cintura y la cargo, ella pataleó y trato de soltarse, pero él estaba aferrado a su cuerpo, no la dejaría irse sola.

La acomodo en el auto y cerró con llave. No hablaron durante los primeros minutos, pero esta vez a ambos les molestaba el silencio. Se detuvieron en un semáforo y él saco una bolsita de terciopelo negro que contenía una pulsera con varios dijes.

Es un regalo por tu graduación – dijo, con voz afectada – no te di nada y sé que te esforzaste mucho para convertirte en la magnífica enfermera que eres hoy – se giró para verla a los ojos, ella estaba llorando – Algunos dijes son nuevos y otros no – tomó su mano y le colocó la pulsera, mientras tomaba uno de los objetos – éste es mi auto, esta es la cabaña mágica de Terry – le sonrió, ella estaba atónita – y ésta es una tetera, eres la única persona que conozco a la que se le quema el agua – esta vez ella también rió – y por último, un corazón, mi corazón – se miraron. Terry sabía que estaba haciéndole las cosas difíciles a Candy, pero era necesario que ella entendiera, que lo supiera – Sé que no puedo persuadirte para que te quedes y enfrentemos esto juntos, lo compartí contigo, sabiendo que al final harías esto. Es tu manera de ser y aunque me duele, quiero que sepas que entiendo por qué lo haces y te amo por ser así, por ser tú. Comprendo que no puedes basar tu felicidad en la infelicidad de otros, por ello te entrego mi corazón, algo que no puedes pedirme que le entregue a alguien más, mi corazón es tuyo, Candy, solo tuyo.

Candy entendió sus palabras y sintió un nudo en la garganta, él comprendía por qué se iba, por qué no podían estar juntos y al igual que ella sufría con las consecuencias de sus decisiones. No sabían si era lo mejor o no, pero era lo que consideraban correcto. Ambos se amaban por ser como eran.

Pasaron por las cosas de Candy y fueron a la estación. Candy compró el boleto para el tren a Chicago.

Candy… - pronuncio su nombre mientras esperaban en la línea de salida.

Terry… - lo nombró ella.

No se dijeron nada durante un largo rato, aquélla era la forma táctica que tenían de dilatar el momento, de enfrentar el transcurso del tiempo, de hacer que cada segundo pareciera una eternidad.

Candy – la llamó nuevamente, sintiendo que el final estaba cerca – vas a ser feliz, ¿verdad? Tienes que prometérmelo, Candy, promételo – le pidió, necesitaba saber que ella estaría bien.

Sí –contestó ella, bajando la mirada – tú también.

Mírame - le pidió Terry, y como cuando estuvieron acostados, levanto su rostro – Te amo…

No, Terry, por favor… - imploró ella, sabiendo que eso haría más difíciles las cosas.

Candy, quiero decirte por qué te amo – ella hizo intento de marcharse, pero él la detuvo – tengo que decirte esto y tú necesitas oírlo – algo en su voz, en su mirada intensa, le dieron a entender a Candy que Terry hablaba en serio, lo miró fijamente – Te he amado desde que te conocí, pero no me había permitido sentirlo realmente hasta hoy. Siempre pensaba en el futuro. Tomaba decisiones por miedo. Hoy, gracias a lo que he aprendido de ti, cada cosa que he elegido fue diferente y mi vida ha cambiado completamente. Y he aprendido que si haces eso, estarás viviendo tu vida al máximo. No importa si tienes 5 minutos o 50 años. Candy, si no fuera por hoy, si no fuera por ti, nunca hubiera conocido el amor - Candy lloró aún más ante las palabras de Terry, se estaban despidiendo pero ambos sabían que se amaban, que el otro se quedaba con una parte de ellos, una parte que les recordaría siempre que ese amor había existido, que se pertenecían aunque estuvieran con alguien más, que por muy injusta que fuera la vida, les había dado la oportunidad de conocerse, de amarse, de ser felices, aunque fuera solo por un instante – Gracias por ser la persona que me enseñó a amar… y a ser amado.

No sé qué decir – pronunció la rubia, con hipeos.

No tienes que decir nada, solo quería decírtelo.

Y ahí, parados entre una multitud de personas, un futuro incierto, una vida lejos del otro, una decisión que cambiaba sus vida, el miedo de enfrentar la realidad, el peso del mundo en sus hombros, ellos se abrazaron, se abrazaron queriendo ser uno solo ser y se besaron con intensidad, con urgencia, pero principalmente con amor, era un adiós, por supuesto, pero ninguno estaba dispuesto a decir la palabra. La vida es injusta, lo sabían, desde siempre se había ensañado con ellos, pero esta vez era su decisión, correcta o equivocada, ellos lo habían elegido.

El tren anunció su última llamada para que los pasajeros abordaran.

Gracias, Terry – dijo Candy subiendo al último vagón – Yo también te amo, siempre lo haré. El tren comenzó a avanzar lentamente. Terry la besó por última vez caminando con el tren, cuando sintió que la marcha se hacía cada vez más fuerte, le temblaron las manos y su respiración se hizo cada vez más pesada, en el último segundo tomó la mano de Candy y la bajo del tren, tomando su lugar. Ella cayó sobre la pista, desconcertada.

No supo qué hacer, el tren pronto desapareció de la vista. Se quedó ahí, de pie, sin comprender, cuando de pronto, una explosión tan fuerte que hizo que ella fuera impulsada hacía atrás como una muñeca de trapo, iluminó el cielo de un anaranjado ahumando. En un primer momento la conmoción no la dejo pensar con claridad, pero cuando hubo pasado ese primer momento, lo entendió. El tren había explotado.

Terry… - gritó, desesperada – Terry… - volvió a llamarlo hasta que se desmayó.

La siguiente vez que abrió los ojos se encontraba en una habitación blanca, cubierta por mantas, la cabeza le daba vueltas se tocó la frente y notó que tenía una venda.

Ya despertó, señorita White – escuchó una voz familiar. Era Damen Hodgey.

¿Qué sucedió? – preguntó, aunque de sobra sabía la respuesta.

Al parecer un tren chocó con otro y ambos explotaron. Hay muchos heridos y usted fue una de las afectadas dado que estaba en la pista de salida, sufrió lesiones leves, pero está estable.

¿Hay… hay… sobrevivientes? – preguntó, con los labios temblando.

Ninguno. Fue algo terrible.

Candy comenzó a llorar, descontrolablemente, Damen se acercó a ella para consolarla.

No puedo creer que se haya ido. ¿Por qué yo estoy aquí y él no? – dijo con impotencia en la voz.

Algunas cosas están fuera de nuestro control – la consoló el galeno.

Terry tuvo una premonición, un sueño o lo que haya sido – se le cortó la voz, nuevamente – Él lo sabía. Y estuvo intentando decírmelo, pero no le creí. Justo antes de subir al tren, me dijo que yo lo había enseñado a amar. Para mí fue muy fácil amarlo - Candy se aferró al cuerpo de Damen, estaba desconsolada, llorando la muerte del hombre que amaba, él lo entendía, era doctor, pero él solo sabía curar cuerpos, tristezas ni perdidas – Quería decírmelo todo.

Y sobre los brazos de ese extraño, Candy lloró lo que nunca antes había llorado en su vida, ni siquiera con la muerte de Anthony. Candy gritó y dejo que sus lágrimas cayeran, ambos sentían que el caudal nunca iba a detenerse, pero por alguna razón, Damen sintió que podía quedarse con ella, consolándola en su abrazo, el tiempo que fuera necesario. El llanto de Candy solo era opacado por los llantos de los demás familiares que también habían sufrido una perdida. Todos compartiendo el mismo dolor, el mismo vacío. Pero el de Candy, sentía ella, era más profundo y más doloroso.

Tres años después…

Candy se mudó a Nueva York, únicamente regreso a Chicago para llevarse con ella a Albert, quien gustoso estuvo dispuesto a ayudarla en todo lo que necesitara, pero principalmente, para confortarla por su perdida.

Le pidió a Damen que anunciara que entre las bajas también estaba el famoso actor Terrence Greum Grandchester. Y a los dos días siguientes de la tragedia, ella visitó a Susana, fue una visita donde la oji azul le recriminó que por su culpa Terry había muerto y que ahora ella se quedaría sola y que la pérdida de su pierna había sido en vano. Candy salió de ahí, con la firme convicción de que ambos habían cometido un error al pensar en la felicidad de Susana, quien al final sí era una chica egoísta, pero sabía que Terry estaría molesto con ella por pensar en él hubiera, puesto que en su momento todos habían actuado guiados por sus circunstancias y sentimientos.

Terry dejo pagado el alquiler de su departamento por dos años más, el casero contacto a la rubia le dijo que su deseo era que ella viviera ahí. Fue así como Albert y Candy iniciaron una nueva vida. Candy entró al programa de cirugías, pero tuvo que abandonarlo por un año, debido a su estado.

Ese día se cumplían tres años de la tragedia, el mundo recordaba a sus muertos con una pequeña ceremonia. Hacía un año y medio que Albert le había revelado que él era el Tío Abuelo William y Candy, por todo lo que su entrañable amigo había hecho por ella, conservó el apellido, muy a pesar de la señora Elroy y los Legan.

Mami – se aproximó un pequeño rubio de ojos verde azulados, por él abandonó el programa, pero lo retomó por consejo de Damen, que le dijo que nunca renunciara a nada y que solo una gran mujer como ella podría criar a un hijo y avanzar en su carrera.

¿Estás lista, pecosita? – preguntó Damen, desde hacía algunos meses que habían empezado una relación. Candy había ido a la tumba de Terry para avisarle sobre su deseo de amar nuevamente, de ser feliz, sabía que él no le recriminaría nada, pero por respeto, le dijo, por al final, él era con quien compartía todo lo que decidía.

Era feliz, muy feliz, pero siempre recordaría a Terry, el hombre al que amo como nunca más amaría a nadie, pero la vida sigue y tú con ella. La muerte no termina con el amor, solo lo hace evolucionar. Y si bien, no lo tenía a él, siempre conservaría una parte suya con el hijo de ambos, un pequeño nacido del amor que ambos se tenían y que por siempre ella llevaría en su corazón, así como también llevaba el de Terry.

FIN

Espacio para Charlar

Yo sé que me van a querer matar por el final, pero yo creo firmemente que un escritor debe ser capaz de matar a sus personajes más queridos a fin de no obstaculizar el proceso creativo. Esta historia estaba planeada así desde el principio y sé que a muchas les puede disgustar, pero a veces Candy no tiene que limitarse a escoger entre dos hombres, ella decidió seguir y ser feliz y al final, darnos una lección, todas hemos perdido un ser amado, pero sacamos fuerzas para seguir y vivir cada día, como a los que ya no están les hubiera gustado.

En finl, creo que estoy divagando, ya son las 23:40 hrs y me siento algo somnolienta.

Espero que no se hayan decepcionado del todo de este pequeño fic triste que tardo mil siglos en ver la palabra fin escrita.

Les debo la disculpa de siempre, pero bueno, a mediados de enero cambié de puesto y ha sido un poco complicado adaptarme debido a que el puesto no existía en sí, pero lo crearon y a mí me dejaron a cargo, entonces sin la capacitación apropiada he tenido que adaptarme yo solita y sí esta pesado, pero, creo que ya está y pronto daré finales de mis demás fics.

Gracias por su enorme paciencia y a las que de plano ya no me leen por incumplida, les ruego me perdonen y les aseguro que nunca dejaré un fic incompleto.

Ahora vamos con las chicas que siguen esta pequeña historia, de verdad significa mucho para mí:

Zuci

Passcusa

Mai Grandchester Andrew Cornwell

Nelly

Rakel83

Betty

Anjim

Anahis

Lita de todos

Y a todas las lectoras anónimas...

¡GRACIAS!

Ceshire...