Dolce

"La mujer que ante las maniobras de un seductor no dice esta boca es mía, es porque está pensando «esta boca es tuya»". –Enrique Jardiel Poncela.

Capítulo VII:

"Yamanashi"

Sakura abrió los ojos y estiró los brazos para desperezarse. No tardó mucho tiempo en darse cuenta de que estaba sola en la gran cama de Shaoran. Se sentó y echó un vistazo a su alrededor por si algo delataba la presencia de su amante. Ni un alma.

-¿Shaoran?

Lo llamó. No hubo respuesta. El loft no era muy grande, así que asumió que debía estar vacío.

Al espabilarse, recordó que habían tenido una conversación hacía unas horas. O tal vez lo había soñado. ¿Shaoran le había dicho que tenía que irse a trabajar? No estaba segura. Ella era una roca cuando dormía, y aun cuando lograba despertarse, le costaba mucho espabilar y hacer clic con la realidad.

Se puso de pie y caminó hasta lo que pareció ser el baño. Se fijó en que tanto el suelo como las paredes de vidrio de la ducha estaban mojados. Olía a perfume de hombre. Y al reconocerlo, recordó la conversación.

-Sakura.

-Mmmm.

-Tengo que irme, hermosa. Pero no te quería dejar sin despedirme.

-Mmmm. Quédate… conmigo.

-Me encantaría, pero de verdad tengo que irme.

-Ahora es mi turno –dijo ella aún con los ojos cerrados, más dormida que despierta-, de devolverte lo de ayer…

-Dios Sakura, no me digas esas cosas. En serio tengo que irme, tengo una reunión muy importante con un cliente. Puedes quedarte el tiempo que quieras. Pero te tomo la palabra.

Fue cuando se acercó a besarle la mejilla que sintió su perfume. No lo soñó. Shaoran se había despedido de ella esa mañana.

Bajó las escaleras y encontró su ropa perfectamente doblada sobre el sofá. Se vistió con calma y abrió su cartera para ver su móvil, pero no tenía batería. Miró la hora en su reloj de muñeca antes de ponérselo. Eran las 10:30 de la mañana.

Vaya, no era demasiado tarde. ¿A qué hora se habría ido Shaoran? Seguramente muy temprano.

Fue al baño para peinarse y lavarse la cara. Aunque se sintió tentada a curiosear, no le pareció correcto quedarse más tiempo en el apartamento de Shaoran sin que él estuviera allí, incluso cuando le había dicho que podía quedarse el tiempo que quisiera. Se sirvió un vaso de agua helada y se marchó tras beberlo.

Por suerte le había notificado a Tomoyo que pasaría la noche con Shaoran justo cuando se bajaron del Uber frente a su edificio, así que su prima no debía estar preocupada.

Sakura reconoció la zona en la que se encontraba cuando salió a la calle. No era muy lejos de su casa. No tuvo que esperar mucho tiempo por su Uber. Deseó llegar pronto a casa para darse una ducha y descansar un poco más. Y durante el trayecto, rememoró la noche anterior.

Los labios de Shaoran. Sus manos. Su lengua. Su olor, sus besos, sus caricias. Su piel. La pasión con la que hizo todo.

Una sonrisa se dibujó en su rostro al sentir las consecuencias físicas de la noche anterior. El cuerpo, de la cintura para abajo, le dolía un poco. Era lógico después de tanto tiempo sin sexo y tras una noche tan apasionada como la que había tenido. No le molestaba en lo absoluto. Al contrario.

Porque cada vez que sintiera alguna molestia, se acordaría de su bombón de caramelo.

-.-

Después de tres días llenos de trabajo en Hong Kong, Shaoran por fin pudo tomar un poco de tiempo para sí mismo y respirar profundo.

Se sentó en una de las bancas del Parque Victoria a ver pasar a las personas que caminaban, trotaban y hacían ejercicio, mientras bebía una Coca-Cola fría. Entre toda la gente vestida con ropa casual o de ejercicio, desentonaba con su traje Hugo Boss azul grisáceo y su corbata negra.

Al ver a una pareja de adolescentes caminando tomados de la mano mientras se reían, pensó en Sakura. Tenía tres días sin hablar con ella. Esperaba que no estuviera demasiado enojada con él por desaparecer así. El viaje a Hong Kong había surgido de repente y era algo que no podía posponer.

Luego de despedirse de ella en el apartamento, Shaoran se dirigió a su oficina como cualquier otro día. Y tras algunas reuniones matutinas, recibió una llamada de su madre. Requería de su presencia lo más pronto posible para finiquitar unos proyectos de las empresas familiares. El avión estaba preparado para que volara esa misma tarde.

Regresó al loft más temprano de lo usual para alistar sus cosas y marcharse, Sakura ya no estaba. No tenía un número donde localizarla para avisarle que tendría que irse del país durante unos cuantos días. Y entre el ajetreo del viaje, tampoco se le ocurrió pedírselo a Eriol.

Al poner un pie en Hong Kong, fue imposible pensar en otra cosa que no fuera el trabajo. Su madre era una mujer impasible e incansable. Para ella, la frase no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy era una ley de vida. 24 horas eran demasiado pocas para un día. Los médicos de la familia le habían dicho que no era saludable que trabajara tanto, porque aunque parecía no alterarse nunca, algunas veces sufría por los altos niveles de estrés que ella misma se causaba.

Por eso decidió llamar a Xiao Lang, su hijo menor. El único varón de cinco hijos. Él conocía muy bien los negocios de la familia (imperio de bienes raíces), el mercado actual, y tenía mucha más energía que ella.

Los cuatro primeros días estuvieron cargados de trabajo. Reuniones por aquí, juntas por allá, revisiones de largos e importantes contratos, papeles que firmar, personas con las que hablar, planes que organizar, proyectos que evaluar para su posterior rechazo o aprobación.

Puf. Prácticamente no había tenido tiempo de compartir con sus hermanas ni con su madre. Con sus tíos, con Wei. Por eso decidió quedarse dos días más para descansar y saludar a todos. Pero en las noches, a pesar del cansancio, no hacía otra cosa que pensar en Sakura. ¿Pensaría también ella en él? ¿Lo extrañaría? Esperaba que sí. Esperaba que en su cuerpo hubieran quedado vestigios de su noche juntos.

En su primer día en Hong Kong, al salir de la ducha había notado que tenía la marca de un mordisco en su hombro izquierdo. Fue frente al espejo, mientras se afeitaba, que notó aquella marca. Sonrió. Había sido Sakura. Era una mujer increíblemente apasionada y sin tabúes.

A pesar de lo mucho que la había disfrutado, aquella noche se le había quedado corta. Él también era un hombre sin sin tabúes, por lo que se moría de ganas de seguir explorando con ella.

El sonido de una popular canción de pop lo sacó de sus cavilaciones. A su izquierda, la joven sentada junto a él dejó la revista de moda que estaba leyendo sobre la banca y se apresuró a sacar su moderno móvil de su bolso de diseñador. Contestó y después de algunos segundos, se puso de pie apresurada. Al parecer, era una emergencia.

Shaoran ni siquiera tuvo tiempo de decirle que se estaba olvidando de su revista, pues la chica recogió su bolso y corrió a grandes zancadas hacia algún lugar. Él suspiró y colocó la revista sobre sus piernas. Sin demasiado interés, la abrió en la que parecía ser la sección de sociales. Se trataba de una nota de dos páginas sobre la apertura de la más reciente sucursal de una reconocida boutique japonesa de ropa y joyas. Él conocía la tienda. Le había comprado allí regalos a su exnovia Nakuru en incontables ocasiones, pues le encantaban sus pulseras y pendientes.

Y allí, en medio de la foto principal, entre Tomoyo Daidouji y un altísimo hombre de pelo rubio platino (teñido) llamado Yoshiro Shimizu, posaba Sakura Kinomoto, cofundadora de Lucy in the Sky y Lucy in the Sky with Diamonds.

Su cerebro no necesitó de demasiado tiempo para unir los puntos y atar los cabos. Todo este tiempo, Eriol lo había sabido, pero jamás le había comentado nada. Pero, ¿por qué habría de hacerlo? Después de todo, él nunca se lo había preguntado. Y Sakura jamás le había mentido.

Miró su reloj de muñeca y, con la revista en mano, salió del Parque Victoria rumbo a su casa, en The Peak. Al llegar, se dirigió a la sala familia, donde había dejado su laptop personal la noche anterior (le encantaba la iluminación y la decoración de esa habitación), y se sentó en un sofá para buscar toda la información que Internet ofrecía sobre Sakura Kinomoto. Leyó todo.

Desde los artículos que la describían como una de las empresarias más visionarias de su generación, destacando el valor de su compañía y lo rápido que se estaba expandiendo, hasta las entrevistas más íntimas, donde le preguntaban qué le gustaba hacer los domingos, con quién prefería pasar su tiempo libre y cómo era cuando estaba enamorada.

Aprendió sobre sus gustos y preferencias, así como algunos consejos de moda, mercadeo y emprendimiento. Por ejemplo, su casa de modas favorita era Ted Baker, pero también le gustaban Miu Miu, Prada y Ralph Lauren. Adoraba los gatos, por eso la penúltima colección de Lucy In The Sky había tenido una gran influencia felina en sus diseños, estampados, y cortes. Su ciudad favorita en el mundo era Estambul, "pues es la única ciudad en la que te puedes enamorar en dos continentes". Su asignatura favorita siempre había sido educación física (de hecho había pertenecido al equipo de animadoras y al de atletismo en la secundaria), pero también le gustaba artes plásticas. En cambio, sentía aversión por las matemáticas y cualquier materia que tuviera números y cálculos como protagonistas.

Creció en una pequeña ciudad llamada Tomoeda, a las afueras de Tokio, así que también investigó sobre el lugar (sí, estaba obsesionado). Tomoeda tenía alrededor de dos mil habitantes, varias escuelas (entre las que se destaca el Instituto Seijo, donde había asistido Sakura) y una universidad que, para sorpresa de Shaoran, ofrecía un excelente programa de arqueología y estudios egipcios (¡y el decano de esa facultad era el padre de Sakura!). Contaba con interesantes atracciones como el Parque Pingüino y el Templo Tsukimine, donde se realizaban numerosos festivales.

Su mayor fuente de inspiración había sido Nadeshiko Kinomoto, su madre, una supermodelo japonesa de gran trayectoria nacional e internacional. Nadeshiko falleció cuando Sakura era apenas una adolescente de 13 años. Investigando más sobre su familia, descubrió que Sakura era la sobrina de Sonomi Daidouji (madre de Tomoyo), una excéntrica mujer que tenía una agencia de modelos y dividía su tiempo entre Tokio y Nueva York

Inclusive se encontró leyendo las páginas de chismes, donde ligaban a Sakura con otros jóvenes japoneses igual de exitosos, igual de ricos, igual de apuestos que ella. Herederos de grandes empresas, exitosos corredores de bolsa o abogados de importantes firmas del país. La crema y nata de Japón.

Ninguna fuente oficial había confirmado esas relaciones, por lo que eran solo rumores. Al parecer, Sakura no solía ventilar su vida romántica ni en las redes sociales ni en las entrevistas que le hacían.

A pesar de que le había sorprendido enormemente que Sakura fuera tan famosa y exitosa, le había encantado todo lo que leyó sobre ella en Internet. Aquello, en vez de aliviar su sed de estar con ella, aumentó su interés y su necesidad de conocerla más a fondo, e incluso, compartir su vida con ella.

Sí, sabía que tal vez era algo exagerado. Apresurado, mejor dicho. Pero él era así. Un hombre de armas tomar.

-.-

-Quizás ya no quiere comer más en Dolce. –Comentó Kero subiendo las piernas a la mesa de vidrio-. El pobre hombre iba a terminar arruinado si seguía yendo, ¿has visto los precios de ese lugar?

Sakura quiso reír ante el comentario de su mejor amigo, pero no pudo.

Estaba en las oficinas de Lucy In The Sky con Tomoyo, cuando Kero había aparecido para llevarles un paquete importante. Luego de las charlas triviales, en las que Sakura no emitió palabra alguna, sus amigos decidieron que era hora de una intervención. Ella aceptó sin mucha queja, pues necesitaba desahogarse. Había pasado una semana desde la última vez que había hablado con Shaoran, la mañana después de su noche especial.

Especial al menos para ella. Porque él se había esfumado más rápido de lo que tarda una burbuja de jabón en explotar.

-O a lo mejor ha estado ocupado, Sakura. –Tomoyo retomó la seriedad de la conversación y golpeó las espinillas de Kero con su bolígrafo Swarovski para hacerlo bajar las piernas del escritorio.

-¿Tanto como para no llamarla ni una sola vez? –Intervino Kero-. ¿Un mensaje tan siquiera? Algo que diga: oye fuiste el mejor sexo de mi vida. Al menos podría decirle que no quiere saber nada más de ella. –Se llevó una mano al mentón-. Aunque claro, ignorarla también podría significar eso.

Tomoyo lo miró con severidad para que se callara y volvió a mirar a Sakura.

-Bueno, quizás tuvo que salir del país por una emergencia y no se ha podido comunicar con nadie. –Explicó, tratando de ver el lado positivo.

-Oh, vamos, Tomoyo. –Continuó Kero-. ¿A qué país fue que no puede comunicarse? ¿Corea del Norte? Esas cosas nunca pasan, es más probable que no quiera…

Ella lo hizo callar con tan solo mirarlo, pero Sakura había captado la idea.

-Que no quiera verme más. –Completó suspirando, aun cabizbaja.

Sus amigos callaron y la miraron sin saber qué decir. Sakura alzó el rostro e hizo contacto visual con ambos antes de continuar.

-Es una opción y lo saben. Yo lo sé.

-¿Y por qué no habría de querer volver a verte? –Preguntó Tomoyo con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

-Porque tuvimos sexo y a lo mejor era todo lo que quería. Es decir, el tipo se me insinuó descaradamente desde el primer instante en que me vio. –Explicó animada-. Era obvio que quería sexo conmigo.

Tomoyo abrió la boca para intervenir, pero Sakura no la dejó.

-Si eso era lo que quería, yo lo entiendo. –Hizo una pausa y suspiró-. Está bien. Después de todo, nunca me prometió nada más. Yo también quería sexo con él, me moría de ganas, de hecho. El asunto, queridos amigos, es que realmente me gusta.

-¿Es por eso que has estado tan ansiosa, Saku? –Preguntó Kero colocando su mano sobre la rodilla de su amiga. Ella asintió con la cabeza.

-Sakura tiene razón, es una posibilidad. –Sentenció Tomoyo-. Así que creo que lo mejor es no comernos la cabeza con eso.

Y ella lo había intentado. Cuando no tuvo noticias de él durante los dos primeros días, asumió que Shaoran había obtenido lo que quería de ella y las cosas habían terminado. Y ella lo aceptó. En realidad no tuvo demasiado tiempo para ponerse a pensar las cosas demasiado, pues tenía demasiado trabajo y cosas que hacer. Pero durante los últimos dos días había pensado demasiado en él, porque su trabajo en Dolce estaba por finalizar. Y le era inevitable recordar que allí se habían conocido.

Sakura siempre había estado en contra de investigar o acosar a las personas en Internet. Consideraba que si quería conocerlas, debía hacerlo en persona. Pero en esta ocasión, había caído a las tentaciones que la globalización, el Internet y las redes sociales proporcionaban. Como una millenial consagrada, Sakura Shaoran en Google para conocer más sobre su vida. Y aunque no había información personal de él (todo era relacionado con su trabajo porque al parecer prefería mantenerse bajo perfil), sí había un gran contenido sobre su familia. La distinguida familia Li de Hong Kong.

Xiao Lang Li (como descubrió era su nombre en cantonés) el hijo menor de Liang Li, un difunto magnate de la construcción y bienes raíces, y de Yelan Li, matriarca de la familia y CEO de Li Realty Corp. Era, junto a sus cuatro hermanas mayores (¡cuatro!) el heredero del negocio y la fortuna familiar (la cual era demasiado obscena como para ser mencionada).

Li Realty Corp. había sido fundada por el abuelo de Shaoran, quien todavía en vida le había heredado el negocio a su hijo Liang. Éste falleció en un trágico accidente cuando el auto en el que viajaba se estrelló contra un camión y cayó por un barranco.

No fue difícil encontrar fotos de la familia de Shaoran en las páginas de sociales. Debía decir que no se parecía ni un ápice a su madre, una mujer de pelo negro y pálido rostro. Sin embargo, sí tenía rasgos en común con sus hermanas, todas altas, todas elegantes, todas sonrientes. Al parecer, los hermanos Li habían heredado el color de pelo y los rasgos de su padre.

-Al menos fue bueno, ¿no? –Comentó Tomoyo con una media sonrisa-. ¿Lo disfrutaste?

¿Qué si lo había disfrutado? Aquel había sido, por lejos, ¡el mejor sexo de su vida! Quién sabe cuándo volvería a tener una experiencia como esa. Porque físicamente había sido magistral. Alucinante, placentera, estupenda. Pero Shaoran también le había transmitido una conexión que trascendía de lo físico, además de la innegable atracción que había entre los dos y de la fuerte química.

Pero aparentemente solo ella se sentía así. En pleno siglo XXI, con la mejor tecnología del mundo, Shaoran no se había manifestado de ninguna forma, y eso solo podía significar una cosa.

Ya no estaba interesado.

-.-

Ese mismo día, Sakura se dirigió a Dolce para su último día de trabajo en el restaurante. La tarde transcurrió tranquila, con los clientes suficientes como para mantener su mente ocupada. Justamente estaba tomando un vaso de agua en la cocina cuando el gerente del restaurante le dijo que tenía que atender un cliente que acababa de llegar. Ella asintió con la cabeza y salió de la cocina.

Pero se detuvo en medio del recinto al ver de quien se trataba. Aunque estaba de espaldas, lo reconoció inmediatamente. Shaoran se veía intranquilo, jugueteando con su móvil en una mano y golpeando la mesa con la otra.

¿Dónde te habías metido, bombón de caramelo?

Se acercó a su mesa con la jarra de agua y sintió ganas de echársela en la cabeza. Vestía un polo azul marino Fred Perry, jeans oscuros y unas zapatillas deportivas azules que Sakura reconoció inmediatamente. Lanvin. Shaoran tenía buen gusto.

¿Por qué no había aparecido hasta ahora? Y ahora que regresaba, ¿qué quería de ella?

Como si pudiera escuchar sus pensamientos, Shaoran alzó el rostro para encontrarse con una muy seria Sakura que cada vez estaba más cerca de su mesa. Su rostro se iluminó al tenerla de frente otra vez. Ella hizo un breve contacto visual, pero no dijo nada mientras llenaba su copa con agua.

-Buenas tardes, señor. Bienvenido a Dolce. ¿Ya sabe lo que va a ordenar o necesita más tiempo? –Preguntó Sakura con dura indiferencia-. Puedo recomendarle algunos platillos.

Shaoran se sorprendió ante su actitud fría, pero también la entendió. Intentó suavizarla con una sonrisa arrepentida.

-No me odies tanto, por favor.

Sakura no dijo nada durante los primeros segundos, haciendo que Shaoran perdiera un poco de confianza en sí mismo. Finalmente, habló.

-No pensé que volvería a verte.

Esta vez el contacto visual y el silencio fueron prolongados. Sakura lo miraba de forma perspicaz. Shaoran sonrió. Extendió su mano sobre la mesa y acarició la de ella. La había extrañado mucho.

-Estuve fuera del país durante este tiempo.

Aquello sonaba como una mala excusa, pero era la verdad. Incluso estaba dispuesto a enseñarle el pasaje y el pasaporte, si ella así se lo pedía.

-Qué bien. –Comentó Sakura-. ¿Vacaciones?

Se sintió extraña al tratarlo así. Él no tenía por qué darle explicaciones ni justificar sus actos ante ella. Después de todo, no eran una pareja. Eran dos adultos libres de tomar sus propias decisiones, sin importar el daño colateral. Pero le desconcertaba que hubiera desaparecido por una semana para luego volver igual de atento con ella.

-Negocios. –Respondió él, impasible-. Estuve en Hong Kong, mi ciudad natal. Pasé cuatro días trabajando y dos visitando a mi familia. Me hubiera quedado más tiempo de no haber sido por ti.

Ella parpadeó sorprendida.

-¿Por mí?

-No soportaba estar lejos de ti más tiempo.

Se miraron durante algunos segundos en los que Shaoran quiso acortar la distancia y besarla. Pero no podía hacerlo sin comprometerla con sus superiores. Aunque Dios sabía que Sakura no necesitaba ese trabajo.

-No podía quedarme más tiempo sin saber de ti, sin verte o sin hablarte. No quería que pensaras que...

-Ya habías obtenido lo que querías. –Completó ella.

Shaoran asintió. Abrió la boca para decirle algo, pero ella lo interrumpió con un gesto.

-¿Vas a ordenar? Hay otras mesas que me necesitan.

Él recordó dónde estaban y maldijo no poder hablar a gusto con ella. Asintió con la cabeza y pidió una pasta vongole con una Coca-Cola. Sakura se marchó durante lo que para él fue una eternidad.

Cuando Sakura regresó con su bebida, Shaoran se apresuró a hablar.

-Pasé varias noches agonizantes pensando en ti, ¿sabes?

Puso su mejor cara de víctima. Sakura ocultó su sonrisa. Se sentía bien saber que él no había dejado de pensar en ella. Que había sufrido también. Quería que Shaoran se tragase su papel de mujer dolida. Pero él pensaba jugar su mismo juego.

-Llegué a pensar que sólo me usaste. –Le dijo y apartó la mirada con dramatismo.

Sakura abrió los ojos y la boca, con cierta indignación.

-¿Yo te usé? –Exclamó en un tono más alto del que le hubiera gustado.

-No llamaste, no escribiste. –Él volvió a mirarla. Sus ojos ámbares parecían no haber matado una mosca nunca-. Nada.

-Tú tampoco. Pudiste haber...

-¡La que tenía mi número eras tú, Sakura! –Dijo él tratando de no reír-. Te di mi tarjeta, ¿recuerdas? Yo no podía llamarte. ¿Cómo iba a hacerlo? Nunca me diste tu número. Ni tu correo electrónico, ni nada con lo que pudiera contactarte. Y a pesar de lo exitosas que fueron las señales de humo en su momento, yo prefiero no hacer uso de ellas para proteger el ambiente.

Era cierto. Ella no le había dado ningún número a Shaoran donde pudiera localizarla. ¡Ni si quiera le había dicho su apellido! A duras penas le había dado su nombre… y a no tan duras su cuerpo. Pero no tenía idea de dónde estaba esa tarjeta, probablemente porque la había botado minutos después de que él se la diera. No dijo nada.

-Debo irme. –Sakura señaló las otras mesas y se fue.

Cuando regresó con el plato fuerte, Shaoran no perdió el tiempo.

-Bien, puedo asumir toda la culpa. –Dijo Shaoran-. Soy culpable de haberme ido a otro país y no haber buscado cualquier forma de contactarme contigo. Incluso llamar a Eriol para pedirle tu número. Eso hubiera sido lo más sensato y lógico. Pero soy un imbécil y no lo hice.

-Pensé que ya no querías verme. –Comentó ella.

Shaoran sonrió. Por fin estaba siendo sincera. Le emocionó saber que a Sakura le preocupaba que él no quisiera verla. Al parecer, ella también lo había echado de menos.

-Sakura –pronunció su nombre con ternura-, ¿crees que después de todo lo insistente y fastidioso que he sido, iba a dejarte ir así tan fácil?

Ella sabía que era una pregunta retórica, pero no pudo evitar responder.

-Era una posibilidad.

-Me gustas demasiado, te lo he dicho antes y te lo digo ahora: me encantas, me vuelves loco. –Dijo con determinación y sin dejar de mirarla-. En este tiempo no he dejado de pensar en ti, en tus ojos mirándome, en tus labios, en tu piel…

Ella también se había torturado pensando en sus ojos traviesos, en sus manos, en sus besos, en su lengua. En aquella noche.

Shaoran bajó la voz y acarició el antebrazo de Sakura con la yema de sus dedos.

-Incluso cuando no estás conmigo, mi cuerpo te llama.

Viendo el rumbo erótico que estaba tomando la conversación, Sakura le dijo que tenía que irse. Pero Shaoran la tomó de la mano.

-Sal conmigo, por favor. –Acarició el revés de la mano de Sakura con sus dedos-. Podemos ir a comer, al cine, a ver un apartamento, una exposición de arte, al mini golf. Adonde quieras, pero por favor acepta mi invitación.

Sakura se sorprendió un poco ante la proposición.

-Con una condición.

-Lo que quieras. –Dijo Shaoran dispuesta a complacerla.

-Sorpréndeme.

Él sonrió-. Está bien, que sea el sábado entonces, como a las cinco.

Sakura asintió con la cabeza-. Bien, te paso a buscar a tu casa.

-Vaya, ¿acaso tienes miedo de que sepa dónde vives, Sakura? ¿De que te llame?

Sakura sonrió-. ¿Tienes un bolígrafo?

Él asintió con la cabeza y sacó una pluma Lamy de color verde. Sakura tomó su mano y escribió la dirección de su apartamento y su número de celular en la palma de Shaoran.

-Te espero el sábado.

-.-

La prefectura de Yamanashi, ubicada en la región de Chūbu, era mundialmente famosa por el Monte Fuji, por sus preciosos campos de girasoles y tulipanes, y por la cantidad de frondosos árboles de cerezo que embellecían la zona.

Pero además de tener el pico más alto de todo Japón, Yamanashi era una región conocida por sus viñedos. En 1877, en la ciudad de Katsunuma, se fundó la Compañía de Uva Yamanashi de Japón (Dainihon Yamanashi Boudo Kaisha). En 1949, Yamanashi Grape Company fijó su mirada en Francia, y lanzó su etiqueta de Mercian. Esto fue promocionado para ser el primer vino japonés hecho exclusivamente de uvas japonesas. El resto es historia.

Decir que Shaoran la había sorprendido, era poco.

Luego de un viaje en tren de aproximadamente una hora y treinta minutos, se dirigieron a un tour que los llevaría a pasear en bote por Lago Kawaguchiko para disfrutar de una maravillosa vista del Monte Fuji. Sakura solo había visto el Monte Fuji una vez: cuando tenía ocho años, en un viaje familiar en el que su madre le contó algunas historias sobre el lugar, como el cuento Kachi-kachi Yama.

De hecho, la siguiente parada del tour fue una en teleférico al Monte Kachi Kachi, cuyas atracciones fueron inspiradas en esa extraña y perturbadora historia del conejo y el tanuki.

Luego visitaron una cervecería local y tres bodegas de vino. Esa fue la parte favorita de Sakura. No solo porque tuvo la oportunidad de beber y degustar grandes cantidades de vino, sino porque disfrutó enormemente del recorrido en el precioso viñedo.

Había sido un día para recordar. Una cita totalmente diferente a cualquier otra que hubiera tenido antes. Divertida, interesante, enriquecedora y ¡deliciosa! Definitivamente, Shaoran la había sorprendido por completo.

En el Fujisan Express de vuelta a Shinjuku, Sakura tuvo que llevarse una mano a la boca para acallar las risas que los chistes de Shaoran generaban en ella. Le dolía el abdomen, sus ojos estaban llenos de lágrimas y el grado de alcohol en su sangre era más alto de lo que debía. Trató de recuperar el ritmo normal de su respiración y se secó las lágrimas que se habían escapado.

-¡Eres muy gracioso! -Dijo ella-. ¿Siempre has tenido ese talento natural para la comedia?

Él negó con la cabeza-. No, realmente. Durante mi niñez y al principio de mi adolescencia fui bastante huraño. Era introvertido y no me gustaba socializar con las demás personas. -Explicó mientras acariciaba la pierna de Sakura-. Pero todo eso fue cambiando cuando me hice amigo de mi prima Meiling.

Sakura frunció el ceño extrañada y Shaoran sonrió.

-Nos llevábamos muy mal, hasta un viaje familiar. Mi prima es muy extrovertida y fue una gran influencia en que yo cambiara mi forma de ser.

Ella asintió con la cabeza y se recostó de su hombro. Cerró los ojos. Había tenido un día maravilloso, pero estaba cansada y el vino estaba empezando a pasarle factura.

-Me gustan mucho tus pantalones. -Dijo él y continuó acariciando su pierna-. Son bonitos, pero en este momento me encantaría que tuvieras un vestido.

Comenzó a ascender por la pierna de Sakura hasta llegar a su ingle, donde detuvo su mano. Ella abrió los ojos y se rio, pero no dijo nada. Shaoran comenzó a besar su frente y luego su mejilla y su cuello.

-Shaoran, estamos en el tren. -Dijo ella cuando él la abrazó-. No quiero que nos saquen por indecencia pública.

Él se rio-. ¡No estoy haciendo nada indecente! -Se acercó a su oreja y comenzó a morder su lóbulo-. Aunque me muero de ganas de hacer muchas cosas indecentes contigo, ¡grrr!

-¡Shaoran! -Dijo ella y volvió a reírse.

-Está bien, está bien. Pararé. -Se separó de ella y cogió una de sus manos entre la suya, para colocarla sobre su pierna-. ¿Qué harás el jueves? Quiero llevarte a un lugar.

Sakura pareció pensarlo-. ¿Puedes llevarme antes? El jueves no puedo. –Comentó mientras acariciaba sus dedos-. Ya tengo un compromiso ese día.

-Un compromiso...

-Ineludible. Algo de trabajo. Pero si no puedes antes, el viernes soy toda tuya.

-Mmmm. –Shaoran acercó su rostro al de ella-. Me encanta como suena eso.

Comenzó a morder la piel de su cuello.

-Shaoran, por favor.

Él volvió a detenerse y sonrió. Sabía que Sakura tenía un compromiso el jueves. De hecho, sabía de qué compromiso se trataba. Lugar, fecha, código de vestimenta, todo.

El jueves la revista Fasshon llevaría a cabo un evento para celebrar el inicio de la semana de la moda de Tokio el lunes siguiente. Al evento asistirían influencers, modelos, blogueros y diseñadores jóvenes que estuvieran iniciando en el mundo de la moda. Era una tradición de todos los años. Y, como todos los años, los editores de la revista tendrían a un invitado especial que serviría como inspiración para los jóvenes que se iniciaban en el mundo de la moda. Este año, las invitadas eran Tomoyo Daidouji y Sakura Kinomoto, quienes darían algunas palabras a los jóvenes y participarían en foros y otras actividades. El evento culminaría con un almuerzo tardío. Y Shaoran conocía todos los detalles del evento porque él mismo asistiría.

Sakura había tenido varias oportunidades de contarle sobre su verdadero trabajo. Y aunque sí le había hablado mucho de ella y la había conocido más, seguía sin aclarar ese pequeñísimo detalle. Por eso Shaoran decidió que el jueves a las dos de la tarde asistiría al evento de la revista Fasshon. Ni como invitado, ni como vocero, ni como organizador.

Solo esperaba que a Sakura no le molestara que los meseros coquetearan con ella.


Creo que no me va a alcanzar la vida para disculparme por haber tardado tanto, Así como tampoco para darles las gracias por su reiterado e incondicional apoyo. Espero que todavía queden seguidores de esta historia dispuestos a conocer su desenlace y a dejarme sus opiniones al respecto.

Prometo que no volverán a pasar años para la próxima actualización, que será el último capítulo de la historia.

En este capítulo pudimos conocer más a fondo a nuestros dos protagonistas, así como un poco sobre la geografía de Japón. Y ahora Shaoran va a jugarle una pequeña broma a Sakura. Ya veremos cómo sale todo.

Muchísimas gracias a todos por su apoyo, sus comentarios, sus reviews. De corazón espero que los que alguna vez leyeron esta historia puedan volver para continuar.