Lo que tu quieras

Por Ruby P. Black

Un adolescente. Eso era. Un simple adolescente que acababa de despertar de una pesadilla, de una guerra interminable. Pero, paradójicamente, se trataba de eso, de que todo había terminado y ahora podía pensar con claridad, sentir con libertad.

Y a fin de cuentas, él era un adolescente controlado por sus hormonas. Por eso siempre había caído ante caras bonitas, ante las populares muchachas del colegio que lograban que le temblaran las piernas y le sudaran las manos. Tal vez, en algún punto se enamoró pero ese sentimiento tenía bases tan tambaleantes que acabó por derrumbarse sobre él, aplastándole en el proceso. Haciéndole perder de cosas que estaban ante sus ojos y que no fue capaz de descubrir.

Ahora, nuevamente, tenía la oportunidad y todo estaba demasiado dado vuelta.

Lo de Ginny y él no había resultado, para vaticinio de muchos, que esperaban que sucediera en algún momento. Se habían peleado por una tontería, pero Harry descubrió que ella no era la chica adecuada para él, que no le entendió ni compartió lo suficiente como para saber en que momento visitó el, por primera vez, la casa de sus padres. Era una cuestión de fechas, pero ella no lo sabía y eso le molestó.

Tal vez hacía tiempo que ya no sentía nada por la pelirroja y estaba buscando excusas.

Ron no se enojó, como esperaba, pero le dijo que ya no la buscara en algún otro momento, que si terminaba esa relación fuera de forma definitiva, porque su hermanita no soportaría más idas y vueltas. Le pareció bien.

Así, esa relación perfecta fue la primera en irse por el caño. La dejó irse.

Se había instalado en Grimmauld Place, y Hermione le ayudaba a decorar la casa para que no fuera tan oscura y tenebrosa. Mantuvieron intacto el cuarto que había ocupado Sirius y se abocaron a los demás. La tarea le distraía y Hermione era una excelente compañía, le ayudaba y entendía como de costumbre, no había ninguna distancia entre ellos.

Así empezó su infierno. Y lo dejó crecer.

Una noche, luego de que ella se despidiera para ir a cenar con Ron, se quedó observando el fuego que crepitaba en la chimenea. Entonces, así, sin grandes pensamientos y reflexiones, se dio cuenta que siempre estuvo enamorado de Hermione. No le hizo falta mucho para verlo, sólo un detalle insignificante en la pared, una foto de ambos donde ella le abrazaba luego de la batalla final. Allí recordó cuan bien le hacían los brazos de la castaña, cuan feliz se sentía en ellos.

- Soy un estúpido – se dijo en cuanto cayó en cuenta. Especialmente porque ella era su amiga, su mejor amiga. Y eso no cambiaría, no bastaba con desearlo con todas sus fuerzas.

De a poco, cada día, la castaña se metía más y más en su corazón, se hacía dueña y señora. Su olor estaba impregnado por cada lugar de la casa, su piel que rozaba de vez en cuando, se le antojaba deliciosa y el deseo se había adueñado de sus hormonas. Todo le estaba dominando. Quizás cuando empezara la academia de aurores eso pasaría. Pero fue peor.

- ¡Harry, eres tan imprudente! – dijo Hermione con ese tono de regaño tan propio de ella, mientras le aplicaba un ungüento en el rostro. Se había interpuesto entre un hechizo y ella, con ese complejo de héroe que le salía por los poros.

- Lo siento, lo hice de manera inconsciente. Pero estoy bien, ¿no tenías una cita con Ron? Ve…

- Ron puede esperar – afirmó ella mientras proseguía por los diferentes cortes que tenía su mejor amigo. Parecía que le habían lazando con cuchillos. – Yo fui la descuidada, se supone que yo tenía que recibir esto.

Harry miró sus ojos con detenimiento. Y ella entendió al instante.

- he peleado con Ron, ¿vale? – dijo la muchacha a los segundos sin dejar de curar las heridas – Por eso estaba distraía y por ello estás así.

- En síntesis, todo es culpa de Ron – quiso bromear, pero sólo logró hacerla suspirar pesadamente – Mejor ve, Hermione, o se enojara más.

- No importa, yo… no puedo seguir la corriente a cada uno de sus berrinches, así de sencillo. Además, tu no lo harás… te conozco bien.

El ojiverde sonrió ampliamente. ¿Por qué no lo vio antes? El rostro amable, esa sonrisa que invitaba a días de puro ocio, ese aroma que le acunaba mejor que mil canciones, su voz… ¡merlin su voz! Y su cuerpo… tan bello. Era más preciosa que cualquier otra mujer que estuviese a su lado, incluso su manera de moverse le cautivaba, pues era capaz de adivinar sus pasos antes de que los hiciera, jugaba a aventurar respuestas a sus acciones.

Sintió su mano tibia en su cuello acariciando… aplicando la medicina.

Tuvo que obligarse a separarse de ella cuando al fin la dejó ir.

"Ella sólo quiere mi amistad" se repitió para contenerse de seguirle, de buscarla hasta convencerla. Además estaba Ron, y era su mejor amigo, no podía hacerle eso.

- Me he encontrado con Luna la semana pasada – le dijo su amigo pelirrojo, un día, en los vestidores de la academia – Luna Lovengod

- Si, se de quien hablas – le dijo él de mal humor. No había visto a su amiga en todo el día, le molestaba en verdad.

- Bueno, hemos ido a almorzar un par de veces – lo escuchó titubear – quizás es que ya no hay presiones, pero, haya algo en ella…

Le miró fijamente, demostrándole que tenía su atención.

- No sé, ella… me cautiva.

No pudo enojarse con Ron, ni esa vez, ni cuando le dijo que había besado a Luna luego de un concierto del grupo que a ambos les gustaba. (esa noche, él y Hermione habían visto películas hasta tarde)

- Me ha dicho que antes que nada tengo que arreglar las cosas con Hermione pero que igual le había gustado mi beso – suspiró – es tan grandiosa.

- ¿La quieres?

- Creo que me he enamorado de ella – Harry levantó una ceja. En teoría, también lo estaba de su amiga – De verdad, no como en Hogwarts, no como Lavander o Hermione.

- Es nuestra mejor amiga.

- Justamente es eso – se sentaron en su mesa favorita del bar al que habían ido para conversar tranquilos – lo sigue siendo, mi relación no ha cambiado… no mucho.

- No quiero saber…

- ¡Ya lo sé! Tampoco voy a contarte – frunció el ceño y ladeó la cabeza para mirarlo bien - ¿Qué te pasa?

Harry dio un sorbo largo a la cerveza que bebía.

- ¿De que hablas?

Y entre las hormonas y la poca capacidad de mentir, Harry era hombre muerto. Jamás, nunca, les había ocultado nada a Ron y a Hermione. Esa era otra diferencia de porque Ginny no sería para él.

- Hay algo que te preocupa, dudo que sea mi relación con Hermione, sabes que la quiero, y que ella me quiere, pero últimamente somos más amigos que otra cosa.

- Si, lo sé.

- Harry, no me lo dirás ¿no? – el moreno parpadeó confuso – lo que te viene molestando últimamente. Lo que te tiene así, tan extraño. Supongo que es una mujer, hace mucho que no sales con una y te vendría bien.

Sonrió amargamente.

- Terminaré con Hermione – afirmó con valentía a los minutos, como si nada, haciendo que Harry se atragantara con su bebida – Y supongo que así irás y le dirás lo que sientes por ella.

Su cuello hizo crack de tan rápido que levantó el rostro para mirar a su amigo.

- Parezco un tonto pero no lo soy – se encogió de hombros – a veces yo sentía que te la quitaba, como si fuera un capricho y yo ganaba.

- N-No…

- Tranquilo, hermano, yo… realmente no siento celos ni nada de eso. Es que… debí imaginar que pasaría, que te darías cuenta.

La pluma de Harry se deslizó con rapidez sobre el papel, acostumbrada a noches y noches de encuentros con el papel para desplegar los sentimientos del moreno. El único desahogo del muchacho de la cicatriz.

Era de madrugada y sufría insomnio, había una taza de leche caliente sobre la mesilla de la sala y su cuerpo se acurrucaba en sí mismo junto a la chimenea, hundiéndose lo mayormente posible en el sofá.

Entonces tocaron el timbre.

- ¡¿Pero que…? ¡Hermione! ¿Qué pasa? – balbuceó rojo hasta la punta de las orejas. Otra vez las hormonas jugándole una mala pasada. ¿Pero quien podría soportar ese esbelto cuerpo pegado al suyo en un abrazo que le asfixiaba?

La escuchó llorar antes de notar que se aferraba a él como a una ancla, y le guió con delicadeza hasta el sofá, justo donde él se estaba hundiendo minutos antes.

- ¿Qué pasó?

Ron la había dejado al fin. Su dolor le era propio, su rostro contorsionado en lágrimas le hacía un nudo en el estómago que se volvía a cada minuto más insoportable. ¿Podía amarla más?

- En realidad… - tomó la taza que Harry le ofrecía y le sonrió de regreso – en realidad no estoy triste, era como una profecía de final inevitable. Suponía que sucedería… pero no tan pronto, quizás.

Fue el turno del moreno de sujetarla entre sus brazos, acunándola como si fuera un bebé. Llenándose de su aroma, aspirando su belleza, su fragilidad y fortaleza unidas en un ser maravilloso. Quizás sí, ella sólo quería su amistad y él soñaba con hacerle cosas indebidas en ese mismo momento, en cualquier momento, incluso en una aula vacía de la academia. Pero algo le decía que debía intentar ser lo que ella quisiera, lo que necesitara.

Se durmió en sus brazos luego, y él acabó durmiendo también, sabiendo que una sola cosa le importaba en esa vida, y eso estaba recostada en su pecho, con su mano trazando círculos imaginarios y su cabello rozándole la punta de la nariz.

- lo que tu quieras… - susurró.

Fin

Quizás haga un epílogo, o un segundo capítulo, algo así. Por lo pronto, se quedaría acá, depende de la recepción que tenga.

Espero que les haya gustado.

Besos

Ruby P. Black