ya...

gracias a quienes leyeron esta historia...

no se si este sera el final u.u por cuestiones de tiempo me imagino que si,

pero queria dejarle este regalo a quienes se tomaron su tiempo para leer.

Saqué varias ideas de aquí y de allá... y bueno ...*^_^* lean

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(a me olvidaba... disclaimer: los personajes pertenecen a JK Rowling y no gano nada mas que mi entretención y la vuestra y darle un poquito de la alegría bien merecida a Severus)

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Capítulo VI

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Lo asumo, no lloré de pena sino de la más cruda ira e impotencia, no puedo negar tampoco que las hormonas no hicieran su parte, el embarazo me resulta difícil, mi hijo podría estar en una jaula o siendo torturado por esa manga de enfermos mentales, o en una espantosa posibilidad siendo uno de ellos en un futuro no suficientemente lejano.

Sé que es un niño, acaso podría ser diferente si es Severus Snape el padre.

En cuanto nos aparecimos de vuelta en "casa" y me vi envuelta en sus brazos no pude dejar de sentir lo mucho que dependo de él, es atento, cariñoso y aunque en un comienzo lo único que nos unía era una cuestión física por el famosísimo decreto, ahora… no sé. He llegado a depender de él como si de uno de mis propios miembros se tratara.

¿En qué momento comencé a sentirlo así? probablemente cuando juntos en un sillón, mientras leíamos, me encontré girando la hoja para él, quien apenas dio un respingo, creo que apenas notó que no fue su mano sino la mía aquella que giró la página. Pero a mí en cambio, eso me impacto, a un nivel que no sería capaz de llevar a las palabras.

Antes de convivir con Severus, y claro, teniendo presente seis años como su alumna la idea una convivencia con él me parecía en si una tortura, independiente de lo sexi que es, él no era un cálido y tierno personaje; y le imagine gruñón o acaso violento.

Nada más lejano a la realidad. Tras mi liberación descubrí que era un hombre de pocas imposiciones o ninguna, jamás me alzo la voz, o murmuró una palabra hiriente (esto si me sorprendió) aun cuando le veía agotado y frustrado al regresar de Hogwarts, del que ahora es director y terror absoluto para los estudiantes.

Esta noche el fue mi tabla de salvación, me acogió sin palabras tontas, típico de él.

Mi estadía en Azkaban fue horrorosa y asumí entonces que nada seria alguna vez peor, pero si algo se ha encargado de enseñarme la vida es que si bajas la guardia el siguiente golpe que recibes es el más fuerte que te han dado jamás, no importa lo fuerte que te creas que eres el dolor sigue siendo el mismo, en esto siento que no me equivoqué.

Sin embargo, esta vez la ira, la sed de venganza, que se instalo en mi pecho anuló cualquier otro sentimiento, y no fui capaz de hacer nada, sólo indignas lágrimas corrieron por mi rostro. No fui capaz de reaccionar aun cuando tuve en frente al señor de mis pesadillas, la sensación de impotencia y ahogo que me inundaron fue demasiado para mi orgullo.

Nuevamente siento su mano acariciando mi espalda, la noche nos encontró acurrucados en el viejo sillón de la pequeña biblioteca Snape. Si no fuera por él, estaría en manos de esos psicópatas, encerrada y condenada. Un suspiro, quizá de alivio, salió de mi cuerpo antes de enfocar en él mi mirada.

-Puedo pedir algo esta vez…- dije- no necesitas ser suave. Sé que te has contenido por mi todo este tiempo - susurré.

-No… quizá te haga daño- susurro mirando un punto más allá de mi costado derecho

Enroscó su mano en mi cabello y tiro de él. Fue rápido y doloroso… y envió un rayo de fuego líquido directo a la zona baja de mi vientre. Un gemido se escapo incontrolado de mi garganta.

¿Gritaras para mí?- una petulante sonrisita se fijo en sus pálidos labios delgados, mientras sujetaba con más fuerza mi cabello y acercando su rostro me rozo la mejilla con su nariz derramando su aliento cálido en ella.-… grita para mí, leona.- susurro amenazante.

¿Es un juego?-¿Qué pasa si no lo hago?- dije haciendo gala de mi espíritu Griffindor.

Me besó, muy suavemente, en la mejilla.

-Te haré daño.

Exhalé el aliento estremeciéndome.

-Por favor -suspiré.

Severus se rió, una maravillosa y profunda risa, con su cara rozando la mía y su mano todavía en mi pelo.

Me soltó el pelo tan repentinamente, que ese movimiento también resultó un poco doloroso y me provocó un gemido, mi respiración o bien era demasiado rápida o casi se detenía. Mi pulso parecía no saber decidir si yo tenía miedo o estaba excitada. En realidad no lo sabía. Pero ahora que Severus me había tocado de nuevo, quizá no pudiera dejar de hacerlo. Mantuvo los dedos contra un lado de mi cuello, como si quisiera ayudar a que mi pulso se decidiese.

Me incorporé lo suficiente para recorrer con la mirada el cuerpo de Severus. Pronuncié su nombre otra vez. Él alzó la vista ante el sonido de su nombre, pero no había nada en su cara que me demostrara que realmente me había escuchado.

Lentamente me quitó el vestido, arrastrando sus dedos delgados por mi clavícula y mordisqueando mi cuello, una infinitud de delicados besos recorrieron el camino de sus manos mientras me despojaba de las prendas que quedaban. Y me tendía con delicadeza en la raída alfombra de su biblioteca.

Tome la solapa de su chaqueta, con desesperación y torpeza desabotone uno a uno la larga hilera de botones que me separaban de su piel, la suave tela de la camisa interior no era un obstáculo para percibir sus pectorales y mas allá su piel masculina, áspera en contraste con la mía, deseando enterrar mi nariz en la curva de su cuello y beberlo en una sola inspiración, esta vez sería especial, mi vientre tiembla en anticipación, mientras le termino de desvestir.

Él acarició con sus manos el interior de mis muslos, suavemente, con una caricia cortés, pero ese suave movimiento se detuvo cuando quedó arrodillado entre mis muslos. Se acerco a mi pecho y se relamió los labios un momento antes de coger mi pecho en la boca y dar una fuerte mordida, que me hizo arquear la espalda y dejar salir un grito doloroso, él no se detuvo de inmediato. Trate de apartarlo tirando su cabello.

-¿Tienes miedo?-me preguntó, pero él no miraba mi cara cuando lo dijo.

-Sí -dije, y mi voz sonó suave.

-Bien -contestó.

En ese momento, los dedos de Severus encontraron mi sexo. No era un dedo, sin embargo, lo que me estaba tocando allí abajo, aunque Severus no hubiera entrado en mí. Para alguien a quien le gustaba causar dolor, él estaba siendo paciente y muy suave.

Severus se empujó dentro de mí con un largo y duro movimiento. Arrastrando mi cuerpo sobre el suelo, arrancando un grito de mi boca.

Severus echó atrás la cabeza, con los ojos cerrados. Su cuerpo estaba hundido en el mío tan profundamente como era posible.

Él se quedó allí, congelado encima de mí, con la parte inferior de su cuerpo tan cómodamente ceñido al mío como podía llegar a estar, y su torso se alzaba apoyado en sus manos y brazos. Abrió los ojos y miró hacia abajo, hacia mí enarcando una ceja.

-Puedes besarme con fuerza, sólo no me ahogues.-dije con un leve temblor en la voz.

Él esbozó una pequeña sonrisa, y un asentimiento aún más pequeño. Luego, retirándose, puso su cuerpo con cuidado a lo largo del mío de modo que sus testículos presionaran contra mi ingle, y su dura longitud me tocara desde la ingle hasta la parte superior de mi estómago. Dejó que su peso reposara encima de mí con un suspiro, luego puso sus brazos a mí alrededor. Colocó su rostro a un lado del mío, y era como si poco a poco dejara que una gran tensión desapareciera. Era casi como si se volviera más ligero al tiempo que su peso actual se volvía más pesado. Puse un beso suave contra la curva de su oído, porque ése era el punto que podía alcanzar.

Él se estremeció contra mí otra vez, y debido a que se apretaba con tanta fuerza contra mi cuerpo, hizo que me estremeciera también.

Él apartó sus brazos de mí y se levantó lo suficiente para ver mi cara.

-No quiero besar el frente de tu cuerpo para llegar abajo. Quiero morder mi camino hacia allá.

Tuve que tragar con fuerza antes de poder contestar, con voz entrecortada.

-Nada de sangre, ni señales permanentes. Ni tan fuerte como lo que le hiciste a mi pecho. No has hecho bastante trabajo preparatorio para eso.

Recorrí con mis manos la espalda de Severus, remontando la línea de su columna, jugueteando con los músculos que lo mantenían justo encima de mí. Él cerró los ojos y tragó antes de bajar la vista y mirarme.

-¿Deseas algo?

-A ti -le dije.

Esto me ganó una sonrisa. Una verdadera sonrisa, no de sexo, o dolor, o pena, sólo una sonrisa. Valoré esa sonrisa.

Moví una mano para poder trazar su labio inferior con mi dedo.

-Haz lo que deseas hacer. Sólo recuerda las reglas.

Su sonrisa contenía un borde de algo que no parecía feliz ahora, y yo no estaba segura de si los parámetros que había impuesto eran lo que lo provocaba, o si yo le había recordado algo triste.

-Nada de sangre, sin señales permanentes, y nada tan fuerte como lo que le hice a tu pecho, porque no te he acariciado suficiente para eso aún.

Era casi palabra por palabra lo que yo le había dicho.

Me separé un poco del suelo y lo besé.

-Soy tuya.

Él me besó, suavemente al principio, luego más fuerte. Su lengua empujó entre mis labios. Abrí la boca y le permití explorarla. Él empujó profundamente dentro, luego se echó un poco hacia atrás, lo suficiente para que sólo fuera un buen beso profundo. La sensación de su boca atrayendo la mía más cerca hacía que mi cuerpo se elevara para presionarse más fuerte contra el de él, rodeándole con mis brazos, presionando mis senos con fuerza contra su pecho.

Él puso su cara en la curva de mi cuello. No me besó sino que apoyó sus labios contra mi piel. Su aliento salió en un suspiro pesado que extendió el calor a través de mi piel. Me hizo temblar, y así fue. Puso sus dientes en el costado de mi cuello, y me mordió. Me hizo gritar y tensar mis dedos a lo largo de su espalda, dejando un surco en su piel con el borde de mis uñas.

Mordió mi hombro, rápido y fuerte. Grité, y él se movió otra vez. No creo que él confiara en sí mismo para mantener mi carne en su boca durante mucho tiempo. Yo sabía que él quería morder profundo y con más fuerza, y yo podía sentir el esfuerzo que le costaba luchar contra ese impulso en sus labios, en sus manos, en su cuerpo entero. Él se divertía, pero luchaba para mantener sus impulsos bajo control.

Puso su boca en el costado del pecho que no había marcado y apenas había tocado con sus dientes. Sujeté su mejilla, sin fuerza, pero eso lo detuvo. Levantó su mirada hasta la mía, su boca a medias abierta, y vi su expresión decaer. Creo que él esperaba que yo le detuviera. Incluso si hubiera sido eso lo que pensaba hacer, no habría tenido corazón para decirlo. Sin embargo, no era eso lo que iba a hacer.

-Más fuerte -le dije en cambio.

Él me ofreció una sonrisa lobuna, y otra vez pude vislumbrar algo en él que me habría hecho vacilar antes de conocerle como ahora.

Puso sus dientes en mi costado y mordió con fuerza, con la fuerza suficiente para que me retorciera bajo él. Se movió sólo un poco más abajo por mi costado, hasta mi cintura, y esta vez cuando noté que comenzaba a dejarse ir, le dije…

-Más fuerte -Me mordió con más profundidad esta vez, hundiendo sus dientes hasta que casi los sentí introducirse en mi piel. Lancé un grito y dije… -Basta, basta.

Él levantó la cara como si fuera a detenerse del todo. Me reí de él.

-No dije que pararas, sólo quise decir que ya era bastante fuerte.

Severus se movió al otro lado de mi cuerpo y me mordió otra vez, sin urgencia, pero lo bastante fuerte como para decirle, casi inmediatamente, que no fuera más lejos. Él alzó la vista hacia mí, y lo que vio en mi cara le satisfizo, porque mordió al lado de mi ombligo, hundiendo sus dientes con tanta fuerza y rapidez que tuve que decirle que parara.

Él había dejado una línea de señales rojas de dientes sobre mi estómago. Había señales rojas aquí y allá en mi cuerpo, pero nada tan perfecto como esto. Un juego perfecto de sus dientes marcando la carne blanca de mi cuerpo. Mirarlas me hizo temblar.

-Te gusta esto -susurró él.

-Sí -le dije.

Él lamió mi estómago, y el viento pareció soplar a través de aquella línea mojada. Severus presionó su boca donde había lamido, y me mordió. Fuerte y brusco, lo bastante para asustarme, y levantar la parte superior de mi cuerpo del suelo.

-Suficiente -le dije, y mi voz fue casi un grito.

Sentí su boca puesta en el montículo entre mis piernas, descansando sobre el apretado y rizado vello. No podía ver, pero yo sabía lo que estaba haciendo. Me mordió, y grité…

-Suficiente.

Usé una mano para apartar mi pelo de en medio, y así poder mirar hacia abajo por mi cuerpo y mirarlo. Severus hizo un movimiento rápido con su lengua entre mis piernas. Aquel pequeño roce apresuró mi pulso y abrió mi boca en una "O" silenciosa.

-Sabes lo que quiero hacer -dijo. Habló con sus manos alrededor de mis muslos, sus dedos enterrándose sólo un poco, su rostro justo encima de mi ingle, tan cerca que su aliento me rozaba allí.

Asentí con la cabeza, porque no confiaba en mi voz. Por una parte, no quería que él me hiciera daño; por otra, realmente quería que él llegara a ese punto de realmente hacerme daño. Me gustaba ese borde. Me gustaba mucho.

Finalmente encontré mi voz, y casi no parecía la mía, tan entrecortada, tan impaciente.

-Ve despacio, y cuando diga suficiente, te paras.

Él me estiró abriéndome, usando sus dedos, tan fuertes, tan gruesos. Me lamió a lo largo, de acá para allá hasta que me retorcí bajo su boca y sus manos. Sólo entonces presionó su boca sobre mí. Sólo entonces me dejó sentir el borde de sus dientes alrededor de la más íntima de las partes de mi cuerpo.

Me mordió despacio, tan despacio, con tanto cuidado.

Exhalé…

-Más fuerte.

Él obedeció.

Tomó tanto de mi carne allí como su boca podía contener, y me mordió. Me mordió con tanta fuerza que me hizo casi separar mi cuerpo completamente del suelo, y grité para él. Pero no grité para, o suficiente. Sólo grité, con toda la garganta, mi columna arqueada, mirándolo con los ojos bien abiertos y la boca igual. Me corrí para él, sólo con sentir sus dientes en mi carne más íntima. Me corrí para él, aunque ese placer hizo que cambiara mi grito a…

-Para, para, oh, Dios, ¡para! -Incluso sumergida en el más abrumador de los placeres yo podía sentir sus dientes a punto de llegar demasiado lejos. Cuando algo duele en medio del orgasmo es necesario parar. Ya que de otro modo suele doler cuando la sensación de bienestar comienza a desvanecerse.

Otra vez grité…

-Para -y él se detuvo.

Caí sobre el suelo, incapaz de enfocar la mirada, luchando por respirar, incapaz de moverme. Pero incluso mientras mi cuerpo estaba indefenso bajo la sensación de bienestar, comencé a sentir dolor. Dolía donde sus dientes me habían mordido, y yo sabía que luego me iba a doler más. Había dejado que mi deseo, y el de Severus, nos llevara demasiado lejos sobre ese fino borde.

Su voz se oyó…

-No te hice sangrar, y no te mordí con tanta fuerza como lo hice en tu pecho.

Asentí con la cabeza, porque no podía hablar aún.

-¿Estás herida? -preguntó.

Encontré mi voz.

-Un poco -el dolor se hacía más agudo. Sólo tenía un tiempo limitado antes de que realmente me empezara a doler. Quería que él terminara antes de que el placer realmente se convirtiera en dolor.

Severus avanzó lentamente a gatas sobre mi cuerpo, de modo que realmente no me tocaba, pero podía ver mi cara.

-¿Estás bien, Princesa?

Asentí con la cabeza.

-Ayúdame a girarme.

-¿Por qué?

-Porque si terminamos esto contigo encima, va a doler demasiado.

-Fui demasiado rudo -dijo, y pareció muy triste.

Comenzó a separarse lentamente de mí como si fuera a detenerse. Le agarré del brazo.

-No te detengas, por Merlín, no te detengas. Sólo ayúdame a dar la vuelta. Si me tomas desde atrás, no rozarás la parte de mí que magullaste.

-Si te he hecho daño, debemos detenernos.

Mis dedos se hundieron en su brazo.

-Si yo quisiera detenerme, te lo diría y aunque llegaras a ir demasiado lejos, realmente me gusta así. Severus, me gusta mucho.

Él me dirigió una sonrisa casi tímida.

-Lo noté.

Le sonreí a mi vez.

-Entonces déjanos terminar lo que empezamos.

-Si estás segura -En el momento que lo dijo, y tal cómo lo dijo, supe que estaría segura. Si él tenía voluntad para renunciar por miedo a lastimarme, entonces tenía más disciplina de la que yo habría tenido. ¿Cuántos hombres habrían rechazado llegar al final, después de un principio así? No muchos, no muchos en absoluto.

-Estoy segura -le dije.

Él sonrió otra vez. Examiné la cara de Severus y le dije…

-Tómame, Severus.

-¿Es una orden, mi leona? -Él sonrió cuando lo dijo, pero había un rastro de algo que no era felicidad en su voz.

-Sólo si quieres que lo sea.

Él me miró, y luego dijo…

-Preferiría ser yo quién da las órdenes.

-Entonces hazlo -le contesté.

-Date la vuelta -dijo. De la misma forma que lo hacía cuando no era más que el murciélago de las mazmorras para mí.

Yo me había recuperado bastante como para girarme, aunque fuera lenta. Él se movió hacia atrás hasta que quedó arrodillado a mis pies.

-Te quiero sobre tus manos y rodillas.

Hice lo que él ordenó. Las manos de Severus acariciaron mi trasero, y lo sentí rozar contra mi sexo. Por delante estaba dolorida, pero el resto de mí estaba impaciente.

-Estás húmeda -dijo.

-Lo sé -dije.

-Realmente disfrutaste de ello.

-Sí.

-Realmente te gusta que sea rudo.

-A veces -le dije. La punta de su pene se frotó sobre mi sexo, muy cerca, pero sin penetrarme.

-¿Ahora? -preguntó él.

Bajé el torso, de modo que mi trasero se levantara hacia él, empujando contra la sensación. Sólo su leve movimiento hacia atrás me impidió tomarlo en mi cuerpo. Hice un pequeño sonido de protesta.

Él se rió, ese maravilloso sonido masculino.

-¿Tomo eso como un sí?

-Sí -dije. Levanté mi trasero hacia él, y pedí, sin palabras, que me tomara. No me di cuenta de que lo decía en voz alta, pero debí hacerlo. Porque entonces oí mi propia voz canturreando…

-Por favor, por favor, por favor -repetidas veces en un suave aliento, mis labios más cerca de la alfombra que del hombre al que se lo pedía.

Él empujó sólo la punta de su sexo dentro de mí, Se sentía casi caliente. Me elevé y empujé mi cuerpo hacia él, pero él me detuvo con sus manos en mis caderas.

-No -dijo-, no, yo diré cuándo.

Volví a apretar la parte superior de mi cuerpo contra el seco suelo.

Él me miró, y sus ojos destellaron brillantes, tan brillantes que durante un momento su rostro se vio oscurecido. El brillo se apagó, dejando sombras de imágenes en mi visión. Sus ojos negros. Esa oscuridad que nos llenaba la mete de fantasmas en la infancia, cuando se sabe que algo peligroso está a punto de llegar. Algo que te ahogará, quemará, conmoverá con el poder que está a punto de caer del cielo.

Temblé, mirando fijamente abajo por mi cuerpo hacia él, me estremecí, preguntándome… ¿Podía su poder quemar mi carne o dañarme de alguna forma que yo no quisiera?

Severus decidió ese momento recordarme que estaba allí. Se inclinó sobre mi cuerpo, y me mordió la espalda, mientras su cuerpo empujaba dentro de mí. La combinación de los dos movimientos me hizo empujar más fuerte contra él. Me mordió más fuerte, y me retorcí contra él, atrapada entre su cuerpo y su boca.

Su boca se apartó, y me rodeó con sus brazos. Su peso yacía a mi espalda como una cálida y sólida envoltura. Estaba soportando la mayor parte de su peso porque sus manos jugaban ligeramente con mis pechos y estómago. Estaba dentro de mí, pero tal como hizo la primera vez, una vez dentro, había dejado de moverse.

-No duraré si te mueves así -dijo, con su rostro al lado del mío.

Giré la cabeza, y él estaba tan cerca que la luz que destellaba en sus ojos me cegó durante un segundo. Cerré los ojos y vi explosiones blancas y negras estallando tras mis párpados.

-No puedo dejar de moverme -dije, con los ojos aún cerrados.

Severus suspiró, y más que continuar empujándose más hondo en mi interior, se retorció dentro de mí, lo que provocó que yo a mi vez me arqueara, dejando él escapar un sonido que era a la vez mitad placer, mitad protesta.

-Hermione, tranquila. Si te mueves, no duraré.

-¿Cómo puedo dejar de moverme contigo dentro de mí?

Él me abrazó entonces, se separó de mi espalda, de modo que quedó otra vez arrodillado, todavía con su cuerpo envainado dentro del mío. Empujó sus caderas contra mi cuerpo y me di cuenta de que cuando estuvo inclinado sobre mi cuerpo no había estado completamente hundido en mi interior, porque ahora la punta de su pene topó con mi matriz, y advertí que él podría ser demasiado grande para esta posición. Y entrando desde atrás, si el hombre era demasiado grande, podría llegar a hacer daño. No me dolía aún, pero intuía la certeza de ello, cuando él empujó suavemente contra lo más profundo de mi cuerpo. Pensar en lo que podía hacerme era excitante, y a la vez un poco aterrador. Yo quería sentirlo golpeando en mi interior y al mismo tiempo no. El pensamiento era emocionante, pero era uno de esos intentos que funcionan mejor en la fantasía que en la vida real.

Él empujó su verga dentro de mí, suavemente al principio, luego con más fuerza, como si tratase de encontrar un camino más profundo. Empujó lento y firme, y fuerte, hasta que yo dejé escapar un sonido de protesta.

-¿Cuánto te gusta el dolor? -preguntó él, y en su voz podías escuchar el retumbar bajo de un gruñido.

Creí que sabía lo que estaba preguntándome y vacilé. ¿Cuánto me gustaba el dolor? Decidí que ser honesta era lo más seguro. Miré hacia atrás por encima de mi espalda hasta que pude mirarlo, y fueran cuales fueran las palabras que estuve a punto de pronunciar, murieron en mi garganta. Sus ojos brillaban en su cara.

Aunque yo había hecho el amor muchas veces, la visión de él detrás de mí todavía me quitaba el aliento. Nada fue tan maravilloso como con Severus.

-¿Cuánto te gusta el dolor? -volvió a preguntar él.

Le dije la única cosa en la que pude pensar:

-Termina.

Él sonrió, y sus labios contenían un poco de ese brillo.

-Termina; ¿Sólo termina?

Asentí con la cabeza.

-Sí.

-¿Disfrutarás de ello?

-No lo sé.

Su sonrisa se ensanchó, y sus ojos brillaron, nuevamente, en lo profundo de mi corazón esperaba ser la única en haberlo visto así. Él comenzó a salir de mí.

-Así sea -dijo con esa voz profunda que me erizaba los vellos de la nuca.

Él se empujó dentro de mí tan rápido y con tanta fuerza como pudo, y era demasiado grande. Grité, y esta vez no fue únicamente de placer. Intenté no hacerlo, pero comencé a retorcerme, no acercándome, sino alejándome, retrocediendo lentamente lejos de ese dolor fuerte y agudo.

Él agarró fuertemente mi pelo, sosteniéndome en el sitio mientras se empujaba contra mí.

Grité, y esta vez, había palabras.

-Termina, Dios, por favor acaba. Vamos, sólo vamos.

Él me puso sobre mis rodillas, usando mi pelo como palanca para presionar nuestros cuerpos el uno contra el otro. Todavía estaba sepultado en mí, pero la posición era más cómoda. Profundizaba menos y no dolía.

Con el otro brazo me rodeó manteniéndome aprisionada contra su cuerpo. Apretó la mano en mi pelo, extrayendo un sonido de mí que no era de dolor.

Habló con la boca presionada contra el costado de mi rostro.

-Sé que te hice daño antes, pero tu cuerpo ya me perdona. Tan pronto, y ya haces ruidos de placer para mí -Tiró de mi cabeza hacia atrás con su puño enterrado en mi pelo. Dolía realmente, pero me gustaba de todos modos. Tal como hizo.

-Te gusta esto -susurró él contra mi cara.

-Sí -dije.

-Pero no lo otro -dijo él, golpeando con sus dedos la magullada mordedura en mi vulva, con fuerza suficiente para hacer que nos balanceáramos durante un momento. Él tiró de mi pelo otra vez, acercándome a su cara.

-Pensé que me iba a correr demasiado pronto, y ahora me estoy tomando demasiado tiempo.

Severus se estremeció a mí alrededor y dentro de mí, haciéndome estremecer. Me abrazó muy fuerte con ambos brazos. No me hizo daño durante un momento, o intentó no hacerlo.

Me apoyé contra su cuerpo, relajándome contra él completamente.

Él se rió, y me pareció un estruendo de truenos no sólo a mis oídos, sino a lo largo de mi cuerpo, como si el sonido viajara desde sus mismos huesos hacia los míos.

Se inclinó sobre mí, manteniendo sus brazos y su cuerpo encima del mío. Se deslizó dentro de mí, y antes de que hubiera terminado, me alcé hasta encontrarlo.

Miré cómo se empujaba dentro de mí. Comenzó a bombear su cuerpo en el mío. Sólo su verga entraba y salía de mi cuerpo, mientras yo me mantenía como una pequeña pelota apretada.

-Adoro mirar tu cuerpo entrar y salir del mío -dije. (n.a.: o sííííííííí... ¬¬... *^_^*)

Él bajó la cabeza hasta que su pelo se arrastró sobre mí, y pudo mirar su propio cuerpo entrar y salir del mío.

-Síííí-jadeó- síííí.

Comenzó a perder el ritmo y tuvo que apartar la mirada de nuestros cuerpos unidos. Pronto reanudó unos golpes seguros y largos. Él comenzó a ir más rápido, más fuerte, golpeándose contra mí. Pero ya no me dolía. Se sentía maravilloso. Ya podía sentir el inicio de mi propio placer creciendo dentro de mí.

-Voy a correrme pronto -dije, y mi voz fue casi un grito.

-No todavía -dijo él- no todavía. No estaba segura de si me estaba hablando a mí, o hablaba consigo mismo, pero de repente pareció como si se otorgara el permiso para penetrarme con tanta fuerza como quería. Se condujo dentro y fuera de mí con una fuerza tal que meció mi cuerpo, y me hizo lanzar un grito de la más pura alegría.

Como el cuerpo de Severus golpeaba el mío. Una y otra y otra vez, se hundió en mí, y una y otra y otra vez. Él me hizo gritar, mis dedos se hundían en la alfombra, mientras el orgasmo me sacudía, me tomaba, y mi cuerpo se convulsionaba alrededor de él. Mis gritos se perdían en mi garganta y salían como gemidos espasmódicos e incontrolados, pero escuché luego el grito de Severus encima de mí, un segundo antes de que su cuerpo entrara en el mío una última vez. Él se corrió en mi interior.

Quedé cegada por la luz blanca. Quería que su liberación fuera todo aquello que él deseaba. Pero, finalmente, tuve que dejarme caer sobre el suelo, dejando que mis piernas se estiraran. Jadeaba, tratando de aprender de nuevo a respirar.

Él cayó sobre mí, todavía dentro de mi cuerpo. Su corazón golpeaba tan rápido que parecía como si se fuera a salir de su cuerpo y tocarme.

Sus primeras palabras fueron jadeantes.

-¿Te hice daño?

Yo traté de levantar mi brazo para tocarlo, pero todavía no podía moverme.

-No me duele nada ahora mismo -dije.

Él soltó su aliento en un largo suspiro.

-Bien -Su corazón comenzó a reducir la marcha.

Severus se levantó lo suficiente para salir de mi cuerpo y yacer a mi lado. Sentí la humedad en su rostro y en el mío, esta vez habíamos ido más allá, prácticamente tocando nuestras almas.

Luego comprendí que eran lágrimas, un segundo antes de entregarme a una carcajada que provino de lo mas profundo de mi ser, y que el acompaño con suaves caricias mientras su respiración se aquietaba lentamente, antes de reír como nunca antes, su risa cálida y sincera me invadió de una paz indescriptible. Éramos uno en más de un sentido y ahora no hay vuelta atrás. Y Maldito el que cruzara entre nosotros.

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Agradezco a las personas que dejaron sus comentarios, a quienes leen en las sombras también (como yo misma aveces). Y ...

se les quiere *^_^* chaolín