Disclaimer: Santa Meyer los crea y ellos se juntan; yo solo me encargo de liarles un poco y de las travesuras que Meyer nunca escribió.


Advertencia: Este fic puede llegar a ser bastante irreverente con dosis de humor muy saludables; aún cuando su lenguaje pueda ser bastante salido de tono, y haya situaciones algo obscenas (eso no significa que por cada capitulo haya un lemmon; el sexo con argumentos, gracias). También predomina el OoC y es cannon a rabiar. AntiJacob de necesidad.

Quedas advertida si va a haber algo que pueda a llegar a sentar mal o no tengas el más mínimo sentido del humor. No quiero quejas después, gracias.

Dedicatoria especial: A Billy Wilder, maestro como pocos de la comedia, cuya gran pelicula este fic ha cogido el nombre, me inspiro.


"Cuando tengo que escoger entre dos tentaciones malvadas, siempre escojo la que nunca he probado antes."—Mae West.


Uno


"¡Jake! Esto no será una sorpresa si no haces más que bajar la mirada para ver por debajo de la venda", le regañé a la par que le daba una colleja para que no se quitase la venda. Era un regalo especial y no quería que lo viese hasta que no fuese el momento adecuado.

"Espero que tu sorpresa tenga algo que ver contigo y algo que lleves puesto muy pequeño", me comentó en tono jocoso.

"Cada cosa a su tiempo, cariño". Le di un pequeño azote y le cogí de la mano para que no tropezase.

Me había descalzado para sentir la arena bajo mis pies. El viento expandía mis cabellos y hacía dilatar las aletas de mi nariz, estimulado por la brisa marina. ¿No podría haber mayor paraíso que aquel?

Anduvimos unos pasos más hasta que decidí quitarle la venda. Le oí abrir la boca y contener un gemido al ver la enorme casa enfrente de la playa. Era la casa con la que siempre había soñado.

Pero eso solo era una mínima parte de la sorpresa. Lo más importante venía ahora.

Le empuje aun más.

"¡Vamos a verla por dentro!", le apremié.

"¡Bella!", me riñó. "No podemos entrar aquí. No es nuestra."

"¡Vamos!", volví a repetir alentándole.

No le hice caso cuando lanzó un largo suspiro de suspense al saltar la valla y entrar dentro de la casa.

"¿Sabes que esto podría denominarse como allanamiento de morada?", me repuso sarcástico. "Me encanta charlar con tu padre e ir a cenar. Pero no creo que bajo rejas sea una reunión familiar muy acogedora."

Me enfrenté a él y le estreché mis manos con las suyas.

"No tienes que preocuparte por eso, Jake. Dentro de poco podremos decir que esta casa es nuestra. ¿No crees que es ideal?", le dije echando un largo vistazo a las blancas paredes y al inmaculado suelo de madera y mármol. La típica casa playera que podríamos muy apropiada para Forks. "Ya me imagino corriendo por estos pasillos a nuestros cuatro hijos mientras nosotros, sentados en nuestras mecedoras en el porche observamos la puesta de sol…"

"¡Muy bucólico, Bella!", se rió sarcástico. "Acabo de ver nuestro futuro pasando por delante de nuestras narices. Solo falta un gran paracaídas para despertar a la realidad. Sabes que no tenemos dinero para comprarla."

Esta vez me permití una pequeña sonrisa petulante.

"Ten un poco de fe en mí, Jacob", le reproché. "Sabes que he estado haciendo trabajo extra en la tienda de fotos de los Newton y luego los fines de semana, he hecho algún articulo de critica en el periódico. Se suponía que todo lo que ganase con eso, sería para los gastos de la boda, pero resulta que cuando he ido al banco a comprobar cuanto tenía disponible, he descubierto que tenía un extra."

Jacob enarcó una ceja, incrédulo.

"Sería toda una sorpresa que las propinas de un bar de hamburguesas diesen para comprar una cosa."

"Bueno, no da para comprar una casa pero sí para un pequeño adelanto." Casi podía notar como iba dando pequeños saltos. No era muy dada a expresar mis emociones, pero tenía que contenerlas. "Resulta que cuando fui a ver cuanto había me encontré con la nada despreciable cantidad de cuarenta mil dólares". Jacob abrió los ojos de par en par. "Y lo mejor de todo que fui hablar con Mason, ya sabes que trabaja en la inmobiliaria, y está más que dispuesto a aceptar ese dinero como una entrada para la casa. Me dijo que como regalo de boda para nosotros, nos la dejaría a un precio tan accesible, que en quince años podremos decir que es nuestra. Y bastará con mi sueldo como profesora de secundaría y el tuyo como mecánico para pagarlo". Suspiré satisfecha. "¡Dios, bendito pluriempleo! He tenido los seis meses más agotadores de mi vida pero han merecido la pena. Bueno también ha ayudado invertir en el Chicago tribune en la bolsa y luego retirarlo a tiempo."

Jacob tuvo que inspirar y expirar aire. No acababa de creérselo.

"¿Tú has conseguido cuarenta mil dólares?" Asentí. "Por eso casi nunca nos veíamos y estabas tan agotada. Bueno, aparte que tu amiga Alice te ha estado mareando con todos los detalles de la boda… ¡Oh, joder! Bella, ¿Qué debería decir de esto? Eres un jodido genio. ¡Que digo yo! Un genio no; un ángel." Y dicho eso, cogió mi rostro entre sus fuertes manos y lo acercó al suyo hasta que estrelló sus labios en los míos convirtiendo el choque en un pasional beso.

De buena gana, entreabrí mi boca y le dejé introducir su lengua para empezar a juguetear. Cuando separó sus labios de mí, estaba jadeante, pero apoyó su frente en la mía. Sus ojos estaban ardientes. Sentía su veneración por mí hasta el tuétano de mis huesos. Por eso le amaba tanto. Me encantaba que me hiciese sentir como una diosa.

Debería sentirme feliz. A los veinticuatro años había conseguido colocarme como profesora de literatura en el instituto de Forks, y en noviembre me convertiría en la señora Black. Era muy afortunada. Poca gente podría presumir de casarse con tu novio de toda la vida. O por lo menos de toda tu adolescencia. Un periodo nada despreciable en la vida de una persona. Aunque las posibilidades de que eso ocurriese se multiplicaban si tus expectativas eran quedarte en Forks para siempre.

Y eso era el plato agridulce de todo el menú del que se compondría mi vida a partir de entonces.

Jake distinguió mi estado de ánimo al instante.

"¿Qué anda mal, Bells? Deberías ser la mujer más feliz de la faz de la tierra. ¡Vamos a vivir en la casa de Blancanieves!", se rió de su broma. Luego, de manera seria me preguntó: "¿Tú deseas esta vida tanto como yo?"

Moví la cabeza para disipar un mal pensamiento.

"Por supuesto", intenté que sonase más entusiasta posible, pero había una sombra de decepción en mis palabras.

"Pero…"

No podía engañar a Jacob.

"Me han vuelto a llamar del Chicago Tribune otra vez. Han ampliado la oferta y es realmente buena. Cualquier fotógrafo que se precie estaría encantado con trabajar ahí, y yo siempre he soñado con vivir y trabajar en Chicago. No tengo nada en contra de Forks, Jake." Intenté apaciguarle cuando soltó un bufido. El tema de irme a trabajar a una ciudad como New York o Chicago no era su favorito y siempre comparaba los índices de criminalidad de ambas ciudades con la seguridad que un pequeño pueblecito te ofrecía. "Pero debes comprender que yo no puedo ver de la misma manera Forks cuando he estado cuatro años estudiando en Dartmouth y he podido disfrutar de una libertad que no tendría si me hubiese quedado aquí."

"Pues por eso mismo, Bells. Tú y tu amiga Alice habéis hecho toda clase de locuras y ahora os toca madurar. Vas a casarte y tienes que poner los pies en la tierra. Eso es lo que te distingue de Alice. Bella, tu sitio está aquí conmigo."

"Cierto." Me vi obligada a reconocer. "Pero voy a echar tanto de menos a Alice…"

Ella se iba a ir a vivir con su novio texano a Chicago el próximo otoño. Había estado tan unida a ella desde mi más tierna infancia y, luego, en la universidad, que tardaría en llenar el vacio que dejaba en mi vida. Si es que alguna se llegase a reponer del todo.

Apostaba que Jacob no estaba tan disgustado por ello, es más, si de él se hubiese tratado la hubiese comprado el billete de ida y el piso con tal que no se acercase a mí. Creía que era una mala influencia.

Respecto a Alice, ella no tenía mejor concepto de mi novio. Me había insinuado que había un lado oscuro en él, y que era muy contraproducente para mi proyección de futuro. Por supuesto, por consideración hacia mí, ellos trataban de llevar una fría y educada coexistencia. Conocía demasiado a Jake como para imaginarme que estaría cantando alabanzas porque el novio de Alice se la llevase muy lejos de nosotros. Sin embargo, tampoco le gustaba demasiado la actual pareja de ésta. Le encontraba bastante mundano.

"Bueno", simuló sus sentimientos de alivio. "Ella ha decidido que su sitio no está aquí. Además, no hay barrera que no se pueda superar con un avión."

"¿Viajaremos a Chicago de vez en cuando?", pregunté algo más resignada. La idea de pasar las navidades con mi amiga las navidades me parecían fantásticas.

En nuestro abrazo, noté como el cuerpo de Jake se tensaba.

"En realidad, yo creo que sería más fácil que ella viniese a Forks". Noté cierto pánico en la voz.

Antes de decir la última palabra, tenía que sopesar mis opciones.

Había tenido una vida muy plena. Incluso más de lo que cabría esperar en una chica de Forks. Por lo tanto no debería quejarme, si no madurar y tomar las riendas de mi vida. Yo era muy afortunada. Con tan solo veinticuatro años había conseguido todo lo que me proponía en la vida. Una carrera de literatura, varios cursos de fotografía con sus sendos diplomas y premios, un trabajo bien remunerado—o por lo menos para tratarse de un pequeño pueblecito—, y , sobretodo, lograr casarme con mi novio de toda la vida y que éste se convirtiese el en futuro padre de mis hijos.

Hijos… ¿Cuántos tendríamos? Me les imaginé altos, morenos y vivaces, como su padre. Dos sería lo ideal. Suficientes para contentar a Jacob y no amargarme con las estrías y los aumentos de peso.

"Bells", me cogió el rostro para dirigirlo hacia el suyo. "¿Dónde crees que estarás mejor que aquí? Tú perteneces a este lugar. Y ninguna ciudad será lo suficientemente buena para ti como un pueblo como Forks…"

Con tortuosa lentitud, posó sus labios en mi mentón y empezó a deslizarlos desde la curva de éste hasta las líneas de mi cuello…

Sus carnosos y firmes labios… ¡Que bastardo! ¡Como sabía cuales eran mis puntos débiles!

Con los pequeños besos que depositaba sobre mi piel descubierta—cada vez abundante—, iba acompañándose de caricias cada vez más frenéticas.

Acabé echando bandera blanca sobre mi autocontrol y, cogiendo su mentón con mi mano, le acerqué lo suficiente para que mis labios se quemasen con su aliento, y tuviese que sofocar la quemazón, besándole con fiereza. Y él correspondió a mi beso con urgencia.

Rápidamente mis manos se unieron a las suyas en aquella caótica danza y acabé haciendo jirones su camiseta, mostrándome sus poderosos y morenos músculos del pecho.

"…Y ningún hombre va a amarte como yo lo hago", me susurró insinuante y mordió el lóbulo de la oreja.

Aquello acabó por romper el dique que controlaba mi cordura y se desbordase la locura.

Entre cascadas de besos, olas de caricias y ropas que volaban por los aires, acabamos estrenando nuestra futura casa, haciendo el amor en el suelo.

Jacob, generosamente, me dejó llevar las riendas, tumbándose sobre el frío suelo y permitiendo que me montase sobre él, sujetando mis caderas para marcar el ritmo. Aquella fue una caótica danza donde sus caderas se limitaban por mis dos piernas y mi interior se adaptaba a la perfección a la longitud de su miembro.

A pesar que Jacob era me sacaba más de tres cabezas y superarme en fuerza física, yo era más impulsiva que él, y acabé dominado la acción. Aun así, los pequeños detalles, como acariciarme tenuemente los pezones con la punta de la lengua mientras me acercaba y alejaba, me hacían perder la cabeza.

El sexo con Jake era completamente apasionante y nos complementábamos a la perfección. Cierto, no había hecho el amor con nadie más que con él, pero sabía que era el único. Para siempre.

Después de un tiempo bastante indeterminado, terminamos abrazados con las piernas entrelazadas y escuchando los latidos de su corazón. Nuestros ojos estaban fijos en un gran ventanal donde veíamos las olas chocando contra las rocas.

Los rayos del sol crepuscular iluminaban tenuemente la estancia, dándole un bonito color rojizo.

Todo había acabado como una película de los años cincuenta. Mis favoritas.

Mis labios se posaron en el pezón de Jake y deposité un tenue beso en él.

"Prométeme que todas las noches serán tan perfectas como ésta". Volví a besarle en el otro pezón y añadí: "Te voy a echar de menos a cada hora que estés lejos de mí".

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.

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"El número al que llama ha dejado de existir. Por favor, vuelva a intentarlo con otro…"

Oí aquel mensaje por enésima vez.

Jacob no era el mayor fan de la tecnología, pero si se hubiese cambiado de móvil, sabría que se cambiaba el número. Era demasiado poco sutil para saber que podía tirar de móviles libres. ¿Habría dado alguna tecla para bloquearlo?

— ¡Que extraño!—murmuré.

Desde el salón, oí a Charlie escupir la pasta de dientes y limpiarse la boca. Aun así oyó como suspiraba y se imaginaba que estaba empezando a peinarme el pelo con las manos. Era un gesto que hacía cada vez que mi impaciencia empezaba a aflorar.

—Deja de impacientarte, Bella—me regañó Charlie. —Solo han pasado tres días desde que Jacob se fue a esa convención de kick boxing. ¡El chaval necesita un respiro! Recuerda que ésta será su última aventurilla de soltero con los amigos. Después será un hombre casado con muchas responsabilidades.

Me masajeé las sienes para pensar con claridad.

—Lo sé, papá—admití. —No debería preocuparme. Sé que Jake está muy ocupado con ese torneo, pero si han pasado tres días sin noticias y me estoy volviendo loca no quiero imaginarme como será el resto de los dos meses que esté compitiendo.

Mi padre se limitó a encogerse de hombros.

—Si tanto le echas de menos, ¿por qué no has participado en la categoría femenina? Sé que la ruptura de menisco te limita mucho, pero es una competición menor y no te haría ningún daño un poco de ejercicio.

Meneé la cabeza.

—Me temo que quitaron la categoría femenina de kick boxing hará cosa de dos años—le informé. —Al parecer, cambiaron de entrenador y a éste no le parece bien que se mezclen chicos con chicas. Creen que éstas entran en las habitaciones de ellos y después de hacer el amor, el rendimiento es menor y nos culpa a nosotras. Por eso ha negado a entrenar a mujeres… ¡Jodido misógino! ¡Siempre nos echan la culpa de todo!

—Te recuerdo quien empezó la guerra de Troya—se burló Charlie. —No quiero ser el iniciador de una guerra de sexos, pero, cariño, algunas veces las mujeres sacáis lo peor de nosotros. Si no fíjate en todas esas películas de los años cincuenta que te tragas…

—Dos no hacen si uno no quiere.

En tono conciliador, Charlie me dio una palmadita en la espalda.

—Eso no significa que esté de acuerdo con ese cretino. Si él hubiese visto a mi pequeña luchadora en acción pensaría de forma diferente.

Sonrió con orgullo nostálgico recordando la época universitaria en la que pertenecía al equipo de lucha y había ganado un campeonato interuniversitario. Lastima de nuestra mala pata—literalmente hablando—nos hiciese retirar de la lucha profesional.

Después volvió a animarme con el asunto de Jacob.

—Nena, ¿No puedes ir a verle en los torneos? Puede que los entrenamientos sean a puerta cerrada, pero los torneos en si mismos no lo son. De hecho salen por la televisión. Y dicho sea de paso, se acerca mi cumpleaños y me gustaría que pensaseis en regalarme un ADSL y…

Observé a mi padre como si no lo conociese.

—Jake me dijo que esos torneos eran a puerta cerrada…—murmuré. No debía ponerme paranoica.

Mi relación con Jacob estaba basada en la confianza y no podía empezar a dejar que las dudas me reconcomiesen por una estúpida separación.

De alguna manera, Charlie intuyó que había metido la pata e intentó corregirse:

—Tal vez se trate de otro tipo de competición, Bells. Puede que las haya mezclado. —Luego añadió: —El caso es que no podemos empezar a acusar al pobre muchacho de nada. Necesita un poco de testosterona.

— ¡Ja!—Se carcajeó Bree mientras entraba a la cocina y abría el frigorífico para buscar su desayuno. —…Por favor, que el señorito Black se vaya a contar cuentos a otra. Está muy claro que si te ha soltado esa cascada de mentiras y se ha cambiado de teléfono es para poner los cuernos sin cargo de conciencia y sin que le estén recordando que la tonta de su novia le espera con las guirnaldas nupciales…

Mi querida y quisquillosa hermana de catorce años y coeficiente intelectual de ciento sesenta… ¿Qué haría yo sin ella? Era demasiado flaca para usarla como saco de boxeo.

—Bree—le reprochó Charlie—, no debes decir esas cosas sobre el bueno de Jake. Es un chico serio y responsable y tiene derecho a salir de viaje con su pandilla de siempre.

Bree intentó atragantarse con la leche. Ignoró mi resoplido al verla beber de morro del cartón de leche, cosa que odiaba.

— ¡Claro!—Soltó una risita. —Por supuesto que sé muy bien con que clase de compañía se junta… ¡Hum!...Sam Uley. Estaba a punto de casarse con su novia de toda la vida, Leah Clearwater, cuando la prima de ésta, Emily, se cruzó en su camino, y Sam cumpliendo con su deber, se tuvo que casar con ella porque la había dejado preñada. Luego, Paul, que estaba liado con Rebecca Black y la dejó tirada por su hermana gemela Rachel. Por no hablar de Quil Ateara que se ha liado con una cría de quince años….Pero si Claire está en mi clase…¡Puaj!...Y bueno, ya no hablemos de Embry, el cual Forks se le ha quedado pequeño como coto de caza.—Silbó escandalizada.—Estos chicos de La Push son como los perros. Una chica pasa por ahí, y ellos la marcan con sus feromonas…

—En serio, Bree. Creo que deberías preguntarte el porqué no tienes ningún amigo de verdad—le repuse cruelmente mientras pataleaba el suelo de la cocina.

Cínicamente, Bree fingió mostrarse muy dolida.

— ¡Oye!—Exclamó poniendo ojos tiernos. —Lo único que pretendía era ayudarte a que se te cayese la venda de los ojos. Luego querrás un hombro donde llorar.

Dejó la leche en la mesa de la cocina y se puso a registrar el frigorífico de arriba abajo, maldiciéndose por no encontrar algunas de sus porquerías para comer.

—De todas formas, no salía de mi habitación para dar a conocer las muchas virtudes de mi futuro cuñado. —Chasqueó la lengua. —Te han traído un paquete. Está en la mesa del comedor. Creo que se trata de Alice.

Temiéndome lo peor, me dirigí al comedor, tras las maldiciones de mi hermana por haber tirado la mantequilla de cacahuete y la crema de cacao. Alice tendía a exagerar los acontecimientos y se había tomado muy enserio mi boda.

Tan enserio, que se había negado a dejarme ver el vestido de novia y tenía que hacer las pruebas con los ojos vendados. El concepto de sencillo no iba con Alice. Con el paso de los años, había aprendido a no interponerme en su camino cuando se proponía algo. Además, le estaba muy agradecida por encargarse de aquellos detalles tan engorrosos para mí y que a ella le hacían entrar en orgasmos múltiples. Por lo tanto, mis deseos de una boda sencilla se iban al traste y tendría una celebración que haría palidecer a la de algún monarca europeo.

Aun así, no pude evitar un grito cuando abrí la caja y cogí entre mis manos aquellos zapatos blancos de tacones finos y largos.

¿Cómo podía tener tan mala memoria Alice?

— ¡Coño, Bells!—Maldijo mi padre por detrás. Era un hombre comedido pero al ver aquella monstruosidad estalló: —Alice pretende que no llegues viva al altar… ¿Cómo vas a poder ponerte esos zapatos? Son excesivos para ti.

—Espero que tenga un plan B y me tenga preparadas unas converses blancas para después de la ceremonia—supliqué. —No voy a sobrevivir un minutos más allá de la ceremonia.

—Esta chica…—murmuró Charlie enfadado. —Le recordaré que por culpa de una de estas maquinas de destrozar pies—señaló a los zapatos—, te rompiste el menisco y tuviste que dejar una temporada brillante de kick boxing en Dartmouth. Por suerte, mis dos chicas también han salido listas y sacaste tu carrera de forma brillante. Tuviste la fortuna de que tu beca fuese de estudios y no deportiva.

Puse los ojos en blanco.

Para no enfurecer más a Charlie, nunca le conté que mi lesión de menisco estuvo combinada por una mezcla peligrosa de tacones altos, alcohol y fiestas universitarias desbocadas a las que Alice era abonada. Borracha y con un arma de destrucción masiva bajo mis pies cualquier tonto apostaría que el resultado era pasar por quirófano y no volver a hacer kick boxing de manera profesional.

Alice tenía el lema de para estar bella había que sufrir. Esperaba que Charlie estuviese en plena forma y pudiese sujetarme hasta llegar al altar.

Bree soltó un largo silbido al ver los zapatos.

—Si esos son los zapatos, no quiero imaginarme como será el vestido. —Meneó la mano en señal que Alice se había pasado.

Intenté ver el lado positivo.

—Bueno, tengo unos meses para domesticarlos.

—Ya te veo conduciendo al altar a Bella en una silla de ruedas—comentó ésta a papá.

Acabé exasperada.

— ¡Oh, por favor!—Exclamé. — ¿Podíais demostrar un poco más de entusiasmo? Me voy a casar con mi novio de toda la vida. Debería ser el acontecimiento más feliz de mi vida y vosotros me hacéis sentir como si fuese mi propio funeral… ¡Podíais mostrar que os alegráis por mí!

Charlie se acercó a mí y me pasó el brazo por el hombro. No era un hombre que expresase sus emociones, pero me hizo sentir mejor con su gesto.

—Bells—susurró—, claro que me siento feliz por ti. Sabes que todo padre se llena de orgullo por poder llevar al altar a su hija. Y Jake es un yerno que todo hombre quisiera tener.

Bree bufó ante las palabras de mi padre. Le dediqué una palabra de pocos amigos.

—Me alegraría, pero la ausencia de glucosa me pone de muy mal humor—masculló. —No entiendo por qué nos tenemos que poner a dieta. Si como un vegetal más, acabaré haciendo la fotosíntesis.

Le acaricié la cabeza.

—Ese vestido tiene que estarte perfecto. Yo también estoy haciendo un esfuerzo y estoy siguiendo la misma dieta que vosotros.

Se cruzó de brazos y frunció el ceño comportándose como una niña pequeña.

—¡Pues menuda mierda!—Se quejó haciendo caso omiso a los gestos de Charlie por soltar una palabrota.—Resulta que tienes el metabolismo más privilegiado que puede desear una mujer y comer todo lo que quieras sin engordar y te autoflagelas comiendo aburridas verduras…¡Eso es antinatural!

—No es cierto, Bree—me reí. —He comprobado que todo lo que como se me baja al trasero y luego es muy difícil de eliminar.

—Tienes un culo precioso y te aconsejo que no lo pierdas por si algún día lo necesitas. Puede que tengas que hacer uso de él para pillar a un buen partido cuando Jacob te deje en la estacada…

— ¡Bree!—Le advertí muy seriamente.

Pero ella me ignoró y soltó todo lo que se estaba guardando:

—Lo siento, pero no puedo fingir que me alegro por ti cuando veo que tu vida se va al garete solo porque no quieras ver más allá de este pueblo y te aferres a Jacob como un clavo. Tienes un futuro brillante y en lugar de coger la grandiosa oferta que te hacen del Chicago Tribune, coges un puesto de profesora de un instituto de pueblo. Y lo peor es que sabes que no vas a ser feliz con Jake. —Ese discurso me sonaba mucho a las palabras que Alice me había dedicado cuando le anuncié que me casaba con Jake. Pero, al contrario que Bree, ella acabó confiando en mi y fingió ceder. Mi hermana, no: —No sois compatibles. Tú eres una chica de mundo y él un chico de pueblo que no aspira a más que a sus juergas con sus amigos y a su puesto como mecánico. ¡Eso no te hará feliz!

Controlé mi ira a pesar que la garganta empezaba a dolerme debido a los sollozos contenidos.

—Y tú sabes lo que me hará realmente feliz, ¿verdad?—repuse con sarcasmo.

Bree negó con la cabeza.

—Pero sé que Jacob no te hará feliz. Y ya no es porque sea infiel o no. Eso ya no es importante. Solo espero que te des cuenta antes de que sea demasiado tarde y te veas llena de estrías y con una camada a la que cuidar.—Sin dejar que la pudiésemos replicar, se dio la vuelta y se dispuso a subir las escaleras.—Si alguien más necesita una dosis de realismo, que llame a la puerta de mi cuarto.

Dio un fuerte portazo que nos sobrecogió a los dos.

Una vez repuestos, me dispuse a encarar la situación con Charlie.

—Si la permites esta clase de comportamiento y que se encierre en su cuarto, se convertirá en una hikikomori (1) y solo sabremos si está viva porque la comida que le dejaremos debajo de la puerta.

Charlie pareció no darle importancia.

—Está en una edad muy difícil y es una chica de veinte años en un cuerpo de catorce y se mortifica porque no encuentra a nadie de su edad que la comprenda. —Suspiró. —No es feliz en el colegio; los profesores no saben como tratarla y sus compañeros se burlan de ella. Está deseando salir de Forks. El único sitio donde podría ser más feliz sería en una escuela especial para niños superdotados. Así comprendería que no es un caso único y empezaría a motivarse.

— ¿Y que hay de las escuelas especiales?—Pregunté. —Había una en Houston y otra en Chicago. ¿Qué ha pasado con ellas?

Charlie soltó una risita sarcástica.

—Bells, eso es imposible de pagar. Tendría que estar trabajando cuarenta años más y vender la casa e hipotecarme mi jubilación viviendo en un puente. Y eso solo para pagar el primer curso.

—Pero, debe de haber alguna beca para casos como el de Bree, ¿no?

Recordaba que había hecho algunos exámenes en aquellas escuelas y los había pasado todos de manera sobresaliente.

No obstante, Charlie se limitó a encogerse de hombros.

—No dan una solución lo suficientemente rentable—dijo. —Lo único que se me ocurre es hablar con el director para que la pase a un curso superior…o a varios y que pueda ir a la universidad antes de tiempo.

—Mientras…

—Mientras, tendrás que tener paciencia y aguantar su mal humor. —Me acarició el pelo. Después, miró el reloj y se apresuró a ponerse la chaqueta: —Con todas estas emociones, voy a llegar tarde a la comisaria.

— ¿No puedes esperar a que te haga el desayuno?—Inquirí. —Eres el jefe de policía y puedes permitirte llegar tarde al trabajo.

Se rió.

—No cuela, Bells.

—De acuerdo—cedí. —Entonces iré a correr un poco y después desayunaré en el bar de Sue Clearwater. —Solté un suspiro al dirigir mi mirada a la escalera. —Dudo que Bree quiera ir a correr conmigo. Está enfadada y que le hayas comprado una wii para hacer ejercicio no ayuda al asunto. —Le dediqué un reproche mientras mi padre me daba a entender que él se lavaba las manos en el asunto. Incluso apostaría que él mismo la usaba para no salir a correr. —Después hablaré con Alice y aguantar una larga sesión de tortura.

—Suena interesante. —Se estaba frotando las manos de no tener que encargarse él de los detalles.

—Mucho—refunfuñé. —Pero recuerda que la semana que viene, tienes que viajar con nosotras a Seattle para probarte el smoking y los zapatos. —Me fue tan gratificante ver como se le mudaba el color se su rostro y no se las daba tan felices. —Y tiene que estarte perfecto, así que espero que no hagas trampa con la dieta.

Salió de la casa como si el diablo le estuviese persiguiendo..

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Después de una hora corriendo, agradecía haber llegado al bar de Sue. Debido a la humedad, el clavo de la rodilla empezaba a darme la lata. La humedad de Forks no era un clima terapéutico para una lesión. Y correr durante una hora seguida no ayudaba a calmar los calambres.

Después de dejar el kick boxing, no me había hecho muy fanática de ningún deporte. Y si hacía footing durante una hora, era para mantenerme en forma y no engordar un solo gramo para la boda.

Se había convertido en un suplicio. Me había tenido que poner a dieta y cuidar los detalles más mínimos, como no morderme las uñas y estar cortándome las puntas para tener un pelo lustroso.

Era una completa tortura pero debía sacrificarme por Jacob. Él se merecía lo mejor.

Sue me recibió con una sonrisa radiante y me indicó el mejor sitio del bar. Y eso que hoy estaba repleto de gente.

Jessica Stanley y Lauren Mallory me miraban despechadas y yo hice un gesto inocente de enseñarles mi lujoso anillo de pedida. Me habían hecho la vida imposible en el instituto y ahora el karma me daba lo que me merecía. Había conseguido pescar al chico más guapo de Forks e iba a ser mi esposo.

—Lo de siempre, ¿no?—Sue tomó cuenta de mi pedido: —Un café descafeinado con leche desnatada y una tostada de pan integral con mermelada de albaricoque light.

—Efectivamente—contesté. —Gracias, Sue.

—De nada, linda. Es una lastima que tengas que cuidarte para la boda. Había hecho tortitas y me han traído un nuevo sirope de chocolate y menta… ¡Para chuparse los dedos!

Tomé la palabra antes que el dolor de mi estómago hablase por mí

—Suena tentador, Sue. Pero, ya sabes…hay que cuidarse para la boda.

Oí un bufido procedente de detrás de Sue.

Leah, su hija mayor, con cara de pocos amigos, se dirigió a mi mesa y empezó a limpiarla con demasiada energía.

— ¿Una boda celebrada en el mes de los difuntos?—Su voz estaba rebosante del más hiriente de los sarcasmos. — ¿Pretendes que salga bien el asunto? Además, acuérdate con quien te vas a casar. Los hombres quileutes son como los perros; huelen las feromonas de una chica a kilómetros y echan la meada para marcarla.

—Lo mismo me ha dicho Bree—la contesté.

No podía guardarla rencor. Se trataba de una pobre chica amargada.

Pero debido a sus circunstancias, ¿quién la culpaba?

No era fácil ser el hazmerreir de Forks, por el hecho que su novio de toda la vida la dejase plantada para casarse con su prima embarazada. Incluso había una leyenda urbana demasiado cruel en la cual se decía que si una pareja que se iba a casar, se cruzaba con Leah Clearwater, romperían en el transcurso del año.

Aparte de hiriente, no era supersticiosa y creía que el amor que Jacob y yo nos teníamos era suficiente para romper cualquier maleficio.

Ésta, la ver que no la respondía, se alejó con los platos y encendió la pequeña televisión que entretenía a la clientela.

No presté atención al programa. Por las mañanas, siempre hablaban de política y me parecía tan aburrido; y aun más cuando la mezclaban con asuntos del corazón, y salía en escena la bonita hija del senador de Illinois, Masen. Una bellísima pelirroja lo bastante superficial como para dedicarle varios minutos de mi tiempo.

Y mientras jugaba con mi Ipod, no podía intuir que aquel programa y aquella chica—Vanessa Masen, o Nessie como se la conocía—iban a dar a mi vida un giro de 180 grados.

— ¡Ey!—Oí gritar a Leah. — ¿Ese chico que Nessie presenta como su prometido no es Jacob? ¡Oh, sí! ¡Se trata de Jake!

Dejando que el Ipod se me cayese al suelo, mis ojos se posaron rápidamente en la pantalla, intentando asimilar lo que estaban viendo.

No había ningún engaño. Jacob Black estaba sentado, agarrando la mano de aquella barbie pelirroja y dedicándole una brillante sonrisa a la periodista que les entrevistaba.

¿Quién era aquel personaje que había poseído y usado el cuerpo de mi prometido? Se había cortado el pelo y lucía un caro traje de chaqueta en lugar de sus habituales jeans rotos y sus chaquetas de cuero.

El remate fue cuando, sujetando la mano de Nessie, le enseñó a la presentadora un ostentoso anillo de pedida que ésta llevaba en su dedo anular. Miré el mío en el mismo dedo y la comparación me resultó ridícula.

Seguramente, en el bar todas las miradas se dividirían entre la televisión y yo.

Incluso, juraría que Jessica y Lauren se estarían riendo a carcajadas.

Me encontraba muy lejos de aquel lugar, sintiendo como la sangre se me bajaba a los pies y me lanzaba al vacio de la jodida realidad sin paracaídas. El golpe contra el suelo dolía mucho.

Aun así, mantuve una sonrisa congelada en mi cara y llamé a Sue.

Ésta, pálida como la pared de su restaurante, acudió enseguida.

—Sue, he decidido cambiar el desayuno—le dije tranquila. — ¿Has hecho tortitas? Pues ponme diez de las grandes y añádelas un gran chorro de sirope de chocolate con menta. Y con nata, por supuesto. Además, quiero un par de huevos fritos con bacón y patatas fritas. Y como no, nada de café. Quiero un vaso grande de chocolate con leche entera…y con dos cucharadas de azúcar.

¡A tomar por culo la puta dieta!

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(1) Fenomeno que se da en adolescentes japoneses, en el cual éste se recluye en su cuarto durante meses y no sale ni para comer.


Y aquí esto yo con otro fic. Después de When the stars go blue he decidido pasarme del drama a la comedia (también subiré stardust, pero quiero descargarme un poco de esa clase de fics). Espero que lo acojais con el mismo cariño que hicisteis con when y fueseis un poco consecuentes y penseis que si yo estoy días escribiendo más de 5000 palabras, vosotras, después de leer y antes de dar a alerta y favoritos, me dejeis algunas palabras, teneis ocho mil caracteres para escribir y no son más de cinco minutos y creo que hariais feliz a bastante gente. Gracias.

Bueno os dejo a ver que tal, y si teneis un momento, me gustaría que os pasaseis por un OS que he escrito para el TparamoreTwiligthContest que se llama The waltz of the moon. Si os lo leyeseis y dejaseis un rr, me haríais bastante feliz. Está en mi profile:

http : / www . fanfiction . net / s / 6822997 / 1 / (todo junto o en mi profile)

Nos vemos en otros capitulos o en otros fics. Creo que el proximo es underneath.

Maggie ^^)))