"El Gato Phantomhive".

Kuroshitsuji, Sebastian x Ciel.

By: Sinattea.

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Disclaimer: Kuroshitsuji no me pertenece, es creación y obra de Toboso Yana al 100%. Y sólo por aclaración, aunque adoraría que Sebastian y Ciel fuesen míos, son propiedad el uno del otro.

Summary: Ciel ha hecho enojar a la persona equivocada, acarreando consecuencias que ni él ni Sebastian esperaban. El joven conde se verá obligado a entrar en contacto son su lado "felino". Hay un gato en la mansión Phantomhive, y Ciel no puede hacer nada por evitarlo.


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Capítulo 1: De vinos y gatos.

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Una anciana acurrucada en una esquina extendía su palma suplicante a los transeúntes que, apresurados, inundaban las calles de Londres. La gran mayoría se detenía junto a ella y dejaba caer una sencilla moneda en su mano, algunos simplemente la miraban con una disculpa en el rostro por no poder darle nada, otros no la volteaban a ver y seguían con su vida y con sus asuntos.

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Por la calle apareció un joven que caminaba a paso rápido y fuerte, casi corriendo, sosteniendo su sombrero de copa con una mano para evitar que el viento se lo arrancase de la cabeza, y en la otra llevando un bastón de mango dorado. El chico estaba furioso, blasfemando contra todo y contra todos, y de vez en cuando volvía la vista hacia atrás para maldecir a su mayordomo, quien caminaba unos cuantos pasos atrás de él.

- Eres un idiota, Sebastian – le dijo a rabiar.

- No es necesario que se moleste, Bocchan – añadió él con una entretenida sonrisa -. Podría haberle pasado a cualquiera.

- Pero tenía que pasarme a mí, que no soy cualquiera, por culpa tuya y de tus estúpidos gatos – gruñó.

- Técnicamente, Bocchan, ni son míos ni son estúpidos. Salieron mejor parados que usted.

Ciel volvió a gruñir, y soltó una altisonante maldición. Tenía que llegar a un evento donde era más que probable que se encontraría con la reina Victoria... y en el camino hacia allí, Sebastian cometió el fatal error (aunque Ciel estaba seguro de que lo había hecho a propósito) de distraerse mirando a una camada de gatos pardos y no se dio cuenta de que había una irregularidad en la calle que les costó una de las ruedas del carruaje. Y ahora Ciel llegaría tarde y a pie a su importantísimo evento.

- ¡Los gatos son estúpidos y los odio! – sentenció él.

Sebastian parecía más que divertido con el desafortunado desarrollo de los hechos, y ver a Ciel así de furibundo y desesperado le arrancaba una sonrisa de los labios. Cosa que confirmaba la teoría del joven conde sobre el deliberado actuar del mayordomo.

Concentrado en su único objetivo de llegar a tiempo, Ciel se sorprendió mucho cuando la palma suplicante le cortó el paso. Intrigado, el joven conde le dedicó una fugaz mirada a la anciana en la esquina, y esbozó una mueca de burla.

- No tengo tiempo para esto – fue todo lo que dijo, de la forma más insultante posible -. Qué estorbo de gente.

Acto seguido dobló la esquina y siguió con su marcha, ignorando que, tras él, la palma suplicante se cerró con frenética ira.

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Ciel Phantomhive logró llegar a tiempo a la reunión. Sin aliento y ligeramente sudoroso (su henchido orgullo no le permitió aceptar la oferta de Sebastian de llevarlo en brazos), pero a tiempo. Tras dejar su sombrero y su capa negra con un camarero, rápidamente corrió a sentarse al lado de Ash, quien, como siempre vigilaba muy de cerca a la reina Victoria.

Ella, como siempre, vestía totalmente de negro, con el velo sobre el rostro para ocultar las lágrimas que aún derramaba por su amado Albert. Ciel se sintió incómodo al percibir esa actitud en ella; después de todo, él nunca se había sentido especialmente apegado a nadie como para llorar su muerte. No lloraba por sus padres, no había llorado por Madame Red. Tenía que aceptarlo: él no era más que un frío, egoísta y orgulloso conde británico.

Ash llamó la atención de todos al golpear su cubierto contra la copa de vino.

- Su majestad, la reina Victoria, quisiera ofrecer un brindis.

Varios sirvientes se inclinaron por encima de la mesa y entre los invitados para llenar las copas con vino tinto.

Al ver su vaso lleno, y percibir que éste emanaba un peculiar y fragante aroma, el chico Phantomhive tuvo un mal presentimiento.

- ¿Por qué...? – empezó a quejarse, mas las palabras se le ahogaron en la boca al reconocer en la sirvienta que le había servido el rostro de la anciana pordiosera de la esquina.

También Sebastian se dio cuenta de que algo andaba mal, y se apresuró en dar alcance a la anciana cuando ella intentó escabullirse entre los invitados.

Ciel decidió no probar el vino hasta que Sebastian volviese y le garantizara que todo estaba en orden. No obstante, no tuvo tanta suerte.

- Conde Phantomhive – llamó Ash -, la reina Victoria desea saber por qué no se nos une al brindis. ¿El vino no es de su agrado?

Alarmado, Ciel notó que todos los ojos pertenecientes a todas las personas sentadas a la mesa lo miraban tan impactados como llenos de devoción hacia la reina, y si no actuaba rápido, las malas lenguas arrojarían su ponzoña sobre su persona.

Tomó la copa y se la acercó a los labios.

- Oh, no, por el contrario. Brindemos.

Se brindó por Inglaterra, por la reina Victoria, y por la larga vida de ambas.

Y Ciel, a pesar de ser plenamente consciente del penetrante aroma del vino que claramente decía: "no me bebas", hubo de terminarse hasta la última gota del licor.

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Mientras tanto, Sebastian había atrapado a la anciana, y le exigía (en voz baja puesto que muchas personas les miraban) que le dijera qué era lo que tenía en contra de su Bocchan.

- Lo merece por egoísta y malcriado – fue su fría declaración, antes de librarse inexplicablemente de las garras de Sebastian.

Con una nota de preocupación, el mayordomo volvió junto a la mesa para asegurarse de que su amo estuviera bien. Y así parecía ser.

No fue sino hasta una hora después que la extraña pócima surtió efecto...

- Sebastian – musitó Ciel de repente, y se puso en pie para alejarse de los invitados. Sebastian lo siguió.

- ¿Qué le sucede, Bocchan?

- No… lo sé... Me siento... mal...

Acto seguido, el conde se desplomó inconsciente en el suelo.

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Cuando Ciel finalmente comenzó a recuperar la consciencia, se sentía extraño, como demasiado... ligero. Diferente, ésa era la palabra.

Notaba una tibieza muy fuerte sobre todo el cuerpo. El canto de los pajarillos le resultaba ensordecedor, le dolía demasiado la cabeza. "¿Cuánto tiempo he estado durmiendo?" se preguntó.

Un ladrido se dejó oír en el exterior, seguido de un grito aterrado de Maylene y varios "¡Puru-puru, no!" por parte de Finny. Así que se hallaba de vuelta en su mansión, entendió Ciel, pero lo que no entendía era por qué parecía que todos corrían y gritaban en el pasillo afuera de su cuarto y no en el jardín. Sus oídos estaban demasiado sensibles.

De hecho, tan sensibles, que escuchó la entrecortada respiración de Sebastian.

Entonces reaccionó del todo, abrió los ojos y comprendió la situación.

- ¡Es tardísimo! ¡El sol está alto, es mediodía! – se sentó en la cama a la velocidad de la luz - ¡Maldita sea, Sebastian! – rugió - ¿Por qué no me despertaste...? ¿Sebastian? ¡¿Sebastian?!

Cuando se le ocurrió mirar a su mayordomo, vio que éste tenía una cara de estupefacción absoluta y que lo miraba muy fijamente. Lo que ciel no sabía, era que Sebastian llevaba más de cuatro horas así: petrificado y con los ojos tan abiertos que amenazaban con salirse de sus órbitas.

- Cierra la boca, al menos – le aconsejó Ciel -, te ves como un idiota. Eres un idiota: el té está frío.

El chico se levantó de la cama y se acercó al carrito del té. Al notar que Sebastian seguía 'observándolo' sin mover un músculo, se giró rápidamente hacia él, enojado a más no poder...

- ¿Pero qué te pasa?

...Y derribó la tetera.

Ciel también se paralizó un instante: no había empujado la tetera con las manos.

Con un extraño escalofrío recorriéndolo, Ciel se miró la espalda... y vio que tenía una cola.

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Sin aliento, echó a correr hacia el baño tan veloz como le fue posible, seguido de Sebastian, quien finalmente se recuperó de su sopor al ver a su amo en movimiento.

- ¡Aaaaaahhhh! – se escuchó - ¡¿Pero qué... pero qué demonios...?!

- ¿Bocchan?

Ciel estaba respirando más agitadamente que nunca, aferrando el espejo con los diez dedos.

Lo que veía era su reflejo, sí, de ello no ninguna había duda, pero ése reflejo le mostraba a un Ciel Phantomhive con cola, bigotes y orejas de gato.
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Con razón el mayordomo se había quedado pasmado.
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Nota: Este fic se me ocurrió una madrugada a las tres de la mañana, justo antes de dormirme. Lo gracioso es que me desvelé viendo Pandora Hearts, y esto fue lo que me llegó de inspiración.

Por ahora la historia se centra en el problema de Ciel (¿se lo imaginan con esa apariencia de gato? –nosebleed-), pero les anuncio, o advierto, que en un futuro los capítulos podrían llegar a. . . - - -

- - - No, anulen eso, hoy 24 de mayo de 2013, he llegado a la conclusión de que NO puedo escribir lemmon, soy biogenéticamente incapaz. Se me dan las insinuaciones y los detalles sutiles que activan la imaginación, pero no puedo ser explícita... Oh, blushes... Death... ^^

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Dejen review si les gustó.

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