Capítulo 11

La oscuridad estaba en todas partes. Giraba alrededor de Sakura, sofocándola. Y estaba en su interior, consumiéndola con dolor y soledad.

«Sólo un beso». Las palabras parecían estar grabadas con fuego en su mente. Eso es lo poco que significó para Sasuke. Había estado a un paso de entregarse por completo y sin reservas por primera vez… y aun así, él se habría ido al día siguiente sin mirar atrás.

Y no tenía caso recordarse a sí misma que la partida de Sasuke era lo que ella había querido…

No había señales de Sasuke cuando Sakura se aventuró a bajar por la mañana. Por un momento pensó, asombrada, que él se había ido sin siquiera despedirse, pero un rápido examen de su habitación reveló que su ropa y sus artículos de tocador aún estaban ahí. Debió bajar a Montascaux a ver al mecánico, decidió.

Se llevó su café al estudio e hizo los preparativos para el día. Miró larga y críticamente el retrato de Sasuke. Tal vez era su imaginación, pero le parecía el mejor cuadro que había pintado. Aunque quizá fuera porque lo veía con los ojos de amor.

Una hora más tarde, se escuchó el ruido del motor del coche. El corazón de la chica dio un vuelco. Sasuke subió por la escalera y se paró en el umbral.

—¿Ya has arreglado el coche? —Sakura habló con demasiada alegría.

—Sí.

—Entonces supongo que te irás ahora —puso énfasis en cambiar la posición del caballete.

—Pronto —repuso él—. Pensé que querías que posara otra vez.

—No quiero causarte inconveniente alguno.

—No lo harás —llegó a su lado y miró el lienzo—. ¿Falta mucho?

—No —contestó ella—. Puedo terminar el resto de memoria.

—Ya veo —Sasuke parecía perplejo—. Cometí una injusticia cuando traté de disuadirte de continuar tus estudios. Posees verdadero talento. Espero que lo desarrolles al máximo —su sonrisa era amistosa, pero contenía cierto elemento de despedida…—. ¿Me venderás esta pintura?

—Esta no —sacudió la cabeza—. Con esta, cumplí la mayoría de edad como pintora. Estoy segura de que comprenderás.

—No creo que la comprensión haya jugado gran parte en nuestra relación —declaró él con voz grave—. Pero prometo intentarlo —hizo una pausa—. ¿Así que… una pose final? ¿Quieres que me desvista?

Sakura trató de sonreír.

—No lo dices en serio… ¿verdad?

—¿Por qué no? Sería una experiencia nueva para mí… como para la mayoría de los hombres… quitarme la ropa ante una mujer que no tiene interés en mí, excepto como una composición de luz y sombra, de planos y ángulos —la miró burlón—. ¿No es así?

—Bien… sí —su corazón latía con violencia.

—Entonces, ¿por qué no me lo pides? —hizo una pausa—. ¿O es que mi cuerpo no es suficientemente interesante para ti? ¿Sientes, quizá, que me conoces demasiado bien?

—No… no es eso —levantó con cuidado el lienzo del caballete, sin mirar a Sasuke.

Dios Santo, pensó, casi con histeria, no lo conocía en absoluto. No en ese aspecto.

Se las arregló para esbozar el espectro de una carcajada.

—Si es un ofrecimiento serio, Sasuke, entonces por supuesto que me gustaría hacer algunos dibujos de ti. Yo… necesito practicar —añadió.

Sasuke miró a su alrededor.

—Supongo que deseas alterar el escenario.

Quitaron la mesa y arreglaron una plataforma improvisada con cajas y algunas cortinas viejas de brocado dorado que Sakura había descubierto en algún lugar el día anterior. La chica se entretuvo con el brocado, acomodando sus pliegues, haciéndolo caer como ella quería, consciente de una sensación de total irrealidad.

«Oh, Dios», pensó, «yo no debería estar haciendo esto… no debería permitir que sucediera, porque no puedo ser objetiva. No puedo considerarlo sólo un ejercicio útil». Se volvió y recogió su cuaderno de dibujo con manos temblorosas. En realidad ella nunca había visto desnudo a Sasuke. Aquella primera vez Sakura estaba demasiado avergonzada e indignada… y desde entonces, sus pocos encuentros habían sido en la penumbra. Ese sería el momento de la verdad para ella.

—Estoy listo —anunció Sasuke.

Sakura se volvió con lentitud a mirarlo. Era… magnífico. No había otra palabra para describirlo. Con las manos sobre las caderas y la cabeza ligeramente echada hacia atrás, Sasuke soportó el fascinado y casi obsesivo escrutinio de Sakura.

—¿Vas a dibujarme o a aprenderme de memoria?

Ella se sobresaltó, con un leve color en el rostro.

—Oh, ¿te importaría volverte un poco de lado? Baja el hombro. No, eso es demasiado.

—Sería más sencillo si me mostraras cómo.

Sakura vaciló un momento, luego se acercó a él y puso las manos sobre los tibios hombros de Sasuke, saboreando la sedosa suavidad de su piel y el firme juego de los músculos de la espalda y los brazos.

—Tienes que decirme si te cansas… o si tienes frío —señaló.

—O demasiado calor, tal vez —su tono era lacónico—.¿Sabes una cosa? Creo que es la primera vez que me tocas por voluntad propia.

Sakura retiró las manos de inmediato.

—Recuerda la pose, por favor —indicó y regresó a su cuaderno.

Hizo una cantidad de falsos comienzos, arrugando hoja tras hoja.

—¿Sucede algo? —preguntó Sasuke al fin—. Pareces perturbada. ¿Me visto y te busco un bonito jarrón de flores?

—No, gracias. Quizá la pose esté… demasiado forzada.

—Eso se remedia fácilmente —cambió de postura—. ¿Así está mejor? —le sonrió.

—Sí —admitió contra su voluntad. Él parecía totalmente relajado, como si hubiera posado desnudo toda su vida.

Trató de estudiarlo con frialdad. Las esbeltas y elegantes líneas de su cuerpo adquirieron una nueva gracia, huesos y músculos fluyendo en armonía total.

Al mismo tiempo, había algo notable en la postura de Sasuke… algo anticipatorio que se reflejaba en la sonrisa que todavía jugueteaba en su boca y en sus ojos. Algo intrigante… casi misterioso.

Estremecida por una súbita excitación, pensó: «¡Dios mío, si pudiera captar este sentimiento!»

Esa vez, no garabateó las líneas. Su lápiz parecía saltar a través del papel, su mano y sus ojos trabajaban en perfecta coordinación. Tenía que hacerlo, decidió con fiebre. No podía perderlo. No en ese momento.

—¿Puedo descansar un poco? —sin esperar respuesta, Sasuke se irguió y alcanzó sus pantalones.

Involuntariamente, Sakura dejó el lápiz.

—¿Se puede ver? —Sasuke se acercó a Sakura.

—Cuando esté terminado —pronunció ella roncamente. Las manos de Sasuke descansaban apenas sobre los hombros de Sakura, pero el contacto era abrasador.

—Tú también debes descansar —los dedos de Sasuke se movieron—. Estás muy tensa.

Con gentileza al principio, luego con más fuerza, Sasuke comenzó a masajear los músculos de su cuello.

—Estoy bien, de veras —trató de apartarse.

—Déjame hacerlo.

Con un suspiro de capitulación, Sakura cedió. El contacto era mágico, íntimo, pero impersonal al mismo tiempo; de algún modo extraño.

Los movimientos acariciadores, sin embargo, creaban otra clase de tensión en su cuerpo.

—Relájate —ordenó él con suavidad.

Pero, ¿cómo podía hacerlo, cuando, una vez más, su ser completo estaba respondiendo… volviendo a la vida bajo ese contacto?

Sakura sintió los dedos de Sasuke moverse sobre su hombro, por su cuello, antes de descender a liberar los botones de la blusa.

—¡No! —levantó una mano para detenerlo.

—Tranquila… —expresó Sasuke—. Confía en mí.

La blusa se deslizó de sus hombros para descender hasta la cintura.

Su piel desnuda enrojeció bajo las caricias de Sasuke. El cuerpo de Sakura comenzó a arquearse de placer y sus pequeños senos se hincharon con aguda sensibilidad.

Luego, de pronto, todo terminó. Los tibios dedos de Sasuke dejaron de acariciar su cuerpo y se movieron casi con energía para poner la blusa en su sitio.

Voitiz —su tono fue casi casual. Cogió el cuaderno de dibujo y el lápiz y se los entregó—. ¿Continuamos?

Sasuke caminó hacia el improvisado estrado, se detuvo para desprenderse de sus pantalones y asumió sin esfuerzo su posición anterior.

Sakura miró el dibujo frente a ella hasta que las líneas se borraron. Temblaba tanto que apenas podía soportar el lápiz y sentía la boca seca. El anhelo en lo profundo de su ser se había convertido en dolor… en un ansia que ya no podía negar… un hambre que exigía ser saciada, no importaba a qué precio.

Se apartó del tablero de dibujo y se levantó tirando de los botones de su blusa hasta que cedieron. Uno de ellos se rompió. Con descuido, Sakura se sacudió la prenda y la dejó caer al suelo. Sasuke no habló ni se movió, pero en el agitado silencio, Sakura escuchó su áspera respiración.

Se quitó las sandalias y caminó descalza la distancia que los separaba.

Sasuke la observaba y preguntó con suavidad:

—¿Y ahora?

Las manos de Sakura buscaron a tientas el broche de sus vaqueros. Pensó que nunca se desharía de ellos, pero al fin lo logró. Lo que quedaba era un breve triángulo de encaje, pero también se lo quitó. Luego, cayó de rodillas al lado de Sasuke y extendió la mano para tocar, tímida y tentativamente, la musculosa desnudez de su muslo.

—Sasuke te lo suplico…

—¡Dios mío! —exclamó con aspereza y sus manos la tomaron, acostándola bajo él sobre los pliegues del brocado.

La boca de Sasuke era una llama que la consumía y Sakura cedió con delirio a sus demandas, saboreando el íntimo deleite del contacto.

Sasuke se levantó un poco, acariciando con las manos el cuerpo de Sakura. Se detenía en cada curva como si quisiera conocerla a través de la punta de los dedos. Luego, la oscura cabeza se inclinó y sus labios pudieron acariciar sus senos. El movimiento de su lengua sobre los excitados y rosados pezones la hizo sentir como si puntas de flecha atravesaran lo más íntimo de su ser.

Sakura gimió de deleite, acariciando la espalda de Sasuke y atrayéndolo hacia su cuerpo.

La respuesta de él fue urgente e inmediata y su boca volvió a tomar la de ella. Deslizó una mano hacia abajo para buscar los lugares secretos de su femineidad, tanto tiempo negados para él.

La tocó delicadamente al principio, sus dedos eran un mero susurro de sensaciones contra su calor satinado, luego profundizó la caricia con una cálida y deliberada sensualidad, conduciéndola a un camino desconocido hasta entonces para ella.

Los ojos de Sakura estaban grandes y nublados por la excitación y cada una de sus terminaciones nerviosas estaba sintonizada a ese nuevo y peligroso encanto.

Sasuke le sonrió; luego, su cabeza se inclinó y su boca la poseyó con una lenta y devastadora intensidad. El aliento quedó atrapado en la garganta de Sakura. Él no podía estar haciéndole eso a ella. No podía…

Sus sentidos se desvanecían, su cuerpo se ahogaba en una cálida oleada de placer que la conducía inexorablemente… a algún borde aterrador.

La cabeza de Sakura se inclinó hacia atrás y su cuerpo se arqueó irremediablemente, desgarrado por un deleite tan intenso que pensó que iba a morir. Había lágrimas en su rostro. Era consciente del movimiento de Sasuke y de que su cuerpo cubría el de ella. Actuando por puro instinto, Sakura lo rodeó con los brazos, mientras sus delgadas piernas se levantaban para sostenerlo cerca de ella. Las palabras sollozaban en su garganta. Al fin lo sintió en su interior y gritó de júbilo y bienvenida. Su abrazo se intensificó convulsivamente cuando él comenzó a moverse rítmicamente.

Sakura estaba contenta de darse a sí misma al fin. Pero de pronto y para su sorpresa, experimentó un rápido y oscuro surgimiento del placer. El mundo de la razón se escapó y en el cálido y estático vacío que lo reemplazó, estaba… sólo y para siempre…

Sasuke.

Sakura abrió los párpados soñolienta.

Por un momento, se sintió completamente desorientada, diciéndose a sí misma que aún debía estar dormida y soñando. Después, la realidad comenzó a imponerse. Comenzó a recordar…

Se sentó con lentitud, apartando un mechón de cabello fuera de sus ojos y asimilando otros detalles. Su ropa, doblada, hacía el papel de almohada, pero ella no tenía ni el más vago recuerdo de haberla puesto ahí.

Y, lo más significativo… se encontraba sola.

Su sensación de deliciosa lasitud comenzó a evaporarse. ¿En dónde estaba Sasuke? Ella habría querido que él estuviera ahí cuando despertara. Quería sentir la tranquilidad de su abrazo y sus labios sobre los de ella.

Y más que nada, pensó con una cálida oleada, quería que le hiciera el amor de nuevo, que la hiciera gritar de abandono mientras La llevaba, una vez más, a las alturas de la culminación.

Había perdido la cuenta de las veces que hicieron el amor. Un lento y sensual acto, mientras descubrían nuevos modos de darse placer el uno al otro.

Ella nunca imaginó, ni en sus sueños más locos, que sería capaz de sentimientos tan profundos. Pero, al mismo tiempo, reconoció maravillada que sólo Sasuke pudo liberar sus emociones de ese modo.

Sakura se desperezó, disfrutando los pocos familiares dolores en su cuerpo. Sus músculos no estaban acostumbrados a un ejercicio tan prolongado, pensó con una sonrisa. Y el suelo del estudio era duro, aunque a ninguno de los dos les importó.

Si Sasuke había ido a buscar un lugar más cómodo para dormir, no podía culparlo. Su tablero de dibujo estaba ahí a un lado y lo acomodó. Estudió su dibujo con ojos sonrientes.

«No lo terminaré», pensó. «Haré que lo enmarquen, así como está y lo guardaré en alguna parte para evocar este día… el comienzo del resto de mi vida con Sasuke». Se puso el dibujo bajo el brazo y salió.

Esperaba encontrar a Sasuke en la sala. Se había acostumbrado al casi perpetuo aroma de café cuando él estaba ahí. Pero el salón estaba vacío. No había ruido en La casa. De hecho, no había señales de vida, así que él debía estar profundamente dormido.

Sakura puso el dibujo sobre la mesa y subió por la escalera. Abrió la puerta de la habitación de Sasuke y se quedó por un momento interminable asombrada mientras trataba de asimilar lo que veía. La habitación estaba desierta… desnuda. Todas las cosas de Sasuke habían desaparecido, la cama estaba con el colchón desnudo y las mantas se encontraban cuidadosamente dobladas.

—¡No… oh, Dios, por favor… no! —exclamó.

Voló escaleras abajo y abrió la puerta principal, pero no había ningún coche en el patio. Con lentitud, se arrodilló en el umbral. Quiso llorar, pero las lágrimas no acudieron.

¿Cómo pudo irse así, sin decir una palabra? Sí, habían acordado separarse, pero de eso hacía una vida. ¿No sabía él cómo había cambiado ella? ¿Lo que sentía ahora?

La verdad inaceptable a la que se enfrentaba era… por supuesto, que él lo sabía, pero que no le importaba. Sasuke estaba probablemente demasiado acostumbrado a provocar ese nivel de respuesta en sus mujeres.

¡Qué patéticamente fácil de manipular había sido ella!

Retiró el dibujo del cuaderno y lo hizo trizas. Luego reunió los fragmentos, los llevó a la chimenea y los observó arder. Ella ardía también… de humillación y pesar.

Y ahora tendría que irse. No podía quedarse ahí… con esos recuerdos. Tendría que buscar otra casa para alquilar, componer su vida de algún modo antes que Jiraiya regresara. Haría su equipaje, se dirigiría a Montascaux y tomaría el primer autobús a cualquier parte.

Empezaría con el estudio. Recibiría el dolor de frente.

No podría cargar todo su equipo. Parte de él tendría que quedarse ahí. Quizá pudiera regresar por él más tarde, cuando pudiera soportarlo.

Tardó bastante tiempo en bajar sus pinturas del palomar. Aunque el caballete se doblaba, era muy pesado y resultaba muy difícil bajarlo por la estrecha escalera.

Estaba a punto de subir a su dormitorio y meter la ropa en un maletín cuando oyó el ruido de un coche. Se detuvo, tensa y miró a través de la puerta abierta.

Era el coche de Sasuke. Los músculos de su garganta se apretaban dolorosamente, pero no podía ser. Era una alucinación. Sasuke se había ido y no iba a regresar. Como paralizada, lo vio bajar del automóvil y cruzar el patio hacia la puerta.

No sabía por qué había regresado y tampoco quería saber. La única certeza era que no podía enfrentarse a él… no podía ver el triunfo en sus ojos… o la lástima.

Trató de cerrar la puerta; sus manos buscaron a tientas la cerradura, pero mientras lo hacía Sasuke llegó al umbral y abrió.

—¿Estás loca? —demandó con rudeza. Miró alrededor y levantó las cejas—. ¿Por que están aquí abajo tus cosas de pintar?

—Porque me voy —su voz se quebró un poco—. A viajar. Me aseguraré de enviarte una dirección… para los abogados.

—Para los abogados —repitió él con lentitud—. ¿De qué estás hablando, en nombre de Dios?

—Del divorcio —Sakura levantó la barbilla—. ¿Eso es lo que convinimos, no? Así que no hay más que decir. No… me imagino por qué regresaste.

Por un momento, Sasuke se quedó en silencio.

Luego, sonrió.

—Como quieras. Pensé, tal vez, que querías despedirte… pero no te detendré.

Con la cabeza en alto, Sakura pasó frente a él y subió por la escalera hacia su habitación. Abrió la puerta y se quedó pasmada. Había tal desorden, que por un momento pensó que lo impensable había ocurrido en ese remanso… que un ladrón había entrado. Luego, lentamente comprendió…

Era la ropa de Sasuke, suéteres, camisas y ropa casual, extendida a lo largo de la cama. Y sobre la cómoda, sus cepillos, la máquina de afeitar y la bolsa de cuero que usaba para viajar.

Lo oyó subir y se volvió con lentitud. Su rostro era inexpresivo y pronunció con fría formalidad:

—Te pido perdón. Creo que me precipité. Tal vez sería más sencillo si yo hiciera primero mi equipaje.

Pasó frente a ella y Sakura lo agarró del brazo.

—¿Por qué pusiste tus cosas en mi habitación?

—¿Necesitas preguntar? Porque pensé… esperaba al fin, dormir aquí. Creí que de ahora en adelante, tú pasarías cada noche en mis brazos —emitió una risa amarga—. ¡Qué tonto fui! Porque nada significó para ti, ¿verdad? Ese… cielo que compartimos juntos hace sólo una o dos horas… —se sacudió la mano de Sakura—. Ten la bondad de no tocarme.

—Sasuke, no, escúchame. Pensé que te habías ido… que me habías abandonado. Dijiste que lo harías tan pronto como tu coche estuviera arreglado. Desperté sola, tu dormitorio estaba vacío y el coche se había ido. Yo… no miré aquí. No pensé… —respiró profundamente—. Me sentía tan infeliz que quería morir. Por eso me iba. Porque no podía soportar quedarme aquí sin ti.

Los ojos de Sasuke se entrecerraron con incredulidad.

—¿Dejarte? ¿De veras pensaste eso? —sacudió la cabeza—. No, mi amor. Nunca tuve la intención de irme. Si monsieur Hiragisawa no hubiera intervenido, yo habría encontrado alguna excusa para quedarme hasta obtener lo que vine a buscar.

—¿Qué era? —su voz era apenas un susurro.

—Tú. Toda tú. Tu cuerpo, tu corazón y tu dulce y terca mente —sus manos cubrieron las de Sakura y ella se dio cuenta de que temblaba—. Sakura, no finjas más. Sabes que te amo. ¿Te quedarás aquí conmigo… compartiendo la luna de miel que nunca tuvimos? ¿Comenzando de nuevo nuestro matrimonio?

—Sasuke —murmuró con voz quebrada—, eres tú el que está fingiendo. Yo no soy lo que tú quieres. Es la baronesa… Marie Laure… y yo… no puedo vivir con eso, no importa cuánto te quiera. Es pedir demasiado.

—Pero no te lo estoy pidiendo. Marie Laure no significa nada para mí. Oh sí, cuando la conocí, ella era atractiva… una aventura excitante, pero nada más.

—¿Cómo puedes decir eso? —susurró Sakura—. Sasuke, yo os vi juntos… en aquella fiesta, en la terraza. Lo sabes. Tú… la besabas y…

—Oh, no —la tomó en sus brazos, apretándola contra él—. Estaba terminado… todo terminado entre nosotros desde mucho antes. Ella me siguió… se arrojó en mis brazos. Me trató como el tonto que debí parecerle. Sólo entonces supe…

—¿Supiste que? —la voz de Sakura era un hilo.

—Que, como tu amigo Sai, ella había sido contratada por mi tío —pronunció con severidad. Observó la incredulidad en los ojos de Sakura y asintió—. ¿Te parece difícil de creer? A mí también… al principio. También tengo mi orgullo masculino, ¿comprendes?

Sonrió cínicamente.

—Cuando estalló el escándalo, yo estaba asombrado. Yo no era, después de todo el primer hombre de su vida. Así que hice investigaciones y descubrí que estaba muy endeudada. El barón era un hombre rico, pero no era generoso. Y a Marie Laure le gustaba jugar. No había un casino en el sur de Francia que no hubiera visitado. Para mi tío, ella era el arma perfecta. Así que rompí con ella.

Hizo una pausa.

—Tuve, por supuesto, la excusa perfecta. Iba a casarme.

—Ya veo —murmuró Sakura, desolada.

—No —una carcajada sacudió la voz de Sasuke—. No ves, y nunca lo has hecho —tomó el rostro de Sakura en sus manos—. Me enamoré de ti la primera vez que te vi en Lowden Square. Desde entonces no ha habido nadie en mi vida. Nadie más que tú. ¿No lo sabes?

—No. ¿Cómo podía saberlo? Yo era un expediente para ti. Yo no era bella. No pertenecía a tu mundo…

—¿No eres bella? —inquirió él con suavidad—. Ah, Sakura, para ser artista, eres muy ciega. ¿Y qué sabe el mundo al que pertenezco del tipo de amor y lealtad que tú ofreces?

Sakura sentía el corazón de Sasuke golpeando contra el suyo.

—No podía creer lo que me estaba sucediendo. La mañana siguiente, en el hotel, yo estaba en agonía, preguntándome qué haría si no accedías a venir conmigo. Sabiendo eso, a dondequiera que fueras, yo te seguiría. Como hice cuando me dejaste.

Ella lo miró a los ojos y vio su propio dolor, su propia incertidumbre, reflejados en ellos.

—Sasuke…

Los brazos de Sasuke rodearon a Sakura con fiereza. Su boca sobre la de ella era apasionada, exigente y la chica respondió con el corazón.

Cuando Sasuke levantó la cabeza, sus ojos tenían el brillo de la esmeralda.

—Dime que me amas —pidió él—. Dilo. Di que serás mi esposa de verdad, y que nunca me abandonarás.

—Pero eras tú quien se iba —protestó Sakura, acariciando tímidamente el rostro de Sasuke con los dedos—. En París, siempre estaba sola. Todas aquellas noches que no te quedabas en el apartamento…

—¿Crees que podía soportar estar ahí contigo? —preguntó Sasuke con dureza—. Soportando tu odio… cada vez que me acercaba a ti te encogías. No te culpaba. Yo intentaba esperar, ser paciente y un lugar de eso, me comporté como un idiota y un bruto —gruñó—. Todo aquel tiempo en Londres, apenas me atreví a tocarte la mano para no asustarte. En nuestra noche de bodas, el hecho de saber que me pertenecías al fin, me hizo olvidar todo lo demás. Estaba loco de deseo y muy seguro de que podía hacer que me amaras. Después, me odié a mí mismo. No dormí el resto de aquella noche. Lo único que podía ver eran tus ojos heridos. Lo único que podía pensar era que había arruinado todo entre nosotros para siempre. Por las noches, me iba a dormir a la oficina. Tenía que estar lejos, porque no podía confiar en mí mismo estando cerca de ti.

—Yo pensé que estabas con Marie Laure —Sakura lo miró con reproche—. Tú me dejaste pensarlo, Sasuke. Me diste la impresión de que todavía continuabas con la aventura.

Sasuke hizo una mueca de pesar.

—Bien, quizás… un poco. Tu hostilidad hacia ella me intrigaba. Me hacía preguntarme si podrías estar celosa… si, bajo toda aquella cortés neutralidad que mostrabas la mayor parte del tiempo, comenzabas a interesarte. Era la única esperanza a la que me aferraba. Así que decidí provocarte un poco. Y Marie Laure ayudó, por supuesto, con sus intentos por recuperarme.

Inclinó la cabeza y la besó.

—¿Puedes perdonarme? Si te herí, lo pagué más que suficientemente cuando creí que te habías enamorado de Sai. Me di cuenta de que al darte celos con Marie Laure, yo había caído en la trampa. Estabas tan ansiosa por liberarme para que me casara con ella que cuando traté de explicarte… de decirte la verdad… no quisiste escucharme.

—Supuse que querías casarte con la mujer que amabas.

—Esa mujer eres tú. Pensé que quizá si tuviéramos hijos y tú los quisieras, podrías llegar a amarme. Así de desesperado estaba.

—Yo estaba desesperada también —confesó en voz baja—. Por eso huí. No soportaba más. Y hoy, cuando pensé que me habías abandonado, quise morir.

—Estabas tan dulcemente dormida que pensé que tendría tiempo de terminar con mis asuntos y volver antes de que despertaras —informó Sasuke—. Tenía que hacer unas llamadas a París… para decirles a mis colegas que iba a tardar en regresar, que estaba en mi luna de miel y que no quería ser molestado. También necesitábamos más comida. Tengo que recuperar mis fuerzas, ¿comprendes?

—¿Sí? —lo miró limpiamente.

—Pues sí. Es muy duro ser modelo de una artista. En particular, cuando se está obligado a hacerle el amor a la artista.

—¡Oh, Dios! —Sakura se llevó la mano a la boca—. Acabo de recordar… lo rompí… ese bello dibujo tuyo.

—Bien, me aseguraré de que tengas suficientes oportunidades de dibujarme de nuevo, si quieres —la besó en la punta de la nariz—. No voy a ponerme mucha ropa durante una o dos semanas.

—¿Es todo el tiempo que tenemos? —preguntó Sakura con ansiedad.

—No —repuso Sasuke—. Cuando nos vayamos de aquí, volaremos a Estados Unidos a traer a casa a tu padre. Él puede venir con nosotros a Fontainebleau a descansar ahí una temporada.

—Espero que no le sorprenda mucho enterarse de que estoy casada —comentó Sakura con preocupación.

—Tal vez cuando vea lo felices que somos, nos perdone.

—¿Y vamos a ser felices?

—Mucho —la besó con suavidad.

—Tendré que subir todo mi equipo de nuevo al estudio —dijo Sakura, haciendo una mueca.

—Más tarde —sugirió Sasuke. Le tomó las manos y se las llevó a los botones de su camisa—. Después de nuestra noche de bodas.

—Pero nuestra noche de bodas fue hace años.

—Estás equivocada, amor mío —acarició el cuerpo de Sakura, creando las primeras y cálidas oleadas de placer—. Comienza ahora y, con tu permiso, va a durar mucho tiempo. ¿Estás de acuerdo?

—Sí, mi amor —Sakura levantó la vista hasta los ojos de su esposo con amor y confianza—. Oh, sí Sasuke… Sasuke…

Después no hubo necesidad de más palabras.

Fin

Hola como están? Espero que esta historia les haya gustado, voy a empezar otra adaptación hasta el próximo lunes, pero aun no decido cual en fin, nos leemos pronta, saludos y gracias por sus cometarios y favoritos