CAPÍTULO 1

Hola, soy Bella Swan, y mi vida es un auténtico caos aunque no siempre lo ha sido.

Nací en un pequeñito pueblo llamado Forks, en el estado de Washington, pero pronto tuve que marcharme de allí porque mi madre y Charlie se separaron. Crecí en Florida con mi madre Reneé la cual a los ocho años de separarse de Charlie se volvió a casar de nuevo con Phil, un chico 12 años más joven que ella, en edad, porque en espíritu mi madre era incluso más jóven que yo.

Era una chica normal, bastante tímida por lo que no tenía muchos amigos ya que siempre me sentí el bicho raro, mi opinión nunca coincidía con la del resto de gente, ni inclusive mis gustos coincidían con el resto de gente, pero yo en mi mundo era feliz, no necesitaba a nadie que pensara como yo, ya que cuando me encerraba en mi mundo era yo misma y así era feliz.

Pero un buen día mi tranquilidad se desvaneció, ya que a Phil fue ascendido en su puesto de trabajo, motivo por el cual se tenían que trasladar a Canadá. Yo ya tenía planeado mis años inminentes, terminar el Instituto, empezar en la universidad de Seattle, emanciparme, ser libre,volar, soñar... pero todos esos sueños se fueron al traste cuando me dieron la noticia.

Tras varias conversaciones con Reneé y Phil, decidí que lo mejor sería volver a Forks con Charlie. Tendría que aguantar mi último año de Instituto en Forks y luego podría ir a la Universidad de Seattle, dándole así a ellos la oportunidad de poder empezar de cero como dos tortolitos que estaban echos. Ellos nunca me lo pidieron pero yo sabía que ellos necesitaban vivir su matrimonio como una pareja normal, sin ataduras sin impedimentos que les dejara desatar su pasión, y desde que ambos empezaron yo siempre estuve allí, y no pudieron vivir su amor al cien por cien. Aunque ellos nunca me dijeron nada, yo lo sentía así pero nunca me importó, Reneé siempre fue un espíritu libre, una hippie y yo siempre me sentí más madre que hija con ella.

Mi relación con Charlie era ideal, ideal para mí. Cuando estaba con Charlie, me podía sentir más yo, Charlie siempre me daba mi espacio y no ocupaba el tiempo en coversaciones superfluas para rellenar los silencios. Ambos estabamos sincronizados, con una sóla mirada nos bastaba para saber si uno estaba bien o estaba mal, nunca me regañaba tampoco es que le diera motivos, pero simplemente me sentía muy cómoda con él, porque me dejaba ser yo sin tener que cumplir con todos los estereotipos que supone ser un adolescente de 17 años, cosa con la que él estaba sinceramente encantado ya que no creo que pudiera lidiar con ello.

Así que un 13 de Agosto, llegué a Forks. Las clases no empezaban hasta la primera semana de Septiembre, pero la incorporación de Phil a su nuevo puesto de trabajo era inminente y el llegar antes a Forks me daba tiempo a adecuarme a mi nuevo espacio, a mi nueva vida.

Charlie me recogió en el aeropuerto y con un flojo abrazo, ya que no solíamos ser muy efusivos en nuestras demostraciones de afecto, nos encaminamos hacia Forks.

Realmente, la magia de este pueblo me encantaba, los grandes bosques verdes, los ruidos de la fauna del lugar, todo ello te hacía soñar, sólo faltaba que se apereciera por el lugar algún duendecillo o incluso algún hada...¡Despierta Bella Swan¡Realmente este sitio te atrapaba, incluso el tiempo ayudaba a dotar al sitio de ese misticismo, la lluvia empapaba los cristales, y yo ya me imaginaba en casa, en mi mundo, con una buena taza de café junto al ventanal de mi habitación leyendo un buen libro mientras la lluvia bañaba los cristales...

¡Bella, Bella, despierta ya llegamos¡ Charlie me acompañó hasta la casa, estaba tal y cómo la recordaba, aunque hacía mucho tiempo que no me dejaba caer por allí ya que solía venir todos los veranos, pero el año anterior Reneé se rompió una pierna y tuve que cuidar de ella y el anterior Charlie tuvo que dar instrucción en la Academia de Policía de Seattle durante el verano para devolverle el favor a un buen amigo, con lo cual llevaba dos años sin pisar mi pueblo natal.

Mi habitación estaba tal y como la recordaba, no tenía una gran decoración, nunca fui una niña de muñecas ni peluches ni nada de eso, la habitación parecía más de un adulto que de una niña , la verdad es que le faltaba una redecoración cosa que empezaría a hacer a la mañana siguiente.

Una vez dispuse todas las cosas en mi habitación , bajé a la cocina, la casa no había cambiado en nada, la verdad es que le hacía falta un toque femenino.

Charlie nunca hablaba de ello pero yo sé que nunca pudo superar la marcha de mi madre. Su foto en la mesilla de noche demostraba eso obviamente, pero supongo que algún día se repondría de ello, simplemente el amor de su vida todavía no había llegado.

Al día siguiente, me levanté temprano, quería empezar con la remodelación de mi habitación en cuanto me fuera posible. Bajé para desayunar y Charlie se había marchado ya, así que me tomé un vaso de leche con café y una tostada ¡Dios, tengo que llenar esta despensa Charlie me va a matar de inanición¡.

Escribi una lista con todo el material y con toda la comida que me iba a hacer falta y cogí las llaves del coche que muy amablemente Charlie dejó a mi disposición. Era una vieja camioneta roja desvaída que realmente tenía estilo e iba totalmente con mi personalidad. Yo no era una chica a la que le gustaran las cosas ostentosas y los grandes lujos, yo con poco me conformaba mientras fuera a gusto.

Llegué a la ferretería más cercana, y compre pintura para remodelar mi habitación. También compré unas lamparitas que iban a quedar muy bien y velas muchas velas de colores, unas perchas para colgar todos los collares y pendientes (me encantaban todos los colgantes de bisutería y si eran artesanales mejor que mejor, supongo que eso lo heredé de la hippie de Reneé) y cuatro detallitos más, y ya está, a pintar.

Antes de ir a casa me encaminé hacia el supermercado, iba con Bad Religion a todo volumen en mi camioneta, cuando de momento un perro se atravesó frente a mí. Gracias a Dios pude frenar a tiempo y el pobre animal se pudo salvar. Bajé toda temblorosa del coche, me había llevado un susto de muerte no habría soportado el haber atropellado al pobre perro, me encantaban los animales.

El perro no estaba mucho mejor que yo, temblaba también y parecía asustado, intenté ver si llevaba alguna placa de identificación y efectivamente la llevaba, no me pareció un perro callejero.

En la placa ponía Yoko Cullen, mascota de Edward Cullen, un número de teléfono y una dirección.

Me dispuse a llamar por teléfono, pero lo que jamás me iba a esperar es lo que me fui a encontrar.