No se imaginan lo difícil que es terminar esta historia, me encanta tanto que creo la viví mientras la escribía. Muchísimas gracias a todos ustedes por leerla y por dejar comentarios expresando todo eso que pensaban de la historia. Ahora espero disfruten de este final, ojo tiene una partecita que insinúa ser un lemmon pero no lo es o al menos a mi no me lo parece.

Espero les guste

Con amor

ISa 3

Un cumpleaños especial: Parte III

Sam giraba y bailaba al compás de la música, los brazos de su esposo rodeaban delicadamente sobre su cintura. Freddie la observaba con adoración, ese día en especial se veía más hermosa que nunca. Sus frentes chocaron suavemente al momento de unirse, se besaron con dulzura, todo parecía un sueño. Volvieron a la realidad cuando escucharon los aplausos y las felicitaciones por parte de los invitados.

-Momentos como este es donde me gustaría desaparecer… -susurró Sam divertida.

-Es nuestra boda y están felices por nosotros –susurró Freddie cerca de su oído.

Bailaron juntos toda la noche hasta que la fiesta finalizó. Subieron hacia la habitación y por primera vez lo único que deseaban era dormir. Se quitaron sus ropas y cayeron en un sueño profundo en el momento que sus cuerpos tocaron la cama.

La rubia fue la primera en despertar, tenía una sonrisa dibujada en su rostro mientras observaba a su esposo dormir plácidamente. Se sentía tan feliz a su lado, él la apoyó en momentos en donde el vacio invadía su vida, él fue su luz y estaba muy agradecida por ello. Su mano paseó delicadamente por el rostro del castaño, con el pasar de los años se había vuelto más guapo, aunque para ella siempre fue así.

-Me haces cosquillas… -susurró Freddie dibujando una sonrisa en sus labios.

-Oh, disculpa… solo te detallaba –susurró su respuesta suspirando.

-¿Desde cuándo estás despierta? –preguntó el castaño mientras la atraía más a su cuerpo.

-No lo sé, tal vez horas y posiblemente no lo notara. –Freddie sonrió ante su respuesta.

Se miraron a los ojos mientras se acercaban lentamente y unían sus labios en un beso dulce y lleno de amor. Rápidamente sus besos se volvieron más pasionales y llenos de necesidad, no era igual que su primera vez, en ese momento ambos sentían algo más.

Sam podía escuchar sus latidos al compás de los suyos, se sentía tan embriagador que ella quería llorar. Sus cuerpos se unieron con lentitud mientras que expresaban con sus besos y caricias lo mucho que se amaban, lo mucho que se necesitaban. Nada a su alrededor importaba, solo estaban ellos amándose bajo el mismo idioma.

-Te amo, Samantha Puckett –susurró Freddie entre jadeos.

-No… -fue su respuesta y ambos se miraron a los ojos. –Benson… Samantha Benson.

Fue una noche mágica, en ningún momento dejaron de demostrarse cuanto se amaban. Esa fue la primera de muchas noches juntos como marido y mujer, como una sola persona. En el momento que los rayos del sol ingresaron en la habitación supieron que todo debía llegar a su fin. Sam se acurrucó en su pecho y se dejo llevar en un mundo de sueños y tranquilidad.

..

Dos niñas idénticas corrían por la playa seguida por su madre rubia, reía y jugaba con ellas. Las pequeñas buscaban caracolas en la orilla o simplemente hacían castillos de arena. A pesar de ser tan pequeñas eran muy inteligentes, se parecían tanto a él y a la vez eran tan llenas de energía.

-Mamá… -gritó Melanie con horror. –Ella lo está haciendo de nuevo.

-Melanie… -dijo su madre entre risas. -¿Qué está haciendo de nuevo?

-Le está pegando… -gritó tomándola de la mano mientras tiraba de ella.

La mujer caminó hacia sus hijos con una sonrisa en los labios, no podía evitar recordar tantas cosas, ellos tenían un temperamento diferente que chocaban entre sí.

-Pam, ¿Qué te he dicho de jugarte así con tu hermano? –su voz fue dulce y a la vez tan autoritaria.

-Lo sé, es que… -la pequeña niña de cabellos castaños comenzó a llorar. –Me dijo ñoña… solo porque me gusta leer.

-Joe… -le llamó Sam de forma amenazadora.

El rubio avanzó a regañadientes hacia su madre.

-Eres mayor y no puedes estar buscando pleitos, menos a unas niñas…

El rubio iba a replicar cuando su padre lo llamó, automáticamente sus ojos se llenaron de lágrimas y avanzó hacia él con la cabeza gacha. Sam solo pudo suspirar y dibujar una sonrisa en sus labios de sus tres hijos, Joe, era el más apegado a su padre.

-Lo siento, papá… -susurró el niño con lágrimas en los ojos.

-Está bien, pero debes cuidar y respetar a tus hermanas. Solo tienen seis años y confían en ti para que las cuides no para que te burles de ellas o busques pelea con Pam y mortifiques a Mel… -dijo Freddie con una sonrisa en su rostro.

-Lo haré… discúlpame…

-No tienes que disculparte, al menos no conmigo…

-Mel, Pam, su hermano quiere decirles algo –las pequeñas se acercaron hacia donde estaban ellos mientras miraban fijamente a su hermano mayor.

-Discúlpenme, yo… las quiero y no quiero hacerles daño…

Sam dejo caer su cabeza en el hombro de Freddie, tenía una familia única y los amaba con locura.

Nueve años atrás, su mundo giraba en torno a su carrera. Freddie comenzaba su especialización y trabaja en el hospital público de Seattle, aun era novato pero estaba ganando fama por su excelente trabajo. Un día, Sam estaba en su despacho buscando unos documentos sobre un caso importante; era importante para el despacho donde trabajaba ya que ella odiaba defender a personas que habían cometido un delito grave. Sin embargo, era su trabajo, era la profesión que había elegido y juró cumplirla con honor y lealtad.

Buscó en el mueble más grande los archivos de Carson, pero no los encontró. El estrés se abrió paso en su mente al igual que la desesperación por todo su cuerpo. ¿Dónde rayos podía estar esa carpeta? se preguntaba la rubia una y otra vez. De pronto, detuvo la búsqueda y se levantó con brusquedad; sentía algo extraño en su estomago y la sensación de nauseas en aumento. Corrió hasta el baño más cercano, no le importo llevarse a las personas que se encontraban en su camino, en ese momento no se podía permitir pensar.

Quince minutos más tarde, su rostro estaba sudoroso y sus ojos tenían lágrimas recientes. Nunca le había sucedido algo así y deseo por primera vez no probar comida alguna para no repetir esa sensación, solo deseaba dormir y tranquilizarse.

-¿Benson? Te vimos correr, ¿Cómo te sientes? –preguntó su amiga Sara. Sí, ella había logrado quedar en el mismo despacho de abogados que Sam.

-Amiga, no puedo ni levantarme… creo que vomite la comida de meses… -dijo entre sollozos.

-Creo que mejor te llevamos al hospital, eso no es normal –Sara se acercó a su amiga, pero cuando intentó levantarla gritó.

-¿Qué es ese olor? –gritó la rubia antes de vomitar nuevamente. Lentamente se dejó caer en el frio piso del baño para luego ser recogida por uno de sus compañeros.

Cuando Sam abrió los ojos se encontraba en una habitación blanca, estaba en el hospital. Estuvo tentada en llamar a su esposo, pero no quería molestarlo así que decidió esperar por el doctor que la atendía.

-Señora Benson, buenas tardes… -Sam lo conocía, era uno de los colegas de Freddie. –Mientras dormías te suministramos suero ya que estaba deshidratada, además de suministramos vitaminas, todo eso por medio de intravenosa. Espero no se moleste.

-Oh, cállate William –dijo la rubia sonriendo. –Dime que tengo…

-Tranquila, Señora Benson, esperaremos por su esposo. Es algo que deben escuchar los dos –esas palabras la asustaron, ¿Qué podría tener?

Esperó por dos horas hasta que por fin su esposo apareció, estaba pálido y preocupado.

-Me llamaron en medio de una consulta. Solo Dios sabe cuánto quería estar aquí, disculpa la tardanza. –Freddie se acercó a ella y la beso.

-Te estábamos esperando, Benson. Les tengo una noticia… -informó su compañero de trabajo. Sam por su parte, apretó la mano de su esposo en busca de apoyo.

-Tranquila, amor, estoy aquí… -susurró Freddie.

-Bien, el problema de sus nauseas y vómitos se deben a que usted está embarazada. Felicidades a ambos –dijo William antes de salir y dejarlos solos.

El silencio reino en la habitación. Sam no podía creer lo que acababa de escuchar, su corazón se detuvo por un segundo para luego comenzar a latir tan rápido como le era posible. Las lágrimas acudieron a ella, pero no eran lágrimas de tristeza, pero todo rastro de felicidad se borró para darle paso al miedo. Él no había hablado, tampoco había mostrado signos de alegría ¿No lo quería? ¿Estaba molesto?

-¿Freddie? –su voz temblorosa retumbo en las paredes blancas.

Sam bajó su rostro y trato de contener las lagrimas, pero unos fuertes brazos la rodearon y sus labios chocaron fuertemente con los suyos. Sus besos estaban llenos de necesidad y algo más que ella no pudo descifrar, segundos más tarde ambos jadeaban en busca de aire.

-Hoy, me has hecho el hombre más feliz de la tierra –dijo Freddie con voz temblorosa y lágrimas en los ojos. –Te amo y amo a ese pequeño ser que está creciendo dentro de ti…

La rubia no pudo evitar llorar, estaba muy feliz. Tenía a Freddie que la amaba y ella a él, ahora sería madre. Sintió los brazos de su esposo rodearla y por primera vez lloraron juntos de felicidad.

Sam sonrió ante el recuerdo, ese día fue el más feliz de su vida. Joe llegó a sus vidas para cambiarla por completo, ese ser tan especial que creció en su vientre lo amaba con locura. El día de su nacimiento trajo consigo alegría y felicidad, no solo para ellos sino para Marissa y los demás. Lo bautizaron como Joe porque les pareció perfecto para él.

Joe tenía el cabello rubio como su madre y los ojos marrones como su padre, su piel era una combinación entre ella y él. Era un niño precioso que con el pasar de los años consiguió parecerse cada vez más a su padre. Para Sam, el niño era la combinación más perfecta y balanceada de genes. Después de tres años, otra noticia llego de golpe, era igual de inesperada o más que la primera.

La rubia estaba embarazada de nuevo, pero esa noticia llegó con otra no tan agradable, la mamá de Freddie estaba hospitalizada y nadie sabía por qué. Semanas después descubrieron que ella había estado visitando el hospital con frecuencia gracias a un cáncer en los pulmones. Eso destrozó a Freddie y aunque tratara de ser fuerte no podía evitar recaer; en las noches cuando Sam dormía, él lloraba a solas descargando todo su dolor sin preocuparla. Pero estaba equivocado si pensaba que Sam no lo había notado, ella también lloraba en silencio al no poder hacer nada, la mujer que era como su segunda madre los estaba dejando.

El tiempo pasó volando dándoles la bienvenida a las gemelas Benson, Pam y Melanie en honor a la madre de Sam y su hermana. La idea fue de Freddie y la rubia estaba feliz por ello, todos olvidaron los males y dejaron que la felicidad los envolviera opacando las preocupaciones. Marissa Benson arropó sus últimos momentos de felicidad mientras disfrutaba a sus nietos al máximo, estaba muy feliz.

Sam recuerda con adoración su última conversación.

-¿Sabes? Tengo mucho que agradecerte –dijo Marissa con una sonrisa en los labios, Sam la observó sin entender. –Sé que al principio busque todo lo malo en ti, pensaba que eras una muchachita que no sería capaz de seguir adelante, pero me equivoque. Eres fuerte, eres una mujer esplendida que le trajo felicidad a mi hijo y me dio la oportunidad de ser abuela. No solo fuiste la luz en la vida de mi hijo, también en la mía; eres una hija más para mí, no solo eres la esposa de mi hijo… eres mi hija.

A esa altura de la conversación Sam lloraba, ya no le importaba ocultar sus lágrimas y mucho menos era capaz de callar sus sollozos. Ella sabía lo que estaba haciendo, estaba despidiéndose y no lo aceptaba, simplemente no quería.

-Y tú eres como una madre para mí, te amo… -dijo entre sollozos. Sam podía escuchar a su esposo llorando atrás de ella y se giró extendiendo su mano para que se acercara.

-Oh, mi niño, no llores. Tienes una hermosa mujer que te ama y no solo eso, también tienes unos hijos maravillosos. Estoy orgullosa de ti, de ambos y quiero que sepan que siempre estaré con ustedes…

Su voz se hacía cada vez más suave y sus ojos se cerraban con lentitud y sus labios dibujaron una suave sonrisa. Se había ido, estaba muerta.

Sam sintió como su corazón se rompía en pedazos al escuchar los gritos de dolor de su esposo, no pudo evitar los suyos. Se acercó a él y lo abrazó con fuerza, la verdad es que Marissa Benson siempre estaría en sus corazones.

En sus labios se dibujaba una hermosa sonrisa y una lágrima corría sutilmente por su mejilla. Abrazó fuertemente a su esposo y suspiró mientras observaba a sus hijos jugar.

Sin importar su pasado y todo lo malo que le había pasado no se arrepentía de nada. Si le dijeran en ese momento que podía regresar el tiempo y cambiar todo lo malo diría un "no" rotundo. Se negaría porque de eso aprendió, aprendió que no era fuerte y que nadie sería fuerte en una situación como esa, también aprendió a respetar y valorar su vida y su futuro. Aprendió a amar y a permitir que el amor llegue a su vida.

Gruesas gotas de lluvia cayeron con fuerza en su rostro.

-Niños, vamos todos a la casa de abuelo Spencer… -gritó Freddie levantándose. La rubia se quedo allí observando cómo sus hijos corrían hasta quedar resguardados de la lluvia. –Vamos amor, no quiero que te resfríes tu también.

-Espera… tengo algo que decirte… -dijo Sam impidiendo que se fuera.

-Te escuchó amor…

-Han pasado once maravillosos años desde que acepte se tu esposa, han pasado más de 20 años desde que llegaste a mi vida. Freddie Benson, estoy feliz de ser tu amiga, tu esposa y amante. Te amo con locura y este sentimiento crece cada día más.

Freddie la abrazó con fuerza, le encantaba esos pequeños momentos donde su esposa le profesaba tanto amor. Se acercó a sus labios pero ella le esquivo dibujando una sonrisa en los labios.

-Aun no. Sé que no estaba en nuestros planes, que puede ser una locura y que es más loco aun no haberte dicho nada, pero quería estar segura… -Sam suspiró esbozando una enorme sonrisa mientras las lagrimas caían por sus mejillas. –Freddie, estoy embarazada…

-Yo… embarazada… ¿Cómo? –el castaño lentamente comenzó a formar una sonrisa en sus labios.

-Hace tres meses que lo sé… será una niña –Freddie frunció el ceño, no entendía porque se había callado-. Quiero que tenga el nombre de su abuela, Marissa.

Freddie quedo sin palabras, ella pudo notar las lagrimas en sus ojos mezclándose con el agua dulce de la lluvia.

-Te amo… te amo… te amo, Samantha Benson… -gritó Freddie tomándola y haciéndola girar en el aire. –Te amo… -susurró antes de besarla en los labios.

¿No es hermoso ver la lluvia caer? Pero lo es aún más cuando lo ves junto a esa persona amada…

Fin