Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephanie Meyer, y la historia es una pequeña novela que he acabado de leer, me ha parecido alucinante y escrita magistralmente por una autora grandiosa. Yo lo único que he querido hacer es compartirla con todos ustedes ya que a medida que la leía no podía imaginarme a otros personajes que no fueran Edward&Bella, tiene tanto de ambos. Solo he cambiado ciertos detalles para que se adapte mejor a ellos. Al Final mencionaré quien ha sido la excepcional autora y así podamos mantener el misterio. Espero lo disfruten mucho, como yo lo hice!

ACLARACION: Chicos, en funciòn de que varios lectores me han consultado con respecto a la edad de Edward, la explicaciòna continuación citando a Edward: "—Yo y dos hermanas: Elizabeth, casi seis años mayor que yo, y Alice, un año menor"

Lo que significa que si ELIZABETH QUEDO EMBARAZADA A LOS 16, ES DECIR EDWARD TENIA 10, Y SI DIEGO TIENE 23, EDWARD SOLO TIENE 33, POR QUE TIENEN 10 AÑOS DE DIFERENCIA Y CON BELLA 9.

Aqui estoy de nuevo.. con el ansioso y gran final de esta genial novela. Perdonará Bella a Edward, que creen ustedes, se lo merece? Bueno no las inquieto más.. leanlo y nos vemos en los agradecimientos.


Capítulo 9 "Plan Perfecto"

Unos minutos después, mientras bajaba las escaleras, Bella se sorprendió al ver que el espacioso vestíbulo estaba vacío.

¿Habrían vuelto a la cocina por algún motivo? ¿O estarían esperándola en el coche?

Se asomó a la cocina y vio que estaba vacía.

Volvía al vestíbulo cuando la puerta del estudio de Edward se abrió y este salió al pasillo con el móvil en la mano y una expresión ligeramente cautelosa en su atractivo rostro.

Guardó el teléfono en el bolsillo, se acercó a ella y tomó su maleta.

—Permíteme.

—Será mejor que me despida —dijo Bella rígidamente—. Y gracias por estas navidades -casi escupió palabra por palabra, pero con extrema educación.

—Ya que estás siendo tan formal —se burló él—, supongo que debería decir que ha sido un verdadero placer tenerte aquí —al ver que ella se ruborizaba, añadió—: Es agradable haber tenido una invitada tan educada… aunque me temo que las despedidas son un poco prematuras.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Me temo que se han ido. Alice me ha pedido que te diga…

—No te creo -ella lo interrumpió.

Bella fue rápidamente hasta la puerta y la abrió. Él único coche que quedaba era el suyo, aún parcialmente cubierto por la nieve.

—Pero prometió esperarme… —protestó, desconcertada.

—La he convencido para que se fuera. Le he explicado que tú y yo teníamos que hablar y que quería que te quedaras.

—Por mi parte no tenemos nada de qué hablar, y no quiero quedarme —Bella trató de recuperar su maleta, pero Edward no se la dio y cerró la puerta—. ¡Ya te he dicho que no tengo intención de quedarme! —exclamó, furiosa.

—Y yo no tengo intención de dejar que te vayas hasta que hayas escuchado lo que tengo que decirte.

—No quiero escuchar nada de lo que tengas que decirme. Ya tengo todo absolutamente claro. Me voy ahora mismo.

—¿Estás dispuesta a regresar andando a la ciudad?

—No creo que sea necesario.

Edward entrecerró los ojos.

—De manera que has utilizado mi teléfono. Me había parecido que no estaba exactamente donde lo había dejado. ¿A quién has llamado?

—Va a llegar un taxi a recogerme. Ahora voy a salir a recibirlo, y no puedes detenerme.

—Yo no apostaría por eso.

—¡No puedes retenerme aquí en contra de mi voluntad! —dijo Bella, pero incluso mientras hablaba sabía que Edward era muy capaz de hacerlo. Desesperada, añadió—: Si no dejas que me vaya, cuando el taxi llegué le pediré que llame a la policía.

—En ese caso, tendré que hacerte cambiar de opinión antes de que llegue.

Antes de que Bella se diera cuenta de sus intenciones, Edward dejó caer la maleta, tomó su rostro entre las manos y comenzó a besarla.

El beso que le dio la primera noche que estuvo allí fue ligero, casi amistoso, un beso de navidad bajo el muérdago. A pesar de todo, la conmocionó intensamente.

Pero en aquellos momentos la estaba besando como un amante, profunda y apasionadamente, reafirmando su dominio.

Todo en ella quería responder al beso, pero sabía que no debía quedarse allí. Después de todo lo que había sucedido, su orgullo y el recuerdo de la humillación sufrida no se lo permitirían.

Reuniendo todo su coraje, se apartó de él enérgicamente y con ambas manos lo empujó para liberarse.

—¿Por qué no me dejas en paz? —preguntó con amargura—. ¿No habéis hecho ya suficiente tu sobrino y tú? Déjenme tranquila!

—Más que suficiente —admitió Edward, serio y apenado—. Y yo, yo.. soy más culpable que él. Ese es uno de los motivos por los que quiero que te quedes. Tengo que encontrar el mejor modo de disculparme.

—No te estoy pidiendo que te disculpes. Lo único que pretendo es que dejes que me vaya. No me interesan tus disculpas, No quiero volver a verte jamás…

Bella estaba acabando de hablar cuando oyó el inconfundible sonido del motor de un coche acercándose. Un instante después, se detenía ante la casa.

Por fin había llegado el taxi. Tomó su maleta del suelo y envió un silencioso y ferviente agradecimiento a Ángela.

Edward de un par de zancadas se le adelantó y abrió la puerta principal, permaneciendo ante ella, bloqueándole la salida.

Bella oyó que se cerraba la puerta del coche.

—Me temo que lo han llamado innecesariamente —explicó Edward—. De todos modos, le pagaré el trayecto de ida y vuelta.

—¿Acaso no sabe distinguir entre un taxi y un coche normal?

Aquella voz, autoritaria, acostumbrada a expresar su opinión y a hacerse oír, resultó curiosamente familiar a oídos de Bella.

¡Era Jacob!

—Discúlpeme —dijo Edward en tono ligeramente burlón—, pero como esperábamos un taxi ha sido una error lógico. ¿Qué puedo hacer por usted?

—He venido a llevar a Bella a casa.

—Ha sido muy amable, pero me temo que ha malgastado su tiempo.

—¿Qué quiere decir con eso?

—Quiero decir que Bella no quiere irse a casa.

—Insisto en hablar con ella. ¿Dónde diablos está?

—Estoy aquí, Jacob —Bella hizo un firme esfuerzo por pasar junto a Edward.

Él se apartó, pero en lugar de permitir que se alejara, pasó un brazo por su cintura y la retuvo a su lado.

—Muchas gracias por haber venido, Jacob —dijo ella, sinceramente agradecida, pero también un tanto confundida ante la presencia del robusto recién llegado—. Aunque no entiendo por qué te ha molestado Ángela.

—Al parecer no lograba conseguir un taxi, y tanto ella como Ben habían bebido un poco más de la cuenta en la comida como para arriesgarse a conducir, así que me ha llamado. Siento haber tardado tanto, pero Ángela me ha dicho que tenías alguna clase de problema y me ha parecido conveniente dejar a Emily en su casa antes de venir aquí —fijándose en el abrigo y la maleta de Bella, añadió—: Veo que ya estás lista. Está empezando a helar, y el camino desde aquí es bastante complicado.

—Sí, estoy lista —contestó ella con firmeza.

Con expresión de triunfo, Jacob abrió la puerta de su Mercedes para ella.

Pero cuando Bella iba a salir, Edward la rodeó inesperadamente con ambos brazos por detrás y la atrajo hacia sí.

—Suéltame, por favor.

Él la besó en la nuca.

—No te enfades conmigo, cariño.

—No me llames «cariño» —espetó Bella, y trató de liberarse.

Edward la retuvo junto así sin esfuerzo.

—Insisto en que me dejes ir. Quiero marcharme con Jacob.

—Suéltela de inmediato —ordenó Jacob a la vez que daba un paso adelante—. De lo contrario, tendré que llamar a la policía.

—Llámela si quiere —replicó Edward en tono despreocupado—, pero dudo que vayan a interesarse por una pelea de amantes. Y le aseguro que no es más que eso.

Con voz estrangulada, Jacob preguntó:

—¿Trata de decirme que…?

—¿Qué Bella y yo somos pareja? No trato de decírselo; se lo digo.

—No le creo —dijo Jacob categóricamente—. Hace tiempo que conozco a Bella, y a usted no lo había visto nunca en mi vida. Ni siquiera sé su nombre.

—Cullen. Edward Cullen. ¿Y usted es…?

—Jacob Black. ¿Hace cuánto tiempo se conocen Bella y usted?

—Muy poco —admitió Edward—. Pero la atracción fue instantánea y mutua. ¿Verdad, cariño? —frotó su mejilla contra la de Bella.

—No, no lo fue —negó ella con aspereza.

Él suspiró.

—Me temo que aún sigue enfadada conmigo. Pero utilice sus ojos, hombre. Si conoce a Bella bien, sabrá que ese es su coche… —mientras Jacob miraba el auto de Bella, Edward añadió—. Como verá por la nieve que tiene encima, está aparcado ahí desde Nochebuena. Aparte de una breve visita de mi hermana y mi sobrino, hemos estado aquí solos todo el tiempo. Si no me cree, pregúnteselo.

—¿Es cierto, Bella?

—Bueno… sí, pero…

—Pregúntele también si ha compartido la cama conmigo estas dos últimas noches.

Bella se ruborizó intensamente.

Jacob, que no era tonto y estaba acostumbrado a sacar sus propias conclusiones, dijo:

—Aunque eso fuera cierto, no significa necesariamente que quiera quedarse con usted ahora.

—Creo que averiguará que sí… Al menos, cuando se le pase el enfado. De lo contrario, ¿por qué iba a haber aceptado mi anillo? —Edward mostró brevemente el anillo de juguete de Bella antes de volver a cubrirlo con la mano rapidamente.

—¡Pero solo es…! —empezó Bella.

—Créame, solo es una tormenta en un vaso de agua —interrumpió él con firmeza. Luego, hizo que ella se volviera y añadió—: Quédate a escuchar lo que tengo que decirte y, si después sigues queriendo irte, prometo llevarte personalmente a casa, por favor Bella, te lo suplico.

—¿En qué, en qué me vas a llevar a casa luego de que te escuche? —preguntó Bella con aspereza.

—Tomaré prestado el BMW de Arthur. Sé dónde están las llaves. Por favor, Bella, por favor -volvió a decir y está vez había sonado como una plegaria tal que solo hubiera faltaba se arrodillara ante sus pies.

Ella no esperaba que un hombre como él rogara, y oírle hacerlo la desconcertó por completo.

Al verle dudar, Edward la soltó y dio un paso atrás.

Libre para irse, ella permaneció donde estaba, mordiéndose el labio, indecisa.

—Va a empezar a anochecer y empieza a helar —dijo Jacob, exasperado—, así que agradecería que te decidieras cuanto antes.

—Se queda —dijo Edward.

—¿Bella?

Ella se lo penso dos segundos más y asintió.

Jacob se volvió sin ocultar su enfado.

Era un buen hombre y, agradecida por su preocupación, Bella dijo:

—Gracias, Jacob. Agradezco sinceramente todas las molestias que te has tomado y te pido disculpas por haberte hecho venir en vano. ¿Puedes darle las gracias a Ángela, por favor? Dile que la llamaré en cuanto pueda.

—¿Estás segura de que quieres quedarte Isabella?

—Sí, estoy segura.

Jacob alzó la mano a modo de saludo y entró en el coche.

Mientras acompañaba a Edward a la cocina, Bella reconoció para sí que en realidad no estaba segura. Probablemente, debería haberse ido mientras aún conservaba intacto el orgullo.

Pero no había sido capaz de hacerlo, y no le iba a quedar más remedio que escuchar a Edward sacando a relucir cosas de las que preferiría no volver a saber nada.

Se quitó el abrigo y ocupó el asiento que durante los días anteriores había llegado a considerar suyo.

Él ocupó el otro.

—Me alegra que hayas decidido quedarte. Realmente necesito hablar contigo.

Bella pensó que lo único que ella necesitaba era olvidar todo el episodio, borrar aquellos tres días como si nunca hubieran existido, y con ellos todo recuerdo de Edward Cullen…

Pero eso no era cierto. En el primer arrebato de enfado y dolor sí había sido así, pero había sabía cual era su cruel realidad, jamás podría ni querría olvidarlo.

Antes de conocer a Edward no había conocido tal felicidad, tal júbilo, nunca había sabido lo que era estar «realmente» enamorada. Eran regalos preciosos, aunque fugaces, y merecería la pena recordarlos.

Había aceptado el hecho de que Edward no la amaba, de manera que también podía aceptar que la hubiera considerado una persona sin principios sin necesidad de amargar el recuerdo de lo que había sido una maravillosa experiencia…

Como si hubiera leído sus pensamientos, Edward preguntó:

—¿Empezamos por los aspectos más personales de lo sucedido?

—No tiene sentido remover las cenizas. Ya es demasiado tarde para cambiar las cosas.

—Solo dime una cosa. ¿Por qué estabas tan desesperada por irte cuando las cosas se han aclarado?

—Supongo que te refieres a cuando has dejado de pensar que había robado los manuscritos de tu padre -dijo de manera ácida.

—De manera que aún te duele.

—Es que acaso esperabas que no me afecte? Y lo que me duele más allá de que hayas pensado que era una delincuente, es que me utilizaras.

—¿Qué te utilizara? —repitió Edward, desconcertado.

—Te acostaste conmigo para vengarte, pensando que era una ladrona y una mentirosa, sintiendo tan solo desprecio por mí… Eres un...

—Eso no es cierto. ¿Por qué no dejamos de momento a un lado el aspecto emocional del asunto y lo vemos desde un punto de vista meramente práctico? —al ver que Bella no decía nada y sólo le lanzaba una mirada dolida, Edward continuó—. Supongo que cuando acaben las vacaciones querrás volver a trabajar.

—Si te refieres al trabajo que me ofreciste, no me interesa. Ni asi estuviera en la calle y toda mi vida dependiera de aceptar ese trabajo, jamás, escuchame bien, jamás aceptaría trabajar para ti.

—No me refería a eso.

—Claro que no. Qué estúpida soy. La oferta no era auténtica. No se te habría ocurrido pedir a una mujer en la que no podías confiar que trabajara para ti, pero que idiota he sido!

—¿Quieres hacer el favor de escucharme un momento? —preguntó él pacientemente.

—Puedo hacer otra cosa, muy bien si ya me he quedado a escucharte, adelante! -dijo amargamente.

—Mañana mismo abriremos de nuevo tu tienda y nos ocuparemos de que todos los libros y los manuscritos vuelvan a su sitio, incluyendo los que compraste de buena fe.

—No gracias! Además ya te dije que he utilizado todo el dinero que obtuve para saldar mis deudas. No tengo nada para volver a comprar mis existencias.

—No hace falta que las compres.

—Olvídalo, no quiero tu caridad —replicó Bella con frialdad.

—La caridad no tiene nada que ver en esto. Como bien sabes, pagué por tus existencias bastante menos de lo que valían.

—Pues aprende a vivir con eso! Finalmente te doy la razón, has sido peor que tu sobrino. Es inútil que intentes sanar tu conciencia con…

—No seas testaruda. Estoy en deuda contigo. Me arrepiento mucho de haberte tratado como lo he hecho y, dentro de lo posible, quiero arreglar las cosas, por favor permíteme...

—Que no! No me interesa tu preocupación ni tus buenas intenciones.

—Solo trato de ofrecerte una solución, por favor Bella, es lo que me corresponde hacer. Alejemos las cosas personales, yo me aproveché de la situación y compré los manuscritos y libros haciendote perder mucho dinero, de hecho si no lo hubiera hecho tu seguirías con tu librería y tu vida intacta.

Bella se quedó pensativa a lo que Edward le había dicho, pero no era del todo cierto.

—No serviría de nada.

—¿Por qué?

—Porque el alquiler del local ha subido y no puedo permitirme pagar lo que pide ahora Deon Enterprises.

—¿Y si no te subieran la renta?

—El hecho es que la han subido y no hay modo de bajarla.

—Estoy seguro de que sí lo hay.

La certeza con que habló Edward hizo que Bella lo mirara con suspicacia.

—¿Acaso conoces al dueño de esa empresa? -preguntó Bella cautelosa.

—Sí.

—No me lo digas. Déjame adivinar… Tú eres el dueño.

—Exacto.

—Y supongo que no es una coincidencia, cierto? Dimelo

—No.

—¿Compraste todo el edificio para poder controlar mi alquiler? —preguntó Bella, aún asombrada con el nuevo giro de los hechos.

Edward se encogió de hombros.

—Me gusta tener todas las cartas.

—¿Cuánto tiempo llevabas esperando a saltar sobre mí y acabar conmigo, con mi vida?

—Desde que el detective que contraté te localizó en Forks.

Un escalofrío recorrió la espalda de Bella y sentía que le faltaba el aire, todo el enojo fue reemplazado por una sensación de impotencia, dándose cuenta que ella había sido un simple peón en un tablero de ajedrez.

—¿Qué planeabas hacer exactamente? -susurró.

-Aparte de asegurarme de que tu negocio no prosperara, quería encontrar algún modo de castigarte por cómo habías tratado a Diego. Decidí que para lograrlo debía conocerte para ver qué clase de mujer eras.

—Creía que ya lo sabías, de que necesitabas cerciorarte! —dijo Bella con amargura.

—A pesar de que fui lo suficientemente estúpido como para creer casi todo lo que me dijo Diego, me gusta comprobar las cosas personalmente. Hice que mi regreso coincidiera con el momento del cierre de tu librería. Quería ponerme en contacto contigo de algún modo y ofrecerte un trabajo…

—¡Así que provocaste el accidente a propósito! Porque fue simulado, ¿no? -dijo visiblemente herida.

—Sí. Se me ocurrió en el último minuto. Quería traerte a la mansión e intentar retenerte aquí un par de días. El tiempo se alió conmigo. Las cosas habrían sido más difíciles si no hubiera nevado. De todos modos, la suerte parecía haberse aliado conmigo. Ibas a casa de tu amiga, pero ella no te esperaba… Las líneas telefónicas estaban cortadas…

—Y mi coche no quería arrancar. -Bella completó la frase.

—En eso también tuve algo que ver.

Bella se quedó boquiabierta.

—¡Lo estropeaste a propósito! -espetó sin poderselo creer.

—Mientras estabas en la biblioteca —confirmó Edward sin ningún arrepentimiento.

—Y todo para retenerme aquí. Desde luego, te tomaste muchas molestias para darle pie a tu venganza.

—Pero ha merecido la pena.

—¿Y desde el principio tenías planeado seducirme?, ahora eres tu el que debe quitarse la máscara, responde!

—No. No tenían ninguna intención de que el sexo formara parte del asunto.

—Entonces, ¿por qué me besaste el primer día?

Edward suspiró y Bella se odió por que ese simple gesto tranquilizara su enojo.

—Fue un mero impulso. Supongo que deseaba hacerlo y sentía curiosidad por comprobar tu reacción. Al principio, lo único que pretendía era presionarte para que admitieras lo que habías hecho.

—Pero luego cambiaste de opinión y decidiste que el sexo podía formar parte de tu venganza, ¿no?

—No pude resistir la tentación de jugar un poco, de descubrir cómo eras en ese terreno. Pero de pronto me vi atrapado en mi propia trampa; solo podía pensar en cuánto te deseaba. Por tus reacciones, estaba seguro de que tú también me deseabas, pero por algún motivo, y solo se me ocurría pensar que se debía a que sabías que era el tío de Diego, parecías decidida a mantenerme a raya.

—De manera que recurriste al coñac para ablandarme, no es cierto?

—La única excusa que tengo para mi comportamiento es que creía que eras una… una mujer mundana. Pensaba que tu aparente inocencia era mera simulación. Diego me había dicho que eras una mujer fácil, y durante un tiempo lo creí.

—Cuando me besaste el día de Navidad por la tarde y yo te correspondí, noté que me mirabas con desprecio.

—No tenía derecho a…

—¿Por qué no? —interrumpió Bella en tono irónico—. A fin de cuentas, yo era una mujer fácil.

Edward negó con la cabeza.

—No lo eras. Incluso cuando estabas excitada luchabas contra tu deseo, cosa que debo reconocer que me sorprendió. Diego me había dicho que habíais vivido juntos, y lo que tú me contaste parecía confirmarlo. Por eso me desconcertó tanto descubrir que eras virgen.

—¿Y no te pareció extraño que tu sobrino te hubiera mentido?

—Supuse que no había querido admitir que la mujer a la que había regalado un anillo de compromiso tan caro aún lo mantenía fuera de su cama. Diego siempre ha sido un donjuán capaz de seducir a cualquier mujer que se cruzara en su camino.

—Parece una característica de la familia -añadió con resentimiento.

Los rasgos de Edward se endurecieron un momento, pero habló con suavidad.

—Supongo que esa acusación está justificada en el caso de mi padre.

—¿Pero no en el tuyo?

—No, no en el mío. Tengo muchos defectos, pero ese no es uno de ellos. No quiero decir que no haya habido mujeres en mi vida, pero no soy ningún donjuán. Nunca me han gustado las aventuras de una noche ni hacer fisuras en la cabecera de mi cama. Nunca he tenido más de una pareja a la vez y, hasta ahora, jamás había seducido a una mujer que no estuviera dispuesta a dejarse seducir.

Al captar el tono arrepentido de Edward, Bella sintió que a pesar de sí misma, se le encogía el corazón.

—Pero yo estaba dispuesta.

Él suspiró.

—Gracias por eso -dejó entrever una sonrisa a medias.

—No solo trato de ser amable. Creo que debe de ser muy difícil seducir a una mujer que al menos hasta cierto punto, no esté dispuesta a dejarse seducir. Tú no eres el único culpable de lo sucedido —ruborizada, añadió—: Ya soy mayorcita y quería, deseaba que me hicieras el amor.

—¿Por qué? Después de haber mantenido a tus amantes a raya durante tanto tiempo, ¿qué diferencia había en mi caso?

«Que te amaba», pensó Bella, pero cuando habló no dijo toda la verdad.

—Te encontraba muy… atractivo.

—También Diego debía parecerte atractivo. De hecho, me dijiste que así era.

—Puede que decidiera que ya había sido virgen durante demasiado tiempo. En cualquier caso, ya no se puede cambiar nada -restó importancia al tema.

—Estoy de acuerdo en que ya no se puede cambiar nada, y yo no puedo devolverte tu virginidad, pero…

—Aunque pudieras devolvérmela, yo no la querría. Y tampoco quiero tu amabilidad.

—No te estoy ofreciendo amabilidad. Te estoy ofreciendo matrimonio.

Por un momento, Bella se quedó anonadada, pero enseguida rompió a reír, incrédula.

—¡Matrimonio! ¿No te parece que te estás excediendo en tu afán por compensarme?

—Esto no tiene nada que ver con mi deseo de compensarte. Acabas de admitir que me encuentras atractivo, y yo estoy dispuesto a ofrecerte la clase de compromiso que tanto que has estado buscando.

Bella alzó orgullosamente la barbilla.

—Gracias, pero no, gracias.

—No me rechaces hasta que no lo hayas pensado detenidamente.

—Ya lo he pensado, y no quiero casarme contigo. Ya has hecho lo «decente» ofreciéndote a hacerlo, y yo he rechazado tu oferta. Tu conciencia puede quedarse tranquila. No hace falta pensar nada más.

—Puede que sí. ¿Has pensado en las posibles consecuencias de lo que ha sucedido?

—¿Las posibles consecuencias?

—Podrías haberte quedado embarazada. Anoche, pensando que eras una mujer experimentada, supuse que no estarías dispuesta a arriesgarte sin protección.

Bella se quedó un momento desconcertada, pero enseguida reaccionó.

—Claro que estaba protegida, así que no tienes por qué preocuparte.

Edward la observó un momento y movió la cabeza.

—Estás mintiendo.

Bella supo enseguida que sería inútil insistir.

—De acuerdo, no es cierto. Pero si resulta que estoy embarazada, cosa que considero muy improbable, ya me las arreglaré.

—¿Quieres decir que abortarías?

—¡Claro que no!

—En ese caso, necesitarías un marido.

—No querría que te casaras conmigo solo porque estuviera embarazada.

—No es solo por…

Bella ignoró la interrupción y siguió hablando.

—Si tuviera un hijo, le daría todo mi amor y me ocuparía de él por mi cuenta.

—No seas tonta —dijo Edward con aspereza. Luego, con más suavidad, añadió—. Si resultara que estás embarazada necesitarías mi ayuda. Para criar a un niño hace falta algo más que cariño y amor. También hace falta dinero, y no está mal contar con un padre…

—No quiero tu ayuda. No quiero tu dinero. ¡Y no quiero que te cases conmigo solo para calmar tu conciencia!

Edward se puso en pie de un salto, la tomó por los brazos, le hizo levantarse del sillón y la zarandeó ligeramente.

—Esto no tiene nada que ver con calmar mi conciencia. Te estoy pidiendo que te cases conmigo porque quiero casarme contigo.

—No te creo —murmuró Bella roncamente.

Él suspiro.

—Es culpa mía. He sido un estúpido. No debería habértelo pedido de ese modo, y no debería haberte presionado. Si hubiera dejado pasar un tiempo, si hubiera tratado de recuperar tu amistad… Pero los tontos se precipitan donde los ángeles se andan con pies de plomo, y me aterroriza perderte.

—¡No quiero oír tus mentiras! —exclamó Bella, dolida.

Edward volvió a ocupar su sillón y, sin soltarla, le hizo sentarse en su regazo. Ella trató de soltarse, pero él no lo permitió.

—No son mentiras y vas a escucharme.

Bella permaneció rígidamente sentada sobre él, con el rostro apartado y los puños apretados.

—Incluso al principio, cuando pensaba tan mal de ti, me quedé embelesado contigo. Aunque trataba de no admitirlo, te quería para mí, y me sentía terriblemente celoso al pensar que te habías acostado con Diego.

Edward tomó la mano en la que Bella llevaba el anillo de juguete y le besó los dedos uno a uno.

—Te juro que es la verdad. Ahora necesito contártelo todo, así que haz el favor de escucharme en silencio.

Bella iba a reclamar pero una sóla mirada de Edward, bastó para que cambiara de opinión asintiendo imperceptiblemente, y de inmediato el continuó hablando.

—Cuando supe que mi plan para retenerte aquí iba a funcionar, llamé a Alice y le pedí que viniera al día siguiente. Pero enseguida descubrí que no eras la clase de mujer que creía, y en lugar de culparte empecé a buscar excusas para tu comportamiento. Me dije que incluso la gente decente era capaz de hacer algo así por conquistar un sueño. Más que dispuesto a perdonarte, traté de hacerte admitir la verdad, de aclarar las cosas para que nuestra relación no se enturbiara, pero tú no querías saber nada al respecto. A esas alturas sabía que, pasara lo que pasase, quería casarme contigo. También sabía que no quería implicar a Alice. Pero, cuando la he llamado esta mañana para tratar de impedir que viniera, ya estaba de camino, y Diego había decidido acompañarla para recoger el cheque que le había prometido. He hecho un último intento de presionarte para que admitieras la verdad antes de que llegaran, pero, al ver que seguías haciéndote la inocente, he decidido que no me quedaba más remedio que pedirle a Alice que te identificara y tratar de arreglar las cosas a partir de ahí. Al principio, tras averiguar que estaba totalmente equivocado respecto a ti, lo único que he sentido ha sido un gran alivio y una inmensa alegría por saber que eras tan inocente como parecías. Luego, he sentido una terrible culpabilidad por cómo te he tratado. Finalmente, el miedo se ha apoderado de mí. Temía que no pudieras perdonarme, que me dejaras. He tratado de decirme que no te irías, que tenías que sentir algo por mí, o de lo contrario no te habrías acostado conmigo anoche, y tampoco habrías querido seguir con la relación esta mañana. Pero cuando le has pedido a Alice que te llevara a la ciudad y parecías tan decidida a irte me he preguntado si estaría equivocado. Si Alice no hubiera comentado de repente que sería tonto si te dejara ir, habría dejado que te marcharas.

Bella escuchaba sus palabras con atención y con el corazón encogido.

-Las palabras exactas de Ali han sido: «En cuanto he llegado me has dicho que, fuera lo que fuese lo que hubiera hecho Bella, querías casarte con ella. Supongo que ahora que ha quedado claro que es inocente no habrás cambiado de opinión, ¿no?». Cuando le he dicho que por supuesto que no, ella ha añadido: «En ese caso, trata de decirle lo que sientes»

Edward utilizó un dedo para volver el rostro de Bella hacia el suyo.

—Nunca había sentido nada parecido por otra mujer.

—¿Y Tanya? —preguntó ella, tratando de refrenar los latidos de su corazón—¿Qué pasó con ella?

—Al final volvió con su marido. Pero no se me rompió el corazón. De hecho, aunque sentía mucho cariño por ella, casi me sentí aliviado. En realidad, quería a su marido mucho más de lo que nunca habría llegado a quererme a mí, y yo no me habría conformado con algo así. Quiero amar y ser amado, profundamente, apasionadamente. Por eso esperaba que esta especie de… embeleso que siento fuera mutuo. No se me ocurre mejor palabra para describirlo.

—¿Y qué mejor palabra podría haber?

—Tengo entendido que los franceses lo llaman coup de foudre, pero nosotros lo llamamos «amor a primera vista». Y aunque algunas personas no creen en ello…

—Yo sí creo -interrumpió Bella involuntariamente.

—¿Y lo has experimentado?

Al verse descubierta se resignó a responder

—Solo una vez. Creía que ya lo había experimentado anteriormente, pero aquello fue un mero encaprichamiento. Sin embargo, ahora no hay confusión.

—Te refieres a... ¿Estás segura?

—Totalmente -respondió con felicidad en su rostro.

Edward besó tentadoramente la comisura de los labios de Bella.

—Me gustaría oírte decirlo en otras palabras Bella!

—Te quiero.

—¿Profundamente?

—Profundamente.

—¿Y apasionadamente?

—Apasionadamente. Desde el momento en que te vi por primera vez.

Bella fue recompensada con un beso que hizo que se le pusiera la piel de gallina y que todo su ser irradiara felicidad.

Se besaron un rato, perdidos el uno en el otro, hasta que Edward apartó el rostro y pregunto:

—Entonces, ¿vas a casarte conmigo y vas dejarme sustituir ese anillo por otro de verdad?

Bella frunció los labios.

—Puede.

—¿Qué voy a tener que hacer para persuadirte? -dijo ya tranquilo y divertido. Era claro que él también no cabía dentro de su felicidad.

—En primer lugar, me gustaría aceptar ese puesto que me ofreciste de secretaria bibliotecaria…

—Es tuyo.

—Y en segundo lugar, ahora que sé lo que sientes por mí, me gustaría que… —cuando Bella hizo una pausa y se ruborizó ligeramente, Edward alzó una ceja interrogante—… me hicieras el amor otra vez —concluyó ella precipitadamente.

—¿Cómo? ¿Aquí y ahora? —preguntó él, serio.

—Si no te importa —respondió ella, nerviosa. Al darse cuenta de que Edward le estaba tomando el pelo, añadió—: A fin de cuentas, he sido virgen durante mucho tiempo y tengo que recuperar el tiempo perdido.

Él sonrió traviesamente.

—No te preocupes, amor mío. Te aseguro que estaré a la altura de las circunstancias, me has hecho el hombre más feliz de la tierra.

-Te amo mi dulce Bella

-Y yo a tí

Y se fundieron en un beso tierno, apasionado, digno de dos amantes que habían decidido compartir su vida para el resto de sus días.

Fin


Ta ta ta tan... que les ha parecido el gran final?... a mi me ha encantado. Realmente estoy muy agradecida por la respuesta a este fic, que como siempre les dije fue un tremendo placer poder adaptar la novela a nuestros personajes Favoritos Edward & Bella, por que la escritora que nos ha hecho soñar con esta intrépida historia ha sido la magistral Sra. Lee Wilkinson y el tìtulo original "A Vengeful Deception", yo solo me he permitido compartirla con ustedes y espero que la hayan disfrutado como yo.

Mil gracias por todas las alertas, favoritos y especialmente por los reviews... son gente maravillosa.. me ha encantado conocer lo que piensan con respecto a la historia y las teorias has sido fantasticas jajajaja! Todo mi cariño para K y Edward Cullen Forever, Meli8114, animefangirl123, nadia off Pattz, BBQ25, Yeya Cullen, Casscordova 1991, Vanessita Vega, Gothteufelin, Molly M94, Marie Antoniette Cullen, Scarlett M, Caro Bere Cullen, Marym25, Sophia18, Blapagu, Ginegine, SisterCullen, Salesia, Ile 2.0, Vicky08, Alejapacigauta, Sabrina 2010, Joli Cullen, TataXoXo, Sunmile, Camela, Silves, Mikaela Vargas, Patty 69 y Karito Cullen Masen... son todas maravillosas... espero leernos en otras historias!

Gracias por todo y espero sus ultimos reviews en este cap!

Un abrazo enorme, enorme,

Vivitace