Título: SecondLife
Rated: M
Disclaimer/ Renuncia: Los personajes, ya los conocen, le pertenecen a la genio S. Meyer, yo sólo me divierto con la loca historia que se le ocurrió a mi esposo y que les desarrollo en estos capítulos.
Summary/Resumen: Dos detectives, un amor prohibido. Deseo, pasión y peligro, es lo que rodeara a los agentes Swan y Masen, cuando descubran que su amor es amenazado por la profesión que tanto aman.
"Porque la vida siempre da segundas oportunidades".
Gracias a Ericastelo por el trabajo de edición que hace con la historia.
"El coraje no se puede simular: es una virtud que escapa a la hipocresía.".Napoleón.
Capítulo 15. Decisiones.
Edward y Marie estaban aún expuestos en el suelo y Edward buscaba la manera en que podían salir de allí, de existir más explosivos estarían en el perímetro, pero un movimiento tras ellos llamó la atención de Marie.
―¡Edward, detrás de ti! ― gritó.
Edward se volvió y vio al hijo de El Escorpión, su mirada desquiciada se dirigía a ellos mientras se acomodaba las correas de lo que, a la primera impresión, era otra bomba. El imbécil estaba tan loco como para inmolarse.
―Masen, tú destruiste a mi padre y ahora yo te destruiré.
Edward lo miró tratando de pensar que le daría suficiente tiempo, en esa misma fracción de segundo miró a Marie, no había duda, esto era con él no con ella, por lo que la decisión fue tomada en ese momento.
―Esto es entre tú y yo, déjala ir―dijo Edward al hombre que tenía enfrente levantándose del suelo y a Marie detrás de él.
―Edward, no― susurró ella.
―Es a mí a quién quiere, Marie, tenemos una oportu…― Edward no pudo terminar la frase cuando pudo ver a un malherido Armstrong tomar al sudes por la espalda y gritarle…
―¡Muchacho, ahora!
Edward titubeó pero Marie comprendió perfectamente, les daba un oportunidad, ni Armstrong ni el sudes podrían salir de allí, ellos por el contrario podían correr, los minutos serían cruciales.
―Edward, vamos― dijo ella ―. Es su decisión, vamos corre…
Edward miró el forcejeo del hijo de El Escoprión con su mentor y el deber se impuso. Tomó la mano de Marie y corrió para ponerse a salvo. No habían terminado de llegar detrás de una de las camionetas de los agentes aparcadas cuando una nueva explosión sucumbió con el edificio y con el Sudes y lastimosamente… con Armstrong en el proceso. Edward con Marie en brazos mientras pedazos de escombros aún flotaban en el aire, experimentaba la mayor culpa de todas, la que da la impotencia. Por salvarla y hacer lo que sus obligaciones imponían, había perdido a su mentor. El dolor era profundo y una herida que quizás nunca sanaría del todo. Lo cual fue sellado con una lágrima de dolor que solitaria recorrió su mejilla. Podía culparse al humo, a los escombro pero la realidad era que estaba destrozado de tantas emociones juntas y el pesar aprisionaba su corazón.
. . .
Marie era examinada por los paramédicos mientras Edward y los demás agentes se agrupaban en la escena para recuperar las pruebas necesarias. Ahora sin Armstrong, Edward tuvo que asumir la dirección, a pesar de ser foráneo. Al regresar a la oficina ya se encargarían, por ahora el deber imperaba.
Cuando todo estuvo controlado y pudieron regresar a la oficina, Edward y Marie fueron interrogados y debieron afrontar todo el papeleo respectivo a la investigación y a la inmolación del agente Armstrong. El hijo de El Escorpión sufría de una enfermedad mental no diagnosticada a tiempo, al parecer. El chico se convirtió en su imitador y tramó toda la conspiración para poder vengar la supuesta encarcelación por error de su padre. Su familia desconocía todo por lo que luego de las evaluaciones de rutina fueron descartados como cómplices. Aun así las demandas de las familias de los muertos contra ellos en indemnizaciones serían millonarias, aunque el dinero no traería de vuelta a esos seres queridos.
Dos días después se organizó el sepelio con honores de Armstrong, el cual estuvo concurrido por todo el departamento que dirigía y algunos miembros de otras divisiones. Armstrong tocó la vida de mucha gente durante toda su vida.
Marie sabía que Edward estaba luchando contra sus propios demonios mientras veía como el ataúd de su mentor bajaba en su sepultura. Cuando todo hubo terminado, él y ella, se dirigieron hacia Washington de inmediato. Emmett los había llamado desde antes de que Marie hubiera sido rescatada y algo en casa se estaba fraguando.
El vuelo aterrizó a la medianoche por lo que Edward y Marie debían decidir a qué departamento irían desde que estaban juntos no habían estado de vuelta en "casa".
―¿Dónde iremos?― preguntó Marie, sabiendo que muy probablemente Edward quisiera estar solo, desde su salida luego del entierro de su mentor no había sido muy hablador.
―Ve a casa Marie, nos veremos en la oficina a las novecientas horas.
No esperó respuesta por parte de Marie, se dio la vuelta y se dirigió a la salida del hangar. Otros agentes estaban alrededor, habían venido en un vuelo privado de la agencia, y había un destacamento para recogerlos.
―¡Maldita sea! No te dejaré solo en estos momentos, eres mi compañero y los compañeros no hacen eso.
―Te fallé, les fallé…
―No, no lo hiciste llegaste, hiciste lo correcto, Edward, ¿qué, no lo ves?
Edward no queriendo hacer una escena y sabiendo que ella no cedería, la tomó de la mano, sin mirarla y la dirigió a uno de los automóviles disponibles. Al subirse en la parte trasera luego que ella hubiese entrado. Los agentes con ellos los llevaron al departamento de Edward.
Una vez estando solos, Edward seguía en su concha de culpabilidad y Marie no sabía cómo ayudarlo. Ella más que nadie sabía lo que era perder a un amigo en el ejercicio del deber, se acercó a él, quién tomaba whisky observando al edificio del capitolio a lo lejos desde la ventana frontal del apartamento. Lo abrazó desde atrás y Edward cerró los ojos al contacto, suspiró y le dijo:
―¿Sabes por qué me siento peor?
Ella guardo silenció sabiendo que era el momento de escucharlo.
―Estaba volviéndome loco por encontrarte y no pensé que podía ser una trampa de rescate y, maldita sea, estoy realmente jodido, porque es lo único que me importa. El viejo era muy especial para mí, me dio la oportunidad de dejar de ser el delincuente de cuello blanco que era timando solo por el placer de hacerlo y demostrar que podía hackear lo que fuera, pero nadie en estos momentos me importa más que tú, Marie― dijo.
Ella lo abrazó con más fuerzas sin saber cómo procesar esa confesión de Edward. Ella también se preocupaba por él, pero hasta ese momento no había racionalizado la magnitud de su relación y menos las consecuencias de la misma. No obstante, en este momento sabía que lo único importante es que cuando estuvo cautiva, ella sabía que él la encontraría y eso la mantuvo siempre en el camino correcto de buscar una salida. Nunca antes había sentido ese grado de confianza hacia un compañero y en ese momento realmente digirió que ellos no eran compañeros, eran amantes y su cariño mutuo era ahora la fuerza que los mantenía a flote. No fue buscado pero ahora ambos eran parte de la vida del otro. Ella no era buena expresándose, en toda su corta relación él realmente siempre había sido muy expresivo. Ella por el contrario tenía una forma muy diferente de expresar lo que sentía.
Se adelantó un poco sin soltarlo de su agarre y con la otra mano le quitó el vaso de licor y lo colocó en la mesita de centro.
Ella se puso frente a él y posó sus manos delicadamente a ambos lados de su cara, como sosteniéndola. Los ojos de él brillaban de expectación y algo más que ella no pudo definir.
Bajó su mano derecha hasta los botones de la camisa blanca que llevaba sin dejar de acariciar el rostro de él, ella fue soltando uno a uno los botones de la camisa logrando rozar la yemas de sus delgados y largos dedos con el pecho de él, que se levantaba agitadamente sintiendo ya los efectos de la excitación.
La camisa cayó al suelo y Marie aprovechó para dejar un rastro de pequeños besos por toda la línea recta desde el pecho hasta el ombligo y un poco más mientras desabrochaba y deslizaba hacia abajo los pantalones y la ropa interior que cayeron sobre sus pies.
Las caricias y la atención de Marie se centró en el hermoso y endurecido falo que tenía enfrente al cual empezó a acariciar con sus manos suavemente mirando fijamente a Edward para no perderse ni un sólo movimiento y espasmos que usa atenciones le originaban.
Él quiso tomar el control pero ella no se lo permitió y siguió acariciando la larga longitud hasta que se cansó y lo fue empujando al sofá que se encontraba en la sala del apartamento.
Mientras él se acomodaba ella fue despojándose de su ropa, al estar ambos desnudos ella se acomodó a horcajadas sobre él que se encontraba sentado mirando cómo se desvestía esa hermosa mujer que había estado a punto de perder.
Su miembro se deslizó dentro ella, en esa cavidad caliente que le arropaba y cuya tibieza lo calentaba en cuerpo y alma. Marie se mecía a un ritmo lento al inicio que fue aumentando a medida que se acercaba al clímax.
Un nuevo ritmo frenético los envolvió a ambos sus caderas se chocaban una y otra vez buscando el alivio deseado. La explosión se fue iniciando dentro de ella como un fuego abrasador de sensaciones en ella: deseo, miedo, agradecimiento y amor. En él, culpa, remordimientos, deseo y amor pero sobre todo un inmenso deseo de protegerla. El daría su vida para salvaguardar la de ella, más allá del deber, él era de ella y como tal él respondería.
-Gracias por salvarme, Edward –le susurró ella, aún abrazada a él, después de que terminaran, aun recabando aliento-. Y también creo que hubiese hecho lo mismo… No sé qué sucedió, Edward, no entiendo cuándo o cómo… Pero me siento igual –le confesó forzándose, ya que nunca había sido de las que podía expresar sus sentimientos libremente. Pero él lo merecía, eso lo merecía y sabía que algo más había cambiado entre ellos ese día y nada sería como antes.
. . .
Emmett llegó a la sala de juntas donde Edward y Marie se encontraban esperando por su nueva asignación.
―Señores es la primera vez en la historia que mi equipo se desquebraja en un abrir y cerrar de ojos. Ayer tenía dos agentes en camino, hoy tengo a dos agentes que deberán salir de escena.
―¿Qué?― gritó Edward con su habitual temperamento.
―No comprendo―dijo, Marie uniéndose a la confusión que su compañero expresó.
―Swan te acuerdas de tu estadía en el Mossad― increpó Emmett.
Marie se estremeció con la sola mención de ese tiempo.
― Si― contesto.
―¿Que sabes de la muerte de Milton?
Marie en una incertidumbre total miró de hito en hito perpleja.
―No estuve en su funeral yo...
― Lo sé― dijo Emmett, sabiendo que esa información no la manejaba Edward y que no era el quién debía revelarla.
―Comprendo.
Edward seguía callado estudiando el diálogo entre su superior y amigo con la mujer que tanto le importaba.
Emmett tiró una fotografía de un hombre alto delgado de ojos verdes y pelo castaño con nariz grande y perfilada que trataba de ocultarse de las cámaras con una capucha sobre su cabeza.
― Esta foto fue tomada hace dos semanas en Argentina, una alerta se emitió en torno a la misma por parte del Mossad, claro que ellos por una razón de deserción; la mía, agentes va más allá y mientras investigamos ustedes serán sacados del servicio activo.
―No puedes hacerme eso― gritó Edward furioso.
―Sí puedo y lo haré, por el momento deben ir a investigar una amenaza cibernética a raíz del cierre de estos grandes sitios de almacenamiento. A sus tabletas les llegará la información y hasta que se les avise cómo serán sacados del servicio activo, mantengan un perfil bajo.
―Swan quedas relevada de la clasificación de secreto a favor de Edward de tu operación con el Mossad. Marie miró a Edward sabiendo que una confesión dolorosa le esperaba. Pero aún no salía del shock de saber que su amigo del alma estaba vivo y un millón de preguntas sin respuesta llenaban su cabeza.
. . .
Hola chicas Feliz año 2013, quería traerles este capítulo mucho antes pero fue imposible. Espero les haya gustado y me disculpen el largo sabático que me tome con este fic.
Betza gracias como siempre estar ahí, en mis pataletas y mis frustraciones mientras escribo.
Nos leemos...
Katlync